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Pablo Dávalos
Eso es lo que sucede con la mirada cosificada del discurso crítico sobre el
extractivismo. El territorio se convierte en objeto sobre el cual se ejerce la
violencia de la acumulació n del capitalismo. El discurso sobre el extractivismo,
cuando opera desde la cosificació n, mira a los territorios como objetos
desprovistos de toda relació n social y toda significació n simbó lica. En tanto
objetos, los territorios se vinculan a las estrategias de la acumulació n como
mercancías y sometidas a los mismos procesos que cualquier otra mercancía.
Desde esa visió n cosificada, el extractivismo aparece como actividad econó mica
concreta que opera sobre recursos econó micos, asimismo, concretos. Así,
extractivismo es, valga la tautología, extraer renta de recursos naturales, en
especial, mineros, hidrocarburíferos, biodiversidad, agronegocios, entre otros, a
través de mecanismos de circulació n capitalista global, sobre territorios
determinados y, al mismo tiempo, la expulsió n de los habitantes de esos territorios
por medio de la violencia.
Sin embargo, los territorios son producciones humanas. Son tan objetos como
podría ser una má quina o una tecnología determinada, que fuera de su contexto
social pierde toda significació n. Aquello que explica al territorio es su contenido
humano. El territorio, por tanto, no es una cosa, no es un objeto por fuera de esas
relaciones humanas. No es un contexto geográ fico en el que consten determinados
recursos y sobre el cual se despliega la historia humana. El territorio es má s que
eso. Es una trama humana, condensada en su historia, y es esa trama la que crea y
re-crea a los territorios, la que les da su significació n y proyecció n en la sociedad.
Si esto es así, los territorios se crean y re-crean constantemente, y van má s allá de
cualquier referencia geográ fica concreta. Los seres humanos producen los
territorios y estos a su vez inciden sobre los seres humanos. Se produce una
especie de simbiosis, de relació n de complementariedad, de reciprocidad. Para los
pueblos indígenas, por ejemplo, es tan importante la relació n con los territorios
que estos forman parte de su propia ontología política. En esa creació n y re-
creació n de los territorios, las dimensiones que emergen son mú ltiples, en especial
aquellas que se determinan desde lo simbó lico.
Los territorios son una expresió n má s de la realidad humana. Forman parte de esa
realidad histó rica y social. De la misma forma que la riqueza es creada desde las
posibilidades humanas, los territorios, físicos o virtuales, entran en esa compleja y
contradictoria realidad de lo humano como creaciones concretas del mundo
humano. Así, una má quina, o una tecnología, o una cantidad de dinero, se
convierten en capital cuando alteran el entramado histó rico y social al cual
pertenecen, no son capital en sí mismas, su condició n de ser capital nace ya
condicionada por ese entramado histó rico desde el cual han sido creadas; de esta
misma manera, un territorio, físico o virtual, siempre hace referencia a ese
entramado histó rico y social y a las interacciones que desde él se generan.
Intervenir sobre un territorio es intervenir sobre la complejidad y la totalidad
humano-social de la historia. Es alterar las significaciones que se han construido
desde esos territorios y que dan sentido a la vida humana.
Mas el proceso de separació n entre los seres humanos y su propia realidad tiene en
la teoría, especialmente en la ciencia moderna, un discurso que lo sanciona y
legitima socialmente. La ciencia moderna es un elemento clave para la cosificació n
del mundo. Quizá el mejor ejemplo de có mo un discurso científico sanciona y
legitima la cosificació n de lo Real esté en la economía. En efecto, como
discursividad, la economía no pretende ni descubrir, ni esclarecer los mecanismos
de la cosificació n del mundo. Má s bien al contrario, la economía los encubre y los
recubre de un manto de legitimidad social e histó rica. Quizá el mejor ejemplo de
ello sea el discurso econó mico sobre los salarios.
En efecto, la diná mica extractiva, al mismo tiempo que desintegra los territorios,
los reintegra en nuevas territorialidades construidas desde la ló gica de la
cosificació n del mundo. Al ser desalojados de toda referencia histó rica, de toda
memoria ancestral, de toda posibilidad de convivencia y solidaridad, reaparecen
como territorios vacíos, como espacios sin historia ni memoria. Los territorios que
emergen desde la violencia capitalista, son espacios de disciplina y control. De
vigilancia y obediencia. De jerarquía y orden. De utilidad y funció n. Los territorios
que emergen desde el extractivismo son aquellos que el antropó logo francés Marc
Augé denominaba los No-Lugares: espacios homogéneos en su arquitectura y
funcionalidad, que permiten una identidad comú n y accesible a toda la sociedad
bajo las prescripciones del capitalismo y la cosificació n. El ejemplo má s pertinente
es aquel de los centros comerciales o los aeropuertos, pero también pueden ser
adscritos a su ló gica la estructura misma de las ciudades modernas.
Considerar al extractivismo como una diná mica de la violencia del capitalismo que
desgarra la totalidad humano-social, abre espacios para una crítica má s radical y
permite incorporar al horizonte crítico aspectos que antes quizá pasaban al
margen de las diná micas extractivas pero que forman parte inherente de ellas. Si
existen territorios que son virtuales, entonces necesitamos una posició n teó rica
que nos permita comprender có mo funciona el extractivismo en esos territorios
virtuales. Cuá l es la significació n de esa intervenció n y de qué maneras son
colonizados desde el extractivismo esos territorios virtuales.
El extractivismo desterritorializa lo Real para re-territorializarlo en los No-Lugares
y en las diná micas disciplinarias y concentracionarias del capitalismo tardío. El
extractivismo no es un fenó meno que aparece en la periferia del capitalismo, sino
que lo constituye en su esencia. Las resistencias al extractivismo implican la re-
creació n de nuevas territorialidades que disputan su sentido de identidad,
pertenencia, y referencia a los No Lugares y a las ló gicas disciplinarias y
concentracionarias.