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Este irlandés llegó a Tierra Santa hace dos décadas y tras varios
servicios al Patriarcado ahora es el encargado por el obispo de
expulsar demonios y realizar exorcismos en el mismo territorio en lo
que lo hizo Cristo.
El padre McDonagh recorre toda esta zona atendiendo a las personas
que le necesitan. Analiza casos, bendice, ora y realiza exorcismos si
es necesario a personas que son víctimas de maldiciones,
influencia demoníaca o posesiones. Y para ello en muchas ocasiones
debe viajar durante horas hasta llegar a donde se encuentran. Sus
armas, como las del resto de exorcistas son el Rito de Exorcismo, el
agua y la sal bendecidas, y las oraciones de sanación y liberación.
El padre McDonagh explica a los lectores que la Iglesia “enseña que hay
dos categorías de actividad demoníaca: la actividad ordinaria y la
extraordinaria”. Según recuerda, “la actividad diabólica ordinaria
generalmente está asociada a la tentación y es una batalla de por
vida”. Y que la tentación –señala el exorcista- es extremadamente seria
cuando conduce al pecado mortal y, como tal, no debe ser tratada a la
ligera. Toda persona puede ser víctima de una actividad diabólica
ordinaria. Sin embargo, Jesús aceptó someterse a la prueba de la
tentación. La tentación de mentir para proteger la reputación de uno
mismo es una tentación común y corriente”.
La conciencia silenciada