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Buenos días para todos. Bienvenidos a esta hermosa celebración, con motivo del abrazo en
familia.
En este sentido, hay que decir que la familia es la comunión de personas que brota del
matrimonio natural, alianza indisoluble entre un varón y una mujer, comprometidos
públicamente en el proyecto de formar un hogar donde pueda germinar el don de la vida de
los hijos. La fidelidad entre ambos, es lo que contribuye al bien de los cónyuges, de los hijos
y de la entera sociedad.
También, los padres son los primeros responsables de la educación afectivo-sexual de sus
hijos. Deben estar alertas, ante algunas ideologías que ponen en peligro la integridad de la
familia y el bien de la persona, que pretenden diseñar la sexualidad y su ejercicio, al margen
de los referentes de la antropología adecuada e integral. Hoy día, se propaga mucho la
promiscuidad sexual en formas aberrantes. De este modo se contribuye a una banalización
de la sexualidad y, por tanto, a la destrucción de la persona misma.
En fin, donde acaba la familia comienza la soledad y la marginación. La familia, por su amor
a cada persona concreta, es el más importante bien social. La familia, como corazón de la
sociedad, se halla en la entraña del bien común que debe ser protegido y promovido.
Por otra parte y para continuar en la misma línea de reflexión, el Catecismo de la Iglesia
católica a propósito de la virtud de la esperanza, nos enseña lo siguiente: "La virtud de la
esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre;
asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para
ordenarlas al Reino de los cielos; protege el desaliento, sostiene en todo desfallecimiento;
dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza
preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad" (n. 1818)
Por tanto, la esperanza nos sitúa a mirar el futuro, pero viviendo en el presente, aprendiendo
del pasado, para hacer balances, para recoger tantas lecciones de la historia en el peregrinar
de la Iglesia bajo la mirada de Dios en el seno de la humanidad, y sobre todo para celebrar la
fe con firmes compromisos, tomando en las manos el futuro, que a Dios pertenece, pero
frente al cual hemos de tomar nuestra responsabilidad. Es por ello, que la familia ha de ser
fuente de esperanza.
Dejemos que nos ilumine aquel acontecimiento de Nazaret, en donde "el Verbo se hizo
carne" (Jn 1,14), allí podemos apreciar la Sagrada Familia, modelo de las familias, fuente
inagotable de espiritualidad y de las nuevas energías que vienen desde el Resucitado. El
Señor sigue saliendo al encuentro de las familias, iluminándolas, fortaleciendo y redimiendo
su amor, caminando junto a ellas, en un diálogo de tierna solicitud, que hay que descubrir en
la fe, en la oración. En no pocas circunstancias, se trata de una peregrinación difícil, en
donde se percibe la amargura de lo no logrado, tal vez de combates perdidos, y del deterioro
de muchos hogares, pero en donde gracias al contacto con el Salvador de los hombres,
como aconteció con los discípulos de Emaús, en una causa que parecía un fraude, renace la
esperanza.