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UN LUCHADOR EJEMPLAR
Por Pedro Varela.
Cuando el 28 de Marzo escribía estas líneas, de madrugada, pocas horas antes de partir
para un viaje de trabajo al extranjero, León Degrelle se encontraba en un Hospital en
Málaga.
Queríamos ofrecerle la sexta edición de uno de sus numerosos libros para mostrarle
nuestra admiración y cariño y rendir homenaje a la vida y la obra de alguien que fue
más que un simple autor de libros.
Político jovencísimo que movilizó a las masas de su país y estuvo a punto de conquistar
el poder a los 30 años -carrera frustrada por la guerra-, era también un escritor
incansable con decenas de obras que aúnan un contenido apasionante e interesantísimo
y una forma de escribir amena y clara, como ha sido toda su vida, que podemos calificar
de extraordinaria aventura. Comandante de la División de Voluntarios "Wallonie" en el
Frente del Este, soldado excepcional, héroe de la bolsa de Tscherkassy (un Stalingrado
victorioso para los alemanes), que alcanza la graduación de General de las Waffen-SS al
finalizar la guerra, era también un orador que habrá que contar sin duda entre los tres o
cuatro más formidables del siglo. Líder carismático, luchador incansable incluso en el
exilio y hasta avanzada edad, contaba a sus ochenta y siete años con más proyectos,
reuniones y libros por escribir y publicar de los que un hombre joven podría siquiera
soñar.
Conoció personalmente al Führer de quien pronto se convirtió en uno de sus más fieles
evangelistas y este reconoció en él al hombre joven que podría jugar un papel de primer
orden en la construcción de la Nueva Europa, nombrándole "Volksführer". Exiliado
desde 1945, vivió en España sin perder en ningún momento las ganas de luchar que
otros olvidaron pronto.
Amante del arte y de la belleza, ha sido para mí, en mis veinte años de dedicación a sus
mismos ideales y mientras fui dirigente de una organización que heredaba idéntica
cosmovisión del mundo., un líder y un ejemplo. Tuve oportunidad de convivir con él en
la intimidad de su hogar, que tuvo a bien abrir para mí durante muchos días, mientras
trabajábamos juntos de forma incansable en uno de los nuevos proyectos.
Hasta sus casi 88 años, con un ritmo vital que todos le hemos envidiado siempre y del
que se ha sentido orgulloso, seguía dispuesto a ganar la carrera a aquéllos de su
generación que siguen mintiendo sobre lo que realmente aconteció en el Siglo XX, en
esta gran batalla metafísica entre las fuerzas del bien y del mal.
El duro trabajo de talar árboles y, una vez tendidos sobre los prados soleados, retirar su
corteza, evitando así su deterioro, se ve compensado por el silencio del bosque y el
canto de los pájaros. Sabemos que aquéllos troncos de árboles nobles servirán para la
construcción de las casas y nuestra tarea está llena de sentido. Cercamos también en
otro lugar un terreno, que habrá de servir a los caballos fuertes que buscamos, de pueblo
en pueblo, entre los campesinos. El sano cansancio físico se ve unido a una absoluta
distensión psíquica y espiritual.
Es en este ambiente, absolutamente aislado del mundanal ruido, que recibo, en una
visita relámpago del Sr. Frohlich, la noticia de la muerte de mi amigo León Degrelle.
Tragedia que me confirma poco después el Sr. Jürgen Heinze, Presidente de la
"Ordengemeinschaft der Ritterkreuzträger" en Berlín. luego las noticias y los bulos se
suceden: Degrelle habría sido inmediatamente incinerado y la urna conteniendo sus
restos transportada a Bélgica por sus camaradas de División, quienes desean esparcir las
cenizas en Bouillon, su tierra natal. Otros incluso afirman que parte de estas cenizas se
encuentran en Alemania.
Acojo la noticia con absoluta tranquilidad, a sabiendas que para él no habrá más
sufrimiento, ni persecuciones, ni juicios, ni exilio, aunque bien sé que nunca rehuyó la
lucha y que, de ser necesario, era el primero en buscarla. Pero también soy consciente
de que si alguien ha cumplido con el deber ha sido él.
Los jóvenes que hoy en día se cansan de luchar o pagar una cuota, o enganchar unos
carteles, o permanecer tras una mesa de propaganda en la calle, o temen defender sus
convicciones, jamás podrán imaginar lo que sus homónimos del Frente del Este llegaron
a dar por la defensa de Europa.
Para León Degrelle, como para Rudolf Hess y muchos otros, la lucha no hacía sino
empezar, con otros medios, en otros frentes, pero de forma todavía más difícil y mucho
menos agradecida, enfrentándose a una gigantesca maquinaria propagandística que se
regocija, hasta el día de hoy, manchando y negando el derecho a la verdad a los
vencidos, sea con acusaciones falsas o con novelas de ciencia ficción Spielberg
Hollywoodianas alentadas -¡ y altamente por el sionismo mundial premiadas!
Pensé en los últimos enfrentamientos bélicos en los que Degrelle tomó parte en 1945,
precisamente en tierras de Pomerania, antes de alcanzar, en un vuelo rocambolesco, las
costas españolas y quedar así unido para siempre a nuestro destino.
Cuando vuelvo a España, tras finalizar los trabajos encargados por una empresa en
Alemania, me precipito sobre el teclado para escribir estas líneas de despedida y
sustituir el prólogo previo, lamentablemente anticuado, antes de que en la imprenta
finalicen la edición, donde el trabajo de producción se encuentra como es habitual
notablemente atrasado. Por lo menos esta vez, ese retraso nos permite incluir aún estas
líneas de despedida.
Entretanto León Degrelle ya es historia. La noche del Jueves Santo día 31 de Marzo de
1994, a las 23.30 horas, fallecía en un Hospital de Málaga. Sus amigos, camaradas y
familiares han organizado sendas misas, funerales y recordatorios en Madrid y
Barcelona.
Los que han tenido la enorme gracia de conocerle en persona, conservan además la
imagen viva, ardorosa, electrizante, de una personalidad que ha hecho historia y fue
consciente, hasta el final, de la importancia que tenia pasar el testigo a las nuevas
generaciones.
A estos miles de personas que le vivieron en sus mítines masivos o sus conferencias
siempre nutridas, les será, sin duda, un Norte y un punto de referencia en sus propias
vidas.
A los cientos de miles de lecturas en todos los idiomas europeos, una fuente de
inspiración y un mito real, que en el futuro formará entre las leyendas auténticas de la
cultura europea.
Era sin duda un jefe espiritual y un modelo. Pero a través de los frecuentes encuentros y
llamadas, los trabajos conjuntos, las conferencias en Barcelona, cuando yo era muy
joven, o los mítines en Madrid, las visitas y entrevistas, creció un mutuo aprecio
personal, que tanto él como su amable esposa siempre me recordaron.
He hablado con la familia en Madrid por teléfono, y hemos comentado el recuerdo que
teníamos suyo. El de un hombre integralmente bueno, como esposo, como padre y
como político.
Pero ser bueno no era para él ni ha de ser para nosotros ser condescendientes con la
maldad o la estupidez, antes al contrario, duros e intransigentes, si bien sabia perdonar y
olvidar, pues ello forma parte de la doctrina.
Era también un hombre de los que dan ánimo y seguridad a todos, desde su dedicación
total y desde su fe absolutamente coherente con su vida. Y no digo esto porque sea la
hora de los elogios, sino porque estoy seguro que, si los que me leen saben de quién se
trata, o tuvieron el honor de conocerle en persona, pensarán que aún me estoy quedando
corto. Era, sobre todo, un hombre que ponía el corazón en todo lo que hacia.
Reciban sus familiares nuestra más sincera condolencia. Sus camaradas nuestra
comprensión. Pero nosotros queremos continuar su trabajo.
Recién salido de la imprenta "Hitler para 1000 años", esperamos poder continuar
ofreciendo al público español todos y cada uno de sus escritos.