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ii.

el principal dilema de la cooperación en un sistema internacional

el problema básico de todas las formas de cooperación internacional es el contraste entre la


globalización y la esfera nacional (e incluso local) de la política. Esto da lugar a la relación
inestable que existe entre la globalización y los Estados-nación, la que es esencial para tratar
las cuestiones relativas a la naturaleza de la soberanía analizadas en el apartado anterior.

Análisis de 2 paradojas:

La paradoja de la soberanía, de Kaul:

Los gobiernos están perdiendo la soberanía de la formulación de políticas porque adoptan


estrategias convencionales de ejercicio de la soberanía, lo que puede hacer que eviten la
cooperación internacional.

Sobre esta base, plantea tres compromisos esenciales para garantizar un multilateralismo más
efectivo:

1. fortalecer voluntariamente el manejo de los efectos secundarios transversales a escala


nacional;

2. proteger la soberanía de cualquier Estado en caso de ataque (en temas como contagio
financiero, virus, comercio ilegal o seguridad cibernética), y

3. cooperar para hacer frente a los riesgos del sistema mundial (Kaul, 2013: 55, recuadro 2.3).

la paradoja de la globalización, de Rodrik:

Rodrik define la paradoja de la globalización como la imposibilidad de alcanzar


simultáneamente la democracia, la determinación nacional y la globalización económica
(Rodrik, 2011: xviii). Afirma que las democracias tienen derecho a proteger sus acuerdos
sociales, y cuando este derecho se contrapone a los requerimientos de la economía global, es
esta última la que debería abandonarse; por lo tanto, una delgada capa de normas
internacionales, que deje un espacio considerable de maniobra a los gobiernos nacionales, es
una mejor globalización (Rodrik, 2011: xix).

Así mismo, cuando el ejercicio de la soberanía nacional puede afectar a otros países de manera
adversa, debido a la interdependencia (la esfera de los BPM), no puede prevalecer la soberanía
plena en el sentido tradicional ni en el sentido que le otorga Rodrik.

Por otro lado, el hecho de que la interdependencia debilite el espacio de los Estados-nación y
de que ese espacio tal vez no se plasme por entero en los mejores acuerdos internacionales
significa que es necesario crear espacios democráticos de carácter internacional o mundial,
como parte de una transición (de manera lenta y parcial) hacia un orden transnacional. Sin
embargo, hasta ahora los esfuerzos en este ámbito brindaron, a lo sumo, resultados parciales,
como se refleja en los debates sobre el déficit democrático de las instituciones regionales de
Europa, el que pudo haber aumentado en los últimos años.

Por supuesto, el papel de la sociedad civil internacional precede a la creación de las Naciones
Unidas, dado que incluye, entre muchos otros, el movimiento antiesclavista, la lucha de las
distintas organizaciones internacionales socialistas por mejorar las condiciones laborales, la
lucha del movimiento internacional feminista por el derecho a voto de las mujeres y el más
reciente movimiento internacional destinado a fortalecer los derechos de los pueblos
indígenas. En todo caso, el desarrollo es incompleto, porque la sociedad civil internacional no
es una fuerza enteramente democrática (sus representantes no son elegidos por toda la
ciudadanía) y porque a escala mundial sigue estando dominada en gran medida por las
organizaciones de la sociedad civil de los países desarrollados.

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