Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Abraham:
El
padre
de
la
fe
y
el
argumento
teleológico.
“Pero El Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra”. (Génesis 6:9)
Judaísmo,
Cristianismo
e
Islam.
¿Se
podría
haber
imaginado
Abrhaam
hace
casi
4000
años
que
las
tres
religiones
monoteístas
del
mundo
lo
reclamarían
como
Padre
de
su
fe?
Difícilmente.
Aquel
humilde
pastor
debió
de
quedar
atónito
cuando
escucho
que
su
nombre
sería
engrandecido
y
que
toda
la
humanidad
sería
bendecida
“en
él”.
Al
estar
en
el
siglo
XXI
podemos
ver
el
literal
cumplimiento
de
la
bendición
que
dice:
“Engrandeceré
tu
nombre”.
El
nombre
de
Abraham
ha
sido
engrandecido
por
todos
los
confines
de
la
tierra.
Abraham
ostenta
sin
competidores
cercanos
el
título
de
“padre
de
la
fe”.
Abram
es
un
sinónimo
de
obediencia,
de
fe,
de
esperanza,
de
temor
al
cielo
y
de
muchos
valores
en
todo
el
mundo.
La
tradición
judía
indica
que
Abraham
llegó
a
la
fe
monoteísta
a
partir
del
razonamiento
al
observar
el
increíble
orden
de
la
naturaleza.
Leemos
un
famoso
Midrash
por
ejemplo:
“Cuando
él
vio
al
sol
salir
en
el
oriente,
Abraham
pensó:
“Seguramente,
este
es
un
gran
poder.
Debe
ser
el
Creador”.
Ese
día
entero
él
le
oró
al
sol.
Al
atardecer,
sin
embargo,
el
sol
se
puso
y
la
luna
salió.
Abraham
dijo:
“Seguramente
esta
reina
sobre
el
sol,
porque
ya
no
está
brillando”.
Así
que
le
oró
a
la
luna
toda
la
noche.
Pero
la
mañana
siguiente,
el
vio
al
sol
salir
y
la
oscuridad
pasar.
El
dijo:
“seguramente
todos
estos
tienen
un
Rey
más
excelso
y
Amo
que
los
dirige
en
sus
cursos”.
Entonces
Dios
vio
a
Abraham
buscando
por
él,
así
que
apareció
a
Abraham
y
habló
con
él”
(Zohar
1:86a).
En
síntesis,
Abram
vio
el
orden
de
toda
la
naturaleza
y
vio
que
funcionaba
con
un
propósito
y
mostraba
un
increíble
diseño,
por
lo
tanto
concluyó
que
tenía
que
existir
algo
más
allá
de
todas
estas
cosas
que
las
diseñó
y
las
dirigía:
Esto
es
un
único
Elohim
(Dios)
verdadero.
A
este
sencillo
razonamiento
se
le
conoce
en
filosofía
como
“Argumento
teleológico”
o
“Argumento
a
partir
del
diseño
(del
griego
“telos”
que
significa
“propósito”)”.
Considera
por
un
momento
que
vas
por
la
calle
y
encuentras
un
papel
con
algo
escrito:
“En
el
principio
creó
Dios
los
cielos
y
la
tierra”.
¿Pensarías
que
ese
mensaje
se
creó
a
sí
mismo?
¿Quizás
una
explosión
al
azar
creó
todo
el
mensaje?
¿Reacciones
químicas,
viento,
o
la
gravedad?
Tonterías,
sabes
que
todo
mensaje
implica
inteligencia
pues
tiene
un
diseño
y
un
propósito,
si
un
mensaje
tan
fácil
como
una
oración
requiere
de
un
diseñador,
imagínate
una
enciclopedia
o
un
edificio
¿sería
concebible
pensar
que
se
crearon
al
azar
o
hablando
en
el
lenguaje
de
los
ateos
“por
selección
natural”
o
“evolución”?
Claro
que
no,
lo
más
lógico
es
creer
que
alguien
lo
diseño.
No estás solo si piensas así, Isaac Newton pensaba lo mismo, ya que escribió:
“Este
hermoso
sistema
del
sol,
planetas
y
cometas,
sólo
pudo
proceder
del
consejo
y
dominio
de
un
ser
poderoso
e
inteligente”.
William
Paley
(1743-‐1805)
popularizó
el
argumento
teleológico
cuando
dijo
la
famosa
ilustración
sobre
el
reloj:
él
dice
que
así
como
un
reloj
implica
un
relojero,
este
universo
que
es
increíblemente
más
complejo
que
un
reloj
implica
también
un
diseñador.
Tomas
Aquino
había
utilizado
el
argumento
teleológico
en
“Las
cinco
vías
para
conocer
a
Dios”
en
su
“Summa
Teologica”.
El
gran
filósofo
judío,
Maimonides,
también
utilizó
el
argumento
teleológico
como
una
de
las
pruebas
para
un
Creador.
Probablemente
habrás
oído
el
mito
que
la
teoría
de
la
evolución
está
probada
más
allá
de
toda
duda
y
que
todos
los
científicos
creen
en
ella.
Ese
es
el
mito
más
infantil
en
círculos
de
ciencia
por
las
siguientes
razones:
1. Isaac
Newton,
Albert
Einstein,
Pascal,
Luis
Pasteur,
Faraday,
Boyle,
Johannes
Kepler,
Lord
Kelvin,
Carlos
Linneo,
Gregor
Mendel
y
más
científicos
legendarios
creyeron
en
el
creacionismo,
es
decir
la
creencia
en
la
existencia
de
Dios
y
no
en
la
evolución
ni
ninguna
teoría
alternativa.
2. Hay
muchísimos
científicos
modernos
que
son
creacionistas
y
creen
en
Dios
rechazando
la
teoría
de
la
evolución
por
sus
múltiples
falencias.
3. La
teoría
de
la
evolución
sigue
siendo
una
teoría
con
más
problemas
que
cuando
surgió.
El
ADN
y
los
descubrimientos
genéticos
hacen
imposible
la
macro-‐evolución.
Aquellos
fósiles
que
Darwin
pensaba
que
eran
formas
de
transición
no
lo
eran
y
la
probabilidad
de
que
todo
haya
surgido
por
azar,
evolución
o
selección
natural
es
increíblemente
ínfima:
¡es
de
1
entre
10138!
¿Qué
tanto
diseño
tiene
el
universo?
¿Cómo
sabemos
que
está
tan
milimétricamente
diseñado?
Lo
sabemos
por
las
“Constantes
antrópicas”.
No
te
dejes
intimidar
con
los
términos
científicos,
constantes
antrópicas
son
constantes
en
la
naturaleza
que
son
necesarias
para
que
la
vida
se
dé.
Si
una
de
esas
constantes
cambia
mínimamente,
la
vida
se
acaba,
así
de
sencillo.
Veamos
solo
algunas
de
ellas:
Y El
nivel
de
oxigeno
en
la
atmosfera
es
del
21%,
si
fuera
25%
llamas
de
fuego
se
generarían
automáticamente;
si
fuera
menor,
por
ejemplo
del
15%,
los
seres
humanos
nos
sofocaríamos.
Y El
nivel
de
dióxido
de
carbono
es
exactamente
el
necesario
en
la
atmosfera.
Si
fuera
mayor
nos
quemaríamos
todos;
si
fuera
menor
las
plantas
no
realizarían
la
fotosíntesis.
Y La
interacción
de
la
luna
y
la
tierra
es
perfecta.
Si
fuera
mayor,
las
mareas
serían
demasiado
fuertes;
si
fuera
menor,
las
inestabilidades
climáticas
harían
imposible
la
vida.
Y La
fuerza
gravitacional
es
exactamente
la
adecuada
para
la
vida
en
este
sistema
solar.
Si
fuera
0.00000000000000000000000000000000000001
menor
¡El
sol
dejaría
de
existir!
Y Si
la
atmósfera
fuera
menos
transparente,
no
tendríamos
suficiente
radiación
solar
para
nuestro
planeta.
Si
fuera
más
transparente
habría
demasiada
radiación
solar,
misma
que
haría
imposible
la
vida.
La
precisión
del
universo
es
tan
asombrosa
que
la
probabilidad
que
122
constantes
antrópicas
hubieran
surgido
por
casualidad
es
de
1
entre
10138
según
el
astro
físico
Hugh
Ross
(Geisler
y
Turek,
“I
don´t
have
enough
faith
to
be
an
atheist”,
pág.
106).
Así
que
según
el
dato
es
virtualmente
imposible
que
el
universo
haya
surgido
sin
diseño
inteligente.
De
hecho
nosotros
creemos
que
no
es
únicamente
virtualmente
imposible;
sino
realmente
imposible.
Sólo
podemos
adorar
fervorosamente
al
Creador
omnipotente
y
lleno
de
sabiduría
que
creó
todo,
al
considerar
el
increíble
diseño
del
universo.
Hace
miles
de
años,
el
rey
David
expresó
(Salmo
19:1)
el
argumento
teleológico,
antes
que
Paley,
en
los
siguientes
términos:
“Hashamayim
mesaperim
kevod
El
uma’ase
yadav
maguid
harakia”
(Los
cielos
cuentan
la
gloria
de
Dios,
y
el
firmamento
declara
la
obra
de
sus
manos).
Abraham
quizás
fue
el
primer
hombre
que
consideró
el
diseño
del
universo
y
concluyó
la
idea
más
lógica:
Debe
haber
un
Creador
de
todo
esto.
Pablo
quizás
teniendo
a
Abraham
en
mente
escribió:
“Porque
lo
que
de
Dios
se
conoce
les
es
manifiesto,
pues
Dios
se
lo
manifestó.
Porque
las
cosas
invisibles
de
él,
su
eterno
poder
y
deidad,
se
hacen
claramente
visibles
desde
la
creación
del
mundo,
siendo
entendidas
por
medio
de
las
cosas
hechas,
de
modo
que
no
tienen
excusa.”
(Romanos
1:19-‐20)
Cualquier
persona
puede
saber
sobre
la
unicidad,
el
poder
y
la
existencia
de
Dios
con
sólo
considerar
el
increíble
universo
que
nos
rodea.
Si
Abraham
pudo,
todos
pueden.
Es
por
ello
que
él
merece
el
título
de
“El
padre
de
la
fe”
El
pacto
Abrahámico:
Promesas
y
su
importancia
En
esta
parashá
Abraham
recibe
promesas
increíbles,
los
rabinos
contabilizan
hasta
7
promesas
en
Génesis
12:2-‐3.
Podemos
destacar
por
motivos
de
estudios
dos
promesas:
“Haré
de
ti
una
gran
nación”
y
“en
ti
serán
benditas
todas
las
familias
de
la
tierra”.
Muchas
veces,
la
gente
malinterpreta
las
cartas
de
Pablo
por
el
desconocimiento
del
pacto
Abrahámico
y
del
entendimiento
de
Pablo
sobre
él.
Para
entender
mejor
el
contenido
de
las
cartas
de
Pablo
quisiera
indicar
cómo
se
relacionan
los
principales
pactos
que
Hashem
ha
registrado
en
la
Escritura:
Y Pacto
con
Noaj
(incondicional):
Hashem
promete
no
destruir
al
mundo
de
nuevo
por
agua
y
da
ciertas
leyes
a
Noé
y
sus
descendientes
Y Pacto
con
Abraham
(incondicional):
Hashem
promete
muchas
cosas
a
Abraham,
entre
ellas
podemos
mencionar
las
más
importantes:
Abraham
sería
el
padre
de
una
gran
nación
(Génesis
12:2)
y
además
de
tener
una
gran
nación
con
descendientes
físicos,
Abraham
y
su
simiente
serían
bendición
para
todos
los
pueblos
(goyim)
de
la
tierra
(Génesis
12:3,
22:18).
Dentro
de
la
promesa
de
la
gran
nación,
Hashem
da
la
señal
del
pacto
de
esa
nación,
la
circuncisión,
(Génesis
17:7-‐8),
Hashem
promete
para
la
descendencia
física
de
Abraham
la
tierra
de
Canaán
como
pertenencia
perpetua
(Génesis
12:7,
15:18,
17:8).
Y Pacto
sinaítico
o
mosaico
(condicional):
Israel
(La
nación
grande
del
pacto
abrahámico)
es
llamado
a
ser
una
nación
sacerdotal
entre
Hashem
y
los
demás
pueblos
y
el
especial
tesoro
de
Hashem
(Éxodo
19:5-‐6).
Si
Israel
guarda
la
Torá
entonces
disfrutará
de
un
paraíso
en
la
tierra,
Hashem
dará
muchísimas
bendiciones
a
la
tierra
y
habrá
mucha
prosperidad,
los
enemigos
de
Israel
serían
sojuzgados
e
Israel
gozaría
de
una
permanencia
continua
en
la
tierra
(Levítico
26:3-‐13,
Deuteronomio
28:1-‐14).
Sin
embargo,
si
Israel
no
guardaba
la
Torá
y
se
volvía
a
dioses
ajenos,
Hashem
castigaría
a
la
nación
e
incluso
podrían
experimentar
un
exilio
y
dispersión
de
la
tierra
(Levítico
26:31-‐35);
en
otras
palabras
perderían
la
permanencia
en
la
tierra
(Aunque
no
la
pertenencia
garantizada
por
la
promesa
incondicional
del
Pacto
abrahámico).
Y Pacto
davídico
(incondicional):
Hashem
promete
a
David
que
siempre
tendrá
un
descendiente
que
se
siente
en
su
trono
para
siempre
(2
Samuel
7).
El
final
Rey
de
Israel,
esto
es
el
Mashíaj,
traería
una
era
de
paz
y
seguridad
donde
los
esparcidos
de
Judá
e
Israel
serían
reunidos
y
él
sería
levantado
por
pendón
a
las
naciones
(Isaías
11:1-‐13).
Como
podemos
observar,
ninguno
de
los
pactos
posteriores
anula
a
los
que
vinieron
antes,
el
nuevo
pacto
anunciado
por
Jeremías
y
Ezequiel
no
es
la
excepción.
En
ese
pacto
se
menciona
la
Torá
implantada
en
el
corazón
y
a
un
hijo
de
David
reinando
y
levitas
ofreciendo
ofrendas
a
Hashem
(Jeremías
31:33,
33:20-‐26).
Los
pactos
de
Hashem
no
funcionan
anulando
a
los
que
vinieron
previamente
sino
edificando
sobre
ellos,
Pablo
dirá:
“Un
pacto,
aunque
sea
de
hombre,
una
vez
ratificado,
nadie
lo
invalida,
ni
le
añade.”
(Gálatas
3:16).
El
pacto
abrahámico
no
anula
el
pacto
con
Noé,
el
pacto
en
Sinaí
no
anula
el
pacto
abrahámico,
el
nuevo
pacto
no
anula
a
ninguno
de
los
previos,
todos
forman
un
edificio
en
lugar
de
derribarse.
Ahora
que
hemos
visto
la
relación
entre
pactos
estamos
en
capacidad
de
estudiar
Gálatas
3
donde
Pablo
habla
mucho
sobre
el
pacto
abrahámico
y
el
pacto
en
Sinaí.
Aunque
está
más
allá
de
los
alcances
de
este
comentario
hacer
una
introducción
exhaustiva
a
Gálatas
podemos
describir
la
situación
de
las
comunidades
de
Galacia
de
esta
manera:
Ellos
habitaban
en
la
región
de
Galacia
donde
Pablo
había
predicado
el
mensaje
de
salvación
y
perdón
de
pecados
por
medio
de
Yeshúa
El
Mesías.
Los
gentiles
de
Antioquía
de
Pisidia,
Iconio
y
otras
ciudades
de
Galacia
recibieron
su
mensaje
de
salvación
gozosos
en
Hechos
13
y
14.
Tiempo
después,
personas
(muy
probablemente
creyentes
prosélitos)
decían
a
los
discípulos
no
judíos:
“Debéis
de
convertiros
en
judíos
si
queréis
ser
salvos”
y
“Pablo
ni
siquiera
es
un
verdadero
apóstol,
mira
a
Pedro,
Jacobo
y
Juan,
ellos
predican
la
circuncisión
en
Jerusalén”,
“Debes
de
ser
judío
para
estar
bien
con
Dios”.
Comentarios
como
estos
generaron
la
justa
indignación
de
Pablo
por
el
peligro
que
representaban.
Pablo
hace
una
sencilla
pregunta
a
los
creyentes
de
las
comunidades
de
Galacia:
“¿Recibisteis
el
Espíritu
por
las
obras
de
la
ley
o
por
el
oír
por
fe?”
(Gálatas
3:2).
En
el
contexto
de
la
pregunta,
“obras
de
la
ley”
no
es
honrar
a
padre
y
madre
o
algo
por
estilo,
sino
la
circuncisión.
En
el
judaísmo,
la
circuncisión
no
es
simplemente
uno
de
tantos
mandamientos;
es
lo
que
marca
la
conversión
a
ser
judío.
Si
alguien
quiere
convertirse
en
parte
de
la
nación,
debe
ser
circuncidado
(Éxodo
12:48).
En
otras
palabras,
hablar
de
circuncisión
es
hablar
de
convertirse
legalmente
en
judío.
Parafraseando
lo
que
Pablo
estaba
diciendo,
quedaría
de
la
siguiente
manera:
“¿Recibieron
ustedes
el
Espíritu
y
el
nuevo
nacimiento
por
convertirse
en
judíos
o
por
creer
en
Yeshúa?”.
El
mensaje
era
claro:
La
conversión
al
judaísmo
o
tomar
la
Torá
y
sus
mandamientos
como
medio
de
salvación
eterna
no
es
correcto
ni
fue
el
objeto
de
la
Torá.
¿De
dónde
Pablo
puede
saber
esto?
¿Qué
le
hace
afirmar
que
el
creyente
no
judío
no
debe
convertirse
en
judío,
como
afirmaban
sus
oponentes?
¿Por
qué
el
judío
debe
ser
judío
y
el
gentil
por
regla
general
no
debe
circuncidarse
convirtiéndose
en
judío?
La
respuesta
está
en
un
lugar:
El
pacto
abrahámico.
Benditos
e
injertados
Pablo
hace
su
punto
a
partir
del
pacto
abrahámico
para
demostrar
que
los
gentiles
son
pueblo
de
Elohim
por
medio
de
Mashíaj
sin
tener
que
ser
judíos
y
miembros
de
la
nación
física
de
Israel.
El
dice:
“Y
la
escritura,
previendo
que
Elohim
había
de
justificar
a
los
gentiles
por
la
fe,
dio
de
antemano
la
buena
nueva
a
Abraham,
diciendo:
En
ti
serán
benditas
todas
las
naciones”
(Gálatas
3:8).
Pablo
observa
en
el
pacto
abrahámico
algo
sumamente
importante:
hay
dos
promesas
en
torno
a
la
humanidad
en
dicho
pacto:
La
primera
es
sobre
una
descendencia
física
que
será
una
gran
nación
(Israel)
y
la
segunda
es
una
promesa
universal:
Todas
las
familias
de
la
tierra
serán
benditas
en
Abraham
(Génesis
12:3)
y
en
su
simiente
(Génesis
22:18).
El
Eterno
prometió
ambas
cosas
a
Abraham
y
el
pacto
con
él
es
incondicional,
no
hay
un
“Si…
entonces”
en
las
promesas
al
padre
de
la
fe.
Por
lo
tanto,
ambas
promesas
deben
cumplirse
sin
anularse
mutuamente.
Para
que
ambas
se
cumplan,
deben
haber
siempre
una
nación
grande
descendiente
de
Abraham,
y
gentiles
que
no
descienden
de
Abraham
y
no
son
parte
de
esa
gran
nación,
pero
que
son
bendecidos
en
Abraham
y
su
simiente.
Es
decir,
la
descendencia
física
de
Abraham
no
anularía
el
hecho
de
que
en
la
Simiente
de
Abraham,
habría
una
bendición
para
todo
el
mundo.
Nada
que
venga
después
puede
anular
esto
sino
debe
edificar
sobre
este
fundamento
en
lugar
de
echarlo
abajo.
Si
un
gentil
debe
ser
judío
necesariamente
para
estar
bien
con
Dios,
una
de
las
promesas
del
pacto
abrahámico
carece
de
sentido.
El
pacto
en
Sinaí,
con
la
nación
de
Israel,
que
tiene
los
objetivos
anteriormente
dichos,
no
anula
el
hecho
que
un
gentil
puede
estar
bien
con
Dios
sin
ser
parte
de
la
“gran
nación”
del
pacto
abrahámico.
La
simiente
de
Abraham
en
el
máximo
de
los
sentidos
es
Mashíaj,
por
ello
Pablo
dirá
aplicando
un
“drash”
a
la
palabra
“simiente”:
“Ahora
bien,
a
Abraham
fueron
hechas
las
promesas,
y
a
su
simiente.
No
dice:
Y
a
las
simientes,
como
si
hablase
de
muchos,
sino
como
de
uno.
Y
a
tu
simiente,
la
cual
es
Mashíaj”
(Gálatas
3:16).
Del
Mesías
se
dice
que
levantará
“Pendón
a
las
naciones”
y
que
sería
buscado
por
los
gentiles
(Isaías
11:10).
Los
pueblos
se
congregarían
a
él
(Génesis
49:10).
En
sus
días,
muchos
pueblos
se
unirían
al
Eterno
acompañando
al
pueblo
judío
(Zacarías
2:10-‐11),
en
él
esperarían
los
gentiles
(Isaías
42:1-‐4)
y
él
sería
luz
de
las
naciones
(Isaías
42:6).
El
Mesías
es
la
simiente
de
Abraham
en
quien
todos
los
no
judíos
serían
bendecidos
espiritualmente.
¡Que
bendición
mayor
hay
que
la
purificación,
la
salvación
y
el
perdón
de
los
pecados!
Esto
no
quiere
decir
que
el
pueblo
judío
quede
desplazado,
la
descendencia
física
de
Abraham
sigue
jugando
un
papel
importantísimo,
sigue
siendo
la
nación
primogénita
del
Eterno
(Éxodo
4:22),
sigue
siendo
la
nación
sacerdotal
y
por
medio
de
quien
el
Eterno
hace
un
propósito
único.
Según
la
doctrina
apostólica,
para
que
el
pacto
abrahámico
tenga
cumplimiento,
ninguna
de
las
dos
cosas
tiene
que
anularse:
El
judío
no
debe
perder
su
identidad
judía
pues
una
promesa
(“Haré
de
ti
una
gran
nación”)
estaría
en
riesgo;
de
igual
manera,
los
no
judíos
como
norma
general,
deben
seguir
siendo
no
judíos
para
no
anular
la
otra
(“En
tu
simiente
serán
bendecidas
todas
las
naciones”).
Cuando
un
no
judío
se
circuncida
haciendo
la
conversión
¡deja
de
ser
de
las
naciones
y
pasa
a
ser
judío!
Es
este
el
riesgo
que
Pablo
ve:
La
judaización
del
gentil
que
virtualmente
llevaría
a
hacer
del
mundo
un
gran
Israel,
sin
más
naciones
(Algo
que
obviamente
no
es
la
voluntad
del
Eterno
según
todos
las
profecías
sobre
la
Era
Mesiánica).
De
esta
manera
dirá
Pablo,
la
salvación
no
puede
venir
a
los
gentiles
por
convertirse
en
judíos
y
guardar
la
Torá.
¿Por
qué?
Porque
ello
estaría
anulando
la
promesa
hecha
a
las
naciones
en
el
pacto
abrahámico.
Por
eso
él
dirá:
“Hermanos,
hablo
en
términos
humanos:
Un
pacto,
aunque
sea
de
hombre,
una
vez
ratificado,
nadie
lo
invalida,
ni
le
añade.”
(Gálatas
3:15).
“Esto,
pues,
digo:
El
pacto
previamente
ratificado
por
Dios
para
con
el
Mesías
(En
el
pacto
abrahámico),
la
ley
(Torá)
que
vino
cuatrocientos
treinta
años
después,
no
lo
abroga,
para
invalidar
la
promesa.”
(Gálatas
3:17).
El
punto
de
Pablo
es
fácil:
Si
la
salvación
viniera
a
los
gentiles
por
convertirse
en
judíos,
la
promesa
hecha
a
las
naciones
en
el
pacto
abrahámico
fue
anulada
quedando
solamente
“Haré
de
ti
una
gran
nación”.
Este
no
puede
ser
el
caso,
pues
el
pacto
no
puede
ser
anulado
por
algo
que
venga
después.
Es
por
ello
que
Pablo,
en
Gálatas,
hablaba
duramente
contra
aquellos
que
enseñaban
que
la
circuncisión
(conversión
a
judío)
es
el
camino
a
la
salvación
para
sus
destinatarios
y
los
demás
discípulos
(Gálatas
5:3-‐4)
y
contra
la
idea
de
que
cumplir
los
mandamientos
es
una
forma
de
recibir
justificación
eterna.
(Gálatas
3:10.
Para
más
información
sobre
este
verso
ver
http://www.mikdashmeat.com/archivos/continuidad%20de%20la%20torah/galatas3.html).
Los
no
judíos
tienen
una
promesa
grande
en
Abraham
y
en
su
simiente.
En
Mashíaj
ellos
reciben
salvación
al
creer
como
Abraham
creyó,
sin
ser
circuncidado,
siendo
un
prototipo
del
creyente
gentil.
El
gentil
no
debe
convertirse
en
judío
para
sentirse
importante,
para
tener
identidad,
para
poder
sentirse
aceptado
por
El
Eterno.
Él
te
acepta
por
lo
que
la
simiente
de
Abraham,
Yeshúa,
hizo
por
ti.
Debes
estar
muy
agradecido,
pues
compartes
de
las
bendiciones
espirituales
de
Abraham
por
el
Mashíaj.
Incluso
una
curiosa
similitud
lingüística
da
más
poder
a
esto.
La
palabra
hebrea
(ve-‐nivrejú)
que
significa
“y
serán
bendecidas”
está
relacionada
al
termino
hebreo
“mavrij”
que
significa
“injertar”.
Este
juego
de
palabras,
bien
pudo
dar
paso
a
la
analogía
que
Pablo
hace
sobre
dos
olivos
en
Romanos
11.
Por
lo
menos,
dio
pie
a
una
analogía
similar
en
el
Talmud,
ahí
leemos:
“Rabí
Eleazar
dijo:
¿Qué
significa
el
verso,
Y
todas
las
familias
de
la
tierra
serán
benditas
a
través
de
ti?
El
Santo
Bendito
sea,
dijo
a
Abraham:
‘tengo
dos
vástagos
para
injertar
en
ti:
Rut
la
moabita
y
Naamá
la
amonita’
”
(Talmud
Yevamot
63a)
Pablo
podría
estar
de
acuerdo
con
Rabí
Eliezer
en
su
interpretación
de
lo
que
implica
la
bendición
del
pacto
abrahámico
en
las
personas
de
las
naciones:
ser
injertado
en
Abraham.
Es
la
mejor
analogía
para
describir
como
las
naciones
(ramas)
pueden
participar
de
las
bendiciones
(savia)
del
olivo
(Abraham).
Todo
eso
es
gracias
a
aquel
que
se
entregó
por
Israel
y
por
el
mundo,
aquel
que
es
el
vástago
de
David
y
la
vara
que
salió
del
tronco
de
Isaí
(Isaías
11:1).
¡Shabbat
Shalom!
Yitzjak