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LA FIGURA DE CRISTAL QUE VENÍA EN EL TREN DE LA NOCHE…

El tren debía llegar media hora antes de la medianoche. La puntualidad había


sido ostentación y brillo en la empresa que alguna vez fue inglesa. La formación
tranviaria irrumpiría desde el sur, y sería precedida por el sonido imborrable del
metal del viejo puente. Metal sobre metal; metal contra metal…
Entre los asistentes había una cierta confusión con los horarios. Venían de lejos,
algunos, y traían la distorsión del comentario golpeado de boca en boca.
Los diferentes medios de comunicación enviaron a sus periodistas, preparados
para recibir a una celebridad.
Maldita la hora – el minuto en realidad – que uno de los emisarios enviados
comenzó a preguntar qué harían todos si llegara un “ ser “ de otro planeta. El
comentario fue seguido de una risa colectiva que no menguó la inquietud ya
instalada. Manejaban un horario ya vencido y ello trae, casi siempre, un
problema.
¿ Quién era la figura que venía ?
¿ Él o ella ? Nadie se los había aclarado…
La noche no se presentaba invernal a pesar de cómo venía calendariada: era el
penúltimo día del mes de julio. Nadie se percató de la feliz inequidad.
El de la idea extraplanetaria seguía buscando adeptos y, a guiarse por los
asentamientos de las cabezas, lo venía logrando con éxito.
Serían algo más de veinte minutos los que faltaban para que arribara la
formación; caminaban en círculos algunos y otros seguían con la mirada la
circularidad de los que caminaban. Había que matar el tiempo. Se gastaban
bromas. Uno de ellos dijo en voz alta: No puede ser que no nos hayan dicho si era
mujer o varón !!!
¿ Qué quieren que preguntemos ?
Las preguntas al revoleo se siguieron. Todos fueron asintiendo. La sensación era
general y se generalizaba más a medida que se acercaba la hora del arribo del
tren.
Faltaban ahora quince minutos.
La estación del ferrocarril tenía un colorido diferente al habitual; es que no era
nada habitual que llegara una Figura importante al pueblo. El pueblo era otro
tema, pues entre los periodistas había una sensación rara: no conocían la mayoría
el pueblo de Santa Isabel. Este episodio puso en el mapa a la localidad.
Curiosamente a lo que sucedía en otras épocas de gloria, la Estación no fue
repintada. Pero brillaba con una estrenada luminosidad. Incluso la gravilla que
hacía cincuenta años estaba desde donde termina el andén de material hacia los
Gabinetes Higiénicos, lucía diferente.
No era una noche más.
Cuando la formación del tren tocó la punta del puente de hierro, el silbato
comenzó a sonar. La diferencia entre pitazo y pitazo se iría acortando. Había
alguno que nunca antes había estado en una estación de trenes…
La inquietud se hizo inescondible sobre el andén. Llegaba la Figura célebre.
Uno medio gordito, de saco marrón desabotonado y corbata al desgano, le
pregunta a su colega : celebridad de qué era ? A lo que el colega agrega: no
escuchaste que nadie sabe nada ?
No, la verdad que no escuché: estuve buscando conversa con una gurisa. Morocha
fuerte…
Y si la que viene es una morocha recontra fuerte ? – le acota el colega que
repreguntó.
Los periodistas se fueron agolpando, calculando en qué vagón vendría la
Celebridad y en que lugar del andén se detendría el tren. Todos se movían de un
lugar a otro. Se conocían más de lo que se respetaban y el lugar de preferencia es
el lugar de preferencia. No eran rivales, sino adversarios cansados de empujarse
en todos los eventos.
El del extraterrestre gritó: “ Ojo con la marciana…”
El que estaba la lado, flaco y sin saco, le retrucó: ¿ cómo sabes que es “ la “
marciana ?
El del extraterrestre, dispuesto a seguir el chascarrillo hasta el final, agrega que se
lo habían dicho…las estrellas “.
El flaco sin saco murmuró a medias: las estrellas…
El silbato ya sonaba con fuerza de llegada. Aparecieron los policías, como salidos
desde dentro de las propias paredes. El silbato era un solo sonido…
El Jefe de la Estación anunció a viva voz la llegada del servicio. Tenía en la mano
ese metal en forma de círculo, la Vía Libre, forrado con una cuerda fina y con el
pequeño bolsillito. El maquinista traía el suyo y el Jefe, brazo en ristre, acertaba a
recoger el que venía y a dar el suyo. Ese cruce de círculos llamó la atención de
algún periodista, de esos modernosos que nada saben de lo que pasó al día antes
del día antes de ayer. El ritual tenía la vieja fuerza del misterio, el sentido de
seguir haciendo lo que se hace desde siempre…
El que limpiaba los baños se dio cuenta de algo que a nadie más le llamó la
atención: el maquinista tiró su vía libre, cuando debía quedársela. Como nadie se
percató del hecho, él, moviéndose entre la gente con celeridad y destreza, tomó el
círculo de metal forrado, y se lo llevó.
El tren, finalmente se detuvo. De la máquina emanó el clásico efluvio vaporoso.
Todos miraban las escalerillas de los diferentes vagones. Para colmo todos los
vagones parecían iguales: ninguno traía algún distintivo.
El ruido, ahora de personas confundidas, se acrecentaba. Corrían los periodista y
corrían los que no eran periodistas. También corrió el que se robó el círculo de la
Vía Libre. Inadvertido de la Celebridad.
De pronto, sin anuncios protocolares, irrumpió una figura que brillaba
notoriamente. Al principio parecía transparente, pero, si se la miraba con mayor
detenimiento, era opaca. La luz no la cruzaba, quedaba en ella, atrapada. La
Figura se llevaba toda la luz.
Llamó la atención de los presentes. Los que corrían hasta hace un momento;
ahora, se iban alineando a golpe de codo y cadera. Un improvisado círculo se
había formado. Pasaban delante de la Figura, les llamaba la atención, pero
esperaban otro tipo de figura: una humana, más humana. La Figura transparente
parecía, pero engañaba.
De pronto, un señor de barba prolija y curioso sombrero, estatura de actor de
reparto de película de la década del cuarenta, se adelanta a la Figura, la deja a un
costado y hace uso de la palabra.
Señores periodistas:
Es un enorme y grato placer para mí, presentarles a la Señorita
Silycon Kristal. La Srta Kristal, de paso entre los países vecinos, ha querido
transitar por nuestro territorio, y hacerlo, precisamente, en tren. La Srta Kristal
ha forjado una acendrada afición desde niña, y es la de viajar en tren. Toda vez
que su apretada agenda se lo permite, la Srta Silycon Kristal, hace uso de la
opción de seguir cultivando su afición de niñez.
Si los señores periodistas desean formularle preguntas a la Srta
Kristal, por favor, tengan a bien ubicarse aquí, delante de este vagón. ( hace señas
indicando el lugar )
Los periodistas, por su parte, comenzaron a darse cuenta que “ la celebridad “ que
estaban esperando era esta Figura de cristal, que, además, se apellidaba Kristal.
Sería curiosidad o determinismo ? Ninguno sabía qué preguntar; ninguno sabía
qué hacer, ante una figura de la que no se sabía qué hacía. Ninguno sabía por qué
había sido convocado ésa noche, allí, y sin ninguna información adicional.
Ninguno sabía qué tenía qué hacer, ni cómo seguir. Ninguno sabía…nada.

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