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Tiempo muerto (de Hugo Mendieta)

Estragon: Qué quieres que te diga, siempre esperas al


último momento.
Vladimir: El último momento… Tarda en llegar, pero vale la pena.

Samuel Beckett, Esperando a Godot.

¿Quién eres? ¿De dónde vienes?


Soy sólo uno de tantos nombres más,
proveniente de las avenidas y calles,
edificios y todas aquellas sombras.

A lo lejos no puedo ver;


son más sombras, sombras en agonía,
y de tanto en tanto son sufrimiento ante el deber
y en esa puerta cerrada presencian la tragedia.

Caminantes, noctámbulos, pueblo…

Ya no quiero dormir nunca más, nunca, nunca,


necesito más bien soñar, necesito soñar despierto.

No, sigo despierto, confirmando la agenda tachada,


llamando al número que no contesta, sentado en un
banco totalmente desgastado en la mañana.

Esperame, por favor. No te vayas.


Necesito llegar algún día, necesito dejar atrás
todas esas memorias, mientras solamente
puedo cruzar al otro lado de la noche.

Son muchos días, demasiadas noches,


estoy rezando en los pasillos siempre
pero ya no puedo con todos estos males.

¡Llueve! ¡Llueve! El asfalto mojado me quema el alma.


¿Lo sientes? ¿Estás bien?

Puede olerse la ingratitud y el cansancio; la cartelería barata


no es capaz ya de iluminar la acera lejana.

Cada uno con su destino, pero todos en el camino.


Todos en la parada, en la misma parada, mañana igual.
¿Lo entiendes? Te espero, nos vemos.

Todos los caminos son uno mismo, esta senda


sigue siendo la misma, a pesar de la tormenta,
a pesar de los años, a pesar de los días.

Ya no somos los mismos, no conozco este camino.


No veo más allá del final, el polvo es lo único
que tengo, nada más. Polvo y viento.
y una voz y un par de ojos y lucidez.

No preguntes, no grites, no mires, no sientas,


olvídate de una vez por todas de la belleza.
¿Eres pobre o persona?

No lo digas, pasa de largo, sin llamar mucho la atención.

¡Son niños!

No, son delincuentes.

El verde ya no puede distinguirse,


su tonalidad ha desaparecido por completo.
Cómo la espera, cómo espera, por su vida.
¿Su vida? ¿Cúal vida?

Ya no preguntes.

Pero las llamas siguen allí, el fuego arde


en sus corazones, mientras esperan, mientras esperan
la mitad de esa vida, la otra mitad de ella, les dicen:
¡No deben esperar aquí! ¡No pueden estar allí!

Alineados en mente y alma, son hermanas y hermanos,


compañeros y compañeras, camaradas…
Buscando su paraíso perdido o al menos algún derecho humano.

Derecho de vida.

Pero no hay respuesta, ¿Lo escuchas?


Es el silencio de miles, el llanto es de todos. El camino también.

Es el silencio de un asesino, un asesino legítimo. Dónde


reside el poder, dónde muere la aurora, y se oculta una estrella.

Tenemos la mirada y la fuerza, ¿Es suficiente? La espada y la cruz.

Calla. Respira. Piensa.


¿Qué haces? ¿Qué haces?

Enumero: uno, dos, tres, cuatro, cinco…

¿Qué enumeras?

Pues; un pobre sin casa, dos mansiones abandonadas,


tres seccionales, cuatro estaciones de servicio, cinco policías…
Y así, así es la vida, esa es la vida, son nuestras vidas.

Durante todo el día sus pies están mojados


y sucios y destruidos, pero durante un segundo
se vuelve eterno en su figura solitaria.

Gritando: ¡Fin del exilio! La vida nueva por construir.

¿Cuándo será el fin? ¿Cuándo terminará esto?

Se escuchan voces en el silencio, es el eco de la ciudad,


una ciudad donde cada uno es extranjero frente a la puerta
donde el pensamiento es aplastado por la autoridad.

¿Logras ver esas huellas? ¿Las ves?

Son edificios, plazas, estructuras, espacios vacíos,


muertos para los muertos, huellas que pertenecen al pasado;
de quienes no existieron, una eternidad de anónimos.

¿El tiempo se detiene? ¿Qué significa?

Al contemplar el paisaje desierto puedes comprender


que las aves nadan en un río sin agua, y los peces vuelan
sobre una superficie humeante durante el atardecer.

¿Qué más se puede esperar sino la resistencia?

Frente al poder, debe estar toda nuestra libertad,


la realidad ya no es una espera, sino una lucha
constante en la noche eterna.

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