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Desde hace mucho tiempo me he sentido hondamente interesado por la invisible, pero
contundente influencia de las relaciones en el mundo de lo vivo. Hace años, al estudiar la
ecología de ciertos cactus amantes de las piedras, reflexionaba sobre el hecho de que
atestiguaba la presencia de fuerzas intangibles que influenciaban las pequeñas comunidades
de cactus de manera fundamental. Sus hojas se habían transformado en espinas para
relacionarse de mejor manera con la escasez de lluvia y humedad atmosférica; su apariencia
carnosa o suculencia era dada por su habilidad de retener agua, y su metabolismo especial
les permitía abrir sus estomas durante la noche para evitar la pérdida de agua por
evapotranspiración. Todo ello dictado por la adecuada relación del cactus con el sol, el aire,
el agua, las piedras de granito y los demás seres a su alrededor. «La capacidad relacional del
cactus le otorgaba su peculiaridad y, en última instancia, le permitía su subsistencia»,
pensaba para mí mismo.
1. Tomado de: Adrián Villaseñor Galarza. Corazón del cielo, corazón de la Tierra: La espiritualidad en la era
planetaria. 2017. pp. 57 – 68.
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La constante interacción o diálogo entre el cactus y otros seres me era explicado como
el resultado de diferentes mecanismos de adaptación y sobrevivencia derivados de un
entendimiento mecánico del mundo gobernado primordialmente por la competencia.
Aunque satisfactorias a un nivel, tales explicaciones nunca resonaron dentro de mí. Sentía
que el rol del mundo invisible de las relaciones era mucho mas preponderante de lo que se le
daba crédito. Fue gracias a prestar atención al mundo intermedio entre las cosas, el reino de
las relaciones, que fui despertando a una cosmovisión viva, en la que la naturaleza y todos
sus habitantes estaban dotados de valor, dinamismo y profundidad. Desde esta óptica
ecológica que celebra la interconexión y la convivialidad armoniosa, el planeta pasa de ser
una pila de recursos a un gran ser con derecho a ser apreciado, respetado e, incluso,
reverenciado.
Las variadas ideas y propuestas de las ecologías de raíz dan cabida al salto perceptual
que permite concebir la posibilidad de un futuro más armonioso. Aunque en ocasiones
relacionadas con acciones impulsivas, las ecologías radicales proveen el trasfondo necesario
para ir más allá de las limitaciones del sistema de crecimiento industrial, que tiene como
línea base la creación de sociedades exponencialmente consumistas. Es pues el
cuestionamiento de las pautas sociales reinantes y la crítica a soluciones meramente
tecnológicas y económicas a problemáticas ambientales que hacen de médula de las
ecologías radicales. La forma de vida característica de las sociedades industrializadas es
insostenible vista desde el punto de vista de la cosmovisión viva que avanzan las ecologías de
raíz.
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Propuestas
La ecología social es una vertiente radical que tiene como eje central el análisis de las
estructuras socioeconómicas prevalentes y su relación con la naturaleza. Informada por la
ideología marxista y el anarquismo, la ecología social propone que las causas de la crisis
ecológica se encuentran en el orden social, específicamente en el modelo jerárquico que
favorece el capitalismo basado en relaciones de dominio, posesión y acumulación de bienes.
La percepción de lo que es «naturaleza» y, por ende, la relación con la misma, pende en
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ultima instancia de la complejidad del tejido social. Las marcadas diferencias sociales en
torno al acceso a recursos, el tipo de trabajo que se realiza y el sector al que pertenece, el
alcance económico del individuo y los mecanismos productivos que sustentan los roles
sociales son algunos de los factores principales que dan forma a la relación humano-Tierra.
Desde esta perspectiva, los motores fundamentales de la destrucción del planeta son la
injusticia y la inequidad social.
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Un nuevo paradigma ecológico, que tiene como médula la realización de
interdependencia de todo ser, es la propuesta de la ecología profunda. Es por esta razón que
se celebra una ética ecocéntrica o centrada en la casa planetaria común, en la que todo ser
cuenta con un valor ligado exclusivamente al hecho de su existencia y no a su utilidad
potencial en la cadena productiva del humano. La visión ecocentrista que percibe el valor de
todo ser es acompañada por un sentido de igualdad biosférica, al tiempo que se reconoce la
gran riqueza y diversidad del planeta. Este cambio de visión nace en el profundo nivel de la
conciencia y la cosmovisión, desde donde se producen intervenciones de corte holístico,
inclusivo y de largo alcance, al tratar con el mundo natural y las problemáticas creadas por la
mano humana. ¿Será posible participar de la visión interdependiente del humano y del
planeta sin tomar en cuenta las diferencias socioeconómicas prevalentes?
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profundo nivel de la psique, en el que la escisión entre el humano y la naturaleza ha creado
un sentido de identidad disminuido y en contraposición con el orden natural. Es por ello
que las propuestas radicales que integran la ecología y la psicología invitan una honda
revisión de las pautas culturales que dictan la salud, el bienestar y el desarrollo personal.
¿Será de verdad viable concretar el amplio y noble objetivo de sanar la arraigada confusión
que nos lleva a declarar la guerra al planeta?
La pieza clave que facilita la devastación del planeta, de acuerdo con la ecología
espiritual, es la erosión de lo sagrado en el mundo natural. La ética que se propone tiene
como cimiento volver a sacralizar la materia a través del rescate de antiguas e innovadoras
doctrinas y prácticas espirituales que asisten en transformar las creencias, los valores y la fe
de los practicantes hacia expresiones más en armonía con la Tierra y sus ciclos. El
compromiso por sanar el planeta es parte de una aventura en la que la naturaleza y el
espíritu evolucionan en conjunto, a la par de engendrar una conciencia integral que rebasa
las dualidades cielo/Tierra, materia/espíritu, humano/naturaleza. ¿Cómo despertar un
genuino sentido de lo sagrado en medio de la competencia socioeconómica que caracteriza
las sociedades actuales?
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Cada expresión de las ecologías de raíz goza de virtudes y limitaciones. La breve
exposición, así como el diagrama a continuación, sirve de introducción a un universo de
ideas y propuestas que nos alertan de los graves peligros de llevar una vida exclusivamente
basada en los dictados del sistema industrial, ignorando las pautas que nos conectan de
manera profunda con las armonías naturales que nos rodean. De acuerdo a las ecologías de
raíz presentadas, la crisis ecológica que hacemos frente consta de al menos cinco causas
principales: el androcentrismo, la injusticia e inequidad social, el antropocentrismo, la
confusión del sentido de identidad y la desacralización del mundo.
Desde la raíz, la ecología es una forma de ver la vida y una manera particular de habitar
nuestros cuerpos, mentes, casas y bio-regiones. Las raíces de casa nos invitan a prestar
nuestra atención al mundo relacional que yace entremedias de todo lo que es y al que le
debemos nuestra subsistencia. Al hacerlo, las raíces son revitalizadas a medida que llevamos
a cabo acciones compasivas a favor de la totalidad de la ecología terrestre, en sus expresiones
tangibles y sutiles.