Está en la página 1de 3

TEMA 5: La prosa novelesca. Diego de Torres Villarroel. José Francisco de Isla.

Pedro
Montengón

La prosa satírico-novelesca: El padre Isla y Torres Villarroel

El siglo XVIII es poco fecundo en el ámbito novelesco. Aunque El Quijote inició el camino
de la novela moderna, no era una obra fácil de imitar y su florecimiento no se producirá
hasta el siglo XIX. En esta época, el género de entretenimiento es el teatro incluso para
leer, así como los romances o la vida de los santos. Así pues, no hay novela propiamente
dicha en este siglo, aunque si fórmulas híbridas o las prosas novelescas del Padre Isla y
Torres Villarroel, aunque con una finalidad satírica.

El padre Isla

José Francisco Isla nace en una provincia de León en 1703. Hacia los dieciséis años
decide ingresar en Compañía de los jesuitas. Estudió Teología y Filosofía y seguramente
fue el padre Losada quien sugirió la primera idea para su Fray Gerundio. Fue además
profesor de Sagrada Escritura y predicador, con lo que logró su fama. Publicó diversas
traducciones y en 1746 aparece Triunfo de amor y de la lealtad que fue un gran éxito
literario y donde se describen las fiestas reales que se celebran en Pamplona, aunque
también esconde una sátira contra el patriotismo de Navarra. Llegó a escribir unos
cuarenta volúmenes. Entre ellas cabe destacar también las Cartas contra Carmona,
realmente mordaces y sarcásticas que critican los erros científicos del libro de Carmona y
donde llega a inferir insultos personales. Y las Cartas familiares y sus sermones que
fueron publicados póstumamente por su hermana.

Para trabajar en su obra Fray Gerundio se retiró a Villagarcía de Campos y rehusó un


cargo como confesor real de la reina, quizá por la obra satírica que estaba preparando.
Los gerundianos a los que alude en su obra son los predicadores de su tiempo y algunas
órdenes religiosas. El libro tuvo tanto éxito que se vendieron unos 800 ejemplares a la hora
de salir publicado. Aunque gran parte de la nobleza, junto el Feijoo y el padre Sarmiento
aplaudieron la obra, la Inquisición la prohibió años después y la segunda parte apareció de
forma clandestina. Las críticas acusaban al padre Isla de tratar con ironía asuntos tan
serios como la predicación y dejar en ridículo a las órdenes religiosas. El asunto no era
otro que el estado actual de la oratoria sagrada, pues con la cantidad de sermones que
había, los predicadores tiraban de ingenio para atraer al público y acababan por pecar de
agudos, jocosos y utilizar demasiadas metáforas y juegos de palabras. Así pues, la
finalidad de la obra no era otra que denunciar estos excesos y volver a dotar de sencillez y
claridad a la predicación con la voluntad de convencer y persuadir y poniendo de ejemplos
figuras como Fray Luis de Granada.

La trama gira en torno a Gerundio, aprendiz de predicador cuyo maestro es fray Blas. La
mayor parte del libro está dedicada a los primeros pasos de Gerundio en la orden y su
instrucción, por lo que se podría calificar esta parte de la obra como didáctica; y finaliza
con tan solo dos discursos pronunciados por Gerundio. Son muy interesantes los cuadros
de costumbres que nos brinda la novela, así como la reproducción del habla de los
campesinos. Se han visto influencias del Buscón y otras obras picarescas como La pícara
Justina, por lo que ha sido considerada la última novela picaresca, aunque el autor quisiera
imitar a su obra modelo El Quijote y agrupar todas las estupideces de los Gerundios para
hacer un arquetipo. Su propósito era lograr los mismos resultados contra la mala
predicación, al igual que Cervantes con los libros de caballerías.

Diego Torres Villarroel

Nace en Salamanca en 1694. Su padre fue librero y él estudió primeras letras y Latín,
aunque recibió una educación deficiente por culpa de la enseñanza de la época y su poca
afición a los estudios. Fue un niño dado a las travesuras. En la librería de su padre se
aficionó a libros desconocidos y olvidados, de Filosofía natural, magia y Matemáticas y
después publicó sus Almanaques y Pronósticos anuales a los que está vinculada su fama.
Sin embargo, en esa época no estaba bien visto ese tipo de tareas, como si fueran cosa
de brujería. Se ordenó sacerdote a los 52 años y fue catedrático en Matemáticas y
Vicerrector en la Universidad de Salamanca. En un almanaque posterior, predijo la muerte
de Luis I, que murió ese mismo año y desató la polémica, pues muchos creyeron que era
cosa del demonio. Entre las gentes populares, sin embargo, era muy apreciado. Los
almanaques constituían para el autor una juerga literaria, pues la propia condición del texto
(considerados como brujería o extravagancias) le permitían ciertos atrevimientos y satirizar
sobre la realidad de su época.

En 1742 publicó los cuatro primeros trozos de su Vida y en 1752 la primera edición de sus
obras completas por suscripción pública, incluido el rey. Tuvo un carácter muy singular y él
mismo se confesaba como hombre de malas costumbres y que cosechó grandes
enemigos, sobre todo de colegas de la universidad, pero fue el primer escritor español que
pudo vivir dignamente de su pluma, sobre todo de sus almanaques. Fue visto en su tiempo
como un pícaro al estilo del Lazarillo y él se afanó a caricaturizarse en su Vida. No
obstante, muchos estudiosos opinan que su vida no tuvo nada de pícara y que
simplemente buscaba humillar a los que le tenían tanta inquina y defender su persona. Su
obra empieza según el modelo del Lazarillo y el Guzmán por su ascendencia, nacimiento y
educación, pero a diferencia de estos se enorgullece de su familia que llama pícara en
sentido irónico. Así, según Sebold, Torres no tenía otros modelos autobiográficos que los
de la novela picaresca que intentó acomodar a su vida con un estilo aparentemente natural
y desenfadado pero que no puede esconder una voluntad literaria.

Cabe destacar también su obra Visiones y visitas de Torres que se publicaron en tres
partes entre 1727-28. En la obra, Quevedo despierta a Torres y se lo lleva de paseo por
Madrid, donde comentan las diversas gentes que encuentran. Es evidente la clara
influencia de Quevedo en las obras de Torres, con el deseo de imitarle y a quien en
ocasiones llama maestro de todas las ciencias. El autor siempre había tenido una opinión
negativa de los escritores de la época y por eso se acerca e idealiza a los del Siglo de Oro.
Se nota, sin embargo, su afán por buscar su propio estilo personal, acercando la
extravagancia a lo cotidiano, utilizando el lenguaje con habilidad e incluso acuñando
neologismos y con una agresividad satírica más acusada. Por último, la estética queda por
encima de los valores morales de la obra cuyas exageraciones lo llevan a la
deshumanización de los personajes descritos.

La Barca de Aqueronte se publica en 1743 en la colección de los Sueños morales, donde


satiriza a otras clases sociales desde médicos, figuras de la justicia, mujeres etc. y en el
manuscrito de Nueva York, de una versión distinta, incluye dos capítulos más sobre la
universidad y la nobleza que lo llegaron a publicarse.

Por último, cabe destacar el papel del autor como prologuista, pues escribió más de cien, y
donde se puede atisbar más claramente su personalidad. Asimismo, su faceta divulgativa
con algunas obras que contienen conocimientos prácticos y médicos.

La novela rousseauniana en España: el Eusebio de Montengón

Pedro Montengón publicó una obra en los últimos años del siglo XVIII que tuvo bastante
éxito aunque después fuera olvidada. Este autor nace en Alicante en 1745 y fue
catedrático de Gramática. Publicó bajo pseudónimo un volumen de odas de temas
filosóficos y dedicados a personajes heroicos o representativos de la época. Aunque su
fama se debe a sus relatos novelescos y sobre todo al Eusebio. Aparece en cuatro
volúmenes con la finalidad de ser una obra didáctica moral, pero sin el ejemplo de la
religión católica, pues esta no basta para convencer. Por esta razón tuvo problemas con la
censura y la Inquisición. Tras corregirlo se autorizó de nuevo su venta, y de ella se hicieron
hasta cinco ediciones. Sin embargo, destacaba su poca calidad literaria pues estaba
repleta de errores de construcción y mal uso del lenguaje, debido seguramente, a la
lectura de libros por parte del autor en francés e italiano, e hizo falta un corrector.

También podría gustarte