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SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas incoaron acción de
tutela en marzo 26 de 2012, contra el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Cali, Sala Civil, aduciendo violación de los derechos “a la dignidad humana…
debido proceso… vivienda digna”, según los hechos que a continuación son
resumidos.
1. Los accionantes, hermanos entre sí, expusieron que en procura de adquirir una
vivienda usada, ubicada en la carrera 39 E N° 55 A-14, barrio El Vallado,
comuna 15, de estrato 2 en Cali, obtuvieron un crédito hipotecario en enero 3 de
1996, con el entonces “Banco Granahorrar” ahora BBVA Colombia S. A.,
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Adicionalmente, entre otros aspectos, “se puede concluir que como no se puede
explicar la forma como la entidad crediticia determinó el saldo a cobrar de una
forma precisa, con tal proceder se afectó el derecho de los deudores a saber a
ciencia cierta cuanto es lo que se está cobrando y cuanto es lo que se debe
pagar”, agregando que se presenta “un aprovechamiento de la situación del
deudor por el abuso de la posición dominante, en tanto y cuanto se está
efectuando un cobro que no se acompasa con lo realmente adeudado por la
demandada, pues si el saldo de la obligación a 31 de diciembre de 1999 a partir
del 3 de enero de 2000, se incrementa de manera injustificada, obsérvese el salto
de 261.859.8335 UVR a 287.371.50 UVR y peor que según se dijo y plasmó a
folio 29… aplicado el alivio el saldo quedó en 236.380.22 UVR, no se desprende
de donde viene el monto que se pretende recaudar de los demandados, porque
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1. Sentencia proferida por el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cali, dentro del
proceso hipotecario iniciado por el entonces “Banco Granahorrar”, contra José
Américo Mosquera y Cruz Aydé Mosquera (julio 17 de 2009, fs. 13 a 25 ib.).
2. Estudio pericial, presentado en mayo 8 de 2008 por una analista financiera (fs.
28 a 39 ib.), donde se señala que “la entidad demandante, cobró intereses
remuneratorios o de plazo en exceso del interés bancario corriente” (está en
negrilla en el texto original, f. 34 ib.).
También anotó la Corte Suprema que “no estar eventualmente de acuerdo con la
decisión del juzgador aquí cuestionado, no implica que se convierta en una ‘vía
de hecho’, pues, se reitera que la misma incorpora un criterio que en estrictez es
preciso respetar, aunque el asunto pueda ser pasible de otra interpretación,
como la ensayada por los accionantes en el proceso ejecutivo y en sede de
tutela”.
Así mismo indicó que “ningún yerro puede endilgársele al Tribunal por no
haber soportado su determinación en el dictamen pericial rendido dentro del
plenario, por cuanto el mismo, como se relató, fue materia de objeción por error
grave que a la postre prosperó, sin que la resolución se hubiera atacado en la
alzada” (f. 94 ib.).
Primera. Competencia
Ante ello, en procura de soporte para la solución del caso concreto, es pertinente
recordar primero las circunstancias que pueden dar lugar a i) la excepcional
procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales; ii) la protección
constitucional dentro de los procesos ejecutivos hipotecarios; iii) el abuso de la
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2 Cfr. sentencias T-133 de febrero 14 de 2010 y T-383 de mayo 16 de 2011, ambas con ponencia de quien ahora
cumple igual función.
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de los removidos artículos del Decreto 2591 de 1991, como quiera que la parte
resolutiva de dicha sentencia está protegida por la garantía de la cosa juzgada
constitucional, luego es de obligatoria observancia.
Del mismo fallo C-543 de 1992, refréndase que “si la tutela es un mecanismo
subsidiario o supletorio, según queda demostrado, es clara su improcedencia
cuando ya se han producido no sólo un proceso, en el cual se encuentran
comprendidos todos los recursos y medios judiciales que autoriza la ley, sino
también una providencia definitiva que puso fin al mismo”3.
Así, siendo claro e indiscutible que también los administradores de justicia deben
respeto a la Constitución y a las leyes, más aún en el ejercicio de sus
competencias, ello implica que las decisiones judiciales han de ser adoptadas con
estricto apego al ordenamiento jurídico, en el cual la primacía de los derechos
fundamentales ocupa un lugar significativo.
En este sentido, es oportuno añorar el contenido del inciso final del parágrafo 1°
del artículo 40 del Decreto 2591 de dicho año, que por esa decisión fue declarado
inexequible: “La tutela no procederá por errónea interpretación judicial de la
ley ni para controvertir pruebas.”
Sobre el tema expuso en esa ocasión esta corporación que “no puede el juez de
tutela convertirse en el máximo intérprete del derecho legislado ni suplantar al
105/10, T-337, T-386 de 2010, T-892 de 2011, T-105, T-256 y T-390 de 2012.
5 Cfr. sobre este tema, entre otras, T-008 de enero 22 de 1998, M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz, T-357 de abril 8
de 2005, M. P. Jaime Araújo Rentería y T-952 de noviembre 16 de 2006, M. P. Nilson Pinilla Pinilla.
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juez natural en su función esencial como juez de instancia” (no está en negrilla
en el texto original, ni en las transcripciones siguientes).
6 Las clasificaciones consignadas en las consideraciones del fallo C-590 de 2005, relacionadas con los “requisitos
generales de procedencia” y las “causales generales de procedibilidad”, han sido reiteradas entre muchas otras
en las sentencias SU-813 de octubre 4 de 2007, M. P. Jaime Araújo Rentería, T-555 de agosto 19 de 2009, M. P.
Luis Ernesto Vargas Silva, T-549 de agosto 28 de 2009, M. P. Jorge Iván Palacio Palacio y T-268 de abril 19 de
2010, M. P. Jorge Iván Palacio Palacio.
7 “Sentencia T-173/93”.
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Adicionalmente se indicó que, “para que proceda una acción de tutela contra
una sentencia judicial es necesario acreditar la existencia de requisitos o
causales especiales de procedibilidad, las que deben quedar plenamente
demostradas”, siendo agrupadas de la siguiente forma:
4.3. El sentido de la protección que esta Corte ha procurado en esos casos, “está
dirigido a terminar los procesos, a lograr la reliquidación de las deudas y a que
los alivios sobre ella sean eficaces en relación con la obligación que persiste
frente a las entidades crediticias”19, para paliar una crisis social y económica de
graves proporciones, causada en parte por el gran número de ejecutivos en curso;
los derechos de las demás personas, aparte de los deudores, involucradas en las
transacciones producto del crédito hipotecario; y la necesidad de preservar, y no
desnaturalizar, la esencia de los procesos ejecutivos hipotecarios.
… … …
… … …
Por otra parte, es claro que las entidades financieras, que fijan los requisitos y
condiciones de acceso y operación de créditos22, las tasas de interés, los sistemas
de amortización, etc., siendo depositarias de la confianza pública por el servicio
que prestan y gozando sus actos de credibilidad por parte de los clientes, tienen
una posición dominante frente a los usuarios, lo cual impone al Estado controlar
sus actividades y precaver cualquier abuso (inciso 4° art. 333 Const.).
En un Estado social de derecho nadie puede desarrollar atribuciones que
desbalanceen las relaciones sociales y económicas, cuyo desarrollo debe ser
equitativo, despojado de riesgos de desproporción y de afectación a otras
personas, resultando antijurídica cualquier superioridad que se ejerza contra otro,
particularmente si se trata de alguien que está buscando satisfacer una necesidad
básica, de la magnitud del derecho constitucional a la vivienda digna.
Ahí radica una constante, que debería respetarse con la debida asiduidad, en las
relaciones entre los usuarios de créditos hipotecarios y las entidades financieras,
en procura del cumplimiento de los parámetros fijados en el artículo 51 superior:
“Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las
condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de
vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo…”
En ello van implícitos otros deberes, derechos y garantías que el orden jurídico
impone, más aún a una empresa que ejerce actividades de interés público (art.
335 Const.), en función social que conlleva obligaciones (art. 233 ib.).
por el servicio que prestan, y sus actos gozan de la presunción de veracidad por
parte de los clientes”23.
23“Cfr. también T-323 de abril 24 de 2003, T-281 de marzo 25 de 2004 y T-018 de enero 20 de 2005, M. P.
Alfredo Beltrán Sierra; T-608 de junio 17 de 2004, M. P. Clara Inés Vargas Hernández y T-863 de agosto 18 de
2005, M. P. Álvaro Tafur Galvis.”
24Cfr. T-079 de enero 31 de 2008, M. P. Rodrigo Escobar Gil; T-585 de junio 12 de 2008, M. P. Humberto
Antonio Sierra Porto; y T-331 de mayo 4 de 2011, M. P. Nilson Pinilla Pinilla, entre muchas otras.
25 Cfr. T-499 de noviembre 8 de 1995, M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz, entre otras.
26 Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 22: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene
derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida
cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y
culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.”
27 Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 3°: “Los Estados Partes en el
presente Pacto se comprometen a asegurar a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los
derechos económicos, sociales y culturales enunciados en el presente Pacto.”
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Para desarrollar tal labor de precisión, debe reiterarse que las características
referidas por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas, en su observación N° 4 de 1991, se acogen como criterio guía
para la concreción y protección del derecho fundamental a la vivienda digna,
siendo menester su aplicación, en la mayor medida posible, en los desarrollos que
de él se hagan y en el estudio judicial que se realice para su amparo.
7.1. Como quedó expuesto, los hermanos José Américo Mosquera Rivas y Cruz
Ayde Mosquera Rivas, solicitan amparo para sus derechos “a la dignidad
humana… debido proceso… vivienda digna”, presuntamente vulnerados por el
Tribunal Superior de Cali, Sala Civil, al decidir en segunda instancia el proceso
ejecutivo iniciado por el entonces Banco Granahorrar contra los accionantes,
donde se revocó la determinación del a quo “sin ningún fundamento jurídico
28T-585 de 2008, ya citada.
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Lo anterior debido a que con ocasión del crédito hipotecario adquirido en enero 3
de 1996, “con el pagaré N° 13735-4 por el valor de 1935.6971 UPAC,
equivalente a $15’400°°, a 180 cuotas”, los actores incurrieron en mora desde
enero de 2000 y “en ejercicio de la cláusula aceleratoria pactada se hizo
exigible la totalidad de la obligación, por un valor de 253.242.8172 UVR,
liquidadas en moneda legal colombiana en la fecha en que se efectúe el pago de
la deuda, que al 13 de febrero de 2003 (presentación de la demanda), equivalían
a la suma de $33.026.586.0300 moneda legal (sic), cobrando intereses de mora
a partir de la presentación de la demanda hasta el pago total de la deuda a la
tasa del 19.65%”29.
El a quo en el proceso ejecutivo, Sexto Civil del Circuito de Cali, había fallado
en forma favorable a los demandados, al declarar “PROBADA PARCIALMENTE
la excepción de PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN” (numeral 1° de la parte
resolutiva de la sentencia de julio 17 de 2009, f. 25 cd. inicial) y “PROBADAS la
excepción INNOMINADA de FALTA DE CLARIDAD DEL TITULO VALOR,
COMO BASE DE RECAUDO EJECUTIVO, configuración del COBRO DE LO
NO DEBIDO Y EL COBRO INCONSTITUCIONAL” (numeral 2° ib., en
mayúscula en ambos textos originales), por lo cual decidió “ABSTENERSE DE
PROSEGUIR ADELANTE CON LA EJECUCIÓN propuesta por el BANCO
GRANAHORRAR S.A., en contra de los señores JOSÉ AMÉRICO MOSQUERA y
CRUZ AYDÉ MOSQUERA…” (numeral 3° ib., está en mayúscula sostenida y
negrilla en el texto original, f. 25 ib.).
Finalmente argumentó:
7.3. Sin entrar a efectuar una nueva apreciación de los elementos de convicción
analizados por las instancias dentro del proceso ejecutivo civil, es ostensible que
el Tribunal ad quem no valoró pruebas documentales que sí estudió el Juzgado de
primera instancia, resultándoles determinantes para esclarecer objetivamente lo
sucedido, que llevó a que se privara a dos hermanos del derecho a la vivienda
digna, al no poder continuar cubriendo el valor exorbitantemente acrecido del
crédito que, para abonar a su adquisición, les había concedido el Banco
Granahorrar de entonces.
Sobre el particular, recuérdese que esta corporación en sentencia T-672 de agosto
31 de 2010, M. P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub, se refirió a “la indebida
aplicación del derecho sin contar con las pruebas que permitan demostrar los
hechos determinantes del supuesto legal”, lo cual tiene connotaciones que han
sido expuestas así30:
Aunque es claro que las pruebas tenían que ser apreciadas en conjunto, de
acuerdo con las reglas de la sana crítica y con la exposición razonada del mérito
que le asigne a cada una, como consta que lo hizo la Juez Sexta Civil del
Circuito de Cali, no es a un replanteamiento demostrativo específico a lo que
debe aplicarse la Corte Constitucional, sino a constatar que la ciencia, la
experiencia y sobre todo la lógica quedan difuminadas al tratar de constatarlas
con la cuantificación hipertrófica de una deuda, que les quedó parcialmente
insoluta a dos seres humanos, quienes se atrevieron a pensar que con un crédito
36 “T-442 de 1994 MP. Antonio Barrera Carbonell. Se dijo en esa oportunidad: Se aprecia más la arbitrariedad
judicial en el juicio de evaluación de la prueba, cuando precisamente ignora la presencia de una situación de
hecho que permite la actuación y la efectividad de los preceptos constitucionales consagratorios de derechos
fundamentales, porque de esta manera se atenta contra la justicia que materialmente debe realizar y efectivizar la
sentencia, mediante la aplicación de los principios, derechos y valores constitucionales.”
37 “T-239 de 1996 MP. José Gregorio Hernández Galindo. Para la Corte es claro que, “cuando un juez omite
apreciar y evaluar pruebas que inciden de manera determinante en su decisión y profiere resolución judicial sin
tenerlas en cuenta, incurre en vía de hecho y, por tanto, contra la providencia dictada procede la acción de tutela.
La vía de hecho consiste en ese caso en la ruptura deliberada del equilibrio procesal, haciendo que, contra lo
dispuesto en la Constitución y en los pertinentes ordenamientos legales, una de las partes quede en absoluta
indefensión frente a las determinaciones que haya de adoptar el juez, en cuanto, aun existiendo pruebas a su
favor que bien podrían resultar esenciales para su causa, son excluidas de antemano y la decisión judicial las
ignora, fortaleciendo injustificadamente la posición contraria.”
38 “T-576 de 1993 MP. Jorge Arango Mejía. En aquella oportunidad se concedió la tutela, pues todos estos
antecedentes, y, en especial, el hecho de que el Inspector tomó la decisión en contra de la parte lanzada sin
sustento probatorio, conducirán a la Sala a la conclusión de ver aquí una vía de hecho, y a la decisión de tutelar
el derecho al debido proceso de Norma Sánchez, aclarando que si bien, en principio, la Corte no puede sustituir
al funcionario de policía en la apreciación de las pruebas, cuando hay una trasgresión ostensible y grave de los
más elementales principios jurídicos probatorios, la Corporación no puede permanecer impasible frente a la
violación del derecho al debido proceso, derecho constitucional fundamental según el artículo 29 de la Carta.”
39 “T-442 de 1994.”
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III. DECISIÓN
RESUELVE
José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas contra el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala de Decisión Civil.
Fecha ut supra,