Está en la página 1de 33

Sentencia T-813/12

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Procedencia excepcional/ACCION DE TUTELA CONTRA
PROVIDENCIAS JUDICIALES-Requisitos generales y especiales de
procedibilidad 

La acción de amparo se encuentra reservada para aquellos eventos en los cuales


se presente una verdadera conculcación de un derecho fundamental, lo cual suele
traducirse en actuaciones arbitrarias, ostensiblemente opuestas al ordenamiento
jurídico, al punto de requerirse la intervención del juez de tutela como única vía
para su restablecimiento, pues de otra forma ese instrumento consignado en el
artículo 86 superior habría de convertirse en un mecanismo especial de
enmienda de las decisiones judiciales, interpretación que resulta por completo
ajena a la especial naturaleza con la cual ha sido concebida la acción de tutela.

PROCESO EJECUTIVO HIPOTECARIO-Reiteración de jurisprudencia


sentencias C-955 de 2000 y SU-813 de 2007

PROCESO EJECUTIVO HIPOTECARIO-Protección constitucional 

El sentido de la protección que esta Corte ha procurado en esos casos, “está


dirigido a terminar los procesos, a lograr la reliquidación de las deudas y a que
los alivios sobre ella sean eficaces en relación con la obligación que persiste
frente a las entidades crediticias”, para paliar una crisis social y económica de
graves proporciones, causada en parte por el gran número de ejecutivos en
curso; los derechos de las demás personas, aparte de los deudores, involucradas
en las transacciones producto del crédito hipotecario; y la necesidad de
preservar, y no desnaturalizar, la esencia de los procesos ejecutivos
hipotecarios. 

ABUSO DE LA POSICION DOMINANTE-Procedencia de la acción de


tutela contra entidades financieras

DERECHO A LA VIVIENDA DIGNA-Procedencia de tutela como


mecanismo de protección cuando adquiere rango fundamental

La tutela del derecho fundamental a la vivienda digna, procede de manera


directa, sin apelar a la conexidad, sino admitiendo la acción constitucional
según el cumplimiento de los requisitos generales que se predican de cualquier
otro derecho fundamental, según el artículo 86 de la carta y el Decreto 2591 de
1991.  

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN


PROCESOS EJECUTIVOS HIPOTECARIOS-Procedencia por cuanto
se vulneró derecho al debido proceso y vivienda digna, al no actuar
consecuentemente frente al evidente exceso de la obligación cobrada
2

Referencia: expediente T-3482596

Acción de tutela instaurada por José Américo


y Cruz Aydé Mosquera Rivas, contra el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali,
Sala Civil.

Procedencia: Corte Suprema de Justicia, Sala


de Casación Civil.

Magistrado Ponente: NILSON PINILLA PINILLA.

Bogotá, D. C., dieciséis (16) de octubre de dos mil doce (2012).

La Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los


magistrados Nilson Pinilla Pinilla, Jorge Ignacio Pretelt Chaljub y Alexei Julio
Estrada, en ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, ha proferido
la siguiente

SENTENCIA

En la revisión del fallo único de instancia proferido por la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Civil, dentro de la acción de tutela instaurada por José
Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas, contra el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala Civil.

El asunto llegó a la Corte Constitucional por remisión que hizo la mencionada


corporación, según lo ordenado por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991; el
14 de junio del 2012, la Sala 6ª de Selección lo eligió para revisión.

I. ANTECEDENTES

José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas incoaron acción de
tutela en marzo 26 de 2012, contra el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Cali, Sala Civil, aduciendo violación de los derechos “a la dignidad humana…
debido proceso… vivienda digna”, según los hechos que a continuación son
resumidos.

A. Hechos y relato contenido en la demanda

1. Los accionantes, hermanos entre sí, expusieron que en procura de adquirir una
vivienda usada, ubicada en la carrera 39 E N° 55 A-14, barrio El Vallado,
comuna 15, de estrato 2 en Cali, obtuvieron un crédito hipotecario en enero 3 de
1996, con el entonces “Banco Granahorrar” ahora BBVA Colombia S. A.,
3

suscribiendo “el pagaré N° 13735-4 por el valor de 1935.6971 UPAC,


equivalente a $15’400°°, a 180 cuotas o sea quince años, pero las primeras
cuotas ya venían viciadas por un cobro excesivo, empeñábamos los
electrodomésticos para cumplir con la obligación pero no sabíamos porqué se
daba esa situación”.

2. Afirmaron que el precio del inmueble era 22 millones de pesos, tratándose de


“vivienda de interés social”, con avalúo catastral de $24’788.000, exigiéndoles
inicialmente la entidad bancaria cancelar el 30% del valor de dicho bien
(6’600.000), a efectos del desembolso del crédito.

3. Cumplieron la obligación hasta el año 2000, cuando “entramos en mora


porque ya no resistíamos el valor de las cuotas porque eran excesivamente altas,
y como se prueba en la reliquidación, alcanzamos a pagar más del capital y
exceso de intereses y en el año 1999 se hizo hecho notorio nacional la explosión
de la irregularidad del sistema UPAC y fue declarado inconstitucional” (f. 2 cd.
inicial).

4. En febrero de 2003, la entidad bancaria presentó demanda ejecutiva contra los


ahora demandantes, que fue repartida al Juzgado 6° Civil del Circuito de Cali, el
cual libró mandamiento de pago conforme a las pretensiones de la parte actora,
que allegó “una liquidación pericial viciada de errores graves incluyendo saldo
de capital, intereses sobre intereses, tasa corrección monetaria del 19.65%,
violando todas las sentencias de la Corte Constitucional”, habiéndose acudido a
una profesional de la Junta Central de Contadores, “inscrita en la lista de
auxiliares de la justicia a quien pagamos $500.000 como honorarios para que
realizara la reliquidación de UPAC a UVR”.

5. El Juzgado de primera instancia decidió en forma favorable a los demandados


y “respetando el debido proceso”, declaró probada “parcialmente la excepción
de prescripción de la acción cambiaria”; también estimó probadas la excepción
innominada “de falta de claridad del titulo valor, por NO ser claro, expreso y
exigible como lo estipula el art. 448 CPC, la objeción por error grave, declaró
la cancelación del embargo y secuestro del inmueble, dio por terminado el
proceso y condena en costas a la parte demandante” (f. 2 cd. inicial).

Adicionalmente, entre otros aspectos, “se puede concluir que como no se puede
explicar la forma como la entidad crediticia determinó el saldo a cobrar de una
forma precisa, con tal proceder se afectó el derecho de los deudores a saber a
ciencia cierta cuanto es lo que se está cobrando y cuanto es lo que se debe
pagar”, agregando que se presenta “un aprovechamiento de la situación del
deudor por el abuso de la posición dominante, en tanto y cuanto se está
efectuando un cobro que no se acompasa con lo realmente adeudado por la
demandada, pues si el saldo de la obligación a 31 de diciembre de 1999 a partir
del 3 de enero de 2000, se incrementa de manera injustificada, obsérvese el salto
de 261.859.8335 UVR a 287.371.50 UVR y peor que según se dijo y plasmó a
folio 29… aplicado el alivio el saldo quedó en 236.380.22 UVR, no se desprende
de donde viene el monto que se pretende recaudar de los demandados, porque
4

debemos relevar que de aquel saldo inconstitucional es el que se parte y se sigue


cobrando a los actores hasta el momento en que entran en mora…”.

6. Sin embargo, al resolver la segunda instancia el Tribunal Superior de Cali,


Sala de Decisión Civil, revocó “y falló sin ningún fundamento jurídico pericial
como la reliquidación, que constituye la esencia del proceso haciendo más grave
la situación del conflicto, del que llevamos 16 años de sufrimiento, su fallo dejó
el camino abierto a la parte demandante para que realizara la liquidación a su
amaño, cuyo resultado arrojó la suma de $144’757.721.61 y el inmueble tiene un
avalúo catastral de 24’788.000”.

Expuso además que “las excepciones denominadas por los demandados… no


están llamadas a prosperar, puesto que el pagaré allegado con la demanda
contiene una obligación clara, expresa y exigible sobre una suma liquidable de
dinero, título valor presentado con el lleno de los requisitos establecidos en los
artículos 621 y 709 del Código de Comercio, que vino acompañado de una
reliquidación y del certificado de su aplicación”.

B. Documentos relevantes cuya copia obra dentro del expediente

1. Sentencia proferida por el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cali, dentro del
proceso hipotecario iniciado por el entonces “Banco Granahorrar”, contra José
Américo Mosquera y Cruz Aydé Mosquera (julio 17 de 2009, fs. 13 a 25 ib.).

2. Estudio pericial, presentado en mayo 8 de 2008 por una analista financiera (fs.
28 a 39 ib.), donde se señala que “la entidad demandante, cobró intereses
remuneratorios o de plazo en exceso del interés bancario corriente” (está en
negrilla en el texto original, f. 34 ib.).

3. Cuadros de análisis de tasas de interés (fs. 40 y 41 ib.) y “determinación de los


excesos en pesos” (no está en negrilla en el texto original, fs. 42 y 44 ib.).

4. Fallo emitido en noviembre 8 de 2011 por el Tribunal Superior de Cali, Sala de


Decisión Civil (fs. 49 a 71 ib.).

5. Liquidación del crédito, presentada por el apoderado de la parte demandante,


por $144.757.721,61 en total (“10/01/12”, f. 73 ib.).

6. Recibo de acueducto y alcantarillado a nombre de “José A. Mosquera y otro”


(octubre de 2011, f. 74 ib.).

7. Certificado catastral de la alcaldía de Cali, donde se observa el avalúo del


inmueble por $24.788.000 (f. 75 ib.).

C. Sentencia única de instancia

La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, mediante fallo de abril 11


de 2012, negó la tutela, al estimar que el Tribunal “tomó en cuenta el monto del
5

crédito en pesos al momento del desembolso: … ($15.400.000), hizo la división


respectiva de acuerdo con el valor relacionado para esa calenda por la
Resolución 2896 de 1999 del Ministerio de Hacienda y aplicó el alivio de…
($3.642.796), quedando un saldo en mora de 261.559,8335, inferior al ejecutado
que es de 253.242,8172, con lo que ‘no se ve de qué manera se diga que se cobra
de más’”, estas dos últimas cifras en UVR1.

También anotó la Corte Suprema que “no estar eventualmente de acuerdo con la
decisión del juzgador aquí cuestionado, no implica que se convierta en una ‘vía
de hecho’, pues, se reitera que la misma incorpora un criterio que en estrictez es
preciso respetar, aunque el asunto pueda ser pasible de otra interpretación,
como la ensayada por los accionantes en el proceso ejecutivo y en sede de
tutela”.

Así mismo indicó que “ningún yerro puede endilgársele al Tribunal por no
haber soportado su determinación en el dictamen pericial rendido dentro del
plenario, por cuanto el mismo, como se relató, fue materia de objeción por error
grave que a la postre prosperó, sin que la resolución se hubiera atacado en la
alzada” (f. 94 ib.).

D. Escrito de “ampliación y conclusión acción de tutela” presentado por los


accionantes

En abril 16 de 2012, los demandantes de tutela presentaron un memorial, que


denominaron “ampliación y conclusión”, en el cual anotan, entre otros puntos:

“En cuanto a lo que hace referencia al Estado Social de Derecho y


el respeto a la dignidad humana… fue violado por el Tribunal
Superior de Cali… al desconocer la prueba pericial, revocar la
sentencia del a quo que dio por terminado el proceso, no decretar
nuevas pruebas y ordenar el remate del inmueble por valor de
$144’757.721.6, lo cual terminó con nuestro sueño durante 16 años
de tener vivienda digna.
… … …

… en ningún tipo de negocio cabe la idea que una persona que


preste $15’400.000 pagó en exceso el valor de $42’418.200.74 el
predio tiene un avalúo catastral de 24’788.000 y comercial de
37’000.000 (art. 516 CPC), le rematen el inmueble ejecutivamente
por valor de $144’757.721.6…

… el Tribunal no tuvo en cuenta la prueba pericial autorizada por


el a quo, ni autorizó nueva liquidación del crédito, dejó la puerta
abierta para que el demandante hiciera la liquidación del valor de
$144’757.721.6 en la segunda instancia.

La juez de primera instancia respetó el debido proceso, nombró la


1 Cfr. lo anotado por la Sala Civil del Tribunal de Cali en el fallo de noviembre 8 de 2011, f. 65 cd. inicial.
6

perito inscrita en la lista de auxiliares de la justicia y falló en


derecho, y a la fecha abril de 2008 el banco tenía que devolvernos
el valor de $32’550.958 y a marzo de 2012 el valor de
$42’418.200.74, es decir, en ambas liquidaciones realizadas por
profesionales en la materia tenemos saldo a favor y no pueden estar
equivocados. El desconocimiento del fallo de primera instancia
agravó el conflicto, porque la liquidación presentada por la parte
demandante… contiene error grave y no se ajusta a derecho, de
conformidad a las normas…”

II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.

Primera. Competencia

Corresponde a la Corte Constitucional analizar, en Sala de Revisión, el fallo


proferido dentro de la acción de tutela en referencia, con fundamento en los
artículos 86 y 241-9 de la Constitución y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991.

Segunda. Lo que se analiza

Se determinará si a los accionantes José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé


Mosquera Rivas les fueron vulnerados sus derechos “a la dignidad humana…
debido proceso… vivienda digna”, por el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cali, Sala de Decisión Civil, al fallar la segunda instancia dentro de la acción
ejecutiva incoada contra ellos por el entonces “Banco Granahorrar”.

En primera instancia se había resuelto en forma favorable a los demandados, al


considerarse demostrada “parcialmente la excepción de prescripción de la
acción cambiaria” y probadas la excepción innominada “de falta de claridad del
titulo valor, por NO ser claro, expreso y exigible como lo estipula el art. 448
CPC, la objeción por error grave, declaró la cancelación del embargo y
secuestro del inmueble, dio por terminado el proceso y condena en costas a la
parte demandante” (f. 2 cd. inicial).

El quebrantamiento de los derechos fundamentales señalados lo habría


ocasionado el Tribunal Superior de Cali, Sala de Decisión Civil, al “declarar no
probadas las excepciones propuestas”, salvo una prescripción parcial, y
“ordenar seguir adelante la ejecución”, de la misma manera que “practicar la
liquidación del crédito de conformidad con lo previsto en el artículo 521 de C.
de P. Civil” (f. 70 ib.).

Posteriormente el apoderado de la entidad bancaria allegó “liquidación del


crédito del proceso”, arrojando en total “$144.757.721,61” (f. 73 ib.).

Ante ello, en procura de soporte para la solución del caso concreto, es pertinente
recordar primero las circunstancias que pueden dar lugar a i) la excepcional
procedencia de la acción de tutela contra decisiones judiciales; ii) la protección
constitucional dentro de los procesos ejecutivos hipotecarios; iii) el abuso de la
7

posición dominante por parte de las entidades financieras; iv) el derecho a la


vivienda digna y su protección mediante acción de tutela.

Tercera. Por regla general, la acción de tutela no procede contra decisiones


judiciales. Reiteración de jurisprudencia

Esta Corte mediante sentencia C-543 de octubre 1° de 1992, M. P. José Gregorio


Hernández Galindo, declaró la inexequibilidad del artículo 40 del Decreto 2591
de 1991 (también, desde otro enfoque, fueron entonces excluidos del
ordenamiento jurídico los artículos 11 y 12 ibídem), norma que establecía reglas
relacionadas con el trámite de acciones de tutela contra determinaciones
judiciales que terminen un proceso, cuya inconstitucionalidad derivó de afirmarse
la improcedencia del amparo contra tal clase de providencias, salvo si se trata de
una ostensible y grave “actuación de hecho”, perpetrada por el propio
funcionario judicial.

Entre otras razones, se estimó inviable el especial amparo constitucional ante


diligenciamientos reglados dentro de los cuales están previstos, al interior del
respectivo proceso, mecanismos de protección de garantías fundamentales.

Al respecto, al estudiar el asunto frente al tema del “principio democrático de la


autonomía funcional del juez”, reconocido expresamente en la Constitución
Política, esta corporación determinó que el juez de tutela no puede extender su
decisión para resolver la cuestión litigiosa, obstaculizar el ejercicio de diligencias
ordenadas por el juez ordinario, ni modificar sus providencias, o cambiar las
formas propias de cada juicio, lo cual sí violaría gravemente los principios
constitucionales del debido proceso2.

En el referido pronunciamiento se expuso (en el texto original sólo está en


negrilla “de hecho”, del primer párrafo que se cita):

“Ahora bien, de conformidad con el concepto constitucional de


autoridades públicas, no cabe duda de que los jueces tienen esa
calidad en cuanto les corresponde la función de administrar
justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares y
también para el Estado. En esa condición no están excluidos de la
acción de tutela respecto de actos u omisiones que vulneren o
amenacen derechos fundamentales, lo cual no significa que
proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por ejemplo,
nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha
incurrido en dilación injustificada en la adopción de decisiones a
su cargo que proceda a resolver o que observe con diligencia los
términos judiciales, ni riñe con los preceptos constitucionales la
utilización de esta figura ante actuaciones de hecho imputables al
funcionario por medio de las cuales se desconozcan o amenacen los
derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda

2 Cfr. sentencias T-133 de febrero 14 de 2010 y T-383 de mayo 16 de 2011, ambas con ponencia de quien ahora
cumple igual función.
8

causar un perjuicio irremediable, para lo cual sí está


constitucionalmente autorizada la tutela pero como mecanismo
transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de la Carta es
puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de
fondo por el juez ordinario competente (artículos 86 de la
Constitución Política y 8º del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis
como éstas no puede hablarse de atentado alguno contra la
seguridad jurídica de los asociados, sino que se trata de hacer
realidad los fines que persigue la justicia.

Pero, en cambio, no está dentro de las atribuciones del juez de


tutela la de inmiscuirse en el trámite de un proceso judicial en
curso, adoptando decisiones paralelas a las que cumple, en
ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad
está excluida de plano en los conceptos de autonomía e
independencia funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a los
cuales ya se ha hecho referencia.

De ningún modo es admisible, entonces, que quien resuelve sobre la


tutela extienda su poder de decisión hasta el extremo de resolver
sobre la cuestión litigiosa que se debate en un proceso, o en
relación con el derecho que allí se controvierte.

No puede, por tanto, proferir resoluciones o mandatos que


interfieran u obstaculicen diligencias judiciales ya ordenadas por el
juez de conocimiento, ni modificar providencias por él dictadas, no
solamente por cuanto ello representaría una invasión en la órbita
autónoma del juzgador y en la independencia y desconcentración
que caracterizan a la administración de justicia (artículo 228
C.N.), sino porque, al cambiar inopinadamente las reglas
predeterminadas por la ley en cuanto a las formas propias de cada
juicio (artículo 29 C.N.), quebrantaría abierta y gravemente los
principios constitucionales del debido proceso. Lo anterior sin
tener en cuenta la ostensible falta de competencia que podría
acarrear la nulidad de los actos y diligencias producidos como
consecuencia de la decisión con los consiguientes perjuicios para
las partes, la indebida prolongación de los procesos y la
congestión que, de extenderse, ocasionaría esta práctica en los
despachos judiciales.
De las razones anteriores concluye la Corte que no procede la
acción de tutela contra ninguna providencia judicial, con la única
salvedad del perjuicio irremediable, desde luego aplicada en este
evento como mecanismo transitorio supeditado a la decisión
definitiva que adopte el juez competente.”

Las razones tenidas en cuenta para apoyar esta posición jurisprudencial se


encuentran consolidadas, con la fortaleza inamovible erigida por lo dispuesto en
el inciso 1º del artículo 243 superior, a partir de la declaratoria de inexequibilidad
9

de los removidos artículos del Decreto 2591 de 1991, como quiera que la parte
resolutiva de dicha sentencia está protegida por la garantía de la cosa juzgada
constitucional, luego es de obligatoria observancia.

En sustento de esa decisión, entre otras consideraciones convergentemente


definitorias, además se plasmó lo siguiente (sólo están en negrilla en el texto
original las expresiones “alternativo”, “último” y “único”):

“La acción de tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni


menos adicional o complementario para alcanzar el fin propuesto.
Tampoco puede afirmarse que sea el último recurso al alcance del
actor, ya que su naturaleza, según la Constitución, es la de único
medio de protección, precisamente incorporado a la Carta con el
fin de llenar los vacíos que pudiera ofrecer el sistema jurídico para
otorgar a las personas una plena protección de sus derechos
esenciales.

Se comprende, en consecuencia, que cuando se ha tenido al


alcance un medio judicial ordinario y, más aún, cuando ese medio
se ha agotado y se ha adelantado un proceso, no puede pretenderse
adicional al trámite ya surtido una acción de tutela, pues al tenor
del artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es improcedente
por la sola existencia de otra posibilidad judicial de protección, aún
sin que ella haya culminado en un pronunciamiento definitorio del
derecho. Bien puede afirmarse que, tratándose de instrumentos
dirigidos a la preservación de los derechos, el medio judicial por
excelencia es el proceso, tal como lo acreditan sus remotos
orígenes.”

En relación con el mismo asunto, y particularmente sobre el cumplimiento por parte


del proceso de una “función garantizadora del derecho”, agregó (no está en
negrilla en el texto original):

“Así, pues, no corresponde a las reglas de hermenéutica ni se


compadece con los principios de la lógica asumir que el
Constituyente de 1991 consagró la acción de tutela como medio
de defensa contra los resultados de los procesos que él mismo
hizo indispensables en el artículo 29 de la Constitución para
asegurar los derechos de todas las personas. Debe entenderse, por
el contrario, como lo ha entendido desde su instauración el
constitucionalismo, que los procesos han sido instituidos en guarda
de la justicia y la equidad, con el propósito de asegurar a los
gobernados que el Estado únicamente resolverá las controversias
que entre ellos se susciten dentro de límites clara y
anticipadamente establecidos por la ley, con el objeto de evitar los
atropellos y las resoluciones arbitrarias, desde luego dentro de la
razonable concepción, hoy acogida en el artículo 228 de la Carta,
sobre prevalencia del derecho sustancial, cuyo sentido no consiste
10

en eliminar los procesos sino en impedir que el exagerado culto a


las ritualidades desconozca el contenido esencial y la teleología de
las instituciones jurídicas.

Así concebido, el proceso cumple una función garantizadora del


Derecho y no al contrario, razón por la cual no puede afirmarse
que su efectiva aplicación ni la firmeza de las decisiones que con
base en él se adoptan tengan menor importancia para la
protección de los derechos constitucionales fundamentales que el
instituto previsto en el artículo 86 de la Constitución.”

Del mismo fallo C-543 de 1992, refréndase que “si la tutela es un mecanismo
subsidiario o supletorio, según queda demostrado, es clara su improcedencia
cuando ya se han producido no sólo un proceso, en el cual se encuentran
comprendidos todos los recursos y medios judiciales que autoriza la ley, sino
también una providencia definitiva que puso fin al mismo”3.

Igualmente, con fundamento en que el constituyente estableció jurisdicciones


autónomas y separadas cuyo funcionamiento ha de ser desconcentrado, en ese
fallo se indicó que “no encaja dentro de la preceptiva fundamental un sistema
que haga posible al juez, bajo el pretexto de actuar en ejercicio de la
jurisdicción Constitucional, penetrar en el ámbito que la propia Carta ha
reservado a jurisdicciones como la ordinaria o la contencioso administrativa a
fin de resolver puntos de derecho que están o estuvieron al cuidado de estas”
(no está en negrilla en el texto original).

Sin embargo, a partir de algunas manifestaciones que la propia Corte incluyó


dentro de esa providencia, entre ellas que los jueces de la República tienen el
carácter de autoridades públicas, y pueden incurrir en “actuaciones” de hecho,
fue dándose origen a la doctrina de la vía de hecho, a partir de la cual, de forma
muy excepcional, se permite el uso de la acción de tutela para cuestionar aquellas
“decisiones” que por contrariar de manera grave, flagrante y grosera el
ordenamiento constitucional, no puedan en realidad reputarse como verdaderos
pronunciamientos judiciales.

Así, siendo claro e indiscutible que también los administradores de justicia deben
respeto a la Constitución y a las leyes, más aún en el ejercicio de sus
competencias, ello implica que las decisiones judiciales han de ser adoptadas con
estricto apego al ordenamiento jurídico, en el cual la primacía de los derechos
fundamentales ocupa un lugar significativo.

En la jurisprudencia de esta corporación se ha venido desarrollando así, desde


1993 hasta sus más recientes pronunciamientos, la noción de la vía de hecho4, al
3 No está en negrilla en el texto original.
4Esta Corte ha abordado el tema de la tutela contra providencias judiciales en gran número de sentencias,
pudiendo destacarse, entre muchas otras, T-079 y T-173 de 1993, T-231 de 1994, T-492 y T-518 de 1995, T-008 de
1998, T-260 de 1999, T-1072 de 2000, T-1009 y SU-1184 de 2001, SU-132 y SU-159 de 2002; T-481, C-590 y
SU-881 de 2005; T-088, T-196, T-332, T-539, T-590, T-591, T-643, T-780 y T-840 de 2006; T-001, T-147, T-247,
T-364, T-502A, SU-540, T-680, T-794, T-987 y T-1066 de 2007; T-012, T-210, T-240, T-350, T-402, T-417, T-436,
T-831, T-871, T-891, T-925, T-945, T-1029 y T-1263 de 2008; T-093, T-095, T-199 y T-249 de 2009; T-024, T-
11

igual que, especialmente en los últimos años, la concepción de algunos requisitos


generales de procedencia y, sobre todo, causales especiales de procedibilidad.
Con todo, es preciso tener en cuenta que la acción de amparo se encuentra
reservada para aquellos eventos en los cuales se presente una verdadera
conculcación de un derecho fundamental, lo cual suele traducirse en actuaciones
arbitrarias, ostensiblemente opuestas al ordenamiento jurídico, al punto de
requerirse la intervención del juez de tutela como única vía para su
restablecimiento, pues de otra forma ese instrumento consignado en el artículo 86
superior habría de convertirse en un mecanismo especial de enmienda de las
decisiones judiciales, interpretación que resulta por completo ajena a la especial
naturaleza con la cual ha sido concebida la acción de tutela.

En esta misma línea, la Corte ha realzado que la circunstancia de que el juez de


tutela pueda, por rigurosa excepción, revisar una decisión judicial tildada de
arbitraria, no lo convierte en juez de instancia, ni puede llevarle a sustituir a quien
lo es. En efecto, el amparo constitucional constituye una confrontación de la
actuación judicial con el texto superior, para la estricta verificación del
cumplimiento y garantía de los derechos fundamentales, que no puede conducir a
que se imponga una interpretación de la ley o una particular forma de apreciación
probatoria, que simplemente se considere más acertada a la razonadamente
expuesta en el proceso y en la sentencia respectiva5.

A su vez, es importante considerar que si bien la jurisprudencia constitucional ha


paulatinamente admitido la procedencia de la acción de tutela contra providencias
judiciales, pese a la claridad y al efecto de cosa juzgada (art. 243 Const.) que es
inmanente a las decisiones contenidas en la sentencia C-543 de 1992 a la que
antes se hizo referencia, no sería menos pertinente ni valedero tomar en cuenta
también los parámetros de racionalidad dentro de los cuales el legislador
extraordinario de 1991 quiso enmarcar la procedencia del amparo.

En este sentido, es oportuno añorar el contenido del inciso final del parágrafo 1°
del artículo 40 del Decreto 2591 de dicho año, que por esa decisión fue declarado
inexequible: “La tutela no procederá por errónea interpretación judicial de la
ley ni para controvertir pruebas.”

De otra parte, la sentencia C-590 de junio 8 de 2005, M. P. Jaime Córdoba


Triviño, circunscrita al estudio y declaración de inexequibilidad de un segmento
normativo del artículo 185 de la Ley 906 de 2004, que conducía a la proscripción
de la acción de tutela contra sentencias de casación penal, contiene también
importantes reflexiones, muy pertinentes al propósito de fijar el ámbito
estrictamente excepcional dentro del cual es constitucionalmente admisible la
tutela contra decisiones judiciales.

Sobre el tema expuso en esa ocasión esta corporación que “no puede el juez de
tutela convertirse en el máximo intérprete del derecho legislado ni suplantar al

105/10, T-337, T-386 de 2010, T-892 de 2011, T-105, T-256 y T-390 de 2012.
5 Cfr. sobre este tema, entre otras, T-008 de enero 22 de 1998, M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz, T-357 de abril 8
de 2005, M. P. Jaime Araújo Rentería y T-952 de noviembre 16 de 2006, M. P. Nilson Pinilla Pinilla.
12

juez natural en su función esencial como juez de instancia” (no está en negrilla
en el texto original, ni en las transcripciones siguientes).

En esa misma providencia se expone previamente:

“21. A pesar de que la Carta Política indica expresamente que la


acción de tutela procede ‘por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública’ susceptible de vulnerar o amenazar derechos
fundamentales, en algunos ámbitos se ha cuestionado su
procedencia contra sentencias, no obstante tratarse de actos
emanados de jueces y tribunales en tanto autoridades públicas y la
consecuente posibilidad, aunque sumamente excepcional, de que a
través de tales actos se vulneren o amenacen derechos
fundamentales.

Sin embargo, el panorama es claro ya que como regla general la


acción de tutela no procede contra decisiones judiciales y esto por
varios motivos. Entre ellos, en primer lugar, el hecho que las
sentencias judiciales constituyen ámbitos ordinarios de
reconocimiento y realización de los derechos fundamentales
proferidos por funcionarios profesionalmente formados para
aplicar la Constitución y la ley; en segundo lugar, el valor de cosa
juzgada de las sentencias a través de las cuales se resuelven las
controversias planteadas ante ellos y la garantía del principio de
seguridad jurídica y, en tercer lugar, la autonomía e
independencia que caracteriza a la jurisdicción en la estructura
del poder público inherente a un régimen democrático.

En cuanto a lo primero, no puede desconocerse que la


administración de justicia, en general, es una instancia estatal de
aplicación del derecho, que en cumplimiento de su rol debe
atenerse a la Constitución y a la ley y que todo su obrar debe
dirigirse, entre otras cosas, a garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución,
incluidos, obviamente, los derechos fundamentales. Si esto es así,
lo obvio es que las sentencias judiciales se asuman como
supuestos específicos de aplicación del derecho y que se
reconozca su legitimidad en tanto ámbitos de realización de fines
estatales y, en particular, de la garantía de los derechos
constitucionales.

En cuanto a lo segundo, no debe perderse de vista que el derecho,


desde la modernidad política, es la alternativa de legitimación del
poder público y que tal carácter se mantiene a condición de que
resulte un instrumento idóneo para decidir, de manera definitiva,
las controversias que lleguen a suscitarse pues sólo de esa forma es
posible definir el alcance de los derechos y crear las condiciones
necesarias para su adecuado disfrute. De allí el valor de cosa
13

juzgada de que se rodean las sentencias judiciales y la


inmutabilidad e intangibilidad inherentes a tales
pronunciamientos, pues de no ser así, esto es, de generarse una
situación de permanente incertidumbre en cuanto a la forma
como se han de decidir las controversias, nadie sabría el alcance
de sus derechos y de sus obligaciones correlativas y todos los
conflictos serían susceptibles de dilatarse indefinidamente. Es
decir, el cuestionamiento de la validez de cualquier sentencia
judicial resquebrajaría el principio de seguridad jurídica y
desnudaría la insuficiencia del derecho como instrumento de
civilidad.

Y en cuanto a lo tercero, no debe olvidarse que una cara conquista


de las democracias contemporáneas viene dada por la autonomía e
independencia de sus jueces. Estas aseguran que la capacidad
racionalizadora del derecho se despliegue a partir de las normas
de derecho positivo y no de injerencias de otros jueces y tribunales
o de otros ámbitos del poder público. De allí que la sujeción del
juez a la ley constituya una garantía para los asociados, pues estos
saben, gracias a ello, que sus derechos y deberes serán definidos a
partir de la sola consideración de la ley y no por razones políticas
o de conveniencia.

22. Con todo, no obstante que la improcedencia de la acción de


tutela contra sentencias es compatible con el carácter de ámbitos
ordinarios de reconocimiento y realización de los derechos
fundamentales inherente a los fallos judiciales, con el valor de cosa
juzgada de las sentencias y con la autonomía e independencia que
caracteriza a la jurisdicción en la estructura del poder público;
ello no se opone a que en supuestos sumamente excepcionales la
acción de tutela proceda contra aquellas decisiones que vulneran o
amenazan derechos fundamentales.”

Empero, luego de esos categóricos raciocinios, en el citado fallo fueron


compilados los “requisitos generales de procedencia” y las “causales generales
de procedibilidad”6, siendo catalogados los primeros de la siguiente manera:

“a. Que la cuestión que se discuta resulte de evidente relevancia


constitucional. Como ya se mencionó, el juez constitucional no
puede entrar a estudiar cuestiones que no tienen una clara y
marcada importancia constitucional so pena de involucrarse en
asuntos que corresponde definir a otras jurisdicciones 7. En
consecuencia, el juez de tutela debe indicar con toda claridad y de

6 Las clasificaciones consignadas en las consideraciones del fallo C-590 de 2005, relacionadas con los “requisitos
generales de procedencia” y las “causales generales de procedibilidad”, han sido reiteradas entre muchas otras
en las sentencias SU-813 de octubre 4 de 2007, M. P. Jaime Araújo Rentería, T-555 de agosto 19 de 2009, M. P.
Luis Ernesto Vargas Silva, T-549 de agosto 28 de 2009, M. P. Jorge Iván Palacio Palacio y T-268 de abril 19 de
2010, M. P. Jorge Iván Palacio Palacio.
7 “Sentencia T-173/93”.
14

forma expresa porqué la cuestión que entra a resolver es


genuinamente una cuestión de relevancia constitucional que afecta
los derechos fundamentales de las partes.

b. Que se hayan agotado todos los medios -ordinarios y


extraordinarios- de defensa judicial al alcance de la persona
afectada, salvo que se trate de evitar la consumación de un
perjuicio iusfundamental irremediable8. De allí que sea un deber
del actor desplegar todos los mecanismos judiciales ordinarios que
el sistema jurídico le otorga para la defensa de sus derechos. De no
ser así, esto es, de asumirse la acción de tutela como un
mecanismo de protección alternativo, se correría el riesgo de
vaciar las competencias de las distintas autoridades judiciales, de
concentrar en la jurisdicción constitucional todas las decisiones
inherentes a ellas y de propiciar un desborde institucional en el
cumplimiento de las funciones de esta última.

c. Que se cumpla el requisito de la inmediatez, es decir, que la


tutela se hubiere interpuesto en un término razonable y
proporcionado a partir del hecho que originó la vulneración 9. De
lo contrario, esto es, de permitir que la acción de tutela proceda
meses o aún años después de proferida la decisión, se sacrificarían
los principios de cosa juzgada y seguridad jurídica ya que sobre
todas las decisiones judiciales se cerniría una absoluta
incertidumbre que las desdibujaría como mecanismos
institucionales legítimos de resolución de conflictos.

d. Cuando se trate de una irregularidad procesal, debe quedar


claro que la misma tiene un efecto decisivo o determinante en la
sentencia que se impugna y que afecta los derechos fundamentales
de la parte actora10. No obstante, de acuerdo con la doctrina fijada
en la Sentencia C-591-05, si la irregularidad comporta una grave
lesión de derechos fundamentales, tal como ocurre con los casos de
pruebas ilícitas susceptibles de imputarse como crímenes de lesa
humanidad, la protección de tales derechos se genera
independientemente de la incidencia que tengan en el litigio y por
ello hay lugar a la anulación del juicio.

e. Que la parte actora identifique de manera razonable tanto los


hechos que generaron la vulneración como los derechos
vulnerados y que hubiere alegado tal vulneración en el proceso
judicial siempre que esto hubiere sido posible 11. Esta exigencia es
comprensible pues, sin que la acción de tutela llegue a rodearse de
unas exigencias formales contrarias a su naturaleza y no previstas
por el constituyente, sí es menester que el actor tenga claridad en
8“Sentencia T-504/00”.
9“Ver entre otras la reciente Sentencia T-315/05”.
10 “Sentencias T-008/98 y SU-159/2000”.
11“Sentencia T-658-98”.
15

cuanto al fundamento de la afectación de derechos que imputa a la


decisión judicial, que la haya planteado al interior del proceso y
que dé cuenta de todo ello al momento de pretender la protección
constitucional de sus derechos.

f. Que no se trate de sentencias de tutela12. Esto por cuanto los


debates sobre la protección de los derechos fundamentales no
pueden prolongarse de manera indefinida, mucho más si todas las
sentencias proferidas son sometidas a un riguroso proceso de
selección ante esta Corporación, proceso en virtud del cual las
sentencias no seleccionadas para revisión, por decisión de la sala
respectiva, se tornan definitivas.”

Adicionalmente se indicó que, “para que proceda una acción de tutela contra
una sentencia judicial es necesario acreditar la existencia de requisitos o
causales especiales de procedibilidad, las que deben quedar plenamente
demostradas”, siendo agrupadas de la siguiente forma:

“a. Defecto orgánico, que se presenta cuando el funcionario


judicial que profirió la providencia impugnada, carece,
absolutamente, de competencia para ello.

b. Defecto procedimental absoluto, que se origina cuando el juez


actuó completamente al margen del procedimiento establecido.

c. Defecto fáctico, que surge cuando el juez carece del apoyo


probatorio que permita la aplicación del supuesto legal en el que
se sustenta la decisión.

d. Defecto material o sustantivo, como son los casos en que se


decide con base en normas inexistentes o inconstitucionales13 o que
presentan una evidente y grosera contradicción entre los
fundamentos y la decisión.

e. Error inducido, que se presenta cuando el juez o tribunal fue


víctima de un engaño por parte de terceros y ese engaño lo condujo
a la toma de una decisión que afecta derechos fundamentales.

f. Decisión sin motivación, que implica el incumplimiento de los


servidores judiciales de dar cuenta de los fundamentos fácticos y
jurídicos de sus decisiones en el entendido que precisamente en esa
motivación reposa la legitimidad de su órbita funcional.

g. Desconocimiento del precedente, hipótesis que se presenta, por


ejemplo, cuando la Corte Constitucional establece el alcance de un
derecho fundamental y el juez ordinario aplica una ley limitando

12“Sentencias T-088-99 y SU-1219-01”.


13"Sentencia T-522/01".
16

sustancialmente dicho alcance. En estos casos la tutela procede


como mecanismo para garantizar la eficacia jurídica del contenido
constitucionalmente vinculante del derecho fundamental
vulnerado14.

h. Violación directa de la Constitución.”

Recapitulando esos desarrollos jurisprudenciales, merece también especial


atención el criterio de esta Corte en cuanto a la labor específica del juez de tutela,
en punto a que no puede desconocer “los conceptos y principios de autonomía,
independencia de los jueces, acceso a la administración de justicia, seguridad
jurídica y vigencia del Estado social de derecho”15.

Desde las rigurosas perspectivas expuestas en precedencia, donde además


converge el deber impostergable de ofrecer amparo efectivo a los derechos
fundamentales y el deber de acatar los principios anotados, el juez ha de avocar
el análisis cuando razonadamente se plantee por parte de quienes acudieron a un
proceso judicial ordinario, la supuesta vulneración de sus garantías
fundamentales como resultado de providencias entonces proferidas.

Cuarta. Protección constitucional dentro de los procesos ejecutivos


hipotecarios. Reiteración de jurisprudencia.

4.1. Frente a acciones ejecutivas hipotecarias y en atención al carácter subsidiario


de la tutela constitucional, se ha desarrollado jurisprudencia como la producida en
torno a lo estatuido en la Ley 546 de 1999, destacando las sentencias C-955 de
julio 26 de 2000, M. P. José Gregorio Hernández Galindo y SU-813 de octubre 4
de 2007, M. P. Jaime Araújo Rentería16, y la excepcional procedencia de tutela
contra providencias judiciales, tal como se explicó en el acápite anterior,
debiendo verificarse si se han agotado las acciones regulares correspondientes, o
se evidencia la ineficacia de esos otros mecanismos.

4.2. Sobre la terminación de los procesos ejecutivos hipotecarios, en reiteradas


ocasiones17 esta corporación ha señalado el alcance del parágrafo 3° del artículo
42 de la Ley 546 de 1999, del cual se desprende la orden de suspensión de los
procesos ejecutivos hipotecarios, disposición que luego de producirse la sentencia
C-955 de 2000 ya citada, quedó así:

“Los deudores cuyas obligaciones se encuentren vencidas y sobre


las cuales recaigan procesos judiciales, tendrán derecho a solicitar
suspensión de los mencionados procesos. Dicha suspensión podrá
otorgarse automáticamente por el juez respectivo. En caso de que el
deudor acuerde la reliquidación de su obligación, de conformidad

14“Cfr. Sentencias T-462/03; SU-1184/01; T-1625/00 y T-1031/01”.


15 T-518 de noviembre 15 de 1995, M. P. Vladimiro Naranjo Mesa, citada a su vez en la T-1036 de noviembre 28
de 2002, M. P. Eduardo Montealegre Lynett.
16Con algunos salvamentos y aclaraciones de voto.
17 Cfr. T-1240 de diciembre 11 de 2008, M. P. Clara Inés Vargas Hernández; T-577 de mayo 29 de 2008, M. P.
Jaime Araújo Rentería; T-448 de junio 15 de 2010 M. P. Humberto Antonio Sierra Porto; entre otras.
17

con lo previsto en este artículo el proceso se dará por terminado y


se procederá a su archivo sin más trámite.”

Esta Corte ha orientado la aplicación de la norma anotada, al entender que los


procesos ejecutivos con título hipotecario por deudas contraídas en UPAC deben
terminar, cumpliendo lo subsistente de la Ley antes referida. Al respecto, la
sentencia SU-038 de enero 23 de 2008, M. P. Jaime Araújo Rentería, señaló:

“En primer lugar, la exigencia de que los procesos ejecutivos con


título hipotecario objeto del beneficio ofrecido por la Ley 546 de
1999, se hubieran iniciado antes del 31 de diciembre de 1999. Es
decir, que el proceso ejecutivo, con el cual una entidad crediticia
pretendía hacer efectiva la obligación hipotecaria contraída en
Unidades de Poder Adquisitivo Constante (UPAC), por aplicación
de la Ley 546 de 1999, debía ser suspendido a efectos de que dicha
obligación financiera se reliquidara previo el abono señalado en el
artículo 40 de la misma ley, actuación que podía adelantarse de
oficio o por petición del deudor.

En segundo lugar, el siguiente requisito a cumplir para la


terminación del proceso ejecutivo es el relativo al aporte de la
reliquidación al mismo. Lo anterior tiene su fuente jurisprudencial
en lo expresado por la Corte en su sentencia C-955 de 2000 en la
cual se dijo: ‘…producida ella, (la reliquidación) debe dar lugar a
la terminación del proceso y a su archivo sin más trámite, como lo
ordena la norma’… Lo anterior no puede ser interpretado de
manera diferente a como efectivamente lo hizo esta Corte en un
pronunciamiento posterior, la sentencia T-606 de 2003, en la que
reiteró que la C-955 de 2000 había señalado que:

‘En suma, una vez concluido el trámite de la reliquidación del


crédito, los procesos iniciados antes del 31 de diciembre de
1999, iniciados para hacer efectivas obligaciones hipotecarias
convenidas en UPACS, terminaron por ministerio de la ley…’

En ese orden de ideas, reliquidada la obligación hipotecaria, el


camino a seguir, es la terminación del proceso, pues de esta forma
lo establece la jurisprudencia y la misma Ley 546 de 1999 cuando
dispone en el parágrafo 3 de su artículo 42 ‘…En caso de que el
deudor acuerde la reliquidación de su obligación, de conformidad
con lo previsto en este artículo el proceso se dará por terminado y
se procederá a su archivo sin más trámite’. En efecto, cumplidos
todos los trámites previos, el juez en el proceso ejecutivo está en la
obligación de dar por terminado el proceso en cuestión, no como
consecuencia de la finalización normal de este tipo de proceso, sino
por ministerio de la ley que así lo dispuso 18. Si no lo hace se
configura una vía de hecho.”
18“Sentencia T-357 de 2005.”
18

4.3. El sentido de la protección que esta Corte ha procurado en esos casos, “está
dirigido a terminar los procesos, a lograr la reliquidación de las deudas y a que
los alivios sobre ella sean eficaces en relación con la obligación que persiste
frente a las entidades crediticias”19, para paliar una crisis social y económica de
graves proporciones, causada en parte por el gran número de ejecutivos en curso;
los derechos de las demás personas, aparte de los deudores, involucradas en las
transacciones producto del crédito hipotecario; y la necesidad de preservar, y no
desnaturalizar, la esencia de los procesos ejecutivos hipotecarios.

Así, la vulneración de la jurisprudencia constitucional “puede configurarse no


solo porque no se otorguen las garantías a que se ha hecho mención, sino
también en el evento que se trasgredan los límites impuestos a éstas, cuyo
fundamento son derechos con igual expectativa de protección”20.

Quinta. El abuso de la posición dominante por parte de las entidades


financieras.

Acerca de la procedibilidad de la acción de tutela contra una persona jurídica que


presta servicios bancarios, esta Corte ha manifestado21:
“En efecto, la actividad financiera, cuyo objetivo principal es el de
captar recursos económicos del público, para administrarlos,
intervenirlos y obtener de su manejo un provecho de igual
naturaleza, ha sido considerada por la Corte Constitucional como
servicio público. Sobre este asunto ha dicho la corporación:

El servicio público es definido en el derecho positivo colombiano


como toda actividad organizada que tienda a satisfacer
necesidades de interés general en forma regular y continua, de
acuerdo con un régimen jurídico especial, bien que se realice por el
Estado directa o indirectamente o por personas privadas.

… … …

La actividad desplegada por las entidades financieras tiene la


prerrogativa consistente en la facultad para captar recursos del
público, manejarlos, invertirlos y obtener un aprovechamiento de
los mismos, dentro de los límites y con los requisitos contemplados
en la ley…

… … …

El artículo 335 de la Carta establece que las actividades


financiera, bursátil, aseguradora y cualquiera otra relacionada con
el manejo, aprovechamiento e inversión de los recursos de
19T-448 de junio 15 de 2010, M. P. Humberto Antonio Sierra Porto.
20Ib..
21T-443 de julio 6 de 1992, M. P. José Gregorio Hernández Galindo.
19

captación a los que se refiere el literal d) del numeral 19 del


artículo 150 son de interés público y sólo pueden ser ejercidas
previa autorización del Estado, conforme a la ley, la cual regulará
la forma de intervención del gobierno en estas materias y
promoverá la democratización del crédito.

De los precedentes textos constitucionales aparece que la actividad


relacionada con el manejo, aprovechamiento e inversión de los
recursos captados al público, atendiendo a su propia naturaleza,
reviste un interés general y, por tanto, no escapa al postulado
constitucional que declara su prevalencia sobre intereses
particulares (artículo 1° Constitución Política), lo cual se concreta
en el carácter de servicio público que se le atribuyó desde 1959...”

Por otra parte, es claro que las entidades financieras, que fijan los requisitos y
condiciones de acceso y operación de créditos22, las tasas de interés, los sistemas
de amortización, etc., siendo depositarias de la confianza pública por el servicio
que prestan y gozando sus actos de credibilidad por parte de los clientes, tienen
una posición dominante frente a los usuarios, lo cual impone al Estado controlar
sus actividades y precaver cualquier abuso (inciso 4° art. 333 Const.).
En un Estado social de derecho nadie puede desarrollar atribuciones que
desbalanceen las relaciones sociales y económicas, cuyo desarrollo debe ser
equitativo, despojado de riesgos de desproporción y de afectación a otras
personas, resultando antijurídica cualquier superioridad que se ejerza contra otro,
particularmente si se trata de alguien que está buscando satisfacer una necesidad
básica, de la magnitud del derecho constitucional a la vivienda digna.

Ahí radica una constante, que debería respetarse con la debida asiduidad, en las
relaciones entre los usuarios de créditos hipotecarios y las entidades financieras,
en procura del cumplimiento de los parámetros fijados en el artículo 51 superior:
“Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las
condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de
vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo…”

En ello van implícitos otros deberes, derechos y garantías que el orden jurídico
impone, más aún a una empresa que ejerce actividades de interés público (art.
335 Const.), en función social que conlleva obligaciones (art. 233 ib.).

En el mismo sentido, en sentencia T- 1085 de 2002, M.P. Jaime Araújo Rentería,


esta Corte señaló: “Los jueces de instancia desconocen abiertamente la doctrina
de esta Corte en un acto contrario al deber que tiene el juez en el Estado social
de derecho, pero fundamentalmente su comportamiento constituye un acto de
denegación de justicia al no proteger los derechos y garantías de las personas en
situación de desequilibrio frente a un poder preeminente como el que tienen las
entidades financieras”, recordando también que son las instituciones financieras
las que “fijan los requisitos y condiciones de los créditos, tasas de interés,
sistemas de amortización, etc... Son ellas las depositarias de la confianza pública
22Recuérdese que el artículo 335 superior obliga a promover “la democratización del crédito”.
20

por el servicio que prestan, y sus actos gozan de la presunción de veracidad por
parte de los clientes”23.

Sexta. El derecho a la vivienda digna y su defensa mediante la acción de


tutela, como mecanismo procedente e idóneo para su garantía.

6.1. La Corte Constitucional ha definido el derecho a la vivienda digna como el


dirigido a suplir la necesidad humana de disponer de un sitio privado, “sea
propio o ajeno, que reviste las características para poder realizar de manera
digna el proyecto de vida”24. Como recién fue referido, se encuentra estatuido en
el artículo 51 de la carta política, Título II, Capítulo II (“De los Derechos
Sociales, Económicos y Culturales”), con los cuales se busca asegurar el
cumplimiento de los fines del Estado social de derecho, para promover la
prosperidad general.

En el desarrollo jurisprudencial, en una primera etapa se consideró que el derecho


a la vivienda digna, al igual que los demás derechos contenidos en el referido
capítulo, tenían una naturaleza prestacional y al estar fuera del Capítulo I ibídem,
“De los Derechos Fundamentales”, carecían de tal connotación y no podrían
recibir amparo por medio de la acción de tutela.

Para sustentar esa posición, se afirmó que el reconocimiento y realización de los


derechos implicaba la asignación de recursos que, desde una escasa fuente
presupuestal, debían ser ordenados mediante la definición de políticas públicas,
con la intervención de distintas autoridades para fijar los criterios de distribución,
así como los requisitos, trámites y procedimientos que debían cumplir los
eventuales beneficiarios de las prestaciones, lo cual implicaba que la intervención
del juez de tutela solo procedía en aquellos eventos en los cuales, en la
distribución de los recursos, se hubiera incurrido en una clara vulneración de
derechos expresamente catalogados como fundamentales25.

La anterior posición ha sido replanteada, al acreditarse que esos derechos


sociales, económicos y culturales suelen ir inescindiblemente ligados a otros
derechos humanos, lo cual les otorga magnitud fundamental, avance coadyuvado
por la aplicación de instrumentos internacionales como la Declaración Universal
de Derechos Humanos26 y el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales27, destacándose la relación particularmente estrecha con la
dignidad humana, lo cual realza su naturaleza fundamental, adoptándose así “una

23“Cfr. también T-323 de abril 24 de 2003, T-281 de marzo 25 de 2004 y T-018 de enero 20 de 2005, M. P.
Alfredo Beltrán Sierra; T-608 de junio 17 de 2004, M. P. Clara Inés Vargas Hernández y T-863 de agosto 18 de
2005, M. P. Álvaro Tafur Galvis.”
24Cfr. T-079 de enero 31 de 2008, M. P. Rodrigo Escobar Gil; T-585 de junio 12 de 2008, M. P. Humberto
Antonio Sierra Porto; y T-331 de mayo 4 de 2011, M. P. Nilson Pinilla Pinilla, entre muchas otras.
25 Cfr. T-499 de noviembre 8 de 1995, M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz, entre otras.
26 Declaración Universal de Derechos Humanos, artículo 22: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene
derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida
cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y
culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.”
27 Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículo 3°: “Los Estados Partes en el
presente Pacto se comprometen a asegurar a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los
derechos económicos, sociales y culturales enunciados en el presente Pacto.”
21

postura más cercana al ideario plasmado por nuestros Constituyentes y


adicionalmente, más respetuosa de los compromisos adquiridos por nuestro
Estado a nivel internacional”28.

Para desarrollar tal labor de precisión, debe reiterarse que las características
referidas por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las
Naciones Unidas, en su observación N° 4 de 1991, se acogen como criterio guía
para la concreción y protección del derecho fundamental a la vivienda digna,
siendo menester su aplicación, en la mayor medida posible, en los desarrollos que
de él se hagan y en el estudio judicial que se realice para su amparo.

6.2. La tutela del derecho fundamental a la vivienda digna, procede de manera


directa, sin apelar a la conexidad, sino admitiendo la acción constitucional según
el cumplimiento de los requisitos generales que se predican de cualquier otro
derecho fundamental, según el artículo 86 de la carta y el Decreto 2591 de 1991.

Así consta en la sentencia T-585 de junio 12 de 2008, M. P. Humberto Antonio


Sierra Porto, donde se afianzaron tres hipótesis a partir de las cuales procederá la
protección del derecho fundamental a la vivienda digna en sede de tutela:

“… (i) hipótesis referidas a la faceta de abstención o derecho de


defensa de la vivienda digna, (ii) pretensiones relativas al respeto de
derechos subjetivos previstos en el marco de desarrollos legales o
reglamentarios que conlleven a superar la indeterminación inicial
en cuanto al contenido normativo propio del derecho a la vivienda
digna y (iii) eventos en los cuales las circunstancias de debilidad
manifiesta en los que se encuentran los sujetos considerados de
especial protección constitucional, a la luz de las normas superiores
y de la jurisprudencia de esta Corporación, tornan imperiosa la
intervención del juez de tutela con miras a la adopción de medidas
que permitan poner a estas personas en condiciones de igualdad
material haciendo efectiva, en el caso concreto, la vigencia de la
cláusula del Estado Social de Derecho (artículo 1º superior).”

Lo anterior impone la obligación de evitar y/o hacer cesar las interrupciones


antijurídicas que quebranten el ejercicio apropiado de tan valioso derecho
subjetivo fundamental, que además atenúa y hasta propicia la erradicación de las
desigualdades materiales que contrarían la dignidad humana.

Séptima. El caso concreto

7.1. Como quedó expuesto, los hermanos José Américo Mosquera Rivas y Cruz
Ayde Mosquera Rivas, solicitan amparo para sus derechos “a la dignidad
humana… debido proceso… vivienda digna”, presuntamente vulnerados por el
Tribunal Superior de Cali, Sala Civil, al decidir en segunda instancia el proceso
ejecutivo iniciado por el entonces Banco Granahorrar contra los accionantes,
donde se revocó la determinación del a quo “sin ningún fundamento jurídico
28T-585 de 2008, ya citada.
22

pericial como la reliquidación… dejó el camino abierto a la parte demandante


para que realizara la liquidación a su amaño, cuyo resultado arrojó la suma de
$144’757.721.61 y el inmueble tiene un avaluó catastral de 24’788.000…”.

Lo anterior debido a que con ocasión del crédito hipotecario adquirido en enero 3
de 1996, “con el pagaré N° 13735-4 por el valor de 1935.6971 UPAC,
equivalente a $15’400°°, a 180 cuotas”, los actores incurrieron en mora desde
enero de 2000 y “en ejercicio de la cláusula aceleratoria pactada se hizo
exigible la totalidad de la obligación, por un valor de 253.242.8172 UVR,
liquidadas en moneda legal colombiana en la fecha en que se efectúe el pago de
la deuda, que al 13 de febrero de 2003 (presentación de la demanda), equivalían
a la suma de $33.026.586.0300 moneda legal (sic), cobrando intereses de mora
a partir de la presentación de la demanda hasta el pago total de la deuda a la
tasa del 19.65%”29.

El a quo en el proceso ejecutivo, Sexto Civil del Circuito de Cali, había fallado
en forma favorable a los demandados, al declarar “PROBADA PARCIALMENTE
la excepción de PRESCRIPCIÓN DE LA ACCIÓN” (numeral 1° de la parte
resolutiva de la sentencia de julio 17 de 2009, f. 25 cd. inicial) y “PROBADAS la
excepción INNOMINADA de FALTA DE CLARIDAD DEL TITULO VALOR,
COMO BASE DE RECAUDO EJECUTIVO, configuración del COBRO DE LO
NO DEBIDO Y EL COBRO INCONSTITUCIONAL” (numeral 2° ib., en
mayúscula en ambos textos originales), por lo cual decidió “ABSTENERSE DE
PROSEGUIR ADELANTE CON LA EJECUCIÓN propuesta por el BANCO
GRANAHORRAR S.A., en contra de los señores JOSÉ AMÉRICO MOSQUERA y
CRUZ AYDÉ MOSQUERA…” (numeral 3° ib., está en mayúscula sostenida y
negrilla en el texto original, f. 25 ib.).

Decretó además la cancelación del embargo y secuestro sobre el inmueble,


habiendo sustentado en la parte motiva que “se presenta un aprovechamiento de
la situación del deudor por el abuso de la posición dominante, en tanto y cuanto
se está efectuando un cobro que no se acompasa con lo realmente adeudado por
la demandada”. De la misma manera, argumentó el a quo (no está en negrilla en
el texto original, fs. 17 a 19 ib., como tampoco en las citas subsiguientes):

“… si partimos que la acción instaurada con base en el pagaré N°


13735-4, se adelantó para recaudar 253.242.8172 UVR que a
febrero 13 de 2003, equivalían a $33.026.586.0300 (sic) y que
según se dijo en el cuerpo de la demanda, era el saldo insoluto de
la obligación, exigible en su integridad por la mora en el pago de
las cuotas convenidas, a partir del 3 de enero de 2000, observamos
que si aquel se pactó para cancelarse en 180 cuotas mensuales a
partir del 3 de febrero de 1996, es obvio que la parte actora hizo
uso del ejercicio de la cláusula aceleratoria, merced a la cual se
hicieron exigibles la totalidad de las cuotas pendientes de pago.
… … …

29F. 13 cd. inicial.


23

… es del caso analizar lo que aconteció con las cuotas cobradas y


vencidas con anterioridad a la presentación de la demanda y hasta
que se produjo el acto de notificación del mandamiento de pago, y
lo que sucede con el segundo bloque de cuotas insolutas y exigibles
en virtud del ejercicio de la cláusula aceleratoria.
… … …
… la ejecución debería proseguirse por las 103 cuotas restantes, a
partir de la que venció el 3 de marzo del año 2002, no obstante
consideramos que la ejecución de aquellas 103 cuotas no puede
seguirse, porque existe una razón de peso, que da suficiente base
para no fulminar sentencia de condena contra los demandados,
originada en la falta de claridad de la obligación que se ejecuta,
presupuesto axiológico indispensable para emitir una decisión de
tal naturaleza.

Basta reparar en que si el saldo de la obligación a cargo de los


demandados, una vez verificada por la entidad… ascendía a la
cantidad de 255.930.8915 UVR, cómo se puede entender que en la
certificación de la reliquidación… se diga, que luego de aplicada
aquella operación, el saldo a 01 de enero de 2000 era la cantidad
de 261.859.8335 UVR, y lo que es peor, que a los dos días de dicha
operación, la entidad indique, en el movimiento de cartera en línea,
que el saldo a 03 de enero de 2000, era la cantidad de 287.371.50
UVR, a partir del cual se empiezan a ‘descontar’ los abonos
realizados por los ejecutados.

Sin duda alguna que esas diferencias de saldos, no pueden mirarse


a la ligera, porque es a partir de ahí de donde se prosigue
cobrando las cuotas a los deudores, y si no se encuentra
explicación ni soporte alguno que devele el origen de tal mutación,
o mejor del incremento de las UVR, es porque la claridad de la
obligación no deviene diáfana.

Considera la instancia, que la única manera de tratar de entender


aquellas operaciones, es que la entidad acreedora capitalizó
intereses como claramente se aprecia en la reliquidación… en
donde los saldos en UVR, en muchos de los periodos son
crecientes, en lugar de decrecer, como se dispuso por la circular
007 de 2000.”

Posteriormente explicó que “del examen de los documentos aportados con la


demanda y en especial de la reliquidación allegada… se evidencia que la entidad
crediticia reliquidó el crédito del que surgió un alivio por el valor de $3.642.796,
equivalentes a 35.250.7257 UVR, aplicado a primero de enero de 2000…, con el
que se cubrieron intereses corrientes y se amortizó parte a capital, quedando
según se dice en la certificación de la reliquidación un saldo de la obligación de
$27.060.490.45… equivalentes a 261.859.8335 UVR…”, además “por efectos de
24

la reliquidación se condonaron todos los intereses de mora hasta el 31 de


diciembre de 1999”.

Sin embargo, observó el a quo que “entre el saldo reseñado no existe


correspondencia con el que indica en el documento de folio 29 cuaderno 4,
puesto que el saldo de la obligación cuando se verifica el alivio lo fue por
261.859.8335 UVR, por cierto distinto al saldo de la propia reliquidación…
255.930.8915 UVR, de donde no se entiende la razón por qué tan solo a 2 días de
la operación de la aplicación del alivio, 1 de enero de 2000… se diga que el
valor de la obligación era 287.371.50 UVR, equivalentes a la suma de
$29.706.022.91. Obsérvese que a partir de una misma certificación de la entidad
financiera y tan solo con dos días de diferencia se arriba a dos saldos distintos,
que son nada más ni nada menos los que van a servir de punto de partida para
entrar a hacer el cobro de la obligación…”.

Así, “de aquella reliquidación integradora del título base de recaudo, no se


puede inferir a las claras el saldo real de la obligación a ejecutar, en tanto que
aquella operación como se ha venido puntualizando no es simple y ligera como
parece entenderlo el sector financiero, sino una que se inspire en los caros
principios constitucionales de equidad, de observancia de un orden justo
enderezados a materializar el derecho a la vivienda digna y los objetivos de la
ley 546 de 1999… de suerte que no se limite a una conversión de UPAC a
UVR…” (f. 21 ib.).

Finalmente argumentó:

“… es evidente que se presentan intereses adicionales a los


adeudados, que si bien es cierto, se sujetan a las regulaciones
legales sobre la materia, porque están cobrando dentro de los
techos permitidos para créditos de vivienda, tanto para el plazo
13.1% como para la mora 16.5%, la verdad es que al efectuarse el
cobro para una suma superior a la adeudada y de la que como se
ha acotado hasta la saciedad no existe claridad requerida para
proseguir adelante con la ejecución, como consecuencia obvia se
efectúa un cobro de intereses ilegales o excesivos.
… … …

… No encuentra la instancia explicación plausible para


desentrañar el origen de los pagos que se dice se reportaron por
parte de la perito, singularidad que torna bastante deleznable el
trabajo financiero, y que por lo mismo no puede dar base sólida
para perfilar una conclusión de un cobro de intereses superiores…
la tasa real se debe extraer directamente sobre los valores de UVR
que no a partir de saldos en pesos…

Cabe puntualizar, que aunque la reliquidación efectuada por las


entidades financieras por disposición de la ley 546 de 1999 y
conforme a la circular 007 de febrero de 2000, no se erige como
25

aduce la parte actora en un análisis financiero, que refleje de


manera fidedigna el movimiento de las tasas de interés, porque su
finalidad no era otra que la de redenominar las obligaciones de
UPAC a UVR, aplicar el alivio y condonar las cuotas en mora,
porque para cumplir tal cometido, como bien lo advierte la señora
perito, es menester realizar un estudio de tasas, acorde con los
valores causados y cobrados por la entidad por concepto de
intereses, los que confrontados con el saldo de capital y el período
causado arrojan las tasas aplicadas y cobradas, sujetándose claro
está a la unidad de cuenta pactada.”

7.2. Como se ha indicado, en noviembre 8 de 2011, el Tribunal Superior del


Distrito Judicial de Cali, Sala de Decisión Civil, revocó la citada sentencia, al
colegir entre otros aspectos que “el interés tomado al realizar la reliquidación
del crédito fue pactado en el pagaré (plazo al 16% y luego al 12% anual),
claramente se observa que no resulta excesivo” (f. 65 ib.). En consecuencia,
dispuso “previo secuestro y avalúo, la venta en pública subasta del inmueble
hipotecado para que con su producto se pague el crédito y las costas…
practíquese la liquidación del crédito de conformidad con lo previsto en el
artículo 521 del C. de P. Civil…”.

Ante ello, el apoderado de la parte demandante presentó “la liquidación del


crédito del proceso así” (f. 73 ib.):

LIQUIDACIÓN DEL CAPITAL


DETALLE FECHA VALOR CAPITAL CAPITAL
UVR UVR PESOS
ACTUAL
CAPITAL 11/01/2012 198.53 253.242,8172 50.276.295,10
INSOLUTO
ACTUALIZ.

LIQUIDACIÓN DE LOS INTERESES DE PLAZO AL 13.92% ANUAL


DETALLE FECHA VALOR CAPITAL EN PESOS
UVR UVR
ACTUAL
INTERESES 03/01/2000 198.53 48.885,27 9.684.172,71
DE PLAZO al
20/05/2003

LIQUIDACIÓN DE LOS INTERESES DE MORA AL 19.65% ANUAL


DETALLE FECHA VALOR CAPITAL EN PESOS
UVR UVR
ACTUAL
MORA SOBRE 21/05/2003 198.53 427.125,64 84.797.254,10
EL CAPITAL al
INSOLUTO 11/01/2012
ACTUALIZADO
26

TOTAL 729.147,84 144.757.721,61

7.3. Sin entrar a efectuar una nueva apreciación de los elementos de convicción
analizados por las instancias dentro del proceso ejecutivo civil, es ostensible que
el Tribunal ad quem no valoró pruebas documentales que sí estudió el Juzgado de
primera instancia, resultándoles determinantes para esclarecer objetivamente lo
sucedido, que llevó a que se privara a dos hermanos del derecho a la vivienda
digna, al no poder continuar cubriendo el valor exorbitantemente acrecido del
crédito que, para abonar a su adquisición, les había concedido el Banco
Granahorrar de entonces.
Sobre el particular, recuérdese que esta corporación en sentencia T-672 de agosto
31 de 2010, M. P. Jorge Ignacio Pretelt Chaljub, se refirió a “la indebida
aplicación del derecho sin contar con las pruebas que permitan demostrar los
hechos determinantes del supuesto legal”, lo cual tiene connotaciones que han
sido expuestas así30:

“Si bien el juzgador goza de un amplio margen para valorar el


material probatorio en el cual ha de fundar su decisión y formar
libremente su convencimiento, ‘inspirándose en los principios
científicos de la sana crítica (Arts. 187 CPC y 61 CPL)’31, dicho
poder jamás puede ejercerse de manera arbitraria. La evaluación
del acervo probatorio por el juez implica, necesariamente, ‘la
adopción de criterios objetivos32, no simplemente supuestos por el
juez, racionales33, es decir, que ponderen la magnitud y el impacto
de cada una de las pruebas allegadas, y rigurosos34, esto es, que
materialicen la función de administración de justicia que se les
encomienda a los funcionarios judiciales sobre la base de pruebas
debidamente recaudadas.’35
 
La Corte ha identificado dos dimensiones en las que se presentan
defectos fácticos: 1) Una dimensión negativa que ocurre cuando el
juez niega o valora la prueba de manera arbitraria, irracional y

30T-039 de enero 27 de 2005, M. P. Manuel José Cepeda Espinosa.


31 “T-442 de 1994 MP. Antonio Barrera Carbonell.”
32 “SU-1300 de 2001 MP. Marco Gerardo Monroy Cabra. La Corte encontró perfectamente razonable la
valoración de las pruebas que hizo el Juez Regional en la sentencia anticipada. El Juez no omitió ni ignoró
prueba alguna, ni dio por probado un hecho sin fundamento objetivo. “El hecho de que el incremento patrimonial
no justificado del procesado, se derivó de actividades delictivas se probó a través de la confesión de {varios
testigos}, y de un conjunto concurrente de indicios, entre los cuales sobresale el hecho de que las cuentas en las
cuales se consignaron la mayoría de los 23 cheques recibidos por el peticionario, fueron abiertas por él usando
información falsa y las fotocopias de las cédulas de sus empleados que aparecían en los archivos de las empresas
constructoras de la familia.”
33 “T-442 de 1994 MP. Antonio Barrera Carbonell.”
34 “T-538 de 1994 MP. Eduardo Cifuentes Muñoz. En esa oportunidad se le concedió la tutela al peticionario por
la indebida apreciación que hace el juez de la conducta asumida por una de las partes, que se atuvo a la
interpretación que de unos términos hizo el secretario del juzgado, que le lleva a negarle la interposición de un
recurso del que depende la suerte del proceso penal.”
35 “SU-157-2002, MP: Manuel José Cepeda Espinosa.”
27

caprichosa36 u omite su valoración37 y sin razón valedera da por no


probado el hecho o la circunstancia que de la misma emerge clara
y objetivamente.38 Esta dimensión comprende las omisiones en la
valoración de pruebas determinantes para identificar la veracidad
de los hechos analizados por el juez. 2) Una dimensión positiva,
que se presenta generalmente cuando el juez aprecia pruebas
esenciales y determinantes de lo resuelto en la providencia
cuestionada que no ha debido admitir ni valorar porque, por
ejemplo, fueron indebidamente recaudadas (artículo 29 C.P.) y al
hacerlo el juez desconoce la Constitución.
 
En concordancia con lo anterior, y tal como lo ha advertido la
Corte, sólo es factible fundar una acción de tutela frente a una vía
de hecho por defecto fáctico cuando se observa que la valoración
probatoria hecha por el juez en la correspondiente providencia es
manifiestamente arbitraria. El error en el juicio valorativo de la
prueba “debe ser de tal entidad que sea ostensible, flagrante y
manifiesto, y el mismo debe tener una incidencia directa en la
decisión, pues el juez de tutela no puede convertirse en una
instancia revisora de la actividad de evaluación probatoria del juez
que ordinariamente conoce de un asunto, según las reglas
generales de competencia39.”

Aunque es claro que las pruebas tenían que ser apreciadas en conjunto, de
acuerdo con las reglas de la sana crítica y con la exposición razonada del mérito
que le asigne a cada una, como consta que lo hizo la Juez Sexta Civil del
Circuito de Cali, no es a un replanteamiento demostrativo específico a lo que
debe aplicarse la Corte Constitucional, sino a constatar que la ciencia, la
experiencia y sobre todo la lógica quedan difuminadas al tratar de constatarlas
con la cuantificación hipertrófica de una deuda, que les quedó parcialmente
insoluta a dos seres humanos, quienes se atrevieron a pensar que con un crédito

36 “T-442 de 1994 MP. Antonio Barrera Carbonell. Se dijo en esa oportunidad: Se aprecia más la arbitrariedad
judicial en el juicio de evaluación de la prueba, cuando precisamente ignora la presencia de una situación de
hecho que permite la actuación y la efectividad de los preceptos constitucionales consagratorios de derechos
fundamentales, porque de esta manera se atenta contra la justicia que materialmente debe realizar y efectivizar la
sentencia, mediante la aplicación de los principios, derechos y valores constitucionales.”
37 “T-239 de 1996 MP. José Gregorio Hernández Galindo. Para la Corte es claro que, “cuando un juez omite
apreciar y evaluar pruebas que inciden de manera determinante en su decisión y profiere resolución judicial sin
tenerlas en cuenta, incurre en vía de hecho y, por tanto, contra la providencia dictada procede la acción de tutela.
La vía de hecho consiste en ese caso en la ruptura deliberada del equilibrio procesal, haciendo que, contra lo
dispuesto en la Constitución y en los pertinentes ordenamientos legales, una de las partes quede en absoluta
indefensión frente a las determinaciones que haya de adoptar el juez, en cuanto, aun existiendo pruebas a su
favor que bien podrían resultar esenciales para su causa, son excluidas de antemano y la decisión judicial las
ignora, fortaleciendo injustificadamente la posición contraria.”
38 “T-576 de 1993 MP. Jorge Arango Mejía. En aquella oportunidad se concedió la tutela, pues todos estos
antecedentes, y, en especial, el hecho de que el Inspector tomó la decisión en contra de la parte lanzada sin
sustento probatorio, conducirán a la Sala a la conclusión de ver aquí una vía de hecho, y a la decisión de tutelar
el derecho al debido proceso de Norma Sánchez, aclarando que si bien, en principio, la Corte no puede sustituir
al funcionario de policía en la apreciación de las pruebas, cuando hay una trasgresión ostensible y grave de los
más elementales principios jurídicos probatorios, la Corporación no puede permanecer impasible frente a la
violación del derecho al debido proceso, derecho constitucional fundamental según el artículo 29 de la Carta.”
39 “T-442 de 1994.”
28

hipotecario, que constitucionalmente tiene que estar democratizado (art. 335


superior), podían hacer realidad su inalienable derecho a una vivienda digna.

7.4. También ha de tenerse en cuenta lo recientemente unificado por esta


corporación en la sentencia SU-787 de octubre 11 de 2012, con ponencia del
Magistrado Gabriel Eduardo Mendoza Martelo, mediante la cual fue dejada sin
efecto toda la actuación cumplida por un Juzgado Civil del Circuito, en un
proceso ejecutivo, que acarreó la pérdida del inmueble adquirido con un crédito
de vivienda que la adquirente no puedo seguir pagando, con ocasión de su
desmesurado acrecentamiento. Se decidió además, en esa misma sentencia:

“Cuarto.- Ordenar que, si en el término de tres (3) meses siguientes


a la notificación de esta sentencia, el Banco AV Villas y Marina
Rico de Pinto no han acordado una solución distinta, para hacer
efectiva la protección dispuesta en la sentencia T-199 de 2006 y
ante la posibilidad de retrotraer las cosas al instante en el que
debía haberse dado por terminado el proceso ejecutivo, AV Villas
ponga a disposición de Marina Rico de Pinto un inmueble de su
propiedad equivalente a aquel que fue objeto del ejecutivo
hipotecario, de acuerdo con las siguientes condiciones:
1. El inmueble que se ponga a disposición de Marina Rico de Pinto
deberá tener condiciones semejantes en cuanto a ubicación y
estrato al que fue adjudicado a AV Villas y, en todo caso, su valor
no podrá ser inferior al que resulte de un avalúo actualizado de
dicho inmueble, sin tener en cuenta las mejoras que se le hayan
introducido con posterioridad a la adjudicación a AV Villas.
2. Una vez transferido el derecho de dominio a Marina Rico de
Pinto, el inmueble quedará gravado con hipoteca a favor de AV
Villas o la entidad que esta disponga, por cuenta de la obligación
que se detalla en el siguiente numeral.
3. Se restablecerá en cabeza de Marina Rico de pinto la obligación
crediticia, por el saldo insoluto, liquidado según su valor en UVR a
la fecha en que se produjo la adjudicación de los inmuebles a AV
Villas.
4. El saldo así establecido será reestructurado por común acuerdo
entre las partes. A falta de acuerdo, la reestructuración se
establecerá con base en las condiciones del crédito reliquidado
conforme a la capacidad de pago de la deudora, fijando un nuevo
plazo de quince (15) años a partir de la fecha del acuerdo de
restructuración, sin cargo por concepto de intereses y corrección
monetaria entre el 2 de noviembre de 2004 (fecha de adjudicación
del inmueble) y la fecha de notificación de la presente sentencia.”

Como fundamento de tales determinaciones, se tomó en consideración que la


reestructuración de un crédito hipotecario de vivienda debe tender a restituirle al
deudor su capacidad de pago, al menos con relación a cuando cayó en mora, de
manera que además de restablecer el cumplimiento oportuno de las condiciones
del préstamo, se salvaguarde su derecho a la vivienda digna.
29

En ese caso concreto, se apreció que no siendo posible cumplir lo ordenado en la


sentencia T-199 de 2006, como la institución financiera acreedora había salido
beneficiada del apremio económico contra la deudora, debía coadyuvar a
restablecer su derecho, en las condiciones previas a la afectación iusfundamental.

7.5. De todo lo expuesto se concluye que la sentencia de segunda instancia, que


revocó y ordenó el remate del bien inmueble que garantizaba el crédito
hipotecario, sí vulneró los derechos fundamentales al debido proceso y a la
vivienda digna de José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas,
al no actuar consecuentemente, frente al palmar exceso de la obligación cobrada.

No atendió el ad quem el marco jurídico superior, al dar ingreso definitorio a los


errores e inconsistencias que posibilitaron que la entidad acreedora pretendiese
tan ingente exacción, lo cual sí había precavido la falladora de primera instancia.

7.6. En consecuencia, el fallo proferido en abril 11 de 2012 por la Sala de


Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, que negó la tutela solicitada por
los señores José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas, contra
una Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali,
deberá ser revocado, para en su lugar tutelar los derechos al debido proceso y a la
vivienda digna de los hermanos demandantes.

En consecuencia, se dejará sin efecto la sentencia adoptada en noviembre 8 de


2011 por la Sala de Decisión Civil accionada y, en su lugar, se dispondrá no
proseguir la ejecución40 propuesta por el otrora Banco Granahorrar S. A., hoy
BBVA, contra José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas,
quedando sin vigor el embargo y secuestro que se hubiere restablecido sobre el
inmueble ubicado en la carrera 39 E N° 55 A-14 de Cali, cuya propiedad
corresponde a dichos demandados.

Copia del expediente de esta acción de tutela, incluyendo la presente sentencia,


será remitida al Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cali, para que realice lo que
a continuación corresponda en el cabal cumplimiento de este fallo, que implica
realizar lo que procedía si la sentencia dictada por dicho Juzgado en julio 17 de
2009 no hubiere sido revocada.

III. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional,


administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE

Primero.- REVOCAR la sentencia proferida el 11 de abril de 2012 por la Sala


de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, que negó la tutela pedida por
40Radicación N° 2003-0226 (primera instancia, f. 13); 76001-31-03-006-2003-00226-03 (447).
30

José Américo Mosquera Rivas y Cruz Aydé Mosquera Rivas contra el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala de Decisión Civil.

Segundo.- En su lugar, se dispone TUTELAR los derechos fundamentales al


debido proceso y a la vivienda digna y dejar sin efecto la sentencia proferida en
noviembre 8 de 2011 por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala
de Decisión Civil, ordenando no proseguir la ejecución incoada por el otrora
Banco Granahorrar S. A., hoy BBVA, contra José Américo Mosquera Rivas y
Cruz Aydé Mosquera Rivas, quedando sin vigor el embargo y secuestro que se
hubiere restablecido sobre el inmueble ubicado en la carrera 39 E N° 55 A-14 de
Cali, cuya propiedad corresponde a dichos demandados.

Tercero.- COMPULSAR COPIA del expediente de esta acción de tutela,


incluyendo la presente sentencia y remitirla al Juzgado Sexto Civil del Circuito
de Cali, que realizará lo que a continuación corresponda en el cabal
cumplimiento de este fallo, que implica realizar lo que procedía si la sentencia
dictada por dicho Juzgado en julio 17 de 2009 no hubiere sido revocada.

Cuarto.- Por Secretaría General, LÍBRESE la comunicación a que alude el


artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.

Notifíquese, comuníquese, publíquese e insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional. Cúmplase.

NILSON PINILLA PINILLA


Magistrado

JORGE IGNACIO PRETELT CHALJUB


Magistrado

ALEXEI JULIO ESTRADA


Magistrado
Con aclaración de voto

MARTHA VICTORIA SÁCHICA DE MONCALEANO


Secretaria General
31

ACLARACIÓN DE VOTO DEL MAGISTRADO


ALEXEI JULIO ESTRADA
A LA SENTENCIA T-813/12

Referencia: Expediente T-3.482.596


Acción de tutela instaurada por José Américo
y Cruz Aydé Mosquera Rivas contra el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali,
Sala Civil.
Magistrado Ponente:
NILSON PINILLA PINILLA

Con el respeto acostumbrado por las decisiones de la Sala Sexta de Revisión,


aclaro mi voto a la presente providencia.

En general comparto la decisión adoptada, esto es, conceder el amparo


deprecado, debido a que el Tribunal accionado en efecto desconoció una prueba
que tendría un efecto decisivo o determinante en la sentencia impugnada, prueba
que hace referencia al monto del saldo insoluto del crédito para la financiación de
la vivienda de los peticionarios, luego de aplicado el alivio correspondiente a la
reliquidación de la Ley 546 de 1999. En consecuencia, como lo advirtió el juez
de primera instancia en el proceso ejecutivo hipotecario, dicha prueba pone en
duda la claridad de la obligación crediticia que se pretende recaudar
judicialmente, claridad que constituye un requisito para continuar adelante con la
ejecución, conforme al entonces vigente artículo 488 del Código de
Procedimiento Civil.

También comparto la decisión de revocar la sentencia de la Sala de Casación


Civil de la Corte Suprema de Justicia, que negó la acción de tutela, así como la
orden de dejar sin efectos la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cali, Sala Civil, adoptada en segunda instancia dentro del proceso ejecutivo
hipotecario. En consecuencia, considero acertada la decisión de la Sala de
ordenar no proseguir la ejecución incoada por el Banco Granahorrar S.A., hoy
BBVA, en contra de los tutelantes.

Sin embargo, difiero sustancialmente de la argumentación brindada en la


sentencia de la referencia para favorecer las pretensiones de la parte actora y
considero que las órdenes impartidas podrían resultar insuficientes con el fin de
proteger los derechos a la vivienda y al debido proceso de los peticionarios.

1. En cuanto a lo primero, vale decir, en cuanto a la argumentación contenida


en la sentencia considero que en el fallo no se verifica el cumplimiento de
los requisitos generales para la procedibilidad de la acción de tutela contra
providencias judiciales, esto es, (i) La relevancia constitucional de la
cuestión que se discute a la luz de los derechos fundamentales de las partes;
(ii) El cumplimiento del requisito de subsidiariedad de la acción de tutela;
32

(iii) La inmediatez en la interposición de la acción de tutela; (iv) El carácter


decisivo o determinante de la irregularidad procesal alegada en la sentencia
que se impugna y que afecta los derechos fundamentales de la parte actora;
(v) La identificación por la parte actora en sede de tutela de los hechos que
dieron lugar a la presunta vulneración de derechos fundamentales y que tal
vulneración hubiere sido alegada en el proceso judicial ordinario, siempre
que esto haya sido posible; y por último, (vi) que la providencia judicial
censurada no corresponda a una sentencia adoptada en un proceso de tutela.
No se cumple entonces con la primera tarea que tiene el juez de tutela ante
un recurso de amparo interpuesto contra una providencia judicial, vale decir,
establecer si en el caso bajo examen se cumplen los requisitos o causales de
procedibilidad de carácter general que se enumeraron.

De otro lado, encuentro que la sentencia no aborda con suficiente detalle el


defecto fáctico como causal específica de procedibilidad de la tutela, que la
Sala halla probado y que la lleva a infirmar la decisión del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali.

Al final, en la sentencia se afirma de forma escueta que “es ostensible que


el Tribunal ad quem no valoró pruebas documentales que sí estudió el
Juzgado de primera instancia, resultándoles determinantes para esclarecer
objetivamente lo sucedido, que llevó a que se privara a dos hermanos del
derecho a la vivienda digna, al no poder continuar cubriendo el valor
exorbitante acaecido del crédito” (considerando 7.3). Asimismo, por la
mención a la sentencia T-442 de 1994 parece que la sentencia admitiera
que en este caso existió un defecto fáctico en su dimensión negativa por
cuenta de la falta de valoración por parte del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cali del estudio pericial allegado por la parte demandada dentro
del proceso ejecutivo hipotecario.

En síntesis, aunque en las consideraciones se reitera la jurisprudencia de


esta Corporación y pese a que se explican los conceptos de requisitos
generales y causales específicas de procedibilidad de la acción de tutela
contra providencias judiciales, estas consideraciones no tienen un
desarrollo adecuado en la resolución del caso concreto. En consecuencia,
carece el fallo de un análisis preciso de las razones que deben llevar a la
Corte a revocar la sentencia censurada por el tutelante, a partir de la
jurisprudencia de este Tribunal sobre la procedencia de la tutela en contra
de providencias judiciales.

2. En cuanto a las órdenes, en la parte considerativa se hace referencia a la


sentencia SU-787 de 2012, para explicar las medidas necesarias para
restablecer integralmente los derechos fundamentales conculcados a
quienes en procesos ejecutivos hipotecarios han perdido sus viviendas ante
cobros de las entidades financieras que están por fuera de lo permitido en
la ley. Así, en la última de las sentencias mencionadas, la Sala Plena de
esta Corporación ordenó, entre otras medidas, que habiéndose ya efectuado
el remate en subasta pública del inmueble de la tutelante, la entidad
33

financiera pusiera a su disposición una nueva vivienda, con las mismas


condiciones que la rematada.

Sin embargo, dentro de la parte motiva de la sentencia de la cual disiento


no existe mayor desarrollo acerca de las medidas necesarias en este caso
para restablecer los derechos vulnerados a los tutelantes. En efecto, en la
parte resolutiva se ordena “no proseguir con la ejecución” y dejar “sin
vigor el embargo y secuestro que se hubiere restablecido sobre el
inmueble”. No obstante, en el pronunciamiento de la Sala no se precisa
cuál es la situación actual del inmueble, ni en qué estado se encuentra el
proceso ejecutivo hipotecario que el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Cali ordenó seguir adelante, ni si, en caso de haberse adelantado el
remate en subasta pública, deben adoptarse otras medidas para restablecer
los derechos de los peticionarios, como las ordenadas en la sentencia SU-
787 de 2012.

Por todo lo anterior, aunque comparto la decisión adoptada por la Sala en la


resolución del caso concreto, en el sentido de tutelar los derechos invocados por
los peticionarios, encuentro que no se aplica adecuadamente la jurisprudencia de
esta Corporación acerca de los requisitos generales y las causales específicas de
procedibilidad de la acción de tutela contra providencias judiciales, al tiempo que
las órdenes impartidas podrían resultar insuficientes para proteger los derechos de
los actores.

Fecha ut supra,

ALEXEI JULIO ESTRADA


Magistrado

También podría gustarte