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SÍNDROMES CULTURALES
INTRODUCCION
Las creencias acerca de la salud y de la enfermedad son una parte importante del sistema de creencias de
cualquier cultura. Las categorías nosológicas psiquiátricas están influenciadas por la cultura y no son sólo el re -
sultado de observaciones científicas (Mezzich et al., 1996) Las creencias etiológicas explican qué (gérmenes,
restos alimenticios inadecuados o desequilibrios de los elementos fríos y calientes) o quién (fuerzas espirituales
o invisibles tales como las brujas, la pérdida del alma o el mal de ojo) causa la enfermedad. El sistema teórico
de la enfermedad es, pues, un sistema conceptual, es parte de la orientación cognoscitiva de los miembros del
grupo. Esto tiene que ver con la clasificación, las explicaciones y las causas y efectos de los padecimientos. De
tal manera que las enfermedades se definen típicamente en términos de sus signos y síntomas, causas percibidas
y tratamientos curativos potenciales (Foster & Anderson, 1978).
Al iniciar esta tarea de nosología cultural nos encontramos ante una disyuntiva: a) describir minuciosa-
mente todos los síndromes culturales en América Latina o, b) seleccionar epidemiológicamente tales síndromes
y describir sólo los más representativos de la región. La primera opción implica una tarea titánica, innecesaria,
que corre el riesgo de llevarnos a la postura de la psiquiatría exótica. Consideramos que lo fundamental para el
clínico latinoamericano que consulta esta guía es tener una visión de conjunto que le permita acercarse al enfer -
mo mental con un enfoque holístico y con respeto a su entorno cultural. Por esto decidimos presentar sólo algu-
nos de los síndromes culturales más representativos, dejando la puerta abierta para enriquecer este capítulo en
ediciones posteriores de la GLADP.
Un punto importante por desarrollar es el de conocer a fondo los códigos de expresión de las enfermeda-
des según el área cultural, como indica Thoret (Comunicación personal, 2000); es decir, no sólo conocer el len-
guaje materno de los pacientes sino ir más allá de lo verbalizado. Otro aspecto importante que se deberá trabajar
más adelante es el hecho de que en nuestros países la patología de la pobreza (Lewis, 1968) y las secuelas de los
conflictos armados impregnan la vida de la mayoría de nuestros pacientes, lo que, no por ser algo cotidiano,
deja de ser un grave problema generador de psicopatología. (Desjarlais, Eisenberg, Good & Kleinman, 1995).
En pocas palabras esta guía representa una toma de conciencia de nuestra América mestiza.
Por otra parte, hemos agrupado y conservado los síndromes culturales descritos en la CIE-10 y en el
DSM-IV, que no pertenecen específicamente a nuestra área cultural latinoamericana pero que el clínico debe
conocer si tomamos en cuenta el aumento creciente de la migración poblacional hacia Latinoamérica. Se debe
mencionar que en América Latina existe un consumo sacralizado de plantas psicotrópicas que no debe confun-
dirse con los problemas de dependencias ni con el uso recreativo; tal es el caso del consumo de la hoja de coca
en el altiplano del Perú y Bolivia. Los cambios en los patrones de consumo de estos productos psicotrópicos,
que se observa lamentablemente en esas regiones, se deben a los procesos inevitables de aculturación que sufre
la población, especialmente ahora con el impacto de la globalización y la difusión de los medios de comunica-
ción masiva. Asimismo, respecto a las conductas sexuales en ciertas áreas rurales existen zoofilias culturalmen -
te toleradas y que no cumplen con los criterios estrictos de un trastorno mental o del comportamiento. Algunos
de los trastornos neuróticos especificados (F48.8), tales como el síndrome de Dhat, el Koro y el Latah, se inclu -
yen en la sección de los síndromes culturales, por las razones arriba mencionadas.
Hollweg M. (1994) propone una clasificación general de los síndromes culturales en tres grandes rubros:
a) Síndromes emocionales reactivos, b) Síndromes de “daño puesto” (embrujados) y c) Enfermedades del alma
(locura, ataques). Esta división podría sugerirse para esta sección.
Los trastornos específicos de ciertas culturas son trastornos no relacionados entre sí pero que tienen, en
común, dos rasgos característicos: 1) No se pueden situar con facilidad dentro de las categorías que se han esta-
blecido internacionalmente para uso psiquiátrico. 2) Se han descrito, en primer lugar, en ciertas poblaciones o
áreas culturales, y posteriormente parece que están de manera exclusiva restringidos a estas poblaciones. Estos
síndromes también han sido denominados como «ligados» a una cultura o «reactivos» a una cultura, o bien se
han considerado psicosis étnicas o exóticas. Algunos son raros y otros quizás son frecuentes cuando se conside -
ran de manera comparada. Muchos son agudos y transitorios lo que hace que su estudio sistemático sea muy di-
fícil.
La situación de estos trastornos es controvertida de tal manera que muchos investigadores manifiestan
que solo se diferencian en la intensidad cuando se comparan con trastornos ya incluidos en las clasificaciones
psiquiátricas existentes, tales como los trastornos de ansiedad y las reacciones al estrés. Por lo tanto, siguiendo
estas ideas, debería considerárseles como variaciones locales de trastornos aceptados desde hace tiempo. Su
existencia exclusiva en determinadas poblaciones o áreas culturales también ha sido cuestionada.
Algunos autores han propuesto el uso de síndromes folklóricos a estos síndromes (Frisancho, 1988; Se-
guín, 1964; Valdivia, 1986) en razón de ser anónimos; no tener creador conocido; ser empleados por las clases
populares; ser tradicionales, por transmitirse de padres a hijos; ser plásticos, pues varían según los lugares y
tiempos; ser funcionales, ya que cumplen un rol en la comunidad y se ubican en el espacio y tiempo . Asimismo,
la mayoría de estudios de orden social, médico y popular sobre medicina folklórica no han sido programados
con rigor metodológico que permita una sistematización de ellos (Frisancho, 1988). Es así que los síntomas y
signos descritos para los síndromes folklóricos tienen categorías de inespecíficos, pues se repiten en casi todos
los síndromes.
El aire, el mal viento de los espíritus ocasiona enfermedades por exhalaciones dañinas, por vapores
maléficos que se originan en las grietas de las montañas; viene del viento frío, de vientos fuertes animados de
los espíritus malditos que arrebatan el alma de las personas. Los síntomas son inespecíficos y pueden caracteri -
zarse por náuseas, mareos, dolores de cabeza, de ojos, de oídos, de huesos, de corazón, parálisis de la cara, apo-
plejía o cólicos (Cabieses, 1993). Los estudios epidemiológicos de Bernal (2010a, 2010b) en la sierra y la selva
del Perú encuentran una prevalencia de vida de este síndrome entre 4,7% a 38,2% según la región estudiada,
siendo la más alta en Ayacucho, una ciudad con un pasado de mucho sufrimiento ligado a la violencia política.
El ataque de nervios se refiere a una respuesta aprobada culturalmente frente a experiencias estresantes
agudas, particularmente frente a las pérdidas de seres queridos, la amenaza y los conflictos familiares. El ataque
de nervios se caracteriza por una serie de síntomas que incluyen temblores, palpitaciones, sensación de calor
que del pecho sube hasta la cabeza, desmayos y episodios epileptoides. Los ataques típicos ocurren en ocasiones
culturalmente apropiadas, tales como los funerales, escenas de accidentes o durante discusiones familiares o
pleitos. Estos ataques representan una demanda de apoyo hacia la red social del paciente. El individuo usual-
mente recobra rápido la conciencia y no recuerda el ataque. Asociado al ataque, la gente frecuentemente men -
ciona coraje y miedo/susto.
En un estudio realizado en Puerto Rico (Guarnaccia, Canino, Rubio-Stipec & Bravo,1993), se encontró
que las personas que reportaron un ataque de nervios estuvieron cerca de llenar los criterios para depresión, dis-
timia, trastorno de ansiedad generalizada, ataque de pánico y trastorno por estrés post-traumático. El trastorno
depresivo mayor también fue prominente en el grupo del ataque de nervios. De particular interés, dada la severi-
dad de estos síntomas, fue la fuerte relación con la ideación suicida y con los intentos de suicidio.
Se presenta en individuos dominados y controlados por su mujer, por medio de métodos mágicos. Dentro
del mundo de la magia amorosa de esta región, se menciona diversos procedimientos para mantener al cónyuge
bajo un estado de conducta anormal y pasiva, al grado de permitir que su mujer mantenga relaciones sexuales
con otros hombres. Para lograr tal control, la mujer da de beber a su esposo una taza de café frío al que agrega
tres gotas de su sangre menstrual. Dada la peligrosidad de tal sustancia, se dice que, si se depositan cuatro gotas,
el marido morirá. Para contrarrestar esta hechicería, la víctima tiene que quemar una prenda íntima de su esposa
dentro de una olla de barro nueva; una vez reducida aquella a cenizas, debe de arrojar agua adentro de la olla e
ingerir el brebaje.
Código CIE-10 propuesto: F39.1, como subcategoría de F39, Trastorno del humor [afectivo] no especifi -
cado.