Está en la página 1de 229

Contenido

Prefacio

Advertencia

I. Introducción
a. ¿Por qué este libro?
b. ¿Por qué un sacerdote?

II. ¿En qué ambiente nos encontramos?


a. Una cultura hedonista
b. Un bombardeo incesante
c. La mujer como objeto de placer
d. Amor sin compromiso
e. Relaciones sexuales, ¿una necesidad?
f. La presión social
g. El gran negocio del sexo
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora
Conclusión

III. Hechas para amar y ser amadas

IV. ¿Qué es la castidad?

V. ¿Por qué es importante vivir la castidad?

VI. ¿Es posible vivir la castidad?

VII. ¿Cómo vivir la castidad?


1. ¿Como quién quieres ser?
2. Elije bien a tus amistades
3. Aprende a dominar tu curiosidad
4. Aprende a dominar tus emociones
5. “Estar enamorados” no es lo mismo que “amar”
6. Aprende a decir «no»
7. Relaciones dañinas y relaciones constructivas
8. Enamorarse de la persona equivocada
9. «Amigos con derechos»
10. «Me siento sola»
11. Viajes de intercambio
12. Lo que miras
13. Lo que escuchas
14. Lo que lees
15. La masturbación
16. ¿Cómo te vistes?
17. Las fotos y videos que compartes en tus redes sociales
18. Tus conversaciones por chat
19. Fiestas y discotecas
20. El alcohol
21. Regalar besos
22. La relación con tu enamorado
23. ¿Qué pasa si mi enamorado quiere saber si soy virgen?
24. «El hombre no llega sino hasta donde la mujer se lo permite»
25. ¿A qué lugares voy con mi enamorado?
26. Los “besos apasionados”
27. Las “caricias” en las partes íntimas
28. El sexo oral
29. Las fechas importantes
30. Viajes con el enamorado
31. «No puedo dejarlo»
32. ¿Cómo “dar vuelta a la página” y escribir un nuevo capítulo en mi vida?
Para terminar

La Opción V
P. Jürgen Daum
Pureza y sexualidad
Para mujeres que quieren ser amadas de verdad
2da. edición impresa: julio del 2019
2da. edición electrónica: agosto del 2019

ISBN (edición impresa) 978- 612-47536-7-1

© Asociación Centro Cultural de Investigación y Publicaciones Vida y Espiritualidad para su


sello editorial FAM
Calle 2 N° 553, Urb. Monterrico Norte, Lima 41, Perú
Teléfono: (511) 355-2363
E-mail: info@vidayespiritualidad.com
Web: www.vidayespiritualidad.com

Carátula: Jorge Sarmiento

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento
informático.
«A ustedes, jóvenes, les digo: No tengan miedo de ir a
contracorriente, cuando nos quieren robar la esperanza, cuando nos
proponen estos valores que están pervertidos, valores como el
alimento en mal estado, y cuando el alimento está en mal estado,
nos hace mal. Estos valores nos hacen mal. ¡Debemos ir a
contracorriente! Y ustedes, jóvenes, son los primeros: vayan a
contracorriente y tengan este orgullo de ir precisamente a
contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan a contracorriente!
¡Y estén orgullosos de hacerlo!».
Papa Francisco (23/6/2013)

«La juventud no ha sido hecha para el placer, sino para el


heroísmo».
Paul Claudel
Quiero agradecer ante todo a Dios,
quien me ha encomendado esta hermosa misión.
Quiero agradecer también a todas aquellas personas
—cuyos nombres guardo en mi corazón— que con
su aporte y aliento han hecho posible esta publicación.
Prefacio

El 31 de enero de 2012 una nueva y apasionante aventura abría sus


horizontes ante mí. ¿Qué pasó aquel día memorable? Di una charla
que provocó una inesperada reacción y conmoción. ¿El tema?
«Pureza y sexualidad», dirigido a jóvenes. Honestamente yo
pensaba que sería “una conferencia más”, pero no fue así. Aquella
primera charla, a la que asistieron unas trescientas mujeres jóvenes,
fue como la explosión que echó a andar un motor, fue el inicio de
una misión que jamás imaginé: promover entre los jóvenes «el
1
aprecio de la virtud de la castidad» como camino exigente y
necesario para alcanzar el amor verdadero en sus vidas.
Nunca olvidaré la reacción de algunas de aquellas jóvenes. De entre
las que se acercaron al final para agradecerme, una me dijo:
«Padre, me ha cambiado usted la perspectiva de la vida»; otra me
preguntaba: «Yo ya no soy virgen, ¿cómo puedo hacer para
recuperar la pureza?». Ambas tenían dieciocho años. Pero lo que
más me impactó fue el testimonio de una madre que llevó a su hija
de doce. Me decía que su hija al principio no quería ir —habría
pensado que sería muy aburrido escuchar a un cura hablar de esos
temas—, pero que la convenció diciéndole: «Vamos veinte minutos,
y si te aburres, nos salimos». Esa misma noche me escribía aquella
mamá diciéndome: «Padre, no sabe, mi hija se quedó la hora y
media que habló usted y al final me dijo: “Mamá, ¡tenemos que
volver de todas maneras la próxima semana!”», es decir, a la
segunda parte de la charla. La siguiente semana ella estaba
sentada muy atenta, en primera fila. Pocos días después me
escribió una sencilla carta que aquí copio:
«Las dos charlas me parecieron bonitas y me entretuve mucho. Creo que me
servirán para en un futuro poder decidir bien las cosas antes de hacerlas. El tema
fue bastante interesante, aunque al principio no quería ir porque no sabía cómo iban
a ser. Me gustó también que se dijeran las cosas directas y claras. Además, me
pareció que el lenguaje que usó fue bueno porque usó palabras que nosotros los
chicos entendemos, y por eso el mensaje de toda la charla se nos hacía más claro.
Finalmente, la charla me dejó varias cosas para reflexionar».
El 2 de febrero empezó el curso para los jóvenes hombres. El
impacto fue semejante. Uno me decía: «¡Al fin alguien habla de
estos temas!». Otro me confesó: «Yo vine a insistencia de mi amigo.
A la entrada me compré una Coca Cola porque pensaba: “A los diez
minutos seguro que me quedo dormido. ¿Qué me va a decir un cura
si yo ya lo sé todo sobre sexo?”. ¡Pero a los diez minutos estaba
sentado al filo de la silla escuchando lo que decía!». Asimismo, un
hermano de comunidad me pedía con insistencia que fuese a
Guayaquil, Ecuador, para dar estas charlas por allá. Estos y otros
comentarios me dieron la sensación de que había “despertado un
monstruo”, y de que, habiendo tanta necesidad y pudiendo tocar los
corazones de los adolescentes y de los no tan adolescentes con
sólo ser claro y presentar una visión positiva de la castidad,
sencillamente no podía dejar de hablar.
Así, aquel 31 de enero marcó el inicio de una gran aventura en mi
vida, la aventura de luchar con y por los jóvenes que en busca del
amor verdadero están dispuestos a ir a contracorriente y deciden
asumir la castidad como un estilo de vida. Considero que en esta
etapa de mi vida ésta es una hermosa misión que Dios me confía, y
me compromete con todos los jóvenes que libremente asumen esta
opción en sus vidas y deciden luchar para amar y ser amados de
verdad.
¿Qué dije en aquellas pláticas que despertó tanto interés y el deseo
en muchos de ir a contracorriente? Eso es lo que esencialmente
encontrarás en las páginas de este libro. Esencialmente, digo,
porque se trata de un desarrollo en base a esas pláticas.
Espero que también a ti la lectura de estas páginas te aliente a ir a
contracorriente y perseverar heroicamente en la lucha por encontrar
el amor verdadero en tu vida.
Con mi bendición,
P. Jürgen Daum
Lima, 25 de julio de 2013
Fiesta de Santiago Apóstol
Advertencia

Siempre empiezo mis charlas advirtiendo que voy a hablar


abiertamente y que, por lo tanto, algunas cosas que diga pueden ser
fuertes o chocantes para algunos. En esto me adhiero a lo que
decía hace ya décadas un famoso apologeta cristiano, el mismo
autor de Las crónicas de Narnia:
«Las perversiones del instinto sexual son numerosas, difíciles de curar y terribles.
Siento tener que entrar en todos estos detalles, pero debo hacerlo. La razón por la
que debo hacerlo es que ustedes o yo, a lo largo de los últimos veinte años, hemos
2
sido permanentemente alimentados de rotundas mentiras acerca del sexo» .

Si digo cosas fuertes y claras, a veces a riesgo de escandalizar a


algunas personas, es porque debo hablar de lo que ven y escuchan
no sólo los adultos y jóvenes, sino también los niños todo el tiempo.
Como me decía una persona con criterio y preocupada por la
formación de los jóvenes en un colegio, uno no puede dejar de
hablarles del alcohol o de las drogas y de mostrarles el efecto
dañino que éstos tienen por temor a despertar en alguno la
curiosidad. Por otro lado, ¿no presentan ahora obligatoriamente las
cajetillas de cigarrillos imágenes fuertes de los efectos terribles que
causan para advertir y tratar de disuadir a las personas de fumar?
Hablar con claridad es necesario, pues todos estamos expuestos a
una serie de mentiras, ilusiones y “dogmas” sobre el sexo que es
necesario encarar y desmontar para que no sigan haciendo tanto
daño, para que no sigan destrozando vidas, corazones, almas.
Por la manera abierta en la que suelo hablar, una vez me hicieron
llegar esta inquietud: «¿No es mejor ser reservados y prudentes
ante este tema que en los jóvenes sobre todo despierta mucho
interés?». Atendiendo a esta razonable inquietud, pedí a una
psicóloga que escuchase las charlas que di en un colegio a chicos y
chicas cuyas edades variaban entre los trece y los dieciocho años,
para que luego me diese su opinión profesional. En su primer
comentario me dijo:
«Educar en sexualidad sigue siendo un campo minado por el que tienen que
caminar con cuidado quienes intervienen en este tema y se comprometen a hacer
algo que muchas veces otros adultos evitan o delegan. Es irresponsable permitir
que nuestros jóvenes se autoeduquen con información distorsionada que reciben de
una poderosa industria que bombardea con mensajes hipersexualizados a niños y
adolescentes. No se puede educar en sexualidad con reservas ni prejuicios; ser
reservados en este tema es irresponsable».

También un padre de familia ofreció una opinión que recojo aquí:


«Es cierto que para alguien inocente esto puede ser un despertar a algo nuevo,
pero qué bueno si lo descubre en una página como ésta (La Opción V) donde puede
encontrar “una opción diferente” a lo que se escucha y vive en los medios de
comunicación social. Yo soy de una localidad pequeña y puedo decirle que por esa
inocencia que había —y digo “había”, porque los medios de comunicación como la
televisión y el cine se han encargado de destruirla—, en la actualidad se está dando
una vivencia de las relaciones sexogenitales a edades cada vez más tempranas.
Por eso creo que sí debemos hablar de sexualidad, con intención de educar en lo
que es la verdadera sexualidad, su trascendencia y la importancia de vivir la
castidad antes del matrimonio y dentro de éste».

Claro que debemos ser prudentes, aprender a moderar el discurso y


eliminar lo que es innecesario decir para alcanzar el fin de educar,
pero tampoco hay que tener miedo de decir las cosas claras cuando
todos nosotros seguimos siendo bombardeados día a día por los
medios de comunicación y la publicidad que no tienen ningún tipo de
restricción moral o escrúpulo, sino que más bien se esfuerzan en
presentar cosas cada vez más escandalosas, degradantes o
pervertidas con el fin de aumentar el rating y las ventas.
Quiero ofrecer también el testimonio de una joven de diecinueve
años que hace poco asistió a una de mis charlas. Sus palabras nos
ayudan a comprender la necesidad de hacerles llegar a los jóvenes
un mensaje claro, directo, que les dé argumentos sólidos a favor de
la castidad y a la vez les transmita mucha esperanza:
«Ése es el mensaje que los jóvenes necesitan escuchar. Lo digo por mí y por mi
grupo de amigas que están súper perdidas, regalando a cualquiera algo tan
importante. Yo veo con dolor cómo buscan amor donde no lo van a encontrar. La
juventud necesita ese mensaje, esa opción. Yo tuve la suerte de escucharlo y de
haber estado dispuesta a escuchar. De verdad, gracias, Padre. ¡Está ayudando y
cambiando muchas vidas! ¡Y la mía es una de ellas! Yo me sentía bastante mal por
lo que había hecho con mi enamorado y me costaba creer que podía empezar de
nuevo, ¡pero su mensaje me ha dado mucha esperanza! ¡Ahora sé que puedo
empezar de nuevo y luchar por hacer bien las cosas!».

Finalmente, pido disculpas si he escandalizado a alguien con algo


que haya podido decir, y quiero dejar en claro que mi intención es
evidenciar una realidad, emitir un juicio sobre ella desde una
perspectiva humana y cristiana, así como ofrecer por último una
opción a los jóvenes que quieran libremente asumir el reto de ir a
contracorriente. El criterio, la responsabilidad y la decisión de leer o
no este libro, o de dárselo a alguien, dependen de cada cual.
I. Introducción
a. ¿Por qué este libro?
Mi objetivo a través de este libro es ayudarte a encontrar el amor
verdadero, ese amor que anhela todo ser humano, ese amor que tú
quieres descubrir y vivir intensamente y para siempre.
¿Existe? ¿Es posible encontrarlo?
Quiero decirte desde el inicio que yo creo firmemente que ese amor
sí existe, que tú estás hecha para el amor y que sí es posible
encontrarlo.
Sí, yo creo en el Amor, que venimos del Amor, que vamos al Amor, y
que toda nuestra existencia es un llamado a la felicidad en la
participación del Amor. Creo, además, que el amor es eterno y no
sólo cosa de “sentimientos de momento”. Yo no creo en un amor
que “cambia”. El amor es para siempre, y si “cambia”, no es amor.
Cuando es amor, dura para siempre, no se altera, no depende de
los años, ni de los sentimientos o de las emociones pasajeras. Al
contrario, cuando es amor, crece, madura, se hace más profundo,
más fuerte y sólido, es fiel y fecundo. El amor «dura para siempre»
(1Cor 13,6).
Ya creer y afirmar esto hoy en día es ir totalmente a contracorriente.
Muchos han dejado de creer en el amor eterno. Muchos,
decepcionados en su propia búsqueda, quieren hacernos creer que
el amor eterno no existe, que es irreal, y que “dura
aproximadamente tres meses”. Mientras los enamorados se siguen
jurando amor eterno y afirman que su amor es para siempre, la
experiencia parecería demostrar que tan sólo son ilusiones de
adolescentes. Opino que si la sociedad proclama que el amor eterno
no existe, es porque se ha separado y rechaza sistemáticamente la
fuente única de ese amor verdadero, de ese amor eterno, que es
Dios. Sí, yo creo en el amor eterno y yo creo que ese amor existe,
porque creo en Dios y porque creo que «Dios es Amor» (Jn 4,8.16).
En este sentido, con el Papa San Juan Pablo II profeso que
«el ser humano no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se
encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él
vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor… revela plenamente el hombre
3
al mismo hombre» .

Ahora bien, es evidente que una sociedad que se aleja de Dios y


con ello se cierra a la fuente de amor que es Él, tarde o temprano se
seca y se convierte en un desierto en el que las personas andan
buscando saciar su sed de amor de cualquier forma, en cualquier
charco, llenándose la boca de arena en cualquier espejismo. Dejan
de creer en el amor porque, obviamente, no todo lo que parece o
dice ser amor lo es. Uno puede equivocarse, cometer errores,
ilusionarse y muchas veces desengañarse. Por eso quisiera
ahorrarte muchos sufrimientos, decepciones, desilusiones y heridas
emocionales profundas hablándote del camino que necesitas
recorrer para encontrar y conquistar el amor verdadero.
Este camino es para valientes, para arriesgados, para hombres y
mujeres de verdad, para aquellos que quieren vivir la vida con
heroísmo. El camino es cuesta arriba, a contracorriente, nada
popular, rechazado por la mayoría, causa de burla y de mofa para
tantos. Quizá no te guste lo que te voy a decir y te cierres a la sola
posibilidad de pensarlo, pero debo decírtelo y advertirte que si
quieres encontrar el amor verdadero, auténticamente humano, un
amor que dure para siempre, sólo hay un camino: la castidad.
Castidad y amor puro van de la mano. La castidad es el camino que
conduce a la cumbre de un amor humano auténtico, verdadero,
profundo, real.
Antes de rechazar esta propuesta, es importante que sigas leyendo
y entiendas bien qué es la castidad. La profunda ignorancia con
respecto a esta virtud hace que muchos, muchísimos, la rechacen
con tan sólo escuchar la palabra.
Además de esta ignorancia proverbial, estamos expuestos
continuamente a mensajes que presentan la castidad como algo
completamente anormal. Como si fuera poco, la publicidad
contemporánea está dirigida a avivar nuestros deseos sexuales y
busca
«hacernos sentir que los deseos a los que nos resistimos son tan “naturales”, tan
“sanos” y tan razonables que es casi perverso resistirse a ellos. Cartel tras cartel,
película tras película, novela tras novela, asocian la idea de la permisividad sexual
con las de la salud, la normalidad, la juventud, la franqueza y el buen humor. Esta
asociación es una mentira. Como todas las mentiras poderosas, está basada en una
verdad, la verdad... de que el sexo en sí (aparte de los excesos y las obsesiones
que han crecido a su alrededor) es “normal” y “sano” y todo lo demás. La mentira
consiste en pretender que todo acto sexual al que te sientes tentado es ipso facto
saludable y normal. Pues bien, esto, desde cualquier punto de vista, y sin ninguna
relación con el cristianismo, tiene que ser una insensatez. Ceder a todos nuestros
deseos evidentemente conduce a la impotencia, la enfermedad, los celos, la
mentira, la ocultación y todo aquello que es lo opuesto a la felicidad, la franqueza y
el buen humor. Para cualquier tipo de felicidad, incluso en este mundo, se
necesitará una gran dosis de control, de modo que lo que pretende cualquier clase
4
de deseo fuerte, ser sano y razonable, no cuenta para nada» .

¿Es posible vivir la castidad en un ambiente en el que estamos


expuestos continuamente a mensajes cargados de sensualidad, de
erotismo o de sexo explícito?
Quisiera hacer una comparación: cuando llega el verano, se nos
advierte si el índice de radiación solar es alto para que tomemos las
debidas precauciones y nos protejamos de los rayos del sol, ya que,
de no hacerlo, a la larga éstos pueden producir lesiones en la piel y
con el tiempo incluso cáncer. No se trata de ocultarse de los rayos
solares, sino de tomar conciencia del daño que producen para
protegernos y cuidarnos debidamente con bloqueadores, lentes de
sol, sombrillas, etc. De la misma manera estamos expuestos
continuamente a mensajes cargados de erotismo y sensualidad que,
de no protegernos, pueden dañar irremediablemente nuestra recta
visión de la persona —la convierten en mero objeto de placer— y
deformar con ello la recta aproximación a la sexualidad humana,
convirtiendo el sexo en una simple “diversión” o “juego” que produce
un placer sumo. Para evitar esa deformación y degradación del
amor verdadero, habrá que tomar también ciertas medidas que lo
protejan y cuiden.
Por otro lado, existe una gran confusión entre lo que son realmente
el amor y el sexo. Muchos de ustedes, jóvenes, creen que, si se
aman, nada tiene de malo “demostrarlo” mediante “caricias” que van
“subiendo de tono” cada vez más hasta que finalmente llegan a
tener relaciones sexuales. En una ocasión una joven de trece años,
confundida, se me acercó a preguntarme: «Mi enamorado me ha
pedido tener relaciones sexuales… ¿qué le digo?». Su enamorado
también tenía trece años y recién estaban juntos hacía dos
semanas. ¿Cuántas jóvenes ilusionadas le entregan todo al
enamorado en un momento de confusión, pensando que “es por
amor”, que “es para siempre” y que deben demostrar su amor
cediendo a los requerimientos sexuales de sus parejas?
Ante esta creciente confusión entre ustedes, jóvenes, existe la
urgente necesidad de echar luz sobre un tema del que se habla
todos los días, que está en la boca y en la mente de todos. ¿Quién
no habla de sexo hoy en día? En la radio, en la música, en las
series, en el cine, en las redes sociales, en los medios de
comunicación, en el colegio, en la universidad, entre amigos y
amigas, en todos lados se habla de ello, y se impone cada día con
más fuerza el dogma de que “es anormal no tener sexo” y de que
“todo está permitido” con tal de que ambos “estén de acuerdo”.
Muchas cosas que antes se consideraban claramente inmorales hoy
en día no sólo son aceptadas, sino que se imponen de tal modo que
tú terminas creyendo que “así es” y que “así debes actuar”: disfrutar
del sexo con cuanto hombre puedas, sin importar nada más que tu
propio placer y satisfacción.
En este libro te hablo de la castidad porque creo que es un tema
importantísimo en tu vida. Independientemente de que seas
creyente o no, quiero tratar de ofrecerte argumentos sólidos y
convincentes para que entiendas que lo mejor es esperar hasta el
matrimonio. Además de lo que yo te pueda decir, te recomiendo leer
otras dos obras pequeñas tituladas Amor puro, de Jason Evert, y
Feminidad pura, de Crystalina Evert. En esos textos sus autores dan
razones y explicaciones consistentes que te ofrecen una perspectiva
positiva en lo que se refiere a la castidad, invitándote desde su
propia experiencia a ser una mujer de verdad y a luchar por un amor
5
puro, verdadero, estable . Este libro, dicho sea de paso, no es sólo
para personas vírgenes; es también para aquellas jóvenes que ya
no lo son pero quieren “empezar de nuevo” para en adelante “hacer
las cosas bien”.
b. ¿Por qué un sacerdote?
Ahora quiero responder a otra pregunta: ¿Por qué yo, que soy
sacerdote, te hablo de sexualidad?
A los diecisiete años yo ya tenía claro que el Señor me llamaba a
entregarle mi vida. Nunca tuve enamorada o novia. Hoy tengo
cincuenta, y desde que me consagré a Dios y a lo largo de mis
veintiún años de sacerdote me he esforzado por ejercitarme en la
virtud de la castidad, siendo fiel a mi compromiso de celibato
asumido libremente ante Dios y ante la comunidad cristiana. Nunca
le he faltado el respeto a una mujer, y tampoco he tocado a un niño
o joven.
Quizá con mayor razón te preguntes ahora: «¿Qué me puede decir
un cura sobre sexo, si él no lo vive? ¿Qué puede enseñarme a mí, si
no tiene experiencia?». Mi respuesta es muy sencilla: No necesito
haber experimentado personalmente todo aquello de lo que te
hablo. Para curar un cáncer un médico no necesita haber tenido
uno; necesita haber estudiado medicina, lo que incluye ver y
estudiar muchos casos de personas con cáncer. Por favor, no quiero
que entiendas que estoy insinuando —como ya alguien me acusó—
que el sexo es una enfermedad. No. Simplemente quiero decirte que
para hablar de algo con autoridad no tienes que haberlo
experimentado todo tú mismo. Una mujer que va al ginecólogo sería
muy tonta si pensase: «Él no sabe nada de mujeres porque no pasa
por todo lo que nosotras pasamos». Tan sencillo como eso. No
necesito haber experimentado todo para saber de qué estoy
hablando, o para conocer las heridas que veo que se hacen cuando
“juegan a estar casados” sin estarlo, o cuando simplemente ven el
sexo como un “juego” o “diversión”. He leído muchos libros sobre el
tema y lo sigo estudiando, además de haber escuchado a lo largo
de mis más de veinte años como sacerdote a muchísimos jóvenes
que me han confiado lo que a nadie más se atreven a confiar, que
me han mostrado sus heridas más vergonzosas y profundas para
encontrar un consejo, una palabra de aliento o también el perdón y
un nuevo inicio. Por algo a los sacerdotes también nos llaman
“curas”, porque con el poder de Dios somos capaces de curar las
heridas más profundas, las heridas del alma.
Por eso, lo que por un lado parece ser una gran desventaja —ser
sacerdote—, es una tremenda ventaja. A los sacerdotes las
personas nos confían sus secretos, nos muestran lo que pasa
dentro, nos exponen las heridas que se hacen cuando empiezan a
jugar con el sexo. ¡Cuántas veces he visto el daño que los hombres
son capaces de causarle a una mujer cuando la presionan para
“avanzar porque no pueden esperar”! ¡A cuántas jóvenes
engañadas, abusadas, desilusionadas, heridas, descartadas he
escuchado llorar amargamente! He visto también el daño que los
jóvenes varones se hacen cuando se obsesionan con el sexo,
cuando de una u otra forma terminan sometidos a la dura esclavitud
que causan la pornografía, la masturbación o las relaciones
sexuales, y que los vuelve tan torpes para poder amar de verdad a
una mujer.
Llegó un momento en mi vida en el que yo ya no podía permanecer
indiferente ante tanto dolor, ante tanto sufrimiento, ante tanta
confusión e ignorancia. Por eso he decidido hablar para ayudar
especialmente a las jóvenes mujeres a encontrar el amor verdadero
y a no ser ingenuas, dejándose engañar y engañándose a sí
mismas al avanzar por un camino que lo único que hará es
apartarlas cada vez más de ese amor que buscan.
Dado que el mal avanza cuando nadie lo denuncia, y dado que
todos hablan de sexo sin mencionar el daño que ocasiona física,
psicológica y espiritualmente cuando se adelantan las cosas, siento
que no puedo callar. La necesidad de hablar me apremia más aún
cuando veo que en este aspecto ustedes, las jóvenes, están «como
ovejas sin pastor», expuestas a ser devoradas por aquellos lobos o
“lobbies” que hace décadas trabajan por destruir sus valores
morales para construir una nueva sociedad en la que todo esté
permitido, una sociedad hedonista, sensual y liberal al extremo.
Finalmente, considero que poseo otra gran ventaja que sólo los
sacerdotes tenemos por gracia de Dios: ofrecer su perdón a quien
se acerca arrepentido. Su perdón es real, y te perdona incluso lo
que tú eres incapaz de perdonarte a ti misma. No son pocas las
veces que he acogido a hijos o hijas “pródigas”, que luego de haber
«malgastado toda su herencia», luego de haberse hundido en el
cieno renunciando a su propia dignidad, han encontrado en el
perdón de Dios y en el abrazo del Padre misericordioso una nueva
oportunidad y una nueva vida. ¿Quién mejor que una de estas hijas
que ha experimentado ese perdón de Dios para explicarte la
grandeza de este sacramento que el Señor nos ha dejado en su
Iglesia? Por ello quiero terminar este acápite compartiéndote lo que
en una ocasión me escribió una “hija pródiga” luego de encontrarse
con la misericordia de Dios a través del sacramento de la
Reconciliación:
«No sé si me podrá entender: ¡¡¡hoy he vuelto a la vida!!!
La mujer pecadora, ¡esa mujer no se puede parecer a la mujer que yo fui! El día de
hoy, gracias al Señor, he vuelto a nacer. ¡Yo caminaba con el alma destrozada y
muerta!
Sentía la necesidad de acabar con ese sufrimiento, pero me daba terror hablar con
un sacerdote, ya que una vez que me confesé, ¡por decirle que no iba a Misa casi
me latiga! Yo me decía a mí misma: “¡Merezco ir a la hoguera por lo que hice!”.
Trataba de buscar el perdón que mi corazón clamaba y no sabía cómo. Yo me decía
que el Señor no me iba perdonar tremendos hechos y que me merecía eso y más.
Vivía muy triste, espiritualmente hablando.
Al ser rescatada por el Señor a través de su sacerdote, recibí un bálsamo en el alma
que me curó de todo. Al reconocer mis faltas y mis culpas, al confesarlas, me di
cuenta de que el amor de Dios es más grande que TODOS nuestros pecados y que
no existen para Él escalas de pecados: que por hacer una cosa sí te perdona, o por
hacer otra más grande no te perdona. ¡La misericordia del Señor nos llega porque
nos ama! Él vio mis miedos, mis temores, mi sufrimiento, y salió en mi búsqueda…
¡¡¡y ahora vivo muy agradecida!!!
¡No puedo expresar lo agradecida que estoy con el Señor por haberlo puesto en mi
camino! ¡Estuve esperando por casi 20 años! El hecho de saber que vuelvo a ser su
hija no tiene precio, me hace sentir aún más comprometida con la vida y con cada
ser humano que se me acerque, para lo que necesiten de mí, si el Señor desea que
sea herramienta suya.
Gracias al Señor esta mañana, al ver el sol y el día, para mí todo tenía otros colores
y hasta otro olor… ¡¡¡olor a PAZ!!!
¡¡¡Gracias, Padre, gracias por rescatarme!!!».
II. ¿En qué ambiente nos encontramos?
Para hablar de pureza o castidad creo que es importante, en primer
lugar, tomar conciencia de la realidad en la que vivimos y analizar
con objetividad los mensajes que nos llegan a diario ya sea por
televisión, Internet, radio, prensa, publicidad, o por intermedio de
profesores, profesionales, parientes, amigos, amigas, etc. Si no te
ejercitas en una sana actitud crítica, asimilarás los mensajes sin
cuestionarlos y terminarás pensando “como piensa todo el mundo”,
que “así son las cosas” y que así debes vivir tú también “para ser
feliz”.
a. Una cultura hedonista
Lo primero que descubrimos al observar nuestro entorno es que
vivimos en un ambiente sobrecargado de hedonismo. Esta palabra
viene del griego hedoné, que significa placer. El hedonismo es la
doctrina que proclama el placer como fin supremo de la vida,
elevándolo a categoría de ídolo. En otras palabras, es la mentalidad
que cree o te hace creer que para ser feliz lo que debes perseguir
en la vida por encima de todo es el placer. El hedonismo hace del
placer, especialmente del placer sexual, el ídolo ante el que debes
arrodillarte, al que debes sacrificar todo, incluso a las personas y a ti
misma.
Algunos proclaman un hedonismo radical y sostienen que todos los
placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción. Otros
proponen un hedonismo moderado y afirman que la dosis de
placeres debe ser medida para que así aumente el placer. En
ambos casos la finalidad es la misma: alcanzar el máximo placer
posible. Y al placer sexual se le da un lugar privilegiado, como lo
manifiesta una empresa que se ha propuesto llevarlo a nuevos
límites:
«Sexo. Es el placer supremo. ¿Pero qué si se puede aumentar? (…) está probando
nuevas ideas y productos para empujar los límites del placer más allá».
La excusa para disfrutar de los placeres sin ningún límite es que “la
vida es corta y hay que disfrutarla al máximo”. No es nada nuevo; ya
en la antigüedad se decía: «Comamos y bebamos que mañana
moriremos» (1Cor 15,32). Es así que el placer se convierte para el
hedonista en la norma última de sus acciones, sin importar a
quiénes use o el daño que cause en el camino a las personas que
utiliza como objetos para satisfacer sus propios placeres.
Esta mentalidad de buscar constantemente el máximo placer en
todo se manifiesta también de otra manera: huir del dolor y del
sufrimiento a toda costa. Los avances en la producción y uso de los
anestésicos han hecho posible eliminar prácticamente todo dolor en
cualquier intervención quirúrgica. La industria farmacéutica ha
elaborado pastillas para aliviar o quitar todo tipo de dolor. No digo
que sea algo malo, ¡todo lo contrario! ¡Es muy bueno! Pero el efecto
colateral es que nos ha hecho menos valientes o resistentes al
dolor, al sufrimiento, de modo que se nos hace fácil acudir a otras
formas de evadirlo o calmarlo que ya no son tan buenas, como
tomar alcohol en exceso “para olvidar las penas”, o consumir drogas
para evadir la realidad, o buscar ciertas “aventuras” o experiencias
para “relajarse” o huir de la monotonía en la que ha caído una
relación. Hay también en el mercado unas drogas cuyo nivel de
consumo hoy es alarmante, y que conjugan la evasión de la realidad
con la experiencia del “placer último”: la pornografía y la literatura
erótica.
Desde que existe Internet, la pornografía se ha vuelto mucho más
accesible de lo que era antes. ¡Qué difícil se hace no ver “algo”
cuando estás navegando, cuando nadie te mira o cuando estás
“tensa” y quieres “relajarte”, o cuando simplemente quieres ver! La
tentación de “curiosear” haciendo un “clic” es fuerte, y a veces basta
mirar una sola imagen para quedar “enganchada” y luego querer ver
más, y más, ¡y más! Pienso en tantos niños y adolescentes que se
ven expuestos hoy en día a esta seducción diaria y que no tienen la
voluntad formada para poder resistirse. ¿Qué fuerza puede tener un
adolescente en el “despertar hormonal” para rechazar la primera
oportunidad que se le presente de ver pornografía, más aún si sus
compañeros de colegio hablan todo el día de lo último que han visto
y del placer supremo que les produjo? De esto no se salvan ni los
niños, pues los productores de pornografía están continuamente
ideando nuevas maneras para que, a la hora de navegar en Internet,
incluso a ellos les “aparezcan de casualidad” o se encuentren
“accidentalmente” con imágenes seductoras o provocativas que los
inciten y estimulen, de modo que desde pequeños generen una
dependencia y adicción a la pornografía que los convierta en el
futuro en fieles consumidores de los “productos” que ofrece esa
industria. Según una encuesta realizada en Estados Unidos, la edad
promedio en la que los niños ven pornografía por primera vez es a
los nueve años.
¿Pero no es exagerado hablar de una “adicción” a la pornografía?
No. De esto trataremos más adelante. Por ahora basta decir que la
pornografía se convierte también en una forma de evasión de la
realidad. Lo que allí se muestra es pura fantasía, y ha sido diseñado
para que el ser humano se frustre en la vida real y por ello siempre
termine volviendo al único lugar que le puede proporcionar esa
“perfección” de la vida sexual: la pornografía. Para la mujer esto se
convierte además en una trampa: ella cree que tiene que imitar a las
estrellas pornográficas para contentar a su enamorado, novio o
esposo, y no se da cuenta de que —justamente por ser una fantasía
y por ser irreal— jamás podrá llegar al mismo nivel. Por todo ello la
pornografía está destruyendo muchas vidas y también muchos
matrimonios.
Los productores de pornografía han encontrado maneras de
enganchar también a las mujeres, de volverlas dependientes y
adictas, consumidoras de su material. Y en ese empeño han
descubierto una veta que están explotando: la literatura romántico-
erótica. Un caso que sonó mucho y que podría servir como ejemplo
es el del libro Cincuenta sombras de Grey, un best seller que por su
6
éxito fue llevado también a las pantallas . Libros semejantes, muy
leídos especialmente por las mujeres por su carga de romanticismo,
están presentando una visión tremendamente deformada de la
sexualidad humana, convirtiéndose en muchos casos en un “manual
de cómo tener sexo”. Evidentemente, el amor allí no existe, pues
todo es físico, todo es confundir amor con placer sexual.
Una aclaración: ¿es malo el placer?
Hemos hablado del hedonismo, de cómo el buscar el máximo placer
se propaga hoy en nuestra sociedad como norma suprema. Quizá
alguien en este punto se pregunte: ¿Es que acaso es malo el placer
sexual? La respuesta es “no”:
«La actitud cristiana no significa que haya nada malo en el placer sexual, como
tampoco lo hay en el placer de comer. Significa que no debemos aislar el placer e
intentar obtenerlo por sí mismo, del mismo modo que no debemos intentar obtener
el placer del gusto sin tragar ni digerir, masticando cosas y escupiéndolas
7
después» .

Imagínate que te invitan a cenar a una casa en la que todos, luego


de masticar los alimentos y disfrutar su sabor, escupen el bolo
alimenticio al suelo. Imagínate que viajas a un país en el que todos
hacen lo mismo. ¿No te chocaría? ¿No pensarías que algo anda
mal con esas personas? ¿No consideramos una enfermedad o un
problema cuando una chica se induce una y otra vez el vómito luego
de comer “para no engordar”? Ahora piensa en el placer que
produce el sexo y el punto al que hemos llegado en nuestra
sociedad de separar el placer de la consecuencia natural de la
relación sexual: un hijo. Lo que he planteado en esa situación
hipotética con respecto a la comida es lo que se hace en nuestra
sociedad cuando se busca disfrutar únicamente del placer sexual,
separándolo de su finalidad procreativa. Claro, al plantear eso
muchos reaccionarán inmediatamente diciendo: «¿Pero acaso la
idea es llenarse de hijos?». Lo mismo podrían argumentar las
anoréxicas para que las dejen en paz: «¿Acaso la idea es
engordar?». No, la idea no es engordar, pero tampoco perder peso
hasta convertirte en un esqueleto viviente. Si no quieres “llenarte de
hijos” o “engordar”, hay otro camino: el autodominio, la disciplina, la
moderación, y también, en ciertos momentos, la restricción o
abstinencia. Pero claro, si los jóvenes no están dispuestos a
considerar esa opción sin intentarlo siquiera, dirán que es imposible
vivir la castidad y que las relaciones sexuales son una “necesidad”.
Quien sólo quiere disfrutar el placer del momento no hace más que
justificar su comportamiento equivocado, y dado que no soporta que
alguien cuestione su proceder, tratará de manipular, presionar y
convencer a todos los demás para que crean que lo anormal es
dominarse, esperar, ser virgen, y que lo “moderno”, “normal” y
“saludable” es hacer de todo ya no sólo con el enamorado sino con
quien sea.
Naturalmente el ser humano experimenta placer al comer
justamente para que se alimente y de esa manera se mantenga vivo
y tenga energías para hacer muchas cosas. ¿Quién comería si no
se le despertase el apetito y disfrutase de la comida? De hecho, las
personas que pierden el apetito corren el riesgo de desnutrirse y de
morir, ¡y qué difícil es que un niño coma algo que no le gusta! El
placer de comer es bueno en sí mismo, pero además está
claramente unido a una finalidad natural: tu supervivencia. Algo
semejante sucede con el placer sexual: es bueno en sí mismo, pero
además está asociado a una doble finalidad. La primera es producir
una profunda comunión entre el hombre y la mujer, una unión que
no sólo es física, sino también psicológica y espiritual. La segunda
es la reproducción de la humanidad. Eso es lo natural, lo que está
inscrito en la naturaleza del hombre y de la mujer. Pero lo que se
viene haciendo en nuestra sociedad es separar el sexo no sólo de
su finalidad procreativa, sino también de la finalidad unitiva. Las
relaciones sexuales se presentan cada vez más como un “pasarla
bien juntos” sin asumir ningún tipo de compromiso, algo que tan sólo
requiere del consentimiento para proporcionarse un mutuo
“beneficio”. En estas relaciones no sólo se busca excluir a toda
costa un hijo “no deseado”, sino que incluso se han inventado
“reglas” que eximen de toda responsabilidad, de todo compromiso, y
buscan producir lo imposible: que la mujer no se involucre
emocional o sentimentalmente con la persona a la que se entrega.
En última instancia, aunque se les ponga el rótulo de “amor” o
“amistad” para justificarlo todo, las relaciones sexuales que se
cierran al compromiso se convierten poco a poco —si no lo son ya
desde un principio— en un “egoísmo compartido por dos”.
Sabemos que las mujeres anoréxicas se van consumiendo a sí
mismas, haciéndose cada vez más daño, pudiendo incluso llegar a
8
acarrearse la muerte . Lo mismo sucede con el ejercicio de la
sexualidad cuando se le separa de sus dos finalidades naturales: el
hombre y la mujer se van destruyendo a sí mismos, se van
volviendo cada vez más egoístas, más centrados en su propio
placer, y se alejan cada vez más del amor verdadero. Y como les
sucede a las anoréxicas, que siempre se ven gordas por más flacas
que estén y por más huesos que se les noten, así también les
sucede a quienes han separado el placer de sus fines naturales:
consideran que para llenar un vacío de afecto o amor lo que les falta
es más sexo, más placer, y languidecen cada vez más por falta de
amor hasta que finalmente mueren de inanición. No por nada
muchas estrellas porno han terminado suicidándose: tanto sexo las
ha dejado vacías de amor, y sin amor sus vidas se cargan de dolor y
carecen de sentido.
El problema, quiero dejarlo claro, no está en el placer en sí mismo,
sino en la separación que se ha hecho del amor auténtico y de su
finalidad natural. Tarde o temprano todo lo que se hace en contra de
la naturaleza se vuelve contra la mujer o el hombre, nos afecta a
veces irremediablemente. Guardando la unidad con sus finalidades
unitivas y procreativas, el placer es algo muy bueno, querido por
Dios, hace bien al ser humano y es algo que puede y debe
disfrutarse plenamente.
Aclarado este punto, quisiera volver a centrar nuestra mirada en el
ambiente en el que nos desenvolvemos, en esta “atmósfera” cuyo
“aire” respiramos cada día, en esta “lluvia torrencial” que se ha
desatado sobre nosotros. En efecto, gracias a los medios de
comunicación masiva y a la publicidad nos llueven continuamente
imágenes y mensajes cargados de sensualidad, de erotismo y de
egoísmo.
b. Un bombardeo incesante
En las películas de cine no falta la escena sensual o sexual, cuando
no es explícitamente “para mayores”. No pocas veces vemos que la
pareja que se conoce un día, al poco tiempo —a veces ese mismo
día— ya están juntos en la cama. Se transmite la idea de un amor
sin compromiso, de sexo fácil sin consecuencias ni
responsabilidades más allá de las promesas del momento, cuando
las hay.
La televisión, con tal de mantener o aumentar el rating, nos
bombardea con imágenes o mensajes que nos provocan y estimulan
sexualmente. Muchas presentadoras lucen sus generosos atributos
con minifaldas, ropa apretada y escotes llamativos. Las telenovelas
se han vuelto cada vez más “calientes”. Se ofrecen programas “para
jóvenes” que incluyen competencias entre hombres y mujeres que
rayan en lo erótico. Como “sólo son entretenimiento y juegos
divertidos”, se presentan a la hora en que niños y jóvenes pueden
verlos sin el control de sus padres. Series como «Sex and the City»,
los videoclips de MTV o incluso algunos dibujos animados reflejan la
manera “moderna” de vivir la vida y van imponiendo entre los
jóvenes estereotipos de comportamiento, modelos a seguir. Con
este continuo bombardeo de mensajes en contra de la castidad,
niños y jóvenes son influenciados e inducidos a tener el mismo
comportamiento sensual, erótico y sexual que ven en la televisión.
Ni qué decir de la programación “para adultos” que se ofrece a partir
de cierta hora o en ciertos canales por los que se debe pagar una
suscripción.
También algunas emisoras radiales contribuyen a la difusión de
estos mensajes. A veces encontramos programas en los que
psicólogos profesionales hablan y aconsejan a los oyentes sobre
temas referidos a la sexualidad. ¿Alguna vez has escuchado a
alguno de ellos recomendarles a los jóvenes que esperen hasta el
matrimonio? El único criterio que parece importar es: ¿están ambos
de acuerdo? Si hay consentimiento, todo está permitido, todo es
“bueno”, “sano” y hasta “terapéutico”. ¡Cuántos psicólogos sugieren
a los jóvenes tener relaciones sexuales con sus parejas como parte
del tratamiento! Para ellos es importante que “se conozcan
sexualmente”, y lo recomiendan como remedio para mejorar una
relación que va mal.
Hace ya varios años está de moda un tipo de música urbana
llamada “reggaetón”. El contenido de muchas de sus letras es
explícitamente sexual. Se baila de manera sensual, e incluso
imitando los movimientos de una pareja que realiza el acto sexual.
Canciones con ese contenido influyen en nuestra visión de la mujer
y del hombre, así como en nuestro comportamiento sexual. La visión
de la mujer expresada en estas letras la degrada a un nivel de
objeto sexual.
La publicidad usa a las mujeres bonitas para vender más. Creo que
no es un secreto para nadie, y funciona. No falta la chica sensual,
seductora o incluso erótica junto a un automóvil, o en anuncios
publicitarios de ropa, perfume o champú para hombres, de cervezas,
etc. Cualquier producto al que se le pone una mujer hermosa al lado
vende más, tan sencillo como eso. Cuando se asocia el producto
con el placer que le produce al hombre el solo ver a una chica
seductora con esa ropa o en esa pose, las ventas suben.
Encontramos también en las calles carteles publicitarios que
promocionan condones. Se ha convertido en algo corriente y
aceptable. Los ubican estratégicamente frente a colegios y
universidades. No hace mucho vi uno que promocionaba
preservativos «con sabor a fresa y chocolate». Les dicen en otras
palabras a ustedes, jóvenes: «El sexo oral es normal, y te vendemos
un producto para que lo disfrutes más». Me da pena tener que
decirlo tan crudamente, pero no estoy más que evidenciando lo que
ese tipo de publicidad transmite a miles de jóvenes día a día. Yo me
pregunto: ¿En verdad lo hacen “por amor”? ¿Qué hay de amor en
eso? A mí me parece francamente degradante para la mujer que
realice algo así, y que “libremente” se tenga que someter a eso
“porque todos lo hacen”, o porque “es lo que se ve en la
pornografía”. No son pocas las que se sienten muy avergonzadas,
sucias, rebajadas en su dignidad luego de ceder a la petición del
enamorado o el novio, aunque no dicen nada porque se les induce a
creer que es lo que deben hacer para mantener contento al hombre.
Sí, lo sé: no siempre es culpa del hombre, no todos los hombres son
así, no siempre es él quien da el primer paso en estas cosas, sino
que también hay mujeres que se lo ofrecen.
En fin, basta prestar atención a los carteles o spots publicitarios para
entender que crecemos rodeados de publicidad que nos incita a no
ser castos. ¿Por qué? Porque hay gente que desea despertar y
mantener inflamados nuestros deseos sexuales para vender más,
para ganar más, porque el sexo vende.
Están también las revistas femeninas que las invitan a verse más
sexies, les sugieren cómo conquistar al hombre o de qué manera
lograr satisfacerlos o satisfacerse más y mejor con inacabables tips
y consejos. Y no tienen que ser revistas para mujeres mayores.
Como veremos más adelante, es común encontrar en publicaciones
juveniles artículos y comentarios sobre los «amigos con derechos»,
proponiendo las reglas para llevar ese tipo de relaciones… Me
pregunto: ¿Puede haber derechos sin deberes? ¿Quién habrá
inventado esas reglas? Puro “placer compartido”, todo es solamente
físico, cero compromisos, cero amor. ¿Es eso lo que una mujer
anhela en lo profundo de su corazón? Esto es lo que se les impone
a ustedes como una “nueva moda” y les destrozan la vida, porque
una mujer no puede separar lo físico de lo emocional y de lo
espiritual. Una joven que se presta a ese “mutuo beneficio sin
compromisos” pronto se sabe usada, y cae en el círculo vicioso de
despreciarse cada vez más a sí misma y de buscar sentirse querida
a cambio de seguir entregando algo de sexo a sus “amigos”. Así, se
hunde cada vez más en la soledad, en el vacío, en la tristeza de no
saberse verdaderamente amada.
Gracias a Internet la pornografía ha invadido los hogares y se ha
convertido en una plaga que transtorna a los seres humanos. Hoy
se encuentra al alcance de tan sólo un “clic”. Una cantidad enorme
de material pornográfico se ha vuelto totalmente accesible (basta
tener un aparato electrónico con conexión a Internet) y asequible
(puedes obtenerlo gratis). Hoy en Internet se puede ver de todo,
incluso las aberraciones y perversiones sexuales más alucinantes.
De paso, la industria pornográfica es un negocio redondo para sus
productores. Las ganancias son bimillonarias y van en aumento
cada año. Ver pornografía no es cosa de broma.
En lo que toca a la moda femenina, los diseñadores —es decir,
quienes te imponen la moda y definen cómo debes vestir— han
descartado la modestia y el pudor como criterios para el diseño.
Sencillamente, la modestia “no está de moda” y el pudor es algo que
debes superar si quieres vestir “a la moda” y no ser ridiculizada por
tus amigas.
Pero, ¿qué es la modestia? ¿Qué es el pudor? Por definición, la
modestia es una «virtud que ordena la apariencia externa de la
persona». Ordena y modera no sólo la vestimenta, sino el
comportamiento en general. El pudor o recato, por su parte, es un
sentimiento que lleva a la persona a ocultar lo que debe permanecer
velado y que, por lo mismo, protege la intimidad.
Al dejar de lado la modestia y el pudor se les hace más difícil a los
hombres ver el corazón de las mujeres y valorarlas y amarlas por lo
que hay en su interior. Incluso al hombre que quiere respetar a las
mujeres le resulta difícil no mirar a una chica que muestra
demasiado, y no mirarla como un objeto sexual.
c. La mujer como objeto de placer
En nuestra cultura muchas veces la mujer es vista como un objeto
de placer y de consumo: usar y botar. Un día me encontré con un
panel publicitario que llamó mi atención. Mostraba a tres chicas en
bikini y, al lado, tres cajas con distintos tipos de condones. La
leyenda decía: «¿Cuál de éstas prefieres para el verano?». ¿Qué te
están diciendo con eso? Que la mujer es como el condón, sirve para
usar y botar, para “disfrutarla sexualmente” mientras dura el verano.
¿No te sientes degradada, rebajada en tu dignidad, ofendida? ¿No
te da cólera cuando ves anuncios así? ¿Protestas o te dejas usar?
Lo cierto es que nuestra cultura “educa” a los hombres a ver a la
mujer como un león mira a una gacela, o como el lobo mira a una
gallina: como a una presa. Acostumbrados a encontrarse en los
anuncios, revistas o películas a chicas “perfectas”, los hombres
terminan valorando a la mujer por su apariencia externa, por el físico
o por el placer que les ofrecen. Un hombre así se vuelve cada vez
más “macho”, incapaz de mirar el corazón de una mujer, incapaz de
amarla de verdad.
Yo sé que ustedes, las mujeres, no son responsables y no tienen la
culpa de que los hombres las miren así, pero sí está en ti dejarte
llevar por esa mentalidad o marcar la diferencia haciéndote respetar.
Entiende que si tú decides “disfrutar de la vida”, estás cayendo en la
trampa perfecta, la que te lleva a ser “una más” de esas mujeres
que son de “usar y botar”.
La revolución sexual
Probablemente has escuchado hablar de ella:
«La revolución sexual, como toda revolución, fue un largo período de crisis, de
cambio. Fue producto de una corriente de pensamiento que conllevó numerosas
reformas filosóficas y antropológicas, legales, sociológicas, y toda una movida
política, económica, social y cultural. Todo esto se vio acompañado por lo que
Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, llama la “era del vacío”, era en que se ha
olvidado el sentido de las cosas, se vaciaron de contenido las instituciones… era en
que nos toca vivir. Esto arrastró, sobre todo, cambios en las percepciones sobre la
virginidad, la relación entre sexo y amor, la concepción de familia y el papel de la
9
mujer» .

Pienso que a partir de esta “revolución sexual” las mujeres


comenzaron a cuestionar por qué los hombres podían tener sexo
con cualquiera sin ser mal vistos, mientras que a ellas se les
calificaba prácticamente de prostitutas si no llegaban vírgenes al
matrimonio. Reclamaron igualdad, con toda justicia. Sin embargo, la
igualdad que reclamaban iba más o menos en esta línea: «Si ellos
pueden tener sexo antes de casarse, ¿por qué nosotras no?». Y así,
en vez de exigir un cambio en la mentalidad de los hombres, se
pusieron “a la altura” de ellos, es decir, rebajaron sus estándares. La
igualdad exigida por las mujeres ha llevado a que ahora también
ellas tengan el “derecho” a tener sexo con quien les plazca, cuando
les plazca y con cuantos les plazca.
Sobre esta revolución escribe Myron Magnet en la introducción a un
libro que recopila artículos de varios autores:
«La revolución sexual ha fracasado en sus propios términos. Prometió hacernos a
todos más felices, más libres, más plenos, más vivos. Ahora, casi cuatro décadas
después… ¿dónde está la felicidad?…
En cambio, si examinas las relaciones entre los sexos hoy en día, lo que percibes
después de todos esos emparejamientos es una profunda tristeza. En el mundo del
sexo sin compromiso, para muchos la convivencia ha reemplazado al matrimonio y
las relaciones son pasajeras, dejando a las parejas llenas de desconfianza, de
resentimiento e incluso de deseo de venganza una vez que se produce la ruptura.
Aun cuando las feministas se encontraban entre las defensoras más vociferantes de
la revolución sexual, en el régimen post-revolucionario son especialmente las
mujeres las que están más molestas…
Nuestra liberación nos ha dejado más solos. A medida que el sexo moderno nos ha
llevado más allá del ámbito del amor, con su dependencia “esclavizante” y
autosumisión, a un ámbito de libertad y autorrealización, donde podemos
“encontrarnos a nosotros mismos” al “explorar la sexualidad”, la otra persona se
convierte cada vez más en tan sólo un medio para nosotros, un aparato
intercambiable con cualquier otro. Es así que muy a menudo permanecemos solos
incluso cuando estamos tan íntimamente conectados, simplemente usándonos unos
a otros para nuestros propios propósitos e intereses. No es de extrañar que los
hombres y las mujeres se hayan vuelto tan desconfiados entre sí. Se han propuesto
tener relaciones sexuales sin sentimientos y, dado que los hombres y las mujeres no
viven fuera del ámbito de la emoción, se van lastimando continuamente en cada
10
encuentro, esperando dar y recibir tan poco más allá de la excitación sexual» .

Con esta revolución lo que han conseguido las mujeres, en vez de


propiciar una nueva generación de hombres que las respete y
valore, es devaluarse a sí mismas en su dignidad y grandeza. En
lugar de elevar al hombre, la mujer se ha rebajado. Como
consecuencia, los hombres ya no piensan en casarse sino hasta
pasados los treinta, luego de haber “disfrutado” de las mujeres que
se entregan tan fácilmente porque ellas mismas andan a la caza de
aventuras sexuales. Me pregunto: ¿Ha sido una manera inteligente
de combatir el machismo? ¿Acaso no se ha reforzado justamente la
mentalidad machista en muchos, gracias a que se han multiplicado
las mujeres dispuestas a entregarse sin ningún tipo de compromiso?
¿A qué hombre le interesa casarse, si tiene todos los “beneficios”
que le ofrece el matrimonio sin las complicaciones y compromisos
del mismo?
«Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos, está sujeto a un
conjunto estricto de condiciones y responsabilidades. Las consideraciones prácticas
como los ingresos, el alojamiento y la estabilidad general se aplican
necesariamente. El sexo se convierte sólo en un aspecto de un compromiso de por
vida con otra persona. Pero si el sexo está divorciado de todas estas condiciones,
entonces nos quedamos con un acto meramente natural y agradable que está
limitado sólo por las propias opciones y oportunidades en la vida. Ésta es la forma
idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que queda es maximizar el
propio potencial sexual, mediante el cultivo de los atributos sexuales considerados
11
más deseables en la sociedad actual» .

De esta revolución poco inteligente habla Crystalina Evert en su libro


Feminidad pura:
«Un señor mayor lo dijo de la mejor manera: “He visto pasar muchas generaciones,
y todos los chicos han sido siempre iguales: siempre diciéndoles palabras dulces a
las chicas para hacer cosas con ellas. Pero esta generación de mujeres es
diferente. Son lo suficientemente estúpidas como para permitirles a los chicos
12
obtenerlo”» .

Torpemente, muchas mujeres han renunciado a un poder que


ustedes tienen sobre los hombres. Como hace notar también
Crystalina Evert,
«las mujeres tenemos un poder. Por la forma como nos vestimos, por la forma como
bailamos y por la forma como nos comportamos, podemos invitar a un hombre a ser
un caballero o a ser un animal... Tenemos el poder de volver miradas. Pero también
13
tenemos el poder de cambiar corazones» .

Lo dice, de otro modo, Carlos Vives en una canción titulada «Volví a


nacer»:
«Puedo trabajar de sol a sol, puedo subirme hasta el Himalaya, o batirme con mi
espada para no perder tu amor… Quiero casarme contigo, quedarme a tu lado, ser
el bendecido con tu amor».

Los hombres son capaces de elevarse y ponerse a la altura por una


mujer a la que verdaderamente aman. Se convierten en esos
príncipes que escalan altísimas torres para rescatar a sus princesas
amadas, en vez de pedirles que salten, prometiéndoles que no les
pasará nada porque ellos las recibirán en sus brazos. Nunca he
visto en esas películas saltar a las princesas, porque al lanzarse al
vacío sólo encontrarían la muerte. ¿Saltarías tú, o esperarías que él
suba a rescatarte? ¿Qué clase de hombre quieres? Eso depende de
ti… de que les exijas a los chicos ser hombres de verdad, de que los
obligues a elevar sus estándares manteniendo tus propios
estándares altos. No eres tú la que debe saltar, ¡es él quien debe
subir! Es muy fácil que tú te entregues, que tú te sacrifiques a ti
misma y tus altos ideales por él. Pero eso es como saltar para caer
en sus brazos. El reto consiste en que él te demuestre lo mucho que
vales para él, el amor que te tiene, escalando la torre, luchando por
elevar sus propios estándares, cultivando nobles ideales y
combatiendo por ellos, comprendiendo que para amarte de verdad
es necesario que él se domine a sí mismo y purifique, mediante la
virtud de la castidad, su corazón de todo egoísmo.
Entiende que tú, como mujer, tienes una misión importante en la
sociedad de hoy: ayudar a los hombres a que saquen lo mejor de sí
mismos, enseñarles que deben respetar a las mujeres aunque se
regalen o estén borrachas, exigirles que las traten con respeto,
como a sus propias hermanas, entrenarlos en la espera, en el
dominio de sus propios impulsos, en el amor verdadero que sabe
esperar y que no impone su impaciencia argumentando que es “una
necesidad”.
d. Amor sin compromiso
Se difunde en nuestra sociedad un amor sin compromiso. Cada vez
son más los jóvenes que tienen miedo o problemas para
comprometerse. En Europa ya no se casan, sólo conviven, y se está
poniendo cada vez más de moda esa costumbre también en
nuestras sociedades.
El matrimonio no es, como muchos ahora dicen con desdén, «tan
sólo firmar un papel». Claro que se firma un papel, como se firma
“tan sólo un papel” cuando el banco le concede a uno un préstamo.
¡Pero ay de quien incumpla aquello a lo que se compromete cuando
firma ese papel! Por tanto, no es “sólo firmar un papel”. La firma es
signo de un compromiso serio, que manifiesta una voluntad e
implica responsabilidades que uno se compromete a asumir. En el
caso del matrimonio, la promesa se refiere a cosas que uno puede
hacer, a acciones, no a sentimientos, pues nadie puede prometer
seguir sintiendo de una determinada manera con el paso de los
años. El matrimonio no es “sólo firmar un papel”, es asumir un
compromiso de modo solemne, un compromiso que uno está
decidido a honrar y cumplir por todos los días de su vida. La firma es
para que conste por escrito, y para que en el futuro uno no pueda
evadir las responsabilidades que se comprometió a asumir. Un
hombre que ve el matrimonio como algo sin valor es un hombre que
no está dispuesto a asumir los deberes y compromisos que derivan
del matrimonio, es un hombre que no ama de verdad.
Hace un tiempo se me acercó un psicoterapeuta muy arrepentido
porque, habiendo abandonado su matrimonio por irse con otra mujer
y queriendo justificarse a sí mismo, había difundido por años la
teoría de las “familias ensambladas”. ¿De qué se trata? Son nuevas
familias que se “ensamblan” con piezas de matrimonios rotos: un
divorciado con sus hijos que se junta con una divorciada con sus
hijos forman una nueva sociedad. Me decía él —que por diez años
había formado una “familia ensamblada”— que en una familia así
«no puedes tener ideales muy altos, porque si no, te frustras». Me
contaba, además, que su hijo le había dicho en una ocasión, con la
crudeza propia de la verdad: «Entonces tú no puedes creer en Dios,
porque si crees en Dios y has hecho una promesa ante Él, tienes
que sacarlo de esa familia ensamblada». Su hijo comprendía bien
que el matrimonio como lo entiende el cristianismo es un
compromiso para toda la vida, y que dura no sólo hasta que las
personas sienten que ya no están enamoradas entre sí, o hasta
cuando una se enamora de otra persona. Cuando eso sucede, por
la razón que sea, debe entrar a tallar la justicia, que incluye el
mantener las promesas que ha hecho de modo solemne y público
todo aquel o aquella que se ha casado por la Iglesia: fidelidad hasta
que la muerte los separe.
El asunto es que hoy en día se cree que ya no debe lucharse por
una relación cuando “se ha desgastado” o “cuando ya no hay amor”,
es decir, cuando uno ya no se siente enamorado como al principio,
cuando las emociones intensas o las “mariposas” han dejado de
revolotear en el estómago. Pues la vida real no es así; hoy te
sientes profundamente enamorada, pero luego de dos años de
casada probablemente no sentirás lo mismo. El enamoramiento es
una mezcla de ilusión, sueños, ideales, fantasías, todo el día
pensando en el enamorado o novio; eso tiene una importancia
tremenda para dar inicio a un amor más profundo, un amor que es
compromiso, que es voluntad de unir sus vidas para siempre y
formar un hogar sólido, pase lo que pase, cueste lo que cueste, por
todos los días de sus vidas.
Este amigo psicoterapeuta, luego de un profundo proceso de
conversión, ha vuelto con su esposa, la verdadera, la única. No fue
fácil, ciertamente, pero ella y sus hijos lo acogieron nuevamente.
Hace poco dio una conferencia titulada: «¿Es el amor para
siempre?». Allí dijo esto que quiero que leas:
«Al hacerme la pregunta de si el amor es para siempre, en realidad me estoy
haciendo la pregunta de si el amor existe… Cuando le entregaste tu amor de joven
a esa mujer u hombre que tienes a tu lado, ¿tú le dijiste: “te amo, pero por un ratito,
o por un tiempo, hasta que se nos pasen las maripositas”? ¿O le dijiste: “te amo, y
te amo porque necesito que sea para siempre”? ¿Era ese encuentro con la persona
amada un encuentro por un ratito o para siempre? Si tú te entregaste cuando te
encontraste con aquella persona, ¿tú crees que no pasó nada? ¡Cambiaste! ¡Para
siempre! Por lo tanto, si me pregunto si el amor es para siempre, tendría que
preguntarme si existe. Si el amor no es para siempre, si el amor está destinado
solamente a durar según cuánta anfetamina esté en mi cabeza rondando, o cuánto
mi cerebro le está mandando a mi corazón que lata más rápidamente, y dura un año
o dos años y medio aproximadamente, ¡eso no es amor! El amor me cambia
totalmente, por decisión, por compromiso. ¿Y si un día decido que “no”, que “ya no
quiero seguir”? No era amor o no estás amando, o lo que es peor, de repente sí era
amor, o sí es amor, y el que lo está dejando pasar eres tú.
Si de algo estoy convencido es de que la entrega no es solamente de mi cuerpo, la
entrega no es solamente de mi mente, es algo que viene de algún sitio y va hacia
algún sitio, y en ese camino utilizo la única ruta que existe. Yo vengo del Amor, voy
hacia el Amor, y es a través del Amor que hago mi recorrido. Eso es lo que
comparto contigo. Tú también sientes lo mismo, tú también vienes del mismo sitio y
vas hacia el mismo sitio: el Amor. ¿Qué compartimos todos nosotros aquí?

¿Por qué me atrevo a hablarte del amor así? Porque yo no te estoy hablando de
nada nuevo, porque está calzado en ti, porque es parte de ti, porque siempre estuvo
allí. ¿Y sabes qué pasó? En los ojos de esa mujer que tienes al lado o en la que
estás pensando, descubriste esa huella imborrable, imperecedera, ese afán que te
es imposible acallar no importa lo que ocurra, no importa cómo lo llames, pero que
te lanza otra vez a mirarte en el espejo de sus ojos y decir: yo soy capaz de amarte
y tú eres capaz de amarme. Identificamos el amor en nosotros que nos hace
distintos. Por eso lo intentaste, por eso te arriesgaste, porque no es cualquier cosa,
porque no estamos hablando simplemente de algo perecedero, porque ansiamos y
tenemos un afán impresionante de ir mucho más allá de algo que acabe con
nuestros días. Además, hablar de amor no es hablar de pequeñas cositas, hablar de
amor es hablar de gente osada, de gente que se atreve, de gente que realmente
quiere entregarse».

e. Relaciones sexuales, ¿una necesidad?


Una gran mentira circula en nuestra cultura. Muchos la creen. Es
una especie de dogma moderno que se considera como verdad
absoluta e incuestionable: las relaciones sexuales «son una
necesidad» para el hombre, y por eso «no puede esperar».
En una ocasión me escribió una joven de dieciséis años:
«Hoy mi profesor del curso de “Persona, familia, relaciones humanas” —él tiene
unos sesenta años— dijo en clase que “los hombres necesitan desfogarse y que, en
vez de masturbarse, deberían tener relaciones sexuales”… Me dejó muy molesta,
porque los hombres del salón le creen y como que se lo toman en serio. No debería
hablar así, porque los hombres no son animales y pueden controlarse. No debería
hacer esos comentarios tan machistas y tontos, porque estamos presentes las
mujeres y como que algunas compañeras mías también se la creen».

En efecto, no son pocas las mujeres que terminan creyendo que


porque “los hombres tienen necesidades” no les queda más que
ceder y entregarse. En vez de exigirles que aprendan a dominar sus
impulsos y deseos sexuales, les consienten todo. Algunos de ellos,
por su parte, no pocas veces terminan presionando a las que
quieren esperar hasta el matrimonio:
«Éramos amigos; luego parecía que los dos estábamos hechos el uno para el otro y
fuimos enamorados (novios). Todo marchaba bien. Los primeros meses todo
parecía perfecto y me enamoré muchísimo de él. Él sabía que yo era virgen y
decidió respetarme en todo momento. Pero todo cambió cuando él se trasladó a
otra ciudad al recibir una buena oferta de trabajo. Manteníamos una relación
amorosa a distancia y nos veíamos muy poco, una vez cada quince días o cada
mes. Para entonces sus ideas de vivir la castidad habían cambiado. Empezó a
decirme que quería tener relaciones conmigo y que quería ser el primero. Para esto,
él ya había tenido relaciones sexuales antes con otras mujeres. Lo que me dijo me
entristeció muchísimo. Le dije que no, que yo no renunciaría a mi propósito de llegar
virgen al matrimonio. Él insistía diciéndome: “¿Por qué te preocupas por eso, si nos
vamos a casar?”. Y aunque yo me mantenía firme en mi propósito de guardar mi
virginidad, como lo amaba tanto, le permitía algunas cosas impuras, muchas veces
porque yo misma me exponía demasiado.
Una noche me llamó por teléfono y me pidió que me conectara a Internet. Me
conecté y por las cosas que me decía recién me di cuenta, pude ver que él ya no
me amaba, sino que sólo me deseaba. Empezó a decirme que para que nuestra
relación amorosa funcionase, tenía que ir de la mano con el sexo, que él ya no
podía esperarme más. Me decía que ya los dos éramos una pareja adulta que
necesitaba de “otras cosas” para que la relación funcionase, y que mucha “dieta”
hacía daño, que “uno no sólo puede vivir de verduras”, que “de vez en cuando es
bueno comer carne”. Tomé conciencia de que el hombre que supuestamente me
amaba me estaba tomando como un pedazo de carne que necesitaba comer para
no morirse de hambre. Todo giraba alrededor de “él”. ¿Y yo? ¿Cómo quedaba? Al
leer esto mis lágrimas inundaron mis ojos, la tristeza y el dolor eran tan grandes que
le dije que otro día hablaríamos de ello. Apagué la computadora y sólo me puse a
llorar».

Quien ofrece este testimonio tuvo el coraje que no siempre tienen


otras chicas:
«No fue nada fácil, pero un día me llené de valor y le dije que yo lo amaba
muchísimo, que me hubiera gustado que las cosas fueran distintas y que había
hecho una promesa de esperar hasta el matrimonio; y que por más que lo amaba,
prefería perderlo a él antes que renunciar a mi dignidad, a mis ideales, a mis
propósitos, antes que perderme a mí misma y perder a Dios. Así fue que le
terminé».
¿Es el sexo verdaderamente una necesidad para el hombre?
Necesidades tanto para el hombre como para la mujer son: comer,
beber, respirar, dormir, ir al baño. Pero si el hombre no se masturba
o no tiene relaciones sexuales, no se muere ni se enferma. Tú no
puedes caer en la trampa de creer que las relaciones sexuales son
una “necesidad” para el hombre. Ningún chico se va a morir si tú le
respondes que «no» cuando él te comenta que “no puede esperar
más”. Si él te dice eso, significa que lo que en ese momento más le
interesa es satisfacer sus deseos sexuales a costa de ti. Lo más
importante para él no eres tú, sino él mismo. Además, haz el
ejercicio de proyectarte a futuro: Si te casas con él, y por estar
embarazada o por alguna otra razón deben tener largos períodos de
abstinencia y él “no puede esperar más”, ¿qué va a hacer? Un
hombre que no puede dominarse con la mujer a la que ama —o dice
amar—, difícilmente podrá dominarse cuando se cruce por su
camino una mujer seductora, dispuesta a regalarse, a pasarla bien
con él o a obtener algo a cambio de sexo.
Hoy en día se hace más fácil para el hombre creer que el sexo es
una “necesidad” para él en gran medida porque se ha vuelto una
obsesión para todos. Si todos hablan de sexo y todo el día se habla
de sexo —y aquí incluyo también a las mujeres—, es muy fácil que
terminen pensando que tienen que experimentarlo y que “necesitan”
de él. Por otro lado, el apetito sexual crece no sólo cuando todo el
día se habla y se piensa en el sexo, sino también cuando damos
rienda suelta a ese apetito. Pongamos una comparación: si todo el
día uno piensa en comida, y si todo el día prueba esto y lo otro, en
vez de disminuir, crece, se hace más fuerte, se vuelve una
“necesidad” estar comiendo siempre. En lo que toca al apetito
sexual, si todo el día recibimos estímulos externos, si todo el día
hablamos de sexo, si nos acostumbramos a estimularnos
sensualmente a nosotros mismos o con otras personas,
terminaremos pensando que “es imposible vivir la castidad” y que
masturbarse o tener sexo es una “necesidad”. Parece “necesidad”
porque se ha vuelto una obsesión, y en muchos casos una
compulsión o esclavitud. Y sí, un hombre obseso con el sexo “no
puede vivir sin sexo”. Pero no es verdad que porque él no pueda
contenerse tenga que asumirse como una “verdad absoluta” que
sea una “necesidad” para el hombre.
También dicen que en nuestros tiempos es normal y sano tener
relaciones sexuales antes del matrimonio «porque es parte del
proceso de crecimiento y maduración de los jóvenes». Esto lleva a
que ahora, por ejemplo, sea común que el estar de enamorados
implique ya de por sí tener relaciones sexuales como parte integral
de la relación. Lleva, además, a que se esté poniendo de moda lo
que se han venido a llamar “amigos con derechos” o “amigos con
beneficios”, o a pasar simplemente la noche con un desconocido.
Pienso que lo que viene pasando en América Latina es fruto de la
imposición de una cultura occidental liberal y decadente. Se mira a
los países desarrollados como el modelo hacia el que tienen que
avanzar los nuestros incluso en temas de moral, sin cuestionar si es
bueno o malo para el país y su gente. Simplemente es lo “moderno”,
y hay que “avanzar” hacia la “liberación total” siguiendo los pasos de
naciones como Estados Unidos o España.
Existe también el mito de que la represión de los impulsos sexuales
genera neurosis. Sin embargo,
«la gente a menudo malinterpreta lo que la psicología nos enseña acerca de las
“represiones”. La psicología nos enseña que el sexo “reprimido” es peligroso. Pero
“reprimido” es aquí una palabra técnica: no significa “suprimido” en el sentido de
“negado” o “resistido”. Un deseo o pensamiento reprimido es uno que ha sido
relegado al subconsciente (generalmente a una edad muy temprana) y que puede
presentarse ahora a la conciencia sólo de un modo disfrazado e irreconocible. La
sexualidad reprimida no le parece al paciente sexualidad en absoluto. Cuando un
adolescente o adulto se ocupa de resistir un deseo consciente, no está tratando con
una represión ni está en el menor peligro de crear una represión. Por el contrario;
aquellos que seriamente intentan practicar la castidad son más conscientes, y
pronto saben mucho más acerca de su propia sexualidad que ningún otro. Llegan a
saber de sus deseos como Wellington sabía de Napoleón, o como Sherlock Holmes
sabía de Moriarty; como un cazador de ratas sabe de ratas, o un fontanero
[gasfitero] de tuberías que pierden agua. La virtud —incluso la virtud que se intenta
14
— trae consigo la luz; la permisividad trae las tinieblas» .

Quienes luchan día a día por vivir la castidad experimentan paz, una
paz que no tienen quienes se apresuran a dar rienda suelta a sus
curiosidades o impulsos sexuales. El daño emocional, psicológico,
espiritual y físico que una misma se hace o hace a otras personas
cuando “se deja llevar” por sus apetitos sexuales puede llegar a ser
muy profundo, severo y difícil de curar. Muchas veces toma años
recuperarse de esas heridas. La verdadera felicidad no está en
experimentar los placeres físicos sin restricción, sino en la paz
interior que es fruto de la pureza de corazón.
Para entender mejor por qué no produce neurosis ni hace daño
aprender a dominarse se me ocurre una comparación. ¿Qué pasa
cuando a un automóvil se le vacían los frenos? El conductor pierde
el control del vehículo, puede causar un accidente grave, lesiones a
sí mismo y a otros, incluso la muerte. Pues algo semejante pasa
contigo cuando quieres vivir “desenfrenadamente” tu sexualidad, sin
poner freno a tus fantasías, deseos o impulsos sexuales. El freno en
el automóvil no es algo malo; al contrario, es esencial porque
protege a sus ocupantes y a otras personas que andan por la calle,
porque evita accidentes y el daño consecuente, porque gracias a él
los ocupantes pueden llegar sanos a su destino. Tú también
necesitas aprender a poner freno a tus fantasías e impulsos
sexuales. Si tú no los dominas, te convertirás en esclava de ellos.
En realidad, el que tú seas feliz y logres hacer felices a otras
personas —ya sea a tu enamorado, tu novio, tu futuro esposo o tus
hijos— requiere de muchas restricciones de tu parte, de mucho
autodominio. El reclamo de que todo deseo o impulso sexual debe
ser satisfecho de inmediato porque es saludable y natural no vale
para nada. La salud física, emocional, psicológica e incluso
espiritual sólo se obtiene a partir de una serie de principios morales
por los que la persona admite unos y rechaza otros. Eso es lo que
hace hombre al hombre y mujer a la mujer: que sea capaz de
dominarse a sí mismo o a sí misma para alcanzar un fin supremo,
que en este caso es el amor verdadero. Si no quieres arruinar tu
vida y la de otros, lo primero que debes hacer es aprender a
controlar y dominar los impulsos de tu propia naturaleza. Sé que no
es tarea fácil, especialmente cuando “las hormonas están revueltas”,
pero es posible, como es posible dominar a un potro salvaje para
hacer de él un caballo dócil, del que pueden utilizarse todas sus
energías y fuerzas para realizar con él tareas nobles o
competencias fabulosas.
Para educarte en ese autodomino debes ser inteligente. Inteligente
es la mujer que no se expone poniéndose en lugares o situaciones
en las que es muy fácil terminar perdiendo el control de sí misma. La
pasión es como un fuego que se enciende de un momento a otro, y
que, una vez encendido, no se apaga hasta que lo ha consumido
todo. Tú debes ser consciente de que la pasión sexual es una fuerza
difícil de controlar o detener una vez que se enciende. Cuando eso
sucede, lo común es “dejarse llevar”. ¡Cuántas veces “pasó todo”
porque ingenuamente —o quizá intencionalmente— los enamorados
se quedaron solos en un cuarto o en la casa! Dominar tus impulsos
sexuales empieza por no exponerte, por no estar a solas en un
cuarto con tu enamorado o novio, por no ir sola al departamento de
un chico, y menos aceptar la invitación de ir a un hotel con él. Si tú
piensas que es muy romántico echarte con tu enamorado en la
cama y crees que “no va a pasar nada”, si te sientes fuerte y
consideras que puedes “manejar la situación” y tener todo “bajo
control”, tarde o temprano terminará pasando lo que no querías. Hay
lugares y situaciones en los que no tendrás la suficiente fuerza de
voluntad para decir «no». En este asunto, nunca está de más un
poco de humildad: no puedes meter tu cabeza en la boca de un león
pensando que no te va a hacer nada.
Pero volvamos a la comparación: ¿Es malo decir «no»? ¿Resulta
perjudicial poner un freno y decir «para»? Te respondo con otra
pregunta: ¿Es malo frenar cuando la luz del semáforo está en rojo?
¿Acaso frenar le causa daño al automóvil? ¡Todo lo contrario! El
freno te cuida, te protege, cuida y protege a quienes viajan contigo,
a quienes más amas. Si frenas cuando el semáforo está en rojo, o
cuando alguien intempestivamente se cruza en el camino, no le
saltan las tuercas al auto. No le hace daño alguno, como no te hace
daño alguno decir «no» y frenar tus o sus impulsos sexuales. Los
enamorados o novios tienen que ponerse límites muy claros y saber
decir «no» si no quieren hacerse daño y destruir el amor que se
tienen, convirtiéndolo en un egoísmo de a dos. Las manifestaciones
sexuales pueden y deben esperar para que el amor pueda madurar.
De lo contrario, “hacer el amor” se convertirá en “deshacer el amor”.
Este esfuerzo lo deben poner los dos, no sólo tú. Él debe ayudarte
también, pues si no, tarde o temprano tú terminarás cediendo. Como
recomienda Crystalina Evert, una de las razones por las que es
mejor que termines una relación es si «has tenido que decirle más
15
de una vez que se detenga» .
f. La presión social
Otro factor importante que influye en las relaciones sexuales
precoces y en una visión sexualizada de la juventud es la presión
social. En una ocasión me escribía una joven de trece años, al día
siguiente de haber hecho una promesa de castidad con el apoyo y
presencia de sus padres:
«Al llegar al colegio le conté muy contenta a mi amiga R. que había hecho una
promesa de castidad y su reacción no me sorprendió: ella se rio. Pasaron cinco
minutos y llegó otra amiga. R. le contó y se rieron juntas y me dijeron que no la iba a
cumplir».

Otra joven me compartió que cuando tenía doce años sus amigas la
segregaron del grupo porque ella quería guardar su virginidad hasta
el matrimonio.
Por esa misma presión, o porque varias de sus compañeras se
inician sexualmente a los trece, catorce o quince años y les hablan
de lo normal que es, muchas de ustedes terminan pensando que la
virginidad es una vergüenza, una especie de estigma del que deben
liberarse cuanto antes. Si eres virgen, probablemente serás objeto
de burla de tus amigas sexualmente activas, que te dirán que algo
anda mal contigo o que no quisieran ser como tú, tan aburrida:
«Mis “amigas” sabían que yo era virgen y en una de las reuniones de estudio se
empezaron a burlar y a reír de mí, diciendo: “No nos gustaría estar en tu lugar y
llegar, como tú, a los veinte y no conocer el sexo”. Al escucharlas, rompí en llanto,
porque me sentía muy débil e impotente».

Naturalmente no tienes que contarle a todo el mundo que eres


virgen o que has asumido un compromiso por vivir la pureza, pero
para quien opta por la castidad la presión es fuerte, porque implica ir
totalmente a contracorriente. No hay forma de evitar ese tipo de
bullying. Las burlas entre los hombres son tanto o más crueles que
las que reciben las chicas por parte de sus amigas. Un hombre que
hace esa opción es tildado de “raro”. Nadie se atreve ya a hablar de
esperar hasta el matrimonio. Eso, sencillamente, es demasiado
“marciano”, de “nerds” o “pavos”. Chicos y chicas hablan entre sí de
sexo y de pornografía apenas las hormonas empiezan a producir
cambios fisiológicos en ellos. Las chicas de catorce o quince años
ya conversan sobre «cómo será la primera vez», pensando en
“iniciarse” apenas puedan. Algunas lo hacen con sus enamorados,
pensando que eso durará «para siempre»; otras, con algún amigo,
simplemente por perder su virginidad o por saciar su curiosidad.
Hace poco me escribía una joven de quince años, que con un grupo
de amigas se propusieron guardar su virginidad hasta el matrimonio
luego de escuchar una de mis charlas unos meses antes:
«Mis amigas y yo la verdad estamos con las hormonas todas revueltas y muchas
veces he pensado que no voy a lograrlo. Me da miedo, y si no cumplo con la
promesa, me sentiría muy mal. Algunas de mis amigas ya se perdieron en ese
camino, si entiende a lo que me refiero, y tengo miedo de caer también yo. La charla
que dio les sirvió, sólo que como no tuvieron algo constante y alguien que les siga
aconsejando, se olvidaron. En verdad, quiero asumir el compromiso de guardar mi
virginidad hasta el matrimonio, pero tengo miedo de no poder cumplirlo. Aunque no
estoy con enamorado y el chico que me gusta es súper sano y tiene la misma idea
de vivir la castidad, lo que me preocupa es mi entorno social, es decir, mis amigas
que ya tienen ideas algo distintas. Bueno, unas ya lo hicieron y nos dicen que les
gustó, otras lo quieren hacer y a mí me entra esa curiosidad. ¡A veces creo que
puede ser bueno y me digo a mí misma que no! No sé, a veces pienso que me
sentiría bien, pero entregarle a alguien lo más preciado que tengo es imposible
hasta mi matrimonio. Sin embargo, a veces me pongo a pensar, “no es tan
complicado”, “sólo es satisfacción”, y no digo que lo haría a esta edad, porque en
verdad no lo haría, pero lo pienso más en el futuro».

Como vemos en este caso, la presión no tiene que ser


necesariamente “negativa” —en el sentido de las burlas y el bullying
que se puedan experimentar—, sino que en las mujeres puede
darse además por esa curiosidad que suscita aquello de lo que
hablan las amigas que ya lo han hecho, el que digan que les gustó,
provocando en ti aquel «yo también quiero experimentarlo». ¿Podrá
resistir una joven a la influencia de su entorno social? ¿Podrás
hacerlo tú? ¿Podrás resistir cuando los chicos empiecen a hablarte
del sexo como algo que «no te puedes perder»? Esto me escribía
una joven de trece años:
«Ya varios de mis amigos de catorce años me han pedido tener relaciones sexuales,
y cuando les digo que “no”, me dicen: “¡no sabes lo que te pierdes!”».

La presión para tener sexo viene también de ideas erradas y


equivocadas que tú te crees y que te llevan a pensar que es
necesario entregarse para que una relación con un hombre
funcione:
«Además de las burlas y comentarios de mis amigas, la relación de mis padres se
estaba destruyendo por la infidelidad de mi papá. Todo se acumuló y empecé a
creer que el sexo era lo fundamental en una relación. Pensaba erróneamente que
mi padre había buscado en otra mujer lo que mi madre no le pudo dar y que, al fin y
al cabo, llegar virgen al matrimonio no garantizaba nada y que lo único que
realmente importaba era satisfacer sexualmente a tu pareja».

Ante los comentarios, las burlas, ante todo lo que se ve en las


series, en el cine, en la vida de otras personas, ante la presión de
los mismos enamorados, ¿cuánto puede una chica resistir antes de
ceder? He escuchado el testimonio de muchas jóvenes que tenían
el sueño y la intención de guardarse vírgenes para el matrimonio,
pero que en el camino sucumbieron. En muchos casos lo hicieron
con sus enamorados, a quienes se entregaron creyendo en sus
promesas de “amor eterno” y de un “futuro matrimonio”, pensando
ellas mismas que eso era “para siempre”. Sobre esta triste realidad
me contaba un joven universitario de veintiún años, que ha hecho la
opción de guardarse virgen él mismo hasta el matrimonio:
«Yo he sido testigo de cómo muchas chicas han caído por presión de sus
enamorados y ahora se arrepienten, amigas cercanas. Es como si los chicos se
convirtieran en el mismo demonio al tentar así a una chica, ¡y hay tantas que no
tienen un sustento en el que apoyarse para mantenerse firmes!».

No quiero ser injusto, pues no siempre son ustedes las víctimas.


También se da lo contrario, como una vez me contó un amigo, cuya
enamorada lo amenazó con terminar con él si sacaba el sexo de la
relación. En ese instante, su propósito de vivir la castidad, tomado
en un retiro espiritual, se desvaneció por completo. Verdaderamente
hay mujeres que presionan a sus enamorados o los seducen, ya sea
por el mero placer sexual o porque confunden ser deseadas con ser
amadas: «Si no me deseas sexualmente, no soy valiosa para ti, no
me amas».
Puede que la pureza te atraiga mucho en un momento determinado
de tu vida, y puede que verdaderamente te sientas alentada a
vivirla. ¿Serás de las que perseveren? Lo cierto es que muchas
terminan renunciando a sus anhelos o ideales por la presión que
ejercen en ellas una persona concreta o un grupo. Ciertamente es
más fácil ceder que luchar contra la corriente. Si tú quieres vivir la
castidad, si quieres guardar tu pureza y esperar hasta el matrimonio,
asegúrate de mantenerte firme y de forjar día a día un carácter
fuerte y una personalidad consistente.
g. El gran negocio del sexo
Hay gente interesada en promover el sexo para ganar dinero, tan
crudo y sencillo como eso. Invierten dinero para fomentar el
libertinaje y una sexualidad precoz entre los jóvenes. Peor aún, en la
sociedad occidental ya se está introduciendo a los niños y niñas al
mundo sexualizado de los adultos:
«En el 2007, la Asociación Americana de Psicología publicó un informe sobre la
sexualización de las niñas, señalando que esta forma de auto-objetificación está
vinculada con “tres de los problemas de salud mental más comunes de las niñas y
las mujeres: desórdenes alimenticios, baja autoestima y depresión o estado de
ánimo deprimido”. Poco después, un comité del Senado australiano llevó a cabo
una investigación pública e informó en el 2008 que “la inadecuada sexualización de
los niños en Australia es cada vez más preocupante” y un “desafío cultural
16
significativo”» .

¿Ejemplos de cómo se hace dinero vendiendo sexo? La industria


pornográfica, que se presenta a sí misma como “entretenimiento”,
es una de las que más ganancias produce a nivel mundial. En los
últimos años la pornografía en Internet ha venido creciendo a un
ritmo del 40% anual. Por su volumen y crecimiento es difícil
encontrar información actualizada, pero en el 2005 las ganancias a
nivel mundial se calculaban en 57 mil millones de dólares, y sólo en
17
Estados Unidos, 12 mil millones .
¡Negocio redondo! ¿Y quién llena los bolsillos de estos magnates?
Todos aquellos que consumen pornografía, que andan
obsesionados con el sexo y por eso compran anticonceptivos,
“píldoras del día siguiente”, condones, revistas, “juguetes sexuales”,
etc. Creo que no hay que crear una teoría de la conspiración para
entender que toda una industria se pone en movimiento cuando se
mantienen inflamados tus deseos sexuales y cuando te hacen creer
que el sexo sin compromiso es algo de lo que debes disfrutar sin
ningún tipo de limitación. ¿No es a eso justamente a lo que se
dedica la publicidad: a crearnos necesidades, para que compremos
tal o cual producto que “necesitamos” para ser más felices?:
«No eres un animal sexual, como la publicidad quiere hacerte creer. Ellos excitan a
la gente para vender. Saben su cuento. Aprende a decir “no” a las presiones de
18
otros y verás lo bien que te sentirás al manejarte según tus principios» .

Lo que no te dicen quienes venden esos productos es el daño que


éstos te causan:
«Hace unos años llevé a mis hijas de diecinueve y veinte años a la ginecóloga para
un chequeo de rutina… Les mostró todos los métodos de anticoncepción que hay
en el mercado y las consecuencias que cada uno deja a largo plazo. Dijo que el
peor para las mujeres y lo que más consumen es la “píldora del día siguiente”, que
causa transtornos menstruales, aumento de peso, caída del cabello e infertilidad.
Una de mis hijas le preguntó: “¿Entonces por qué existen las pastillas del día
siguiente?”. La doctora le respondió que era negocio para las compañías
farmacéuticas. “Es más —añadió—, se hacen millonarias a costa de muchas
mujeres jóvenes y adultas ignorantes en el tema”. Fue enfática en decirles que les
recomendasen a sus amigas no tomarla».

La señora que me contó esto agregó:


«Le comparto esto para que usted a su vez lo comparta a las chicas. Dígales que
pidan información, que investiguen, que no tomen las cosas a la ligera, que cuiden
su cuerpo; después llega la hora de querer tener bebés y no saben por qué no
pueden salir embarazadas».

Dicho sea de paso, la infertilidad de aquellas mujeres genera luego


una nueva fuente de ingresos para numerosos médicos, que ayudan
a las mujeres afectadas por estos métodos a tener sus bebés,
cobrando fuertes sumas de dinero por el procedimiento. Y así sigue
el negocio…
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora
Existe malicia en personas y organizaciones que además de dinero
buscan “educar” a los niños y jóvenes para que piensen que “todo
es normal”, incluso lo perverso y degradante.
Michael Coren, en un artículo titulado «Promoviendo perversidad»,
cuenta cómo a comienzos de julio del 2013 la policía de Toronto
arrestó a Benjamin Levin. Este hombre de sesenta y un años fue
acusado de siete episodios de explotación infantil, incluyendo
posesión y acceso a pornografía de menores. Levin, miembro de
una poderosa e influyente familia, era a su vez «un educador que ha
influido en escuelas y maestros de todo el mundo». En Canadá llegó
a ser profesor en el Instituto de Estudios en Educación de Ontario,
una entidad crucial para orientar los métodos de enseñanza del
país. También fue viceministro de educación en Ontario entre 2004 y
2009.
Liberado bajo una fianza de 100,000 dólares, Levin
«ha estado al centro de la política y el poder educativos por una generación, y era
una figura principal en el sistema educativo que nos dio [a Canadá] el más reciente
currículum de educación sexual extremista y perverso. El currículum se pospuso por
presión del público… Para quienes hayan olvidado lo sórdida y provocadora que era
esta basura, proponía que chicos de once años aprendieran sobre identidad de
género, homofobia, satisfacción personal, y descubrieran sus cuerpos a través de la
masturbación y la lubricación vaginal. A los doce y trece años se les enseñaría
sobre sexo anal y oral. En todo momento se les diría que hay varios géneros, que
nosotros podríamos ser del género que quisiéramos o pensáramos que somos, y no
necesariamente de aquel con el que hubiéramos nacido. También había una
concentración en la homosexualidad, la bisexualidad y los cambios de género, y una
extraña y grotesca obsesión por una sexualidad sin amor y marginal que no tiene
lugar en la educación, y ciertamente no en la educación de niños tan pequeños».

¿No es ésa la “educación sexual” que se busca imponer en los


colegios públicos de varios países de América Latina gracias a la
presión de lobbies interesados en que las nuevas generaciones
sean educadas en esa misma visión del hombre y de la mujer? ¿Es
gente normal la que produce esos programas educativos y
promueve una sexualidad sin amor? El mismo autor del artículo
llama la atención sobre
«Alfred Kinsey y sus libros e investigaciones sobre sexualidad, que han moldeado la
enseñanza y el pensamiento sobre el sexo, los niños y el comportamiento por
décadas, y todavía lo hacen. Ahora sabemos, sin embargo, que él mismo era un
psicópata, mentiroso y pedófilo que torturó y abusó de niños y bebés. Sus ideas han
causado un daño inconmensurable, y la batalla continúa. En Croacia, por ejemplo,
buenas personas están intentando prevenir que sus ideas se introduzcan en las
19
escuelas» .
Conclusión
Hasta aquí he querido ofrecerte un largo aunque muy incompleto
recuento de algunos elementos que forman parte del ambiente
cultural en el que estamos sumergidos y nos movemos. ¿No vamos
absorbiendo día a día estos mensajes o formas de pensar y actuar,
haciéndolos “nuestros”? ¿Cuánto nos influyen? ¿Somos libres de
pensar como pensamos en temas que tienen que ver con la
sexualidad humana? ¿O estamos condicionados por la forma como
otros quieren que pensemos y actuemos?
Me doy por satisfecho si comprendes que tu modo de pensar o
actuar no está libre de todas estas influencias, y que, si quieres
hacer la opción por vivir la castidad, si quieres crecer sin ataduras ni
vicios, alejada de las cosas que te hacen daño, si quieres tener una
vida realmente humana y realizada, tendrás que ir a contracorriente
y que asumir una lucha tenaz, ardua y heroica. ¡Pero créeme que
vale la pena y que no estás sola!
III. Hechas para amar y ser amadas
Todos experimentamos un profundo deseo de amar y de ser
amados. Sepámoslo o no, nuestra felicidad depende de que
encontremos y vivamos un amor auténtico, verdadero. He citado ya
al Papa San Juan Pablo II cuando decía que «el ser humano no
20
puede vivir sin amor» . Amar y ser amados es crucial para cada
uno de nosotros. Sólo el amor nos lleva a la felicidad. Sólo el amor
da sentido a nuestra existencia.
Pero encontrar el amor verdadero no es fácil, y la dificultad de
encontrarlo aumenta por la confusión reinante en nuestra sociedad.
Muchos creen que es lo mismo “amar” que “estar enamorados”, que
por lo tanto el amor puede cambiar con el tiempo y que el amor dura
lo que dura el sentimiento. El amor verdadero existe, y es eterno,
pero la cuestión es dónde y cómo encontrarlo. Si muchos han
dejado de creer en el amor eterno, no es porque no exista, sino
porque se han frustrado en su búsqueda, y se han frustrado porque
no han sabido o no han querido buscarlo en el único lugar donde se
encuentra: en Dios.

Aparte de esta confusión reinante, a ustedes jóvenes se les


confunde más aún cuando se les dice: «Si hay amor, el sexo no
21
tiene nada de malo». ¡Eso no es verdad! . Llevadas de este error
terminan heridas y desengañadas en su búsqueda del amor
verdadero. Con el tiempo y con las heridas acumuladas pierden la
esperanza de que exista un amor que dure para siempre o que sean
capaces de vivirlo, y así renuncian a su búsqueda.
¿Qué tiene que ver Dios con el amor que necesitamos vivir? Hace
poco les hablé a un grupo de preadolescentes sobre la importancia
de la castidad para encontrar el amor verdadero. Lo hice en base al
mandamiento del triple amor: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón… y al prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). ¿Cuál es la
relación de este amor con la castidad? Para explicártelo quisiera
primero que leas el siguiente texto:
«Lo extraordinario no es que se nos mande amar a Dios, sino que se nos permita
amarlo y que se nos dé la posibilidad de hacerlo y de gozar de su amor. Nosotros,
pequeños hombres. Esto no es un decreto, una imposición, ¡es una maravilla!, un
regalo abrumador, una gracia de locos y, al mismo tiempo, el único fundamento del
amor a los demás que, por otra parte, es, en esta vida, la sola posibilidad de la
verdadera felicidad: “amar y ser amado”, como decía Ovidio. ¡Qué tristeza ver al
hombre de hoy perdiendo, poco a poco, esta su dignidad suprema, lanzado a
amores pedestres, a objetivos falaces, a metas tontas, motivos banales! ¡Estar
hecho para Dios y terminar ambicionando la cloaca! Pero así lo quieren los grandes
rectores de las masas: al hombre que ama a Dios no se lo puede manejar; al que
ama la zanahoria se le cuelga una delante de las narices y se le lleva a cualquier
22
parte» .

Conoces esa figura, ¿no? Si a un caballo le cuelgan en una caña


una zanahoria delante, empieza a caminar hacia la zanahoria para
comérsela. Si la mueves hacia la derecha, el caballo irá hacia la
derecha, si a la izquierda, irá hacia la izquierda. Así te tienen
muchas veces, llevándote adonde quieren sin que tú te des cuenta,
porque lo único en lo que piensas es en comerte la zanahoria y en lo
rico que será cuando te la comas.
Sigue diciendo el autor de esta nota:
23
«Eliaschev le preguntó a Viktor Frankl , de visita en Buenos Aires, qué opinaba de
la educación sexual, y Frankl le contestó: “la única educación sexual que yo concibo
es la educación para el verdadero amor”. Y cuando Eliaschev le insistió: “¿pero de
qué amor me está hablando?”, Frankl le respondió: “del amor a Dios y el de la
monogamia”. Y, a pesar de ser judío, desde entonces, Frankl no apareció más en
televisión».

¿Entiendes? Este mensaje del amor a Dios y de la monogamia no


sólo “no vende”, sino que algunos piensan que debe ser desterrado
de nuestras sociedades junto con Dios mismo. Lo que «los grandes
rectores de las masas» han buscado hacer es eliminar ese mensaje
de la cultura moderna. Logrando sacar a Dios de tu vida y
volviéndote enemiga de la Iglesia —añado yo—, te cuelgan una
“zanahoria” delante y te llevan adonde quieren.
Ahora sí te explico cuál es mi enfoque sobre el mandamiento del
triple amor: Dios te ha creado por amor, tú procedes del Amor y
estás hecha para amar. Pero no puedes amar separada de la fuente
del Amor, sin abrirte al Amor, sin acoger ese Amor en tu vida, sin
participar de ese Amor vivamente. Cuando Dios te manda amarlo,
no es un capricho suyo, sino que es algo que responde a tu
naturaleza más profunda. Tú necesitas amarlo para poder amar y
ser amada de verdad. De eso depende tu felicidad no sólo en esta
vida, sino por toda la eternidad.
Pero este amor no se restringe a Dios: Él te ha creado para amarlo
no sólo a Él, sino también para amar y ser amada por otras
personas semejantes a ti, para amar a otros seres humanos como
tú. Ahora bien, es un grave error pensar que, siendo Dios la fuente
de nuestro amor, podrás amarte a ti misma o a otros rectamente si
no lo amas a Él primero. Dios es la fuente y el fundamento de todo
amor humano. Si tú quieres amar verdaderamente a tus amigos, a
tus padres, a tu enamorado, a tu novio o a tu esposo, ¡ama a Cristo!
Amándolo a Él los amarás como Él. Él ha venido a “reconectarte”
con Dios, fuente de todo amor humano. Él, además, ha venido a
enseñarte cómo se ama verdaderamente: «Ámense los unos a los
otros como Yo los he amado» (Jn 15,12). Él es la fuente y el
maestro del amor verdadero y verdaderamente humano. No hay
amor más grande que el suyo, y ese amor existe y es para siempre.
Unida a Él y participando de su mismo amor, podrás amarte a ti
misma y amar a tus semejantes con su mismo amor.
Ahora bien, quizá no sepas esto o quizá ya lo has experimentado,
pero cuando una mujer cede a las exigencias sexuales de su
enamorado o de cualquier hombre, empieza a desvalorarse a sí
misma, pudiendo llegar al punto de despreciarse gravemente.
Muchas jóvenes me han confiado lo mal que se sienten consigo
mismas luego de haber tenido experiencias de carácter sexual. Se
sienten avergonzadas de sí mismas, a veces sucias e indignas. ¿Tú
crees que una persona que se valora poco a sí misma puede amar
rectamente a los demás? ¡No! Si quieres amar verdaderamente a
otra persona, tienes que empezar por amarte rectamente a ti misma,
tienes que aprender a valorarte a ti misma, y para ello es
fundamental amar a Dios. Sólo así descubrirás tu enorme dignidad y
grandeza, descubrirás que eres inmensamente valiosa y amada,
porque tú eres hija de Dios.
Mientras que el hombre parece “afirmarse a sí mismo” mediante los
avances y conquistas sexuales con las mujeres, mientras su ego se
infla, la mujer se devalúa cada vez más a sus propios ojos toda vez
que cede y se entrega sexualmente:
«Perdí como mujer todo el valor, porque por complacerlo y tenerlo a mi lado caí
hasta lo más bajo que puede una mujer caer. Cada día me hacía más daño con esa
relación» (Una joven de veintiún años).

«El libro Feminidad pura me tocó profundamente, me sentí muy identificada porque
yo ya no soy virgen y me sentía rota y sucia» (Una joven de veintidós años).

En fin, testimonios como éstos son innumerables. Quizás por fuera


una chica pueda aparentar que “todo está bien”, que todo es
felicidad y que tener sexo sin compromiso es maravilloso, pero por
dentro y cuando está sola ante sí misma, otra es la historia. Si el
sexo hiciese feliz a la mujer, ¿no serían las estrellas porno las más
felices del mundo? Sin embargo, no lo son, y muchas de ellas
terminan suicidándose porque su vida pierde sentido, porque para
24
ellas ya no hay amor . En palabras de Brittini, una ex actriz porno
que logró salir de ese hoyo oscuro, luego de rodar cientos de
películas empezó a sentirse vacía, como si estuviera “drenada” por
dentro: «Era como un robot o como una muñeca Barbie de caucho.
No tenía sentimientos». Primero se refugió en el alcohol y las drogas
—cocaína y heroína— «para adormecer mi dolor, para poder
sobrevivir». Como esto no le dio resultado, pasó a métodos más
severos, haciéndose cortes e intentando suicidarse varias veces:
«Pasé muchas noches solitarias mientras me cortaba las muñecas.
Me gastaba toda mi paga en drogas».
Ahora te digo: piensa en el daño que te haces a ti misma cuando
permites los avances sexuales de un hombre o los propicias,
creyendo acaso que de esa manera estarán más unidos o que “no
hay nada de malo”, que todo es “diversión y juegos” que dan placer.
Por tu propio bien y el bien de cualquier relación, no debes permitir
que el “amor” se convierta en la razón o excusa para adelantar
aquello que debe estar reservado para el matrimonio, es decir,
cuando el compromiso de quedarse contigo para siempre no sea
sólo algo dicho al oído en una situación muy romántica o en el
momento de la excitación. Las promesas dichas en esas
circunstancias no tienen peso alguno. Como me hacía notar una
persona sensata que sabe de la vida, «el hombre promete y
promete hasta que obtiene lo que quiere, y una vez que obtiene lo
que quiere, olvida lo que promete». ¿Quieres arriesgarte a que te
suceda eso? La única promesa que tiene peso es la que, luego de
esperar y de madurar en un amor puro, se hace ante el Altar, ante
Dios.
Un hombre que te ama de verdad será capaz de decirte: «Porque te
amo, te voy a esperar. No tengo apuro, porque tendremos toda la
vida para disfrutar del don de la sexualidad una vez que nos unamos
para siempre, ante el Altar de Dios». El verdadero hombre no es
aquel que le pide a la mujer demostrarle su amor entregándose a él,
o aquel que, luego de esperar un tiempo, de pronto le dice: «Ya no
puedo seguir esperando, esto no va a funcionar sin sexo», sino el
que le demuestra su amor esperándola hasta el matrimonio,
respetándola, ayudándola, dominándose a sí mismo y
sacrificándose por ella. Hacen falta más chicas que piensen y
actúen como esta joven que actualmente tiene dieciséis años:
«Tenía catorce años cuando leí los libros de Jason Evert y su esposa Crystalina, y a
poco de cumplir quince tomé esa decisión. Desde entonces lucho cada día por
cuidar mi pureza y ejercitarme en la castidad, y siempre tengo en mente que “quiero
regalarle lo más preciado de mí (mi virginidad) al chico que acepte estar toda su
vida conmigo, y no sólo con palabras, sino con hechos, el día en que él se
comprometa ante mí, ante nuestros amigos, ante nuestros familiares, ante el
sacerdote y, en especial, ante Dios, a estar conmigo para siempre”. Yo acepté ser
diferente a otros, acepté seguir el camino de “La Opción V” y no seguir “la corriente”,
la “opción A” que muchas personas siguen simplemente porque “es divertido”,
porque “todos lo hacen”, o incluso porque es “una preparación” para hacer sentir
bien a tu futuro(a) esposo(a) con la experiencia adquirida con sabe Dios cuántas
parejas sexuales. Aunque muchos me digan que soy “extraña” y que “no me durará
mucho”, he decidido y quiero serle fiel a mi futuro esposo luchando por vivir la
castidad y cuidando mi pureza día a día».

Quizá te preguntes: ¿todavía existen hombres capaces de esperar a


una mujer? Pues sí:
«Yo tomé la decisión de mantenerme virgen hasta el matrimonio. Fui a la escuela, a
la universidad, entré al mundo laboral, fui considerada por muchos como una mujer
atractiva e inteligente, y estaba siempre rodeada de muchos amigos. En la medida
que pasaban los años, mis familiares, compañeros de trabajo y amigos me repetían
una y otra vez que por qué no tenía una pareja, a qué le tenía miedo, que si iba a
“vestir santos” o que sería la tía solterona de la familia. Mi respuesta siempre era
una sonrisa y decirles: “Todo en el tiempo de Dios, Él sabe el día y la hora”. Nadie
entendía, porque según ellos dejaba pasar las oportunidades, y me decían que era
muy selectiva o pretenciosa. Otros simplemente hacían bromas y me decían que “la
virginidad enferma”. En fin, nunca creí que era mejor mujer que las demás por ser
virgen, pero sentía todo el tiempo que esa virginidad era un velo que me hacía sentir
orgullosa y feliz de mí misma. A los veinticinco años conocí a un hombre
maravilloso, que fue mi primer y único novio. La única condición que le puse para
ser su novia era que respetara mi decisión de guardar mi virginidad hasta el
matrimonio. Él me dijo: “No sólo la respeto, sino que te ayudaré a cuidarla”. Así
pasaron un año y tres meses hasta que llegó el gran día de la boda, que para mi
sorpresa fue más bella de lo que algún día soñé».

Si amas a un hombre, sin duda querrás lo mejor para él. Si tú no te


educas en el verdadero amor que hunde sus raíces en el amor de
Dios, si no permaneces unida a Dios, y si con su fuerza no aprendes
a dominarte a ti misma, ¿quién le enseñará a él a ser mejor, a vivir
un amor que exige sacrificios, a elevar sus estándares para amar
verdaderamente? Nuestra sociedad necesita de hombres que amen
de verdad, que respeten a las mujeres, que no las traten como
cosas o como objetos de placer; necesita de hombres recios, que
sepan dominar y orientar rectamente sus impulsos y pasiones, que
luchen por purificar sus corazones de su propio egoísmo; hombres
que amen más y que sean menos egoístas. Yo creo que las mujeres
tienen no sólo un gran poder, sino también una gran responsabilidad
en la educación de hombres así. Específicamente, si tienes o
cuando tengas enamorado, tú no puedes renunciar a esa misión que
se te confía de hacer de ese chico —aún inmaduro— un hombre
que sea capaz de amar de verdad. En este contexto, «la castidad
libera a las parejas de la actitud egoísta de usarse uno al otro como
objetos, dejándolos libres para tener y gozar de un amor
25
verdadero» , mientras que querer adelantar las cosas normalmente
resulta siendo un egoísmo disfrazado de “amor”.
Sobre esto es importante que pienses en tu futuro, y no sólo en el
momento presente: ¿Qué clase de matrimonio quieres? Si hoy
cedes porque él te dice que “no puede esperar tanto”, que “igual se
van a casar”, que “no tiene nada de malo porque hay amor”, él está
siendo muy egoísta. Para que un matrimonio dure y funcione, tanto
él como tú deben aprender a pensar en el bien del otro antes que en
el propio beneficio. Éste es el consejo que un padre le dio a su hijo
cuando él dudaba si casarse o no con la mujer que amaba, al no
saber si ella lo iba a hacer feliz:
«Estás siendo totalmente egoísta… No te casas para que te hagan feliz, te casas
para hacer feliz a alguien más. Más que eso, tu matrimonio no es para ti, te casas
para beneficiar a tu familia. No hablo de los suegros y familiares, sino de tus futuros
hijos. ¿A quién quieres a tu lado para que te ayude a criarlos? ¿Quién quieres que
sea una influencia diaria en ellos? El matrimonio no es para ti. No se trata de ti. Se
26
trata de la persona con quien te casas» .

¿Por qué fracasan tantos matrimonios hoy en día? Porque tarde o


temprano uno o ambos empiezan a ponerse a sí mismos en primer
lugar antes que al otro. El egoísmo es el enemigo número uno del
amor. Y es ese mismo egoísmo el que se manifiesta cuando un
chico te pide tener sexo “por amor”. Es justamente de ese egoísmo
del que deben purificarse los enamorados o novios, de ese egoísmo
que se pone la etiqueta de “amor” para avanzar sexualmente y
terminar usándose y dañándose mutuamente. Esperar purifica el
corazón del egoísmo porque demanda sacrificio, requiere dominio
propio y exige en tu caso no usar al hombre para llenar un vacío
emocional, y en el caso del hombre respetarte y no terminar
usándote como un objeto sexual.
Tanto tú como el hombre que diga amarte deben entender que
«un matrimonio verdadero (y el amor verdadero) no se trata nunca de ti. Se trata de
la persona que amas: sus deseos, sus necesidades, sus esperanzas y sus sueños.
El egoísmo exige: “¿Qué gano yo?”, mientras que el amor pregunta: “¿Qué puedo
dar?”… Ninguna verdadera relación de amor es para ti. El amor es sobre la persona
que amas. Y, paradójicamente, cuanto más amas realmente a esa persona, más es
el amor que recibes. Y no sólo de tu pareja, sino también de sus amigos, su familia
y las miles de personas que nunca hubieras conocido si tu amor hubiera
27
permanecido centrado en ti mismo» .

Ahora te pregunto: ¿Qué es lo que quieres para ti? ¿No quieres


amar y ser amada de verdad? Para ello ama a Dios sobre todo y
ámate y valórate a ti misma antes de dejar que un hombre entre en
tu vida. En ese amor, busca purificar tu propio corazón de todo
egoísmo. Y cuando sea el momento de dejar entrar a un hombre en
tu corazón y en tu vida, ayúdalo a purificarse de su propio egoísmo
para que también él pueda amar a Dios sobre todo (si es que no lo
hace aún) y a sí mismo con rectitud. De esta manera, y gracias a la
castidad y la pureza, podrá madurar entre ustedes un amor
verdadero que durará para siempre.
IV. ¿Qué es la castidad?
La castidad, ante todo, es una virtud. Nuestra voz “virtud” proviene
de la palabra latina “virtutem” y tiene su origen en la palabra “vir”,
“varón”. Sólo la virtud lleva al hombre a ser hombre de verdad. Hoy
quizá muchos creen que “ser hombre” es ser un “macho” musculoso
capaz de vencer a otros “machos” (ser un “macho alfa”), o ser tan
atractivo y galán que pueda seducir a cuanta mujer desee. Eso,
sencillamente, no es ser hombre, es ser “macho”, como machos
llamamos a los animales. Ser hombre de verdad no es aprender a
dominar a los otros —por medio de la fuerza, el dinero, la
manipulación, el “arte” de la seducción, etc.—, sino dominarse a sí
mismo, es decir aprender a dominar los propios impulsos, pues
éstos, si no se les restringe y más bien se les da rienda suelta, si no
se les orienta debidamente, causarán un terrible daño a los demás y
a uno mismo.
Nuestros impulsos interiores, si se me permite una comparación,
son como la energía que produce un reactor atómico: si se controla
la fusión nuclear, es capaz de generar una energía que ilumina
ciudades enteras. Pero si se sale de control, mata o causa serias
deformaciones a los seres vivos que son expuestos a su radiación,
además que torna estéril la tierra contaminada. Así es la persona
que no aprende a dominar sus impulsos y pasiones: se convierte en
un desastre e irradia ese desastre a quienes entran en contacto con
ella.
La virtud lleva a la persona a comportarse verdaderamente como
ser humano, a conducirse como tal. Para ello se necesita fuerza
moral, coraje, virilidad, excelencia (todo eso refleja el término latino
“vir”).
¿Y en qué consiste esta virtud de la castidad? La sola mención de la
palabra produce rechazo en muchos, porque ni siquiera saben lo
que significa. Varios creen que es lo mismo que «no tener sexo
nunca» y que «eso es sólo para curas y monjas». Quizá tú misma,
en medio de tanta confusión e ignorancia, no sabes bien qué es la
castidad. Por eso es importante explicar ahora su significado y sus
implicancias, para que tengas las cosas claras y puedas así dar
razón a otros de su sentido.
Vayamos primero a la etimología de la palabra. “Castidad” viene del
latín “castus”, y se traduce al español como “puro”. Por tanto,
castidad y pureza son sinónimos, significan lo mismo.
Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y preferimos en
todo. Así, por ejemplo, cuando se trata de beber agua, procuramos
que sea pura y rechazamos el agua sucia. Lo mismo se aplica al
aire o a los alimentos. Si nos referimos a metales o a joyas, sucede
igual: su calidad y valor aumentan de acuerdo a su pureza;
pensemos en un diamante, por ejemplo. Cuando de personas se
trata, nos repugna la compañía de alguien sucio y maloliente,
mientras que nos agrada la de gente limpia y perfumada. Así se da
en todo: naturalmente preferimos lo que es puro y limpio.
¿A qué viene todo esto? Pues también en lo que respecta al amor
queremos un amor puro. Pero resulta que no todo lo que dice ser
amor es verdaderamente amor, y no todo amor es de por sí puro.
Hay un amor puro y otro que no lo es, cuando está contaminado por
el egoísmo. Es de ese egoísmo del que todo amor humano necesita
purificarse continuamente para que no nos haga daño y no haga
daño a otros. La castidad es justamente la virtud que purifica y
protege al amor humano del egoísmo.
¿Y qué es el egoísmo? Ponerse uno a sí mismo primero o en el
centro, buscar los propios intereses antes que el bien de los demás.
Es “amarse uno a sí mismo” pero por encima de todos, y querer que
te amen a ti por encima de todo. Soy egoísta cuando deseo que la
otra persona haga lo que yo quiero y no lo que es bueno para ella.
Soy egoísta cuando antepongo mis caprichos, mis impulsos o mi
placer al bien de la otra persona. Si lo primero que busco en una
relación es disfrutar del placer que me proporciona o llenar un vacío
afectivo, aunque sea “de mutuo acuerdo”, estoy siendo egoísta y la
otra persona también. La relación se convierte en un egoísmo
compartido por dos “mendigos” que bajo la excusa de que «nos
amamos» en el fondo buscan obtener algo del otro.
Al egoísta no le preocupa hacer sufrir a otras personas; tampoco le
importa mentir con tal de obtener lo que quiere. En una encuesta
realizada por la revista Seventeen entre jóvenes varones
universitarios en Estados Unidos, el 40% admitió haberle «dicho “te
amo” a una chica con la única finalidad de obtener algo sexual de
28
ella» .
Otras veces, cuando hay un amor incipiente, cuando hay un afecto
verdadero entre un chico y una chica, el egoísmo es capaz de
deformar y destruir ese amor. Ese egoísmo se mete en la relación
cuando los besos se tornan apasionados, cuando llevados por el
impulso se exceden en caricias, cuando se van quebrando los
límites y se avanza cada vez más en el terreno sexual.
Alguna objetará: «Pero si los dos estamos de acuerdo y nos
amamos, ¿qué tiene de malo?». Le respondo: cuando la búsqueda
del placer y del sexo entran en la relación antes de tiempo (o sea,
antes del matrimonio), la relación se distorsiona. El amor es como
una semilla que echa su tallo. Si no cuidas esa pequeña y frágil
planta, si la expones al fuego o al sol intenso, se marchita y muere.
Para que el amor crezca y madure, para que se convierta en un
árbol sólido que dé buenos frutos en el futuro, hay que cuidarlo
desde hoy con la castidad, con el mutuo respeto, poniendo los
límites claros y luchando juntos por mantenerlos. El grave riesgo
que se corre cuando se adelantan las cosas es éste:
«Hace once meses que estoy con mi enamorada. Recién hemos tenido relaciones
sexuales por primera vez y me duele tanto haberlo hecho, porque desde que lo hice
ya no soy capaz de mirar su corazón como lo hacía antes; ¡ahora sólo pienso en
eso!» (Un joven de diecisiete años).

Había amor, pero un amor que necesitaba madurar, crecer, hacerse


fuerte en la espera. Al apresurarse, la mirada del joven se deformó,
se enturbió. Eso es lo que suele suceder en un chico que no tiene
madurez, que no es capaz de dominarse, de esperar, de purificar
sus intenciones: deja de ver el corazón de su amada y empieza a
mirarla cada vez más como un objeto de placer. Así crece el
egoísmo, mientras el amor sincero decrece y se marchita.
Varias jóvenes a quienes yo les contaba lo que me había dicho
aquel joven me comentaron: «Lo mismo sentí que pasó entre
nosotros». Las relaciones sexuales no son un juego, son algo muy
serio, algo, incluso, sagrado. Los químicos que entran a tallar en el
cuerpo durante la relación sexual causan cambios importantes en el
cerebro del hombre y de la mujer, cambios no sólo biológicos sino
también psicológicos, con consecuencias también espirituales.
Cuando no se sabe esperar y se apresuran las cosas, el hombre
corre el riesgo de terminar enamorándose del cuerpo de la mujer y
del placer que ella le proporciona, y la mujer se vuelve dependiente
del hombre porque ya le ha entregado todo.
A las relaciones sexuales entre enamorados normalmente no se
llega de la noche a la mañana. Todo empieza cuando por primera
vez se rompe un límite. Roto ese límite, el cuerpo pide más, nunca
menos, y así, de a pocos, se va avanzando hasta que finalmente
“pasa todo”.
Cuando se apresuran las cosas, cuando no hay la madurez
necesaria que proporciona un trato en el que prima el respeto, el
amor en vez de “hacerse” se deshace. Por preferir el placer del
momento, por querer experimentar el éxtasis que produce la
relación sexual, vas ahogando el amor verdadero. El precio que
pagarás será muy alto. Esa desviación y deformación del amor es
un peligro del que muy pocos jóvenes son conscientes, y muchos se
niegan a aceptar que pueda pasarles a ellos, «porque lo nuestro sí
es amor». Pero lamentablemente se produce con mucha facilidad
cuando se exceden los límites en la relación, cuando se da rienda
suelta a la sensualidad que va llevando poco a poco al erotismo y a
las relaciones sexuales. En palabras de una joven:
«Me di cuenta de que mi relación fracasó totalmente porque después de haberme
entregado no había libertad, se fue el respeto, ni paz ni tranquilidad estaban en mi
día a día, se acabaron los detalles y después de eso dejó de haber confianza,
ocasionó millones de problemas y en vez de sentirme segura me sentía insegura al
100%».

Cuando el hombre sinceramente se enamora de una mujer, la mira


con respeto, como a una hermana. El amor hace que deje de lado la
típica mirada cosificadora de la mujer y se fije en su belleza interior,
en toda su persona. Realmente todo eso se malogra si empiezan a
avanzar en el campo sexual. Entonces el hombre pierde el respeto
hacia la persona, el amor se marchita, su visión se deforma. Es por
eso que tú tienes una grave responsabilidad frente al chico que te
quiere sinceramente y frente a ti misma: si no quieres que la relación
se dañe, ¡pon los límites claros y respétenlos! Si quieres que el
amor perdure y se haga más profundo, ¡esperen! Sólo en la espera
el amor puede madurar, crecer, hacerse fuerte y sostenerse por toda
la vida.
Eduardo Verástegui, un ex actor de telenovelas mexicano que era
considerado un sex symbol y latin lover, y que en un momento hizo
la opción por vivir la castidad, explicó en una entrevista que le
realizó el diario El Comercio en Lima (2012):
«La castidad no es una cuestión fácil. Vas a contracorriente todos los días. Aristóteles
decía: “no hay conquista más grande que la conquista de uno mismo”. Es una libertad,
la libertad de hacer lo correcto… La castidad es un entrenamiento. Le estoy siendo fiel
a mi esposa antes de conocerla».

Aprende bien esta importantísima lección: la castidad no reprime ni


limita el amor, sino que lo purifica del egoísmo y lo eleva a su
máxima madurez. Vivir la castidad no es ir en contra de tu
naturaleza, no es “antinatural”, como algunos quieren hacerte creer,
sino que te vuelve “de salvaje en humano”; más aún, el ejercicio de
la castidad lleva a que tu naturaleza humana evolucione a un nivel
espiritual superior. Sólo entonces serás capaz de amar y ser amada
como lo reclama todo tu ser, porque fuiste hecha para el amor y
porque sólo un amor verdadero podrá satisfacer esa necesidad de
infinito que hay en ti.
Ahora te pregunto: ¿Qué clase de amor quieres para ti? ¿Un amor
puro? ¿O uno contaminado por el egoísmo? Si has leído hasta acá,
seguro que quieres un amor puro, verdadero, auténtico, que
responda a tus anhelos más profundos, un amor que traiga gozo,
paz, alegría y felicidad a tu corazón y al corazón de la persona que
amas. Te repito que el único camino para conquistar ese amor es la
castidad, que
«según la visión cristiana… no significa absolutamente rechazo ni menosprecio de
la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que sabe defender el
amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe promoverlo hacia su
29
realización plena» .

La castidad no consiste, pues, simplemente en “no hacer esto, o no


hacer esto otro”. No es represión de tus “impulsos naturales”.
Tampoco es un conjunto de prohibiciones que te limitan o impiden
expresar todo tu amor. Quien cree que eso es la castidad, no pasa
de ser un gran ignorante. La castidad, en cambio, es «un estilo de
vida que te da libertad, respeto, paz, alegría y hasta romance sin
30
reproches, sin temores ni angustias» . Se trata de
«algo positivo, es una virtud, significa entender y vivir el auténtico amor, no
sólo antes del matrimonio, sino durante toda la vida. El amor auténtico no busca la
propia satisfacción, sino lo que es mejor para el otro. Eso sólo lo consigue la
castidad, porque nos hace entender que la sexualidad es un valioso regalo que
hemos recibido y nos hace respetarnos a nosotros mismos y a los demás, de forma
que podamos amar a otra persona y no caer en la tentación de utilizarla en nuestro
31
propio provecho» .

Finalmente, la castidad para los cristianos implica esperar hasta el


matrimonio para la entrega sexual. Por eso es que seguirá siendo la
menos popular de las virtudes. La norma cristiana es y será
siempre: nada antes del matrimonio, y nada fuera del matrimonio.
Quien te diga, incluso si es sacerdote, que «si hay amor, no es
pecado adelantarse» es un gran ignorante. No conoce el sexto
mandamiento ni la doctrina de la Iglesia que, basándose en la
enseñanza divina, es clara y no admite excepciones:
«La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio
[evidentemente se entiende también antes del matrimonio]. Es gravemente contraria
a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al
32
bien de los esposos, así como a la generación y educación de los hijos» .
V. ¿Por qué es importante vivir la castidad?
En el capítulo anterior hemos aclarado qué es la castidad. Ahora es
necesario insistir en la importancia de vivirla.
¿No es una locura intentar vivir la castidad cuando todo y todos nos
dicen que «es antinatural», que «no tiene sentido esperar» ya que
existen condones y anticonceptivos para evitar contagios y
embarazos, que «hay que disfrutar de la juventud», que «tienes que
ganar experiencia para cuando te cases», etc.? ¿No es tonto
rechazar los placeres que te ofrece el sexo? «¡No sabes lo que te
pierdes!», te dirán una y otra vez. ¿Por qué no dejarse llevar por la
corriente?
Antes de dejarte llevar por la corriente, por tus propios impulsos o
por la presión de otras personas, es necesario que te detengas un
momento y te preguntes: ¿Adónde me llevará esa corriente?
¿Adónde quiero ir? ¿Qué es lo que quiero para mí y para mi futuro
esposo e hijos? ¿Quiero descubrir y vivir el amor verdadero?
¿Apresurar los placeres me ayudará a encontrar el amor verdadero
o me apartará de él?
La pregunta sobre lo que quieres vivir en el futuro es crucial, porque
lo que siembres hoy es lo que cosecharás mañana, para ti, para tu
esposo y para tus hijos. ¡Claro que es fácil y muy agradable dejarse
llevar y disfrutar de los placeres sexuales! Pero, ¿eso te va a
conducir a la fuente del amor o a una catarata?
Optar por vivir la castidad es asumir una lucha dura, complicada, es
aprender a frenar tus impulsos e ir a contracorriente todos los días.
Ante tanta resistencia, ante tantas dificultades que podemos
encontrar en el camino, necesitamos razones poderosas que nos
impulsen a luchar día a día por la pureza.
¿Por qué es importante vivir la castidad? Porque de lejos es la mejor
opción, aunque sea costosa y difícil. ¿Qué gano yo? ¿Qué gana mi
enamorado? ¿Por qué conviene emprender y mantenerse en esta
lucha cada día? Ahora quiero ofrecerte algunas razones para que
entiendas por qué vale la pena todo este esfuerzo, todo este
entrenamiento.
No olvides que como seres humanos «no podemos vivir sin el
amor». Nuestra vocación es al amor: estamos hechos para el amor,
y por ello necesitamos amar y ser amados. Pero este amor del que
necesitamos participar vivamente no es cualquier amor y no se
puede confundir con el sentimentalismo, el romanticismo y menos
aún con la pasión o el sexo. El sexo puede esperar. Las relaciones
sexuales antes del matrimonio no son “la prueba” de un amor
verdadero, sino más bien una muestra del gran egoísmo que existe
en el corazón de un hombre cuando te pide que te entregues
sexualmente a él para “demostrarle que lo amas”. La verdadera
prueba de amor es que él se sacrifique por ti, que te demuestre
cuánto te ama con la espera paciente y el dominio de sus impulsos.
La espera purifica el amor del egoísmo que significa poseer a la otra
persona tan pronto acceda. La castidad protege el amor auténtico y
educa al hombre a ver el corazón de la mujer, evitando que termine
usándote para satisfacer sus pasiones y amando tu cuerpo antes
que a ti. La castidad evita que tú termines usándolo a él, quizá no
tanto para satisfacer tus deseos sexuales, sino más para llenar un
vacío de afecto, para no sentirte ni estar sola. La castidad es el
camino que nos lleva a la cumbre del amor verdadero.
Ya esta razón sería suficiente para comprender la importancia de la
castidad y la necesidad de vivirla. Sin embargo, quiero presentarte
otros beneficios que te traerá este estilo de vida:

1. Permite centrar la atención en la amistad, en el diálogo, en


el conocimiento profundo de la persona amada. De este
modo se va forjando una relación sana y consistente, en la
que cada uno se siente libre de ser uno mismo, sin dejar
de ser dos. Ambos buscan siempre qué es lo mejor para la
otra persona, se ayudan y apoyan para ser mejores cada
día y así alcanzar juntos sus metas.
El testimonio que ahora te ofrezco lo escribió una mujer de
unos veinticinco años, que luego de mantener una relación no
casta con su novio hicieron la opción de vivir la castidad:
«Los meses de castidad que él y yo tuvimos antes de casarnos hicieron que
me enamore más de él... Lo valoré más porque él se valoraba más y también
empecé a disfrutar cosas más inocentes y diferentes, las conversaciones
eran más libres, como de dos amigos que se respetaban más, y por último, lo
más importante, es que los besos se volvieron más especiales porque era lo
más cercano que teníamos».

2. Les da la posibilidad a ambos de vivir un amor sin


remordimientos. Sus frutos son la paz, la verdadera
libertad y la alegría de corazón:
«Al ejercitarme en la virtud de la castidad todo ha ido cambiando en mi vida.
Ahora todo se ve distinto. El poner los medios y estar en gracia me ha
llevado a ser feliz y libre. Gracias a la castidad ha brotado en mí la alegría de
caminar con Dios, hay más espacio para Él, tengo la alegría de seguir
viviendo, hay paz en mi corazón, puedo “soltar el mundo” sin temor, me hace
libre porque no me siento atada a nada. La pureza es un fruto que se refleja
en el rostro, en el cuerpo, cambia completamente la vida, hay una felicidad
interna cada vez que optas por el bien, por hacer lo correcto. El renunciar a
todo lo que va en contra de la castidad es la opción más libre que he hecho
en mi propia vida, y descubro día a día la felicidad que eso me trae. La
felicidad que experimento no es una felicidad de un momento, es una
felicidad que viene de dentro, que brota con fuerza y permanece en una».

3. Te habilita para enamorarte no de una imagen idealizada


de la persona, sino de quien realmente es. Es muy
peligroso enamorarte de alguien a quien no conoces de
verdad:
«Pocos fenómenos son tan usuales en la juventud como los espejismos del
amor. Muchas personas se casan creyendo que están enamoradas, como
los peregrinos en el desierto llegan a creer que a unos metros hay un oasis.
Idealizar es el equivalente a ver espejismos: Perdemos los estribos por
alguien que ni siquiera conocemos bien, lo miramos acercarse y sentimos
cómo nos flaquean las piernas y nos palpita el corazón. Vemos al príncipe o
a la princesa de nuestros sueños encarnado en esa persona y le atribuimos
cualidades que, por lo común, está muy lejos de tener; quisiéramos que fuera
como lo hemos imaginado y nos empeñamos en ello, pero todo es una
invención… Sólo se ama cuando se conoce a la persona a nivel profundo.
33
Para ello, es necesario cultivar una amistad real» .

La castidad se vive también a nivel de las emociones; por eso


34
es necesario cultivar asimismo una “castidad emocional” .
Ésta te permitirá conocer bien a la persona antes de entregarle
tu corazón. ¡Conocerse es fundamental! Y para ello es
indispensable la castidad. La pureza en la relación permite
centrar la atención en el mutuo conocimiento.

4. Ejercitarte en el dominio personal y saber esperar forja tu


voluntad. Con el tiempo ello te da en términos generales
una mayor tolerancia a la frustración, una mayor seguridad
en ti misma, una capacidad de lograr una comunicación
más asertiva. Ejercitarte en la virtud de la castidad te
35
ayuda a madurar como persona .

5. Te proporciona una mayor objetividad para ver los


aspectos importantes de una relación. Gracias a ella
puedes descubrir las virtudes y también los defectos de la
persona que amas, de modo que puedas aceptarla tal y
como es, no tal y como esperarías que sea. Eso es
fundamental para la consistencia de un futuro matrimonio:
«Una vez que el sexo entra a una relación, es casi imposible ser objetivos
sobre la relación. Esto se debe en parte a lo que el sexo le hace a tu mente:
Durante la excitación sexual, el cuerpo libera un químico llamado oxitocina.
Funciona como un súper pegamento humano porque crea un gran enlace
emocional, aumenta la confianza en la otra persona y disminuye la capacidad
de verla objetivamente. Tal enceguecimiento y apego ayuda a los
matrimonios a perseverar en su amor durante los tiempos difíciles. Pero
fuera del matrimonio puede ser peligroso. Por ejemplo, debido a que la
oxitocina te condiciona a enfocarte en los aspectos positivos y buenos
recuerdos de la otra persona, se hace más fácil pasar por alto los riesgos o
señales negativas de una relación con ella. Un científico observó: “La
oxitocina puede afectar la precisión de esas evaluaciones negativas,
haciendo que nos digamos ‘ah, bueno, esto no es tan malo’”. Las
investigaciones también muestran que la vinculación intensa desactiva
circuitos cerebrales que cumplen con la función de ayudarnos a evaluar
objetivamente a la otra persona. Esto puede explicar el porqué hay gente que
permanece en relaciones sin futuro aunque sus amigos les digan que se
salgan. Ya que el estrógeno aumenta la formación de la oxitocina, con el
sexo las mujeres experimentan un enlace más fuerte que los hombres y
36
sufren más por un enlace roto» .

6. La castidad es un entrenamiento: te prepara para ser fiel a


tu futuro esposo. Si hoy das rienda suelta a tus impulsos,
si te dejas llevar por tus “hormonas revueltas”, si te
acuestas con uno y con otro, créeme que cuando te cases
será muy fácil que le seas infiel a tu esposo.

Evidentemente lo que vale para la mujer vale también para el


hombre, y hay chicos que se están entrenando para ser fieles
a sus futuras esposas. Un joven que hizo la opción por vivir la
virtud de la castidad me decía:
«Yo no quiero ir repartiendo pedazos de mí a una y a otra, yo quiero
pertenecerle completamente a mi futura esposa, entregarle todo a ella».

Hoy son muchos los casos de mujeres que les son infieles a
sus esposos, y con ello destrozan sus vidas y sus matrimonios.
He aquí el testimonio de una de ellas:
«Mi caso fue en una reunión de compañeros de trabajo, en casa de uno de
ellos. Hubo aperitivos y vino. A la hora que todos se retiraron, el compañero
que organizó la fiesta me pidió que no me fuera y acepté quedarme. Al final
pasó lo que deseábamos. Así comenzó una relación con mi pareja actual. Mi
esposo se divorció de mí. No saben lo arrepentida que estoy. No le deseo a
nadie esto que estoy pasando. A veces siento que fue todo calculado por mis
otras compañeras. Y si así fuera, ya no puedo cambiar las cosas».

Y otra:
«Me gustaría decir que por un error estoy viviendo como un robot que no
tiene dirección, y todo sólo por una ilusión que no valió la pena, todo por
nada, todo por no tener la decisión de decir “no” cuando una debe decirlo. Si
hubiese tenido esa decisión, nada de esto hubiera pasado».

Si tú no te entrenas desde hoy a decir «no», créeme que


llegará también el día en que estés lamentando no haberlo
37
hecho cuando debiste . La castidad te educa justamente a
decir «no» cuando debes, y ese entrenamiento comienza en
las fiestas, cuando en vez de estar regalando besos a
cualquiera, eres capaz de hacerte respetar y respetarte a ti
misma. Ese entrenamiento se hace más fuerte cuando estás
con tu enamorado o novio: si entre ustedes aprenden a decirse
«no», si se ayudan, si se ejercitan cuando es tan sencillo y
parece tan normal entregarse sin esperar, créeme que a
ambos les será más fácil decir «no» a otras personas cuando
estén casados, o antes de casarse.
Sin duda podrás encontrar muchos otros beneficios que trae consigo
el ejercicio de la castidad, pero basta con éstos. Por otro lado, creo
que también es conveniente considerar los daños que una se hace o
puede hacer a la persona amada cuando no se vive la pureza. Aquí
te ofrezco un breve recuento:
1. Daños a nivel físico/biológico

a. Posibilidad de contagio de enfermedades de


transmisión sexual, si alguno de los dos ha tenido
contacto sexual con otra pareja anteriormente.

b. Riesgo de quedar estéril, tanto por efecto de alguna


enfermedad de transmisión sexual (por ejemplo, la
clamidia) como por el uso de los anticonceptivos, en
especial la píldora del día siguiente:
«La infertilidad puede darse en algunos casos sin que se sepa cuál es la
causa, la razón. Pero muchas veces es la consecuencia de un
comportamiento de riesgo. Entre esos comportamientos de riesgo está el uso
de anticonceptivos. Una chica que empieza a utilizarlos muy joven puede
tener como resultado —por ejemplo, con una anticoncepción hormonal— un
bloqueo de la función del hipotálamo, de la hipófisis y de los ovarios, y así,
cuando deja de usar anticonceptivos, puede encontrarse en una situación de
esterilidad, porque su actividad normal, su fisiología, no es la misma que
antes. Eso es muy peligroso.

No está bien que los médicos receten anticonceptivos a las mujeres jóvenes.
Muchas veces les dicen que pueden usarlos para regular un ciclo menstrual
irregular, pero ésa es una mentira. Muchas jóvenes que utilizan
anticonceptivos han empezado a hacerlo por esa razón. Pero esa razón no
es verdadera, porque un ciclo menstrual irregular es normal en una joven e
incluso algunas mujeres tienen un ciclo irregular toda la vida. Cuando se
utilizan anticonceptivos, no hay un ciclo regular, hay un ciclo que está ligado
a la suministración del anticonceptivo. Muchas veces las chicas dicen:
“Bueno, ya que tengo este tratamiento por esta situación, puedo utilizar su
mecanismo anticonceptivo”. Pero ello no es bueno para la educación de la
chica, porque la solución a la posibilidad de un embarazo no es utilizar
anticonceptivos, sino elegir el no tener una relación sexual.

Por otro lado, existe el riesgo de la pérdida de la fertilidad si se ha iniciado en


una edad muy temprana el uso de anticonceptivos.
Luego, hay otros problemas con tratamientos que se llaman anticonceptivos,
pero que no son sólo anticonceptivos, como por ejemplo la píldora del día
siguiente. Algunas jóvenes la utilizan más de una vez al año. Esto puede ser
muy peligroso para la fertilidad futura, porque la píldora del día siguiente
38
puede influir también sobre la fertilidad» .

c. ¿Qué harías si quedas embarazada? Una mujer que


aborta sufre heridas emocionales muy fuertes, además
de los males físicos que le puede causar, incluida la
muerte. Luego de haber escuchado a muchas mujeres
que han abortado, te puedo decir que es muy difícil que
se perdonen a sí mismas haber matado a su propio hijo.
No hay nada más duro para una mujer que eso. En el
fondo ella no se cree aquello de que lo que ha
concebido es sólo “un tejido de células”, o un “quiste”:
sabe bien que es su hijo, digan lo que digan. Una mujer
que aborta no sólo mata a su hijo, también muere algo
en ella.

2. Daños a nivel psicológico


a. Te genera una autoestima distorsionada: crees que
vales por tu físico, por tu cuerpo, por tu belleza, por el
deseo que eres capaz de despertar en un hombre;
confundes ser mujer con ser “sexy”, provocativa,
seductora. En fin, crees que vales sólo si eres deseada,
mirada y admirada, halagada por lo externo. Quien se
preocupa sólo por su belleza externa se olvida de
cultivar su belleza interior, las virtudes, los valores; se
convierte en una mujer vacía, vana.

b. Una mujer que no se valora y no se quiere a sí misma


corre el grave riesgo de entregar algo sexual tan sólo
por sentirse amada. De ese modo entra en un círculo
vicioso: se devalúa cada vez más a sí misma, y se
convierte en una mendiga de amor a cambio de sexo.
c. Te lleva a usar a los hombres —incluyendo a tu
enamorado— para llenar tus vacíos emocionales y
afectivos. Eso, a su vez, te incapacita para amar y ser
amada verdaderamente, pues al buscar “llenar vacíos
afectivos” alimentas tu propio egoísmo y el suyo.

d. Se devalúa una recta visión y aproximación a la


sexualidad: las relaciones sexuales se convierten en un
“juego” o un “entretenimiento” que produce un intenso
placer, pero que se apartan cada vez más de una real
manifestación de amor.
«Desde que a los dieciséis años le entregué mi virginidad a un hombre que
me defraudó, le perdí total importancia a las relaciones sexuales. Tuve otros
dos novios, usé métodos de planificación, pastillas del día después... y
sencillamente cometía el error de acostarme con ellos... Esta situación la
tomé como “deporte”, pero cada vez que lo hacía se formaba en mí un vacío
grandísimo».

3. Daños a nivel espiritual


a. La falta de castidad nos aleja de Dios y, por lo mismo,
de nuestra identidad más profunda. Si bien el pecado
de impureza no es el más grave —muchísimo más
grave es la soberbia—, sí es el que más avergüenza.
Cuando faltas a la castidad y pureza inmediatamente te
llenas de vergüenza ante Dios y te cuesta muchísimo ir
a confesarte (en caso de que lo hagas habitualmente).
Pero si te apartas de Dios, estarás separándote de
Aquel único capaz de devolverte la pureza y la paz del
corazón. Es tan absurdo como huir de un médico
cuando uno se ha hecho una herida profunda y se está
muriendo. ¡Él es el único que puede salvar tu vida! Así
de tontos y de patéticos somos cuando nos apartamos
de Dios por la vergüenza que sentimos cuando faltamos
a la pureza de cualquier manera. ¡No hay pecado que
Dios no te pueda perdonar si estás arrepentida! ¡No hay
impureza que Él no pueda purificar! ¡No hay herida que
Él no pueda curar! Por ello, si caes, en vez de apartarte
de Dios lo inteligente es acercarte a Él, humilde y
arrepentida, para pedir perdón. Entonces Él te
devolverá la pureza y una nueva oportunidad para
hacer las cosas bien en adelante.
b. Nos aparta asimismo de la Iglesia. Cuando los jóvenes
comprometidos con la vida cristiana y el apostolado —
en su parroquia o en un movimiento, por ejemplo—
faltan a la castidad, dejan de rezar porque se sienten
indignos, poco a poco dejan de confesarse, de ir a Misa
y de cumplir sus obligaciones apostólicas.

c. Nos aleja también de las verdaderas amistades, de


aquellos amigos o amigas que saben aconsejarnos
bien, porque sentimos que los hemos defraudado,
porque tememos que se molesten con nosotros, porque
sabemos que no nos van a consentir lo que nosotros
queremos consentirnos. Con eso, volvemos a las
“amistades” que nos arrastran por el camino fácil y nos
llevan al abismo.

d. Con el pecado, y con la repetición del pecado, se


produce un endurecimiento del corazón, un
adormecimiento de la conciencia frente al pecado (ya
no me parece que está mal, me justifico y voy
perdiendo la vergüenza) y una actitud cada vez más
cínica.

e. Generamos un hábito de mentir para ocultar, lo que


prepara el camino para llevar una doble vida,
rompiendo en el presente o futuro promesas y
compromisos asumidos verbal o solemnemente.

f. Produce un subjetivismo moral por el que se rechaza


todo criterio objetivo sobre lo que es bueno o malo:
«Todo es relativo; yo determino qué es lo bueno y qué
lo malo según mi parecer o placer».
Hemos considerado brevemente los beneficios que trae vivir la
castidad, así como también los daños de no vivirla. La lista no
pretende ser ni exhaustiva ni completa, pero sí darnos una idea de
por qué es conveniente esta virtud.
Una vez que hemos entendido su importancia, surge otra pregunta
que es necesario responder.
VI. ¿Es posible vivir la castidad?
Podemos entusiasmarnos mucho cuando se nos explica bien qué es
la castidad, cuáles son sus beneficios y cómo esta virtud es el
camino para encontrar el amor verdadero y vivirlo en plenitud. Sin
embargo, no podemos ser ingenuos. Junto con el entusiasmo
debemos ser muy realistas: hoy en día es especialmente difícil vivir
la castidad, por todo lo que hemos visto al principio. Vivimos en una
cultura que desprecia esta virtud y nos presiona a todos a ir en una
misma dirección: el sexo precoz, con quien sea, cuando sea, como
sea, cuantas veces uno quiera. ¿Esperar? ¡Para qué! ¡Hay que
disfrutar!
La dificultad aumenta porque no sólo somos víctimas de un continuo
bombardeo o lluvia de mensajes cargados de hedonismo,
sensualidad y egoísmo, o de la presión social, sino que a toda esta
presión externa se añade nuestra propia inclinación al mal y la
acción de nuestras hormonas. En resumen, ¡vivir la castidad no es
fácil! Como me decía alguien que decidió hacer esa opción, «no me
imaginé que el camino se iba a volver más complicado».
Teniendo todo esto en cuenta, volvemos a hacernos la pregunta:
¿es posible vivir la castidad? Por más bombardeo o presión externa
que experimentemos, por más revueltas o alocadas que estén
nuestras hormonas, por más inclinados que estemos al mal, no
dejamos de ser libres. No estamos inexorablemente condicionados
a vivir una vida no casta. No podemos echarle la culpa “a los
demás”, “a las circunstancias”, “a las hormonas”, “al exceso de
trago” o a lo que sea. Cada uno de nosotros es dueño de sus
propios actos y responsable de sus propias decisiones. A pesar de
la dificultad, a pesar de que muchos te digan que es imposible, tú sí
puedes vivir la castidad si te lo propones firmemente.
La verdad es que la gran mayoría hoy en día piensa —antes de
intentarlo siquiera— que eso es imposible. Pero, cuando se trata de
intentar algo, nunca hay que pensar acerca de posibilidades o
imposibilidades. ¡Cuántas veces nos sorprende ver que otros hacen
lo que antes parecía imposible! Impresiona lo que el ser humano es
capaz de lograr o hacer cuando se lo propone. Y si a punta de
voluntad, de inteligencia, de esfuerzo, de entrenamiento, de
superación de límites, de audacia, es capaz de lograr cosas
admirables y de someter y dominar energías insospechables, ¿por
qué de plano muchos piensan que es imposible vivir la castidad?
Hay quienes lo están haciendo, tan sencillo como eso. No es
imposible. ¿Qué hace que sea posible? La firme decisión, la
práctica, la tenacidad, la persistencia, el ponerse una y otra vez de
pie luego de cada caída, la motivación de obtener el premio, que en
el caso de la castidad es el amor verdadero. Lo único que impide
vivir la castidad es la limitación mental que uno se pone a sí mismo,
el “creer que no se puede”. Por cierto, a quien decide intentarlo,
Dios le ofrece la ayuda de su gracia, una ayuda que por lo demás es
absolutamente necesaria dada nuestra fragilidad:
«Podemos ciertamente estar seguros de que la castidad perfecta, como la caridad
perfecta, no serán alcanzadas por nuestros meros esfuerzos humanos. Debemos
pedir la ayuda de Dios. Incluso cuando esto ya se ha hecho es posible que nos
parezca que durante mucho tiempo ninguna ayuda, o menos de la que necesitamos,
nos es otorgada. No importa. Detrás de cada fracaso, pidan perdón, levántense del
suelo y vuelvan a intentarlo. Muy a menudo, lo que Dios nos otorga primero no es la
virtud en sí sino este poder de volver a intentarlo de nuevo. Pues por muy
importante que sea la castidad (o el valor, la sinceridad, o cualquier otra virtud), este
proceso nos entrena en hábitos del alma que son más importantes todavía. Nos
cura de nuestras ilusiones con respecto a nosotros mismos y nos enseña a
depender de Dios. Por un lado, aprendemos que no podemos confiar en nosotros
mismos ni siquiera en nuestros mejores momentos y, por el otro, que no debemos
desesperar ni en nuestros peores momentos, porque nuestros fracasos son
perdonados. La única cosa fatal es sentirse satisfecho con cualquier cosa que no
39
sea la perfección» .

¡Qué importante es esto! Si decides hacer esta opción valiente por


vivir la virtud de la castidad, ¡no confíes en ti misma ni en tu mejor
momento! ¿Por qué? Porque es en esas circunstancias en las que
piensas que eres fuerte, que tienes todo bajo control, que “no va a
pasar nada”, cuando te expones a situaciones complicadas, cuando
tienes la guardia baja y recibes los golpes más duros y se dan las
caídas más fuertes. Cuando eso sucede, vienen inmediatamente la
desesperación, el desaliento, la idea de que “no vas a poder”, de
que “siempre será igual”, de que “nunca podrás superar tu
debilidad”, aparece la tentación fuerte de abandonarte y seguir
revolcándote en tu miseria. ¡No! En esos momentos, ¡no
40
desesperes! ¡Sé humilde! Pide perdón , perdónate a ti misma, pide
la ayuda necesaria a Dios y ponte de pie para volver a empezar de
nuevo, con la conciencia de que la única cosa fatal es renunciar a la
lucha.
Así, pues, ¿se puede vivir la castidad? ¿Es posible? Sí. Sí se
puede. Sí es posible. Con tu decisión y con la fuerza de Dios, todo
es posible.
VII. ¿Cómo vivir la castidad?
Quien hace la opción de vivir la castidad porque entiende que es lo
mejor para ella misma y para el hombre que ama, que ése es el
camino para crecer y madurar en un amor auténtico, se encuentra
ante una gran pregunta: ¿Y cómo la vivo en lo práctico, en lo
cotidiano? ¿Qué implica concretamente?
Lo primero que tienes que hacer, como hemos dicho, es quererlo
con firmeza. Desearlo con convicción y encontrar la motivación
apropiada son fundamentales para la adquisición de esta virtud. En
ese mismo sentido es importante que entiendas y estés convencida
de que sí se puede vivir la castidad. Quien dice que es imposible, es
porque no lo ha intentado seriamente o porque ni siquiera quiere
intentarlo. Y no porque él o ella no quiera o no pueda, quiere decir
que otros no puedan. En esto también se aplica aquello de «querer
es poder».
La castidad ciertamente no se alcanza de la noche a la mañana, con
sólo quererlo y decidirlo. Luego de la decisión viene todo un
entrenamiento y es necesaria la perseverancia. La castidad es una
virtud, y nadie llega a ser virtuosa sin esfuerzo, constancia,
sacrificio, lucha, guía y mucha paciencia. No te desanimes jamás si
fallas al primer intento, o al segundo, o al tercero. Lo importante es
seguir intentando siempre de nuevo y nunca darte por vencida,
nunca quedarte con la última experiencia de derrota.

Teniendo la decisión y con la convicción de que sí se puede, toca


entrenarte. Como en las artes marciales o en cualquier deporte, sólo
se puede alcanzar su perfecto dominio mediante técnicas, con un
maestro que te enseñe y con la repetición diaria de ciertos
movimientos y ejercicios. Recuerda que, como en todo lo que
requiere entrenamiento, también en el dominio de los propios
deseos e impulsos sexuales por medio de la castidad la repetición
de actos virtuosos y la perseverancia son fundamentales.
Perseverar es nunca darse por vencida. Perseverar es ser como un
porfiado: si me caigo, ¡me vuelvo a poner de pie y regreso a la
batalla! ¡Nada de quedarte tirada en el suelo luego de una caída!
Perseverar implica ver la caída no como un fracaso, como la derrota
final, sino como una oportunidad para aprender, para ser más
inteligente en adelante y no cometer los mismos errores. Una caída
no hace el final de la carrera. Es tan sólo eso: un tropezón en el
camino. Si te caes en el intento, sacas fuerzas de donde sea, te
pones de pie y vuelves a intentarlo, cuantas veces sea necesario.
Aunque falles, ¡el Señor siempre te ofrece una nueva oportunidad!
Sólo te pide que con humildad aceptes tu fragilidad, que aprendas
de tus caídas y que vuelvas a la lucha apoyada en su fuerza.
El fracaso no consiste en una caída, sino en no querer levantarse
nuevamente, en la decisión de abandonar la lucha. Aunque vuelvas
a caer “siempre en lo mismo”, jamás debes ceder al desaliento o
desánimo. Siempre se puede volver a intentar de nuevo. Si siempre
te vuelves a poner de pie, poco a poco, con el tiempo, con
paciencia, verás que puedes ir creciendo en un mejor dominio de ti
misma.

Ten en cuenta que por más buena intención que tengas en un


momento de mucho entusiasmo, las caídas en el caminar son parte
de la vida. Como me escribió una joven arrepentida:
«Le cuento que caí. Me siento avergonzada y triste. Pensé seguir en la lucha
constante, pero no pude. Ahora me doy cuenta de que es una lucha muy fuerte, que
no pude seguir, pero me levanté, miré de frente. Pero ahora tengo más miedo que
antes. Me dejé llevar, me puse a tomar, tuve la oportunidad de dejar de tomar y no
lo hice, y terminé casi cediendo a tener relaciones sexuales con un chico que
supuse que era mi amigo. Me siento mal, no me porté bien, pero no me dejaré
vencer por esta caída, así que iré a confesarme para retomar mi lucha».

¡De eso se trata! De levantarse nuevamente, de pedir perdón, de


aprender de los errores, de volver a intentarlo con más humildad y
prudencia.

Como esta joven que cayó a pesar de haberse propuesto vivir la


castidad, tú también puedes caer en medio de tus luchas. En ese
momento podrás experimentar frustración, amargura, tristeza,
vergüenza, podrás sentir que has decepcionado a Dios o a quienes
confiaron en ti, o a ti misma, y que ya no mereces ser perdonada. A
pesar de ello el Señor no te dirá jamás «hasta aquí no más», «ya no
mereces ser perdonada». No dejes nunca que la decepción de ti
misma te aparte de Dios o de quienes están allí para ayudarte a
ponerte de pie y alentarte a seguir caminando. Por tanto, si caes,
¡pide inmediatamente perdón a Dios, levántate y vuelve a la batalla!
¡El Señor siempre te da la posibilidad de levantarte y empezar de
nuevo!

Ahora bien, en nuestra opción por vivir la virtud de la castidad para


amar de verdad es fundamental poner medios proporcionados. Un
“medio” es algo que me permite alcanzar un fin. Así, por ejemplo, un
medio para llegar a un lugar es un bus, un automóvil o una bicicleta.
Pero un medio “proporcionado” es aquel medio adecuado que me
permite llegar al fin deseado. No todos los medios son suficientes o
apropiados. Por ejemplo, si quiero ir a un país que queda en otro
continente, no lo puedo hacer a pie o en automóvil únicamente.
Debo hacer uso de otro medio de transporte: un avión o un barco. El
automóvil, aunque sirve para movilizarse, no me sirve para cruzar el
mar. No cualquier medio me permite alcanzar un fin deseado. Para
alcanzarlo debo usar uno proporcionado al fin que espero alcanzar.

Finalmente, lo que parece imposible, con Dios se hace posible. Los


cristianos creemos que además de ser una virtud moral, la castidad
41
«es también un don de Dios, una gracia» . En cuanto tal, hay que
pedirla insistentemente a Dios. Decía San Agustín:
«Creía que la continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sentía en
mí; siendo tan necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser
continente, si Tú no se lo das. Y cierto que Tú me lo dieras, si con interior gemido
llamase a tus oídos, y con fe sólida arrojase en Ti mi cuidado».

El Señor en el Evangelio nos enseña: «Si permanecen en mí, y mis


palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo
conseguirán» (Jn 15,7), y también: «Yo les digo: pidan y se les dará;
busquen y hallarán; llamen y se les abrirá» (Lc 11,9). Así pues, la
oración para pedir pureza y castidad es indispensable en nuestra
lucha diaria.
Además de la oración, la fuerza para luchar y el amor que queremos
vivir los encontramos en los sacramentos de la Eucaristía y de la
Reconciliación. Acudir a ellos es fundamental. En la Eucaristía nos
nutrimos de quien es el Amor mismo, de Cristo. De ese modo
podemos crecer día a día en un amor verdadero, el mismo amor que
Cristo nos tiene, el amor que Él nos manda vivir. Él, además, es
fuerza para nuestra debilidad. Necesitamos de Él para amar más,
para amar verdaderamente y para poder ser cada día más fuertes
en nuestro empeño por vivir la castidad. Por otro lado, en el
sacramento de la Reconciliación nos encontramos con el amor y la
misericordia de Dios, que nos acoge cuando nos caemos, nos
perdona, nos alienta y anima a ponernos de pie y volver a la batalla,
cura nuestras heridas y nos fortalece en todas nuestras luchas con
una gracia particular.

Comprometerse a vivir la castidad es entrar en una lucha dura.


Quien entra en combate es muchas veces herido, incluso de
gravedad. Comprometerse a vivir la castidad no es comprometerse
a “nunca caer”, sino a luchar día a día. Y si en medio de la lucha
caes, es tomar la decisión de ponerte nuevamente de pie para
volver a la batalla. Si te tropiezas, acude al Señor a pedir perdón. Él
te espera para curar tus heridas, para alentarte a ponerte
nuevamente de pie y seguir en la batalla. De eso se trata: no de
nunca caer, sino de levantarnos SIEMPRE, y de hacerlo CUANTO
ANTES, sin consentir la tristeza que nos hunde en el desaliento, en
la desesperanza, que quiere hacerte creer que “no puedes”, que
“siempre es lo mismo”, que “nunca podrás superar tu debilidad”.
¡Nada de eso es verdad! El Señor nunca te va a decir:
«Efectivamente, tú no puedes». ¡Jamás! Él nunca te va a rechazar.
Nunca te condenes a ti misma cuando el Señor te está esperando
en su sacerdote para perdonarte «setenta veces siete» (Mt 18,22),
es decir, sin límite, sin medida.

Dicho esto, pasemos ahora a revisar las distintas situaciones que


ponen en riesgo nuestra castidad, todo aquello que hemos de tener
en cuenta para ser prudentes y crecer en la virtud de la pureza.
Sugeriremos también algunos medios que quizá puedan parecer
exagerados, pero que son muchas veces los proporcionales para
romper con situaciones pasadas que nos han llevado a la impureza.
Hay momentos en los que sencillamente debemos dejar de hacer
cosas con ciertos “amigos”, o apartarnos de ciertas personas o
lugares si es que queremos vivir la castidad, “recuperarnos” y
fortalecernos en el dominio de nuestros impulsos sexuales, a fin de
orientarlos al amor verdadero.

1. ¿Como quién quieres ser?

La publicidad utiliza a la mujer para despertar en los hombres el


deseo. Ponen a una chica sexy junto al producto que quieren vender
y así el placer sexual que le provoca al hombre verla queda
asociado al producto. ¿Resultado? Aumentan las ventas. Es
“matemático”, es psicología pura: estímulo-respuesta.

Esta publicidad, evidentemente, no genera el mismo efecto en los


hombres que en las mujeres. En ellas, al ver a la mujer hermosa,
sensual, “perfecta” en el cartel publicitario, se les despierta el deseo
de imitar a la chica del panel: «Quiero ser como ella, tener sus
mismas formas, maquillarme como ella, vestirme igual, para ser
admirada, aceptada, deseada».

Al ver esas fotos de modelos hermosas, muchas chicas tratan de


alcanzar lo inalcanzable, porque además hoy en día son muy pocas
las imágenes publicitarias que no se “perfeccionan” con Photoshop.
Para lograr ese grado inalcanzable de belleza empiezan a hacer
42
dietas realmente inhumanas. La anorexia y la bulimia, Mía y Lía ,
han entrado en la vida de muchas chicas por la necesidad de “verse
como ellas”.

En vez de tomar como modelo a las mujeres de las portadas o de


43
las revistas de vanidades, a las cantantes o artistas de moda , a “la
chica del cartel”, toma como modelo a mujeres que se hacen
respetar, que están más interesadas en cultivar las virtudes y
embellecer su corazón que en exponer “las partes” de su cuerpo a la
vista de todos con tal de ganar un poco de atención y valoración.
2. Elije bien a tus amistades

Leemos en un antiguo texto: «Con el inocente serás inocente; con el


44
elegido serás elegido, y con el perverso te pervertirás» . Tan
sencillo como eso: si quieres vivir la pureza, tienes que saber elegir
a tus amigas y amigos, porque lo quieras o no, ellos ejercerán a lo
largo de tu vida una decisiva influencia sobre ti, para bien o para
mal.

A veces incluso será necesario distanciarse de aquellas amistades


que de un momento a otro empiezan a abandonar los ideales que
compartían, para que no seas arrastrada tú por ese mismo camino:
«Éramos las clásicas amigas que se contaban todo y vivíamos la experiencia de
tener padres separados… Aunque a ella le llamaba la atención el grupo de las
chicas a las que les gustaba “divertirse a morir”, no salíamos con ellas. Por otro
lado, teníamos amigos que pensaban que éramos “cool”, porque no necesitábamos
llamar la atención, nos gustaban el rock y el arte, nos consideraban diferentes
porque nos hacíamos respetar. Los chicos se burlaban de aquellas chicas que eran
“fáciles” o a las que les encantaba hablar en doble sentido, y es así como los chicos
las ven.
De un momento a otro, mi amiga empezó a cambiar. Se fijaba mucho en su físico, el
cabello, si tenía algún defecto y todo ese tipo de cosas superficiales. Estuvo con un
chico que le fue infiel y luego con otro, con quien empezó a tener relaciones
sexuales y llevaba una vida oscura y extraña. Fue entonces, y porque me hablaba
tanto de sus experiencias sexuales, que yo también empecé a querer experimentar
lo mismo, así que a mis quince años lo hice con quien entonces era mi
enamorado…
La verdad es que desde que empezó a cambiar debí cortar con esa amistad. Estoy
segura de que, de haber tenido otro tipo de amigas, me hubiese conservado hasta
encontrar a mi amor verdadero, o sea, a mi esposo. Ahora, a mis veintisiete años,
recién empiezo a recuperarme de todo el daño que me causé luego de tomar
aquella mala decisión, influenciada por mi amiga».

Ten en cuenta que los amigos son como un ascensor: pueden


elevarte o llevarte a lo más profundo del sótano. Elige amistades
que te eleven, que te ayuden a ser mejor, y al mismo tiempo,
ayúdalos tú a ser mejores, a elevarse cada día más.

3. Aprende a dominar tu curiosidad

La curiosidad es como una voz interior que nos seduce y nos invita
a conocer o probar el “fruto prohibido”. Despierta el deseo de querer
experimentar lo que sabemos que no es bueno para nosotros,
porque nunca lo será (como, por ejemplo, probar drogas) o porque
no es el momento (como, por ejemplo, tener relaciones sexuales).

Dominar tu curiosidad no es nada fácil, pero es algo que debes


aprender a hacer si no quieres cometer graves errores en tu vida, de
los que te arrepentirás amargamente luego, errores que dejarán
profundas heridas en ti, o que te harán perder el control de tu vida.

Un día una joven de trece años acudió a mí para decirme en medio


de su angustia:
«¡Pasó algo horrible! ¡Me siento horrible! Hoy hice algo súper malo. Vino una amiga
a mi casa y tenía un cigarro. Entonces lo prendió, me entró la curiosidad y fumé. Mi
vecina vio y le va a contar a mi mamá. ¡Me siento pésimo! Estoy arrepentida porque
sé que lo que hice está mal. Me duele pensar que a ella la va a decepcionar. Y todo
sólo porque la curiosidad me ganó. ¡Prometo no volver a hacerlo! Aunque tengo
miedo de que vuelva a pasar».

Lo primero, nunca hagas algo que tú sabes que no debes llevada


por la curiosidad, para saber cómo es, qué se experimenta,
pensando acaso que nadie se va a enterar. ¡Tú te vas a enterar! ¡Tú
lo sabrás, y cargarás con esa verdad en tu corazón, tratando de
ocultarla a tus padres o a las personas importantes para ti por miedo
a lo que piensen de ti, por miedo a que te rechacen! Muchas veces
son ésos los primeros pasos para entrar en un camino de mentira,
de ocultamiento, de “doble vida”: sigues aparentando que eres una
buena chica, pero estás haciendo cosas que no son buenas, que
sabes que defraudarán y causarán dolor a quienes te aman de
verdad.
Cuando empiezas a ocultar cosas por miedo a lo que tus padres
piensen de ti, cuando ya no tienes la confianza para contarles lo que
has hecho, empiezas a recorrer un camino muy peligroso y oscuro.
En ese camino te quedarás sola, porque tú misma te privas del
necesario consejo y ayuda de quienes te aman y quieren lo mejor
para ti.

A aquella joven le recomendé que tomara valor para afrontar las


consecuencias de sus actos y que hablase ella misma con su mamá
para contarle lo que había hecho. Su respuesta es la que
probablemente darías tú misma si te encontraras en una situación
semejante: «¡No sé cómo contarle a mi mamá!… ¡Me da miedo qué
pueda pensar!… ¡Me da nervios!». Finalmente tomó valor y habló
con ella apenas pudo:
«¡Me entendió y ya estoy súper bien! Me dijo que el problema no está en el cigarro,
sino en que no sé decir “no”, y que si no puedo decirle “no” a un cigarro, cómo será
con mi enamorado. Me dijo que tengo que aprender a tomar buenas decisiones».

La curiosidad es algo muy difícil de controlar, pero debes aprender a


hacerlo, porque puedes terminar haciendo cosas peores que fumar
un cigarro simplemente porque tus “amigas” lo hacen, y como te
hablan de eso todo el día, te empieza a dar curiosidad y a provocar
a ti también:
«Cuando estaba en la secundaria algunas de mis compañeras ya habían tenido
relaciones; yo, a pesar de tener enamorado, no pensaba en eso, hasta que “mi
mejor amiga” lo hizo y se despertó en mí la curiosidad, el deseo de experimentarlo
yo también. Ella me hablaba de eso todo el tiempo, de su “experiencia”, pero hoy,
diez años después, les puedo decir que con algo tan valioso no se experimenta. Si
hubiese tenido una amiga con los mismos valores que yo, todo hubiese sido distinto
y no hubiese cometido los errores que cometí. Pero el “hubiera” no
existe. Lamentablemente cedí y eso me marcó para siempre».

A propósito, son varias las jóvenes de entre trece y quince años que
me han compartido su confusión. Me cuentan que ya algunas de sus
amigas se han iniciado sexualmente y que les dicen a las demás
que les gustó. Una de estas jóvenes, habiendo hecho el propósito
de guardar su virginidad, me decía: «Siento que no voy a poder,
siento que mis hormonas están revueltas». Porque ya algunas les
cuentan de sus experiencias sexuales, a las demás las hacen dudar
y les despiertan una enorme curiosidad por saber cómo es y qué se
siente. Hablan entre ellas de «¿cómo será la primera vez?». Otra, a
sus dieciséis años, me confiaba que estaba asustada, porque
cuando comenzó a besarse apasionadamente con su enamorado —
apenas a la semana de estar juntos— empezó a sentir cosas «que
nunca antes había sentido».

¿Qué consejo darles a ustedes, jóvenes, que experimentan o


experimentarán esta fuerte curiosidad por saber “cómo es”, al punto
de empezar a dudar sobre su propósito de esperar hasta el
matrimonio? Pues acá les ofrezco algunos testimonios que pueden
serles muy útiles.
El primero es de una joven a quien a los quince años su enamorado
le pidió tener relaciones sexuales. Aunque estuvo muy tentada, tuvo
el valor de decir «no». Sin embargo, no dejó de considerar la
posibilidad de hacerlo posteriormente, así que se le ocurrió
preguntarle a una amiga que le había comentado que ya había
tenido relaciones varias veces con su ex y lo seguía haciendo. Su
respuesta la sorprendió:
«Se notaba confundida, era como si estuviera orgullosa y a la vez decepcionada.
Cuando le pregunté por qué lo hacía, me dijo que era porque ella se sentía bien con
ello y que era completamente normal hacerlo. Yo le dije: “Y si yo lo hago ahora a mis
quince años, ¿qué pasará?”. Mientras yo pensaba que podría fortalecer la relación
que tenía con mi enamorado, ella me dijo: “Una vez que le entregas TODO a un
chico, ya no hay nada más que dar, te quedas con NADA, y nada es lo que en
adelante podrás ofrecer, porque para un hombre tener relaciones es como la meta”.
La verdad es que no pensé escuchar algo tan crudo, pero es real... Ahora me siento
realmente feliz de no haber cedido y haber tenido la fortaleza para haber dicho “no”,
y saber que por eso es tan especial la virginidad».

Este otro testimonio es el de aquella mamá que ya hemos citado y


que llevó a sus dos hijas de diecinueve y veinte años a la ginecóloga
—nada católica, por cierto— para un chequeo de rutina. Esta madre
se quedó sorprendida por el consejo que la doctora les dio, luego de
preguntarles si tenían enamorado:
«Las dos dijeron que sí. Después les preguntó que a qué edad se pensaban casar.
Ellas contestaron que no sabían, pero que posiblemente al acabar su carrera.
Entonces les dijo la doctora: “Les recomiendo, por el bien de sus cuerpos, que no
inicien su vida sexual antes de eso, porque una vez que empiezas con uno, es difícil
decir que ‘no’ al siguiente enamorado, luego al otro, y cuando ya te toca casarte, no
sabes en realidad con cuál es con el que te casas, pues ya son varios los que han
entrado en lo más íntimo de tu ser”. Finalmente les dijo: “Les aconsejo que no
esperen tantos años para casarse”».

¡Piénsalo bien! ¿Quieres arriesgarte y arriesgar tu futuro por dejarte


llevar por la curiosidad, por tus hormonas, o por la presión de tus
amigas o de un chico? ¡Mantente firme en tu propósito! Lo único que
va a fortalecer verdaderamente una relación es la espera, el mutuo
respeto, la pureza y la castidad. ¡Sólo así puede crecer y madurar
un amor verdadero!

4. Aprende a dominar tus emociones


Esto es muy importante: ¡cuida tu corazón! ¿Qué significa esto?
Ante todo, debes ser consciente de que, por tu naturaleza femenina,
eres más dada a lo sentimental, a lo romántico, a lo afectivo, que los
chicos. Las jóvenes tienden a ilusionarse y, por lo mismo, a
enamorarse de los hombres que admiran y que las hacen sentir
valiosas y significativas. A partir de los trece o catorce años puede
bastar que un chico te diga «me gustas» o «te quiero» para que ya
estés pensando en él todo el día, te ilusiones y proyectes con él una
relación a futuro.

Esta característica particularmente —no únicamente— femenina las


hace especialmente vulnerables a los halagos y a la manipulación
de los hombres. Esto quiere decir que, cuando te enamoras, el
hombre puede aprovecharse fácilmente de ti y obtener lo que quiera
con tan sólo convencerte de que es por amor. La manipulación de
un hombre puede llegar al extremo de decirte: «si me amas,
demuéstralo», porque sabe que tú, ya que lo amas, eres capaz de
darle lo que sea, lo que quiera, “para hacerlo feliz a él”. Otra forma
sutil de manipulación es la famosa frase: «si nos amamos, ¿qué
tiene de malo?». Es una manera muy astuta de hacer que quiebres
tus límites. Esta frase no la vas a escuchar solamente de tu
enamorado, sino también de tus amigas y amigos, o es algo que tú
misma pensarás cuando estés profundamente enamorada, sin
necesidad de que nadie te la diga. Si te la crees, el sentimiento se
habrá convertido en la norma última que define qué es lo que está
bien y qué no. En ese momento ya no habrá límites, estarás
dispuesta a entregarlo todo.

Una mujer enamorada, afectiva y emocionalmente involucrada con


un chico, es muy difícil que diga «no» cuando el enamorado
empiece a avanzar o a pedirle otras cosas que no son amor. Por
eso es importante que tengas las ideas claras y desde el principio
definas con claridad los límites en una relación. El «nos amamos»
no es excusa para avanzar en el campo erótico o sexual. El
verdadero amor se expresa en el respeto a la persona amada y en
el autodominio. Un hombre que te dice «no puedo esperar» es
alguien que se ama más a sí mismo que a ti. Tan sencillo como eso.

Acerca de esta vulnerabilidad de la mujer advierte Crystalina Evert:


«Guardar tu pureza es tan sólo la mitad de la batalla. Muchas veces las mujeres no
ponen límites a sus emociones. Lo que quiero decir es que con frecuencia
entregamos nuestros corazones tan rápido, que estamos “emocionalmente
casadas” con el chico después de unos meses. Toda la palabrería sobre “estar
juntos para siempre” no sólo hace más difícil la pureza física, sino que también hace
que las rupturas se sientan más como divorcios.
A veces involucrarse tan rápido y tan profundamente en la relación con un chico es
una señal de una falta de relaciones profundas con otras personas. A veces es una
señal de un deseo desesperado de amor. La solución es enfocarse en profundizar
45
nuestras amistades y, mientras tanto, proteger nuestros corazones» .

Tú debes aprender a esperar y hacer esperar al chico que amas y


que te ama. También debes aprender a tener una madurez
emocional que te permita decir «no» cuando alguien a quien amas
te pida “la prueba de tu amor” o simplemente empiece a “avanzar”
con besos encendidos y “caricias” que ya no son expresión de
afecto, sino signo de descontrol y deseo de usarte a ti para
experimentar placer.

5. “Estar enamorados” no es lo mismo que “amar”


Debes tener siempre muy claro que no todo lo que parece amor es
amor. Muchos jóvenes se adelantan a tener “caricias íntimas” o
relaciones sexuales con la excusa de que «nos amamos». El “amor”
se convierte en el pretexto para hacerlo todo. ¿Pero es
verdaderamente amor? Muchas de ustedes confunden amor con
“estar enamoradas”, ¡y no es lo mismo! Por eso conviene definir
claramente qué es amor y cuál es la diferencia con “estar
enamorados”. Una excelente explicación y diferenciación la ofrece
C.S. Lewis; aquí te la copio porque yo no lo puedo exponer mejor:
«Lo que llaman “estar enamorados” es un estado glorioso y, en varios aspectos, es
bueno para nosotros. Nos ayuda a ser generosos y valientes, nos abre los ojos no
sólo a la belleza del ser amado sino a la belleza toda, y subordina (especialmente al
principio) nuestra sexualidad meramente animal; en ese sentido, el amor es el gran
conquistador de la lujuria…
Estar enamorado es bueno, pero no es lo mejor. Hay muchas cosas que están por
debajo de eso, pero también hay cosas por encima. No se le puede convertir en la
base de toda una vida. Es un sentimiento noble, pero no deja de ser un sentimiento.
No se puede depender de que ningún sentimiento perdure en toda su intensidad, ni
siquiera de que perdure. El conocimiento puede perdurar, los principios pueden
perdurar, los hábitos pueden perdurar, pero los sentimientos vienen y van. Y de
hecho, digan lo que digan, el sentimiento de “estar enamorado” no suele durar…
Pero, naturalmente, dejar de “estar enamorados” no necesariamente implica dejar
de amar. El amor en este otro sentido, el amor como distinto de “estar enamorado”,
no es meramente un sentimiento. Es una profunda unidad, mantenida por la
voluntad y deliberadamente reforzada por el hábito; reforzada por (en los
matrimonios cristianos) la gracia que ambos cónyuges piden, y reciben, de Dios.
Pueden sentir este amor el uno por el otro incluso en los momentos en que no se
gustan, del mismo modo que yo me amo a mí mismo incluso si no me gusto.
Pueden retener este amor incluso cuando cada uno podría, si se lo permitieran,
estar “enamorado” de otra persona. “Estar enamorados” los llevó primero a
prometerse fidelidad; este amor más tranquilo les permite guardar esa promesa. Es
a base de este amor como funciona el motor del matrimonio; estar enamorados fue
46
la explosión que lo puso en marcha» .

Creo que si entiendes bien esta diferencia, comprenderás que el


amor verdadero no “se demuestra” con caricias subidas de tono ni
con el sexo, sino con el compromiso perpetuo y con el respeto a la
persona que se ama. Y ese respeto exige no que los dos estén de
acuerdo para hacerlo, sino el cuidar a la persona amada de nuestra
impaciencia, de nuestro egoísmo, de usarla «porque no puedo
esperar más».

Cuando entendemos que “amor” no es lo mismo que “estar


enamorados”, ya no vale el argumento de «si nos amamos, no hay
nada de malo en tener sexo». Si hay amor, el verdadero argumento
es éste: «Si nos amamos, nos casamos; y si vamos a casarnos (y
ya tenemos fecha), no hay ningún apuro en adelantar las cosas».
Una mujer que busca el amor verdadero no se entregará mientras
no esté convencida de que es para siempre.
Recuerda que tú eres capaz de ilusionarte con un chico
simplemente por las palabras lindas que te dice y por las promesas
que te hace, así que desconfía de quien te pinta el cielo de estrellas
si con ello busca “avanzar” para obtener algo sensual o sexual de ti.
Es muy probable que en un momento tu enamorado o novio te diga
que «esto es para siempre», «te prometo cuidarte y quedarme a tu
lado toda mi vida», con tal de no esperar hasta el matrimonio. ¿Cuál
es el apuro, si de verdad te ama? La expresión más sublime del
amor no es el sexo, sino el compromiso solemne, no un compromiso
hecho a tu oído en un momento de romanticismo o de excitación, en
un cuarto a solas o sobre una cama, sino hecho públicamente, luego
de una decisión firme, razonada. Las promesas dichas a tu oído,
aunque son muy lindas y emocionantes, no tienen peso. Nunca
debes entregarte en base a esas promesas.
Entregarte porque tienes sentimientos fuertes por un chico es
sencillamente el peor error que puedes cometer, porque aunque lo
llamen “amor”, eso aún no es amor.

6. Aprende a decir «no»


A las jóvenes se les hace muy difícil decir «no», pues muchas veces
tienen miedo de “herir los sentimientos” de un chico o quedarse
solas. Acaso temen también perder su amistad o que se moleste
con ellas. Por ello prefieren sacrificarse a sí mismas, “seguir el
juego” y no ser tajantes en cortar los avances del enamorado o la
relación misma cuando ésta les hace daño o no tiene futuro:
«En una reciente encuesta realizada en clases de educación sexual en una escuela
secundaria se les preguntó a las chicas cuál era para ellas la pregunta más
importante sobre sexualidad. Contrariamente a la expectativa de los profesores, no
se refería a métodos de control natal o enfermedades de transmisión sexual. Las
chicas querían saber cómo decirle que “no” a un chico sin herir sus sentimientos.
Claro, no querían herir sus sentimientos, pero bajo este velo se ocultaba una
47
preocupación secreta: temían el rechazo» .

A las jóvenes inseguras, que no tienen una personalidad firme, se


les hace un mundo decir «no». Al contrario, como lo que buscan a
veces desesperadamente es ser aceptadas, son capaces de decir
«sí» a todo. Todos, pero especialmente las mujeres jóvenes,
tenemos que aprender a decir «no» a lo que sabemos que no es
bueno o conveniente. Además, debemos tener la lucidez para poder
desenmascarar todo intento de presión o de manipulación, aunque
venga del enamorado.
Si te encuentras en una situación en la que tu enamorado o incluso
tus amigos te proponen “ir más allá de los límites” para no ser
“aburrida”, ten el valor y la personalidad para decir «no» y
mantenerlo con firmeza. Los hombres piensan que muchas veces el
“no” de la mujer significa “insiste un poco más”. De allí que muchos
vuelvan a pedírtelo pensando que en realidad te estás haciendo de
rogar, que es cosa de tiempo y de insistir. Si al chico no le interesan
tus opciones y tus valores, si no le interesas tú, lo intentará
nuevamente, en otro momento, acaso cuando estés más vulnerable
o dispuesta a ceder. Ésta es la razón por la que muchos les dicen a
sus enamoradas cuando les ponen un freno: «Está bien, te esperaré
hasta que te sientas preparada». ¿Y cuándo será eso? ¿Cuando él
logre convencerte? ¿Cuando consiga “encenderte” con besos
apasionados o caricias sensuales? ¡A cuántas he escuchado decir:
«No lo quería hacer, pero me dejé llevar»! Su «no» inicial pasó a ser
un «sí». Aprende a hacer valer tu «no», hazte respetar. Tu «no»
debe ser invariable. Nunca lo cambies por un «sí», ya sea por
presión, por insistencia o por miedo a quedarte sola. Y si tu
enamorado vuelve a la carga a pesar de que una y otra vez has
tenido que decirle que «no», es momento de terminar con él aunque
te duela en el alma. No hay otra manera de que entienda que tu
«no» es «no», y no hay otra manera de cuidarte a ti misma,
consciente de que en algún momento de vulnerabilidad puedes
terminar haciendo lo que no querías.

Por otro lado, entiende que un chico necesita que le digan «no»
para hacerse hombre. Si se molesta u ofende porque le dices «no»,
no pasa de ser un niño inmaduro y engreído. Para hacerse hombre
debe aprender a soportar un «no». Eso lo forja. No lo prives de esa
oportunidad que lo va a ayudar a madurar como hombre. No temas,
pues, “herir sus sentimientos”. ¡Edúcalo! ¡Y edúcate a ti misma a
decir «no» por más pena que te dé! ¡Nada de sacrificarte tú para no
hacerlo “sufrir” a él! ¡Nada de ceder o rebajarte a ti misma para que
no se moleste contigo! Créeme que le harás un gran favor
diciéndole «no», además de hacértelo a ti misma.
7. Relaciones dañinas y relaciones constructivas

Enamorarse en la adolescencia es muy fácil. Sentir algo fuerte por


tal chico, pensar todo el día en él, decirle «cuídate mucho» cada vez
que puedas, tratar de estar juntos todo el día, chatear o hablarse
olvidándose del resto del mundo, sentir “maripositas” en el
estómago cuando lo ves o estás cerca de él, pueden ser síntomas
de un estado al que llamamos “estar enamorada”.
Una jovencita de trece años recibió en su colegio una excelente
charla sobre el tema del enamoramiento en la adolescencia, a partir
de un video elaborado por un grupo de jóvenes que refleja lo que
puede suceder cuando una se enamora de alguien que apenas
conoce, se ilusiona, se desilusiona, y sobre todo cuando no hay la
suficiente madurez que ayude a superar esas “decepciones
amorosas”.
La psicóloga que les habló, luego de mostrarles ese video, les dio
algunos criterios fundamentales sobre el enamoramiento
adolescente y les dijo algo tan sencillo y básico como:
«Hay enamoramientos que son destructivos, y lo que los adolescentes deben cuidar
es que, si se enamoran y si llegan a estar o no con la persona de la que se
enamoran, ese enamoramiento sea constructivo».

Esta joven nos comparte sus anotaciones sobre las características


que debe tener un amor constructivo, aquello que es preciso que
tenga en cuenta toda adolescente para no terminar haciéndose
daño a sí misma:

a. En el enamoramiento constructivo ambos dejan un espacio para


la individualidad, es decir, a pesar de estar juntos, hay un respeto
por el individuo, por el otro, por la necesidad de sentirlo diferente a
uno, con sus propias capacidades y fortalezas, así como por sus
derechos y deberes como persona.

b. El enamoramiento constructivo conduce a un crecimiento mutuo,


en el que ambos se enriquecen de la relación, ambos aprenden el
uno del otro y con ello se convierten en personas más valiosas.

c. En el enamoramiento constructivo existe en la pareja claridad y


acuerdo en los límites: en los horarios en los que pueden estar
juntos, en las metas, ayudas y caricias. El respeto a esos límites es
lo que construye un amor sólido con el tiempo.

¿Cuándo es destructivo el enamoramiento o el “amor” que se


tienen los adolescentes?

He aquí algunas características:

a. Es una relación que obstruye otros ámbitos de la vida personal;


por ejemplo: los estudios, la familia u otras amistades.

b. Absolutiza lo sexual, es decir, no se establecen límites y se va


avanzando cada vez más; así, poco a poco los “juegos sexuales” o
el mismo sexo se convierten en parte importante de la relación. En
palabras de Carlos Cuauhtémoc Sánchez:
«Se acompaña de una gran impaciencia sexual. ¿Tienes constantes deseos de
besar, abrazar, sentir la cercanía de otro cuerpo cálido? ¿No concibes una
entrevista en la que tu pareja y tú sólo platiquen [conversen] o convivan? ¿La razón
principal y única de estar juntos es encenderse con besos y caricias? ¿El noviazgo
avanza paso a paso hacia la relación sexual irremediable? Una señal inequívoca de
que se trata sólo de un apasionamiento es la urgencia de caminar aprisa en el
48
aspecto erótico» .

c. Los celos se vuelven enfermizos, las amenazas y manipulaciones


se hacen comunes:
«Se presenta con exceso de celos y búsqueda de control. “¿Dónde estuviste ayer?”.
“¿Por qué no me llamaste por teléfono?”. “¿Con quién hablabas en la calle esta
mañana?”. “¿Por qué no me avisaste que ibas a salir?”. Son algunas de las
preguntas que hace una persona que se siente dueña de otra. El verdadero amor no
requiere ese control, no asfixia, no quita la libertad. Nadie es dueño de su pareja. Ni
49
siquiera los casados» .

¿De qué te tienes que cuidar en una relación?


a. De la idealización, es decir, de ver sólo lo buena y admirable que
es la persona. Éste es un fenómeno común en los adolescentes y,
en general, cuando uno se enamora: pierde de vista la realidad,
solamente ve los aspectos positivos del otro y pasa por alto defectos
que pueden ser muy graves. La idealización dificulta el verdadero
conocimiento de la pareja. Lleva a un amor “ciego”, muchas veces
irracional. Recuerda que «el verdadero amor no es ciego; la
50
idealización sí» .

b. De enamorarse del cuerpo, y no de la persona. Esto sucede


cuando los adolescentes se fijan únicamente en los aspectos físicos
del otro o de la otra, donde lo más importante es lo visible a los ojos
y no lo interior:
«Está basado en los atributos físicos. Cuando tu pareja cambia de peinado o usa
una ropa desagradable, ¿sientes que la quieres menos?, ¿te entusiasma
demasiado lucir ante otros su belleza?, o, por el contrario, ¿prefieres evitar
reuniones sociales en su compañía para evitarte la vergüenza de ser visto con
alguien no muy favorecido? ¿Si tu novio o novia sufriera un accidente que le
produjera una irreparable marca, tu amor se terminaría? ¿De qué es exactamente
51
de lo que estás enamorado, de la fruta o de la cáscara?» .

Se agrava cuando la relación empieza a avanzar en caricias o besos


subidos de tono, cuando el placer físico se convierte en parte
importante de la “demostración del amor” que se tienen.

8. Enamorarse de la persona equivocada

Es posible enamorarse de una persona equivocada, como en este


caso:
«Tengo dieciséis años. Mi vida no está muy bien que digamos… me enamoré de mi
profesor. Él me lleva más de quince años. Es casado y tiene un hijo. Ya han pasado
algunas cosas entre nosotros. ¡No sé qué debo hacer!».

Lo más impresionante es que esta chica pregunte “qué debe hacer”,


pues la respuesta para nosotros es obvia: tomar distancia, apartarse
de él, cortar la comunicación. Si te encuentras en una situación
semejante, lo primero que debes preguntarte es qué es lo que
anhelas a futuro. Toda joven sueña con encontrar un hombre que la
cuide, que la proteja, con el cual pueda formar una familia sólida, y
espera que esa unión esté basada en un amor que dure para
siempre.
Cuando te enamoras, pierdes la capacidad de ver las cosas con
claridad y objetividad, es decir, ya todo en él “es bueno” y sus
defectos desaparecen como por arte de magia, o los justificas de tal
manera que pasan a ser “detalles sin importancia”, cuando en
realidad no lo son. Como me escribía una amiga,
«muchas veces conocemos a personas con las que tenemos una “química”
impresionante, es decir, una atracción súper fuerte, que con sólo su mirada o un
simple roce nos sentimos totalmente atraídas. Es en esas situaciones cuando
inmediatamente tiene que intervenir nuestra razón para hacer un análisis rápido y
objetivo de la persona. Para ello debemos tener muy claro qué es lo que buscamos
en una pareja, y ver si esta persona tiene esas cualidades o no, porque si nos
dejamos llevar solamente por la atracción, nos ponemos en alto riesgo de
involucrarnos en una relación sin bases sólidas para sostener una relación madura.
Además, conforme vamos creciendo, el frenarnos se hace cada vez más difícil. Por
eso es importante saber que nos van a pasar este tipo de cosas y estar preparadas
para ello».

Si ya estás sentimental y emocionalmente involucrada con la


persona indebida, te será muy difícil y hasta “imposible” terminar con
esa relación. Aun cuando quieras o intentes, el recordarlo y
extrañarlo te hará volver una y otra vez a él, ya sea sólo con el
pensamiento o en persona. Y esto no les pasa únicamente a las
adolescentes, sino también a mujeres mayores:
«Actualmente tengo cuarenta años, casada quince, enamorada y convencida de
que mi hogar es lo mejor. Pero hace un año empecé a salir con un compañero del
gimnasio. Nos vemos todos los días en el gym, pero no nos hablamos para evitar
habladurías. Él también es casado. Ya hemos estado juntos tres veces. La primera
fue en abril. Pasaron dos meses y me buscó. Después vinieron las vacaciones
largas y dejamos de vernos, por lo que creo que ambos nos olvidamos. Pero bastó
que nos volviésemos a ver para que la atracción fuese inevitable. Regresando de
las vacaciones nos buscamos y estuvimos juntos hace tres semanas. Es horrible,
todo el día estoy pensando en él, y él igual. Nos buscamos por WhatsApp y siento
que cada vez es más peligroso, porque cada vez hablamos más tiempo y ya no sé
qué hacer. Quiero dejarlo, ¡pero no puedo! Lo mejor es no probar la fruta prohibida,
porque una vez que la has probado, no vas a poder parar».
En ambos casos son mujeres que se han enamorado de hombres
de los que nunca debieron enamorarse, pues son casados. En el
segundo caso, además, la mujer también es casada, lo cual es más
grave aún.
Cuando un hombre casado se permite enamorarse de una mujer
que no es su esposa y propicia que una mujer se enamore de él,
obviamente está siendo infiel a su compromiso. Está engañando a
su esposa, a sus familiares, está decepcionando a sus hijos. Dime:
un hombre que es infiel, que le miente a su esposa, a sus hijos, por
más que te jure que te ama y que tú eres la mujer de su vida, ¿es
confiable? ¿Cómo puedes fiarte de un hombre que quiebra la
promesa solemne que hizo ante Dios, ante su esposa, ante
muchos? ¿Cuánto tiempo tomará para que lo que te promete a ti se
lo lleve el viento? Un hombre que no se toma en serio el
compromiso que asumió libremente, por amor, lo más seguro es que
tampoco mantenga las promesas que te haga a ti. Lo mismo puedes
aplicarlo a los sacerdotes. Si un sacerdote o una persona que ha
hecho un compromiso perpetuo con Dios se permite enamorarse de
ti y consiente que tú te enamores de él, se convierte en alguien en
quien no puedes confiar. No es un hombre de una sola pieza. Si
quiebra sus compromisos solemnes, sin importarle el daño que con
ello estará haciendo a tantos por el escándalo que tarde o temprano
causará, no le importará hacerlo otra vez luego de jurarte que se
quedará contigo toda la vida.
Ahora bien, antes de enamorarte o si estás enamorada de un
hombre casado, piensa como hija: tienes una mamá y un papá. ¿Te
gustaría que tu padre se enrede sentimentalmente con otra mujer y
que abandone a tu madre y su hogar “porque se enamoró de otra”?
Quizá ya te ha sucedido, quizá tu padre ya los abandonó por eso. Si
es así, te dolió mucho, ¿verdad? La infidelidad de uno de los
esposos deja heridas muy profundas en los hijos. ¿Quisieras que
sus hijos pasen por eso, siendo tú la causante?
Ahora proyéctate a futuro y ponte en el lugar de su esposa: ¿Te
gustaría que tu esposo se enamore de una jovencita? ¿Cómo te
sentirías si la persona que se comprometió contigo para siempre y
con quien has formado un hogar se enamora de una colegiala y
mantiene un romance con ella?
En estos casos es importantísimo que apliques esta regla de oro:
«No hagas a otros lo que no quisieras que te hagan a ti». Tú no
puedes ser la excepción porque “estás enamorada”. Si es tu caso,
acepta que te enamoraste de la persona equivocada, es decir, que
no debiste permitirte enamorarte de él, así como él no debió
permitirse enamorarse de ti. Si no es tu caso, entiende que
enamorarse no es “algo inevitable”. ¡Tú puedes y debes evitar
enamorarte cuando, a pesar de sentir una natural atracción hacia un
hombre («me gusta», «siento una conexión especial con él», «es
lindo», «es divertido», «es el único que me presta atención», «me
enseña tantas cosas», «lo admiro tanto», etc.), tú decides mantener
distancia justamente porque sabes que es un hombre
comprometido, o cuya relación no te va a hacer ningún bien por más
que lo quieras! Cuando todavía estás a tiempo, cuando la razón aún
te dice que «no», cuando tu intuición te dice que «no», ¡no alimentes
esa atracción inicial con diálogos o comunicaciones frecuentes,
coqueteando, aceptando o haciendo regalos, y, menos aún, saliendo
con él! Lo que debes procurar hacer por tu propio bien es mantener
una sana y prudente distancia de esa persona que tú sabes que no
es para ti porque tiene un compromiso o también defectos que,
aunque sea un chico “lindo”, hará que te enredes en una relación
destructiva que te causará cada vez más daño mientras tú sigas
aferrada a él tratando de convencerte de que “va a cambiar”.
Recuerda la triste situación en la que se encuentra aquella mujer
que le está siendo infiel a su esposo y siente que ya no puede
evitarlo:
«Siento que cada vez es más peligroso, porque cada vez hablamos más tiempo y
ya no sé qué hacer. Quiero dejarlo, ¡pero no puedo! Lo mejor es no probar la fruta
prohibida, porque una vez que la has probado, no vas a poder parar».

Considera, además, que al aceptar una relación con una persona


indebida estás yendo en contra de ti misma, renunciando al amor
verdadero. Quizá en medio de la ilusión llegues a pensar: «¡Pero si
lo nuestro es amor de verdad!». Sin embargo, la relación con una
persona casada, por ejemplo, no puede ser un amor verdadero
desde el mismo momento en que él está faltando al amor fiel que le
había jurado a su esposa. Puede tratarse de un sentimiento muy
fuerte, de una emoción, de una intensa atracción física, pero eso no
es amor. Si te permites enamorarte de un hombre así, tú misma
estás destruyendo no sólo una familia, sino también tu propio futuro,
la posibilidad de conocer a un hombre que te ame de verdad, con
quien puedas construir un matrimonio sólido y consistente.
Si a pesar de lo dicho insistes en aferrarte a él porque no quieres a
otro más que a él, toma conciencia de que ese hombre está siendo
un gran egoísta: piensa ante todo en sí mismo, no le interesa el
daño que les está causando a su esposa y a su familia, daño que
dejará heridas muy profundas, difíciles o imposibles de sanar. Un
hombre que oculta, que miente, que lleva una doble vida “porque se
enamoró de otra”, a quien no le importa lo que sufran las personas
que lo aman, ¿crees que le va a importar si tú sufres por él en el
futuro? Piénsalo: hoy “todo es lindo, perfecto, maravilloso”... ¿y
mañana? ¿Cómo se portará contigo cuando se haya pasado toda
esa “magia” que sienten —y créeme que pasará—? Finalmente, si
insistes tercamente en aferrarte a esa relación, tú también estarás
siendo muy egoísta al pensar sólo en ti misma, sin importarte el
dolor que causarás a otros.
Hay momentos o situaciones en la vida en los que una tiene que
hacer sacrificios costosos. Uno de esos momentos es cuando te has
enamorado de una persona de la que nunca debiste hacerlo.
Entonces debes tener el valor y el coraje de terminar esa relación,
de alejarte de él, de “pasar página”. Sufrirás por un tiempo, pero eso
es mejor que sufrir por años, causándote heridas cada vez más
profundas. No hay otro camino si quieres hacer las cosas bien, si
quieres encontrar a un hombre que verdaderamente sea para ti y tú
para él, en una relación en la que puedan vivir un amor libre de toda
mentira, ocultamiento y egoísmo. En ese proceso es importante que
busques el apoyo de una amiga, o de tu madre, o de una mujer
profesional. También es importante que reces mucho, que te
acerques nuevamente a Dios y le pidas perdón y fuerzas a fin de
superar este capítulo doloroso de tu vida y empezar a escribir uno
nuevo.
9. «Amigos con derechos»
52
Ése es el título de un artículo publicado en una revista juvenil . La
autora no lo firma, probablemente porque le da vergüenza
identificarse. El artículo empieza así:
«Lo conocí hace más de cinco años, nos llevamos bien, conversamos mucho, nos
gusta bailar, ir por unos tragos, tenemos buen sexo y hay tanta confianza como para
que no dude en tomar el teléfono para contarme sus nuevas hazañas. A mí no me
dan celos, él es mi amigo… claro, mi amigo con derechos».

Luego de leer este primer párrafo me pregunto: ¿Puede haber un


“amigo” que tenga derechos sobre una sin al mismo tiempo tener
deberes para con una? ¿Qué clase de amistad es ésa, que sólo te
usa para su satisfacción pero no está allí para ti cuando más lo
necesitas, porque no puedes reclamarle nada, absolutamente nada?
Después afirma la autora:
«Muchas personas saben lo que es tener un amigo con derechos, tener cerca a
alguien para pasar un buen rato, divertirse en una disco el fin de semana, pasar la
noche juntos, despertar, vestirse y despedirse con un “nos vemos”».

Las reglas comunes a este tipo de “relación” las expone también la


anónima autora:
a. «Tener las cosas claras: saben que pueden pasar un buen rato juntos;
pero tienen clarísimo cuál es el límite entre el sexo y las emociones».

b. «Cero compromisos: son conscientes de que pueden hacer muchas de las


cosas que suelen compartir las parejas, pero no están dispuestos a todo el
compromiso que hay detrás de una relación, ni el “tienes que” porque
estás con alguien. Nada de eso».

c. «No hay derecho a reclamos: cual mismo mensaje de producto a precio de


oferta, cuando tienes un amigo con derechos no hay lugar a reclamos. Si
no te invitó a la fiesta del fin de semana pasado, no te llamó por teléfono o
si empieza a salir con otra persona, créeme, no puedes reclamar».

d. «100% libertad: como no tienes una “relación” (sí, entre comillas para no
olvidarse), cada uno es libre de poder hacer lo que se le plazca sin todas
esas explicaciones de por medio; es más, pueden salir con quien quieran y
no habría mayor problema».

Este tipo de “amistades” tiene “sus reglas”, y todas apuntan en una


misma dirección: cero compromiso; cero responsabilidad; cero
preocupación por el otro; cero amor.
Al leer estas “normas”, me pregunto: ¿Es que puede una mujer
poner un límite o división entre sexo y emociones? ¿Hay algún ser
humano que los pueda separar y dividir? El día en que lo hace
sencillamente deja de ser humano para convertirse en un animal. ¿Y
es un auténtico hombre el que no se compromete con ella para
nada, el que no se preocupa por ella, el que no vela por ella, el que
ni siquiera está interesado en saber cómo está o lo que necesita una
mujer? Quien así piensa, simplemente ha desesperado del amor
verdadero, ya no busca amar y ser realmente amada, sólo busca
alguien que le llene un vacío.
Quién mejor que una chica que ha vivido eso para hacerte entender
lo que pasa en el corazón de una mujer que se presta a una
experiencia así:
«A los diecisiete un hombre que era muchísimo mayor que yo logró conquistarme
con su forma de ser y vivir. Lo admiraba demasiado y comenzamos una relación
que después de varios meses tuvo como resultado entregarle mi virginidad, para
sentirme a su altura y madurez. Desgraciadamente, a la semana descubrí que tenía
otra mujer... y allí quedó lo más bonito de mí. Desde entonces le perdí total
importancia a las relaciones sexuales. Tuve otros dos novios, usé métodos de
planificación, pastillas del día después... y sencillamente cometía el error de
acostarme con ellos y luego me confesaba. Esta situación la tomé como deporte,
pero cada vez que lo hacía se formaba en mí un vacío grandísimo. Todo empeoró
cuando el año pasado conocí a alguien, uno de esos hombres que van por la vida
como muchos y a quienes sólo les importa su satisfacción. Él me enamoró con sus
cariños y cuidados, pero cuando me vio en la palma de su mano, por decisión de él,
sólo íbamos a ser los famosos “amigos con derechos”, y perdí todo el valor como
mujer, porque por complacerlo y tenerlo a mi lado caí hasta lo más bajo que puede
una mujer caer. Cada día me hacía más daño con esa relación. Yo sabía que no le
importaba a él como mujer y que no me quería, pero yo tenía la esperanza de que
eso cambiaría algún día. Por eso siempre era tierna, detallista, y me preocupaba por
él y sus cosas, pero de él nunca recibí una muestra de cariño» (Una joven de
veintiún años).

Lamentablemente hay chicas confundidas que ceden ante esta


mentalidad de una entrega sexual sin compromiso. Quienes ya se
han entregado y rompen el vínculo, vuelven a tener relaciones con
sus ex enamorados, esta vez sin ninguna promesa del “para
siempre”. Muchas chicas se prestan a ello simplemente porque
todavía lo quieren, porque lo extrañan, aunque saben que esa unión
ya no tiene futuro, o no quieren pasar la página y albergan
secretamente la ilusión de que todo cambiará algún día si continúan
siendo detallistas, si siguen entregándose. Los chicos se
aprovechan porque saben que las tienen “en la palma de sus
manos”, que por más que ellas decidan cambiar y comprometerse
en adelante con una vida casta, basta que las vean de nuevo para
convencerlas de que abandonen su “tonta idea” y se vuelvan a
entregar a ellos. Literalmente las tienen emocional y
sentimentalmente esclavizadas, al punto de que las manipulan y
hacen con ellas lo que quieren.

10. «Me siento sola»

Cuando dejas de salir con un grupo de amistades con el que


siempre te divertías “a morir”, o cuando terminas una relación que te
hacía daño, hay momentos en los que el deseo de volver a salir con
ellos o de llamar a esa persona que has decidido sacar de tu vida se
hace muy fuerte, especialmente en circunstancias en las que
experimentas el cansancio, la tristeza y, sobre todo, la soledad. De
lo único que entonces dan ganas es de renunciar a la lucha con tal
de olvidar esos sentimientos:
«Las cosas a veces están bien y a veces todo lo malo vuelve nuevamente. Estos
días siento soledad y culpa, mucha pena por todas las cosas que han sucedido, se
me vienen pensamientos malos y no sé cómo calmarme. Siento que me estoy
rindiendo... ¡Me siento muy sola!».

Muchas mujeres, por no poder soportar ese sentimiento de soledad


y por haber generado una fuerte dependencia, terminan llamando y
buscando nuevamente al chico al que habían jurado no llamar
nunca más porque «no me voy a volver a rebajar así». Y es que
cuando se sienten solas, se tornan muy vulnerables. ¡Cuántas
renuncian a su dignidad, se olvidan de lo que se prometieron a sí
mismas y “le rompen el teléfono” con mensajes o llamadas al chico
que pocos días antes despreciaban con todo su ser, ¡tan sólo por no
sentirse solas o porque lo extrañan mucho! Una mujer es capaz de
abandonar la lucha y de renunciar a su dignidad con tal de sentirse
acompañada y querida, aunque ese “amor” sea una mentira.
La experiencia de soledad no es fácil de sobrellevar, pero es preciso
que pases por ella con paciencia si quieres ser amada de verdad.
Para encontrar el amor verdadero es necesario tener paciencia. Me
imagino lo que estás pensando en este momento: «¡Eso es lo que
menos tengo!». Pues te cuento que no eres la única. Hace un
tiempo estaba en el supermercado y me llamó la atención una niña
de unos cinco años que le decía a su mamá jalándola de la mano
con fuerza: «Mamaaaaá, yo soy pacienteee, ¡pero vamooos yaaa
para que me compres lo que quieroooo!». La madre me miró y nos
reímos de su hija tan “paciente”.
Vivimos en una sociedad que nos educa a no esperar. Todo lo
queremos “para hoy”, todo tiene que divertirnos “ya”, ¡y el
aburrimiento se nos hace insoportable! Sí, nuestra paciencia es
puesta a prueba cuando tenemos que esperar, más aún cuando nos
sentimos solos, tristes, aburridos. En esas situaciones parece
agotarse y se hace fuerte la tentación de buscar “sentirnos bien” a
toda costa, volviendo a hacer lo que sabemos que nos hace daño
porque parece que es lo único que puede calmarnos mientras tanto.

Hace poco me escribía una joven en un momento de debilidad, uno


de esos momentos en los que una quiere echar todo por la borda o
“patear el tablero”:
«Creo que ya no quiero nada. Extraño mucho mi vida de antes. Por seguir a Dios he
perdido mucho, he perdido amigos. Yo sólo quería ser feliz y dejé muchas cosas, y
ahora todo es peor. Extraño ser la chica normal de antes. Quiero ser normal como
los demás… Ya no quiero ser paciente ni nada. Ya no voy a ir a Misa, ni voy a rezar,
ni voy a pensar en nada que tenga que ver con Dios. Total, igual estando con Él lo
decepciono. Quiero experimentar un tiempo sin Dios, para ver si en verdad me hace
falta».
Por ello, lo inteligente cuando una se separa de “amistades” que no
lo son en verdad o termina una relación, es buscar y apoyarse en
amistades que compartan los mismos principios. Si no encontramos
esas amistades, volveremos a las antiguas. Si no te apoyas en
amigas y amigos de verdad, tarde o temprano preferirás estar mal
acompañada que sola.
A esto se suma que las antiguas “amistades” te presionarán, te
insistirán para que vuelvas a tu antigua vida (si es que la has
tenido). Te harán sentir mal y tramarán incluso cómo “recuperarte”.
He escuchado muchas historias al respecto, confabulaciones de
“amigos” para “recobrar” a quien quiere levantarse del fango. Y es
que cuando alguien cambia de vida y encuentra algo mejor, les
molesta y constituye para ellos un continuo reproche a su conducta
equivocada. Por eso, ¡busca y cultiva amistades que te sostengan,
que te acompañen y alienten, y acude a ellas en los momentos de
tristeza y soledad que puedas experimentar!

Una última recomendación: ¡no des lugar a la tristeza! Trata de


mantenerte ocupada. Eso es muy importante, porque en el momento
en que no tengas nada que hacer, empezarás a pensar en miles de
cosas que no debes y que te pondrán triste. Asimismo procura hacer
algo a favor de otras personas. ¡Salir de ti misma para ayudar es
aprender a amar y, por lo tanto, una manera muy eficaz para dejar
de sentirte sola!

11. Viajes de intercambio

Una joven de dieciocho años se fue de intercambio a París. Parece


ser el sueño romántico de muchas chicas. Allí, el día antes de
regresar, perdió la virginidad que había prometido guardar hasta el
matrimonio. Se la entregó a un chico “bueno”, de su misma edad, a
quien había conocido dos meses antes y ya estaban de
enamorados. Ella vivía en su casa y la mamá los dejaba dormir
juntos.
En países del primer mundo es usual que los enamorados duerman
juntos. Como contaba un muchacho europeo, para
«la mayoría de los chicos de mi edad y de mi país… es completamente normal
llevar a tu pareja a la casa de tus padres (cuando aún vives con ellos) a que pase la
noche o el fin de semana contigo. Mis padres me hicieron un cuarto en el sótano
para que tuviera total privacidad y comodidad, para poder invitar a mis amigos y
amigas cuando quisiera».

Pareciera que los jóvenes allá se aprovechan de las chicas


“inocentes” para “iniciarlas” en su forma de vivir tan liberal:
«Sí, de verdad, ¡todas regresan como loquitas y lamentablemente me incluyo! De
verdad que es increíble. Hay muchas cosas buenas que aprendes, pero también
estamos expuestas a cosas que no son buenas y a las que, por ser muy jóvenes,
nos dejamos arrastrar».

12. Lo que miras

¿Cuántas cosas que no convienen nos consentimos mirar por saber


“cómo es”, “qué se siente”? No es bueno que te dejes llevar por la
curiosidad malsana. Es esencial que aprendas a dominarte. Decir
«no» a un impulso porque no es bueno ver todo lo que se presenta
ante tus ojos es muy importante. Para ello es fundamental este
criterio: no mires lo que no debes, por más curiosidad que te dé.

¿Qué te consientes mirar en la televisión? Como bien sabemos, en


las películas o series no faltan las escenas “subidas de tono”. A
veces podemos cambiar de canal, salir de la situación para evitar
ver escenas que nos pueden perturbar, que se quedarán grabadas
en nuestra memoria por mucho tiempo.
Quizá alguna vez, movida por la curiosidad, has visto pornografía.
De repente has escuchado a tus amigos “volverse locos” con ella, y
te has preguntado: «¿por qué les atrae tanto?». Al ver una primera
imagen probablemente tu reacción haya sido de disgusto. O quizá
no has visto pornografía aún. ¿Sabes? No te pierdes de nada. Es
más, tú también puedes perder la libertad y convertirte en una
esclava de ella si la consientes en tu vida:
«Bueno, es muy difícil decir esto… Cuando no conocía a Dios, tuve sexo con mi
novio como cualquiera del mundo, como por dos años. Dentro de esto hubo muchas
cosas; entre ellas, pornografía. He escuchado que ésta atrae más al varón… pero
yo la siento como mi villano número 2, porque el número 1 siento que soy yo misma
y mi conformismo con el pecado en momentos como éste. Vivo una desolación que
ya dura casi tres años, y siento que en estos cinco años —desde que decidí
cambiar y dejar todo atrás— no he logrado mucho. Ya después de haber oído, visto
y hecho tanto, a veces de la nada aparecen imágenes o relatos que recuerdo y es
fatal. Por tiempos lo supero, pero vuelve con fuerza en momentos de soledad. ¡Es
tan difícil dejarlo!».

Si no has visto pornografía, niégate rotundamente a hacerlo, porque


lo único que hará es degradarte como persona. Si descubres que
alguna amiga o amigo lo hace, dile con firmeza que no está bien,
que se está haciendo mucho daño, porque deforma la visión de la
mujer y del hombre, así como también la concepción de una recta
sexualidad humana. La pornografía es veneno, y tanto para los
hombres como para cada vez más mujeres, literalmente se vuelve
una adicción de la que difícilmente podrán liberarse.
Si tu enamorado ve pornografía, háblale con firmeza y aliéntalo a
que no lo haga, porque tarde o temprano te mirará como a esas
“estrellas porno” y querrá hacer contigo lo que ve en las escenas
pornográficas. Y tú no quieres que la persona que amas te tome
como una prostituta, ¿verdad? Te lo vuelvo a decir: la pornografía
engancha especialmente al hombre. Y mientras más vea, más va a
querer que tú lo hagas con él, del modo como allí lo ve. Un chico
que mira porno termina pensando que el sexo en el matrimonio o
antes de él debe ser al “estilo porno”, y que ésa es la manera de
“satisfacerte” a ti y a sí mismo:
«Yo empecé a ver pornografía como a los catorce años más o menos… Era muy
atractivo. Poco a poco fue aumentando el deseo por ver más y más. Veía videos de
ese tipo, después me metía a páginas de chat erótico y platicaba [conversaba] con
chavas [chicas] y les decía tantas cosas pervertidas… En verdad me sumergí en un
vacío inmenso, tanto que, cuando veía a una chica, sólo pensaba en hacerle lo que
veía en los videos… Yo sé lo que es estar atrapado por la pornografía. Por propia
experiencia puedo decirles cómo el ver porno te deforma la mente y la mirada, de
modo que llegas a ver a la mujer sólo como un objeto para tu satisfacción sexual».

Si tú crees que tienes que actuar como esas chicas porno para
satisfacerlo o para tenerlo contento y que no te deje, entiende que
siempre saldrás perdiendo. Sobre esto opina Tony Litster, un
hombre que ha querido ayudar a crear una solución ante la
53
epidemia de la pornografía y las terribles secuelas que causa :
«Demasiadas mujeres están tratando de competir con la pornografía al nivel de la
fantasía, ¡y siempre saldrán perdiendo! “Hollywood” siempre podrá satisfacer más y
mejor que la vida verdadera. Cuando una mujer comprende lo que el hombre
verdaderamente está buscando, puede salir al encuentro de esa necesidad de un
modo que la fantasía jamás podrá».

Tanto el hombre como la mujer están necesitados de vivir un amor


auténtico, puro, en el que el respeto mutuo se resiste firmemente a
tratar al otro como un mero juguete sexual, un objeto de placer.

Otra cosa que debes cuidar es el cómo miras a los hombres. ¿Te
fijas únicamente en su apariencia externa? No tiene nada de malo
que un chico te guste y atraiga físicamente, pero es muy importante
que no te quedes en lo físico: mira su interior y conoce sus valores.
Por otro lado, tú sabes que tus miradas pueden decir y dar pie a
muchas cosas. ¡No uses tu mirada para jugar a la seducción!
En este punto podemos incluir no sólo el “qué miras”, sino también
el “cómo buscas ser mirada”. Una chica de quince años me comentó
en una ocasión que en una fiesta sentía una como “necesidad
imperiosa” de atraer la atención de un chico. No era la primera vez
que esto le pasaba. Me preguntó si estaba mal. «¿Y cómo tratabas
de llamar su atención?», le pregunté. La inocencia de su “estrategia”
me dio hasta ternura: «Pasaba delante de él, una y otra vez».

Es natural querer que te miren. Sin embargo, también pienso que la


mujer debe aprender a orientar rectamente ese deseo. De no
hacerlo, la vanidad será la motivación de todo en su vida. La
vanidad hace que lo más importante sea la apariencia, lo externo, y
lleva al olvido o postergación de lo interior. La mujer vanidosa pone
todo su valor en los halagos, en el «¡qué bonita estás!», «¡qué bien
se te ve!». Da demasiado peso al vestido, al peinado, a la manera
como se mueve, como sale en una foto, como baila, o a «si estoy
muy gorda». Todo lo tiene meticulosamente estudiado, y se siente
morir si no se ve “perfecta”. Lo cierto es quien busca ser mirada y
apreciada tan sólo por la apariencia no valora lo que tiene dentro, en
su corazón. ¡Cuántas, justamente porque se creen tan poca cosa,
porque se consideran feas, porque no se valoran a sí mismas, tratan
de llamar la atención de cualquier manera para sentirse un poco
valoradas! Y lo más sencillo es hacerlo mostrando sus atributos
físicos y ofreciendo fácilmente cualquier cosa, porque eso nunca
falla. ¿Quién no se va a fijar en las que se regalan a cambio de un
mentiroso «te quiero», de un beso o de un abrazo que las haga
sentir valiosas por un instante? ¡Son capaces, por ese momento, de
vender hasta su alma!

Orientar debidamente el deseo de ser mirada hace que, sin dejar de


lado el cuidado personal, te esfuerces con no menor empeño por
cuidar y embellecer tu corazón. De ello nos da un hermoso ejemplo
la Madre de Jesús. Ella misma nos cuenta —está en la Escritura—
que se llenó de una alegría incontenible porque Dios «se fijó en la
pequeñez de su sierva» (Lc 1,48). ¡Que Dios se haya fijado en Ella
es para María causa de una desbordante alegría! Pero la Virgen
sabía bien que Dios, a diferencia de los hombres, no se queda en lo
externo, tantas veces engañoso, sino que su mirada cala en lo
escondido, va a lo profundo de la persona: «La mirada de Dios no
es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias,
pero Dios mira el corazón» (1Sam 16,7). Así, con su propio
testimonio tan femenino, la Madre te enseña y te dice: “Hija mía,
recuerda que lo más importante no es buscar que te vean y admiren
por una belleza externa que pronto se marchitará, sino embellecer
cada día más tu corazón para atraer la mirada de Dios sobre ti,
porque si Él se fija en ti, también se fijarán en ti los hombres que
saben mirar el corazón de la mujer, los hombres que sí valen la
pena”. Lograr que Dios se fije en ti por la belleza de tu corazón es el
camino para que seas rectamente mirada y amada también por un
hombre.
Por si acaso, en ningún momento he querido decir que descuides tu
apariencia física. Sólo quiero exhortarte a que, así como te
preocupas por embellecerte exteriormente, también lo hagas —y
aún más— por embellecer tu interior, porque a los ojos de Dios tú
eres bella y amada más allá de tu físico.
13. Lo que escuchas

Innumerables mensajes llegan a diario a nuestros oídos. Los


escuchamos y asimilamos de una o de otra manera.
Lamentablemente, muy pocos tienen los criterios morales y el
sentido crítico necesario para saber discernir entre lo que es bueno
o malo.

¿Qué música escuchas? Conoces el “reggaetón”, ¿verdad? Seguro


que sí. Tú sabes que el contenido de muchas de sus letras es
explícitamente sexual. Se baila de manera sensual, e incluso con
movimientos de pareja que imitan el acto sexual. El “perreo” se ha
vuelto algo normal en ciertos estratos. Pues bien, las canciones con
contenido sexual influyen en nuestra visión del hombre y de la
mujer, así como en nuestro comportamiento sexual. ¿Cómo va a
mirar y tratar un chico a una chica, si estas letras le dicen que la
mujer «lo que quiere es sexo»? El pensamiento expresado en esas
canciones es degradante para las mujeres y tremendamente
machista. Según te quieren hacer creer, para no pasar por “aburrida”
en las fiestas no te queda otra que bailar al ritmo del “reggaetón”,
poniéndoles el trasero a los hombres. Sin embargo, este modo de
bailar, aunque a muchas les parezca que “no tiene nada de malo”,
excita al hombre. Además, va abriendo el camino al sexo “libre”, al
sexo como diversión, porque va rebajando nuestros estándares
morales. Este tipo de baile y música no puede ser algo aceptable
para ti. Un joven me dijo en una ocasión:
«Si yo veo a una chica bailando así, inmediatamente pierdo el interés por ella…
digo, para algo serio».

¿Entendiste?

¿Te gusta esa música y la escuchas sin hacer caso a la letra? Pues
aunque no la escuches de manera consciente, sus mensajes van
moldeando tu pensamiento subconscientemente. Si crees que
puedes escucharla sin que te afecte, ¿no será que te has hecho
insensible al mal y que por eso no te choca algo que es degradante
para ti y debería causarte repulsión? ¿A qué mujer le gusta que la
vean y la tomen como un objeto? Si a algunas parece que les gusta,
¡no seas tú una de ellas! ¡Tú tienes una altísima dignidad y mereces
ser tratada con respeto!

A los hombres este tipo de letras tampoco les hace bien. Un chico
de dieciocho años me contó en una ocasión que escuchar esta
música lo llevaba a tener imaginaciones y fantasías impuras.
Finalmente, acababa masturbándose. La letra de estas canciones
enciende la pasión y despierta el deseo de “querer hacer lo mismo”,
o —si de momento no se da la oportunidad— de buscar al menos
experimentar el placer mediante el autoerotismo. Al tomar
conciencia del daño que le hacían este tipo de canciones, se
propuso dejar de escucharlas.

Poco después otro joven de diecinueve años dejó un mensaje en la


54
página de La Opción V que decía:
«Gracias a ustedes he dejado de escuchar “reggaetón” (y eso que era muy fanático
de aquella música, la escuchaba desde que tenía doce o trece años) y he dejado de
hacer varias cosas que me llevaban por el mal camino. Escuchar esa música
alimentaba mis pensamientos y fantasías sexuales… En las fiestas o discotecas me
llevaba a tocar y besar a cualquier chica que se prestara fácilmente para ello. Tener
relaciones sexuales con alguna de ellas era sólo cuestión de tiempo. Solamente
veía a la mujer como un objeto y no como una persona digna de respeto».

El “reggaetón” con contenido sexual no sólo es una música que no


conviene bailar, sino tampoco escuchar si es que quieres cuidar tu
pureza.

He aquí otro testimonio de una joven de diecisiete años que hizo la


opción por vivir la castidad luego de “tocar fondo”. Comentaba ella
desde la perspectiva de quien, sin tomar alcohol, ve las cosas como
son:
«Ayer fui a una fiesta. ¡Me chocó un montón! Yo llegué como a las once y ya mis
amigas estaban borrachas, y otras bailando muy feo. Me quedé una hora con ellas y
luego me fui. A mí me daba un poco de vergüenza ajena verlas bailar tipo “perreo”,
mientras que a los chicos que están acostumbrados a tomar hasta emborracharse y
usar a las chicas como si nada, les parecía de lo más normal».
Otro gran campo que tiene que ver con lo que escuchas es el de las
conversaciones de doble sentido, obscenas o de contenido sexual.
Sobre esto escribía una joven:
«Mi entorno de amigos en la universidad y en el trabajo siempre hace bromas de
doble sentido. Yo, por entrar en el juego, empecé a entender esas bromas. Ahora sé
que no me ayudan a guardar mi pureza, y ya no quiero eso. Por más que esté en
ese ambiente quiero ser capaz de no contaminarme con eso. Lo que ahora en
verdad necesito es purificarme».

Las bromas de doble sentido, las conversaciones insinuantes o de


curiosidad sobre temas sexuales, entre hombres y mujeres, hacen
que vuele la imaginación, alimentan una visión deformada de la
persona, manifiestan una enorme pobreza de espíritu y falta de
respeto hacia el ser humano, fomentan la incapacidad de ver más
allá de lo sexual. Hablar de sexo o de cosas sexuales se convierte
en una especie de obsesión, y toda obsesión lleva a querer no
solamente hablar de esas cosas, sino también a querer hacerlas,
incluso entre “amigos”.

Hoy también se ha vuelto común que los diálogos y conversaciones


sean de lo más superficiales y vulgares. Muchas jóvenes han
adoptado el lenguaje grosero que antes usaban sólo los hombres.
En vez de exigirles respeto en el hablar, se han rebajado ellas
mismas empleando el mismo lenguaje. En cuanto a los chistes,
muchas veces son ofensivos para la mujer. Igual te ríes, por miedo a
que te tilden de “aburrida” o se burlen de ti.

En esas situaciones debes hacer entender a tus amigos y amigas


que a ti ese lenguaje o esos chistes verdaderamente te incomodan
porque le faltan el respeto y degradan a la mujer. ¡Sé valiente! ¡No
tengas miedo de hablar en defensa de tu dignidad y de la de tus
amigas! ¡No muestres duda ni temor en decir las cosas claras!
Como lo ha hecho aquella joven, niégate a participar en los diálogos
morbosos entre amigos o amigas del colegio, de la universidad, de
tu centro de trabajo o en las reuniones sociales. No te rías ni
festejes las bromas de doble sentido u obscenas. En cambio, ¡haz
sentir tu malestar por toda falta de respeto! En esas situaciones, ten
la personalidad para transmitir un claro mensaje: «¡A mí me
respetas!».
55
Y tú, ¡cuida tu lengua! ¡Usa la palabra para edificar ! Que de tu
boca no salgan groserías, malas palabras, insultos, maldiciones,
bromas de doble sentido o cosas semejantes. Al igual que la ropa, la
forma como te expresas verbalmente transmite una imagen de ti. Si
tu manera de hablar es vulgar, te tratarán como a una mujer vulgar.
Claro que debes tener mucho cuidado no sólo con el modo como te
expresas con tus palabras, sino también por la forma como caminas,
bailas, etc.

Sobre los diálogos entre amigas, nunca falta alguna a la que le


gusta alardear sobre sus experiencias sexuales, contándoles a las
demás sus últimas aventuras. Esto provoca la curiosidad en quien
escucha, causa confusión, despierta la fantasía e imaginación, incita
el deseo de hacer lo mismo, como relataba aquella joven de quince
años que hemos citado anteriormente:
«Mis amigas… tienen ideas algo distintas. Bueno, unas ya lo hicieron y nos dicen
que les gustó, otras lo quieren hacer y a mí me entra esa curiosidad. ¡A veces creo
que puede ser bueno y me digo a mí misma que no! No sé, a veces pienso que me
sentiría bien… A veces me pongo a pensar, “no es tan complicado”, “sólo es
satisfacción”, y no digo que lo haría a esta edad, porque en verdad no lo haría, pero
lo pienso más en el futuro».

No consientas la curiosidad malsana, no participes tampoco en esos


diálogos, no prestes oídos a ese tipo de conversaciones de amigas
que quieren contarles “sus últimas experiencias” a las demás.

En cuanto a lo que uno escucha, están también las clases de


educación sexual que se imparten en los colegios, orientadas a
decirles que todo esto es “normal”, parte de un proceso de
crecimiento y maduración, y que lo único que deben hacer es
“protegerse” y “cuidarse”. Como me compartía una joven de
dieciséis años:
«He recibido charlas sobre “educación sexual” desde los doce años en mi colegio.
En esas charlas sólo nos mostraban un camino, sin ninguna opción. Nos decían —y
siguen diciendo— que era normal tener relaciones sexuales, siempre y cuando
usásemos protección. Es así como desde que entramos en la adolescencia nos
llenan la cabeza de ideas erróneas mostrándonos una sola vía, invitándonos a una
iniciación sexual temprana. En esas charlas nunca se nos habló de esperar. Como
consecuencia, varias chicas que conozco ya tienen relaciones sexuales con sus
enamorados o amigos desde los trece o catorce años».

Acá lo único que puedo decirte es que consideres siempre y que


enseñes a quienes ya han escuchado esas charlas que hay otra
opción, la opción por vivir la castidad, por esperar, y que ésa es la
mejor manera de cuidarse tanto física, como psicológica y
espiritualmente.

En cuanto a los halagos, ¿a quién no le gustan? Todos nos sentimos


bien cuando nos halagan. Hay que aceptarlos con gratitud y
sencillez, pero debes tener cuidado también de no ilusionarte con un
chico porque te dice cosas bonitas. Los hombres saben que para
seducir a una mujer la manera es decirle cosas lindas, las cosas que
ella quiere escuchar para sentirse única, especial, valiosa, amada. Y
aunque no digo que sea así siempre, hablándote de esa manera
podrían estar tratando de manipularte para obtener algo de ti.

14. Lo que lees

Hace poco me contaba una amiga que había comprado un par de


rompecabezas para su hermano en una conocida librería limeña,
ubicada en un gran centro comercial. Al llegar a casa se dio con la
sorpresa de que le habían incluido, sin que se dé cuenta, un folleto
promocional de un libro erótico. El folleto, de 33 páginas, tenía en la
carátula la silueta de una mujer joven. En su cabeza se leía: «Mis
fantasías, yo decido». En un rótulo rojo, en el lado superior
izquierdo, decía: «Sólo para las atrevidas». Al lado izquierdo, a la
altura de su cintura, estaba escrito: «Elige tu propia aventura…
hot!», y al lado derecho, dentro de una estrella roja: «La
protagonista eres tú». Finalmente, en la parte izquierda inferior, un
logo: «Sombras hot». Imposible no asociarlo con Cincuenta sombras
de Grey, una trilogía de alto contenido erótico y sadomasoquista.
Al abrirlo lo primero que encuentras son tres recuadros con
diferentes tamaños de calzón, y un cuarto con la silueta de una
mujer sin calzón. El folleto promociona un libro “interactivo”. Se trata
de la historia de una chica que queda con una amiga para ir juntas a
un bar, y busca que tú te identifiques con esa chica. Dependiendo
de cuál calzón “decidas ponerte”, te envía a determinada página, en
la que se va desarrollando “tu historia” en relación con diversos
hombres en el bar. Como sólo es un anticipo de la novela, te pica la
curiosidad: quieres leer más, conocer toda la historia. Es una
evidente estrategia comercial. En términos publicitarios esto se
llama sampling, es decir, se te ofrece gratuitamente una pequeña
muestra del producto para que, al probarlo, te enganches y luego lo
compres.
Al final del folleto se lee: «Una novela inusual, erótica, sensual y
apasionada. Despertarás tus instintos a medida que vayas
seleccionando lo que quieres que suceda. Muy cargado de intensas
sensaciones como: deseo, excitación, lujuria, curiosidad,
desconcierto y fascinación. Pero sobre todo, éste es un relato
interactivo que despertará tus más bajas pasiones. Atrévete a
explorar en la humedad de tus deseos más íntimos. Encuéntralo en
librerías y supermercados».

Como verás, todo está dirigido a seducirte, a engancharte, a


despertar «tus más bajas pasiones», a avivar tu curiosidad… para
que compres. En otras palabras, son técnicas de manipulación para
lograr su objetivo: vender más. No les interesa tu bien, sino tu
dinero. Lo mismo sucede con revistas tipo Cosmopolitan. Siempre
están proponiendo algo “para atrevidas”, tips para quienes quieren
experimentar nuevos placeres, “romper la rutina”… ¿Qué pasa si
caes en la trampa, si te dejes llevar por la curiosidad, por el deseo
de “leer más” para fantasear? Te lo explica una psicóloga entendida
en estos temas:
«La literatura nos permite vincularnos a las historias de las personas y
enriquecernos a través de sus distintas manifestaciones. En la mujer es especial la
manera como estas historias nos hacen involucrarnos con el mundo interior de sus
personajes, a través de las situaciones y hechos que ellos viven. Es usual que las
novelas con una trama personal sean de mayor atracción para las mujeres, en
particular cuando éstas implican una historia de amor. Comprendiendo esta
disposición femenina, debes estar alerta frente a lo que lees y a lo que te expones.
¡Sé muy astuta!, pues existen cada vez más autores y editoriales que están
buscando utilizar estas características femeninas para que te enganches con
historias que distan mucho de una relación sana que te permitirá encontrar el
verdadero amor. Estas lecturas te engancharán con situaciones con un alto nivel de
sensualidad y erotismo que detonarán en ti imágenes que quedarán grabadas
profundamente en tu mente al estar asociadas a emociones y sensaciones fuertes,
y luego volverán una y otra vez a tu memoria y te llevarán a relacionarte con los
56
hombres desde estas fantasías, buscando hacerlas luego realidad» .

De ese modo este tipo de lecturas se convierten en una especie de


“manual” para relacionarte con los hombres. En otras palabras, al
leer literatura erótica estás formando un patrón mediante el cual
erotizarás y sexualizarás tu necesidad de amor, creyendo que en la
realización de tus fantasías sexuales encontrarás la respuesta a tu
deseo de ser amada y aceptada.
Al “entretenerte” y “entrenarte” con este tipo de literatura, te haces
daño, porque una vez que pruebas esas “sensaciones”, es muy
difícil dejar de buscarlas, tendiendo a procurarte sensaciones cada
vez más intensas, lo que tiene una directa repercusión en el
desarrollo de tu cerebro. Dejemos que te hable nuevamente nuestra
amiga psicóloga:
«¿Sabes? En tu adolescencia —y hasta cerca de los 25 años— tu cerebro se está
terminando de formar. En ese tiempo se establecen conexiones entre tu sistema
límbico (área encargada de las emociones) y tu corteza cerebral (área encargada de
dar razón de lo que sientes). A tu edad —si eres adolescente o joven— es muy
importante esta relación, porque se establece el “cableado cerebral” que te permitirá
entender y comprender tus emociones, así como las emociones de los otros. Al
exponerte a las sensaciones fuertes producidas por estas lecturas, haces que tu
cerebro trate de darles sentido, pero al no ser humanizantes, no las puedes
entender y te embotas, bloqueando poco a poco este circuito neuronal. Desarrollar
este circuito neuronal es fundamental para nosotras, pues es la base para
desarrollar un don que es propio de nosotras las mujeres: nuestra empatía. Al
consumir este tipo de literatura, sin darte cuenta estás sacrificando poco a poco la
puerta de entrada a tu mundo interior y al mundo interior de los otros».

Lamentablemente es cada vez más la literatura erótica dirigida a


mujeres que aparece no sólo en las librerías, sino también en los
supermercados, es decir, al alcance de cualquier joven o niña, sin
ningún tipo de restricción. Una encuesta realizada en Italia arrojó
como resultado que los libros electrónicos más vendidos eran los
eróticos, comprados por mujeres. Sí, hay quienes han descubierto
que este tipo de literatura “atrevida” es una mina de oro, porque
seduce y atrapa especialmente a las mujeres, haciéndolas poco a
poco consumidoras compulsivas. Esta literatura, si se le puede
llamar así, se está convirtiendo en algo análogo al gravísimo
problema que significa la pornografía para los hombres: les produce
una deformación y una adicción que las aparta cada vez más del
amor auténticamente humano.
Si tú quieres encontrar el amor puro y verdadero, lo peor que
puedes hacer es consumir ese tipo de literatura y alimentar tus
pensamientos y fantasías con ella. Si quieres aprender a amar y ser
amada de verdad, ¡niégate a leerla!

Ahora bien, si ya has leído o visto cosas de contenido erótico o


sexual, o si incluso has realizado acciones de esa naturaleza, es
probable que, aunque no lo quieras ni lo busques, de pronto
aparezcan nuevamente en tu mente, pues han quedado
profundamente grabadas en tu memoria. En esos momentos es
importante que con tranquilidad las rechaces y te digas a ti misma:
«No quiero pensar en esto, no quiero darle cabida a este
pensamiento o recuerdo». No te consientas fantasear con tus
recuerdos o imaginar situaciones de esa naturaleza. Lo mejor, para
purificar tu memoria y pensamientos, es distraerte con otra cosa.
Recuerda que de eso se trata la lucha por vivir la castidad: la
tentación muchas veces aparecerá de la nada, sin que la busques, a
través de algo que viste, oíste, de un recuerdo, de algo que alguien
dijo. En ese momento tú puedes decir «no», controlar tus
pensamientos, tu imaginación o fantasía, rechazar lo que no te
conviene, pensar en otra cosa. Si logras eso, ¡habrás ganado una
batalla! Y cada vez que ganes una batalla, te harás más fuerte, más
pura también en tus pensamientos, imaginación y fantasía.

15. La masturbación
Se te ha dicho probablemente que la masturbación es parte natural
y normal del desarrollo físico, una “autoexploración” de tu propio
cuerpo para conocer cómo se comporta. Al hombre se le llega
incluso a decir que, si no se masturba, se va a enfermar.
En una ocasión me escribió una psicóloga sinceramente
preocupada por lo que yo pudiera explicarles a los jóvenes sobre
este tema:
«Consideramos que la masturbación es incluso parte del desarrollo sexual de un
adolescente, por lo que no quisiéramos que este tema se tratara en la charla. No
quisiéramos generar ningún tipo de culpa hacia personas que ya mantengan estas
prácticas o relaciones sexuales, sino simplemente mostrarles que existe una
opción».

Le respondí lo que quiero que también tú analices ahora:


«Aunque muchos psicólogos lo consideren como parte normal del desarrollo sexual
de los jóvenes, hoy se ha caído en un exceso: a los jóvenes se les alienta al
autoerotismo en las clases de educación sexual desde que empieza la pubertad, y
luego se les convierte en un vicio si no en una obsesión. Por otro lado, entiéndeme
que los hombres suelen masturbarse viendo pornografía o pensando en las
mujeres, cosificándolas en sus pensamientos, en sus fantasías. Así deforman su
mirada y aproximación a las mujeres. Espero comprendas que no puedo dejar de
tocar ese punto como tampoco puedo dejar de hablar de las relaciones sexuales
prematrimoniales. Te repito que mi discurso no es moralista, y mi intención no es
crearle a nadie un complejo de culpa, sino hablarles con razones y argumentos,
para que cada cual tome una opción que sea verdaderamente libre, pues si los
profesionales de la salud y los psicólogos les dicen que “el autoerotismo es normal y
es parte del desarrollo sexual de los jóvenes” y no les dan otro punto de vista, no
son libres para elegir no hacerlo, sino que los alientan y estimulan a hacerlo sin
límite ni restricción».

Quiero añadir que una vez que un joven varón aprende a


masturbarse, nunca va a ser algo “ocasional”, siempre va a querer
más, y más, perdiendo con el tiempo el control y dominio de sí
mismo, volviéndose muchas veces algo no sólo obsesivo sino
también compulsivo.
Sobre el tema de la masturbación femenina dejaré que te hable,
desde su propia experiencia, Dawn Eden. Ella ha publicado un libro
excelente titulado La aventura de la castidad:
«En esta época del SIDA y otras enfermedades transmitidas sexualmente de
manera desenfrenada, muchas organizaciones que reciben fondos
gubernamentales promueven la masturbación como forma de tener “sexo seguro”.
Los centros de planificación familiar están a la vanguardia en este esfuerzo,
diciéndole a la juventud en su sitio web, Teenwire, que la masturbación es un
“ensayo” para las relaciones sexuales. No sólo libera la tensión sexual, dicen los
centros de planificación familiar, sino que también permite aprender lo que a uno lo
excita y por lo tanto puede prepararse mejor para el acto sexual…
Cuando [la masturbación] se convierte en el modelo que el coito tiene que emular, el
resultado es un concepto del sexo centrado en el orgasmo, en el que el cuerpo de
uno y el de la pareja se vuelven meros accesorios de las sensaciones genitales… El
sexo, el cual debería unir a un esposo y su esposa en el amor más intenso que se
pueda obtener, queda reducido a una carrera desenfrenada por alcanzar la meta de
la mera satisfacción.
Así que, por medio de la masturbación, me estaba enseñando a ser una compañera
sexual egoísta y superficial. ¿Y para qué? Unos segundos de orgasmo, después del
57
cual me sentiría más sola que antes» .

Conversaba también al respecto con una estudiante de psicología,


católica practicante, quien sostenía que la masturbación sólo hace
daño a nivel espiritual, pero que ni física ni psicológicamente
afectaba a la persona. Pienso que no podemos desligar la
dimensión espiritual del ser humano de su dimensión psicológica e
incluso física. Lo que daña el espíritu, daña de una u otra forma la
mente y también el cuerpo.
La experiencia de Dawn nos permite comprender que el ejercicio de
la masturbación o autoerotismo produce una deformación en la
aproximación de la persona hacia sí misma y hacia los demás. De
ese modo se entrena a ver al otro como un objeto para producirse a
sí mismo un placer sexual. Este acto alimenta nuestro egoísmo
porque nos centra en nosotros mismos y de esa manera nos
incapacita para que, llegado el momento apropiado, podamos hacer
del sexo un acto de verdadera entrega y amor. Para quien consiente
la masturbación, la relación sexual termina convirtiéndose en un
“masturbarse con otro”, en un egoísmo “compartido” de a dos. La
masturbación no te aporta nada bueno. Al contrario, te afecta
psicológicamente, haciéndote cada vez más incapaz de un
comportamiento verdaderamente humano, reduciendo la sexualidad
a la mera búsqueda del “máximo placer físico”.

16. ¿Cómo te vistes?

Sé que éste es un tema muy sensible para ustedes. Ya me han


dicho de todo por osar sugerirles cómo se deben vestir. El discurso
siempre es el mismo: «¿Quién se cree usted para decirnos cómo
vestirnos? Nosotras podemos vestirnos como nos venga en gana, y
los hombres tienen que respetarnos sin importar cómo nos
vistamos». Que quede claro desde el principio que yo no te voy a
indicar cómo te debes vestir. Sí, tienes todo el derecho de vestirte
como tú quieras, pero a mí me toca explicarte que —justo o no— los
hombres te mirarán y tratarán según lo que te pongas. Con tu
manera de vestir estás dándoles un mensaje.

Para que entiendas cuál es mi punto, quiero plantearte una sencilla


comparación. Si tuvieses muchas joyas y collares de oro, ¿se te
ocurriría ponértelos todos y salir a caminar con ellos por la calle para
mostrárselos a todo el mundo? A las chicas a las que les hago esa
pregunta me responden de inmediato: «No, porque me asaltan». Lo
mismo sucede con tu cuerpo: es una joya preciosa, y como tal
despierta ambición en aquellos que lo ven, un deseo de poseerlo.
Ponerte ropa sensual, seductora, usar minifaldas exageradas,
escotes profundos, es como salir a la calle mostrando a todos esa
joya preciosa. Sencillamente, los hombres ambiciosos “te van a
asaltar”, van a querer poseerte con la mirada, con el pensamiento y
a veces con la acción. ¿Me entiendes? Nuevamente, no te diré
cómo debes vestirte, ésa es tu decisión y opción, pero sé consciente
de que con tu modo de vestir puedes provocar mucho en los
hombres.
Ahora quiero que comprendas un dato muy importante: los hombres
hemos sido diseñados de tal manera que nos produce placer el solo
mirar a la mujer. ¿Por qué crees que, especialmente cuando ven
pasar a una chica vestida de manera sensual, inmediatamente
voltean a mirarla? Esto tiene una explicación desde la fisiología. Con
el inicio de la pubertad, la testosterona empieza a circular en
mayores cantidades en el varón, y esta influencia hormonal genera
cambios químicos y anatómicos en el cerebro; las áreas
responsables de la agresión y el sexo se hacen más grandes (2.5
veces más) en el cerebro masculino que en el femenino. Por eso el
hombre no sólo piensa más en el sexo, sino que también es más
sensible que la mujer a los estímulos visuales. Como resultado,
empieza a experimentar un interés inusual por las chicas. Es algo
natural.
Pero, ¿qué pasa en el cerebro y en el cuerpo del hombre cuando ve
una imagen de una mujer seductora, ya sea en una foto, en la
televisión, en el cine o en la realidad? Estudios revelan que cuando
el hombre mira a una chica atractiva, su cerebro reacciona
inmediatamente —en un tercio de segundo—. En ese instante el
centro del placer es estimulado liberando dopamina, lo que genera
que se sienta bien; al mismo tiempo el hipotálamo hace que se dé
una excitación fisiológica y se produzca el sentimiento de placer.
Con pequeñas cantidades de dopamina el hombre ya siente placer,
pero si los estímulos y las descargas son abundantes y continuos,
se producirá un efecto mayor. Este mismo efecto es el que
experimentan las personas que usan drogas como cocaína,
anfetaminas, marihuana y heroína. Por este motivo la pornografía es
58
catalogada como una “droga visual” .

En resumen, los hombres somos “visuales”. El solo mirar a las


mujeres nos produce un placer inmediato, y mientras más muestre
la mujer, más se fijará el hombre “en eso” y mayor será el placer que
experimente. El hombre ha sido diseñado así, para que las mujeres
le llamen la atención y lo atraigan. Si las personas del sexo opuesto
no atrajeran nuestra atención y el sexo no fuese tan apelante,
seguiríamos como en la escuela corriendo detrás de una pelota sin
hacer caso a las niñas, o sólo estaríamos interesados en ir a la
aventura. El problema no es que el hombre sea así, sino la
sobreexposición a la que es sometido hoy: cartel tras cartel, foto tras
foto, película tras película, por todos lados es bombardeado con
imágenes de chicas sensuales o seductoras, que poco o nada dejan
a la imaginación, sobre todo cuando se trata de la invasión
pornográfica que encontramos en Internet.

Todo esto te lo digo para que entiendas que tú no puedes esperar


que los hombres te miren con respeto vistas como te vistas. No
pretendo justificarlos. Simplemente es una realidad que debes
considerar muy seriamente a la hora de vestirte, más aún en una
sociedad en la que se está entrenando a los hombres a mirar a las
mujeres tan sólo como objetos de placer.

Alguien me explicaba —no creo que haya que generalizar— que


«las mujeres se esfuerzan en vestirse a la moda más por lo que
dirán sus amigas que por los hombres». Mientras ellas te comentan
«qué linda estás», «qué preciosa se te ve con ese vestido», «qué
lindos tus zapatos, ¿dónde los compraste?», etc., a los hombres les
atrae más lo que insinúas con tu ropa apretada, lo que muestras con
tus escotes, con prendas que enseñan el ombligo o las tiritas del
brasier, con la minifalda que en cualquier momento deja ver tu ropa
interior. ¡Los chicos se vuelven locos por eso! ¡Les dispara la
imaginación y la fantasía! ¡Los excita!

Hay chicas que argumentan: «¿Qué tiene de malo ponerse lo que


está de moda?». La moda reinante considera el pudor como algo
anticuado. Es más, en la moda actual se juega con la insinuación,
se procura “llegar al límite”, se busca mostrar lo suficiente como
para atraer la mirada de los hombres y despertar excitación en ellos,
pero dejándolos siempre con el deseo de querer ver “un poco más”,
o de querer ver todo y entrar en el juego de la seducción para lograr
“poseer esa joya”. Hacer de la moda el criterio de lo que debes o no
ponerte da pie a que no veas o te resistas a ver lo que es tan obvio:
las convierte en objetos de deseo, hace difícil al hombre ver tu
corazón.

Me contaba una joven que una profesora les aconsejaba en clase a


un grupo de chicas de dieciséis años: «Ustedes deben buscar ser
deseadas». Evidentemente se refería a ser deseadas sexualmente.
Por tu forma de vestir puedes lograr ciertamente que un hombre
voltee su mirada y te desee sexualmente. Si te vistes de una
manera sensual, provocativa, sexy, recuerda que probablemente lo
único que logres es despertar su sensualidad, avivar sus fantasías y
alimentar sus pensamientos sexuales. De ese modo contribuyes a
que los hombres piensen “sólo en eso”.
Muchas se justifican diciendo que se visten así sin mala intención,
pero tu intención inocente no impide que el chico te mire con “otras
intenciones”, que su mirada se quede en los atributos que muestras.
Cuando elijas la ropa que te pones, ten en cuenta lo que vas a
despertar en los hombres que te verán, y no te dejes presionar por
tus amigas que te puedan calificar de “aburrida” o poco femenina si
no te pones “lo que está de moda”. Si no tienes en cuenta el pudor
como un criterio para vestirte y te pones ropas inapropiadas “porque
están de moda”, no te haces ningún favor a ti misma: lo primero y
acaso único que atraerás es a chicos a los que les interesa “sólo
eso”.

Mira lo que escribe una joven de dieciocho años que a su manera


ha comprendido lo que te trato de explicar:
«Yo creía antes que la que no se arreglaba (exuberantemente) era una “aburrida”.
Eso es lo que mis amigas me decían: “Oye, ¿qué te ocurre? ¡Ponte otra cosa!
¡Pareces cualquier cosa menos una chica!
A los catorce años estuve con mi primer enamorado. Él tenía dieciocho. Una vez me
pidió que lo acompañara a una reunión de su universidad. ¡No tenía qué ponerme!
Tenía catorce y estaba en tercero. ¿Qué me ponía? Fue la primera vez que usé
pantalón de vestir apretado con una blusa crema de gasa floja y tacos. Todo era
perfecto, sólo que me hacía ver un poco mayor. Sumado el maquillaje, me veía rara.
Los demás decían que estaba “preciosa”. Cuando mi enamorado me vio, no dijo
nada. Pasamos la noche y todos se sorprendían cuando se enteraban de mi edad.
Cuando terminó la reunión, mi enamorado sólo me dijo: “La próxima vez no te
maquilles tanto. Te quita la inocencia”.
Después de dos años y medio ya no estaba con él… Comenzó mi época de polos
cortos, escotes, jeans apretados, vestidos mega chiquitos. Creía que así iba a
llamar la atención de alguien y también la de mi ex. Y aunque mi papá me gritaba
siempre: “¡Bájate eso!”, “¡Despíntate un poco!”, “¡Hijita, eres una niña!”, siempre
tenía respuesta para sus reclamos. Mi palabra era la última y punto. Yo tenía la
razón y no perdía. Pero estaba en el error, y me di cuenta de que esas chicas eran
vistas por los chicos como las más fáciles, como las del “vacilón”. Nadie busca algo
serio con ellas.
Mi mamá me habló bonito y me dio a entender que si yo no cuidaba de mí, nadie
más lo haría mejor. Tomé conciencia y aprendí a vestirme dignamente. Sé que mis
amigos y amigas piensan que soy rara o ridícula, pero mientras yo me sienta bien y
cómoda con lo que llevo puesto, todo estará perfecto. Prefiero mil veces eso que ser
vista y tomada como una “regalada” o un “vacilón”».

Recuerda: atraerás a un chico por “lo que muestras”, por “lo que
pones en vitrina”, por “lo que ofreces”. A la hora de elegir la ropa
que vas a comprar o usar, no puedes decir: «Yo me visto como
quiero» y esperar luego que te traten como una princesa. Una mujer
que se ha dedicado a diseñar ropa elegante y moderna para jóvenes
opina lo siguiente:
«Todas queremos el reconocimiento social y algunas veces las mujeres se visten
para encajar, pero no se dan cuenta de que eso genera menos respeto. Si una no
se respeta a sí misma, entonces no se puede esperar respeto de los otros».

¿Ya me entendiste? Tu belleza física es una riqueza, un don de


Dios, y es demasiado valiosa como para que andes enseñándosela
a todo el mundo, ya sean desconocidos o amigos, porque si
muestras demasiado, si te vistes sexy, te van a mirar con deseo.
¡Hay joyas preciosas que por prudencia debes esconder de la
mirada de los curiosos! ¡Hay partes de tu cuerpo que deben
permanecer veladas a los hombres!

Ahora quiero que leas lo que un amigo me compartió, para que


entiendas qué es lo que pasa por la cabeza de un hombre cuando tú
no cuidas tu forma de vestir:
«El otro día un amigo de mi amigo comentaba en estos términos: “Las mujeres no
es que estén más ricas; enseñan mucho más, y yo no me aguanto. ¡Qué me
importa! Yo miro no más. Algunas se dan cuenta y se tapan, ¿pero qué me importa?
¡Están bien ricas! Yo las miro con cara de picardía como diciéndoles: ¿Para qué te
pones esa ropita, mamita, si no quieres que te mire?”. Este comentario resume lo
que las mujeres van despertando cada vez más en los hombres. Y lo más triste es
que quien lo decía, era un hombre casado».

Finalmente, ¡cuida cómo te vistes especialmente cuando te vas a


encontrar con tu enamorado o novio! Con cuánta pena me
comentaba un chico que trataba de vivir la pureza que su
enamorada, que se vestía de manera decorosa cuando se reunía
con sus amigas, lo hacía de forma sensual y provocativa cuando iba
a verlo a él, y terminaban teniendo relaciones sexuales.

Seis criterios para vivir la modestia y guardar el pudor


No dejes de tener en cuenta estos criterios que te ayudarán mucho
a cuidar tu castidad y pureza:

a. ¡Tú no eres un maniquí! El maniquí no tiene personalidad,


no tiene vida. Se viste con la ropa que otros le imponen.
¡Cuántas veces son las “amigas” las que terminan
vistiendo a otra para ir a una fiesta! «Ponte esta falda
corta, porque como tienes las piernas gruesas, mientras
más corta la falda, mejor, más largas parecen tus
piernas…», etc., etc. ¡Vístete como te sientas más
cómoda y segura de ti misma!

b. Sé auténtica, descubre quién eres de verdad y vive de


acuerdo a tu identidad más profunda. No busques
aparentar quien no eres sólo por agradar a tus “amigos”, a
tu familia o a tu pareja (enamorado, novio o esposo).

c. Vístete para destacarte y no para rebajarte. ¡Escoge bien


tus vestidos, guiándote por la modestia y el pudor! Si son
demasiado cortos, o demasiado transparentes, o muestran
mucho... es mejor que busques otra opción. Tu valor no se
mide por cuántas miradas u hombres atraigas según la
cantidad de piel que expones.

d. ¡El calor no es pretexto para quitarse la mayor cantidad de


tela posible! Hay vestidos frescos para el verano. No
porque hace calor tienes que mostrar todo. Con respecto a
la playa y el traje de baño, vestir con modestia no quiere
decir que te tengas que cubrir de los pies a la cabeza —
estás en la playa y necesitas vestimenta adecuada para
ello—, pero que tu ropa de baño sea decorosa.

e. Si no encajas, quizá es tiempo de buscar un nuevo círculo


de amigos y amigas que te valoren por lo que hay en tu
corazón. No trates de ser aceptada en un grupo de gente
“movida” para no ser calificada de “aburrida”.

f. Nunca rebajes tus estándares por complacer a tu


enamorado o novio. ¡Manténlos elevados contra viento y
marea! El amor no puede ser jamás excusa para renunciar
a la modestia y al pudor, para mostrar lo que no debes
cuando no es el momento.
17. Las fotos y videos que compartes en tus redes sociales

Las redes sociales son el lugar perfecto para mostrar imágenes


tuyas posando o modelando a fin de que te vea todo el mundo. ¿Por
qué? ¿Para arrancar más “likes” o halagos de los hombres?
«Woooow», «¡qué sexy!», «¡qué tal cuerpazo!», etc., son los típicos
comentarios que uno encuentra en semejantes imágenes.
«¡Graciaaaas!», es la típica respuesta de la chica que recibe tantos
halagos por lo que muestra.
¿Has compartido fotos o videos tuyos en bikini o prendas pequeñas
y apretadas? ¿No te das cuenta de lo que miran los hombres? ¡No
están mirando tu corazón! Están mirando tu cuerpo, tus formas, tus
atributos.

Conviene que leas este testimonio que me hizo llegar un chico:


«Ayer miré una foto de una amiga mía, vestida de forma muy provocativa… Por un
instante dejé de mirarla como amiga, pasó a ser un objeto deseado, despertó mi
imaginación, mi fantasía, me deleité en su sensualidad, para experimentar un placer
interior… ¡Qué pena me da! ¡Por mí, y por ella!».

Sin duda, mostrar tu cuerpo públicamente es una manera muy fácil


de atraer las miradas y piropos de los chicos, pero también es el
camino más seguro para que te busquen “sólo por eso”. ¿Cómo
quieres que te vean tus amigos? Tú tienes una responsabilidad
sobre ellos: cuidarlos, para que su mirada no se deforme, y para que
a ti no te vean y te traten luego como un objeto sexual.

18. Tus conversaciones por chat

Siempre hay excepciones, pero por lo general a las mujeres no les


atraen las imágenes pornográficas tanto como a los hombres. Sin
embargo, a lo que sí son proclives a volverse “adictas” es a las
conversaciones o chats afectivos y sentimentales.

Una mujer casada se involucra con el mejor amigo de su esposo


porque éste se siente solo. Ella se cree en la “obligación” de
acompañarlo en su soledad, de “estar allí” para él. Las
conversaciones se hacen cada vez más frecuentes, más afectivas.
Ella ya piensa más en él que en su esposo. No ve la hora de volver
a conectarse para hablar con el “amigo”. Se siente responsable por
él. ¿Cómo no sentirse así, si él le ha abierto su corazón, si se ha
apoyado en ella en momentos difíciles? Como por ahora vive lejos,
sólo se comunican por video. Pero él ha avanzado un poco más: le
ha pedido que le muestre su torso, que se desnude. Ella lo ha
hecho, aunque sabe que no está bien, acaso por complacerlo, por
ser su “amiga”, para aliviar su soledad. Los diálogos ya han tomado
otro giro, evidentemente. La propuesta es audaz: «Cuando nos
veamos, quiero hacerlo contigo, aunque sea sólo una vez… o hasta
que consiga una enamorada». Ella, enredada emocionalmente en
esta situación, confundida, avergonzada, ha caído en la trampa
perfecta, y aunque en algún momento toma conciencia de lo que
está sucediendo y hacia dónde va todo, es incapaz de decir «no»,
«se terminó», «¡basta!».

De la misma manera, muchas mujeres jóvenes terminan


involucrándose en actividades de sexting o “cibersexo” con sus
enamorados, por la confianza que les tienen y porque al principio
parece algo inocente. El término “sexting” nació de la conjunción de
las palabras “sex” (sexo) y “texting” (envío de textos) para referirse
al envío de imágenes de ellos mismos o de amigos con poca ropa o
prendas eróticas a través de celulares, computadoras con cámara u
otros dispositivos electrónicos. Actualmente el “cibersexo” implica
cualquier tipo de conducta sexual que se lleva a cabo a través de
alguna herramienta de comunicación. Mientras se producen
diálogos eróticos en los que se expresan fantasías sexuales, los
participantes se filman y se muestran semidesnudos o desnudos
para excitarse mutuamente.
Hoy en día es muy fácil y seductor chatear o hablar de cosas
sexuales, así como también enviarse fotografías o filmarse para
mostrarse desnudos o semidesnudos, sin considerar el riesgo
enorme que existe en esta actividad: lo que envías a través de la
web queda grabado para siempre, está allí y es de “dominio
público”. El sexting, en muchos casos, ha dañado terriblemente la
fama de las personas al difundirse masivamente lo que se suponía
que era privado. Dichas imágenes suelen transmitirse de persona en
persona multiplicándose en la web rápidamente, dejando al
protagonista de la foto o video en boca de todos. En algunos casos
ha llevado incluso a algunos jóvenes al suicidio:
«Jessi de dieciocho, Amanda de quince años y Gauthier de dieciocho no se
conocieron, ni vivieron en la misma ciudad, ni estudiaron en el mismo colegio, pero
los tres tienen cosas en común. Jessie, Amanda y Gauthier vieron cómo su
intimidad se convertía en objeto público, al punto de sentirse incapaces de seguir
59
viviendo y decidir quitarse la vida» .

El sexting o el “cibersexo” pueden darse entre conocidos


(enamorados) o desconocidos. Quien se involucra en este tipo de
actividad con chicos que “conoce” por Internet ignora no sólo la
verdadera identidad de quien está “al otro lado de la pantalla”, sino
también sus reales intenciones. Muchos hombres se hacen pasar
por jóvenes apuestos para enganchar a chicas ingenuas. Esto
favorece los abusos de menores y sitúa a la mujer que expone su
cuerpo desnudo en una posición de alto riesgo: muchos son los
casos de chantaje que se presentan («Si no me muestras más,
divulgo las fotos que ya tengo») o de difusión masiva de sus fotos o
videos por la red (el “amigo” o enamorado que comparte esas fotos
a sus amigos y así las terminan viendo en todo el colegio). Debes
entender que una vez que mandas un mensaje o foto por Internet,
pierdes totalmente el control sobre ese material: cualquiera lo puede
ver, ya no lo puedes borrar nunca más, queda para siempre allí.
¿Puedes realmente confiar en que la persona a quien le envías tus
imágenes nunca las difundirá? ¿Y si le roban el celular o la
computadora? ¿Y si un día te toma cólera y se le ocurre vengarse
publicándolas? ¿Y si alguien “hackea” su cuenta y se encuentra con
tus fotos o videos? Por ello, tu norma debe ser siempre: nada de
mensajes, fotos o videos eróticos, desnudos o semidesnudos. Y si
tu enamorado te lo pide, pregúntate si eso fortalece el amor entre
ustedes. ¿Ayuda a que vea tu corazón? ¿O es que “te quiere” como
su actriz pornográfica privada? Aunque te diga que no hay nada de
malo, que confíes en él, este punto no es negociable.
Además, el “cibersexo” tiene otro grave peligro: facilita que se
desarrollen comportamientos adictivos, adoptando actitudes
incontroladas que llegan a interferir tanto en la relación que va
deteriorando y deformando un verdadero amor. He aquí el
testimonio de una joven que terminó enredándose en este tipo de
actividad:
«Tengo un enamorado que vive en otro país. Nos conocimos por Internet y nos
hicimos muy amigos en poco tiempo. Noté en él cosas que los otros chicos no
tenían. Sin embargo, poco a poco llegamos a hacer algo que no debíamos:
prendíamos la webcam y yo mostraba mi torso desnudo. Él no mostraba nada, sólo
se tocaba. Las primeras veces yo no sentía culpa ni nada, pero después ya me
empecé a sentir mal y sólo lo hacía por él. Él no me pedía nada, siempre he sido yo
la que empezaba. He estado tratando de entenderme y llegué a la conclusión de
que lo hacía para sentirme “necesitada” por alguien.
En un momento optamos por no volver a hacerlo. Lamentablemente, luego de un
mes, no fuimos tan fuertes como debimos: de la nada la conversación se tornó un
poco subida de tono, intentamos parar, luego no pensamos y cuando me di cuenta
estaba mostrándole de nuevo el torso desnudo. Él no hizo nada por miedo a que
alguien entrara a su cuarto. Yo no seguí y paramos los dos.
Sé que es una lucha constante… No quiero seguir cayendo. Tengo claro que no
debo volver a lo mismo, pero a veces soy muy débil. También sé que por seguridad
personal y protección no debería hacerlo. Hay muchas razones para dejar de hacer
eso. Lo peor es que yo lo sé, pero aún así, lo sigo haciendo, aunque ya no es como
antes: ahora trato de controlarme y ni siquiera pensar en eso, pero una vez que ya
lo has hecho, no es fácil dejar de hacerlo».

Recojamos la última frase de este testimonio: «una vez que ya lo


has hecho, no es fácil dejar de hacerlo». Por ello, ¡lo mejor es no dar
nunca un primer paso en esa dirección!

Ten las cosas claras y mantente firme en este principio: nunca


envíes fotos sensuales o eróticas a tu enamorado o a un chico al
que quieres conquistar. Lo más seguro es que él no se quede con
esas imágenes para sí mismo. ¿No te ha pasado que incluso
cuando tu mejor amiga te cuenta un secreto te es imposible
guardártelo sólo para ti misma y no contárselo a otra amiga “de
confianza”? ¡Cuántas veces esos secretos se han terminado
convirtiendo en públicos porque una amiga o un amigo de confianza
cometió una infidencia! No te arriesgues, no es una cuestión de
confianza, sino de naturaleza humana: guardar un secreto es cosa
que muy pocos pueden hacer.
Muchas chicas que mandan este tipo de fotos a sus enamorados
confían plenamente en ellos, en que no se las pasarán a nadie más.
No piensan que en la vida y en el amor hay giros inesperados, y que
si un día se pelean, su “ex” puede usar esas imágenes tan sólo
como una manera de “vengarse” o dañarla. En la adolescencia hay
una natural falta de percepción del riesgo que acompaña estas
actividades. Si un día te sientes tentada de mandar una foto así,
piensa en el futuro, piensa en tu futuro. ¡No lo hagas!
Algunas quiebran los límites porque les resulta simplemente
divertido. Datos del National Crime Prevention Center Council
indican que el 65% de los jóvenes envían sexting para divertirse,
mientras que el 52% de las adolescentes lo han hecho como
“regalo” para su enamorado.

Para no caer en esta trampa, toma en cuenta estas


recomendaciones:

a. ¡Valórate a ti misma! Tu cuerpo y tu integridad en general


son muy importantes. Trabaja en tu autoestima: ¡Tú vales
mucho! No necesitas estar exponiendo tu cuerpo o partes
de él para ser aceptada o valorada. Si muestras tu cuerpo,
valorarán tu cuerpo, ¡pero no a ti! Una joven que se valora
a sí misma por lo que es, por lo que hay en su corazón, no
necesita recurrir a estas formas equivocadas y peligrosas
de “llamar la atención” para “sentirse deseada”.

b. Reflexiona sobre las consecuencias que te traerá este tipo


de práctica si se difunde. ¿Podrías soportar estar en boca
de todos, amigos y desconocidos? Dicen que el mejor
secreto es el que no sale de tu boca. Lo único que
garantiza que una foto tuya no se difunda manchando tu
fama, afectándote a ti y a tu familia, es que no te la tomes
ni permitas que nadie te la tome, aunque le tengas mucha
confianza. Y si alguien te dice «¿es que no confías en
mí?», respóndele que para ti es cuestión de principios, no
de confianza. Y que si esa persona te aprecia y te quiere,
debe respetar tus principios. ¡Punto! No te dejes
manipular.
c. Así como es bueno no contar secretos que te cuentan si te
los cuentan, es bueno que no difundas o reenvíes este
tipo de imágenes si te llegan. Nunca le hagas a otras u
otros lo que no quisieras que te hagan a ti.
d. Si te has enredado en algún tipo de problema debido a la
difusión de este tipo de material y necesitas ayuda, no
dudes en recurrir a tus padres, por más vergüenza que te
dé. También hay organizaciones que te pueden asistir si
estás en problemas: http://www.sextorsion.es/.

e. Edúcate en un uso responsable de la tecnología para


evitar los riesgos asociados a ella. Tienes que aprender a
cuidarte a ti misma. Debes saber qué puedes hacer y qué
no. ¡No cedas jamás a peticiones que impliquen quebrar
esos límites, ni de extraños, ni de amigos, ni de
enamorados! ¡Rechaza toda presión con un rotundo «no»!
¡Edúcate a tener un carácter firme!

f. ¡Domina tu curiosidad! No hagas cosas que tú sabes que


no te van a hacer bien por el solo hecho de que otras
amigas lo están haciendo, de que les parece divertido, por
querer tú también experimentarlo y “saber cómo es”. ¡No
te dejes confundir y mantente firme en tus principios,
aunque te cueste!

19. Fiestas y discotecas

Hacer una opción por vivir la castidad no necesariamente incluye no


ir a lugares como las discotecas. Divertirse y bailar no es malo; lo
malo es cómo muchos utilizan el baile de una manera insana. Hay
personas que disfrutan mucho bailando y pueden acudir a fiestas o
discotecas que no interfieren con su opción por vivir la pureza y
castidad. Si vas y bailas sanamente, para divertirte y pasar un buen
rato con tus amigos y amigas, no tiene nada de malo.
No debemos juzgar y menos condenar a nadie porque decide ir a
una discoteca. Como principio básico, no podemos saber lo que
sucede en el corazón de cada uno, por más que, según nuestros
estándares, la persona se esté comportando de una manera que no
nos parece adecuada. No debemos ser jueces y menos verdugos de
quienes no se comportan como nosotros esperaríamos que lo
hagan, o como lo hacemos nosotros.
No juzgar, sin embargo, no quiere decir que debamos permanecer
indiferentes. Decir las cosas en las que objetivamente alguien ha
obrado mal no es lo mismo que condenar o juzgar a tu amiga o
amigo. Si ves que ella o él obra mal, debes decírselo a solas, en un
momento oportuno, con todo el cuidado del mundo, sin que se
sienta juzgada o juzgado por ti.
Ahora bien, si quieres cuidar tu pureza, aquí te ofrecemos algunas
consideraciones para que tú misma veas y decidas cuándo te
conviene ir y cuándo no:

a. Si eres menor de edad, debes contar con el permiso de tus


padres. No les mientas y diles a qué lugar quieres ir y con
qué amigos o amigas. Si te dicen «no», es no. Y si te dan
una hora de llegada, es importante que retribuyas su
confianza llegando a la hora señalada.
b. Es conveniente conocer bien el sitio adonde se va, porque no
todas las discotecas y fiestas son iguales. No se debe
generalizar. Averigua bien qué ambiente tiene el lugar al cual
vas a ir, el tipo de música que ponen o la clase de
espectáculo que habrá. Si va en contra de tus principios o de
tu propósito de vivir la castidad, no vayas. Hay discotecas o
fiestas a las que definitivamente no conviene asistir, ya sea
por lo inapropiado de la música, por la forma como se baila,
por la gente que va o por las cosas que se ven. Si sabes de
una discoteca en la que las canciones suelen tener contenido
sexual, o se ven parejas bailando de maneras eróticas (como
el “perreo”), o corre mucho alcohol y droga, mejor sería que
no vayas a ésa y busques otra más adecuada. Y si vas a una
fiesta o discoteca en la que las cosas se van poniendo feas,
no dudes en salir de allí. No tienes por qué quedarte hasta el
final.
c. Es importante conocer bien a la gente con la que vas, e
igualmente importante que la mayoría de amigos con los que
salgas compartan los mismos valores que tú, que sean
personas con quienes puedas contar ante cualquier situación
complicada. No es bueno que vayas con “amigos” o “amigas”
que van a estar presionándote para hacer cosas que no
quieres, sino con aquellos que respetan tu forma de pensar y
actuar y te cuidan. Cuida tú también de ellos.

d. Hay circunstancias o temporadas en las que es mejor que no


vayas; por ejemplo, si estás emocionalmente débil o si eres
muy frágil ante la presión social. Tú debes conocerte y saber
cuándo no te conviene asistir. Quizá has sido de las que
salen todos los fines de semana a una discoteca y acaban
mal, y ahora que quieres hacer las cosas bien te cuesta
mucho dejar de ir. Debes entender que es por un tiempo,
pero en ese tiempo deberás mantenerte firme en tu decisión,
especialmente ante la presión de “amistades” que no sólo no
te ayudarán, sino que te presionarán hasta que vuelvas con
ellos a “divertirte” como antes. Si por el momento no tienes la
fortaleza para decir «no» o para no dejarte llevar, lo mejor es
que seas humilde y aceptes que es preferible no ir, pues de
lo contrario terminarás haciendo nuevamente lo que no
querías.

e. Cuida la forma como te vistes. Recuerda que con tu manera


de vestir estás dando un mensaje: según lo que muestres
exteriormente, serás tratada por los hombres.
f. Cuando vayas, mantente firme en tus convicciones y no
cedas a ningún tipo de presión. Recuerda que tú debes ser
coherente con tus principios en todo momento. Tener
personalidad es fundamental; debes saber decir «no» a lo
que vaya en contra de tus principios. Si algo te incomoda,
¡no lo hagas! ¡No te dejes llevar! y pronuncia un decidido
«¡no quiero!». Ah, y no tienes que sentirte obligada a darle
explicaciones a nadie: simplemente di «no» y punto.
g. Elige bien la música que bailas y cuida la forma en que lo
haces. Hay canciones que no es adecuado bailar por el
contenido que tienen sus letras, como por ejemplo algunas
de “reggaetón”. Si a pesar de ir a una buena discoteca te
encuentras con alguna canción que no va de acuerdo a lo
que quieres vivir, no la bailes. Si te preguntan por qué no
quieres hacerlo, ¡no tienes que dar explicaciones como si
estuvieses en falta! Es suficiente con un simple «no me
gusta» o «no tengo ganas». No cedas a la presión, burla o
manipulación emocional de nadie. Quédate siempre cerca de
tus amigos y amigas.
h. Debes ser consciente de los efectos que tiene el alcohol en
ti: desinhibe y te puede llevar a hacer cosas que no querías.
Hoy en día te dicen que, si no te emborrachas, no la vas a
pasar bien, pero eso es mentira. No necesitas tomar o estar
borracha para divertirte. Puedes pasarla muy bien sin una
gota de alcohol. Debes cuidarte especialmente en los sitios
en lo que estés más expuesta.
i. Una recomendación fundamental es ésta: nunca tomes nada
que no abran ante tus ojos, nunca quites la vista de tu vaso,
nunca aceptes de nadie un trago, agua o lo que sea. Hay
quienes introducen sustancias en las bebidas de las chicas
para drogarlas o excitarlas, y así poder aprovecharse de
ellas.
j. No entres en el “juego” de los besos. También los besos son
sagrados y no son para estar regalándolos a cualquiera tan
sólo “porque te gusta”. Si alguien que no es tu enamorado te
quiere robar un beso, ¡apártalo de ti con firmeza! No sigas
bailando o hablando con él, porque si no terminará
obteniendo lo que quiere.
k. Es importante tener el criterio para saber cuándo es oportuno
retirarse de un lugar. Si nos vemos expuestos a que pasen
cosas que nos pongan en riesgo a nosotros o a nuestros
amigos o amigas, ha llegado el momento de irnos.
l. Si no son tus padres quienes te recogen, nunca aceptes que
te lleve a casa un chico que recién conoces esa noche,
aunque sea el mejor amigo de alguna amiga, aunque ella te
diga que es de confianza. Que te lleven a casa personas que
tú conoces bien.

20. El alcohol

En las reuniones sociales y fiestas abunda el alcohol. Incluso en los


quinceañeros hay “barras libres” para adolescentes.
Ten en cuenta que el alcohol es un desinhibidor: te suelta todos los
frenos y te vuelve torpe. Al tomarlo ciertamente puedes
experimentarte “más libre”, “más suelta y alegre”, capaz de hacer
cosas que no harías normalmente. Tomar te pone en un estado de
euforia primero y, si sigues tomando, en un estado de absoluto
descontrol e inconsciencia de ti. Historias como éstas se repiten
indefinidamente:
«Cuando tenía dieciocho años, conocí a un chico, y en menos de una semana perdí
mi virginidad de la peor manera posible: estaba borracha, y lo peor, el chico
desapareció, y nunca supe qué fue de su vida».

Me contaron también la historia de una joven que fue a una fiesta y


al día siguiente por la mañana estaba contándole angustiada a una
amiga que “se sentía morir” porque había despertado en la cama
con un chico que había conocido la noche anterior y que no se
acordaba de nada.
Lo cierto es que
«muchos embarazos indeseados provienen de una noche de copas. Miles de
abusos sexuales se planean con la maña de emborrachar a la mujer. Infinidad de
jóvenes acaban rompiendo todos sus límites, desinhibidos por el alcohol. Los novios
que beben son varias veces más propensos a tener caricias eróticas profundas y
relaciones sexuales. Cuando la mecha está impregnada con alcohol, siempre
60
resulta muy corta para apagarla a tiempo» .

Ahora bien, no necesariamente el resultado final de sobrepasarse


con el alcohol es una relación sexual, sea con un conocido o un total
desconocido, pero sí todo tipo de conductas inapropiadas:
«En el cumple de mi amiga salimos con otras amigas a bailar. Ella creo que bebió
mucho y no sabemos ni cómo pasó, porque estaba bien. ¡Habíamos hablado justo
antes de nuestro deseo de vivir la pureza, pero en ese estado besó como a tres
chicos y había como un sofá y estaba ella ahí muy ebria, con un chico que estaba
perfectamente bien, aprovechándose de su estado! ¡Lo hacía frente a todo el
mundo! ¡Era horrible! Yo no podía soportar que se aprovecharan así de mi amiga,
así que me acerqué y la levanté, pero él no la soltaba y ella no quería moverse
tampoco y decía muchas incoherencias. ¡Traté de sacarla de allí como cinco veces,
pero ella no quería! Hasta me peleé con ese chico, ¡pero no había forma! Tuve que
llamar a sus padres para que viniesen a recogerla, y al siguiente día ella no se
acordaba de nada».

Recuerda que si vas a una reunión, nadie cuidará mejor de ti que tú


misma. Si pierdes el control, otros se aprovecharán de ti y quizá no
tengas la buena suerte de contar con una amiga que esté sobria y te
libre de las consecuencias de tu propia irresponsabilidad.

Puedes tener un propósito muy firme de guardar tu pureza, pero


bajo el efecto del alcohol todo puede cambiar, y a veces no es
necesario tomar mucho, basta con ¡tan sólo un vaso! Por ello debes
aprender a ser responsable de ti misma y a limitarte en el consumo
del alcohol, especialmente cuando vas a una fiesta o reunión social.
Mejor es no tomar nada, pues igual te puedes divertir muchísimo sin
probar una gota de alcohol.

21. Regalar besos

Se ha puesto también de moda “regalar” o “robar” besos. Algunas


chicas van a las fiestas a besar a cuantos chicos puedan. Compiten
entre ellas a ver quién “pesca” más. Hoy en día también los besos
se han “prostituido”, se han hecho fáciles. Ya no es necesario
“declararse” formalmente, basta que “se gusten”, que se quieran
“vacilar” o que tomen un poco para que se empiecen a regalar
besos “sin compromiso”, es decir, sin que el beso signifique
necesariamente que con ello se inicia una relación seria:
«El chico que me gusta fue a una fiesta este sábado por mi casa y justo salí a bailar
con él y nos besamos. Hace tres años que yo no me besaba con nadie y ese chico
me gustaba mucho y pasó. Fue su primer beso, pero él había tomado. Hoy me
enteré que está diciendo que no se acuerda qué pasó, ni cómo, ¡y eso me dolió!».

Es obvio que a los chicos también les gusta divertirse y disfrutar de


los besos, de la sensación que producen. No sólo se aprovechan de
las chicas que se los ofrecen fácilmente, sino que también buscan
arrancárselos a las que se hacen de rogar, porque así el reto es
mayor, y porque piensan que cuando la mujer dice «no» en un
primer momento, en realidad les están diciendo «insiste un poco
más»:
«Ayer fui a la despedida de una amiga. Allí estuve hablando con todos. Yo tengo un
amigo muy amigo del cole que siempre me abraza cuando me ve. La cosa es que
no sé por qué ayer se le dio por abrazarme a cada rato. Se ponía a mi costado, me
abrazaba, y en una de ésas me contó que la semana pasada había ido a una
discoteca y se había besado con una chica y me dijo: “Así”, y me tomó la cara, se
me acercó, y yo le dije: “Aléjate”. Él me insistió y me dijo: “Para mostrarte”. Y yo,
tonta, me dejé, se me acercó y me dio un beso. Yo reaccioné y lo aparté. Él se rio y
me fui. Pero él me seguía buscando para abrazarme. Quería besarme a toda costa,
y me decía: “Dame un beso en el cachete”, se lo di y me pidió: “Otro, otro, otro”, y
cuando se lo iba a dar, volteó la cara y me dio otro beso en la boca (pico), y yo:
“¡Contrólate!”. Sé que estuvo mal dejarme llevar… pero, o sea, no sé cómo decirle
“no” sin parecer muy pesada, porque hay chicos que te dicen: “¿Qué te pasa? ¡No
te haré nada!”, y como es mi amigo… Me cuesta mucho dejar de hacer algo que me
piden, aunque me incomode o en el fondo no quiera. ¡Soy muy débil de carácter!
Además, creo que lo permití porque una amiga me molestó y me dijo: “Muy soltera,
sin nada”, y me sentí mal. ¡Creo que por eso me dejé llevar! Y otras amigas me
dicen: “¡vive la vida!”, “¡no es nada malo!”, “¡eres joven!”, y cosas así, ¡y a veces me
la creo!».

Los besos para una mujer digna son también sagrados. No se


pueden estar regalando a cualquiera, por simple “juego y diversión”.
Incluso cuando quieres a alguien, el beso debe esperar: antes de
besar a una mujer el hombre debe pasar por el riesgo de decirle que
quiere comprometerse con ella a algo serio, es decir, estar como
enamorados. Sólo entonces una chica puede acceder a dar el beso
como expresión de afecto y de un amor que exige hacer las cosas
bien, por etapas, sin apuros.
22. La relación con tu enamorado

En la relación con tu enamorado debes “trazar la línea” y poner los


límites claros desde el principio. Si ya tienes enamorado y no lo
hiciste en su momento, quizá sea necesario hablar con él ahora al
respecto.

Me escribía un chico:
«Con mi enamorada, cuando recién empezamos nuestra relación, nos pusimos
medios concretos que consistían en evitar situaciones como: estar solos en su casa
o en la mía, ver películas o conversar con la luz apagada, que ella se siente encima
de mí. Evitando estas situaciones —que al principio nos costaron, pero luego se nos
hicieron hábito— logramos mantener nuestra pureza».

Quizá esto te pueda parecer “súper nerd”, pero es mejor eso a


perder tu pureza y a que la relación se vaya deslizando cada vez
más hacia lo sensual y sexual.

Pero, ¿hasta dónde puedes llegar con tu enamorado? ¿Cuánto


puedes permitirle? Luego de una de mis charlas un joven me
preguntó justamente eso. Se me ocurrió contestarle con otra
pregunta: «¿Tienes hermana?». «Sí», me dijo. Mi siguiente pregunta
fue: «¿Hasta dónde quisieras que su enamorado llegue con tu
hermana?». Su respuesta no se dejó esperar, veloz como un rayo
pronunció un firme y rotundo «¡nada!». «Bueno —le dije—, ése es el
límite al que puedes llegar con tu enamorada». Como un manotazo
de ahogado vino entonces la inesperada repregunta de aquel joven:
«No, pues, Padre, ¿y si no tuviese hermana?». En ese momento
todos los presentes nos reímos, aunque él parecía estar hablando
muy en serio.
¿Por qué tiene que ser uno el límite para el enamorado de su
hermana, y otro el límite para él? ¿Por qué él puede avanzar “más
allá, hasta un cierto punto”, pero exige a otros que respeten a su
hermana al máximo? ¿Es que su enamorada o novia no es hermana
de alguien, hija de alguien que también espera de él el máximo
respeto hacia su hija o hermana? El hombre debe tener la integridad
de respetar a la mujer que ama como él quisiera que respeten a sus
hermanas o a sus futuras hijas. Y tú debes exigírselo a él y a ti
misma. Para ti, además, debe existir otra norma: no hagas nada con
tu enamorado que tengas que ocultárselo luego a tus padres por
vergüenza.
Para vivir la castidad, hasta los besos deben ser castos. Tú sabes o
sabrás cuándo no lo son, porque se vuelven demasiado
apasionados, porque excitan y poco a poco dan paso a caricias
indebidas que despiertan las pasiones que luego arrastran a cosas
mayores. El límite debe estar al principio del camino, no a la mitad ni
justo antes del final. Quien juguetea con el fuego de la pasión y
piensa que puede avanzar hasta cierto punto sin perder el control,
terminará perdiéndolo. ¡A cuántas he escuchado decir: «quería
llegar virgen al matrimonio, pero me dejé llevar por el momento»!
Creyeron que podían tener todo bajo control, pero tarde se dieron
cuenta de que cuando la pasión se enciende, el control se pierde.
Como un fuego que se descontrola, no se apaga hasta que todo en
un instante queda consumado y consumido.
Si tu enamorado te jura amor eterno para que te entregues a él,
respóndele algo así: «¿De verdad es para siempre? ¡Entonces
casémonos de una vez!». ¡A ver qué te dice! Seguro te contesta que
todavía no están preparados, que primero deben terminar los
estudios, y te pondrá miles de pretextos y argumentos por los que
habrá que esperar para eso. Entonces tú le responderás que si no
están preparados para casarse, tampoco lo están para la entrega
total, y que también para eso habrá que esperar. Sólo cuando se
casen, y si él ha sabido esperarte y respetarte hasta entonces, tú
tendrás la seguridad de que es para siempre. A las “promesas de
amor eterno” dichas en un momento de pasión, de emociones
intensas, no hay que hacerles caso. Sólo la espera en el tiempo
determinará si esas promesas son o no sólidas y consistentes, o si
—incluso con la mejor intención— sólo fueron dichas para poder
obtener todos los “beneficios” del matrimonio sin querer asumir las
responsabilidades y deberes del mismo.
¿Y si tu enamorado se molesta y no está de acuerdo con los límites
que le pones? Pues termina allí mismo esa relación. Mejor es estar
bien contigo misma y con Dios que “estar bien” con el enamorado.
Si estratégicamente te dice que “respeta tu decisión” pero poco
después intenta avanzar un poco más, anúnciale: «¡Hasta aquí
llegamos!». No tengas miedo de perderlo; que él tenga miedo de
perderte a ti si no respeta los límites “exagerados” que le pones. Y si
aún así no los respeta, entiende que no te ama de verdad. Acepta
esa realidad aunque te duela y termina esa relación que tan sólo te
va a traer más sufrimiento.

23. ¿Qué pasa si mi enamorado quiere saber si soy virgen?

Es común que al poco tiempo de iniciar una relación de enamorados


se hable “del tema”. «¿Qué piensas de las relaciones sexuales
prematrimoniales?». «¿Ya has tenido alguna experiencia sexual
antes?». «¿Todavía eres virgen?» «¿Te masturbas?». En general,
existe un interés y curiosidad —tanto del hombre como de la mujer
— por querer saber la vida sexual de sus parejas, cuántas
enamoradas tuvo, cómo era su relación con cada una de ellas.
Hablar de esto perturba la mente y afecta la relación en sí misma:
«Cuando uno está con alguien, no está porque tuvo uno o dos enamoradas o
enamorados, o porque fue de tal o cual forma, o porque tuvo relaciones con él o
ella, sino porque te enamoras de la persona, de sus cualidades, de sus virtudes, de
sus valores. El problema está en que, en medio de su inmadurez, muchas chicas y
chicos se enamoran de la imagen que el chico o la chica proyectan y no de la
persona que lleva en su interior. Es entonces cuando se vuelve importante saber
sobre la vida sexual pasada del enamorado o enamorada».

Opino que la pregunta sobre tu vida sexual, si eres virgen o no, es


una pregunta que un enamorado no tiene por qué hacerte, por
respeto.
Cualquiera de las dos respuestas puede traer consigo ciertos
riesgos:

a. Si respondes que sí has tenido relaciones sexuales, al chico se le


va a pasar por la mente que también él podrá hacer lo mismo
contigo.
b. Si respondes que eres virgen, el chico puede en efecto
experimentar el anhelo de cuidarte. Sin embargo, hay otras
posibilidades: si él también es virgen sentirá en un momento que
sería “muy especial” hacerlo contigo por primera vez. Y si él no es
virgen y ha tenido relaciones sexuales con una o más enamoradas
anteriores, o incluso con alguna “amiga con beneficios” o prostituta,
robarte tu virginidad sería un trofeo más valioso para él. ¡Entiéndelo
de una vez! El que un chico tenga relaciones con una chica que es
virgen es visto entre los hombres como un gran logro, como una
conquista. Una vez que tú también te entregas a él, te conviertes en
su posesión y corres el riesgo de ser con el tiempo “una más” para
él. ¿Deseas eso para ti? ¿O quieres permanecer siendo esa “mujer
especial” que probablemente él te dice que eres, acaso con la
intención de robarte justamente eso especial?

Tu reacción y respuesta ante tal pregunta puede ser:

a. “Ponlo en su sitio” y dile sin más que ésa es una pregunta


que no corresponde hacer en la etapa de enamorados,
que es un tema del que no tienen por qué hablar. Seas
virgen o no, a él lo único que le toca saber es que debe
respetarte, no traspasar los límites y dominarse a sí
mismo sin que tú tengas que estar diciéndole «no». Si te
ama, a él le toca cuidarte, venciendo sus propios impulsos
sexuales. No tiene por qué saber más que eso.

b. Tampoco a ti te toca preguntarle sobre sus experiencias


sexuales, si las ha tenido o no. Nuevamente, domina tu
curiosidad.

c. Ello sólo será algo de lo que hablarán en un futuro,


61
siempre y cuando sea conveniente . Entonces será el
momento de hablar, no por curiosidad, sino porque habrá
cosas que tienen que saber de su pasado para poder
curar sus heridas y aceptarse cada cual con su propia
historia personal. La transparencia, la aceptación de
cualquier error de la vida pasada y el perdón deben ser los
criterios para hablar de esos temas con madurez.

24. «El hombre no llega sino hasta donde la mujer se lo


permite»

«El hombre propone, la mujer dispone». En la relación tú eres la que


permite o no que el chico avance. ¡Asúmelo! Aunque hay chicos que
lo hacen, no esperes que sea él quien ponga el freno. Normalmente
el hombre quiere avanzar. La mujer tiene el poder de decir «no»
cuando él ya no tiene la capacidad de hacerlo porque está excitado.
Por eso —justo o no— una gran responsabilidad recae sobre ti,
sobre cuánto permites tú. ¡No tengas miedo de decir «¡no!», de
ponerle un freno si él ha perdido el control o quiere avanzar “un
poco más”!

Hoy en día a muchas chicas les preocupa decirle «no» a los chicos
por temor a “herir sus sentimientos”. Les inquieta que ellos puedan
sentirse mal y prefieren sufrir ellas a causarle algún sufrimiento al
chico. ¿Cómo le digo que «no» sin lastimarlo? Pues simplemente
dile «no», con la conciencia de que la verdad, aunque duela, es lo
mejor para ambos. No puedes mantenerlo ilusionado para que no
sufra. Tarde o temprano sufrirá, y sufrirá más y te reclamará al saber
que no se lo dijiste antes. Una relación o incluso una amistad jamás
se puede basar en “mantener apariencias”. Acostúmbrate a ser
siempre sincera con tus sentimientos, pues así le estarás dando
también al chico la oportunidad de madurar como hombre. Un
hombre necesita de esos «no» para hacerse hombre. El rechazo
que experimentará lo ayudará a madurar. No tengas miedo de ceder
por temor a herir sus sentimientos.

25. ¿A qué lugares voy con mi enamorado?

Se ha hecho normal y frecuente que los enamorados se encierren


en el cuarto de alguno de ellos para ver una película, hacer tareas,
jugar en la computadora o simplemente estar echados en la cama.
«¡Es tan romántico!», puedes pensar tú con ingenuidad. Pero allí,
tarde o temprano, termina pasando de todo. Por ello, tú misma eres
quien debe ser firme: «A tu cuarto o al mío, no entramos».
Muchas veces pasan cosas también en la sala de la casa, viendo
una película. Leamos lo que una joven de veinte años nos comparte:
«En menos de cinco meses ya jurábamos que nos amábamos, pero grande fue la
sorpresa cuando ambos nos dimos cuenta de que no era así. Todo ese tiempo lo
único que yo buscaba era agradarle, y confundí “amor” con “consentirle todo”. Sí,
llegamos a realizar algunos “juegos” que nunca llenaron mis ansias de amar y ser
amada, tan sólo me alejaban más y más de mi anhelo de un amor auténtico.
¿Cuándo se daban estas situaciones? Pues cuando estábamos en su sala. Tan
tonta yo, no me daba cuenta de que todas las veces que íbamos a su casa “a ver
una película” terminábamos en eso, porque el lugar se prestaba y nosotros no nos
controlábamos. Yo, por miedo, cobardía y bastante inseguridad nunca le dije que
eso no me llenaba. Luego de que sucedían estas cosas, me preguntaba: “¿De eso
se trata el amor?”. No, eso no era amor. Con el tiempo nos dimos cuenta de que en
realidad nunca habíamos llegado a amarnos de verdad: ¡Sólo sentíamos pasión!
Fue doloroso reconocerlo, pero era la verdad. Es triste saber que tan buenos
momentos se perdieron por consentir esos “juegos” y centrarnos cada vez más en
darnos placer.
Chicas, desde mi experiencia les digo: ¡Eviten estar a solas con sus enamorados en
una casa o en un cuarto! ¡No se queden en esos lugares a solas pensando que “no
va a pasar nada”, porque llegará un momento en el que no podrán controlar la
situación! ¡Es muy difícil decir “no” en esas circunstancias!».

Hay chicos que llevan a sus enamoradas a un hostal para “pasar el


rato juntos”. Otros tienen su departamento y llaman a sus
enamoradas o amigas simplemente para “pasarla bien”.
Evidentemente, es para tener sexo.

Tú tienes que hacerte cargo de ti misma. Nadie va a cuidar mejor de


ti que tú misma. Si entras a una habitación, departamento o casa en
la que no hay nadie más que tú y él y cierras la puerta, ten por cierto
que tarde o temprano algo va a pasar. Además, si él te propone ir a
un hotel y tú accedes, implícitamente —al menos para el hombre—
estás aceptando que van “para eso”.

Si quieres vivir la pureza, tienes que saber decir «no» si tu


enamorado te pide ir a esos lugares, o incluso a un descampado o a
un parque lejos de la gente.
He aquí un testimonio que te ayudará a entender el porqué de estas
recomendaciones:
«Acabé la secundaria y empecé la universidad. Para entonces había conocido a un
chico porque era fan de su música. Él era guitarrista de una conocida banda de
rock. Al saber que se acercaba mi cumple, me propuso organizar una tocada con
toda la banda en su departamento, sólo para mí. Yo estaba muy feliz. Aparte estaba
próxima a cumplir dieciocho años. Cuando llegué al lugar, no había nadie, no había
torta, no había instrumentos ni música, no había nada. Ese día perdí mi virginidad,
el mismo día que cumplí dieciocho años. Recuerdo que después de eso lloré
mucho. Me sentía usada, sucia, me sentía “mosqueada”. Sin embargo, no podía
separarme de él. Él me usaba para satisfacer sus necesidades sexuales y yo lo
usaba para sentirme querida y valorada aunque sea sólo por unos minutos. Un día
me dejó de contestar el celular y desapareció. Nunca más lo volví a ver».

No siempre son los hombres quienes proponen a las mujeres ir a un


hotel. Ésta es la historia que un joven me autorizó a compartir con
ustedes: ella tenía veintiún años y él veintiséis. Se habían conocido
en el trabajo, una semana antes de estar de enamorados. Llevaban
menos de una semana juntos cuando ella le propuso ir a un hotel a
ver televisión. Inmediatamente le aclaró: «No pienses que va a
pasar algo, ah», añadiendo que ella no lo iba a permitir. Fueron, y
efectivamente no pasó nada. Pero lo de ir al hotel se repitió. En diez
días de enamorados fueron tres veces, y la última él tomó un poco
de más y se le pasó la mano. Ella se molestó con él, le echó toda la
culpa y le terminó. Bien por ella, por hacerse respetar, ¿pero no lo
puso ella misma en esa situación, al ir a un hotel a ver televisión
echados en la misma cama? ¿Es que aquella chica no entendía
todo lo que estaba despertando en el hombre? ¿No era ella en parte
responsable por los excesos del hombre? ¡Claro que sí!
Tú debes tomar conciencia de que no puedes poner a tu enamorado
en una situación así. A ti puede parecerte “muy romántico” estar
echados juntos en la cama, pero para el hombre lo romántico no es
lo que prima, lo que se va a despertar en él es otra cosa. ¡No lo
pongas en esa situación!

Es muy importante que entiendas que en ocasiones como ésas el


«no» debe decirse antes, porque en esos lugares finalmente no vas
a poder decir «no», no vas a poder dominarte; simplemente se
dejarán llevar.

26. Los “besos apasionados”


Hace poco me hicieron esta consulta:
«Quisiera saber si es correcto besar apasionadamente o no y, en caso de ser
aceptable, ¿en qué momento hacerlo? Es algo que me inquieta mucho, pues
siempre los muchachos me dicen que les gustan mis besos, y hasta siento que sólo
me buscan por mi forma apasionada de besar».

En la vivencia del enamoramiento y noviazgo surgen muchas


maneras de expresar el cariño por la persona amada, pero hay que
tener mucho cuidado en cómo demostramos ese cariño. Te
preguntarás, ¿por qué tener cuidado?
En primer lugar, debes tener claro que hombres y mujeres no somos
iguales. Hay muchas características que nos hacen diferentes. El
hombre es más “físico”; en cambio la mujer es más afectiva. En el
plano biológico, como hemos dicho anteriormente, el hombre tiende
a excitarse más rápido que la mujer.
Partiendo del conocimiento de estas diferencias, debes actuar con
precaución en lo que concierne a las caricias que das y que recibes,
y ello incluye los besos. Tanto los besos como las caricias (abrazos,
tomarse de las manos) son lícitos siempre y cuando sean
moderados y no busquen provocar la excitación de la pareja.

Moderar un beso es muy difícil, por eso es mejor no meterse en


terreno peligroso. Los besos apasionados no son convenientes en el
enamoramiento o noviazgo por las siguientes razones:
a. En el plano biológico los hombres son más sensibles y el
simple roce del cuerpo, más aún los besos, podrían hacer
que se excite en tan sólo segundos. Ello no quiere decir
que no se puedan contener, pero es más complicado para
ellos que para las mujeres. ¡Tú debes cuidar el corazón de
la persona a la que amas! Por eso es recomendable que
no “explores” en un campo que no les corresponde vivir en
esa etapa.
b. Un beso prolongado y apasionado puede cruzar
fácilmente la frontera de la muestra de cariño y pasar al
terreno de la excitación.
c. Es más difícil controlar un beso que se ha subido de tono,
ya que muchas veces ese beso no va solo, sino que está
acompañado de caricias que encienden la pasión.

Muchas parejas de enamorados o novios que habiendo hecho un


propósito de esperar hasta el matrimonio tuvieron relaciones
sexuales se preguntan: «¿Cómo es que llegamos a este punto?
¿Cómo nos pudo pasar esto?». En casi el 100% de los casos
encontrarás la respuesta en un simple beso que se extendió más
allá de lo que podían manejar. No caigas en la trampa de pensar
que puedes controlar las caricias y los besos apasionados cuando
ya se han iniciado. A veces podrás, pero otras no. ¿Por qué
arriesgarte? Mejor será evitar la situación, es decir, detenerse antes
de que los besos despierten sensaciones intensas y los lleven a las
caricias que enciendan la pasión. Éstos deben estar reservados
para el matrimonio.

Luego de leer esta respuesta, una joven de dieciocho años nos


compartía su experiencia y reflexión:
«La verdad es que necesitaba que alguien me aclarase, porque cuando estaba con
mi ex enamorado nos besábamos feo, muy apasionadamente. Estuvimos cuando yo
tenía diecisiete y él veinte. Al comienzo eran besos normales, pero pronto, a partir
de la tercera semana, se volvieron muy apasionados y eso dio pie a otras cosas que
no me atrevo a decir. Yo siempre sentía que, aunque eran sólo besos, algo estaba
mal, pero cuando le preguntaba a alguien, siempre, siempre me respondía que era
algo “normal”, que “no tenía nada de malo”. Ahora, gracias a esta respuesta, veo las
cosas desde otra perspectiva y entiendo que de haber evitado esos besos
apasionados probablemente no habríamos llegado a hacer otras cosas de las que
ahora me avergüenzo, y no habríamos perdido la oportunidad de amarnos bien.
Aquellos besos fueron la “puerta de entrada” para otras cosas más “fuertes” que
también me decían muchos que eran “normales” entre enamorados, pero que
definitivamente terminaron haciéndome mucho daño y deterioraron la relación».
27. Las “caricias” en las partes íntimas

Hoy te dicen que es normal que los enamorados “exploren sus


cuerpos” para “conocerse” y conocer a su pareja. Pero para conocer
a una persona no es necesario estar tocándola. Acariciarse o
besarse en zonas que en ambos despiertan la sensualidad y el
deseo de “ir más allá” es jugar con fuego. Recuerda siempre que «el
hombre no llega sino hasta donde la mujer se lo permite». Una
mujer digna no permite que la estén manoseando. ¿Dejarías que te
toque algún desconocido? Si tu respuesta es no, ¿por qué acceder
a que te toque un hombre que te ama? «¿Porque así te demuestro
el cariño que te tengo?». ¡Por favor! Un chico que empieza a
acariciarte en tus partes íntimas no lo hace por cariño, porque te
ama, sino porque quiere provocarte y provocarse un placer erótico y
sexual. Tan crudo y sencillo como eso. Si es alguien que te quiere y
a quien quieres, con mayor razón debes sacarle la mano y
“aclararlo” si busca tocarte los glúteos, los senos o tus partes
íntimas. El amor puro depende de un trato respetuoso: las manos
deben permanecer en su lugar si de verdad se aman.
Una joven me hizo llegar esta consulta:
«Llevo ya tres años con mi novio. A pesar de que él está de acuerdo en no tener
relaciones, cree que ciertas “caricias” (debajo de la ropa, en las partes íntimas e
incluso besos... si es que se les puede llamar así) no están mal y cree que me he
vuelto fanática y exagerada al respecto. ¿Están bien esas caricias? Y si no, ¿qué le
digo para hacerle entender?».

No te dejes confundir. ¡No eres una “fanática exagerada” cuando


optas por cuidar tu pureza y la relación entre ustedes para que no se
desvirtúe! ¡Tú tienes la razón! No están bien ese tipo de “caricias”
que los chicos creen que son “normales” y que, por lo tanto, estarían
permitidas en la relación de enamorados.
Lo que más confunde es que incluso chicos católicos
comprometidos sean los que les piden cosas semejantes a sus
enamoradas. Quizá has tenido que decirle más de una vez a tu
enamorado que no te sientes bien haciendo eso, a lo que él
argumenta que no tiene nada de malo «porque no están teniendo
relaciones sexuales». Finalmente, confundida, confiada de que un
chico que está cerca de Dios no te puede estar pidiendo algo malo,
terminas haciendo lo que él quiere en contra incluso de tu propia
conciencia:
«A los diecinueve años tuve mi primer enamorado. Él y yo somos católicos
comprometidos en el apostolado. Al comienzo todo era tranquilo y yo tenía muy
firme la idea de que quiero llegar virgen al matrimonio, y en eso los dos estábamos
de acuerdo desde el principio. Pero al pasar algunos meses los besos se volvieron
más apasionados, y él tenía ganas de ir un poco más allá. Las primeras veces yo le
decía que no, pero debido a su insistencia terminé cediendo. Me dejaba tocar y él
me pedía que lo toque, y así llegamos a la masturbación. Apenas terminaban esos
momentos era inevitable sentirme muy mal, pues en mi interior algo me decía que
había hecho algo malo. Pero cuando se lo decía a él, me respondía que no había
nada de malo, porque no estábamos teniendo relaciones sexuales. Sin embargo,
eso no me tranquilizaba. Nunca logró convencerme de que estaba bien, pues mi
conciencia nunca dejó de decirme que eso estaba mal. En mi cabeza sabía que la
castidad era no sólo no tener relaciones sexuales completas, sino guardarme
también de ese tipo de “caricias”».

Para entenderlo tú misma y explicárselo a él de la manera más


sencilla y contundente posible, plantéale lo siguiente: «Si alguien te
roba cien dólares… ¿está bien o está mal?». Es obvio que te va a
decir que está mal. Después pregúntale: «¿Y si te roba cincuenta?».
Su respuesta será la misma. Luego sigues: «¿Y si te roba diez?». Si
es un hombre con valores, su respuesta seguirá siendo la misma.
Posteriormente concluyes: «Como tú mismo dices, en todos los
casos está mal. Lo mismo sucede con la castidad: tener relaciones
es como robar cien, y tener esas “caricias” es como robar primero
cinco, luego diez, luego más. En ninguno de esos casos está bien
que me robes mi pureza. Además, si hoy te permito que me robes
diez, mañana serán veinte, pasado treinta y así llegarás a robarme
finalmente los cien».

Si no entiende ese argumento y sigue diciéndote que no está de


acuerdo, está siendo egoísta y quiere imponerte su parecer sin
respetar la voz de tu conciencia, sin respetarte a ti. En cambio, si te
ama, entenderá tu razonamiento y estará dispuesto a dominarse a sí
mismo por amor a ti. Ojo, no sólo lo dirá con palabras tipo «te
prometo que voy a cambiar», «no lo volveré a hacer», sino que lo
demostrará con hechos y lo mantendrá en el tiempo, cuidándote,
respetando los límites que tú le pongas no sólo por unas semanas o
meses, o «hasta que tú estés lista», sino en todo momento.
La mejor forma de que seas fiel a tu propósito y a tu futuro esposo
(si es este chico, ¡es muy importante que desde ahora lo eduques
para que te sea fiel en el futuro!) es manteniendo con firmeza tus
criterios y anhelos y sobre todo evitando toda situación peligrosa.
Piensa: si este chico no es capaz de contenerse ahora que son
enamorados o novios, no hay ninguna garantía de que en el futuro
lo haga, si es que se casan. Si ahora él lo llama «fanatismo» o
«exageración», pues en el futuro usará el mismo o cualquier otro
calificativo para justificar su falta de continencia e infidelidad. Si un
chico te dice «te admiro», «respeto tu decisión», pero no comparte
los límites que tú le pones, es momento de considerar si realmente
debes seguir con esa persona.
Por tu parte, no tengas miedo de defender tu castidad diciendo la
verdad y exigiendo respetar tu pureza, incluso si él decide dejarte
por eso. No tengas miedo; va a doler al inicio, pero será lo mejor,
porque es preferible sufrir por un tiempo que sufrir por el resto de tu
vida. Además, ésa será la verdadera “prueba del amor”: la persona
que de verdad te ama no sólo será capaz de respetar tu decisión y
esperar, sino también de ayudarte en tus esfuerzos por vivir la
castidad.
¡Mantente firme y no cedas ante nada! Si no cambia su mentalidad y
no opta por vivir una vida digna de un hombre verdadero que cuida y
protege a quien ama, no temas terminar tú la relación. ¡Tú mereces
respeto y tienes dignidad! Él tiene que entender claramente este
mensaje: ese asunto no es negociable y tú no estás dispuesta a
luchar sola; él debe ayudarte y luchar contigo.

28. El sexo oral

La práctica del sexo oral se ha hecho cada vez más común. Hay
jóvenes que se lo piden a sus enamoradas y chicas que se lo
ofrecen a sus enamorados o “amigos”. Este testimonio nos ayuda a
entender lo que sucede cuando una mujer se presta a ello:
«Llevo tres años con mi enamorado, tengo dieciocho. Nos habíamos propuesto
llegar vírgenes al matrimonio. Estos últimos meses las cosas han “avanzado” un
poco más allá de las caricias. Hemos llegado a masturbarnos y él me pidió tener
“sexo oral”. Yo accedí. Desde entonces me siento fatal, no puedo más conmigo
misma. Me siento tan avergonzada. Trato de convencerme de que es normal, pero
no puedo con mi conciencia. Me siento sucia, indigna totalmente de Dios, he dejado
de rezar, ya no voy a Misa. Me pregunto si no soy una más de esas chicas que
aparecen en las páginas porno. ¿Y por qué me lo pidió mi enamorado? ¿Por amor?
¿Es a eso a lo que lleva el amor verdadero? ¿Es eso lo que tengo que pasar o
soportar por amor? Claro, yo también lo he propiciado… soy una estúpida… ¡por
encerrarme con él en su cuarto! ¿En qué pensará él cada noche, cada vez que se
acuesta en la cama en la que hicimos esas cosas que me repugnan? ¿Cuánto
tiempo más pasará para que empiece a pedirme algo más?».

Aquí no se trata tan sólo de un “sentimiento de culpa generado por


la religión”. De acuerdo a un estudio hecho por el Instituto Alan
Guttmacher y publicado en la revista Perspectivas de planificación
familiar, «ofrecer sexo oral hace que las chicas se sientan
explotadas, pero igual lo hacen porque quieren ser populares o
62
“hacer felices a los chicos”» . Una mujer que se siente explotada y
usada, psicológicamente empieza a desvalorizarse y despreciarse a
sí misma.

Que “el sexo oral no tiene nada de malo” es una creencia


equivocada y dañina: además de degradar psicológicamente a la
mujer, las enfermedades sexuales pueden ser fácilmente
transmitidas de los genitales a la boca.
No es normal y de ninguna manera debes aceptar esa práctica, ni
con tu enamorado, ni con tu novio, ni con tu esposo cuando lo
tengas.

Insisto en que este sentirse mal no necesariamente se debe a la


religión, sino a un fenómeno absolutamente humano. El sexo oral —
como también las mismas relaciones sexuales que llevan a la mujer
a percibirse usada— la hacen sentir sucia, despreciable a sus
propios ojos. Para que no te digan que es “culpa de la religión”, acá
te presento un extracto de un duro testimonio que me hizo llegar una
joven de veinte años, que creció «rechazando la figura de Dios, la
religión y a Cristo casi sin conocerlo, ya que nunca he ido a
catequesis ni me he confesado… Crecí pensando que era atea o
agnóstica»:
«A los dieciséis años perdí la virginidad con alguien que no quería… Perdí la
virginidad como método de castigo por haberle entregado mi corazón a alguien que
al final utilizó mi cuerpo y me hizo sentir por primera vez una prostituta, ya que él no
me amaba y yo pensaba que sí. Por primera vez en mi vida sentía que alguien me
tocaba el corazón; siempre había estado y me había sentido sola; no tenía mucho
contacto con gente y me sentía extremadamente feliz en sus brazos. Quería darle
mi vida, pero eso se acabó. Así que desde ese momento empecé a infravalorarme
cada vez más, muchísimo más… y cambié muchísimo. Yo, para mí, era una
prostituta sin dignidad, por culpa mía, por haber entregado mi corazón y por un
chico que me trató como una prostituta. Queriendo seguir sintiendo ese amor que
me hacía estremecer el cuerpo, seguí buscándolo en brazos de un chico, y de otro y
de otro, aunque no con todos teniendo relaciones sexuales plenas. He llegado a un
punto en el que siento que no me tengo ni a mí misma. He perdido el saber qué es
respetarme, qué es lo que quiero. Me siento vacía en todos los aspectos de mi
vida… No me llena ni mi propia existencia, ni estudiar, ni mis padres... Intento
conocer a algún chico para tener una pareja, pero siempre me siento falsa, siento
que querría sentir lo que sentí, pero sé que si tengo sexo me sentiré vacía y más
vacía aún. Siento que no soy espontánea, que me he perdido a mí misma. Sigo
viendo porno y masturbándome. No me aportan nada, es todo vacío y sin sentido.
Quiero ser feliz, pero no lo soy. La actitud que adquirí de seductora no hacía más
que no beneficiarme. Ahora ya no lo hago, pero pienso que no sé qué es sentirse
mujer, no sé qué clase soy. Si seduzco, soy una prostituta y no me conviene; si no lo
hago, no existe nada».

La verdadera enseñanza cristiana no te llena de sentimientos de


culpa; al contrario, te libera de ellos. Cristo te ofrece el perdón, te
libera del peso de tus malas acciones, te devuelve tu dignidad de
hija cuando te has rebajado a ti misma, te levanta de tu miseria, te
ofrece siempre la esperanza de poder empezar de nuevo, te regala
una nueva vida, si arrepentida te acercas a Él y te acoges a su
amor. El Señor, recordémoslo, no ha venido a condenar, sino «a
buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10), a sanar los
corazones destrozados, a vendar las heridas, a disipar las tinieblas
en las que nos hunden nuestros pecados, a darnos siempre una
nueva oportunidad para poder amar y ser amados de verdad. Todo
el discurso de que “la religión te llena de culpas y temores” es una
visión totalmente distorsionada del auténtico cristianismo, y no tiene
nada que ver con él.
29. Las fechas importantes

Fechas importantes como los aniversarios o el día de San Valentín


pueden dar pie a que los enamorados se “expresen su amor” con el
sexo:
«Mi primer enamorado me llevaba tres años. Cuando yo tenía quince él ya estaba
en la onda de experimentar y sacar ventaja entre sus amigos, y bueno, yo quería a
mi príncipe azul. En los primeros cinco meses él me había enseñado a confiar en él
y lo bello que era estar de enamorados. Yo era su primera enamorada y él el mío, y
eso era muy especial. Jurábamos que sería mágico para ambos, y soñábamos con
un futuro juntos. El día que cumplimos cinco meses salimos y la pasamos muy bien.
En un momento me dijo que sus papás no estaban en su casa y que podíamos ir a
pasar el rato. Yo intuía que ese “pasar el rato” era con otras intenciones. Ya no tenía
la mente inocente como cuando era niña. Acepté. Ya en su casa me llevó a su
cuarto y él se quitó la camisa. A mí no me llamaba la atención tener relaciones y
mucho menos a esa edad, así que no me saqué nada. Entonces como que
empezaba a insinuar que quería algo, por la forma como me besaba y me miraba.
Le dije que tenía miedo y él me dijo: “No tengas miedo, yo te cuido, y si lo hacemos,
prometo quedarme contigo para siempre”. Pero le dije que no, que ya era tarde y
tenía que irme. Me levanté y le dije que lo esperaba abajo. Salimos y fuimos a mi
casa. Ésa fue la primera vez en la que estuve muy tentada de tener relaciones».

Cuando estás muy enamorada o ilusionada con un chico, es


comprensible que quieras regalarle “lo mejor de ti misma” en fechas
tan románticas. Lamentablemente puedes terminar creyendo que “el
mejor regalo” es tu propio cuerpo, «porque es lo que él más quiere»,
porque «es lo que lo va a hacer feliz». Si crees eso y lo haces,
estarás cometiendo el peor error de tu vida.

Si tu enamorado “te pinta el cielo de estrellas” y te promete que se


va a quedar contigo por toda la vida si tan sólo te entregas a él, no
temas decirle que no. Muchos hombres prometen lo que sea con tal
de obtener lo que quieren, y una vez que se lo das, pronto se
olvidan de todas sus lindas y románticas promesas. ¿Quieres
arriesgarte porque “lo de ustedes es distinto”? Al decirle «no» a tu
enamorado evitarás lo que suele suceder cuando se adelantan las
cosas:
«Tenía quince años y creía con todo mi corazón que eso era amor. Él me dijo que si
lo amaba, se lo demostrara. Así lo hice. Pero al poco tiempo ya no quería pasar más
63
tiempo conmigo, sólo pasaba el tiempo con mi cuerpo» .
Por tu propio bien, por el de él y por el de la relación, es mejor que
lo hagas esperar no «hasta que estés lista» —como suelen decirles
hoy en día muchos chicos a sus enamoradas cuando les dicen
«no»—, sino hasta el matrimonio. Entonces el compromiso de
amarte y respetarte por todos los días de su vida no será tan sólo
una promesa hecha a tu oído, al calor de las emociones y pasiones,
sino un juramento solemne hecho públicamente y ante Dios.

30. Viajes con el enamorado

Nos contaba y preguntaba confundida una joven:


«Tengo una amiga que apenas lleva algo así como siete meses con su novio y ya se
ha ido como tres veces de vacaciones con él: una vez a la playa, otra a nadar y otra
a acampar. Muy emocionada me comenta que próximamente incluso se irá fuera del
país con él, o sea, ¡apenas son enamorados y se van solos! Yo por mi parte llevo
poco más de año y medio con mi enamorado y jamás me he ido de vacaciones con
él. A veces me siento como rara por eso, pues mi amiga me dice que ¡cómo puede
ser que no salga de vacaciones con mi enamorado! Yo por mi parte pienso que está
bien que no haya hecho lo mismo que ella, porque ir de vacaciones siendo
enamorados… es algo que va contra cuidar la castidad dentro de la relación. ¿Es
bueno o malo irse de vacaciones con el enamorado o el novio?».

En la actualidad situaciones como ésta son muy frecuentes. Se ha


vuelto una especie de lugar común que los enamorados o novios
viajen juntos a cualquier lugar del país o al extranjero, solos los dos
o con otras parejas de enamorados. ¿Es aconsejable irse de
vacaciones con el enamorado o novio? La respuesta es variada.
Si te propusieron pasar un fin de semana con su familia, no vas a
rechazar la invitación por pensar que es incorrecto ir con él. Puede
ser una oportunidad para relacionarte con ellos y ver cómo se
comporta él en el núcleo familiar, algo que es muy importante para
el futuro de la relación. Conocer a la familia ayuda mucho a conocer
a tu enamorado o novio y cómo se comportará en el futuro contigo y
con sus hijos (si se llegaran a casar). En este caso, sí creo que es
correcto que vayas y conozcas más sobre él y su familia.
Obviamente, tendrás que evitar estar a solas con él en lugares
cerrados, y si se hospedan en un hotel, no dormirán en el mismo
cuarto.
Si vas con amigos, que sea con amigos de verdad, de aquellos que
cuidan de ambos. Hay quienes buscan estas vacaciones para poder
hacer lo que les venga en gana, y lamentablemente muchos —
especialmente las chicas— ceden ante las presiones de estos
enamorados, novios y/o “amigos” sólo por no quedar como los
nerds, los aburridos, los anormales. Cuida de las amistades que
tienen. Rodéate de gente que te ayude a avanzar y que comparta
tus mismos ideales y aspiraciones. Si reciben alguna propuesta,
averigua siempre quiénes van, adónde, cuáles son los planes del
viaje, cuál es el objetivo, y opta por lo que no represente una
ocasión peligrosa para ti y para tu enamorado o novio.

Si se trata de ir solos, la respuesta es ¡NO! ¡Un NO rotundo y sin


excepciones! Ir de vacaciones solos es exponerse demasiado. La
clave es la prudencia. Puede ser que ambos tengan bien clara la
idea de mantenerse castos, pero al ir solos a un sitio ya están
siendo imprudentes, pues aunque no estén pensando en hacer nada
y consideren que «no va a pasar nada entre nosotros», la pasión
puede encenderse de un momento a otro, llevándolos a perder el
control de la situación. Es verdad que esto puede suceder aun
cuando no se vayan de viaje juntos, pero también es cierto que el
riesgo de que suceda en un viaje de éstos es muchísimo mayor. La
prudencia en este caso aconseja no exponerse, porque sí puede
pasar de todo.
Tal vez te preguntes a qué me refiero con «no exponerse». Es no
ponerse en situaciones u ocasiones en las que será más difícil
controlar sus expresiones sensuales. Te doy un ejemplo: muchas
mujeres no ven nada de malo en quedarse a dormir en la misma
habitación e incluso en la misma cama con el enamorado o novio
(aunque no tengan relaciones sexuales); es más, puede parecerles
tierno estar simplemente echados juntos en la cama. Pero tomando
en consideración nuestra biología, los hombres reaccionan de
manera distinta, y para tu enamorado o novio puede ser una
situación muy complicada de manejar, porque fácilmente lo puede
excitar. No es que los hombres estén pensando en el sexo todo el
tiempo, pero situaciones como éstas (acostarse en la misma cama,
acariciarse o besarse mucho) podrían llevarlo a cruzar la línea del
cariño a la excitación en sólo segundos, y si eso sucede, lo más
probable es que te arrastre también a ti por ese camino. Así que lo
mejor es no exponerse, o sea, no ponerse en esas situaciones
peligrosas para los dos, no quedarte a solas con él en lugares
cerrados o muy oscuros. Si amas a tu enamorado o novio, ¡cuida de
él!
Se dice que el hombre es como una bombilla de luz: le toma apenas
unos segundos encenderse (excitarse). En cambio, la mujer
normalmente es como una plancha: necesita un tiempo más largo
para llegar a la excitación. Ten en cuenta eso y actúa con cautela
cuando estés con tu enamorado o novio.

Recuerda que vivir la castidad va más allá de abstenerse de tener


sexo cuando todavía no es el momento. Es purificar incluso las
intenciones, para que cuando tengas sexo en el matrimonio, ese
acto no se desvirtúe y sea hermoso. Siempre cuestiónate y
cuestiónale a tu enamorado o novio: ¿Conviene irse de vacaciones
a solas? Pregúntense sobre el lugar adonde quieren ir y con quiénes
irían. Si detrás de estas interrogantes encuentras una respuesta con
una doble intención, es mejor no intentar nada ni menos creer que
vas a hacerle cambiar sus ideas.
Si alguna amiga tuya lo ha hecho y tú no, ¡no te atormentes! Si
mucha gente te dice que es necesario irse de vacaciones con el
enamorado o novio para “pasarla bien” o “conocerse mejor”, pues la
respuesta es ¡no! ¡No es necesario! Muchas mujeres han tenido
novios que ahora son sus esposos y no han necesitado tener esas
“experiencias” previas de fin de semana o de vacaciones con ellos
para conocerse o divertirse juntos. Ésa es una mentira que te
quieren hacer creer para justificarse a sí mismas y para que no les
cuestionen lo que en el fondo saben que es incorrecto.
Vivir la castidad exige una conquista diaria. Habrá momentos en tu
vida en los que te costará más, pero para poder conquistarla debes
poner los medios humanos necesarios en cada caso, y eso muchas
veces requerirá huir de las ocasiones y no exponerse a ellas.
Lo que el resto hace no siempre es lo correcto. Tú edúcate en la
virtud, y en el momento en el que se presente la situación sabrás
actuar correctamente.
No te olvides que sola no puedes en esta lucha. Pídele a tu
enamorado o novio que luche contigo, y juntos pidan la ayuda de
Dios para que cada día puedan forjar una relación que busque el
bien de ambos. Aún cuando toda la sociedad les grite que están
locos por querer vivir la castidad, es una lucha que vale la pena
sostener porque eleva el amor humano a una dimensión superior.

31. «No puedo dejarlo»

Cuando estás en una relación en la que de pronto te comienzas a


sentir angustiada, intranquila y poco segura de ti misma, que tú das
mucho y él poco o nada, usada y poco valorada, quiere decir que la
persona que está a tu lado no es para ti. Acaso en esta situación no
sabes qué hacer, ya que tu razón te dice una cosa, pero el corazón
te dice otra; es decir, sabes claramente que debes terminar la
relación, pero sientes que no puedes romper con el vínculo porque
ya has dado demasiado. Esto generalmente sucede porque has
creado un lazo afectivo tan fuerte con la otra persona que se te hace
casi imposible liberarte de esa relación.

Salir de una relación dañina no es nada fácil, pero tampoco es


imposible, como suelen pensar aquellas que ya no se valoran a sí
mismas, que creen que tienen la culpa de que la relación no
funcione, o que tienen miedo de quedarse solas porque «ya nadie
las va a querer». En este caso aplican aquello de «peor es nada»,
pues piensan que «estar así es mejor que estar solas». Dichas
mujeres se vuelven absolutamente dependientes del hombre,
entregando cualquier cosa con tal de recibir a cambio un abrazo o
un «te quiero», que en el fondo saben que no es de verdad y las
deja vacías.

Si quieres salir de una relación dañina que te desgasta y va


deteriorando cada vez más tu autoestima, tienes que tener claro que
debes cortar TODO vínculo con él y no ceder en nada, ni un poquito,
ya que a la primera que retomes el contacto, entrarás en un círculo
vicioso de nunca acabar. ¡Cuántas siguen atadas a su ex o vuelven
otra vez con él tan sólo por responderle un mensaje de texto!
Si es que ya tienes la convicción de que la relación no es buena
para ti y ya has tomado una decisión, no retrocedas y mantente
firme. Una vez que le digas «se terminó, esto no va más», no debes
volver a verlo. Tal vez puedas pensar: «Ok, yo estoy decidida a
cortar con la relación y no volver más, pero él sigue insistiendo y me
pide que volvamos a vernos para conversar o aclarar algunas
cosas». ¡No lo hagas! ¡Ya no hay nada que aclarar! Sencillamente,
no tendrás la fortaleza suficiente para decirle en la cara que no hay
vuelta atrás y que no hay más que conversar o asuntos pendientes.
Lo típico es que, cuando estés en su presencia, te olvides de todos
los argumentos que tenías preparados y los sentimientos te
traicionen, de modo que le vuelvas a dar «una nueva oportunidad» y
—si ya antes te has entregado a él— te estarás acostando con él
nuevamente esa misma noche, pensando que lo que falta para que
la relación mejore es un poco de sexo.

Si ya te diste cuenta de que la relación no va para más, entonces no


sigas buscando excusas o pretextos para verlo. No vale la pena
arriesgar tanto. No caigas en la mentira de pensar «esta vez sí
podré verlo a la cara y decirle que ya no me busque más». ¡No! En
esas situaciones no debes dar por sentado que tendrás esa fuerza,
porque después de haberte involucrado tanto con la persona, resulta
muy difícil decir «no». Cuida tu integridad y date cuenta de lo mucho
que vales. Si no le pones fin a esta historia, no podrás recuperar tu
autoestima y todo lo que has perdido por estar envuelta en esta
relación.

Si crees que tienes que aclarar algo, déjaselo por escrito una sola
vez y no le vuelvas a responder. Una vez tomada la decisión y
terminada la relación, ¡no debes contestarle ni siquiera un mensaje,
aunque te cueste la vida!
Es importante que entiendas que ninguna conducta es recurrente si
no es retroalimentada de alguna manera. Por ejemplo, si dices que
tu ex no te deja en paz porque una y otra vez te vuelve a llamar, es
porque en algún momento le has contestado. De ese modo le has
hecho saber que todavía pueden mantener alguna comunicación.
Aquí está la clave para que no insista: no volverle a contestar y dejar
bien claro con tu silencio que no quieres retomar la comunicación
con él. Sencillamente, no hay otra forma de que entienda ese
mensaje.
Otro punto que debes tener muy claro es que tú no lograrás que él
cambie. Hay muchas chicas que se aferran a la idea de que «si
estoy en su camino, es por algo y yo puedo hacer que él recapacite
y cambie de actitud». De hecho, ya lo has intentado; y ya ves que no
hay ningún cambio, el problema sigue ahí y tú sigues haciéndote
daño. ¿No crees que ya es suficiente? Es hora de abrir los ojos y
comenzar a hacer algo por ti.
¡Tú vales mucho y estás hecha para amar de verdad! Debes
recordar que el verdadero amor no es egoísta, no piensa sólo en
satisfacer sus necesidades, sino que sale de sí mismo y se
preocupa por el bienestar del otro. ¡Tú mereces un amor de verdad,
no sólo migajas! No te conformes ni te aferres a alguien que no te
valora, no te toma en cuenta ni se preocupa por ti. No tengas miedo
a quedarte sola, porque no lo estarás. A veces necesitas un tiempo
para ti misma. Después te darás cuenta de que si logras estar bien
contigo misma, podrás estar bien al lado de otra persona y construir
una relación saludable.
Sí, definitivamente es difícil pasar por una ruptura, pero sí se puede
salir adelante. No pienses que es imposible. La vida no se acaba;
todo lo contrario, vuelve a comenzar para ti. Para esto tienes que
buscar las cosas que antes te llenaban y que poco a poco fuiste
dejando de lado por estar envuelta en esa relación. Evalúa cómo
están tu vida espiritual y tu relación con Dios. Él, más que nadie, te
dará la fuerza que necesites para salir de esto. Con su gracia, todo
es posible.

Por otro lado, también debes recuperar los demás vínculos que tal
vez has dejado de lado: tu familia, tus compañeras y amigas. Debes
buscar actividades que te distraigan y que te ayuden a enfrentar
esta etapa. Sal con tus amigas, disfruta el tiempo en familia y las
actividades de tu día a día. No te quedes pensando en todo lo que
fue y torturándote con la situación; así no conseguirás nada bueno.
Saca todas las fuerzas que tengas, levántate y haz algo por ti,
buscando todos los medios que necesitas para recuperar tu vida.

En todo momento tienes que repetirte que esto es lo mejor para ti,
que sólo rompiendo este vínculo podrás volver a valorarte a ti misma
y comenzar de nuevo. Recuerda que cada día es un nuevo
comienzo, ¡nunca te des por vencida! Ya sabes que en esta lucha
no estás sola. Lo único que tienes que hacer es mantenerte firme en
tu decisión y así cada vez serás más fuerte.

En conclusión, da vuelta a la página, sigue para adelante y recuerda


que los beneficios de esto no son sólo recuperar tu tranquilidad y
estabilidad emocional, sino también recuperarte a ti misma como
persona. ¡Tú lo mereces y tú lo vales! Sólo mantente firme en tu
decisión y, en menos de lo que piensas, comenzarás a disfrutar de
las cosas bellas de la vida y estarás totalmente recuperada.
32. ¿Cómo “dar vuelta a la página” y escribir un nuevo
capítulo en mi vida?
Una joven de diecisiete años decidió terminar con su enamorado
porque él no la ayudaba a guardar su pureza. La relación ya le
había hecho mucho daño. Él sabía que ella había hecho un
compromiso de guardar su virginidad hasta el matrimonio, pero eso
no le importó. Con sus manipulaciones y sutiles presiones
finalmente obtuvo lo que quiso: robarle su virginidad. Roto el límite,
volvió a suceder, a pesar de que ella —en frío— no quería volver a
hacerlo. Él no respetaba su deseo, así que ella sabía que terminar la
relación era lo que tenía que hacer si no quería seguir en lo mismo.
¿Cómo desligarte de alguien a quien quieres y a quien ya le has
entregado todo? Tomar la decisión no fue fácil, y pasados dos
meses se mantenía firme. Sin embargo, no lograba olvidarlo: «No
me siento tan bien. A veces tengo ganas de llamarlo y decirle que lo
extraño, pero sé que, si lo hago, volveremos a lo mismo, ¡y no sé
qué hacer para sacarme esto que siento!».

Ella no es la única. Otra chica de dieciocho años que hizo una


promesa de guardar su virginidad para su futuro esposo está en la
misma lucha. Ella logró terminar la relación antes de entregarle todo
a su enamorado. Él ya había tenido relaciones sexuales antes y
venía de un proceso de recuperación por adicción a las drogas. En
un momento empezó a presionarla; incluso llegó a decirle que él no
podía «esperar diez años hasta casarnos». Estuvo muy tentada de
entregarse, pero no lo hizo. Decidió romper la relación antes de
pasar “al siguiente nivel”. Transcurrido más de un mes, ella seguía
pendiente de todo lo que él decía o hacía. Si bien ya no se
comunicaba con él por teléfono o mensajes, había sido incapaz de
eliminarlo de sus redes sociales. ¿Su excusa? «Él me ha dicho que
si lo elimino soy una inmadura». ¿Te suena conocido? Finalmente,
me dijo la verdad: «Es que no quiero sufrir». Es decir, eliminarlo de
sus contactos, bloquearlo, es semejante al momento en el que se
entierra a un muerto: se sufre, porque es el signo claro y palpable de
una separación definitiva. Luego de “patalear”, de querer justificar la
“necesidad” de tenerlo como contacto, ha logrado eliminarlo. Le
costó, pero lo hizo y ahora se siente libre y feliz por eso, por haber
conseguido algo que se creía incapaz de hacer. Sin embargo, sus
amigas le siguen contando de él: «Me enteré de que habla con la
chica con la que antes coqueteaba y una amiga me comentó: “Te
apuesto que van a terminar estando, fácil porque está
despechado”». Su mejor amiga le ha dicho que él es un patán, pero
ella aún sigue preocupada porque no termine nuevamente en
drogas o malogre su vida. Es decir, aún cuando sabe que ese chico
no le conviene y que la relación ya terminó, sigue pensando en él,
preocupada por él, incapaz de dar vuelta a la página.
Una joven de dieciocho años, virgen también, está pasando por el
mismo sufrimiento. Luego de un año de relación se sentía
emocionalmente tan unida a su enamorado que no podía estar sin
él, no podía vivir ni respirar sin él. Su dependencia era total. Las
cosas empezaron a ir mal, y ella sentía que él ya no la amaba como
antes. En un momento de desesperación, por no querer perderlo, se
olvidó de su propósito de guardar su virginidad hasta el matrimonio y
decidió que la solución era entregarse sexualmente a él. Pensaba
que era «la única manera de mejorar la relación» y quedarse con él,
así que se lo ofreció. Cuando estaba a punto de suceder, reaccionó,
lo apartó y se puso a llorar. Él le dijo: «Perdóname, te mereces a un
chico mejor que yo». Al poco tiempo él terminó la relación ¡por
teléfono! Ni siquiera tuvo la decencia de darle la cara. Para ella fue
peor que si se hubiera muerto. Han pasado tres meses, sigue
sufriendo muchísimo y le cuesta dar vuelta a la página, mientras que
él parece que ya olvidó todo. Para colmo, lo ve a diario en la
universidad, pues están en el mismo salón. Es imposible no
escucharlo cuando en voz alta les comenta a sus amigos de sus
últimas aventuras del fin de semana. En esos momentos es como si
le removiesen una y otra vez el puñal que le han clavado en el
corazón.
Otra chica universitaria de diecinueve años terminó una relación de
nueve meses porque, aunque adoraba los momentos que pasaba
con él —era tranquilo, generoso y muy tierno—, cambiaba de
personalidad cuando estaban en grupo con sus amigos. Entonces
se convertía en alguien burlón, egoísta y duro, y sentía que
realmente a él, ella no le importaba. Nunca entendió por qué él se
dejaba influenciar tanto por sus amigos, por qué prefería incluso
maltratarla y ofenderla con tal de quedar bien con ellos. Confundida
por esta doble actitud, decidió romper el vínculo. No le fue fácil, le
dolió demasiado, lloró muchísimo noche tras noche, algunas veces
pensó en correr y regresar con él, pero se mantuvo firme en su
decisión porque tenía claro que, más allá de todo lo que lo quería,
primero estaba su dignidad como mujer. Ya han pasado algunos
meses, el dolor ha amainado y está más tranquila. Ahora
comprende que, de haberlo buscar nuevamente, nada habría
cambiado; antes bien, seguiría emocionalmente esclavizada a un
hombre que era incapaz de sacar la cara por ella ante sus amigos.

¿Te has identificado con la historia de alguna de ellas? No me


sorprende, pues como ellas ¡hay miles! La verdad es que no es fácil
terminar una relación con una persona a la que quieres mucho pero
sabes que no te quiere igual, o te hace daño, o no tienes futuro con
ella. Es más difícil aún cuando se ha entregado tanto, física y
también emocionalmente. Es tan difícil que muchas ni siquiera
tienen el valor o la fortaleza para hacerlo, aunque se sepan usadas.
Piensan que ya nadie las va a querer, y a cambio de algo sensual o
sexual los usan para llenar un vacío afectivo o emocional.
Hay quienes logran tomar la decisión de terminar —a otras les
terminan—, pero no soportan el vacío que les deja y lo extrañan
tanto que al poco tiempo le mandan un mensaje o le contestan el
que él les ha enviado. Así quedan en encontrase de nuevo, y
muchas veces sólo para tener contacto sexual, ya sin compromiso.
O sea, ya no les importa ni siquiera estar comprometidas, acaso lo
único que quieren es sentir una “conexión” de momento que les
haga olvidar todo el sufrimiento de la soledad o los problemas que
pasan por la falta de amor. Viven una ilusión, pues esa relación ya
no existe. Ahora es tan sólo un “ex con beneficios”. Me pregunto:
¿tan solas se sienten, tan vacías, tan “dañadas”, que no les interesa
su dignidad, que no son capaces de “soltar el pasado” para construir
un futuro en el que puedan ser amadas de verdad?
Volvemos a lo mismo: ¡Qué difícil es olvidar a alguien a quien hemos
amado, más aún si le hemos entregado no sólo el corazón, sino
también el cuerpo!
¿Hay manera de evadir ese sufrimiento y de hacer más fácil una
ruptura? ¿Cuál es la salida? ¿Cuál la solución? Ante todo hay que
decir que tienes que aceptar que no existe una salida fácil. Cuando
terminas con alguien porque entiendes que no te ama de verdad, o
porque no te conviene dado que te está llevando a renunciar a tus
propios ideales y estándares, no lo haces porque dejas de quererlo
o porque ya no te gusta. Debes entender que normalmente el
proceso de “independización emocional” es largo, que los
sentimientos hacia esa persona no se van de la noche a la mañana
sólo porque decides cortar la relación, y menos aún cuando es el
chico el que decide terminar contigo. En ambos casos —sobre todo
cuando él te termina— se asemeja a la muerte de un ser querido y
se entra en un proceso largo que necesita un “período de duelo”, por
decirlo así.
El duelo tiene tres etapas típicas:
a. La primera es la de la negación, la de la no aceptación de
la realidad. En esta etapa se entra en crisis y perdura
hasta que se asimile gradualmente la ruptura. Puede durar
meses. Nos invade una profunda tristeza, acompañada del
llanto frecuente.
b. La segunda es una fase aguda de dolor por la separación,
acompañada de un desinterés por todo. La rabia brota y
suscita angustia. Es muy difícil deshacer los lazos
emocionales que mantienen el vínculo con el ser amado.
Este sentimiento va disminuyendo con el tiempo, pero
puede volver con fuerza en ocasiones como los
aniversarios. Puede durar seis meses o más. En
ocasiones, luego de un tiempo y muchas veces por causa
de alguna caída de la que te cuesta levantarte, él viene
nuevamente a tu mente y te tienta a entrar en el círculo
vicioso otra vez. En esos períodos de crisis simplemente
quieres dejarlo todo y buscas excusas tontas para
regresar corriendo donde él, recuerdas los buenos
momentos vividos y olvidas los malos, sueñas de nuevo
en la relación, en que se puede recomponer, en que ahora
puede ser distinto, pensando que «la esperanza es lo
último que se pierde». No falta la amiga que te dice que
luches por eso y que los milagros existen.
c. La tercera etapa es el final del duelo. Es una fase de
gradual reconexión con la vida diaria y de estabilización
ante los altibajos de la etapa anterior. La tristeza y la
nostalgia ceden, se produce una “liberación emocional”
que permite escribir un nuevo capítulo en la vida, donde
es posible experimentar nuevamente la alegría, la
felicidad, el gozo.
Pasar por un duelo no es fácil, y hay que entenderlo para no pensar
que «nunca va a desaparecer este dolor», que «es imposible vivir
sin él». Resulta más difícil aún en el caso de una ruptura sentimental
porque la persona sigue presente, quizá incluso la vemos todos los
días. Mientras que un entierro nos manda el fuerte mensaje de que
la separación es definitiva, de modo que no queda sino aceptar la
realidad, en una relación que se rompe él sigue vivo, y no hay ese
claro mensaje de que «no hay vuelta atrás». Pero, ¡ánimo! ¡No sólo
es posible sino también muy liberador! Así que ten un poco de
paciencia y no pierdas la esperanza.
Para recuperarse de una relación que ha terminado porque no
llevaba a nada bueno o no tenía futuro, es necesario completar
algunas “tareas”:
a. Aceptar la realidad de que la relación se terminó y de que no hay
vuelta atrás o “nuevas oportunidades”.
Cuando decidas terminar una relación, lo primero que debes hacer
es una lista de los valores y cualidades que tú esperas que tenga un
chico y, por otro lado, una lista de los valores y defectos que tiene la
persona de la que te estás desligando. Escribe, además, todas las
razones por las que piensas que es correcto terminar, de modo que
puedas leer esa hoja cada vez que te den ganas de llamarlo. Ojo: en
el momento de leerlas nuevamente ten claro que son los motivos
que deben hacerte fuerte para mantenerte firme, ¡no una ocasión
para torturarte a ti misma con todo lo que alguna vez pasaste! En
esos momentos de tristeza, de añoranza, de soledad, no puedes
olvidar las razones profundas que te llevaron a terminar una relación
que no tenía futuro y que acaso te hizo mucho daño. Si ya has
cortado esa relación y andas en este tiempo de “duelo”, antes de
seguir leyendo, ¡escribe esa lista ahora mismo!
En este período debes cortar completamente el contacto: ni
llamadas ni mensajes de ningún tipo. A veces tendrás que cambiar
tu número de celular, sobre todo si de cuando en cuando él te envía
un mensaje o te llama diciéndote cosas o prometiéndote cambios
que te llevarán a darle una nueva oportunidad o simplemente a
volver a buscarlo.
Si lo tienes en alguna red social, debes eliminarlo o bloquearlo. Si es
necesario, cancela tu perfil y crea uno nuevo. Esto será difícil, sobre
todo cuando la “curiosidad” te lleve a querer saber cómo está, con
quién, etc. Pero DEBES HACERLO aunque te cueste, aunque te
duela. Mantener a tu ex en tu lista de contactos no es sino una
fuente de tortura para ti misma, lleva a abrir la herida una y otra vez,
impide que cumplas con esta primera tarea de aceptar que la
relación se terminó. No alimentes una eterna dependencia
metiéndote en la vida del chico, siguiéndole el rastro «para saber
cómo está», o cosas semejantes. Simplemente, ¡déjalo ir!
Si has llegado hasta acá, todavía falta lo más difícil: no serás libre
mientras sigas atada a todo lo que él te regaló. Debes deshacerte
de esas cartas lindas que alguna vez te escribió, de todo aquello
que guardas como un “recuerdo de un día especial”, un boleto de lo
que sea, un osito, una estampita con dedicatoria, un poema, una
medalla o anillo, una foto especial, etc. No hagas como una joven
que, al romper su relación, metió todo en una caja y la llevó a otra
casa, lejos de ella. Sin embargo, cada vez que iba a esa casa, le
daba por ver lo que allí había, le volvían la melancolía, el dolor, el
sufrimiento. Tampoco eso es suficiente. Ella nos ha querido
compartir su experiencia:
«Recuerdo esa caja, y recuerdo también todo el dolor. Y es que en esa
insignificante caja no sólo guardaba las cosas que él alguna vez me regaló, sino que
estaban guardadas también todas mis ilusiones rotas, todos los recuerdos, los
sueños y deseos que tenía en ese tiempo, estaba guardada una pequeña parte de
mi vida. Cada vez que la volvía a abrir era como regresar a ese tiempo y volver “a
soñar”… Pero luego me topaba con una gran pared: la realidad. Él ya no estaba, y
yo no lo estaba dejando ir. Esa caja me seguía atando a él, y algo que aprendí en
este tiempo es que hay que desprenderse de las cosas que nos mantienen atadas a
un “ex”, sobre todo de las cartas y de los regalos, de todas las cosas materiales que
son “recuerdos”. Aunque queramos, no podremos reconstruir nuestras historias con
esa caja. Lo esencial ya no está, y sin la esencia las cosas pierden su valor. Es
como cuando un hada pierde su brillo, sus polvos ya no funcionan, ya no hay
magia… ya no tiene significado. Entonces, ¿por qué seguir aferrándonos a algo que
ya no tiene valor?».

Sólo serás verdaderamente libre de toda atadura emocional, sólo


podrás cerrar ese capítulo de tu vida y avanzar al siguiente, si cortas
todo “hilo” que te ata y no te deja volar: quema las cartas, regala o
deshazte de todo ello de tal manera que no puedas volverlo a ver
nunca más. ¿Exagerado? ¿Demasiado difícil? Pues no hay otra
manera de curar tus heridas y quedar libre.
Por otro lado, tampoco conviene que vayas a los sitios donde
probablemente él esté, porque estás vulnerable y es posible que, al
verlo de nuevo, actúes o reacciones de una manera no adecuada,
totalmente opuesta a lo que habías decidido “en frío”. Esta tarea es
muy complicada de cumplir cuando estudian en el mismo salón, o
trabajan juntos. Eso no hará más que prolongar la agonía, avivar
una y otra vez los sentimientos hacia él, ponerte en riesgo de que —
si él te busca— vuelvan a pasar cosas entre ustedes, porque si te
dice palabras bonitas o halagadoras tendrás muy poca resistencia a
decir “no” y querrás al menos por un instante “fugar” de la dolorosa
realidad de que todo se acabó, renunciando acaso a tu propia
dignidad. A veces lo mejor es dejar de estudiar por un tiempo o
renunciar al trabajo. Pero si eso es imposible, tendrás que mantener
tu distancia con firmeza y será bueno que toda vez que puedas, en
las vacaciones sobre todo, te vayas de viaje, te alejes de todo lo que
te recuerde a él.

Otra de las recomendaciones básicas es ésta: ¡Diles a tus amigas


que te ayuden, y que no te estén contando o comentando de él!

b. Aceptar el dolor de la separación.


Todo sería más fácil si no nos doliese, pero duele. Y como me decía
una de aquellas jóvenes antes mencionadas, «es que no quiero
sufrir». Lamentablemente eso es imposible. De todas maneras vas a
sufrir. Sufres si terminas la relación, pero sufrirás también si la
mantienes, aunque en ese caso cuentas con “dosis” de una falsa
felicidad o placer que por momentos te hacen olvidar todo el dolor
que sientes, tus temores e inseguridades. Pero tú sabes que eso es
mantener la herida abierta y desangrarse lentamente. Luego es
peor, los celos y la inseguridad te matan, no puedes estar sin él, tú
misma empiezas a degradarte y avergonzarte de ti misma, incluso a
despreciarte, a creer que ya nadie te va a querer, que no mereces
ser amada…
Lo mejor es aceptar el sufrimiento con paciencia, con serenidad, y
no permitirte de ninguna manera “aliviar” ese sufrimiento
mandándole un mensaje, llamándolo por teléfono o hablando
nuevamente con él. Debes resistir con firmeza, con tenacidad,
porque si no tu herida nunca va a cerrar y cicatrizar. Necesitas
mucha fuerza de voluntad para no ceder en esto que parece tan
pequeño («¡es tan sólo un mensaje!»), pero que tiene la fuerza de
hacer volver todo el pasado y mantenerte atada y esclavizada a una
persona que no te conviene. El único camino para sacar de tu
corazón eso que sientes es mantenerte firme y dejar que el tiempo
pase. El tiempo de verdad lo cura todo si tú te mantienes firme,
¡créeme!
Así, pues, sé valiente, asume el dolor de la separación con coraje.
Si te sientes débil, busca tu fuerza en Dios, ¡reza!, ¡pídele a Él las
fuerzas que necesitas! Él te dará esa fortaleza para resistir, para
pasar esta prueba, para cargar con este sufrimiento mientras tu
herida va curando, sanando, hasta que quede tan sólo una cicatriz
que ya no duela. Apóyate también en una buena amiga que te
acompañe.
Por otro lado, lo peor que puedes hacer cuando terminas o te
terminan una relación es quedarte tirada en tu cama viendo novelas,
soñando además que el protagonista es tu hombre ideal. ¡Nada de
eso! Aunque no tengas ánimos para nada, busca algo que hacer, no
te abandones, no alimentes tu melancolía viendo novelas
románticas. En vez de encontrar una fuga en esas películas, ¡lucha!
Quizá pienses que no tienes fuerzas, pero no es verdad: ¡todos las
tenemos! ¡Despierta esa fuerza que hay en ti y lucha por no ceder a
la tristeza! ¡No te quedes sin hacer nada y pensando en él cada vez
que algo te recuerde lo que pasó entre ustedes o lo que pudo pasar
o podría pasar «si tú lo cambias»!
Para concluir, nada de juergas con el propósito de olvidar las penas
o disfrazar tu sufrimiento. Tampoco creas en el viejo dicho de que
«un clavo saca otro clavo». ¡Es mentira, y no lograrás nada más que
involucrarte en otra relación que no te conviene!

c. Adáptate a un ambiente en el cual él no esté presente, aprende a


vivir sin él, retira la “energía emocional” que antes le dedicabas a él
e inviértela en nuevas situaciones o relaciones.
Te ayudará mucho ocupar tu tiempo en cosas productivas, en salir a
divertirte sanamente con tus amigas, concentrarte en actividades
que te apasionan o te interesan, como investigar, escribir… Sal de ti
misma y ayuda a los demás, hazte parte de un proyecto, inscríbete
en algún voluntariado, etc., etc. Mientras más tiempo dediques a
otros, menos momentos de ocio tengas y más ocupes tu mente en
cosas que te distraigan, menos tiempo tendrás para estar pensando
en él, menos probabilidades habrá de que te hundas en un estado
de melancolía y menos fuerte se hará la tentación de llamarlo o
buscarlo.
Los ejercicios son muy buenos también. ¡Muévete! ¡Haz algo de
deporte! Verás cómo eso te ayuda.

Para terminar
Quiero concluir este libro con el valioso testimonio de una joven que
te alentará en tu propia opción por luchar y vivir un estilo de vida
diferente, a contracorriente, el de la castidad, el de la pureza de
mente, corazón y cuerpo, con el fin de conquistar el amor verdadero:
«Ya hace más de un año que aprendí a decir “no”. ¿Por qué? Porque los chicos que
se me acercaban eran vacíos en todo sentido y yo ya estaba cansada de estar
rodeada de falsedad: ¡eso cansa y hasta te pone mal! A mí me ponía de mal humor
y me desquitaba con todos, y eso no me gustaba, ¡porque nadie tiene por qué
aguantarme las pulgas!
Eso de ilusionarse porque un chico “te pintó todo color de rosa” es a veces bueno,
pero depende del chico que te lo diga, porque unos lo hacen sólo para sacar algo a
cambio. Ahora soy de la idea de que esa persona que te ilusione tiene que haber
sido primero mi amigo, porque el amor verdadero comienza con una amistad y se
sostiene con ella...
Desde hace mucho soy muy cuidadosa con las personas que van a entrar a mi vida.
Tengo muchas expectativas en una relación próxima, tengo muchas expectativas en
el chico que conozca en un futuro.
Tengo muchas expectativas en mí misma, porque no hay nada más hermoso para
mí ahora que decir: mi relación tiene como base a Dios y el respeto. ¡Ahora yo
apuesto por mí misma y apuesto por un amor verdadero!».
La Opción V
“La Opción V” es un proyecto que alienta a los jóvenes a descubrir
la importancia de la castidad en sus vidas. Nuestro objetivo es
promover una recta comprensión de la sexualidad que, yendo a
contracorriente de lo que la sociedad nos propone, forme en un
amor auténtico, libre de todo egoísmo, base para futuros
matrimonios sólidos y consistentes. Ofrecemos también soporte y
consejería a quienes asuman el desafío de esforzarse por vivir esta
virtud.
¡Únete a nosotros!

Si tienes alguna pregunta o quieres hacernos alguna sugerencia, no


dudes en contactarnos a través de nuestra página web, en la que
también encontrarás testimonios, artículos, videos y libros
recomendados, un espacio para hacer consultas y mucho más:

www.laopcionv.com

Tenemos, además, diferentes canales de comunicación en los que


siempre contarás con nuestra ayuda y consejo:

La Opción V
laopcionv
La Opción V en TV
@LaOpciónV
laopcionv@gmail.com

¡Acompáñanos y déjanos acompañarte en tu decisión y lucha diaria


por vivir la pureza!
Notes
[←1]
Esta tarea está en total sintonía y responde a la exhortación hecha por el entonces
Papa Benedicto XVI a un grupo de obispos norteamericanos: «Hay una necesidad
urgente de que toda la comunidad cristiana recupere el aprecio de la virtud de la
castidad» (9/3/2012).
[←2]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, Rialp, Madrid 62009, p. 112.
[←3]
San Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
[←4]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., pp. 114-115.
[←5]
Ver Jason Evert, Amor puro, Catholic Answers, San Diego 2007; Crystalina Evert,
Feminidad pura, Catholic Answers, San Diego 2008. Puedes encontrarlos en
Internet y descargarlos gratuitamente en versión PDF.
[←6]
Puedes leer una excelente apreciación crítica sobre este libro en
http://laopcionv.com/articulos/sombras-como-mascaras-de-la-verdad/.
[←7]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., p. 119.
[←8]
Para comprender este terrible problema y encontrar soluciones te recomiendo leer el
libro de Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Los fantasmas del espejo, Diamante, Estado
de México 2008.
[←9]
Dolores Cedrone, en http://gsolido.wordpress.com/2012/11/27/la-revolucion-sexual-
una-mirada-hacia-adelante/.
[←10]
Myron Magnet (ed.), Modern Sex. Liberation and its Discontents, Ivan R. Dee,
Chicago 2001, pp. VII-VIII.
[←11]
Zac Alstin, en
http://www.mercatornet.com/articles/view/defending_children_against_eroticised_adul
t_culture.
[←12]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 8.
[←13]
Allí mismo, pp. 6-7.
[←14]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., pp. 116-117.
[←15]
Cristalyna Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 28.
[←16]
Zac Alstin, en
http://www.mercatornet.com/articles/view/defending_children_against_eroticised_adul
t_culture.
[←17]
Estas estadísticas y muchas otras referidas al consumo de pornografía derivan de
fuentes reputables como Alexa Research, NRC, PBS, WordTracker, Google y
MSNBC. Las encuentras en:
http://www.familysafemedia.com/pornography_statistics.html.
[←18]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, Diamante, Estado de México
1994, p. 63.
[←19]
Michael Coren, en http://www.theinterim.com/politics/promoting-perversity/. El biólogo
y sexólogo norteamericano Alfred C. Kinsey (1894-1956) publicó dos estudios sobre
El comportamiento sexual en el hombre (1948) y El comportamiento sexual en la
mujer (1953), cuyas conclusiones se conocen como el “informe Kinsey”.
Controversiales y polémicas desde el inicio, luego se ha comprobado que sus
investigaciones fueron manipuladas y adolecían de serios problemas estadísticos,
científicos, morales y legales.
[←20]
San Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
[←21]
Ver Catecismo de la Iglesia Católica, 2353.
[←22]
Gustavo E. Podestá, en
http://www.catecismo.com.ar/sermonesdurante26/30_87A.htm.
[←23]
Viktor Emil Frankl (Viena, 1905-1997), neurólogo y psiquiatra, fundador de la
Logoterapia.
[←24]
En este video, que busca desalentar el consumo de material pornográfico, te
muestran cómo ha terminado la vida de cientos de estas “estrellas”:
http://www.youtube.com/watch?v=r0q_VGacfNk.
[←25]
Jason Evert, Amor puro, Catholic Answers, San Diego 2007, p. 4.
[←26]
Seth Adam Smith, en https://sethadamsmith.com/2013/11/02/marriage-isnt-for-you/.
[←27]
Lug. cit.
[←28]
Ben Shapiro, Porn Generation, Regnery Publishing, Washington 2005, p. 25.
[←29]
San Juan Pablo II, Familiaris consortio, 33.
[←30]
Jason Evert, Amor puro, ob. cit., p. 4.
[←31]
Mary Beth Bonacci, Tus preguntas y las respuestas sobre amor y sexo, Palabra,
Madrid 32005, pp. 11-12.
[←32]
Catecismo de la Iglesia Católica, 2353.
[←33]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, ob. cit., p. 88.
[←34]
Sobre la “castidad emocional”, puedes leer este interesante artículo:
http://laopcionv.com/articulos/la-castidad-emocional/.
[←35]
Puedes mirar este video, «La prueba del marshmallow», un experimento hecho con
niños a quienes se les ofrece una mayor recompensa si en vez de ceder a la
satisfacción inmediata deciden esperar. Los resultados son muy interesantes:
http://www.youtube.com/watch?v=KHR5vuU85Lc.
[←36]
Jason Evert, Amor puro, ob. cit., pp. 16-17.
[←37]
Vale la pena que leas este testimonio: https://laopcionv.com/testimonios/cometi-el-
peor-error-de-mi-vida-le-fui-infiel-a-mi-esposo/.
[←38]
María Luisa Di Pietro, Miembro del Comité Nacional de Bioética de Italia, en
http://youtu.be/1x_O15I5VY4.
[←39]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., p. 116.
[←40]
Si eres católica, ¡acude a la Confesión! En nuestro esfuerzo por educarnos en la
virtud de la castidad para amar de verdad necesitaremos ser curados y perdonados
muchas veces. Si caes, el Señor te espera en su sacerdote para perdonarte, para
curar tus heridas, para alentarte a ponerte nuevamente de pie y volver a la batalla.
[←41]
Catecismo de la Iglesia Católica, 2345.
[←42]
Para la comprensión de este problema es muy recomendable leer el libro de Carlos
Cuauhtémoc Sánchez, Los fantasmas del espejo, citado en la nota 8.
[←43]
Sobre muchas “estrellas pop” sería bueno que leas este excelente artículo:
http://laopcionv.com/articulos/estrellas-al-desnudo/.
[←44]
San Clemente I, Carta a los Corintios, cap. 46, 2.
[←45]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 18.
[←46]
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., pp. 122-123.
[←47]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 19.
[←48]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Juventud en éxtasis, ob. cit., p. 90.
[←49]
Lug. cit.
[←50]
Allí mismo, p. 88.
[←51]
Allí mismo, p. 90.
[←52]
Pandora 38 (octubre de 2012).
[←53]
Puedes entrar a http://www.CureTheCraving.com. Si sabes inglés, te recomiendo
bajar gratuitamente los materiales y recursos que allí se ofrecen.
[←54]
Ver https://www.facebook.com/LaOpcionV.
[←55]
«No salga de tu boca palabra dañina, sino la que sea conveniente para edificar
según la necesidad y hacer el bien a los que te escuchen» (Ef 4,29).
[←56]
Patricia Espinosa de Bambarén, Psicóloga Educativa, Máster en Neuropsicología y
Educación.
[←57]
Dawn Eden, La aventura de la castidad, Grupo Nelson, Nashville 2008, p. 164.
[←58]
Ver Dr. Donald L. Hilton, Jr., Slave Master. How Pornography Drugs & Changes Your
Brain, en «Salvo Magazine» 13 (2010), pp. 34ss:
http://www.salvomag.com/new/articles/salvo13/13hilton.php.
[←59]
Juan Francisco Vélez y María Luisa Estrada de Vélez, en
http://www.protegetucorazon.com/sextiando-yo/.
[←60]
Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Free sex?, Diamante, Estado de México 2008, p. 67.
[←61]
Hay historias pasadas que pueden dañar mucho la relación, cuando no hay la
suficiente madurez por parte de la otra persona. Si sientes que algo de eso te puede
suceder, y tienes miedo de decirle las cosas por las que has pasado a tu novio, lo
mejor es que consultes con alguna persona entendida y prudente para que te
aconseje si debes hablar de eso o no, o de qué modo y cuánto es necesario decir en
su momento.
[←62]
Ben Shapiro, Porn Generation, ob. cit., p. 27.
[←63]
Crystalina Evert, Feminidad pura, ob. cit., p. 1.

También podría gustarte