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CATEDRATICOS
1. PROF. ABG. MATEO DAVID VERA MARTINEZ
2. ABG. ERIKA MONTSERRATH GOMEZ RAMIREZ
RESPONSABLES
DUODECIMO SEMESTRE
AÑO 2022
INTRODUCCION
Así, el cliente se aproximará al abogado asumiendo que este dispone del conocimiento y
de la capacidad técnica adecuada para resolver el encargo, con la convicción de que
recibirá el valor representado por la confianza de que el profesional dará solución a sus
problemas a un coste apropiado.
Sin embargo, en este primer contacto el cliente mantendrá una confianza digamos
"generosa", o incluso "obligada", equivalente a esa primera fase, en la que actuará
movido por la aceptación del riesgo y el optimismo que la informan, pero obviamente
necesitará de una interacción más profunda para que se alcance la necesaria confianza
de la que nos hablaban los códigos antes reseñados. En esta primera fase serán las
referencias, especialidad o reputación del abogado, o incluso las sensaciones subjetivas
del cliente, las que darán curso a la confianza, y permitirán que el cliente abra su alma al
abogado exponiéndole por vez primera sus inquietudes personales. Sin embargo, en esta
fase nos encontramos ante un mero acto voluntario de confianza que requerirá de
futuras evidencias que refuercen el vínculo y dicho acto voluntario se transforme en
algo inconsciente que presida la relación.
A partir de ese momento, los principios, reglas y deberes que informan la profesión del
abogado van a ser determinantes para que se consolide la relación de confianza, puesto
que no nos enfrentamos a una cuestión de simpatía (que no dejan de ser convenientes)
sino de será preciso que el abogado actúe en todo momento en cumplimiento de sus
obligaciones profesionales, establecidas precisamente para garantizar una actuación
verdaderamente comprometida en la defensa de los intereses de su cliente.
Por ello, la primera obligación del abogado no es otra que conocer el estatuto
privilegiado que informa el desempeño de su función (independencia, libertad de
expresión, el secreto profesional, el amparo colegial y judicial) y sus obligaciones
principales en su desempeño (independencia, libertad, diligencia, competencia, secreto
profesional), reglas éstas que constituyen fiel reflejo de la tradición y cultura
profesional.
RELACIONES ENTRE ABOGADO Y CLIENTE.
Es especialmente en este aspecto cuando salta a los ojos el carácter personal y fiduciario
de la relación profesional, a causa del contacto humano que tiene lugar entre las partes y
a causa de la naturaleza del contrato de que se trata. Sabido es que la relación que se
establece entre abogado y cliente viene acotada por un carácter personal y fiduciario, así
como por el hecho de que el cliente se confía a su patrocinador, debido sobre toda la
consideración que el primero tiene las dotes de capacidad de trabajo (técnicas y
Morales) del segundo. Conviene subrayar que el abogado no solo debe estar dotado de
las cualidades técnicas, Morales y dispositivas adecuadas a la profesión forense y a la
especialidad eventualmente elegida, sino también de dotes de introspección psicológica,
al efecto de aprehender los aspectos más Recoditos de la personalidad de su asistido, de
los testigos, de los jueces y, en definitiva, de todos aquellos que de cualquier forma
cumplen en papel en el desarrollo del proceso en el que asume la defensa de su cliente.
Estás dotes son un instrumento precioso de conocimiento, que es de gran utilidad para la
actividad técnica de la labor de defensa.
De los dos sujetos de la relación profesional el abogado es que tiene las redes en la
mano y quien esta destinado a desempeñar una función de arrastre, encontrándose en
posición de relativa superioridad respecto al cliente.
En dicha relación es indispensable un mutuo conocimiento entre las dos partes, cliente y
abogado, que debe lograrse con reciprocidad, si bien no siempre homogénea, con vistas
a conseguir la necesaria compenetración inherente al éxito en la causa o en el asunto,
compenetración que hoy se hace más fácil en razón a la mayor cultura y desarrollo
social de la clientela.
EL DEBER DE FIDELIDAD DEL ABOGADO.
En virtud del mismo, el abogado debe renunciar a toda ventaja de interés personal,
moral o económico que pueda derivarse de la aceptación del encargo. Esta obligado a
asistir a todos sus clientes con el mismo grado de diligencia, con igual empeño moral,
prescindiendo de su clase social, económica, su raza, etc. Por ello deberá mantener libre
de toda tentación la expectativa de la compensación por la actividad presentada y la
misma deontología confirma la licitud de la pretensión correspondiente, siempre que no
sea exagerada o desproporcionada.
La abogacía no puede configurarse como un instrumento de enriquecimiento o
especulación y por ello el abogado no debe subordinar la aceptación del encargo a la
previsión de la compensación más alta posible, ni hacer distinción entre las causas que
le aseguran unos pingues honorarios y las causas de las que no obtiene más que una
modestísima remuneración o que, en realidad, no le reportan nada o que, peor aún,
pueden constituir una carga para el.
Las relaciones intersubjetivas entre abogado y cliente deben caracterizarse por la buena
fe, que tiene un doble origen: legislativo y deontológico. Un comportamiento
caracterizado por este deber, así como por los de corrección y dignidad, consiste en
rechazar el encargo que parezca superior por sus propias fuerzas. Sin embargo, con el
consentimiento de cliente el abogado puede asociarse a un colega más experto o a un
especialista en la materia en cuestión. La iniciativa de la colaboración entre colegas
parte casi siempre del abogado y es obligatoria, según la deontología forense, solo si
confluye en el interés del cliente y debe demostrarse el sentido de autorresponsabilidad
del abogado frente a complicaciones sobrevenidas en la tramitación de la causa que le
ha sido asignada. Distinta es la petición de opiniones jurídicas a abogados más expertos
o a profesores universitarios de Derecho, tal como entre los médicos se recurre a la
consulta. Naturalmente el cliente debe conocer todo esto, tanto más como que es él
quien debe sufragar lo que cueste.
a) Efectuar las entrevistas y las reuniones con el cliente y con las personas que esté
presente siempre en el despacho y no en los lugares públicos, evitando dirigirse
a la residencia del cliente, salvo casos excepcionales y justificados.
b) Repetir el intento de conciliación amigable de la cuestión tantas veces como se
presente la ocasión y eventualmente facilitando las premisas para ello.
c) Limitarse a elegir los medios menos costosos y más rápidos para conseguir el fin
deseado, apaciguando la eventual ligitosidad del cliente.
d) No tener prisa en pactar los honorarios en la fase de desarrollo de las gestiones o
apenas iniciada la obra profesional y en todo caso no tratar de pactarlas a forfait
(aunque este punto ha sido objeto de duras discusiones en la doctrina y en la
jurisprudencia, no parece que existe ilicitud cuando en sustancia y en conjunto
los mínimos de la tarifa no son violados).
e) No asumir al mismo tiempo otros encargos cuyo objeto parezca manifiestamente
contrario al interés del cliente ya adquirido y establemente.
DESARROLLO DE LA RELACIÓN.
Art. 6 Ley 1376/88. Es obligatorio el patrocinio del abogado en todo asunto propio,
judicial o administrativo, la representación por mandato será ejercida por abogado
matriculado. En concordancia con lo dispuesto por el Art. 57, 58 del C.P.C.
El abogado es una persona profesional cuyo objetivo fundamental es colaborar en la
defensa de la Justicia. Cuenta con una sólida formación teórica y suficiencia práctica,
supervisada por los Colegios y el Estado.
CESE DE LA RELACIÓN.
4°) Lucha. Tu deber es luchar por el derecho: pero el día que encuentres en conflicto el
derecho con la justicia, lucha por la justicia.
5°) Sé leal. Leal para con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas
que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal
para con el juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en
cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invocas.
6°) Tolera. Tolerar la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada
la tuya.
7°) Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
8°) Ten fe. Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia
humana; en la justicia, como destino normal del derecho; en la paz, como sustitutivo
bondadoso de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho, ni
justicia, ni paz.
9°) Olvida. La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fuera cargada tu
alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el
combate, olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
10°) Ama a tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en
que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que
se haga abogado.
Ángel Ossorio y Gallardo es conocido como el "Papa de la juridicidad" por obras como
"El alma de la toga" o "El divorcio en el matrimonio civil". Su decálogo consiste en:
La relación entre cliente y abogado cuenta con un régimen jurídico particular, cuyo
principal fundamento es la confianza que el primero deposita en el segundo. Este
fundamento no es absoluto y debe ser ponderado con la adhesión que el abogado debe al
ordenamiento jurídico en su conjunto.
El entendimiento de cómo esta regulación debe ser aplicada por los colegios de
abogados o, en su caso, por los tribunales ordinarios de justicia, es contradictorio. Este
punto resulta crítico cuando las cortes deben conocer de recursos de apelación
interpuestos contra sentencias dictadas por colegios profesionales.
Comentario critico
Han sido muchas las ocasiones en las que hemos mencionado que la relación entre el
cliente y el abogado debe de ser de confianza, el cliente debe de confiar plenamente en
el profesional al que hace su encargo, pues de otra forma todo el proceso se vería
entorpecido por las constantes dudas y el abogado no podría desarrollar su trabajo de la
mejor forma posible, defendiendo al máximo los intereses de su cliente.
Precisamente esa confianza mutua que debe existir se puede considerar fundamentada
en el llamado secreto profesional, un aspecto muy importante en la relación.
Desde un punto de vista teórico, la profesión de abogado tiene por objeto la defensa
jurídica de la posición de un cliente1 en un determinado contexto fáctico, o bien, la
asistencia al cliente en la creación de nuevas realidades jurídicas que sean favorables a
sus intereses. Llevado a la práctica, las principales manifestaciones en que se
materializa la profesión de abogado son; (a) defender un determinado punto de vista
jurídico a propósito de un caso promovido ante los órganos jurisdiccionales o
administrativos (“abogar”), (b) resolver conflictos mediante contactos directos con el
abogado de la contraparte (“negociar”), (c) instruir sobre alternativas de
comportamientos jurídicos, ponderando las ventajas relativas de una o de otra de tales
alternativas (“aconsejar”) y (d) recomendar y llevar personalmente a cabo diligencias
necesarias para la realización de un negocio (“gestionar”).