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27/1/2014 La fraternidad, fundamento y camino para la paz

Lunes 27 de Enero de 2014 INICIO | BLOG | ARTICULOS | AGENDA | CONTACTO

¿QUIÉN ERA EL JOVEN QUE SEGUÍA DESNUDO A JESÚS?


Dr. Ariel Álvarez Valdés

..."Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron;


pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo. (Marcos 14, 51-52)

Mil caras para un cuerpo

Uno de los misterios más grandes y perdurables que encontramos en el Nuevo Testamento, es el del joven que huyó desnudo la noche
en que apresaron a Jesús. Ningún otro personaje bíblico ha recibido tantas interpretaciones a lo largo de los siglos como este
espectador anónimo de la pasión. Los estudiosos se han esforzado tratando de averiguar quién era, qué hacía a esas horas de la
noche en el huerto de Getsemaní, y porqué andaba desnudo y cubierto sólo con una sábana, que perdió al salir huyendo de la
policía. En algunos casos la imaginación de los biblistas ha trabajado con tanto esmero, que han propuesto historias increíbles para
explicar el enigma, relatado en apenas dos versículos.

La escena se encuentra únicamente en el Evangelio de Marcos (14,51-52), y debió de resultar tan desconcertante, que cuando Mateo
y Lucas escribieron sus obras, a pesar de que se basaron en el libro de Marcos, ninguno quiso incluirla.

Según el relato, la noche en que detuvieron a Jesús, éste se encontraba orando con sus discípulos en una finca llamada Getsemaní,
al pie del monte de los Olivos. De pronto apareció Judas acompañado por un grupo de hombres armados que venían de parte de
las autoridades judías para apresarlo. Hubo algunas escaramuzas, forcejeos, empujones, y uno de sus discípulos hasta sacó una
espada para defender al Maestro, pero al final se vieron desbordados y huyeron.

Una noche para abrigarse

En medio del tumulto, “un cierto joven lo seguía (a Jesús) cubierto sólo por una sábana, y lo detuvieron. Pero él, soltando la sábana,
se escapó desnudo” (Mc 14,51-52).

Aquella noche debió de ser especialmente fría, porque dice Marcos que poco después, mientras juzgaban a Jesús en la casa del
Sumo Sacerdote, Pedro se acercó al fuego encendido en el patio para calentarse (Mc 14,67). Si Pedro, que estaba bien abrigado,
tuvo que arrimarse al fuego encendido por los soldados, a pesar del riesgo que corría por ser parte del grupo de Jesús, ¿qué hacía
ese extraño joven siguiendo a Jesús desnudo y sólo cubierto con una sábana?

Los estudiosos han propuesto tres posibles soluciones, con diversas especificaciones.

La primera y más antigua es la explicación “histórica”. Sostiene que el joven era un personaje real, que aquella noche estaba con
Jesús cuando lo apresaron. Y los posibles candidatos son varios.
Según Epifanio (siglo IV), era Santiago, hermano del Señor. Se basa en que Santiago, según la tradición, llevaba siempre una vida
ascética y sólo tenía una sábana para cubrirse, igual que este anónimo joven. Pero esta solución es inadmisible, porque sabemos que
los hermanos de Jesús no creían en él y no lo siguieron durante su vida (Mc 3,31-35).

Para San Ambrosio (siglo IV), era el apóstol Juan. Porque el texto dice que era “joven”, y Juan era posiblemente el discípulo más joven
que Jesús tenía. Pero tampoco esta propuesta es aceptable, porque la forma como Marcos lo presenta, diciendo “un cierto joven”,
da a entender que era alguien que no formaba parte del grupo de los discípulos.

Como firman los pintores

La hipótesis histórica más famosa es la que identifica a este joven con el mismo evangelista Marcos, en cuya casa se habría
celebrado la última cena; él se habría despertado por el alboroto de la policía al llegar a la casa cuando Jesús ya se había
marchado; entonces, sin tiempo para vestirse, salió a advertirle cubierto sólo con una sábana; pero llegó cuando ya lo estaban
arrestando, y apenas se salvó de que lo apresaran a él también.

La escena, pues, sería un detalle autobiográfico de Marcos, que se introdujo en la obra como los pintores suelen dejar su imagen en
una esquina del cuadro. Sólo así, dicen los defensores de esta hipótesis, se explica que un incidente tan intrascendente haya merecido
quedar registrado en su Evangelio. Pero esta teoría choca con el gran inconveniente de que, como afirman hoy los exegetas, Marcos
[el evangelista Marcos] no fue testigo ocular de la vida de Jesús, por lo que no estuvo presente ese día.

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Otros han propuesto que el joven era un sirviente de la casa de Marcos, o un empleado de la finca de Getsemaní, o un morador de
alguna casa vecina, que se despertó por el alboroto del arresto y salió a ver qué pasaba cubierto con su sábana.

Pero el problema de esta teoría es que, según el Evangelio, el joven “seguía” a Jesús. Este verbo (sunakoloutéo) es un verbo especial
de seguimiento, que revela el fuerte vínculo, la estrecha relación entre el joven y Jesús. No puede ser, pues, un extraño, ni un simple
curioso que se asomó para husmear. Además, de haber sido así, la policía simplemente lo habría alejado del lugar, y no intentado
arrestar como dice el texto.

La teoría irreverente

Algunos biblistas, como R. Brown, han señalado que sería un discípulo anónimo de Jesús convertido a último momento, y que esa
noche se hallaba junto a los demás del grupo. Pero de ser así, no se explicaría por qué andaba vestido sólo con una sábana.

La más provocativa de las teorías es la formulada por el norteamericano Morton Smith. Para él, el joven sería un amigo especial de
Jesús, perteneciente a un grupo exclusivo de discípulos más “iniciados”, a los que les daba lecciones secretas sobre el Reino de Dios.
Como estos discípulos se hallaban en niveles más profundos de conocimiento, tanto Jesús como ellos solían desnudarse para las
clases, que incluían acercamientos físicos. Eso explicaría la atrevida vestimenta de aquel joven.

Smith basa su teoría en un supuesto manuscrito gnóstico, del siglo III, que él habría descubierto en 1958, donde se decían todas estas
cosas. Pero como se negó a mostrarlo a nadie, y se murió sin hacerlo, se sospecha que se trató de una hipótesis inventada por él. De
todos modos, aun cuando existiera ese manuscrito, no solucionaría nuestro problema ya que tal explicación sería un invento del
autor gnóstico del siglo III, escrita para justificar las prácticas que ellos hacían en sus reuniones litúrgicas.

En conclusión, vemos que las explicaciones “históricas” del joven de la pasión resultan inaceptables.

Para que acierte el profeta

Por eso se ha propuesto una segunda solución, llamada “profética”. Según ésta, el episodio no se refiere a un personaje histórico, sino
que su figura está puesta allí para mostrar el cumplimiento de una profecía del Antiguo Testamento.

En efecto, el profeta Amós en uno de sus sermones, al hablar de las desgracias que sucederán al final de los tiempos, dice: “Aquél
día, hasta el valiente más bravo huirá desnudo” (Am 2,16). Marcos, entonces, habría compuesto la escena de un joven valiente que
acompaña a Jesús, y que al final huye desnudo, para advertir que aquella profecía se estaba cumpliendo, y que el día del juicio final
anunciado por Amós empezaba a realizarse con la pasión de Jesús.

Pero la dificultad de esta explicación radica en que Marcos en su Evangelio no se preocupa por anunciar a sus lectores la llegada del
juicio final. Él escribe para una comunidad de origen pagano, donde la espera del fin del mundo no era primordial, ni aparece
destacada en su libro. ¿Qué sentido tenía que les transmitiera de manera velada esta profecía de Amós? Se puede responder que la
escena no fue creada por él, sino que la encontró en la tradición anterior a él, y por eso la incluyó. Pero, ¿se arriesgaría Marcos a
incluir una escena que, mientras para él no tenía mayor importancia, podía transmitir a sus lectores un mensaje indecoroso, como el
que de hecho han deducido algunos como Smith?

Además, sabemos que la expresión hebrea “huir desnudo”, que emplea Amós, significa “huir desarmado”, como podemos ver en 2
Mac 11,12. Por lo tanto el joven de Marcos, que huye desnudo de ropas, no estaría cumpliendo la profecía de Amós. Marcos, pues,
debió de haber tenido una razón más poderosa que la simple anécdota histórica, o la del cumplimiento de una profecía, para incluir
semejante episodio en su narración.

No hace falta una metáfora

Por eso los estudiosos han propuesto una tercera explicación: la simbólica. Según ésta, el joven sería un símbolo de alguien. Pero, ¿de
quién? ¿A quién representa el joven?

Para unos, simboliza a los discípulos, que abandonaron a Jesús y lo dejaron solo en el peor momento de su vida. La escena tendría
un sentido irónico: Jesús los había llamado para que lo dejaran todo y lo siguieran, y en cambio ellos “lo dejaron todo” (incluida la
sábana) y escaparon. El joven que huye desnudo, algo sumamente vergonzoso para aquella cultura, simbolizaría la vergüenza y
humillación de los que desertaron en el momento de la muerte del Señor, y que hoy continúan desertando de la fe ante las
dificultades de la vida.

Pero si miramos bien el texto, esta interpretación no parece tener mucho sentido. En efecto, un versículo antes, Marcos había
contado que cuando apresaron a Jesús “todos huyeron y lo abandonaron” (14,50). Si el evangelista ya había descrito la vergonzosa
actitud de sus discípulos, ¿qué sentido tenía volver a repetirlo de manera simbólica? Normalmente un símbolo se emplea para
representar una realidad que no está explícita. Pero si ya está dicha claramente, no hace falta simbolizarla.

Por lo tanto, difícilmente el joven represente a los discípulos.

En un clima de muerte

Llegamos, pues, a la que creemos que es la solución más verosímil, propuesta por muchos autores. El joven que escapa desnudo
representa al mismo Jesús. Vamos a explicarlo.

Marcos ha ido mostrando dramáticamente, a lo largo de su Evangelio, cómo poco a poco todo el mundo fue abandonando a
Jesús: su familia (Mc 3,20-30), sus paisanos (Mc 6,3), la gente de las aldeas (Mc 5,17), las autoridades religiosas (Mc 3,22), los funcionarios
(Mc 3,6), su amigo Judas (14,10-11), Pedro (14,29-30), y al final sus discípulos (Mc 14,50). En este punto, el relato llega a su momento
más trágico, cuando la policía apresa a Jesús, y éste ya no tiene escapatoria. Nadie podrá salvarlo de la terrible muerte que se
avecina. Los lectores contienen el aliento, ante la dolorosa pasión que saben que le espera, y que desembocará en su brutal
crucifixión.

En medio de este ambiente de pesadilla, cuando todo parece perdido y el aire se ha impregnado de vahos de muerte, de pronto un
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En medio de este ambiente de pesadilla, cuando todo parece perdido y el aire se ha impregnado de vahos de muerte, de pronto un
joven logra escapar y salvarse, burlando a los soldados que intentaban apresarlo. ¿A quién puede importarle que, en un momento
fatídico como éste, un ignoto paseante ocasional consiga evadirse y salvar su vida? A nadie. A menos que el joven sea alguien
importante para los lectores. Y lo es. Simboliza nada menos que a Jesús, que anticipadamente aparece resucitado.

¿En qué nos basamos para hacer esta afirmación?

Los dos con el mismo lienzo

En primer lugar, se trata de un “joven”. En el Evangelio de Marcos, esta palabra sólo vuelve a aparecer el domingo de pascua,
cuando las mujeres se encuentran en el sepulcro con otro “joven” que les anuncia la resurrección de Jesús (Mc 16,5). Resulta curioso
que, mientras en los otros Evangelios quienes transmiten esta noticia son ángeles (Mt 28,5; Lc 24,23; Jn 20,12), Marcos es el único que
coloca en la tumba a un joven, a pesar de haber nombrado antes varias veces a los ángeles (Mc 1,13; 8,38; 12,25; 13,27.32). Esto ya
nos lleva a relacionar al joven de la sábana con la idea de la resurrección.

En segundo lugar, el joven estaba vestido con “una sábana de lino”. También a Jesús lo vistieron con “una sábana de lino” cuando
lo enterraron en su tumba (Mc 15,46). Resulta llamativo que esa sábana se mencione dos veces en la escena del joven que huye,
otras dos veces en el entierro de Jesús, y nunca más vuelva a mencionarse. Marcos parece decirnos que la sábana que usaba el
joven cuando lo apresaron era la misma que usó Jesús cuando lo enterraron.
En tercer lugar, el joven “seguía” a Jesús. Se trata de un verbo usado para referirse exclusivamente a los discípulos de Jesús. Pero
vimos que es imposible que fuera un discípulo, porque Marcos lo presenta como alguien diferente. Tampoco puede ser un extraño,
porque el verbo lo señala como alguien vinculado a Jesús. La única salida es pensar que se trata del mismo Jesús (por eso aparece
relacionado a él), pero desde una perspectiva diferente (por eso aparece como alguien diferente).

En cuarto lugar, se dice que los guardias “prendieron” al joven, como también un momento antes habían “prendido” a Jesús (Mc
14,46). Los dos personajes aparecen relacionados con la misma acción.

Anticipo del domingo

Marcos, pues, quiso simbolizar el momento en que Jesús es apresado, desde otra perspectiva: desde su resurrección. De este modo
pretendió decir a sus lectores, a manera de anticipo, que así como el joven pudo escapar de la muerte abandonando la sábana en
la que estaba envuelto, también Jesús escapará de la muerte abandonando la sábana en la que lo envolverán.

No se trata, entonces, de una escena vergonzosa y humillante como sostienen algunos, sino al contrario, de una imagen
esperanzadora. La vergüenza y el ridículo más bien recaen sobre los guardias, que al final se quedaron sosteniendo en sus manos una
sábana vacía, sin haber podido retener al joven.

Pero Marcos tenía otra razón para incluir el episodio del joven de la sábana. Y es que él es el único evangelista que no relata ninguna
aparición de Jesús resucitado. Su libro originalmente terminaba en 16,8, con el entierro de Jesús y el anuncio de su resurrección, pero
sin contar ninguna aparición suya. En cambio al colocar aquí esta escena, puede presentar de manera anticipada a Jesús
liberándose de los guardias, de la sábana y de la muerte, cosa que no contará al final.

Que ésa era la intención de Marcos, parece confirmarlo otro hecho: y es que uno de los rasgos literarios de este evangelista consiste,
precisamente, en hacer anticipaciones literarias en su relato. Por ejemplo, como su Evangelio no contiene apariciones de Jesús
glorioso, introduce la escena de la transfiguración, donde los discípulos pueden contemplar un anticipo de estas apariciones (Mc 9,2-
8). De igual modo, como el domingo de pascua unas mujeres querrán ungir su cuerpo y no podrán, porque ya no estará en la tumba,
narra que una mujer unos días antes lo unge con perfume, como un anticipo de su sepultura (Mc 14,3-8).

Lo que debemos soltar

La anécdota, aparentemente intrascendente, de un joven que logra escapar y salvar su vida dejando la sábana, está cargada de
gran significado para Marcos. Se trata de una lección para los cristianos acorralados por la persecución y el maltrato en la ciudad de
Roma, a donde él escribía.

Igual que Jesús la noche de su arresto, muchos cristianos en la capital del Imperio se hallaban expuestos a numerosos peligros. Vivían
en constante inseguridad, debido a su fe y a la xenofobia que impregnaba el ambiente de muchos barrios romanos. Marcos,
consciente de esa amenaza y del peligro del desaliento, quiso enseñarles que Dios nunca deja a los creyentes “apresados” por
ninguna circunstancia. A veces uno se ve atrapado en medio de situaciones muy difíciles: la enfermedad, el desánimo, las angustias
económicas, la incertidumbre ante el mañana, las pérdidas familiares tremendas. Y esas zarpas, como las manos de los guardias de
Getsemaní, parecen inmovilizarlo y conducirlo irremediablemente hacia la muerte. Pero Marcos les dice que en esos momentos hay
que aprender a divisar un joven, que no es otro que nosotros mismos, escapando de esas trabas y salvando la vida. Sólo quien
visualiza por adelantado su salida, quien la imagina con antelación, logra concretarla más tarde.

Para eso, a veces hace falta soltar la sábana a la que estamos sujetos. Y ésa es la parte más difícil. Cuando el creyente busca salir de
un peligro, a veces Dios le muestra cuál es la sábana que debe soltar para salir adelante. Si se aferra a ella, quizás no se salve.
Muchos han perdido su vida, sujetos a una sábana mortuoria. Todos tenemos ciertos lienzos que aparentemente nos cubren y dan
cobijo, pero que en el fondo son la causa de nuestra muerte. Y tenemos que elegir: soltarlos o perder la vida. Y lo mejor es soltarlos.

Porque cualquier cosa podemos perder menos la vida, ya que es lo único que no tiene precio.

Dr. Ariel Álvarez Valdés

Texto remitido por el Dr. Alvarez Valdés a PREGON CRISTIANO.


¡Gracias Dr. Alvarez Valdés por anticiparnos este interesantísimo texto!

NOTA: Ariel Álvarez Valdés nació en Santiago del Estero, Argentina en 1957. Es Licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana
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NOTA: Ariel Álvarez Valdés nació en Santiago del Estero, Argentina en 1957. Es Licenciado en Teología Bíblica por la Facultad Bíblica Franciscana
de Jerusalén (Israel), con la distinción “Summa cum Laude”, y Doctor en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de Salamanca, donde obtuvo la
máxima calificación por su tesis “La Nueva Jerusalén ¿Ciudad celeste o ciudad terrestre?”.
Refiriéndose al Dr. Alvarez Valdes dice el teólogo Xavier Pik aza desde España en la conocida columna de su blog: “quiero decir que es el biblista
vivo que más me ha impresionado en los últimos 20 años, por lo que sabe y por lo que dice.” Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y es
actualmente uno de los biblistas más leídos del mundo católico.

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