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EL LIBRO DEL APOCALIPSIS:

HISTORIA DE SU INTERPRETACIÓN
Ariel Álvarez Valdés
Santiago del Estero (Argentina)

Ningún otro libro bíblico ha provocado tantas y tan variadas interpre-


taciones a través de los siglos como el Apocalipsis. Ya desde los comienzos de
la historia de la Iglesia la obra de Juan de Patmos ha sido a la vez rechazada y
exaltada, tenida por herética y venerada como el centro mismo de la Escritura.
Y entre quienes lo han comentado ha surgido una diversidad tan amplia de pro-
puestas de lecturas, que no resulta fácil trazar la historia de su interpretación.
Nos proponemos en el presente trabajo ofrecer un panorama actualizado de las
diferentes opciones interpretativas sugeridas a lo largo de los siglos. Lo dividi-
remos en cuatro secciones, según las cuatro etapas clásicas: 1) época antigua; 2)
edad media; 3) época moderna; 4) época contemporánea1.

1) La época antigua
A) Siglo II: las primeras alusiones
Desde un principio la obra de Juan ejerció una gran influencia literaria
y teológica entre los escritores eclesiásticos, debido a la ayuda que el libro
ofrecía a las comunidades cristianas durante el difícil período de persecuciones
que debió enfrentar, tanto por parte de las autoridades romanas como de las
judías. La fuerza combativa que el Apocalipsis brindaba, especialmente en re-
lación con el poder corrupto, servía de gran aliento a los pequeños grupos des-
preciados de creyentes en su enfrentamiento con las poderosas fuerzas del Im-
perio, y los hacía sentirse protegidos por el Cordero degollado, vencedor de to-
das las fuerzas del mal2.

1
Entre los trabajos sobre la historia de la interpretación del Apocalipsis
pueden verse los de M. C. Tenney, Interpreting Revelation, Eerdmans Publishing, Grand
Rapids 1957, 136-146; E. Corsini, “Appunti per una lettura teologica dell’Apocalisse”,
en: L. Padovese (ed.), Atti del II Simposio di Efeso su san Giovanni Apostolo, Pontificio
Ateneo Antoniano, Roma 1992, 187-205; C. R. Koester¸ “On the Verge of the
Millennium: A History of the Interpretation of Revelation”, WW 15 (1995), 128-136; E.
Lupieri, L’Apocalisse di Giovanni, Fondazione Valla - Arnoldo Mondadori Editore,
Milano 1999, XVII-XXXI.
2
C. Doglio, “Duemila Anni di Tentativi. Storia dell’Interpretazione
dell’Apocalisse”, PV (6,2000), 5.
A. ÁLVAREZ

Entre los primeros autores que parecen aludir a alguna parte del libro
figuran Cerinto († 110) y Papías de Hierápolis († 150). También Justino (†
165) e Ireneo de Lyon († 202) comentan ciertos pasajes del Apocalipsis. To-
dos estos autores del siglo II siguen una línea interpretativa literal. Paralela-
mente, grupos más radicales pero también de interpretación literal, inspirándose
en la predicación de nuevos profetas, comenzaron a anunciar el cumplimiento
inminente de los anuncios apocalípticos, mezclando pasajes del Apocalipsis
con ideas fantásticas y estrambóticas. El más famoso de estos profetas fue
Montano († 195)3.

B) Siglo III: la interpretación alegórica


Como reacción a los abusos de la interpretación literal, en el siglo III
se produjo la explosión de la exégesis simbólica alejandrina, que más tarde será
la línea exegética de la ortodoxia cristiana. Entre sus primeros exponentes está
Clemente de Alejandría († 210), para quien el Apocalipsis sólo es comprensi-
ble mediante el empleo de una interpretación alegórica. Pero sobre todo será
Orígenes († 255) el que pondrá las bases definitivas para la comprensión
simbólica de la obra de Juan4. Si bien Orígenes no llegó a escribir un comenta-
rio completo a este libro bíblico, dejó un gran número de citas y referencias so-
bre el Apocalipsis que muestran la riqueza de su exégesis 5. Dionisio de Ale-
jandría († 264), su discípulo más brillante, seguirá esta línea, y será el primero
en afirmar, apoyándose en bases literarias, que el autor del Apocalipsis no es el
apóstol Juan. La interpretación alegórica permitió recuperar enteramente el tex-
to del Apocalipsis, y dejó así abierto el camino para el surgimiento de los co-
mentarios, en el siglo siguiente.
Sin embargo, la exégesis alegórica no logró eliminar totalmente la in-
terpretación más literal. Ésta se encuentra en autores como Tertuliano († 220),

3
Sobre Montano pueden verse las ya clásicas obras de P. de Labriolle, La
crise montaniste, Leroux, Paris 1913; idem, Les sources de l'histoire du Montanisme,
Collectanea Friburgensia, Fribourg - Paris 1913. También K. Aland, “Der Montanismus
und die kleinasiatische Theologie”, ZNW 46 (1955), 109-116.
4
Para la interpretación bíblica de Orígenes, véase R. P. Hanson, Allegory and
Event. A Study of the Sources and Significance of Origen's Interpretation of Scripture,
John Knox, Richmond 1959.
5
En 1911 se encontró una obra en griego que contenía diversas frases comen-
tando el Apocalipsis. En un principio fue atribuida a Orígenes (A. de Boysson, “Avons-
nous un commentaire d’Origène sur l’Apocalypse?”, RB 10 [1913], 555-567), pero la
crítica posterior se encargó de mostrar que, al menos en bloque, el libro no pertenecía a
él. Algunas de sus frases son atribuidas a Ireneo, Clemente de Alejandría o Dídimo el
ciego. Cfr. A. G. Hamman (ed.), L’Apocalypse expliquée par Césaire d’Arles. Scholies
attribuées à Origène, Les Pères dans la foi III, 36, Desclée de Brouwer, Paris 1989, 164.
2
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

quien llama precisamente “alegórica” a la interpretación sospechosa de herejía6,


y en Hipólito de Roma († 235), quien sostiene aún la creencia literal de un re-
ino milenario7.

C) Siglos IV al VIII: el surgimiento de los comentarios


En el año 312 se produjo el llamado “giro constantiniano”, con la con-
versión al cristianismo del emperador Constantino, y la unión del Estado Ro-
mano con la religión cristiana. Entonces las cosas cambiaron para el Apocalip-
sis. Los cristianos pasaron a ser mayoría, y la literatura apocalíptica dejó de ser
un estímulo para las comunidades cristianas, ahora fuertes y reconocidas por el
estado. Más aún, la obra de Juan se convirtió en sospechosa, puesto que critica-
ba al Imperio Romano identificándolo con Satanás y anunciando su ruina, lo
cual era inaceptable ahora que el Emperador se había transformado en un siervo
de Dios. Por otra parte, en esta época el Apocalipsis empezó a ser usado por
movimientos heréticos, especialmente por sectas milenaristas que, en polémica
con la Iglesia oficial, se sentían ahora minoritarios y perseguidos8.
Ante estas circunstancias, el historiador Eusebio de Cesarea († 340),
ferviente partidario de Constantino y de su política imperial, comprendió los
peligros que encerraba una lectura indiscriminada del Apocalipsis, y trató de
descalificarlo, resaltando en sus escritos las diversas objeciones que contra él
habían señalado en épocas anteriores los padres de la Iglesia9. A partir de en-

6
Scorpiace XI,4: PL 2,168. Cfr. R. P. Hanson, “Notes on Tertullian’s Interpre-
tation of Scripture”, JTS 22 (1961), 274. Sobre la exegesis de Tertuliano puede verse T.
P. O'Malley, Tertullian and the Bible: Language - Imagery - Exegesis. Latinitas Chris-
tianorum Primaeva, Dekker and Van De Vegt Nijmegen, Utrecht 1967; J. H. Waszink,
“Tertullian's Principles and Methods of Exegesis”, en: W.R. Schoedel y R.L. Wilken
(eds.), Early Christian Literature and the Christian Intellectual Tradition: In Honorem
Robert M.Grant, Beauchesne, Paris 1979, 17-31; J. F. Jansen, “Tertullian and the New
Testament”, SecC 2 (1982), 191-207.
7
In Dan 4,23: PG 10,646. Sobre Hipólito cfr. P. Prigent y R. Stehly, “Les
fragments du «De Apocalypsi d' Hippolyte»”, TZ 29 (1973), 313-333.
8
Según C. Mazzucco y E. Pietrella, “Il rapporto tra la concezione del millen-
nio dei primi autori cristiani e l’Apocalisse di Giovanni”, Aug 18 (1978), 36, lo que vol-
vió incómodo y políticamente sospechoso al Apocalipsis en esta época fue: a) la teoría
de los cuatro imperios (subyacente en Ap 6,1-8), que se remonta a Dn 7, y que expresa
una oposición a las estructuras políticas en general; b) su visión antijerárquica del cris-
tianismo, como reino de sacerdotes (1,6; 5,10; 20,6); c) su vigoroso espíritu antiromano
(17,7-14).
9
Sobre la teología política de Eusebio, cfr. R. Farina, “Eusebio di Cesarea e la
«svolta costantiniana»”, Aug 26 (1986), 313-334.
3
A. ÁLVAREZ

tonces se observa en Oriente y en Occidente una doble actitud en relación con


el Apocalipsis, y en estas dos regiones se seguirán caminos diferentes10.

a) En Occidente
El libro gozó de amplia estima, y tuvo gran aceptación entre los auto-
res11. La interpretación alegórica de los alejandrinos había provisto de un arma
poderosa para la deshistorización de sus visiones antiromanas, de modo que se
podía ahora espiritualizar cualquier intento de reacción contra la cristiandad es-
tablecida. Así, a partir del siglo IV aparecen los primeros comentarios al Apo-
calipsis12, y a lo largo de esta época verán la luz unas 20 obras, algunas de ellas
anónimas.

Siglo IV: la reacción contra el milenarismo


El primero y más antiguo comentario a todo el libro del Apocalipsis
que haya llegado hasta nosotros es el de Victorino de Pettau († 304), conser-
vado gracias a la recensión de San Jerónimo13. Victorino sigue fundamental-
mente la interpretación simbólica de Orígenes, por la cual él siente predilec-
ción. Sin embargo, no puede ocultar un cierto aprecio por las tradiciones mile-

10
Cfr. B. Corsani, L’Apocalisse e l’apocalitica del Nuevo Testamento, EDB,
Bologna 1996, 129.
11
Para este apartado puede verse J. Irmscher, “La valutazione dell’Apocalisse
di Giovanni nella Chiesa antica”, Aug 29 (1989), 171-176; C. Mazzucco, “L’Apocalisse:
testimonianze patristiche e risonanze moderne”, en: M. Naldini (ed.), La fine dei tempi.
Storia e escatologia, Fiesole 1994, 9-23; M. C. Paczkowski, “La lettura cristologica
dell’Apocalisse nella Chiesa prenicena”, SBFLA 46 (1996), 187-222; C. Nardi,
“L’Apocalisse nella lettura dei Padri”, en: M. Naldini (ed.), La Bibbia nei Padri della
Chiesa, Letture patristiche 8, Bologna 2000, 165-188.
12
Según Eusebio de Cesarea (HE 4,26: PG 20,392), ya Melitón de Sardes (†
180) había escrito una obra titulada Peri. tou/ diabo,lou kai. th/j vApokalu,yewj vIwa,nnou
(“Sobre el Diablo y el Apocalipsis de Juan”), de la que no tenemos fragmentos ni dato
alguno sobre su contenido. Posiblemente eran dos libros: Peri. tou/ diabo,lou, y Peri. th/j
vApokalu,yewj vIwa,nnou. Más seguro es el testimonio de San Jerónimo (De viris illustri-
bus 61: PL 23,707), que afirma que Hipólito († 235) había dejado un comentario al
Apocalipsis, desgraciadamente también perdido. Quizás el hecho de que los primeros
intérpretes del Apocalipsis hayan sido casi todos partidarios del milenarismo haya favo-
recido la desaparición de estos primeros comentarios.
13
PL 5, 317-344. Sobre la figura de Victorino, véase J. Quasten, Patrología I,
BAC Maior 206, Madrid 1960, 635-637; C. Curti, “Vittorino di Petovio”, en: DPAC II,
Casale Monferrato 1984, 3612-3615. Para la edición crítica de su In Apocalypsin, cfr
Victorin de Poetovio, Sur l’Apocalypse et outres écrits, Introduction, texte critique, tra-
duction, commentaire et index par M. Dulaey, SC 423, Les Éditions Du Cerf, Paris
1997.
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EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

naristas de los asiáticos. Por eso, en la primera parte del Apocalipsis, capítulos
1-19, aplica una exégesis de tipo espiritual. Pero al llegar a los capítulos 20-21,
donde se menciona el reino de los mil años y sus derivaciones, cambia y em-
plea la interpretación literal. Aún así, varias secciones de los capítulos 20-21 las
comenta según el método alegórico. Además, para lograr la unidad de las dife-
rentes visiones sin caer en el historicismo, incorpora la teoría de la “recapitula-
ción”, según la cual el Apocalipsis no narraría una serie continua de eventos fu-
turos, sino que repite siempre los mismos sucesos bajo formas diferentes14. El
comentario de Victorino se encuentra, pues, a mitad de camino entre las dos
posturas interpretativas: la asiática, más arcaica, y la simbólica, promovida por
Orígenes.
Sin embargo, de todos los comentarios escritos en la antigüedad cris-
tiana, el más importante y el que más ha influido en la literatura posterior es la
Expositio in Apocalypsin, del obispo donatista Ticonio († 390)15. Toda la tradi-
ción exegética latina a partir del siglo IV y hasta el siglo XIII depende de este
comentario al Apocalipsis, desgraciadamente perdido 16. Los críticos durante
décadas se han dedicado a la tarea de reconstruirlo y recuperarlo a partir de las
citas de autores posteriores, y lo han logrado en gran parte17. El comentario de
Ticonio, que al igual que el de Victorino desarrollaba una interpretación espiri-

14
G. Biguzzi, I settenari nella struttura dell'Apocalisse. Analisi, storia della
ricerca, interpretazione, Supplementi della Rivista Biblica 31, EDB, Bologna 1996, 54-
55.
15
El estudio más amplio y completo sobre el Apocalipsis perdido de Ticonio
es el de K. B. Steinhauser, The Apocalypse Commentary of Tyconius. A History of its
Reception and Influence, European University Studies 23, Peter Lang, Frankfurt - Bern -
New York 1987. También puede verse A. Pincherle, “Alla ricerca di Ticonio”, SSR 2
(1978), 357-365; E. Romero Pose, “La Biblia de Alcuino y el perdido comentario al
Apocalipsis de Ticonio”, RET 55 (1995), 391-397.
16
La última vez que se lo menciona es en un Catálogo del siglo IX del monas-
terio de St Gallen. Cfr. G. Becker, Catalogi Bibliothecarum Antiquarum, Max Cohen,
Bonnae 1885, 48. Según Casiodoro († 580), estaba dividido en cinco libros. Pero más
tarde Beda († 735) lo conocerá expuesto en tres libros.
17
Entre éstos sobresale I. M. Gómez, “El perdido comentario de Ticonio al
Apocalipsis. Principios de crítica literaria y textual para su reconstrucción”, en R. M.
Diaz (ed.), Miscellanea Bíblica B. Ubach, Abadía de Montserrat, Montisserati 1953,
387-411; F. Lo Bue, The Turin Fragments of Tyconius’ Commentary on Revelation,
Text and Studies IV, Cambridge UP, Cambridge 1963; G. Bonner, “Toward a Text of
Tyconius”, SP 10 (1970), 9-13.
5
A. ÁLVAREZ

tual del Apocalipsis18, pasó a la historia como el más completo de todos los
comentarios latinos antiguos, y fue sistemáticamente utilizado por la literatura
cristiana posterior. De hecho influyó en los comentarios posteriores de Jeróni-
mo, Cesáreo, Primasio, Beda, Apringio de Beja, Casiodoro, Beato de Liébana,
Ambrosio Autperto y Alcuino 19. Pero fue sobre todo Agustín el que le dio per-
durabilidad al comentario de Ticonio, pues su confesada admiración por éste lo
llevó a asumir muchas de sus ideas, especialmente su lectura eclesiológica del
Apocalipsis20. Ticonio escribió, además, una de las más importantes guías her-
menéuticas de la exégesis cristiana: el Liber Regularum. Allí expone las siete
reglas que sirven como hilo conductor para descubrir lo que para él dice el
Apocalipsis21.

Siglo VI: los comentarios pre-medievales


En el siglo VI aparecerán varios comentarios al Apocalipsis. Entre
ellos, tenemos las 19 homilías sobre el Apocalipsis de Cesáreo de Arlés (†
542), erróneamente atribuidas por la Patrología Latina a San Agustín22. Su in-
terpretación se basa ampliamente en la obra de Ticonio, si bien elimina aquellas
partes que le resultan sospechosas de donatismo 23. Poco después escribe

18
Cfr. E. Romero Pose, “Ticonio y su comentario al Apocalipsis”, Salm 32
(1985), 41.
19
Según Steinhauser, The Apocalypse commentary of Tyconius, 2, los autores
antiguos que siguen a Ticonio son nueve. En cambio para Romero Pose, “Ticonio y su
comentario”, 45-48, son unos quince.
20
Cfr. P. Fredriksen, “Tyconius and Augustine on the Apocalypse”, en: R. K.
Emmerson y B. McGinn (eds.), The Apocalypse in the Middle Ages, Cornell UP, Itaca
1993, 20-37; M. A. Tilley, “Agustín: ¿interpretó mal a Ticonio?”, Aug 40 (1995), 297-
302; P. B. Harvey, “Approaching the Apocalypse: Augustine, Tyconius and John’s Re-
velation”, AugSt 30 (1999), 133-151.
21
Cfr. W. S. Babcock (ed.), Tyconius: the Book of Rules, Scholars’ Press, At-
lanta 1989; P. Bright, The Rules of Tyconius: Its Purpose and Inner Logic, Notre Dame
UP, Notre Dame 1988. En italiano: L. Leoni y D. Leoni (eds.), Ticonio. Sette regole per
la Scrittura, Epifania della Parola, Testi ermeneutici A 5, Edizioni Dehoniane, Bologna
1997. Para la influencia posterior de esta obra, cfr. G. Gaeta, “Le Regole per
l'interpretazione della Scrittura da Ticonio ad Agostino”, ASE 4 (1987), 109-118; G.
Gaeta, “Il Liber Regularum di Ticonio, da Agostino a Erasmo”, ASE 5 (1988), 103-124;
P. C. Bori, “La ricezione delle Regole di Ticonio, da Agostino a Erasmo”, ASE 5 (1988),
125-142.
22
PL 35,2417-2452. Sobre la paternidad de Cesáreo de Arlés de estas
homilías, cfr. G. Morín, “Le commentaire homilétique de S. Césaire sur l’Apocalypse”,
RBen 45 (1933), 43-61.
23
Para la edición crítica de Cesáreo, véase G. Morin (ed), S. Caesarii Arela-
6
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

Apringio de Beja († 555) el Tractatus in Apocalypsin24. Su obra constituye el


más antiguo comentario de un autor hispano al Apocalipsis. Únicamente se
conserva su interpretación sobre los cinco primeros y los cinco últimos capítu-
los (Ap 1,1-5,7 y Ap 18,7-22,20). La obra sólo tuvo influencia en el área local,
y aparece citada únicamente por Beda. Más tarde ve la luz la obra de Primasio
de Adrumeto († 561), Commentarius in Apocalypsin25, el cual sigue a Victori-
no (Jerónimo) y Ticonio (Agustín) 26. De menor importancia es el brevísimo
comentario de Casiodoro († 580), quien al igual que sus contemporáneos sigue
una interpretación alegórica del Apocalipsis27.

Para Occidente, la interpretación considerada correcta del libro de


Juan en este período es la alegórica. La interpretación literal, en cambio, se
convierte en sinónimo de lectura ignorante, milenarista, carnal, sectaria, judai-
zante y sospechosa de herejía28. El Apocalipsis se explica como un mensaje a
las iglesias contemporáneas, y los mil años se interpretan espiritualmente como
el tiempo que transcurre entre la encarnación de Cristo y su parusía gloriosa29.

b) En Oriente
En Oriente, el mal uso que del Apocalipsis hacían las sectas, así como
su sospechosa actitud antiimperial, hizo que su lectura entrara en crisis. El es-
fuerzo de Orígenes y de Dionisio por instaurar el sentido espiritual no fue sufi-
ciente, y el hecho de que más tarde Eusebio lo colocara entre los libros sospe-
chosos hizo que muchos terminaran ignorándolo, cuando no denigrándolo. Así
se entiende el silencio de los Padres griegos sobre él.
Sólo tenemos tres comentarios al Apocalipsis en Oriente.

tensi Opera Omnia. Expositio de Apocalypsi S. Johannis II, Ed. Maredsous, Maredsous
1942.
24
En español tenemos la edición de A. Del Campo Hernández (ed.), Comenta-
rio al Apocalipsis de Apringio de Beja. Introducción, texto latino y traducción, Verbo
Divino, Estella 1991.
25
PL 68, 793-936. La mejor edición crítica de la obra de Primasio es A. W.
Adams (ed), Primasius episcopus Hadrumentinus, Commentarius in Apocalypsin, Turn-
hout, Brepols 1985.
26
Su libro fue conocido en el occidente sobre todo gracias a Beda, quien lo
uso ampliamente en su comentario. Cfr. G. Bonner, Saint Bede in the Tradition of West-
ern Apocalypse Commentary, Jarrow Lecture, Jarrow 1966, 7.
27
Complexiones Apocalypsis Ioannis; PL 70, 1405-1418.
28
Cfr. Lupieri, L’Apocalisse, XXI.
29
Un estudio sobre la relación entre los comentarios de Victorino, Ticonio,
Cesáreo de Arlés, Apringio, Primasio y Casiodoro puede verse en R. Gryson, “Les
commentaires patristiques latins de l’Apocalypse” I, RTL 28 (1997), 305-337.
7
A. ÁLVAREZ

El más antiguo que nos ha llegado es el del filósofo y orador Ecume-


nio, que vivió en el siglo VII30. Escribió su obra alrededor del año 60031, y se
muestra inclinado hacia la interpretación alegórica, en la línea de Orígenes y
Ticonio. Pero sobre todo hace hincapié en que las profecías de Juan no sólo se-
ñalan al futuro, sino también al pasado, es decir, a toda la historia de la Iglesia.
Se trata de una exégesis muy diferente a la desarrollada en Occidente. Este co-
mentario no tuvo demasiado influjo en los autores posteriores32.
El segundo es el de Andrés de Cesarea, en Capadocia († 620) 33. Es-
cribió poco después de Ecumenio, hacia el 610, y su vErme,neia e;ij th.n vApo-
ka,luyin vIwa,nnou tuvo tanto éxito que se convirtió en el comentario clásico bi-
zantino y en el modelo exegético del Apocalipsis de la tradición griega. Hace
una interpretación muy diferente a la de Ecumenio, con el cual polemiza en
numerosos puntos34. Su discrepancia se nota sobre todo en el hecho de que para
Andrés las profecías del Apocalipsis no se refieren al pasado, como decía Ecu-
menio, sino sólo al presente y al futuro. Su tendencia, pues, está mucho más
orientada hacia lo escatológico. Por lo demás, siguiendo los pasos de Orígenes,
hace una interpretación de tipo alegórico distinguiendo en el libro de Juan tres
niveles distintos de sentido: el carnal o literal, el moral o psíquico y el espiritual
o alegórico35.
Finalmente, hacia el 925 compuso su comentario Aretas de Cesarea
(† 944)36. En su obra sigue de cerca a Andrés de Cesarea, su predecesor en la

30
El comentario de Ecumenio fue descubierto en Mesina en 1901 por F. Die-
kamp. La más reciente edición crítica es la de M. de Groote (ed.), Oecumenii commenta-
rius in Apocalypsin, Traditio Exegetica Graeca 8, Peeters, Louvain 1999.
31
Así se desprende del comentario de Ecumenio a Ap 1,2, donde dice que la
revelación le fue dada a Juan unos 500 años antes. Cfr. A. Monaci, “Il problema della
datazione dei Commenti all'Apocalisse di Ecumenio e di Andrea di Cesarea”, en: Atti
dell' Accademia delle Scienze di Torino 114 (1980),1-24.
32
Cfr. M. de Groote, “Die Quaestio Oecumeniana”, SacEr 36 (1996), 67-105,
quien afirma, entre otras cosas, que Ecumenio no era el Ecumenio seguidor del monofi-
sita Severo de Antioquia (como sostienen Biguzzi, I settenari, 42, y Doglio, “Duemila
Anni”, 5), ni tampoco el Ecumenio obispo de Trica en Tesalia (como dice Swete, The
Apocalypse, CXCVIII).
33
PG 106, 215-458. J. Schmid, Studien zur Geschichte der griechischen
Apokalypse-Textes, Münchner theeologische Studien, München 1955-1956, 3 vol.
34
Cfr. A. Monaci, “I Commenti di Ecumenio e di Andrea di Cesarea: due
letture divergenti dell’Apocalisse”, en: Memorie dell'Accademia delle Scienze di Torino
5 (1981), II Classe di Scienze Morali, Storiche e Filologiche, 303-426.
35
Para el estudio de la obra de Andrés de Cesarea, cfr. J. Schmid, “Der grie-
chische Text der Apokalypse-Kommentare”, BZ 19 (1931), 239-250.
36
PG 106, 499-786.
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EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

sede episcopal. Y al igual que éste, emplea el principio de Orígenes del triple
nivel de sentido, aunque con algunas innovaciones, por influjo de otras necesi-
dades exegéticas. Ambos autores representan un raro ejemplo de uso de la tri-
partición origeniana37.
El de Aretas es el último comentario que conocemos de la tradición
bizantina38.

2) La edad media
Fue la época de oro del Apocalipsis, ya que durante este tiempo la
Iglesia tomó de él muchas de sus enseñanzas. Pasó a ser la fuente del arte y del
sentir cristiano39. Podemos dividirla en dos grandes momentos.

A) Siglos VIII al XI: los últimos alegoristas


En el Medioevo, el Apocalipsis atrae de nuevo la atención de los co-
mentaristas, y el siglo VIII ve surgir cuatro importantes obras.
En Inglaterra, el monje benedictino Beda (672-735) escribe hacia el
710 su Explanatio Apocalypsis40, compilando y fundiendo diversas interpreta-
ciones que conocía de autores anteriores, especialmente de Ticonio41. El tema
determinante para él es la predicación del mensaje cristiano, y la misión entre
los no creyentes.
En Italia, Ambrosio Autperto (740-784), monje benedictino de Ca-
pua, escribe su gigantesco comentario hacia el 767, el más amplio de los escri-

37
C. Nardi, “L’ermeneutica di Andrea e Areta di Cesarea: il triplice senso
biblico nei loro Commenti all'Apocalisse”, VH 8 (1,1997), número monográfico a cargo
de S. Tarocchi y L. Mazzinghi (eds.), “Ecco l'uomo”, Studi in memoria di Mons.
Valerio Mannucci, 169-198.
38
Así lo afirma Schmid, “Der griechische Text”, 254. Hay que esperar hasta el
siglo XII para encontrar el primer comentario de un autor sirio, Dionisio Bar Salibi (†
1171), obispo de Amida, el cual, retomando la antigua interpretación de Hipólito, intenta
explicar el sentido de los tormentosos acontecimientos que le tocó vivir.
39
Para este período véase el ya citado libro de Emmerson y McGinn (eds.),
Apocalypse in the Middle Ages. Según Emmerson, “Scholarship has not fully appreci-
ated the full extent of the influence of the Apocalypse on medieval culture” (pg. 294,
nota 31).
40
PL 93, 129-206. Cfr. J. A. Giles (ed.), Venerabilis Bedae opera quae
supersun tomnia XII, Londini 1844, 337-452.
41
Cfr. Romero Pose, “Ticonio”, 43-44; J. F. Kelly, “Bede and the Irish Exe-
getical Tradition on the Apocalypse”, RBen 92 (1982), 393-406.
9
A. ÁLVAREZ

tos en la antigüedad. Titulado Expositionis in Apocalypsin42, sigue a Ticonio,


pero sobre todo a Primasio, de quien se muestra deudor y admirador43. Su exé-
gesis, como todas las de este tiempo, es de orden espiritual, y busca acomodar
las visiones de Juan con los demás datos de la teología44.
En España, Beato de Liébana (735-798), abad de Liébana, en Canta-
bria, escribió en el año 776 su Commentarius in Apocalypsin en 12 tomos, para
explicarlo a los monjes45. Basado en otros libros de Santos Padres, lo cual pone
de manifiesto la gran biblioteca que debía de poseer, Beato no se muestra muy
original en su exégesis. Depende, como él mismo confiesa, de numerosos pre-
decesores, de quienes toma literalmente sus citas al estilo de una Catena in
Apocalypsin46. Sin embargo, de manera incipiente ya presenta una interpreta-
ción historicista del libro, al dividir las edades del mundo en seis períodos, el
último de los cuales finalizaría en el año 800 con la segunda venida de Jesucris-
to47. Beato ha pasado además a la historia del arte, porque en su libro comenza-
ron a incluirse junto a los textos ilustraciones o miniaturas cuya temática y
técnica fueron fundamentales para la evolución de la pintura y escultura espa-
ñolas48.

42
La edición crítica de la obra de Ambrosio Autperto puede verse en R. Weber
(ed), Ambrosius Autpertus, Opera. Espositionis in Apocalypsin Libri X, Turnhout,
Brepols 1975.
43
Cfr. S. Bovo, “Le fonti del Commento di Ambrogio Autperto
sull’Apocalisse”, en: A. Metzinger (ed.), Miscellanea biblica et orientalia R. P.
Athanasio Miller completis LXX annis oblata, Studia Anselmiana 27-28, Roma (1951),
372-403.
44
C. Leonardi, “Spiritualità di Ambrogio Autperto”, StMed 9 (1968), 1-131.
45
La edición generalmente citada del comentario de Beato es la de E. Romero
Pose (ed.), Sancti Beati a Liebana Commentarius in Apocalypsin I-II, Scriptores Graeci
et latini consilio Academiae Lynceorum editi, Romae 1985. Véase también J. González
Echegaray (ed.), Beato de Liébana: Obras completas, edición bilingüe, Estudio Teoló-
gico San Ildefonso, BAC Mayor 47, Madrid 1995. Para el texto que sigue Beato, cfr. M.
C. Díaz y Díaz, “La tradición del texto de los Comentarios al Apocalipsis”, en: Actas del
Simposio para el estudio de los códices del Comentario al Apocalipsis de Beato de Lié-
bana (Madrid, 22-25 de noviembre de 1976) I, Joyas bibliográficas, Madrid 1978, 215-
247.
46
Un estudio sobre el comentario de Beda y Beato puede verse en R. Gryson,
“Les commentaires patristiques latins de l’Apocalypse” II, RTL 28 (1997), 484-502.
47
J. Gil Fernández, “Los terrores del año 800”, en: Actas del Simposio para el
estudio de los códices del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liebana (Madrid, 22-
25 de noviembre de 1976) I, Joyas bibliográficas, Madrid 1978, 216. Beato murió dos
años antes de esa fecha, así que no pudo comprobar lo errado de su predicción.
48
Perdida la obra original, sólo se han conservado 25 códices ilustrados, de los
siglos IX al XIII, que del autor del Comentario han tomado el nombre de “Beatos”. Véa-
10
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

Antes de que termine el siglo tenemos a Alcuino de York (735-804),


notable erudito del renacimiento carolingio49. Su comentario llega sólo hasta
Ap 12,12, y en él sigue sobre todo a Beda y a Ambrosio Autperto, a éste último
a veces literalmente50.
A partir de aquí el Apocalipsis conocerá más bien obras de compila-
ción, poco interesadas en la historia y más centradas en la vida de la Iglesia,
como las de Haimo de Halberstadt († 853)51, o la del autor desconocido que
firmó su comentario, original e interesante, con el seudónimo de Berengaudo
(s. XII)52. En el período de la lucha por las investiduras y de la reforma grego-
riana, el Apocalipsis adquirió gran actualidad por su temática de enfrentamiento
entre la Iglesia y el poder político, y Bruno de Asti († 1123), obispo de Segni,
escribió un comentario en 1080, en pleno conflicto, explicando el texto de Juan
como una defensa del papado contra las pretensiones imperiales53.

En esta primera parte del Medioevo, pues, sigue interpretándose el


Apocalipsis con el método alegórico, en la línea de la salvación ya realizada y
ofrecida al hombre en la Iglesia. La idea que domina la exégesis del Apocalip-
sis, iniciada ya en el siglo IV, y que continúa en este período, es que las visio-
nes de Juan describen a los apóstoles y doctores cristianos que difunden con su
palabra y su predicación los misterios de la fe, para la salvación de los justos y
la perdición de los pecadores54.

se J. Yarza Luaces, Beato de Liébana. Manuscritos Iluminados, Moleiro Editor, Barce-


lona 1998, donde se recoge las miniaturas más importantes de los códices.
49
Commentarium in Apocalypsin, PL 100, 1085-1156.
50
Cfr. Th. W. Mackay, “Apocalypse Comments by Primasius, Bede and Al-
cuin: Introductionship, Dependency and Individuality”, en M. F. Wiles, E.J. Yarnold y
P. M. Parvis (eds.), Studia Patriótica 36: Paper Presented at the Thirteenth
Internacional Conference on Patristic Studies Held in Oxford 1999, Peeters, Leuven
2001, 28-34.
51
Expositionis in Apocalypsin B. Joannis libri septem, PL 117,937-1220.
52
Su libro, Expositionem Apocalypsis Admonitio, ha sido publicado errónea-
mente entre las obras de san Ambrosio, en la Patrología Latina 17,841-1058. Estudios
críticos posteriores lo ubican en el siglo XII. Cfr. G. Kretschmar, Die Offenbarung des
Johannes. Die Geschichte ihrer Auslegung im 1. Jahrhundert, Calwer Theolgosiche
Monographien 9, Calwer Verlag, Stuttgart 1985, 137.
53
Expositio in Apocalypsim, PL 165, 605-736.
54
Para las consecuencias históricas en la Edad Media de la interpretación del
Apocalipsis por parte de Victorino, Ticonio, Jerónimo, Primasio, Ambosio Autperto,
Beato de Liébana y Haimo de Halberstadt, cfr. D. W. Lumsden, And Then the End Will
Come. Early Latin Christian Interpretations of the Opening of Seven Seals, Medieval
History and Culture, Garland, New York - London 2001.
11
A. ÁLVAREZ

B) Siglos XII al XVI: el modelo historicista


a) Joaquín de Fiore
Pero en el siglo XII surge en Italia una nueva forma de interpretar el
Apocalipsis, con Joaquín de Fiore (1135-1202)55. Este monje calabrés, de la
orden del Cister, usó el Apocalipsis para exponer sus propias ideas, con una
novedad y una fuerza tal que sólo se explican por el hecho de que él mismo se
creía un iluminado56. Según él, toda la historia humana se desarrolla en tres fa-
ses o etapas, de 42 generaciones cada una; en total, 1260 años por etapa57. La
primera edad, del Padre, terminó con el AT; la segunda, del Hijo, empezó con
la venida de Jesucristo y estaría por terminar en su época; y la tercera, del Espí-
ritu, comenzaría precisamente en el año 1260.
Partiendo de esta concepción de la historia, Joaquín de Fiore escribió
en 1195 su Expositio in Apocalypsim58, donde divide el libro de Juan en ocho
partes. A cada una de ellas le corresponde una época de la historia de la Iglesia,
las cuales se caracterizan por un “orden” o modo de vida religioso, y por un
perseguidor de turno59. Mediante la técnica de la “recapitulación”, Joaquín sos-

55
Joaquín nació en Célico, aldea de Calabria. Ingresó en la Orden del Cister,
pero considerando que ésta se había relajado en la disciplina original de San Bernardo,
se retiró a las montañas de Calabria y se instaló en Fiore, donde fundó con algunos de
sus discípulos un monasterio bajo la regla más rigurosa del Cister. Su congregación se
extendió luego por casi toda Italia. Para su biografía cfr. H. Grundmann, Gioacchino da
Fiore. Vita e opere, Opere di Gioacchino da Fiore: testi e strumenti 8, Viella, Roma
1997.
56
B. McGinn, Visions of the End. Apocalyptic Traditions in the Middle Ages,
Columbia UP, New York 1998, 130.
57
Dando a cada generación la duración de 30 años, 42 generaciones hacen
1260 años. Así, Joaquín le dio una nueva y original interpretación a las cifras tradiciona-
les de Dn 7,25 y de Ap 11,2; 12,6.
58
La obra puede verse en E. K. Burger (ed.), Joachim of Fiore, Enchiridion
super Apocalypsim, with Notes and Introduction, Pontifical Institute of Mediaeval Stud-
ies, Toronto-Ontario 1986. También en K. V. Selge (ed), Gioacchino da Fiore:
introduzione all’Apocalisse, Opere di Gioacchino da Fiore: testi e strumenti 6, Viella,
Roma 1995.
59
Estas ocho partes son: 1) el “orden” de los apóstoles, que enfrenta el ataque
de los judíos (Ap 1-3); 2) el “orden” de los mártires, perseguido por los emperadores
(Ap 4-7); 3) el “orden” de los doctores, combatido por los herejes (Ap 8-11); 4) el “or-
den” de los monjes, perseguidos por los musulmanes (Ap 12-14); 5) la Iglesia de Roma,
hostigada por los emperadores alemanes (Ap 15); 6) el tiempo de Joaquín de Fiore, en el
que deberá enfrentarse con el Dragón (Ap 16-19); 7) el reino de Cristo, en el que Sa-
tanás será derrotado (Ap 20); 8) la consumación definitiva (Ap 21-22). Cfr. E. R. Daniel,
“Joachim of Fiore: Patterns of History in the Apocalypse”, en: Emmerson y McGinn
(eds.), Apocalypse in the Middle Ages, 80.
12
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

tiene que muchos de los elementos de una época se repiten en la otra, de modo
que los eventos históricos (el Islam, las cruzadas, Saladino) se encuentran alu-
didos en diferentes lugares. Según su especial concepción de la historia, el flo-
rense considera que está viviendo los últimos tiempos, antes de la llegada del
reino de Cristo y de la era de prosperidad y paz anunciada en el capítulo 20 del
Apocalipsis60.
Las ideas de Joaquín de Fiore significaron una revolución en la inter-
pretación del Apocalipsis, puesto que por primera vez se leía en este libro la
historia del mundo, haciendo así pasar la exégesis del plano de la eclesiología
apologética y edificante de sus predecesores, al plano concreto de la historia61.
Antes de él, y debido a la terminante actitud de San Agustín de rechazar toda
lectura literal, los comentaristas habían evitado cualquier intento de hacer del
Apocalipsis un libro de anuncios proféticos, tanto de la historia pasada como de
la futura. Pero Joaquín rompió con esta tradición, y buscando en las imágenes y
símbolos apocalípticos los diversos períodos de la Iglesia, pasada, presente y
futura, elaboró una teología de la historia. Esto lo convirtió en el hermeneuta
más famoso del Medioevo, y su teoría tuvo una repercusión inmensa 62.

b) El joaquinismo
Siguiendo esta misma línea, el franciscano Nicolás de Lira (1270-
1340) compuso en 1329 su gran comentario bíblico Postillae Perpetuae in Uni-

60
A. Rodolfi, “Regno millenario e fine del mondo nell’ «Enchiridion super
Apocalypsim» di Gioacchino da Fiore”, MR 8 (1997), 1-24. Como afirma B. McGinn,
The Calabrian Abbot. Joachim of Fiore in the History of Western Thought, Macmillan,
New York 1985, 154: “Probably no single part of the long commentary shows
Joachim’s break with 700 years of Latin exegetical tradition more decisively than his
treatement of the Apocalypse’s description of the thousand-year reign of Christ and the
saints upon earth”.
61
Según McGinn, The Calabrian Abbot, 108: “No other apocalyptic author
was as concerned as Joachim with the ordering of history”.
62
Las ideas teológicas de Joaquín de Fiore fueron criticadas por Tomás de
Aquino. Cfr. J. I. Saranyana, Joaquín de Fiore y Santo Tomás de Aquino. Historia doc-
trinal de una polémica, EUNSA, Pamplona 1979. En 1215 el IV Concilio de Letrán
condenó su doctrina trinitaria, y en 1263 el Concilio de Arlés condenó en bloque toda su
producción teológica. Cfr. E. Reinhardt, “Joaquín de Fiore y el IV Concilio Lateranen-
se”, AHIg 11 (2002), 95-104. Como Joaquín afirmaba que la era del Hijo, es decir del
Evangelio, debía ser reemplazada por otra del Espíritu, después de su muerte circuló la
noticia de que éste había intentado reemplazar las Escrituras y el Evangelio con un
Evangelio Eterno que él mismo había compuesto, idea que perduró en diversos círculos
esotéricos. Cfr. M. Reeves y W. Gould, Joachim of Fiore and the myth of the Eternal
Evangel in the nineteenth century, Oxford UP, Oxford 1987.
13
A. ÁLVAREZ

versam S. Scripturam empleando idéntica exégesis que Joaquín de Fiore63. Pero


el franciscano abandonó la teoría de la recapitulación y sostuvo que las imáge-
nes del Apocalipsis presentaban una secuencia continuada de la historia de la
Iglesia desde el siglo I en adelante. Con su obra, Nicolás de Lira consagró co-
mo legítima esta exégesis, y a partir de este momento se volvió habitual inter-
pretar el Apocalipsis como una profecía de las diversas etapas de la historia de
la Iglesia, desde su comienzo hasta el fin de los tiempos, en orden cronológico
y sin repeticiones64.
Algunos no se contentaron con historizar el Apocalipsis, sino que lo
politizaron y lo aplicaron a diversos ámbitos de la reflexión65. De todos modos,
el gran logro de esta interpretación fue sobre todo el haber conseguido reinser-
tar el texto de Juan en la historia contemporánea.
Sin embargo, era previsible que semejante principio hermenéutico ex-
citara la fantasía de muchos exegetas, que terminaron por descubrir en el Apo-
calipsis el anuncio de cuantos hechos históricos quisieran ver66. Así, durante la
tensión antieclesial de los siglos XIII al XV, el Apocalipsis se usó para atacar
los errores de la Iglesia y denigrar al papado67. En esta línea interpretativa se

63
Para el estudio de esta obra véase Ph. D. Krey, Nicholas of Lyra’s Apoca-
lypse Commentary, transl. with an introd. and notes, Medieval Institute Publications,
Kalamazoo 1997.
64
Cfr. Ph. D. Krey y S. L. Smith, Nicholas of Lyra: The Senses of Scripture,
Brill, Leiden 2000. Véase también M. Tabet, “El misterio de la Revelación divina en la
Biblia según Nicolás de Lira”, en: C. Izquierdo (ed.), Dios en la Palabra y en la Histo-
ria, Eunsa, Pamplona 1993, 569-578.
65
La visión optimista de la historia de Joaquín de Fiore con el anuncio de la
llegada, después de la etapa del anticristo que se pensaba inminente, de una época de es-
plendor y prosperidad, influyó en innumerables pensadores posteriores como Lessing,
Schelling, Fichte, Hegel, Marx, Bloch e incluso Hitler. La gran repercusión de las ideas
joaquinitas ha sido estudiada por Henri de Lubac en su obra enciclopédica La postérité
espirituelle de Joachim de Flore, Eds Lethielleux, Paris 1978 (vol I), 1981 (vol II).
Véase también R. Rusconi (ed.), Storia e figure dell’Apocalisse fra ‘500 e ‘600, 4º
Congresso internazionale di studi gioachimiti, Opere di Gioacchino da Fiore: testi e
strumenti 7, Viella, Roma 1997; G. L. Potestà, “Linee di ricerca e questioni aperte
riguardo a Gioacchino da Fiore e alla sua eredità storica e dottrinale”, AHIg 11 (2002),
105-112. Uno de los más claros y mejores escritos sobre el pensamiento y la influencia
de Joaquín de Fiore es el artículo de M. Reeves, “The Originality and Influence of Joa-
chim of Fiore”, Traditio 36 (1980), 269-316.
66
Para las principales debilidades del modelo historicista, cfr. Osborne, Reve-
lation, 19.
67
Cfr. A. de Zaballa Beascoechea, “La discusión conceptual sobre el milena-
rismo y mesianismo en Latinoamérica”, AHIg 10 (2001), 357.
14
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

inscriben Gerardo del Borgo de San Dionisio (1234-1290)68, Fra Dolcino


(1270-1307)69, Pedro de Juan Olivi (1248-1298) con su Postilla super Apoca-
lypsim70, Ubertino de Casale (1259-1320) con el Arbor vitae crucifixae Jesu
Christi71, Angel Clareno (1267-1337)72 y Juan de Parma73. Se podría incluir
además a Dante Alighieri74, y al dominico Savonarola (1452-1498).
Durante la época de la Reforma esta interpretación degeneró en polé-
micas contra la Iglesia de Roma, de modo que las visiones de Juan fueron leí-
das en clave anticatólica. El mismo Lutero (1483-1546), que al principio re-
chazaba el libro del Apocalipsis, en 1534 escribió un breve comentario, de tono
netamente político y antirromano, en el que identificaba a las dos bestias de Ap
13 con el Imperio (en ese entonces gobernado por Carlos V) y el Papa75.

68
Este franciscano siciliano escribió en 1254 la obra Liber Introductorius in
Evangelium Aeternum, condenada por la Iglesia y destruida. Algunos extractos han so-
brevivido, y han sido editados en H. Denifle, “Protocoll der Commission zu Anagni”,
ArchLitKgMA 1 (1885), 99-142; idem, “Das Evangelium aeternum und die Commis-
sion zu Anagni”, ArchLitKgMA 1 (1885), 49-98. Véase también B. Töpfer, “Eine
Handschrift des Evangelium aeternum des Gerardino von Borgo San Donnino”, ZG 8
(1960), 156-163.
69
R. Orioli (ed.), Fra Dolcino. Nascita, vita e morte di una eresia medievale,
Jaca Book, Milan 1983; C. Mornese, Eresia dolciniana e resistenza montanara, Derive
Approdi, Roma 2002; G. Buratti, L'anarchia cristiana di fra Dolcino e Margherita,
Leone e Griffa, Pollone (Biella) 2002.
70
Cfr. D. Burr, Olivi’s peaceable kingdom. A Reading of the Apocalypse
commentary, University of Pennsylvania Press, Philadelphia 1993; E. Pispisa, Gioac-
chino da Fiore e i cronisti medievali, Editrice Sicania, Messina 1988.
71
Un comentario al Arbor vitae crucifixae puede verse en M. Damiata,
Aspettando l'Apocalisse in fervore e furore con Ubertino da Casale (Arbor vitae
crucifixae), Tiellemedia Editore, Roma 2000.
72
Cfr. L. von Auw, “La vraie église d'après les lettres d'Angelo Clareno”, en:
L'attesta dell'età nuova nella spiritualità della fine del medioevo. Convegni del Centro
di studi sulla spiritualità medievale III, 16-19 ottobre 1960, Todi 1962, 433-442. G. L.
Potestà, Angelo Clareno dai poveri eremiti ai Fraticelli, Nuovi Studi Storichi 8, Ist.
Storico per il Medio Evo, Roma 1990.
73
General de la OFM entre 1247 y 1257, y destituido del cargo por San Bue-
naventura, que quiso limpiar la orden de los “espirituales”.
74
Por algunas secciones de la Divina Commedia, como Infierno 19,106-111;
Purgatorio 29,64-105; 32,109-160. Cfr. P. Armour, “L’Apocalisse nel canto XXIX del
Purgatorio”, en: G. Barblan (ed.), Dante e la Bibbia. Atti del Convegno Internazionale
promosso da «Biblia» 26-27-28 settembre 1986, Olschki, Firenze 1988, 145-149.
75
Cfr. K. G. Newport, “Revelation 13 and the Papal Antichrist in Eighteenth-
Century England: A Study in New Testament Eisegesis”, BJRL 80 (1997), 143-160.
15
A. ÁLVAREZ

Actualmente, la lectura historicista del Apocalipsis no es muy popular


entre los estudiosos. Sin embargo sigue siendo empleada por sectas y movi-
mientos religiosos con tendencias fanáticas y fundamentalistas, que creen que
el Apocalipsis con sus visiones predice los sucesos cronológicos que desembo-
carán en la aparición de un nuevo paraíso en la tierra76.

3) La época moderna
A) La interpretación futurista
Con el despertar del espíritu humanista científico y crítico del renaci-
miento decayó la espiritualidad de la época medieval, y en muchos sectores se
perdió el interés que había por las profecías. Surgió entonces a fines del siglo
XVI, como reacción a las excesivas fantasías exegéticas del método historicista
precedente, un nuevo sistema interpretativo que acentuaba la óptica escatológi-
ca. Según este sistema, las visiones del Apocalipsis se refieren a los aconteci-
mientos finales de la historia, sin decir nada de la fase intermedia. Sólo profeti-
zaban los eventos del fin del mundo.
Esta exégesis fue inaugurada por el jesuita español Francisco Ribera
(1537-1591), autor del voluminoso Commentarii in Apocalypsin, publicado en
Salamanca en 1591, y uno de los primeros comentarios propiamente modernos
al Apocalipsis. Según Ribera, el libro de Juan se refiere a los primeros tiempos
de la Iglesia sólo hasta Ap 6,8. A partir de allí se narran las calamidades inme-
diatamente anteriores al anticristo. Y desde el capítulo 11 se describen las per-
secuciones que sufrirá la Iglesia en los últimos tiempos77.

76
Sobre la interpretación historicista F. F. Bruce comenta: “No important con-
tribution to exegesis of Revelation was made by (historicists), whether J. A. Bengel in
Germany or Joseph Mede, Sir Isaac Newton, and William Whiston in England. The
book itself has suffered in its reputation from the extravagances of some of its interpret-
ers, who have treated it as if it were a table of mathematical conundrums or a divinely
inspired Old Moore’s Almanack”; cfr. F. F. Bruce, Revelation, The International Bible
Commentary, Zondervan, Grand Rapids 1986, 1595.
77
F. Ribera, In sacra beati Iohannis Aposstoli et Evangelistae Apocalypsim
Commentarii, Salamanca 1591, 333. Un estudio sobre el comentario de Ribera puede
verse en A. Salerno, “Chiesa e storia del Commmento all’Apocalisse di Francisco de
Ribera S. J. (1537-1591)”, Laós 2 (2,1995), 35-48. Ribera murió al año siguiente de pu-
blicado su libro, de modo que no pudo desarrollar ulteriormente su óptica. Según él, los
tres años y medio de tribulaciones de las que habla el Apocalipsis no deben tomarse
simbólicamente (para evitar las arbitrarias fantasías) sino literalmente, y sería una época
inmediatamente anterior a la segunda venida de Cristo.
16
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

Esta visión de la obra de Juan tuvo éxito, y fue seguida por otros auto-
res, como Roberto Bellarmino (1542 - 1621 )78, Brás Viegas (1554-1599),
Benito Pereyra (1535-1610), y el famoso jesuita belga Cornelio a Lápide
(1567-1637)79.
Modernamente, la interpretación futurista se dividió en dos corrientes
principales. La primera, se encuentra en la corriente evangélica llamada “dis-
pensacionalismo”, difundida sobre todo por J. N. Darby a partir de 1830, y po-
pularizada por C. Scofield en su Scofield Reference Bible, publicada en 1909.
Según el dispensacionalismo, la historia del mundo se divide en varias eras o
“dispensaciones”80. El libro del Apocalipsis apuntaría a esta última dispensa-
ción o era escatológica81. La segunda, menos literal y más seria, se encuentra en
numerosos movimientos religiosos que sostienen igualmente que el Apocalip-
sis describe las pruebas que deben atravesar los cristianos en los últimos tiem-
pos, pero no consideran de un modo tan estricto las visiones como secuencia
cronológica de los sucesos futuros82.

B) La interpretación preterista
En el siglo XVI, y paralelamente a la interpretación futurista, surgió un
segundo modo de leer el Apocalipsis, como reacción al método de la historia
universal difundido por Joaquín de Fiore. Es la lectura llamada de la historia
contemporánea. Según ésta, los símbolos del Apocalipsis señalan principalmen-
te a los sucesos de la época del autor, es decir, hacen referencia a las dificulta-

78
En su obra publicada entre 1581 y 1593, y titulada De Controversiis Chris-
tianae Fidei, Adversus Huius temporis haereticos, en la que trasladaba estas profecías
hacia el futuro.
79
En su comentario al Apocalipsis de 1625. Cfr. R. Osculati, “«Hic Romae»:
Cornelio a Lapide commentatore dell’Apocalisse al Collegio Romano”, en: R. Rusconi
(ed.), Storia e figure, 315-329; sobre la lectura jesuítica del Ap en esa época, cfr. A.
Salerno, “Chiesa e storia nel Commento all’Apocalisse di Gregorio Ferrari (1580-
1659)”, Laós 4 (1997), 35-55.
80
Éstas son: 1) De Adán hasta la caída; 2) Desde la caída hasta Noe; 3) Desde
el diluvio hasta Abraham; 4) Desde Abraham hasta Sinaí; 5) Desde Sinaí hasta la cruz;
6) Desde la cruz hasta la segunda Venida; 7) Desde la Segunda Venida hasta el Reino
Eterno. Cfr. C. I. Scofield, Rightly Dividing the Word of Truth, Loizeaux Brothers, Nep-
tune 1896, 9-11.
81
Aunque el dispensacionalismo fue rechazado por la mayoría de las iglesias
americanas a fines del siglo XIX, sin embargo a partir del siglo XX logró gran acepta-
ción entre los movimientos pentecostales fundamentalista, y hoy goza de enorme popu-
laridad.
82
Véase G. K. Beale, The Book of Revelation, NIGTC, The Paternoster Press,
Grand Rapids - Michigan - Cambridge 1999, 46-47.
17
A. ÁLVAREZ

des que debían enfrentar en el siglo I las nacientes comunidades cristianas en


relación con el judaísmo y el Imperio Romano83.
El iniciador de este sistema fue el dominico belga Johan Henten
(1499-1566), famoso corrector de la Vulgata84, seguido por Alfonso Salmerón
(1515-1585). Pero su gran sistematizador y propulsor fue el jesuita español
Luis de Alcázar (1554-1613) en su monumental obra Vestigatio arcani sensus
in Apocalypsi, editada en Amberes en 161285. Esta nueva dirección interpretati-
va se difundirá ampliamente en Francia durante los siglos XVII y XVIII. Y en
Alemania, los estudiosos de la crítica literaria del siglo XIX se basaron en este
sistema para intentar reconstruir el trasfondo histórico de la obra joánica. Sin
embargo hubo también muchas exageraciones y desviaciones, de parte de los
que trataron de ver en cada escena del Apocalipsis alusiones a detalles históri-
cos del siglo I86.
Actualmente la corriente preterista se encuentra dividida en tres ramas
principales: a) el preterismo liberal87, que refiere las visiones del Apocalipsis a
los acontecimientos del año 70 y a la destrucción de Jerusalén, como simples
profecías ex eventu; b) el preterismo extremo 88, que en su obsesión de aplicar
todo el Apocalipsis a los acontecimientos anteriores al año 70, llega a negar la
resurrección de los muertos, la parusía de Jesucristo, el juicio final, y la resu-
rrección corporal de Jesús; c) el preterismo evangélico actual, que sostiene que
el Apocalipsis alude a los sucesos de los años 30 al 70 como un acontecimiento

83
Para el significado del preterismo, cfr. T. Ice, “What Is Preterism?”, en: La-
Haye y Ice (eds.), The End Times Controversy, 17-35.
84
En su libro Enarrationes in Acta Apost. et in Apocalypsin, Louvain 1845.
85
Según Alcázar, Ap 1-11 describe el rechazo de los judíos y la destrucción de
Jerusalén por los romanos; Ap 12-19 la derrota del mundo pagano y la conversión del
imperio romano al cristianismo; Ap 20 la persecución del anticristo Nerón; y Ap 21-22
el triunfo de la Iglesia Católica Romana. Al igual que el sistema futurista, el sistema pre-
terista de Alcázar buscaba eliminar la aplicación del Apocalipsis al tiempo intermedio
de la Iglesia y a las polémicas antipapales. Véase el estudio sobre Alcázar de F. Contre-
ras, “Luis de Alcázar, Vestigatio arconi sensus in Apocalypsi (1614). Presentación, es-
tudio y comentarios”, ArTeGr 58 (1989), 51-168.
86
Siguieron también la visión preterista estudiosos como H. Grotius (1583-
1645), H. Hammond (1605-1660), J. Lightfoot (1601-1675), J. Le Clerc (1657-1736),
M. S. Terry (1840-1914), y P. Schaff (1819-1893).
87
Por ejemplo, J. Moffatt, The Revelation of St. John the Divine, The Exposi-
tor’s Greek Testament, Hodder and Stoughton, London 1910.
88
Por ejemplo, J. S. Russell, The Parousia: A Critical Inquiry into the New
Testament Doctrine of Our Lord's Second Coming, Baker, Grand Rapids 1999 (18871);
S. Gregg, Revelation: Four Views. A Parallel Commentary, Thomas Nelson Publishers,
Nashville 1997, 248.
18
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

redentor único, puesto que allí Dios amplió la redención universal, al hacernos
pasar de un culto basado en el Templo a un culto basado en el espíritu. A su
vez, los hechos del año 70 son un anuncio de lo que sucederá en la segunda ve-
nida de Jesús89.

4) La época contemporánea
A) El nacimiento de la exégesis científica
A partir del siglo XVIII se desarrolla una transformación exegética,
precedida y acompañada por una verdadera revolución teológica. Comienza a
perfilarse la exégesis científica como indagación de la razón, con métodos pro-
pios e independientes de la fe. En el campo del Apocalipsis, aparecen los pri-
meros intentos de estudiar el libro dentro del judaísmo de su tiempo90.
En el siglo XIX, el auge de la crítica histórica, literaria y de la historia
de las religiones aportó numerosos elementos para una mejor comprensión del
texto joánico. Por ejemplo, las contribuciones de la escuela de la historia de las
religiones permitieron situar la obra en el contexto de la cultura religiosa de
Grecia y del oriente antiguo. En este sentido sobresalen los estudios de W.
Bousset91, A. F. Loisy92, y H. Gunkel93. Se cuestionó la unidad literaria de la
obra, y empezó a vérsela como un tejido de varios apocalipsis de épocas diver-
sas, y de distintos autores (Cerinto, Juan Marcos, Juan el Presbítero), reunidos
por un redactor posterior, que debían ser estudiados por separado con su propia
historia.
A comienzos del siglo XX, los estudios sobre el Apocalipsis vienen
insertados en el ámbito de la literatura apocalíptica judía, de la cual el libro de
Juan tomaría el lenguaje, las imágenes y las concepciones. El más insigne re-
presentante de esta corriente de estudios fue R. H. Charles, quien había encon-

89
Para una historia del preterismo, cfr. T. Ice, “The History of Preterism”, en:
LaHaye y Ice (eds.), The End Times Controversy, 37-66.
90
Así por ejemplo J. G. Herder en su comentario Das Buch von der Zukunft
des Herrn, des Neuen Testaments Siegel, Riga 1779. Antes que él, J. Hardouin (1741), J.
J. Wetstein (1752), J. Harenberg (1759), y F. Abauzit (1770). Después que él, H. G.
Hartwig (1780). Cfr. Lupieri, L’Apocalisse, XXIV.
91
Cfr. W. Bousset, The Antichrist Legend. A Chapter in Christian and Jewish
Folklore, Hutchinson and Co, London 1896, cuyo estudio sobre el mito del anticristo
marcó una época en la exégesis.
92
A. F. Loisy, L’Apocalypse de Jean, Nourry, Paris 1923.
93
Sus obras en esta línea son numerosas. Véase por ejemplo H. Gunkel, Zum
religionsgeschichtlichen Verständnis des Neuen Testaments, FRLANT 1, Göttingen
1903. Gunkel es considerado el fundador de la crítica de las formas.
19
A. ÁLVAREZ

trado en la categoría de la “apocalíptica”, recientemente descubierta e identifi-


cada como un conjunto homogéneo de escritos, nuevos materiales para utilizar
y confrontar con la obra de Juan.94. Estas contribuciones venían a enriquecer, y
en parte a sustituir, los elementos aportados por la escuela de la historia de las
religiones, que privilegiaba el contexto cultural griego y oriental.
Otros autores como E. B. Allo95, C. Brütsch96, A. Wikenhauser97,
M.-É. Boismard98, U. Vanni99, dieron realce y prestigio a los estudios del
Apocalipsis en el siglo XX.

B) La creciente actualización de las visiones


A partir de la década de los 70 comienza un cambio en la interpreta-
ción del Apocalipsis100. Hasta ese momento se tenía como dato indiscutible que
el libro hacía referencia a sucesos que debían cumplirse en el futuro, con la se-
gunda venida de Jesús al final de los tiempos. Esto, como consecuencia de
haberse estudiado durante décadas el Apocalipsis en estrecha relación con la li-
teratura apocalíptica judía, la cual se caracteriza justamente por su proyección
de eventos del futuro, y por su lenguaje amenazador y catastrófico. Pero en las
últimas décadas del siglo XX, junto con las crecientes dudas sobre la “apocalíp-
tica” como categoría de pensamiento y como grupo de escritos homogéneos101,
se produce un reajuste del Apocalipsis en relación con los demás escritos apo-
calípticos. No se niega su vinculación, pero se nota que tal semejanza es más
formal que conceptual. Por otra parte, se tiende a subrayar las diferencias entre
Apocalipsis y apocalíptica, más que sus analogías102.

94
R. H. Charles, A Critical and Exegetical Commentary on the Revelation of
St. John I, (The International Critical Commentary), Edinburgh 1920, L-LV.
95
E. B. Allo, Saint Jean, L’Apocalypse, Gabalda, Paris 19333.
96
C. Brütsch, La Clarté de l’Apocalypse, Genève 19655 (19401).
97
A. Wikenhauser, Die Offenbarung Johannes, Das Neue Testament 9, Pustet,
Regensburg 19593 (19471).
98
M.-É. Boismard, “«L’Apocalypse» ou «les apocalypses» de S. Jean”, RB 56
(1949), 507-527.
99
U. Vanni, La struttura letteraria dell'Apocalisse, Morcelliana, Brescia 19802
(19711)
100
Para un análisis de los estudios del Apocalipsis en el último cuarto del siglo
XX, cfr. C. Mazzucco, “A proposito di alcuni studi recenti sull’Apocalisse”, RivB 31
(1983), 213-225.
101
Cfr. K. Koch, The Rediscovery of Apocalyptic: A Polemical Work on a Ne-
glected Area of Biblical Studies and Its Damaging Effects on Theology and Phiilosophy,
SBT 22, Allenson, Naperville 1972; P. Sacchi, “L’apocalittica e il problema del male”,
PV 25 (1980), 325-329.
102
Cfr. U. Vanni, “L’Apocalypse johannique. État de la question”, en: J. Lam-
20
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

Este distanciamiento del Apocalipsis con la literatura apocalíptica pro-


dujo un mayor acercamiento con el AT, en especial con la profecía bíblica,
considerada ahora como clave para interpretar su contenido y su lenguaje103.
Como consecuencia de este acercamiento a la profecía, comenzó a rechazarse
el carácter “misterioso” y “catastrófico” del Apocalipsis 104, y a abandonar la
idea de que el libro de Juan mencione sucesos exclusivamente futuros, o refe-
rentes al fin del mundo. Hoy en día, se nota una tendencia a aplicar las visiones
del Apocalipsis cada vez más a una escatología realizada, a reducir las alusio-
nes al futuro, y a englobar su mensaje en una perspectiva cronológica omni-
comprensiva y más general, alejada de la rígida dimensión temporal futurista.
De todos modos, y con diferentes matices, los estudiosos siguen considerando
algunas pocas secciones como referidas al futuro. Se reconoce que la victoria
de Jesucristo y la salvación realizada por Él en la historia son parte del mensaje
central, aunque el cumplimiento definitivo y su plena manifestación aún se es-
peran para el final de los tiempos105. Es en este contexto en el que aparece un
nuevo modelo interpretativo del Apocalipsis.

C) El modelo pascual
a) E. Corsini y el modelo pascual preparatorio
En 1980, el patrólogo italiano E. Corsini inauguró un nuevo modelo
interpretativo, que suscitó gran interés tanto en Italia como fuera de ella. En un
comentario al Apocalipsis publicado en 1980, sostiene que las visiones de Juan
relativas a Cristo no se refieren a su segunda venida sino a su primera venida,

brecht (ed), L'Apocalypse, 27-28; M. De Groote, “Apokalyptik und die eigene Art der
Johannesapokalypse”, BZ 46 (2002), 103-106.
103
También se produjo un acercamiento del Apocalipsis con el NT, no sólo
con los párrafos apocalípticos, sino con las demás corrientes neotestamentarias. Véase
por ejemplo E. Corsini, Apocalisse prima e dopo, SEI, Torino 19824, 65-82; D. Hell-
holm (ed.), Apocalypticism in the Mediterranean World and the Near East, Mohr - Sie-
beck, Tübingen 1983. Para la apocalíptica y los Evangelios, cfr. V. Fusco, “Gesù e
l’apocalittica. I problemi e il metodo”, RSB 8 (1995), 37-69; J. S. Kloppenborg,
“Symbolic Eschatology and the Apocalypticism of Q”, HTR 80 (1987), 287-306; G.
Segalla, “La memoria simbolica del Gesù Terreno nel libro dell’Apocalisse, LA 50
(2000) 115-141. Para la apocalíptica y San Pablo, cfr. L. E. Keck, “Paul and Apocalyp-
tic Theology”, Int 38 (1984), 229-241; P. von der Osten-Sacken, “Die paulinische Theo-
logie als Form apokalyptischer Theologie”, EvT 39 (1979), 477-496; S. Page, “Revela-
tion 20 and Pauline Eschatology,” JETS 23 (1980), 31-44.
104
Cfr. P. Prigent, “Et le ciel s’ouvrit”. Apocalypse de saint Jean, Lire la Bible
51, Les Éditions Du Cerf, Paris 1980, 18, 203, 207; J. P. Prévost, Para terminar con el
miedo. El Apocalipsis, Paulinas, Madrid 1987; Corsini, Apocalisse, 15.
105
Cfr. Mazzucco, “Alcuni studi recenti”, 221-222.
21
A. ÁLVAREZ

de modo que el libro relata únicamente los sucesos referentes a la venida histó-
rica de Jesús, en especial a su muerte y su resurrección106.
Según cuenta el propio Corsini107, cuando se encontraba realizando la
traducción del comentario de Orígenes al evangelio de Juan, le llamó la aten-
ción ver que el Alejandrino se remitiera regularmente al Apocalipsis para inter-
pretar el Cuarto Evangelio como algo completamente normal, cuando nosotros
haríamos precisamente al revés: utilizaríamos el Cuarto Evangelio para explicar
el Apocalipsis, que es más complejo. Así, dice Corsini, quedó en evidencia que
Orígenes, cuando leía el Apocalipsis, lo hacía desde el misterio pascual, y no
desde la escatología, ni desde la óptica del combate final entre las fuerzas del
mal y la Iglesia. Corsini estudió, como patrólogo, la extraña forma de proceder
de Orígenes, y comprobó que esta manera de interpretar el Apocalipsis era co-
rriente en los primeros siglos, mientras que la aparición de la interpretación es-
catológica - y la desaparición de la exégesis pascual - se remonta a Eusebio de
Cesarea (s. IV). Esto explicaría porqué fue posible atribuir en la antigüedad el
libro del Apocalipsis al mismo autor del Cuarto Evangelio. En efecto, esta obra
se revela en sí antiapocalíptica, al afirmar que el creyente recibe la vida eterna
ya en esta vida, y que no hay que esperar para ello una segunda venida de Cris-
to. Si los primeros cristianos, cuando leían el Apocalipsis, hubieran interpretado
que este libro postergaba el triunfo de Jesús para un futuro más o menos lejano,
¿lo habrían encontrado compatible con el pensamiento del evangelio de Juan,
como para adjudicarlo al mismo autor?108
La nueva interpretación suscitó diferentes reacciones entre los estudio-
sos, algunas favorables y otras más escépticas 109. A esta lectura, nosotros la de-

106
Corsini, Apocalisse, 34-39.
107
En una conferencia pronunciada en Roma el 20 mayo 1981, y evocada por
I. de la Potterie, María en el misterio de la Alianza, BAC, Madrid 1993, 285.
108
Corsini, Apocalisse, 41-42.
109
En los años siguientes a la publicación del libro de Corsini pude leer 24 re-
censiones. La constatación fue que los teólogos italianos y franceses en líneas generales
fueron más bien receptivos con la nueva opinión. Incluso un exegeta de la talla de X.
León Dufour la acogió favorablemente, le dio todo su apoyo haciendo traducir el libro
para su colección de estudios bíblicos que dirige en la Editorial Seuil, y escribió incluso
el prólogo, en el cual afirma animosamente que ningún nexo une indisolublemente al
Apocalipsis con el final de los tiempos, y que por consiguiente la hipótesis de Corsini
ofrece indudables ventajas sobre todas las otras que se han propuesto hasta ahora. Puede
verse esta versión francesa en E. Corsini, L’Apocalypse maintenant, Du Seuil, Paris
1984, 9-14. En cambio los biblistas ingleses se mostraron más escépticos. Y los alema-
nes directamente la ignoraron. La primera recensión de un autor alemán que pude en-
contrar fue seis años posterior a la publicación del libro, lo cual demuestra el poco in-
terés que despertó en ese ambiente.
22
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

nominamos “modelo pascual preparatorio”, puesto que según ella gran parte de
las visiones del libro aparece referido a las etapas del AT, que preparan y des-
embocan en la venida de Cristo110.
El modelo de Corsini tuvo un entusiasta partidario en M. Goémine111.
Su comentario se sitúa en la misma línea del de Corsini, y al igual que éste con-
sidera el Apocalipsis no ya como una mirada hacia el fin de los tiempos, sino
como una recapitulación de toda la historia bíblica hasta llegar al misterio pas-
cual de Jesucristo. Goémine explota al máximo este nuevo filón, en el que cree
encontrar la clave principal para entender todo el libro de Juan112.

b) P. Prigent y el modelo pascual consecutivo


Al año siguiente, en 1981, publicó P. Prigent su comentario al Apoca-
lipsis113, curiosamente en la misma línea interpretativa que el patrólogo italiano,
aun cuando no había tenido tiempo de leer la obra de Corsini. Pero mientras
Corsini, como ya dijimos, sostenía que varias visiones del Apocalipsis se refie-
ren a etapas del AT (al pecado original, la esclavitud de Egipto, la peregrina-
ción en el desierto, el reinado de Salomón, etc.) a modo de preparación para la
venida de Cristo, Prigent sugería que todas las escenas del libro hacen alusión a
los efectos benéficos ya producidos por la muerte y resurrección de Jesús. Por
lo tanto su interpretación, a diferencia de la de Corsini, puede denominarse
“modelo pascual consecutivo”, pues para él lo que narra el Apocalipsis son las
maravillas que podemos disfrutar desde ahora, gracias a la victoria de Jesucris-
to sobre la muerte. El comentario de Prigent, por lo demás, a diferencia del de
Corsini, estaba muy bien fundamentado bíblicamente, a la vez que enriquecido
con el aporte de la patrística, lo que le dio enorme solvencia al nuevo enfoque
interpretativo114.

110
A la obra de Corsini se le ha hecho fundamentalmente dos críticas. La pri-
mera es que, quizás por no ser biblista, carece de un análisis exegético que justifique su
postura. La segunda, que no ofrece prueba alguna de las cosas que afirma, además de
que a lo largo de las 560 páginas del libro no hay absolutamente ninguna nota, y casi no
tiene bibliografía.
111
M. Goémine, L’Évangile de Jésus-Christ selon l’Apocalypse de saint Jean,
Commentaire nouveau, historique et théologique, Téqui, Paris 1995.
112
Goémine, L’Apocalypse, 8.
113
P. Prigent, L’Apocalypse de Saint Jean, Delachaux et Niestlé, Paris 1981.
Casi veinte años después publicó una edición totalmente renovada y aumentada, siempre
en la misma línea: P. Prigent, L’Apocalypse de Saint Jean, Commentaire du Nouveau
Testment 14, Labor et Fides, Genève 2000.
114
Aunque Prigent destaca en varios pasajes el aspecto de realización de la
nueva Jerusalén, sin embargo se lo ve fluctuar permanentemente entre la realización y la
23
A. ÁLVAREZ

En 2002, Prigent publicó Les secrets de l’Apocalypse115, en el que


acentúa y profundiza estas ideas. Afirma que el Apocalipsis de Juan no puede
entenderse como anticipación profética de unos tiempos que vendrán cuando el
mundo acabe, sino que es una expresión del misterio escondido en la Pascua de
Jesús, con la cual ha llegado el fin de los tiempos116. Prigent pone de relieve las
similitudes con la perspectiva de la profecía de Qumrán, que no habla de algo
que sucederá más adelante (en un futuro temporal), sino de aquello que está su-
cediendo ahora (en forma de revelación escondida), en la experiencia de los fie-
les de la comunidad. En esta misma línea, los cristianos interpretan la pascua de
Jesús como irrupción del tiempo definitivo de Dios; por eso no esperan la gran
novedad como algo futuro, sino que viven desde ahora (aunque amenazados
por la persecución) la presencia salvadora de Dios117. El libro de Juan, pues, no
debe interpretarse como libro de historia, o como promesa de un futuro de ma-
nifestación final de Dios, sino como experiencia mística de revelación, como
visión interna de una vida ya culminada en Cristo118.
La obra de Prigent significó un gran aporte a la nueva corriente inter-
pretativa pascual, y permitió superar los defectos y las lagunas dejadas por Cor-
sini. De este modo, el modelo pascual se convirtió, en la historia de la interpre-
tación del Apocalipsis, en una importante alternativa frente a las líneas de lectu-
ra tradicionales, y abrió un nuevo panorama, permitiendo superar los modelos
habituales que habían llevado a los exegetas a un callejón sin salida119.

5) Conclusión
Después de haber presentado la historia de la interpretación del Apo-
calipsis, creemos que es posible clasificar las opiniones y posturas allí encon-
tradas en diversos sistemas o modelos120. Casi todos los manuales suelen agru-

espera futura.
115
P. Prigent, Les secrets de l’Apocalypse. Mystique, ésotérisme et apoca-
lypse, Les Éditions Du Cerf, Paris 2002.
116
Prigent, Les secrets, 25-27.
117
Prigent, Les secrets, 37-62.
118
Prigent, Les secrets, 93.
119
Aunque no tuvo muchos seguidores, podemos encontrar algunos intentos
en este sentido, como el trabajo de J. Maniparampil, “A Spiral-Theological Literary
Structure (An Overall Structure to the Book of Revelation)”, Biblebashyam 27 (2001),
44-75, para quien el Apocalipsis es una interpretación de la primera venida de Jesús, si
bien su segunda venida está entrelazada con la primera.
120
Sobre los sistemas interpretativos, cf. A. Feuillet, “Les diverses méthodes
d’interprétation de l’Apocalypse et les commentaires récentes”, AdC 71 (1961), 257-
270; D. Mollat, “Principi d’interpretazione dell’ Apocalisse”, en: Associazione Biblica
Italiana, Apocalisse, Brescia 1967, 9-36; B. Marconcini, “Differenti metodi
nell’interpretazione dell’Apocalisse”, BeO 18 (1976), 121-131; A. F. Johnson, “Revela-
24
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

parlos en cuatro121. Nosotros, según la historia que hemos expuesto, creemos


que se pueden clasificar en cinco: A) el simbólico; B) el historicista; C) el futu-
rista; D) el preterista; E) el pascual. Estos modelos no se encuentran en estado
puro entre los autores, sino con mayor o menor acentuación de elementos en
uno u otro. A continuación expondremos las características de estos modelos,
así como sus puntos débiles y criticables.

A) El modelo simbólico
Llamado también espiritual, o idealista, o de la teología de la historia,
consiste en interpretar las imágenes y visiones del Apocalipsis de una manera
simbólica, es decir, sin relación con acontecimientos históricos determinados.
Según este sistema, las escenas del libro tienen sólo un valor teológico, espiri-
tual, aplicable a la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos, porque
expresan el constante drama, que durará tanto como el mundo, de la lucha entre
el bien y el mal, entre la Iglesia y los poderes de este mundo, hasta la venida
triunfal de Jesucristo. Según este sistema, pues, el Apocalipsis contiene más
que nada una teología de la historia, o como dice Allo, una filosofía de la histo-
ria religiosa válida para todos los tiempos122.
Una de las críticas más significativas que se le señala a este sistema es
que no tiene en cuenta las numerosas alusiones a la historia que el autor del li-
bro ciertamente hace, como cuando se refiere a la ciudad de Roma (17,9), o al
emperador reinante (17,10) 123.

B) El modelo historicista

tion”, The Expositors Bible Commentary 12, Zondervan, Grand Rapids 1981, 408-413;
C. M. Pate (ed.), Four views on the book of Revelation, Zondervan, Grand Rapids 1998.
121
Véase por ejemplo Beale, Revelation, 44-49. Una excepción la constituye
S. Bartina, “Apocalipsis de San Juan”, en: La Sagrada Escritura. Texto y comentario
por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento III, BAC, Madrid 1962,
576-584, quien enumera siete modelos: 1) el milenarista; 2) el recapitulativo; 3) el de la
historia universal de la iglesia; 4) el escatológico; 5) el de la historia contemporánea del
autor; 6) el del análisis literario; 7) el de las religiones comparadas. Pero sobre esta cla-
sificación conviene notar que: a) el milenarismo es sólo un modo de interpretar el capí-
tulo 20, no todo el libro; b) la recapitulación no es un sistema de interpretación sino un
procedimiento literario, que puede aplicarse a diversos sistemas; c) el análisis literario
tampoco es un sistema de interpretación sino un paso previo de crítica literaria para de-
terminar las fuentes y documentos empleados por el autor o los autores.
122
Allo, L'Apocalypse, 273.
123
G. E. Ladd, A Theology of the New Testament, Eerdmans, Grand Rapids
1993, 672-673.
25
A. ÁLVAREZ

Conocido también como modelo de la historia universal, o de la histo-


ria del mundo (weltgeschichtlich), sostiene que en los símbolos del Apocalipsis
se encuentran anunciados, en forma enigmática, los grandes acontecimientos de
la historia desde el comienzo de la Iglesia hasta el fin del mundo. Para este mo-
delo interpretativo, algunas de las visiones del libro ya se han cumplido, otras
se están cumpliendo en el presente, y algunas, las últimas, aún faltan cumplirse
en un futuro cercano.
Beato de Liébana, en su famoso Commentarius, inicia de manera inci-
piente este modelo en el siglo VIII, pero su gran exponente será Joaquín de Fio-
re.
La principal observación que se le hace a este sistema es que se presta
para que cada intérprete descubra en los símbolos del libro lo que le plazca,
como vimos que de hecho ocurrió con el protestantismo que lo empleó contra el
papado y la Iglesia Católica, y los católicos contra los enemigos de turno de la
Iglesia. Además, un libro así habría tenido escaso interés para los lectores del
siglo I, al que estaba dirigido124.
Actualmente casi nadie lo sigue, y la exégesis científica lo considera
ignominioso125.

C) El modelo futurista
Se lo llama también modelo escatológico, o de la historia final (end-
geschichtlich). Afirma que el Apocalipsis describe los últimos acontecimientos
de la historia inmediatamente anteriores al juicio universal y a la consumación
final. Según este sistema, lo que Juan detalla en su obra es ante todo el fin del
mundo, de manera que las calamidades y castigos que allí vienen descritos de-
ben entenderse como las señales precursoras propias de esta época terminal de
la historia.
Esta forma de interpretación, inaugurada por F. Ribera en el siglo
XVI, fue compartida y desarrollada por numerosos autores después de él126.
Se trata, como notan los críticos, del sistema más cómodo de todos
puesto que deja los pasajes más obscuros librados al porvenir, priva de toda ac-

124
H. Hailey, Revelation: An Introduction and Commentary, Baker, Gran Rap-
ids 1979, 49.
125
Con razón Allo (L'Apocalypse, 232) declara que esta forma de leer el Apo-
calipsis constituye el método más opuesto que existe al espíritu de Juan.
126
A pesar de las diferencias, muchos comentaristas modernos sostienen que
gran parte del Apocalipsis anuncia sobre todo el final de los tiempos y la segunda venida
de Cristo. Y la creencia popular está marcada por esta interpretación, a la que hay que
añadir el preconcepto del elemento catastrófico. Por eso hoy en día hablar del Apocalip-
sis para muchos equivale a hablar del fin del mundo.
26
EL LIBRO DEL APOCALIPSIS

tualidad al Apocalipsis, y lo relega como manual de los futuros supervivientes


de la gran tribulación final127.

D) El modelo preterista
Denominado también modelo de la historia contemporánea (zeitges-
chichtlich), propone ver en el Apocalipsis una descripción de los sucesos políti-
cos contemporáneos al autor, narrados de una manera simbólica. El modelo
preterista tiene dos líneas principales. Según una, el libro relata el surgimiento
de la Iglesia, y el esfuerzo del judaísmo por aniquilarla. Según la otra, el ene-
migo que trata de aniquilar a la Iglesia es el Imperio Romano. El Apocalipsis
anunciaría, pues, sea la caída de Jerusalén en el año 70, sea el hundimiento del
Imperio Romano, y las visiones se refieren a los acontecimientos históricos que
tienen que ver con alguno de esos dos sucesos 128. Sólo desde el capítulo 21 en
adelante se aplica a la etapa última de la Iglesia y a la segunda venida de Jesu-
cristo.
Luis de Alcázar fue el gran propulsor de este sistema en el siglo XVII,
y partir de él se extendió a numerosos autores y comentaristas129.
Este sistema tiene el mérito de respetar el contexto histórico original
del libro. Sin embargo, se presta a muchos excesos cuando se trata de identifi-
car cada visión del libro con acontecimientos concretos del siglo I. Además,
tiene la debilidad de aplicar las descripciones del Apocalipsis sólo a los hechos
históricos antiguos que conocemos gracias a otras fuentes, lo cual limita en
gran parte su credibilidad.

E) El modelo pascual
Expuesto por primera vez sistemáticamente por E. Corsini, este mode-
lo sostiene que en el Apocalipsis no debe buscarse la clave de la historia mili-
tar, ni política, ni social del mundo, ni tampoco los acontecimientos futuros. Su
tema único y central es la historia de la venida de Jesucristo al mundo, concre-
tamente su muerte y resurrección, y la transformación operada en el cosmos
gracias a ella. Las diversas visiones del libro no describen la cronología del fi-
nal de los tiempos sino que son variaciones del mismo y único tema, del que no
se cansa de revelar sus múltiples facetas.
El Apocalipsis es, pues, la mirada de fe de un creyente que descubre lo

127
Bartina, “Apocalipsis”, 581.
128
Johnson, “Revelation”, 409.
129
Recientemente han defendido esta interpretación las obras de C. van der
Waal, Openbaring van Jezus Christus. Inleiding en Vertaling, Vuurbaak, Groningen
1971; Chilton, Days of Vengeance.
27
A. ÁLVAREZ

que ocurrió ya en la historia. Frente a los ojos de los demás, la Iglesia aparece
como un grupo débil, vacilante, sin importancia ni futuro. Para los ojos de la fe,
se trata de un pueblo vencedor, que ya vive la gloria de las bendiciones eternas.
No se trata de una revelación estructurada en el famoso esquema “ya pero no
todavía”. En este modelo, el “no todavía” ya está todo en el presente. El cristia-
no no goza ahora sólo de primicias, sino que puede vivir hoy en plenitud las
consecuencias de la salvación operadas con el misterio pascual de Jesucristo.
Es la visión de la escatología realizada.
Este modelo puede subdividirse en dos corrientes. Una, que llamamos
“modelo pascual preparatorio”, explica una parte de las visiones del Apocalip-
sis como alusiones a distintas etapas del AT preparatorias a la venida de Cristo.
Es la línea seguida por Corsini130. La otra, que denominamos “modelo pascual
consecutivo”, explica todas las visiones del Apocalipsis como descripción de
las consecuencias producidas en el mundo por la victoria de Jesucristo sobre la
muerte. Es la postura de Prigent131.

Según nuestra opinión, el modelo pascual es el sistema interpretativo


más convincente de cuantos se han propuesto hasta el presente. Sin embargo, la
línea de Corsini nos parece menos probable, e incluso por momentos forzada132.
Por lo tanto creemos que el modelo propuesto por Prigent es el que más pers-
pectivas abre para una interpretación del Apocalipsis.

130
Corsini, Apocalisse, 18.
131
Prigent, L’Apocalisse, 749-750.
132
Como por ejemplo cuando sugiere (página 48) que el episodio de los dos
testigos de Ap 11 alude a la humanidad envuelta en pecado original, concepto teológico
difícilmente presente en la mentalidad de Juan. Una extensa y ponderada crítica a Corsi-
ni puede verse en J. P. Michaud, “Sur L’Apocalypse de Jean, un ouvrage important”,
ScEs 37 (1985), 231-246.
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