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Aborto

El aborto es uno de los temas más debatidos en la actualidad siendo su ética y legalidad los aspectos
principales sobre los que se mantiene su discusión. Varios movimientos sociales se han pronunciado al
respecto manifestándose tanto a favor como en contra de este, con objetivo de asegurar el
reconocimiento del derecho de una mujer o el derecho de una nueva vida, evidentemente ambas
posturas han recibido respuestas diferentes en distintas naciones alrededor del mundo, sin embargo, no
es aceptable considerar que un derecho sea superior al otro ya que en ambos casos se trata de una vida,
con la diferencia de que el aborto voluntario conlleva la pérdida de una (o más) de ellas. El presente
ensayo plantea exponer aspectos del por qué el aborto inducido electivo o voluntario es una práctica
que puede representar un homicidio dando muerte a un ser inocente.

Inicialmente es importante precisar el concepto del aborto mismo que es definido como la interrupción
del embarazo, debido a la expulsión del embrión/feto ya sea de manera inducida o espontánea antes de
que este llegue a ser capaz de sobrevivir por sí mismo fuera del ambiente del vientre materno. (OMS,
2009). Cabe destacar que esta definición no incluye detalles sobre las características del producto
(embrión/feto) para que su pérdida sea considerada un aborto, por lo cual es preciso añadir que según
la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) el aborto es “la expulsión o extracción de su
madre de un embrión o feto de menos de 500 gramos de peso, que se alcanza a las 20 semanas de
gestación” (2009); mientras que la pérdida del embarazo pasado las 20 semanas es considerada muerte
fetal (Henriques, 2019). Además debemos diferenciar el aborto precoz o temprano (desde la fertilización
hasta la novena semana) y tardío (de la décima semana en adelante), recordando que hasta la octava
semana es considerado embrión, y posteriormente se considera feto. (Arteaga, 2017).

En base a las definiciones expuestas se puede afirmar que el aborto tiene como efecto la discontinuidad
del proceso de desarrollo del producto, aunque si bien es cierto en ciertas circunstancias esto puede
ocurrir de manera espontánea; el caso del aborto inducido, específicamente el “electivo o voluntario”,
no puede ser tolerado ya que es el resultado de una decisión realizada por una o varias personas
(madre, padre, ambos e incluso terceros) con capacidad de raciocinio quienes solicitan el uso de
intervenciones médicas o farmacológicas, que pueden ser realizadas por personal capacitado o no
capacitado incluyendo la propia embarazada, todo aquello sin razones o intenciones de preservar la
salud materna o por el otro lado sin la existencia de una enfermedad fetal, que impida el desarrollo del
concepto (feto).

En este contexto, un argumento considerado por quienes apoyan la legalidad del aborto voluntario es la
afirmación de que el producto de la concepción no siente dolor alguno hasta antes de determinada edad
gestacional, solicitando que sea permitido alrededor de la semana 12 de gestación, para que así no haya
sufrimiento fetal, sin embargo, en el estudio de la embriología se expone que el comienzo del desarrollo
del sistema nervioso estaría representado por el proceso de la neurulación a partir de la tercera semana
de gestación, teniendo como resultado la formación estructuras embrionarias que permitirán el
desarrollo del terminaciones nerviosas y por ende de la sensibilidad, específicamente los receptores del
dolor estarán presentes alrededor de la octava semana (Arteaga, 2017); si bien es cierto que a la edad
gestacional propuesta para que se lleve a cabo la interrupción voluntaria del embarazo puede que las
terminaciones nerviosas no se encuentren desarrolladas lo suficiente para causar la sensación de un
dolor explícito, quienes apoyan la idea de que “un feto de menos de 12 semanas no siente”, buscan de
manera implícita expresar que dicho producto no tiene vida y que desde su perspectiva no se estaría
cometiendo un homicidio ni afectando a nadie pues solo se trataría de un procedimiento quirúrgico que
los libraría de una responsabilidad “evitable”.

No obstante, en este punto se debe establecer desde qué momento del desarrollo embrionario
podemos considerar “vida” al resultado de la fertilización entre el ovocito y el espermatozoide, siendo
necesario para ello mencionar la clasificación de las células madre según su potencial de diferenciación
celular (capacidad de dividirse y dar lugar a nuevas células). En primer lugar, se encuentran las células
madre totipotenciales que “son capaces de generar todas las estructuras del embrión y sus anexos; son
el cigoto y los blastocistos” (Arteaga, 2017: 58), cabe aclarar que el cigoto es la célula producto de la
unión el espermatozoide y el ovocito, y que los blastocistos son el resultado de la división mitótica del
cigoto, por lo que simplemente se trata de un estadio posterior de la misma célula (huevo cigoto); las
células madre pluripotenciales “pueden diferenciarse en las células del embrión, pero no en sus anexos”
(Arteaga, 2017: 59) y las células madre comprometidas “solo se diferencian en una determinada
población celular” (Arteaga, 2017: 59). Con estos datos expuestos es posible considerar que la vida inicia
desde la formación del cigoto en la fertilización, ya que no existe otra célula inicial con la facultad de dar
origen a un ser humano completo; por tanto ocasionar la interrupción voluntaria del desarrollo del feto
en una etapa tan avanzada como lo es a la edad de 12 semanas de gestación, donde básicamente las
células madre ya se encuentran en una fase comprometida, es acabar con la vida de un feto que
representa a un futuro niño o niña, con lo cual la legalidad de esta práctica sería una equivalente a
legalizar el derecho a matar.

Una vez comprendidos los aspectos por los que el aborto inducido voluntario puede ser considerado un
homicidio y representar un crimen, es importante mencionar la metodología del aborto quirúrgico y
farmacológico. Dentro del primer grupo encontramos la técnica de succión, usada durante el primer
trimestre de gestación, en la que se introduce en el útero un tubo hueco con borde afilado que aspira al
feto (Di Pietrantonio & Casasco, 2008); también se menciona la técnica de dilatación y curetaje, usada a
finales del primer e inicios del segundo trimestre de gestación, en este caso al ser el feto demasiado
grande para extirparlo por succión, se usa una cureta o cuchillo que posee una cucharilla de punta
afilada con la que se extrae el saco gestacional de la pared del útero (Di Pietrantonio & Casasco, 2008);
estas dos primeras intervenciones quirúrgicas expuestas son las más usadas y de hecho son muy útiles
en casos de aborto espontáneo, dónde el feto ha muerto por complicaciones fisiológicas y por ende no
queda más que preservar el bienestar de la madre extrayendo los restos del producto para evitar
posteriores infecciones, sin embargo, también son técnicas usadas para realizar el aborto inducido
voluntario de un feto con desarrollo normal, produciendo la pérdida explícita de una vida.

Además, existen intervenciones más agresivas como es el caso de la inyección salina, usada después de
las 16 semanas de gestación para producir la muerte del feto por asfixia; finalmente el parto parcial
consiste en agarrar y tirar con instrumentos los pies del feto, exponer la cabeza, abrir la base nucal,
succionar el cerebro y evacuar los restos del feto (Fundación REDMADRE, 2021). Estos últimos
procedimientos expuestos se emplean en edades de gestación más avanzadas, dónde el dolor percibido
por el producto ya es un hecho, y que por ende se trata de actos de crueldad contra seres inocentes e
indefensos. Todos estos procedimientos quirúrgicos mencionados, no están exentos de complicaciones,
que incluyen perforación del útero, hemorragias, infecciones e incluso la muerte, pero también habrá
problemas a largo plazo, sobre todo en caso de que la mujer cambie de opinión y decida tener hijos,
pues la práctica del aborto conlleva alteraciones en el aparato reproductor femenino, pudiendo
ocasionar infertilidad o embarazos ectópicos (implantación anormal del cigoto) (Oyarzún, 2009), este
último pondría en riesgo ambas vidas, demostrando así una vez más que el aborto voluntario, no es una
decisión sencilla ni aceptable y que incluso podría llegar a ser una especie de posible suicidio.

En el segundo grupo de métodos abortivos se encuentran los métodos farmacológicos que se basan en
la alteración hormonal que modifican la fisiología normal del cuerpo, con objetivo de estimular las
contracciones uterinas para expulsar el contenido del útero (Serrano & Concepción, 2014), en este caso
la propia madre se convertiría aún más en la protagonista del homicidio, ya que provoca de manera
intencional reacciones de su cuerpo frente a medicamentos para poder darle muerte al producto, donde
posiblemente a posteriori los restos del embrión/feto sean evacuados a través del baño o la basura,
comportamiento que es una falta de respeto a la dignidad del concepto.

Finalmente, a nivel legal en nuestro país han existido ciertas leyes frente a esta temática y es que,
dentro del Código Orgánico Integral Penal establecido en 2014, se estipula el aborto como un delito
contra la inviolabilidad de la vida. Del artículo 147 al 150 de dicho código se detallan las penalizaciones
en caso de aborto definiéndolo como punible excepto en los siguientes casos: “Si se ha practicado para
evitar un peligro para la vida o salud de la mujer embarazada y si este peligro no puede ser evitado por
otros medios” o “Si el embarazo es consecuencia de una violación en una mujer que padezca
discapacidad mental”

De acuerdo con dichas estipulaciones es evidente que lo que se busca es preservar la vida pues en el
primer caso se trata de una única alternativa, en el cual incluso el embrión o feto tampoco podrá
sobrevivir de manera alguna debido a sus complicaciones en el desarrollo; mientras que en el segundo
caso la afectada tiene una falta de capacidad mental donde no está tomando una decisión voluntaria;
sin embargo, desde febrero de 2021 la Constitución del Ecuador despenaliza el aborto en caso de
violación, eliminando la condición de que se trate de una “mujer con discapacidad mental”, pero este
aspecto tiene que ser preciso donde los casos sean bien investigados, ya que podrían darse vacíos
legales, donde mujeres afirmen tener un embarazo por violación cuando la realidad no sea esa,
consiguiendo así un camuflaje para ejecutar un aborto voluntario de manera “legal”.

En conclusión el aborto se considera la interrupción del embarazado antes de la viabilidad fetal, este se
clasifica en espontáneo e inducido, destacando que dentro del segundo grupo puede ser voluntario,
donde se solicita una intervención quirúrgica o una receta médica para acabar con la vida del
embrión/feto, tratándose así de un homicidio, considerando que la vida del producto inicia desde el
momento de la fertilización con la formación del huevo cigoto, ya que es el único tipo celular capaz de
dar origen a un ser humano completo; además cabe destacar que los métodos empleados causarán
variables grados de dolor puesto que el desarrollo del sistema nervioso inicia alrededor de la tercera
semana de gestación y se consolida dentro de la octava semana, recordando que independientemente
de cómo se dé el aborto, existen consecuencias físicas y posibles psicológicas para la mujer afectando su
salud tanto de manera momentánea (incluso causando la muerte) como a largo plazo. Finalmente, a
nivel legal en Ecuador el aborto no es punible en los casos de violación, sin embargo, los casos deberán
ser investigados profundamente para que apelar a las leyes asociadas no sea un sinónimo de aborto
voluntario.
Bibliografía

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