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DEL MAR
COLECCIÓN T RAYECTOS Y ÜEVENIRES
CONSEJO EDITORIAL
VÍCTOR BACA
MANUEL QUIJANO
LAS MÁXIMAS POLÍTICAS
DEL MAR
ISBN 968-5007-00-4
ISBN 968-5007-01 -2
Impreso en México
Printed in Mexico
ÍNDICE
Caleidoscopio de espacios
El litoral vertical ..................... .. ... ................ .. ...................... .. 41
Paul Viriiio
El pacífico ...... .. ....... .. .. ............. ... ..... .. .. .... ... ... ........ ......... .. ... ... 57
H erman M e/vil/e
Morfología de la isla flotante del mar del norte 59
Jonathan Swt/t
Marco Antonio, Luis Fernando y Ernesto
LAS MÁXIMAS POLÍTICAS
DEL MAR
ARTE DE LA NAVEGACIÓN 1
1111
12 SALVA DOR GALLARDO C AB RER~A
La gran máxima política del mar dice que éste nunca es el mis-
mo, en la forma de límite extremo de la tierra o espacio estria-
do diagonalmente, sino lo que resta del orden de un mundo to-
talmente inundado. D, ahí la intensa artificialidad de los usos
marítimos, los océanos reglamentados y humanizados. Una mi-
rada útil sobre los imperios de la antigüedad no estaría fija en
los tramos cíclicos de recurrencia y uniformidad ni en el tiem-
po desigual de la grandeza y la decadencia. Se fijaría, mejor, en
su inteligencia oculta: en las jerarquías y aparatos para no termi-
nar, para no sucumbir, para prolongar su dominio. Esa mirada
podría empujar tan atrás que del tiempo no quedara otra cosa
que el movimiento del mar. ¿Perseo y no los emperadores adop-
tivos; la Atlántida o el Leteo y no la ciudad? Y aun cuando no
fuese necesario empujar hasta el mundo mítico, ¿podría desen-
cajarse al mar como el vínculo de unión en la Grecia micénica?
El mar, la primigenia !erra incognita, el "piélago estéril", como lo
llamó Herodoto. Para esos griegos, el mediterráneo era el río que
LAS MÁ.'CIMAS POLÍTICAS DEL MAR 15
landia era casi una leyenda, una saga oscura para los propios
islandeses. La gran línea de despliegue marítimo de los escan-
dinavos medievales se cerraría sobre sí misma como un espe-
jismo sin testigo. Memoria, uno de los cuervos de Odín, regre-
só muy pronto de su viaje exploratorio; lo que significaba que
no había tierra cercana. Así, los escandinavos quedaron atrapa-
dos en el océano abierto.
expresarla. Esto no suporúa algo así como una falta técnica, una
carencia. Para ellos la distancia no era una modalidad espacial
sino temporal. El pueblo del dragón, por ejemplo, tuvo que in-
ventar una orilla en pleno mar abierto cuando no terúa un lito-
ral que le sirviese como referencia espacial. Esa qrilla la constru-
yó a partir de la caligrafía que se puede leer en el mar, entre los
cambios en el color del agua, la profundidad y consistencia del
fondo marino observadas desde la proa o medidas con una son-
da, el desplazamiento y la configuración de los hielos flotantes,
la fluctuación de los astros y el vuelo de las aves. Bajo unos ban-
cos de bruma casi consistente, perdida la cuenta de los días, ¿có-
mo saber la distancia que lo separaba de su meta? Esa pregun-
ta jamás fue formulada así. Nunca nadie preguntó así en los
reinos de la Edad Media.
tirse éste en sujeto. Y ser sujeto quiere decir que el hombre se tor-
na en el punto de referencia de lo real como tal, es decir, en él se
funda todo lo existente a la manera de su ser y su verdad. Medi-
da de todas las medidas, garante de lo representado, dador de
sentido, el suijectum conquista al mundo como imagen. Es, como
escribió Descartes, "el amo y poseedor de la naturaleza".
Por "imagen del mundo", Heidegger no entiende una ima-
gen del mundo cualquiera, sino el mundo comprendido como
imagen en el sentido de que lo existente sólo es si es colocado
por el hombre, que representa. La imagen del mundo no pasa
de una medieval a otra moderna; el hecho decisivo es que el
mundo pasa a ser imagen y éste es exactamente el mismo proce-
so que hace que el hombre se transforme en suijectum dentro de
lo existente. Este proyecto doble es el que caracteriza a la Edad
Moderna.
ARTE DE LA N},VEGACIÓN 11
lo que carece de tierra, reside alli la más alta verdad -ese algo
sin costa e indefinido como dios ... ".
A Melville, como escribe Olson, este buque le recordaba la
tragedia de la democracia, ya desde la primera configuración de
la Gran Noche Americana. La democracia no se había deshe-
cho de los señores y la linea de transmisión entre el hombre co-
mún -por más libre que fuera- y los lideres -tan dedicados
como parecían- se encontraba asentada en una hebra de paja.
PAUL VIRILIO
[41]
42 PAUL VIRILIO
gran importancia dada a los límites era comparable con una de-
sapropiación, con una devaluación "del interior"; el valor se des-
plazaba desde el centro hacia una ulterior periferia, el objeto ce-
leste tenía por tanto menos interés que el intervalo espacial y sus
paredes.
De hecho, el gran vuelco, que erigía la longitud y que disper-
saba las distancias en un continuum, descomponía simultánea-
mente un orden de percepción y un orden de utilización; incita-
ba a que los dos grandes bloques ideológicos -quienes ya no
se combatían verdaderamente desde el final de la guerra fría-
disiparan en el tiempo y el espacio una geopolítica carente, no
obstante, de perspectiva. Aunque se desterritorializaban no
renunciaban a sus esfuerzos totalitarios, de ahí las vacilaciones
de la política de Kennedy al dudar sobre la elección del enemi-
go, oscilando entre la bahía de Cochinos y la guerilla urbana, el
exterior y el interior. Pero desde las campañas Lunares, tanto
americanos como soviéticos, saben bien que ya no existen otras
tierras para una sola humanidad. El mundo, desapareciendo co-
mo horizonte infinito de toda experiencia posible, reaparecía
como campo teleológico, y von Braun, el tránsfuga del sueño
sideral alemán, renunciaba a la NASA.
Una vez que cuantificar y cualificar infinitamente los conteni-
dos se volvió imposible, se sustrajeron los continentes al des-
calificar su contenido: las naciones y los ciudadanos. Esta nue-
va forma de acción capitalista (de social-imperialismo) devolvió
la paz a los campus.
La institución científica, profundamente minada por las in-
certidumbres políticas del poder, volvÍá a ser el instrumento de
la obra, retomaba su lugar como informante privilegiada del Es-
tado, a través de la inmensa tarea de inventariar y cuestionar nue-
vamente los contenidos; tal era el sentido nuevo de los contra-
tos pasados con la armada y en el cual las ciencias humana s
EL LITORAL VERTICAL 43
HERMAN MELVILLE
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58 HERMAN MELVILLE
JONATHAN SWIFT
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60 JONATH AN SWIIT
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