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Un saber filológico que fuese filosóficamente inculto no sabría discernir en los hechos del
pasado los elementos de verdad de sus ropajes falsos, carecería de un criterio de
discernimiento sobre el acontecer histórico y se perdería en el polvo de los hechos sin
llegar a las razones de los mismos… es decir: se hundiría en lo temporal sin descubrir lo
eterno. He aquí la certeza.
Un saber filosófico no apoyado ni complementado por una filología, tendría un concepto
pulido pero vacío del hombre, no accedería al hombre real… sino que desde su
racionalismo o “esencialismo” sería incapaz de ver la conexión profunda entre la esencia
universal y necesaria del hombre, y a singularidad y contingencia de su existencia
particular. He aquí la verdad.
En Vico, la filosofía, como saber racional, “verdadero”, universal y necesario acerca del
hombre, y la filología, como saber empírico y “cierto”, se deben hallar en una relación de
mutua complementación y ayuda para el conocimiento del hombre existente.
La Ciencia Nueva es la que conjugará ambos modos de aproximación a la realidad.
3. ¿Cuáles son los tres grandes principios de la Ciencia Nueva y por qué son tan
importantes para la constitución de la sociedad?
N° 360
Los grandes principios de la Ciencia Nueva son tres, principios universales y eternos (como
deben ser los de toda ciencia, sobre los cuales surgieron y se conservaron todas las
naciones:
“Observamos que todas las naciones tanto bárbaras como humanas, aunque
fundadas de forma diversa al estar lejanas entre sí por inmensas distancias de
lugar y tiempo, custodiaron estas tres costumbres humanas: todas tienen
alguna religión, todas contraen matrimonios solemnes, todas sepultan a sus
muertos” (N° 333)
Por estas tres cosas, dice Vico, comenzó la humanidad en todas las naciones, y por ello
todas deben custodiarlas santamente para que el mundo no se embrutezca y no vuelva a la
selva de nuevo.
1) La providencia divina con las religiones
Todas las naciones creen en una divinidad providencial, y así sólo se han podido hallar
cuatro religiones primarias: la de los hebreos, la de los cristianos, la de los gentiles y la de
los mahometanos.
El problema de no existir una providencia divina sería, dice Cicerón, que no se podría
hablar de leyes que rijan a la sociedad humana.
Las leyes, por sí solas, no hubieran podido ordenar a los hombres brutos; por eso la
religión, a través de ideas confusas de los dioses, infundiendo temor a los brutos, ordenaría
a los hombres. Así el derecho no se funda conforme a la razón, sino a la providencia.
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
4. Relacione la distinción certum – verum con los conceptos de autoridad, ley y razón.
(137) Los hombres que no saben lo verdadero de las cosas procuran atenerse a lo cierto, para que, no
pudiendo satisfacer el intelecto con la ciencia, al menos la voluntad repose sobre la conciencia.
El certum expresará la voluntad imperativa, coercitiva, de la autoridad, como el verum expresará la justicia, la
moralidad, y la razón. Si éste expresa la verdad, la razón de la ley, aquél lo que en ella hay de autoridad y
coerción.
El certum procede de la autoridad como el verum de la razón, con el presupuesto de que la autoridad no
puede ser nunca absolutamente irracional o contra la razón, pues tal cosa sería un accidente (monstra legum).
Ahora bien, es este presupuesto precisamente el que necesita justificación. Pues su tesis de que la autoridad
es la forma del certum como la justicia lo es del verum, de modo que la autoridad sea parte de la justicia como
el certum lo es del verum, le lleva a aceptar que debemos soportar los tiranos, cuya existencia respondería a
ordenación divina.
El verum, pues, se reviste históricamente de la forma del certum: la justicia toma cuerpo en la autoridad, de
modo que incluso en la apariencia irracional de éste -del certum-, de la pura fuerza, está presente la
legitimación del verum.
Es obvio que su defensa de la auctoritas, del certum, implica una reivindicación de la pasión, de la fuerza
irracional, de la voluntad, en su papel histórico, es decir, en la génesis de las instituciones. Porque si bien en
su exposición dialéctica parece como si el verum se abriera paso históricamente bajo las formas fenoménicas
del certum, al menos con la misma legitimidad debería decirse que es el certum quien, en su lucha ciega va
acercándose o realizando el verum.
--
Según Vico, lo cierto de las leyes se sostiene únicamente por la autoridad, porque obliga a cumplirlas por su
carácter de cierto, certum. El carácter de la ley es que es cierta, y por ello tiene autoridad; consecuentemente
hay que obedecerla.
La ciencia nueva es una “filosofía de la autoridad” porque hace una metafísica de los hechos, y los hechos, por
su carácter de certum imponen autoridad. Ahora bien, los hechos deben ser analizados desde cierta
racionalidad, porque tienen sus principios, en lo verum, en la verdad. Por eso mismo, Vico sostiene que la
autoridad de los hechos refleja la ley natural, y que el derecho civil o de las gentes no se debe fundar sobre
una razón previa, sino mirando el curso de las naciones y el ejercicio de la Providencia.
La vanidad de los doctos consiste, en mirar la historia desde los parámetros racionales del hoy, sin
comprender al hombre originario. Ellos no entienden que es necesario comprender que la razón y la reflexión
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
sobre las leyes fueron mucho posteriores a los primeros hombres. Al principio el hombre se guió por la
autoridad del más fuerte, por los hechos, lo certum.
Los filósofos entonces, tienen que comprobar sus razones con la autoridad de los filólogos; como también los
filólogos tienen que verificar su autoridad con la razón de los filósofos.
Así, este frenar el movimiento de los cuerpos es un efecto de la libertad del albedrío humano
y, por tanto, de la voluntad libre, hogar y cámara de todas las virtudes, y, entre otras, de la
justicia, ya que, informada la voluntad, es ella sujeto de todo lo justo y de todos los
derechos que son dictados por lo justo.
Entonces, la religión pone modo y medida a las pasiones bestiales de los hombres brutos,
convirtiéndolas en pasiones humanas… ¿cómo? a través del mandato de la divinidad. Así
nace el “conato” libre, la fuerza de voluntad, la libertad del albedrío humano para anular la
pasión y/o dirigirla hacia algún bien.
propias de los tiempos en que los hombres de la más grosera humanidad gentil creían que
todas las cosas necesarias o útiles para el género humano eran deidades. De esta poesía
fueron autores los primeros pueblos, que resulta que han sido todos poetas teólogos, los
cuales, sin duda alguna, con las fábulas de los dioses nos narran que fundaron las naciones
gentiles9. Y así, con los principios de esta nueva arte crítica, se va meditando en qué
determinados tiempos y ocasiones particulares de las necesidades o utilidades humanas,
advertidos por los primeros hombres del mundo gentil, éstos, con religiones espantosas,
que ellos mismos se imaginaron y creyeron, fantasearon primero tales y después cuales
dioses. Esta teogonía natural, o sea, generación de los dioses, creada de forma natural en las
mentes de aquellos primeros hombres, nos da una cronología razonada de la historia
poética de los dioses. Las fábulas heroicas fueron historias verdaderas de los héroes y de
sus costumbres heroicas, que se descubre que surgieron en todas las naciones en el tiempo
de su barbarie; de modo que los dos poemas de Homero resultan ser dos grandes tesoros
para el descubrimiento del derecho natural de las gentes griegas aún bárbaras. Este tiempo
se determina en la obra que duró entre los griegos hasta Herodoto, llamado el padre de la
historia griega, cuyos libros están en su mayor parte llenos de fábulas y cuyo estilo retiene
aún mucho del homérico; esta propiedad ha sido conservada por todos los historiadores
que vinieron después, que usaron una lengua entre poética y vulgar. Pero Tucídides, el
primer historiador severo y grave de Grecia, al comienzo de sus narraciones confiesa que,
hasta la época de su padre (que era el de Herodoto, quien era viejo cuando él era un niño),
los griegos no sabían nada, no ya de la antigüedad de las naciones extranjeras (de las
cuales, a excepción de los romanos, todo lo que tenemos es gracias a los griegos), sino
tampoco de su propia antigüedad10: éstas son las densas tinieblas, que el grabado
representa en el fondo, y de las cuales, a la luz del rayo de la providencia divina de la
metafísica reflejado en Homero, salen a la luz todos los jeroglíficos, que significan los
principios conocidos solamente hasta ahora por los efectos de este mundo de naciones.
--
N°344 – 360
La Ciencia Nueva lleva a contemplar, en las ideas divinas (providencia) este mundo de
naciones en toda la extensión de sus lugares, tiempos y variedades. Así, al razonar sobre los
orígenes de las cosas divinas y humanas de la gentilidad, se llega a los primeros principios
de tales naciones, que explican la naturaleza de estas, que se confirman en las ideas eternas
divinas.
Para encontrar las naturalezas de las cosas humanas, esta Ciencia procede con un riguroso
análisis de los pensamientos humanos en torno a las necesidades o utilidades humanas de
la vida social; las dos fuentes del derecho natural de las gentes.
Puestos tales órdenes por la providencia divina, tales debieron-deben-deberán ocurrir las
cosas de las naciones.
Esta Ciencia Nueva, a la luz de la providencia divina la común naturaleza de las naciones,
descubre una historia ideal eterna que se da en toda nación, en tres edades:
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
--
La Ciencia Nueva describe una historia ideal eterna, sobre la cual transcurren en el tiempo las
historias de todas las naciones en sus surgimientos, progresos, estados, decadencias y fines.
Condujo así la providencia desde los primeros inicios de las naciones, ordenando que los
hombres de estaturas gigantescas, más fuertes, se sometieran a una fuerza superior, que
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
imaginaron como Júpiter, y, llenos de estupor, se humillaron ante una divinidad. Pues, en tal orden
de las cosas humanas, no se puede entender que haya sido obrado otro consejo de la providencia
divina para frenarlos en su error bestial dentro de la gran selva de la tierra, a fin de introducir el
orden de las cosas humanas civiles.
A partir de aquí se formó un estado de repúblicas, por así decir, monásticas, bajo el gobierno
de un Óptimo Máximo, que ellos mismos se imaginaron y creyeron al relampaguear aquellos rayos:
que él gobierna a los hombres; por lo que imaginaron que todas las utilidades humanas que les
fueron suministradas y todas las ayudas a sus necesidades humanas, eran dioses, y, como a tales, les
temieron y reverenciaron.
Luego, puesto que sentían que la mirada del cielo era terrible para ellos, debieron poner
freno al ímpetu del movimiento corporal de la libido; y así, al comenzar a usar la libertad humana
(que consiste en poner freno a los movimientos de la concupiscencia y darles otra dirección, que
viene de la mente, y en consecuencia propio del hombre), llegaron a esto; pues habiendo atrapado
por la fuerza a las mujeres, las arrastraron dentro de sus grutas y, para usar de ellas, las retuvieron
ahí dentro como compañía perpetua de su vida; y así, con los primeros concubinatos humanos, o
sea, púdicos y religiosos, dieron inicio a los matrimonios. Y así fundaron las familias.
De este modo la providencia ordenó ciertas repúblicas económicas de forma monárquica
bajo los padres, óptimos por sexo, edad, y virtud; quienes, debieron formar los primeros órdenes
naturales, como eran, píos, castos y fuertes, y permanecieron asentados en sus tierras para
defenderse a sí mismos y a sus familias; y, al no poder seguir huyendo, debieron matar fieras que
les invadían, y, para el sustento de las familias, cultivar las tierras y sembrar el trigo; y todo esto
para la salvación del naciente género humano.
Así se desarrollaron las repúblicas sobre órdenes naturalmente mejores gracias a virtudes
ciertamente heroicas; como la piedad, pues adoraban la divinidad, aunque multiplicada y dividida
en dioses formados según sus diversas aprehensiones. Así fueron por naturaleza las repúblicas
hercúleas, en las que los píos, sabios, castos, fuertes y magnánimos derrotaron a los soberbios y
defendieron a los débiles, que es la forma excelente de los gobiernos civiles.
Los padres de las familias, gracias a la religión y a la virtud de sus mayores, se
engrandecieron cada vez más con los esfuerzos de sus clientes, abusando de las leyes de la
protección; y al salirse del orden natural, que es el de la justicia, los clientes se amotinaron contra
ellos. Pero, la providencia llevó de modo natural a los padres de familia a unirse con sus parentelas
en órdenes contra aquellos; y, para pacificarles, les permitieron, con la primera ley agraria que
hubo en el mundo, el dominio bonitario de los campos, conservando ellos el dominio óptimo, o sea,
familiar soberano: de donde nacieron las primeras ciudades a partir de órdenes reinantes de
nobles.
Al faltar el orden natural, la providencia hizo nacer el orden civil con el nacimiento de esas
ciudades, según su semejanza con el natural: basado en la nobleza de la especie humana; y así, en
virtud de su heroísmo, los nobles reinaron sobre los plebeyos; y, concluidos los reinos divinos,
debiendo reinar aquellos héroes en virtud de la forma de los gobiernos heroicos mismos, la planta
de tales repúblicas fue la religión custodiada dentro de esos órdenes heroicos, y por esa religión
todos los privilegios y todos los derechos civiles pertenecieron únicamente a los héroes. Pero, dado
que tal nobleza había sido un don de la fortuna, hizo surgir entre los mismos nobles el orden de los
padres de familia; y entre aquellos mismos hizo surgir como reyes a los mas animosos y robustos,
que debieron hacer de jefes de los demás y organizados en órdenes para resistir y atemorizar a los
clientes amotinados contra ellos.
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
Pero, con el transcurso del tiempo, al desarrollarse cada vez más las mentes humanas, las
plebes de los pueblos se desengañaron finalmente de la vanidad de tal heroísmo, y entendieron que
ellos eran de igual naturaleza humana que los nobles; por lo que también ellos quisieron entrar en
los órdenes civiles de las ciudades. De modo que, debiendo al cabo del tiempo ser soberanos esos
pueblos, la providencia permitió que las plebes, durante mucho tiempo, rivalizaran con la nobleza
en cuanto a piedad y religión, hasta que los nobles tuvieron que comunicar a los plebeyos todos los
derechos cívicos, públicos y privados; y así, el mismo cuidado de la piedad y el afecto de la religión
llevó a los pueblos a ser soberanos en las ciudades: en lo que el pueblo romano se adelantó a todos
los demás del mundo, y por eso llegó a ser el pueblo señor del mundo.
De tal manera, introduciéndose cada vez más el orden natural entre esos órdenes civiles,
nacieron las repúblicas populares: en las que la providencia ordenó que el censo fuera la regla de
los honores; y así, los ricos en cualquier virtud o con alguna imagen de virtud, y no los pobres con
muchos y descarados vicios, fueran considerados óptimos para el gobierno. De republicas tales —
donde pueblos enteros, que aspiran en común a la justicia, ordenan leyes justas, porque son
universalmente buenas— salió la filosofía.
Y así, la providencia ordenó: que, la filosofía hiciese entender las virtudes en su idea, por
cuya reflexión, si los hombres no practicaban la virtud, al menos se avergonzaran de los vicios. Y a
partir de las filosofías permitió que apareciese la elocuencia, que en consecuencia de la misma
forma de esas repúblicas populares, fuese una apasionada de lo justo; y así, esta, a partir de esas
ideas de virtud incitara a los pueblos a ordenar buenas leyes.
Pero, al irse corrompiendo también los Estados populares, y por tanto las filosofías, y al
surgir de aquí una falsa elocuencia, sucedió que, no contentándose ya los ciudadanos con las
riquezas para instituir el orden, quisieron hacer de ella su poder; y, promoviendo guerras civiles en
sus repúblicas, las llevaron a un desorden total, y así, desde su libertad perfecta, la hicieron caer
bajo una perfecta tiranía, es decir, la anarquía, o la desenfrenada libertad de los pueblos libres.
Ante este gran desastre de las ciudades la providencia obra uno de estos tres grandes
remedios según el siguiente orden de las cosas civiles humanas. Dispone, primero, el que se halle
dentro de esos pueblos uno que surja y se establezca como monarca. Luego si la providencia no
halla tal remedio dentro, lo va a buscar fuera; y, ya que tales pueblos de tan corruptos que eran ya,
se habían convertido por naturaleza en esclavos de sus desenfrenadas pasiones, por tanto, dispone
que acaben estando sometidos a naciones mejores, que les hayan conquistado con las armas, y por
estas se queden reducidos a provincias. Pero si las dos anteriores no se llevan a cabo, con
obstinadísimas facciones y desesperadas guerras civiles, llegan a hacer selvas de las ciudades; y de
tal manera que, al cabo de largos siglos de barbarie, llegan a herrumbarse las malnacidas sutilezas
del ingenio malicioso.
Por ello, los pueblos de tal reflexiva malicia, con este ultimo remedio que obra la
providencia, aturdidos y estúpidos, no sienten ya ni las comodidades, ni las delicadezas, ni los
placeres, sino solamente las utilidades necesarias para la vida; y, por el escaso número de hombres
que quedan y por la abundancia de las cosas necesarias para la vida, llegan a ser naturalmente
moderados; y, debido al retomo de la primera simplicidad del primer mundo de los pueblos, son
religiosos, veraces y fieles; y así retoma entre ellos la piedad, la fe, la verdad, que son los
fundamentos naturales de la justicia y son gracias y bellezas del orden eterno de Dios.
7. ¿Por qué no tendría que haber contradicción entre el conocimiento vulgar o poético
y el reflexivo o filosófico?
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
El conocimiento vulgar o poético se encuentra en una instancia más primitiva del hombre,
en una etapa más infantil de la humanidad. Es la sabiduría práctica, de la vida cotidiana,
sobre lo necesario y lo útil. Las leyes del hombre lo rigen antes de ser escritas, el sentido
común muestra leyes escritas en las conductas de los hombres, un fondo común de verdad
que estaba pero que todavía no había sido sistematizado. La filosofía por eso es posterior,
se da cuando el hombre se encuentra ya civilizado y puede reflexionar sobre sus hechos.
Por eso es esperable que no haya contradicción, la ley natural ya estaba presente en el
hombre en sus primeras fases, pero fue necesario pasar por las distintas fases de la
humanidad para que llegue a poder reflexionar sobre ellas. Una vez dada la religión, una
vez dadas las necesidades básicas y útiles de la vida, el hombre pudo reflexionar y
descubrir los principios que lo rigen. La poesía es advertir, la filosofía es reflexionar, y este
paso es posterior, la filosofía necesita muchos presupuestos que ella sola no puede dar.
(375) Por tanto, la sabiduría poética, que fue la primera sabiduría del mundo
gentil, debió comenzar por una metafísica, no razonada y abstracta como es
hoy la de los instruidos, sino sentida e imaginada como debió ser la de los
primeros hombres, ya que carecían de todo raciocinio y, en cambio, tenían
muy robustos sentidos y muy vigorosas fantasías, como se ha establecido en
las Dignidades. Ésta fue propiamente su poesía, que en ellos Jue una facultad
connatural (porque estaban naturalmente dotados de tales sentidos y
fantasías), nacida de la ignorancia de las causas, que fue la madre del
asombro ante todas las cosas, pues ellos, ignorantes de todas las cosas, las
admiraban intensamente, como se ha señalado en las Dignidades.
(385) …De modo que, por tanto, esta Ciencia comienza por ser, en este
aspecto principal, una teología civil razonada de la providencia, la cual
comenzó desde la sabiduría vulgar de los legisladores que fundaron las
naciones al contemplar a Dios por su atributo de providente, y culminó con la
sabiduría profunda de los filósofos que lo demostraron con razones en su
teología natural.
8. ¿Por qué para Vico el recurso a la providencia divina es necesario para explicar el
curso de las naciones?
Los hombres han hecho este mundo de naciones, sin embargo, este mundo, sin duda, ha salido de
una mente muy distinta, a veces del todo contraria y siempre superior a los fines particulares que
los mismos hombres se habían propuesto; estos fines restringidos que, convertidos en medios para
servir a fines más amplios, ha obrado siempre para conservar la generación humana en esta tierra.
Por ninguna otra cosa que no sea la providencia divina, el hombre debe haber sido mantenido
dentro de ciertos órdenes para practicar con justicia la sociedad familiar, civil y finalmente humana.
Órdenes en los que el hombre, no pudiendo conseguir lo que desea, al menos desea conseguir lo que
necesita para su utilidad: que es lo que se llama “justo”. De ahí que lo que regula todo lo justo de los
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
hombres sea la justicia divina, la cual es administrada por la divina providencia para conservar la
sociedad humana.
Por eso esta Ciencia debe ser, en uno de sus aspectos principales, una teología civil razonada de la
providencia divina. La cual parece haber faltado hasta ahora, porque los filósofos la han ignorado
totalmente. Pues precisamente debieron razonarla en la economía de las-cosas civiles con toda la
propiedad de la palabra, según la cual la providencia fue llamada “divinidad” de «divinari»,
“adivinar”, o entender lo desconocido a los hombres, que es el porvenir, o lo desconocido de los
hombres, que es la conciencia.
Por tanto, esta Ciencia debe ser una demostración, por decirlo así, de la historia de los órdenes que
ella (la providencia divina), ha dado a esta gran ciudad del género humano, pues, aunque este
mundo ha sido creado y particular en el tiempo, los órdenes que ella le ha puesto son universales y
eternos.
Por todo esto, esta Ciencia, a través de la contemplación de esa providencia infinita y eterna, halla
ciertas pruebas divinas con las cuales se confirma y demuestra. Ya que la providencia divina,
teniendo por ministro a su omnipotencia, nos debe explicar sus órdenes por vías tan fáciles cuales
son las costumbres naturales humanas; pues al tener por consejera la sabiduría infinita, todo
cuanto dispone debe ser orden; y al tener como fin su misma inmensa bondad, cuanto ordena debe
estar dirigido a un bien siempre superior al que se hayan propuesto lo hombres.
Por todo esto, no se pueden desear pruebas más sublimes, sobre un argumento divino que contiene
todas las cosas humanas, que estas mismas que nos proporcionan la naturaleza, el orden y el fin,
que es la conservación del género humano.
El mundo depende de la omnipotente, sabia y benigna voluntad del Óptimo Máximo Dios.
Además, hay más razón en usar la razón en la religión (fe) que en la filosofía y ciencias, porque la
religión es más natural que las ciencias.
Filón responde a esto diciendo que la filosofía, en realidad, no es otra cosa que la vida común, pero
basada en un método y sistema que nos lleve a formulaciones cada vez más universales, y hace lo
mismo que lo que se hace en la vida corriente.
Pero la religión tiene principios elevadísimos con los que la Razón no está familiarizado, a
diferencia de la filosofía que siempre hace sus comparacion en la experiencia; en la teología solo
procedemos impulsados por nuestros instintos, porque la razón está en un mundo extraño donde
no tiene ninguna seguridad.
--
Filón toma una postura escéptica en relación a los principios de la religión porque dice que sólo
se puede enseñar con la piedad y no con la luz de la razón. Esto le responde a Demea, quien dice que
la teología es la ciencia más elevada, y que presupone la demás ciencias. Por eso Filón sostiene que,
puesto que las características de la razón humana no parecen convencernos de que podamos
elevarnos a los temas muy profundos y elevados, la pretensión de explicar todo por la razón y las
ciencias es muy dañina para el hombre.
“(…) los principios mismos de la filosofía y del saber, los cuales, al inspirar
orgullo y autosuficiencia, han venido a ser, en todas las épocas, tan
destructivos para los principios de la religión.”`
Para Filón, la razón humana es débil, ciega y muy limitada. Su escepticismo se basa
especialmente en las incertidumbres y contradicciones de los filósofos, los errores de los sentidos,
las dificultades de los primeros principios de las ciencias, y todo tipo de contradicciones respecto
de nociones como: causa-efecto, extensión, espacio, tiempo, movimiento y cantidad, que es el único
objeto capaz de dar certeza a las ciencias.
Cleantes dice que para saber que el mundo tiene una causa primera que es Dios, no es necesario hacer
rigurosos argumentos filosóficos, sino solo dar ejemplos e ilustraciones.Su intento, contra las objeciones
de Filón es mostrar la evidencia de la causa final del universo, a través del ejemplo de una lectura que
revela a su autor. [Toda verdad de hecho se funda en experiencia de la relacion efecto-causa; ejemplo: oír
en la oscuridad una voz articulada me lleva a un hombre].
Cualquier que agarre un volumen de un libro, inmediatamente admite su causa y que fue pensado por un
intelecto.
Si esto pasa con un libro, con más razón, por ejemplo, la anatomía de un animal proporciona pruebas de
una mente planificadora. Dice que los argumentos a favor de la teología natural son muy claros y
evidentes que ningún escéptico coherente puede rechazar, porque un escéptico razonable acepta solo las
verdades muy evidentes.
La causa final se presenta en la naturaleza con tal evidencia que es muy fácil llegar a una
mente planificadora.
Esta postura de Cleantes le parece un poco peligrosa a Demea, por el ejemplo de la relación que hay entre
el libro y su autor. En la lectura, el lector entra en la mente del autor, pero eso no es posible con Dios,
pues es supra perfecto, y sus atributos no nos son comprensibles, y el libro de la naturaleza tiene un
contenido mucho más misterioso que cualquier libro.
Una de las críticas de Demea a Cleantes es que las ideas que nos provienen de los sentidos son falsas e
ilusorias, y por lo tanto las ideas del pensamiento….
Por eso nada de lo que hay en el hombre se puede comparar a un Ser supremo. (es una postura
antropocéntrica).
La respuesta de Cleantes a esta crítica de Demea consiste en que si Dios no tiene nada parecido a la
creatura humana ¿Qué sentido tiene seguir discutiendo sobre este tema de Dios?
La postura de Filón frente al argumento del diseño de Cleantes muestra la postura empirista de Hume,
porque dice que no hay ninguna necesidad de que nuestras ideas tengan una causa que las explique ¿Por
qué es necesaria la analogía? Siendo que tenemos muchas ideas cuyas causas no conocemos, lo mejor es
afirmar que las ideas tienen su propio orden, y lo mismo la naturaleza.
Si se dice que este mundo material tiene que tener su causa en un mundo ideal, ¿Por qué no
tenemos el mismo derecho para basar ese mundo ideal en otro así al infinito?
¿por qué no nos detenemos en lo materia?
La mejor postura es no mirar más allá del mundo material, que tiene en su mismo el principio
de su orden, y por lo tanto el es Dios,; todo se facilita.
La respuesta de cleantes es que una vez que se encuentra a Dios por las causas finitas, ya no es
necesario preguntar cuál es su causa.
--
Cleantes propone un argumento a priori para saber que el mundo tiene una causa primera que es
Dios. Ahora bien, para explicar su postura contra las objeciones de Filón, dice no es necesario hacer
rigurosos argumentos filosóficos, sino solo dar ejemplos e ilustraciones, ya que según él todas las
conclusiones referentes a cuestiones de hechos se fundan en la experiencia de la relación causa-
efecto. Su intento será entonces mostrar la evidencia de una causa superior y máximamente
inteligente del universo a través del ejemplo de una lectura que revela a su autor. Dice Filón
entonces:
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
“Pero nunca podemos acercarnos a la Deidad con una proximidad así. Sus
caminos no son los nuestros. Sus atributos son perfectos, pero
incomprensibles.”
En el fondo, la crítica de Demea a Cleantes, es que nuestro intelecto de ninguna manera es
semejante al intelecto divino; no hay analogía posible. Pone dos ejemplos para sostener esto:
primero que nuestro intelecto está influído por sentimientos y pasiones, y sería absurdo
transferirle estos una Existencia Suprema. Segundo, el hecho de que las ideas que provienen de los
sentidos son falsas e ilusorias, y por lo tanto no tienen ningún lugar en una inteligencia suprema.
Nada de lo que hay en el hombre se puede comparar a un ser supremo.
La respuesta de Cleantes a esta crítica, consiste en que si Dios no tiene nada parecido a la
creatura humana no hay sentido alguno en seguir discutiendo sobre Dios. Aunque concede que la
Deidad posee atributos que no comprendemos, dice que no deberíamos otorgarle atributos que
sean absolutamente incompatibles con la naturaleza inteligente que le es esencial. Afirma:
“Si el mundo material descansa sobre un mundo ideal semejante, este mundo
ideal debe descansar sobre otro, y así sucesivamente. Sería mejor, por tanto,
no mirar más allá del mundo material que tenemos ante nosotros. (…)
Cuando se da un paso más allá del sistema mundano, lo único que se consigue
es despertar una actitud inquisitiva que nunca es posible satisfacer.”
La respuesta entonces de Cleantes, es que una vez que se encuentra a Dios por las causas
finitas, ya no es necesario preguntar cuál es su causa.
Demea representa el dogmático. Se podría decir que su postura es más racionalista, porque hay más
confianza en las ideas que vienen de la razón que lo que proviene de la experiencia. Parte de un
argumento a priori para demostrar la necesidad de una última causa que explique todas las causas.
Dice además que el argumento a priori es el único que nos permite conocer los atributos de Dios.
Su argumento empieza de la siguiente manera:
UNSTA – Lectura de Textos Filosóficos III (2019)
“Todo lo que existe debe tener una causa o razón de su existencia, ya que es
absolutamente imposible que algo se produzca a sí mismo o sea la causa de
su propia existencia. Así, pues, al remontarnos de los efectos a las causas,
debemos, o bien continuar en una infinita sucesión sin última causa alguna, o
bien recurrir a una causa última que sea necesariamente existente.”
Demea prueba que la primera suposición es absurda porque si nos referimos infinitamente
a causas precedentes, en definitiva, esa cadena no es causada por nada; y eso no puede ser porque
todo aquello que empieza a existir en el tiempo tiene una razón de ser. Por lo tanto se debe
preguntar luego por qué esta particular sucesión de causas existió y no ninguna sucesión en
absoluto. ¿Qué fue lo que determinó que existiese algo en lugar de nada? La única opción posible es
recurrir a un Ser necesariamente existente que lleva en sí mismo la razón de su existencia, y al cual
no puede suponérsele inexistente sin recurrir a una expresa contradicción.
Demea no sólo simpatiza con el argumento a priori, también hace una crítica del argumento
a posteriori. Dice que conocer a Dios a partir de la experiencia es imposible porque no se puede
llegar de lo finito a lo infinito. Si no hay primero un acceso al mundo espiritual no se puede ni
pensar lo material. El mundo espiritual debe ser a priori.
Ambos oyentes, Cleantes y Filón, critican la postura de Demea: Cleantes critica el pretender
demostrar un asunto de hecho mediante argumentos a priori. No acepta el querer demostrar la
necesidad de un Ser existente a partir de su propia naturaleza.
Los postulados de Cleantes son que nada puede demostrarse a menos que su contrario
implique una contradicción. Nada que pueda concebirse distintamente implica una contradicción.
Ahora bien, todo lo que podemos concebir como existente, podemos también concebirlo como no
existente. Y no hay ningún Ser supremo cuya no-existencia implique contradicción. Por lo tanto no
se puede demostrar la existencia de tal Ser.
Además según Cleantes, el argumento de Demea no tendría validez, porque las facultades
del hombre no podrían conocer la naturaleza de tal Ser superior, y por lo tanto no se podría
demostrar que existe necesariamente a priori.
Filón, por su lado, tampoco aprueba la existencia necesaria de un Ser superior. Propone, en
cambio, trasladar la exactitud de la matemática, por la cual dice que los resultados dependen de la
misma naturaleza de los mismos números, al resto de las preguntas sobre el universo. Según Filón,
si pudiésemos penetrar la naturaleza íntima de los cuerpos nos daríamos cuenta de que el universo
se explica por su misma constitución o naturaleza intrínseca.