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Servicio y ministerio en favor de los migrantes

Por: Pbro. Juan Ramón Romo Romo

En la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), desde los fines de los años 90,
se ha reflexionado y se nos apremia sobre la necesidad de cómo implementar procesos
pedagógicos en la forma de cómo trasmitir y vivir la fe1. Por este motivo, estamos
trabajando para que el complejo Santuario de santo Toribio Romo cumpla estos
requerimientos pedagógicos y sea un lugar que propicie una vivencia transformadora,
ofreciendo los servicios que lo hacen ser, precisamente santuario.

Esta visión está generando vida, dentro de los procesos de la Iglesia universal, de
una Diócesis, de una determinada comunidad eclesial. El caso del Santuario de Santo
Toribio Romo, en Santa Ana de Guadalupe, trata de responder a una necesaria e incluso
indispensable “cultura del encuentro”, atendiendo, de esta manera, una triple necesidad de
la persona humana: el encuentro con Dios, con el Otro; el encuentro con los otros; y el
encuentro con uno mismo; como lo menciona el «escucha Israel», ya plenificado por Jesús,
el principal mandamiento de la ley de Dios: Amarás al Señor, tu Dios, sobre todas las cosas
y a tu prójimo como a ti mismo.

Desde este contexto, el Santuario Santo Toribio Romo, quiere cubrir, favorecer y
llenar precisamente esta triple necesidad en el hombre.

1. Un encuentro con Dios que, ya desde la llegada al lugar, éste pueda ser un
espacio arquitectónica y espiritualmente planeado para cumplir esta misión,
donde el peregrino, desde el momento que entre por la puerta, respire los
frutos de la presencia de Dios: paz, serenidad, tranquilidad, caridad,
fortaleza, silencio meditativo, etc.
2. En el encuentro con el otro, el lugar debe facilitar el diálogo, primero con
Santo Toribio Romo, que puedan vivir la experiencia de la intercesión, de la
acogida y bienvenida que les da personalmente el santo mártir. Decimos
personal, porque algunos expresan que él es el que los recibe de una forma muy
cercana que escapa a los ojos humanos, pero que explica muy bonito la fe, el ojo
espiritual. Y segundo, con los otros, con la comunidad de peregrinos, sean los

1
Cfr. II Encuentro Nacional de Santuarios y Piedad Popular, Dimensión de Santuarios y Piedad Popular,
Comisión Episcopal para la Pastoral litúrgica, CEM, pg. 5
1
demás peregrinos que vienen de otros lugares, pero en la misma sintonía, o sea su
misma familia, papás, hermanos, amigos, de quienes se hacen acompañar, pues
observamos, que generalmente nadie viene solo, vienen en camiones por
comunidades parroquiales, o en vehículos en familia.
3. El encuentro con uno mismo que, a través de la experiencia
con Dios, la vivencia con el otro, santo Toribio, con los otros, peregrinos, los
lleve a un acontecimiento del encuentro con ellos mismos; que, saliendo de
este santuario, puedan volver reconfortados y transformados por lo vivido en
este santo lugar.

Por ello, nuestro servicio como santuario para que el peregrino, la persona que toque
el lugar, en el contexto del enfermo que toca a Jesús, que se lleve una experiencia distinta a
la que vive en la calle, en lo superficial, de forma que este espacio le pueda ofrecer, le
ayude a encontrar lo que “afuera” no encuentra, principalmente paz, fuerza, amor,
tranquilidad, serenidad, fraternidad.

a. Hemos sido testigos de que el complejo Santuario, intenta cumplir algunos


requerimientos: su arquitectura favorece el encuentro, el diálogo con Dios,
con el Santo, con los demás, impulsa al silencio, al regocijo, propicia el
confort, el descanso físico y espiritual, motiva un ambiente espiritual y ha de
sentirse reconfortado, como una gota de paz en el gran océano de ruido y
cansancio de tantos espacios físicos que pisamos en esta época. El santuario
nos ayuda a vivir una experiencia diferente a la que otros espacios ya nos
pueden ofrecer.
b. Espiritualmente cuidado, con el fin de que se pueda ofrecer, además de un
espacio agradable y confortable, los servicios y experiencia de una
celebración de la Eucaristía, en comunión y participación, motivados a la
confesión o el dialogo espiritual, sentirse escuchado, sin pasar de largo o
reconfortados en la vida de gracia.

Así lo ha expresado algún peregrino: «desde el momento que he llegado a este lugar,
he sentido una gran paz y una fuerza espiritual enorme», «toqué a santo Toribio, viví la
experiencia del perdón en la confesión, me senté en algún sitio del lugar a descansar; me
voy diferente, transformado». Y así, la mayoría coincidimos en lo mismo.

2
Pedimos a Dios, por la poderosa intercesión de Santo Toribio, que este espacio siga
cuidándose y sea siempre un lugar del encuentro, donde todos nos dejemos tocar por la
experiencia de la gracia, del cariño y la ayuda de los demás, y desde este maravilloso
encuentro, salgamos de aquí reconfortados y transformados, así sea.

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