Está en la página 1de 46

 

"Mentir
"La "Menos
PREFACI valoración
"Y serán "La bendición teoría para
y preserva "El llanto de
O en el
un solo de Eliahu más la mujer"
cuerpo"  Hanabi" r el
matrimonio" práctica"
Shalom" 
"Las "Un poco
pequeñec "El de "El buen  "El favor, la
"La casa "Shalom...
es de verdadero legumbre, carácter verdad y el
 judía"  ¿con quién?"
todos los cariño"  pero con "  Shalom"
días"  amor"
"¿Convivi
ro "Saber "La "El
"El "Buscar
habitar comprende inteligencia mérito "Control y
agradecimien lo bueno
en un r a la de la de la dominio"
to"  del otro" 
mismo mujer" mujer" Sedaká"
hogar?" 
"La
"El
 Tefilá, la
"La  estudio
"Aprendam Sedaká
"No hacer sonrisa en de Torá
os a  y las "La voz del
sufrir al
conocernos
el "Reforzar la fe" es la
Berajot dinero"
otro"  matrimonio bendición
"  de los
"  del
Sadikim
hogar"

"La "El
"El valor "Cómo "Consejo
"Nuestro "La forma bendición sentimiento
de un responder a s para el
secreto"  de corregir" del  y el
minuto" la crítica"  hombre" 
Shabat" raciocinio"
"Cómo
atravesar "La "La
"Decision "La belleza "El
"El sostén del las relación intromisión
es en de la complemen
marido"  situacion con los de los
conjunto"  mujer"  to perfecto" 
es suegros" padres"
difíciles"
"El "La Tefila "El
"Falta de "Cuidado "La
ejemplo de Ribí "Tres viernes
coincidenci con las comunicació
para los Shimhon consejos" a la
a"  ofensas" n" 
hijos"  bar Iojai" tarde"
"La
"Consejos
"El respeto "Aprender "Aprender a
"Ejemplos verdader
para la
mutuo"  a hablar" escuchar"
de la vida a
mujer"  diaria" felicidad

 Agradecemos a Alberto Sueke por darnos autor ización de publicar esta sección


 
PREFACIO
"Abarejá et Hashem Bejol Et Tamid Tehilató Befí" (Tehilim 34). "Bendeciré a Hashem en todo momento,
siempre Su alabanza se encontrará en mi boca", por haberme otorgado de Su Bienestar todos los días
de mi vida y por haber tenido el Zejut de poder estudiar y transmitir Su Sagrada Torá en nuestro querido
Bet Hakeneset-Ieshibá Or Toráh acercando los corazones de nuestros hermanos al cumplimiento de los
preceptos.

Después de haber tenido la dicha que mis libros anteriores "La Torá y la Actualidad" y "La Luz de la Vida"
fueran recibidos por la Comunidad argentina e hispanoparlante con tanta aceptación, tengo la inmensa
alegría de presentar un nuevo libro sobre uno de los temas más necesarios para asegurar la continuidad
de nuestro pueblo: el matrimonio según la óptica de la Torá.
 

Tengo la esperanza de que este humilde libro pueda servir como guía o como un elemento de autoayuda
en las situaciones normales que se presentan en todo matrimonio. En muchos casos, parejas han
cambiado su manera equivocada de actuar luego de haber escuchado alguna disertación de un Rabino
sobre el hogar judío o de haber leído alguna bibliografía al respecto. El motivo de ese cambio es simple:
todo lo que se pueda escuchar o leer está basado en la fuente milenaria de nuestra Sagrada Torá que
condujo a nuestros Antepasados a lo largo de las generaciones en lo que respecta a la relación con el
prójimo y, por sobre todo, en el propio matrimonio.
Esta pequeña obra no es la excepción. Todo lo que está escrito en ella no es sino lo que nuestros
Jajamim nos han enseñado en distintos textos mencionados en la bibliografía detallada al final del libro.
De ninguna manera se trata de expresiones propias del autor.

En muchos casos y para hacer más amena la lectura, hemos acompañado los comentarios con sucesos
de la vida diaria o con parábolas ilustrativas. Intentamos así que el lector sienta que le están hablando en
primera persona y que su problema no es algo fuera de lo común o que sólo a él le sucede, sino que
está contemplado claramente en la sabiduría de la Torá. Ella le dará la respuesta y la solución justa a su
conflicto.

Qué profundo es el concepto de nuestros Jajamim cuando nos enseñan: "Un hombre y una mujer que
tienen Zejut, la Shejiná se posa en ellos" (Sotá 17). Esto significa que está en manos de la pareja
transformar la unión matrimonial en un lugar sagrado en donde se deposite la Divinidad. Ese Santuario
es el hogar judío cuando se construye con las bases de la Torá y no según los instintos de sus
integrantes. Se trata de un Santuario donde la tolerancia, el respeto y el pensar en el otro dejando de
lado el egoísmo personal, fundamentan su existencia. De esta manera lo llenan de alegría más allá de
las vicisitudes que la vida pueda deparar. Nadie debe darse por vencido. Si hasta ahora se ha elegido un
camino equivocado, siempre existe la oportunidad de modificarlo y quiera Boré Olam que alguno de los
conceptos escritos en esta obra puedan ayudar a conseguirlo.
Para facilitar la lectura, hemos dividido el libro en comentarios sobre la Perashá semanal. Si bien en
muchos capítulos el tema tratado gira en torno a la sección semanal de la Torá, la intención principal es
que el libro pueda ser leído como un Dibré Torá en la mesa de Shabat en forma conjunta por el
matrimonio. Sólo le pido -estimado lector- que analice y acepte con objetividad los puntos que considere
que debe mejorar y que no utilice lo escrito para criticar a la otra parte.

Quiero agradecer a todos aquellos que hicieron posible la edición de esta obra. A mis queridos padres,
por haberme educado en el camino de nuestra Sagrada Torá, que el Todopoderoso les otorgue una larga
vida llena de dicha, salud y tranquilidad. A los patrocinantes de este libro en un momento tan difícil desde
el punto de vista económico que nos toca vivir, mi reconocimiento por su generosa colaboración para que
podamos entre todos ver crecer cada vez más a nuestra Institución: Bet Hakeneset "Or Toráh", Escuela
Integral Rabino Elías Suli Z"L, Jardín de Infantes Moré León Freue Z"L y Ieshibá "Or Toráh", destinatarios
de los beneficios económicos de la edición de este libro.

 Al querido Kahal Kadosh de "Or Toráh" y a la Comisión Directiva del mismo, por el aliento constante para
poder desarrollar mi humilde tarea más allá de las lógicas dificultades que se presentan. Mi especial
agradecimiento a mis secretarios, Srta. Keila Nevaj y Sr. Fabio Leinado por su continua preocupación no
sólo para que este libro llegue a vuestras manos en las mejores condiciones, sino también por alivianar
mi tarea en todo lo que les es posible. Mi reconocimiento también a la Profesora Beatriz Acrich de
Cohen, quien nuevamente y como en mis libros anteriores, ha brindado desinteresadamente su tiempo y
dedicación para la corrección de los textos. Una mención especial al Sr. Gabriel Hambra y a su esposa
Yudith por la colaboración para el diseño y dibujo de la tapa. Mis palabras de aprecio y estima para el Sr.
Jaime Cohen Kichik quien, como en las anteriores oportunidades, fue el encargado de la confección de
la tapa y la diagramación del libro.

 Ajaron Jabib: mi querida familia. Todas las bendiciones de Hashem para mi querida esposa y mis hijos
por alentarme en todos mis emprendimientos y apoyarme con tanta comprensión y entendimiento. Que
Hashem alargue nuestros días con felicidad y nuestros años con gracia y salud hasta la llegada del
Mashiaj en nuestros días. Amén.

Elevo mis ojos al Cielo y agradezco a Di-s con todo mi corazón, por haber tenido el mérito de poder
dedicar mi vida a estudiar y transmitir la Torá Sagrada. Que seamos nosotros y nuestros descendientes,
 

y los descendientes de nuestros descendientes, todo conocedores de Tu Nombre y estudiosos de Tu


Torá en Nombre Divino. Bendito seas que enseñas Torá a Tu pueblo Israel.
Rafael Freue

"La valoración en el matrimonio"


Uno de los conceptos básicos para alcanzar el éxito en cualquier grupo de personas que trabajan en
algo en común consiste en saber valorar y respetar a todos los integrantes del mismo, puesto que
mientras mejor se conviva, todo se podrá planificar y desarrollar de la mejor manera posible. Este punto
fundamental en cualquier empresa, adquiere realce y es prioritario en el matrimonio, en donde el respeto
y la valoración mutua es la raíz primordial que permitirá alcanzar la alegría y la felicidad que cualquier
pareja desea y anhela.

El éxito de cualquier empresa depende del valor que le demos. Gran parte de los problemas que
hoy viven muchos matrimonios comenzaron por no saber valorar la empresa que ambos -marido
y mujer- constituyen. ¿Cuáles son las causas de esa falta de valoración? Quizás una de ellas sea la
influencia de ideas extrañas a nuestra fe, que consideran al matrimonio como si fuera una situación de la
que -en lo posible- es mejor alejarse. Según esta teoría, quien no se casa no peca y, por lo tanto, se lo
considera como si fuera una persona "sagrada". Este concepto contribuyó a que muchas personas
observaran al casamiento como algo negativo. Los medios de comunicación que en muchos casos
exageran noticias sobre matrimonios en conflicto, contribuyen también a crear una visión errada sobre
una de las bases del pueblo judío: el matrimonio.

La óptica de la Torá es completamente distinta. La ceremonia propia del casamiento recibe el nombre de
"Kidushin" que en hebreo significa "santificación". No se trata simplemente de unir física y
sentimentalmente a dos personas, sino que el tema es mucho más elevado aún. Dos facetas incluye el
concepto de Kedushá (santidad). Por un lado, implica que no sólo que no se peca al contraer
matrimonio, sino que por el contrario, el pecado se encuentra cercano a quienes no lo hacen. El
hombre que forma su hogar con la santidad que el mismo requiere, estará protegido de caer en el
pecado además de cumplir con el primer precepto que la Torá menciona: "Multiplicaos, aumentaos y
llenad la tierra" (Bereshit 1). La mujer con su comportamiento recatado logra que las faltas que se
cometan en su hogar sean perdonadas. El Midrash Tanjumá comenta que así como el altar expía los
pecados de Israel, la mujer recatada purifica con su conducta a su hogar de cualquier pecado que
se haya cometido en él. El valor de la Torá que el hombre estudia luego de haberse casado es mucho
mayor que el de quien lo hace soltero, porque su estudio se realiza con pureza y sin pensamientos
incorrectos. Sobre esa persona se cumple el versículo del rey David en el Tehilim 19: "El temor a
Hashem puro se mantiene eternamente" (Iomá 22).

Por otra parte, la segunda faceta de la Kedushá se refiere a que por intermedio del matrimonio,
Hashem deposita Su Divinidad en cada hogar judío. Así dijeron nuestros Sabios: "Un hombre y una
mujer que tuvieron Zejut, la Shejiná se encuentra entre ellos" (Sotá 17). No es circunstancial que las
palabras "Ish" (hombre) e "Ishá" (mujer) posean las mismas letras en común y que sólo tengan a las
letras "Iod" y "He" como no comunes y que forman a su vez el nombre de Hashem. Se refleja de esta
forma la presencia Divina. Si lamentablemente el comportamiento de la pareja no permite que Hashem
pose Su Divinidad en el hogar, las letras comunes de ambas palabras, la "Alef" y la "Shin" forman el
término "Esh" que significa fuego y que destruye el hogar. Los desastres que hoy observamos en
muchos hogares, son consecuencia directa de haber olvidado que Hashem quiere permanecer en el
hogar. Sólo que la pareja no le permite hacerlo al dejar de lado el respeto mutuo al que nos referimos
anteriormente. No observar preceptos fundamentales tales como el Kasher, Taharat Hamishpajá, el
Shabat, la educación de los hijos en el camino de la Torá y tantos otros preceptos básicos mencionados
en la Torá, no permiten a Hashem posar su Divinidad en ese hogar.
Hoy más que nunca debemos recomponer la verdadera familia judía -base de nuestro pueblo-
sustentada en los principios que Hashem nos otorgó. Sólo con ellos encontraremos la felicidad con la
presencia Divina en nuestro hogar. El matrimonio basado en los lineamientos de la Torá, es el que
las estadísticas certifican como el más exitoso y el que registra un número ínfimo de divorcios.
¿Cuál es la clave? La valoración y el respeto mutuo. Cuando llega la noche de Shabat, el marido canta el
"Eshet Jail" a su esposa, en donde a lo largo de veintidós versículos el rey Shelomo pondera y alaba a la
 

mujer judía. Gracias a esta valoración del hombre hacia su mujer, la familia se mantiene y se consolida.
Para el judaísmo, el matrimonio no sólo que es un hecho positivo, sino que es considerado como la base
de quien se considere digno de ser llamado persona. "Toda persona que no se casa, vive sin bienestar,
sin bendición, sin alegría, sin paz, sin Torá y no se llama persona", concluye en forma clara y terminante
el Talmud en Iebamot 63.
En el día de Iom Kipur, la fecha más sagrada del calendario judío, el Cohen Gadol cumplía una misión
fundamental en el servicio que se realizaba en el Bet Hamikdash. La primera condición que se le
requería para poder hacerlo, era que debía ser casado. Hasta hoy, y como un recuerdo de este principio,
el Jazan que oficia en los días de Rosh Hashana y Iom Kipur debe ser casado, como lo determina el
Shulján Aruj en el Simán 581 - 1.
Todos sabemos la importancia del Shabat para el pueblo de Israel. ¿Cuál es el simbolismo con el que
reflejamos la unión entre el Shabat e Israel? Precisamente con un novio y una novia. De esta forma,
valoramos aún más el matrimonio. "Leja Dodi Likrat Kalá, Pene Shabat Nekabelá"; así comienza el canto
con el que recibimos el Shabat y que significa: "Ve mi amado (Israel) al encuentro de la novia, la faz del
Shabat recibimos".
Los ejemplos de la importancia del matrimonio para la Torá podrían seguir, pero con lo expresado es
suficiente para que valoremos el hogar que constituimos y tomemos de la Torá la guía para saber
cómo conducirnos en él. Así alcanzaremos la felicidad y la alegría que tanto anhelamos.

"Y serán un solo cuerpo"


Uno de los temas más importantes para la vida del Iehudi es la conducta con la que debe comportarse
en su matrimonio. La Torá reglamenta y determina cuáles son las actitudes a tomar en todas las
situaciones que puedan presentarse. Paradójicamente, muchas personas se consideran expertas y
creen innecesario recibir orientaciones o consejos para obtener así una vida de felicidad. Quizás la
influencia de novelas románticas o de películas cinematográficas les han hecho creer que saben
absolutamente todo lo que su pareja siente en su corazón. Las discusiones y los problemas que la vida
depara, les hace comprender -a veces en forma tardía- el error en que incurrieron.

No sucede lo mismo con aquellos que valoran la sabiduría de la Torá. Ellos dedican parte de su tiempo
tan precioso a estudiar y analizar profundamente las enseñanzas de la Torá para aplicarlas a la vida
matrimonial. Comprenden que el tiempo que la pareja comparte en la vida es extenso. Si por ejemplo
una persona comparte sólo una hora por día con su esposa, a lo largo de 50 años se habrán
transformado en más de 18.000 horas. Por lo tanto, se debe saber cómo comportarse para poder
disfrutar realmente todo ese tiempo.

Por supuesto que no se trata de una tarea sencilla. Cuando alguien se encuentra circunstancialmente
con otra persona, es relativamente fácil llevarse bien con ella y no tener discusiones. Si hay alguna
diferencia podrá dejarse de lado, ya que luego del encuentro cada uno seguirá su camino. No sucede lo
mismo en un hogar. Allí se comparte toda una vida con un ser que por naturaleza es distinto. Las
vicisitudes de la vida transforman al matrimonio en una especie de olla de presión, en donde las malas
cualidades salen a relucir en forma lamentable. Evidentemente, la mejor solución para evitar futuros
problemas es estudiar estos temas y superarse continuamente para poder beneficiarse así con años
llenos de éxito y felicidad.
No debemos olvidar que gran parte de los preceptos que la Torá determina están basados en la relación
con el compañero. La pareja de la persona no sólo que está incluida en este grupo, sino que es el
primer ser al que debemos aprender a tratar. 
El Talmud en el tratado de Abodá Zará 17 comenta cuando los romanos encarcelaron a Ribí Jananiá ben
Teradion y a Ribí Elazar ben Parta. Éste último le dijo a Ribí Jananiá: "Bienaventurado que fuiste
atrapado por haber transgredido sólo una falta, pobre de mí que recibí cinco acusaciones". Ribí Jananiá
le contestó: "Bienaventurado eres tú que a pesar de las cinco acusaciones salvarás tu vida. En cambio,
yo fui acusado por una sola falta y no me podré salvar. El mérito que te ha protegido es que te has
dedicado a estudiar Torá y a hacer Guemilut Jasadim. En cambio, yo sólo me he dedicado a estudiar
Torá". El Talmud se sorprende de la respuesta de Ribí Jananiá y pregunta: "¿Acaso Ribí Jananiá no se
 

ocupó de hacer favores? Hemos aprendido que era tesorero del dinero de la Sedaká y era tan confiable
en su trabajo, que Ribí Eliezer Ben Iaacob dijo que nadie entregue dinero a una caja de Sedaká si el
tesorero que la maneja no es Talmid Jajam como lo era Ribí Jananiá Ben Teradion". Para corroborar esta
idea, el Talmud relata que en una oportunidad se le mezcló a Ribí Jananiá dinero propio con dinero de
Sedaká y para evitar cualquier duda, dejó todo el dinero para Sedaká. Tenemos así una prueba
fehaciente de cómo Ribí Jananiá se había dedicado a hacer Sedaká y Guemilut Jasadim. La respuesta
del Talmud es que si bien había hecho Guemilut Jasadim, no lo había hecho de acuerdo con lo que
correspondía a una persona de su nivel. A pesar de toda la Torá que había estudiado y enseñado, hubo
una acusación celestial en contra de Ribí Jananiá ben Teradion por no haberse dedicado a hacer
Guemilut Jasadim en el nivel que le correspondía.

Debemos tener presente que el Guemilut Jasadim empieza por casa y por sobre todo en la
relación con la pareja. Es cierto, se puede ayudar a necesitados, visitar enfermos, consolar deudos y
alegrar a novias entre tantos otros ejemplos de Guemilut Jasadim. Pero en el Shamaim analizan de
manera especial cuál es el comportamiento de cada persona en su hogar, con quienes se
encuentran a su alrededor. En base a esas actitudes, se juzga y califica en el Shamaim a cada
persona. 
Para aclarar los conceptos aún más, podemos recordar aquellas palabras vertidas por el Rab Jaim
Fridlender Z"L: "la obligación de hacer favores con el compañero es una Mizvá muy importante. En caso
de que alguien no la realice como corresponde, si bien será acusado en el Shamaim por su error, no
dañará en forma directa a su compañero, ya que seguramente otra persona llenará el vacío que él dejó.
Pero con respecto al favor que debe existir entre marido y mujer, la situación es distinta. Lo que ellos no
hagan nadie lo hará. Por eso, la misión de hacer favores en el hogar es mucho más importante que la
de hacerlos con cualquier otra persona".
Quizás el error consista -como comenta el Rab Iehuda Grinvald Shelita en su libro "Ladaat Baarez
Darkeja"- en considerar al hogar como el lugar de la tranquilidad y el sosiego. El hombre piensa que
luego de un agotador día de trabajo llegó el momento de descansar. Al ingresar a su casa se encuentra
con que su mujer le comenta las dificultades del día, los niños reclaman su atención y el pobre marido se
encuentra destruido. "¡Para esto llegué a casa! ¡No puedo descansar ni siquiera un minuto!". Es la
reacción lógica de aquel que piensa sólo en sí mismo. Por supuesto que la mujer debe tener la
suficiente inteligencia para dejarlo descansar cuando ingresa al hogar y no incomodarlo inmediatamente
narrándole las dificultades diarias que debió afrontar. Pero el hombre por su parte debe saber que su
preocupación debe estar en brindar siempre bienestar a quienes lo rodean y no en reclamar beneficios
propios.

Sobre el versículo de Bereshit 2: "No es bueno que el hombre se encuentre sólo. Le haré una ayuda
frente a él", el Ramban formula la siguiente pregunta: "según la versión del Talmud en Erubim 18 que
comenta que el hombre fue creado en un solo cuerpo junto a la mujer y luego Hashem los separó, ¿por
qué no continuó siendo la mujer parte de su propio cuerpo?". El mismo Ramban responde: "vio Hashem
que era conveniente para el hombre que la mujer se encontrara frente suyo y que se uniera a él de
acuerdo con su voluntad". Como bien explica el Rab Fridlender Z"L, la elección del hombre consistirá
en acercarla o en alejarla con sus actitudes. Lo que en principio era natural ya que se encontraban
unidos, deberá realizarse ahora por cuenta del hombre para que así se cumpla el versículo: "Y serán un
solo cuerpo" (Bereshit 2).

Cuando se invierte tiempo y esfuerzo para aprender a conducirse en el hogar, se recibe una
ayuda celestial especial para construir un hogar judío con todo lo que este concepto incluye. En
él se superarán todas las dificultades que puedan presentarse y por sobre todo se encontrará una
elevación espiritual que será ejemplo para todos los matrimonios de Israel.
"La bendición de Eliahu Hanabi"
El Shalom es la base esencial para la convivencia humana. Así lo expresa Raban Shimhon ben Gamliel
en el Pirke Abot 1: "Por tres cosas el mundo se mantiene: por la justicia, por la verdad y por la paz". Por
otra parte, es la bendición por excelencia que Hashem otorgó al pueblo de Israel: "Hashem dará poder a
su pueblo, Hashem bendecirá a su pueblo con paz" (Tehilim 29). No existe tesoro más precioso para
 

Israel que el Shalom. El término que se utiliza para saludar a una persona al encontrarla es decirle
precisamente Shalom, ya que es la mayor bendición que un ser humano puede alcanzar.
La oración principal que decimos tres veces al día, concluye recordando que Hashem bendice a Israel
con el Shalom. Cuando los Cohanim bendicen al pueblo, lo hacen como intermediarios entre el Creador
y el pueblo de Israel. ¿En qué consiste esa bendición? La Torá en Bamidbar 6 lo detalla: "Que te bendiga
el Eterno y te cuide. Que ilumine el Eterno Su Rostro hacia ti y te agracie. Que eleve el Eterno Su Rostro
hacia ti y que deposite sobre ti el Shalom". Nuevamente, el Shalom es el broche final de la bendición
de los Cohanim.
Cuando el rey Shelomo destaca el valor y la importancia de la Torá, la compara con el Shalom. Así lo
expresa en Mishlé 3: "Todos sus caminos (de la Torá) son caminos de gracia y todos sus senderos son
de Shalom". Nuestros Sabios determinaron que en cada hogar de Israel se deben encender las velas en
la víspera de Shabat. Uno de los motivos de esta Mizvá es que gracias a que la casa está iluminada,
reina el Shalom en el hogar. Hasta tal punto el Shalom es importante, que la jurisprudencia determina
para quien por su situación económica apremiante no dispone de dinero para comprar velas de Shabat y
de Janucá y debe elegir entre unas y otras, deberá comprar el Ner de Shabat. Quien debe elegir entre
comprar el Ner de Shabat o el vino para el Kidush, también debe comprar el Ner de Shabat. ¿Cuál es el
motivo? La respuesta de nuestros Sabios es: "No existe nada más importante que el Shalom del
hogar, representado en este caso por el Ner de Shabat".
Cuando el marido regresa del Bet Hakeneset en la noche de Shabat e ingresa a su hogar, su primera
expresión es: "¡Shabat Shalom!". En ese momento tan especial, se dirige a los ángeles que lo
acompañan desde el Bet Hakeneset hasta su hogar y les dice: "Shalom Alejem Malhaje Hasharet...",
"Shalom para ustedes, ángeles Celestiales". Luego de recitar el Kidush, los padres bendicen a sus
hijos colocando sus manos sobre la cabeza de cada uno de ellos diciendo Bircat Cohanim que también
expresa el Shalom. Quizás hubo un enojo en la semana, quizás la madre o el padre se molestaron con
sus hijos por algún error que cometieron, pero en ese instante se olvida lo sucedido. Los corazones se
unen frente a la luz del Shabat y el Shalom reina en el hogar .
Cuando el Midrash se refiere a la importancia del Shalom, menciona el siguiente ejemplo: Un rey quiso
probar a sus sirvientes para ver si eran dignos o no de su bendición. ¿Cómo lo hizo? Les dijo lo
siguiente: "Si alguno de ustedes me pide algo se lo daré, sólo que a su compañero de tareas le daré el
doble". Como había compañerismo entre ellos, cada uno se preocupaba por pedir primero, para que así
su compañero recibiera el doble. Cuando el rey vio esta actitud les dijo que no diferenciaría entre ellos,
sino que a todos les daría por igual lo mejor. He aquí que el Shalom es la fuente de la Berajá. Pero había
dos sirvientes que se odiaban y envidiaban mutuamente. Ninguno de ellos le pedía nada al rey, para
evitar así que al otro le dieran el doble de lo que él solicitara. El rey observaba el silencio de ambos,
hasta que uno de ellos tomó la palabra: "Mi pedido es..... que me saquen un ojo, ya que de este modo a
mi compañero le sacarán los dos". El rey, al analizar el odio que existía entre ambos les dijo: "Les
sacarán los ojos a ambos, ya que no son dignos de recibir mi bien".

El valor del Shalom es en los momentos en que las ideas son distintas y no se comparten los
mismos criterios. Los que valoran su importancia prefieren conceder y no transgredir la bendición del
Shalom. "Busca el Shalom y persíguelo", nos enseña el rey David en el Tehilim 34, puesto que realmente
es sencillo no discutir ni pelear cuando las ideas se comparten. "Osé Shalom Bimromav" (Iob 25), o sea,
"quien hace el Shalom en los Cielos", porque nuestros Sabios nos enseñan que en los Cielos un ángel
de fuego se encuentra frente a un ángel de agua y sin embargo no se dañan, ya que ambos fueron
creados por el Todopoderoso con un solo deseo: servir a Quien creó el agua y el fuego.

En una oportunidad, tres jóvenes se encontraron en un camino que conducía a una ciudad. Cada uno de
ellos se dirigía a la ciudad por un motivo distinto. El primero tenía como objetivo encontrar una mujer
virtuosa con quien casarse, debido a que consideraba que ésa era la base fundamental del hogar que
deseaba construir. El segundo joven expuso que todo su interés estaba concentrado en obtener dinero
ya que, según su criterio, era lo principal de su vida. El tercer joven buscaba un lugar donde poder
estudiar Torá con concentración y profundidad.
Eliahu Hanabi se presentó delante de ellos con la apariencia de un anciano y le preguntó al que
ambicionaba dinero qué haría si realmente lo consiguiera. La respuesta del joven fue que se dedicaría a
 

hacer favores al prójimo y a dar caridad. Eliahu Hanabi le dijo que no se olvidara nunca de lo que había
dicho y le entregó una moneda sin explicarle por qué lo hacía.
Cuando Eliahu Hanabi se dirigió al joven que deseaba estudiar Torá, escuchó que éste prometía que en
caso de desarrollar sus conocimientos, se dedicaría a enseñar Torá a toda persona que quisiera
aprender sin importarle si se trataba de un niño o de un anciano. Eliahu Hanabi le entregó un papel en
el que estaban escritas las letras del abecedario hebreo y le recordó que no olvidara su promesa.

El joven que deseaba casarse con una mujer virtuosa le expresó al anciano que cuidaría como base
fundamental de su hogar el Shalom que reinaría en él. Eliahu Hanabi le indicó una puerta de la ciudad en
donde encontraría a su pareja y así el anciano desapareció de la vista de los jóvenes.
El tiempo transcurrió y los tres jóvenes consiguieron lo que tanto anhelaban. Después de unos años,
Eliahu Hanabi decidió probarlos para ver si cumplían con lo prometido. Se les presentó como un anciano
muy pobre con dos pequeños huérfanos de su mano. En principio se presentó delante del joven que se
había convertido en millonario y le solicitó una ayuda para los pequeños huérfanos. El joven le respondió
que no disponía de tiempo para poder atenderlo. Eliahu Hanabi le recordó que tiempo atrás le había
dado una moneda. En ese momento, el joven se descontroló, buscó la moneda, se la entregó al anciano
y lo expulsó de su hogar. Al poco tiempo, el joven perdió toda su fortuna en un mal negocio.

El anciano se dirigió con los dos huérfanos del joven que había estudiado Torá para solicitarle que le
enseñara a los niños, porque éstos no tenían con quien hacerlo. La respuesta del joven fue que no tenía
tiempo para perder con los niños, debido a que estaba estudiando temas muy profundos que requerían
toda su concentración. Al recordarle el anciano que tiempo atrás le había dado un papel con las letras del
abecedario, el joven se lo devolvió y se retiró del lugar. Al poco tiempo, una enfermedad imprevista
hizo que el sabio joven olvidara todo el estudio que había adquirido. 
El anciano se dirigió entonces con los dos niños a la casa del joven que deseaba casarse con una mujer
virtuosa. Se encontró precisamente con la esposa que los atendió amablemente, les sirvió de comer y
les comentó que su esposo era pastor de ovejas y un excelente marido. Cuando el joven regresó a su
hogar y se encontró con los invitados, bendijo a su esposa por haberlos atendido y por tener la cualidad
de Abraham Abinu de recibir huéspedes. A pesar de que no había quedado comida para él, el joven no
se enojó ni perdió la calma. Por el contrario, le ofreció dormir en ese lugar al anciano y a los niños, pero
Eliahu Hanabi le respondió: "Hace un año te encontré en el camino con los otros jóvenes. Ellos no
cumplieron lo que prometieron; en cambio, tú mantuviste tu promesa de respetar el Shalom de tu
hogar y la Divinidad posa en él. Te hago entrega de la moneda y del papel que les había entregado
a ellos. Desde hoy en adelante dejarás de ser pastor de ovejas para convertirte en el Rab de tu
comunidad y además serás millonario y honrado por todos. El Shalom Bait es la base de la
riqueza y de la felicidad". 
Que se cumpla en nosotros la frase con la que finalizamos la oración de todos los días: "Quien hace el
Shalom en los Cielos, Él hará paz sobre nosotros y sobre todo Su pueblo Israel y dirán Amén".
"Menos teoría y más práctica"

¿Cuántos comentarios leímos en nuestra vida sobre la importancia del Shalom Bait? Seguramente que
muchos. Pero debemos preguntarnos: ¿todos esos consejos de la Torá han servido para mejorar nuestro
comportamiento y corregir errores? O por el contrario, ¿somos los mismos que antes, con la diferencia
de que adquirimos conceptos que no llevamos a la práctica? ¡Qué pregunta difícil! Pero real, ¿o no?

Imaginemos nosotros a un burro cargado con los libros más filosóficos e importantes que existan en el
mundo. ¿Por eso dejó de ser un burro? ¿De qué sirve saber si no se pone en práctica lo que la Torá
nos aconseja para nuestro bien? 
El rey Shelomo en Mishlé 15 nos enseña: "Un oído que escucha reproches en la vida, sólo en los
a, como si se tratara de un tema en el que él no estaba involucrado. Mientras tanto, el Rab del lugar al
escuchar la disertación lloraba desconsoladamente. Cuando finalizó la conferencia, el marido en cuestión
se acercó al Rab para felicitarlo por sus palabras y le dijo que compartía plenamente lo que había
expresado. ¡Ni se dio por enterado de que el mensaje era para él! El Rab del lugar que se había puesto a
llorar le agradeció al Rab porque las palabras vertidas lo habían hecho reflexionar. Recordó que le había
 

pedido a su señora que le corrigiera unos apuntes que había escrito. "¿Acaso no le alcanza con todo el
trabajo del hogar?", reflexionó arrepentido el Rab. "¡Gracias por abrir mis ojos!", le dijo al disertante.
¡Pensó que el mensaje era para él!

El Talmud dice, en Shabat 127, que hay seis cosas por las que se recibe parte de pago en este mundo,
quedando el capital íntegro para el mundo venidero: recibir huéspedes, visitar enfermos, concentrarse
en la Tefilá, madrugar para ir al Bet Hamidrash, educar a los hijos con Torá y juzgar al prójimo para el
lado bueno.
Cada hogar judío debe estar basado en el ejemplo de Abraham Abinu que abría las puertas de su hogar
no sólo para atender y dar de comer a los necesitados, sino por sobre todo para infundir la fe en el
Todopoderoso y acercar al huésped al cumplimiento de la Torá y Mizvot. De esta manera, la casa judía
se transforma en un pequeño santuario que irradia Emuná, recibiendo con alegría y satisfacción a
quienes la visitan y alentando a quienes viven situaciones difíciles.

Se cuenta sobre un comerciante, que visitó en una oportunidad una ciudad en busca de una mercadería
determinada. Al entrar a la dirección que le habían recomendado, se sorprendió al ver a un vendedor
bastante mayor que le contestó: "Lo siento, no tengo más esa mercadería, pero la puedes conseguir en
la casa de mi padre... que vive cerca de acá". Sorprendido el comerciante por el hecho de que esa
persona mayor tuviera padre y que trabajara, fue a esa nueva dirección y se sorprendió al ver a un
anciano sentado en su silla trabajando, que le contestó: "Lo lamento, yo tampoco tengo esa mercadería,
pero la puedes conseguir... en lo de mi padre, que vive cerca de acá". No podía creer el comerciante que
este anciano tuviera padre. Al llegar a la nueva dirección, se encontró con un anciano que lo recibió y le
vendió lo que necesitaba. El comerciante se animó a preguntarle: "¿Qué mérito ha tenido usted para
tener larga vida?". Contestó el anciano: "El mérito es de mi señora y ahora entenderás por qué".

En ese instante, apareció la señora del anciano y éste le pidió que sirviera una porción de sandía para el
invitado. La señora regresó con una sandía enorme y el anciano le dijo: "Nuestro invitado merece una
sandía de mejor calidad; por favor, cámbiala por otra". La señora regresó al instante con otra sandía y se
repitió la situación anterior, hasta que en la tercera oportunidad trajo una de la calidad que la honra del
huésped merecía. Después de comer, le preguntó el anciano al comerciante: "¿Cuántas sandías crees
que hay en nuestra cocina?". El comerciante contestó: "Por lo menos tres". "Te equivocas", le dijo el
anciano, "sólo tenemos una, pero quise mostrarte nuestra alegría por recibirte en nuestro hogar. Mi
señora siempre trajo la misma sandía. Ahora entiendes el mérito de mi mujer, ya que otra hubiese dicho:
‘No tengo otra sandía’, avergonzándome a mí y a ti, pero mi señora inteligente supo cómo comportarse
correctamente por tu honor y por el mío".

 Aprendemos de este Maasé, cómo la mujer trae la bendición y la alegría a su hogar atendiendo de
buena forma a sus invitados y poniendo en práctica las enseñanzas de Abraham Abinu. 
"El verdadero cariño"

Los motivos que llevan a formar un matrimonio son distintos según se trate de una pareja observante de
los preceptos o de quienes se encuentran alejados de los mismos. En este último caso, luego de un
encuentro circunstancial se inicia una relación basada en una atracción física y en un sentimiento de
amor mutuo. Se llega a la conclusión de que son tal para cual. Cualquier diferencia que pudiera existir,
será cubierta por el cariño mutuo que se dispensan.

Por varios motivos deciden casarse. En primer lugar, para ayudarse uno al otro, serán felices, formarán
una familia, estarán acompañados en la vida y por sobre todo, se quieren tanto que no hay motivo para
no contraer enlace. Si analizamos más profundamente, nos daremos cuenta que todos estos puntos
giran sobre una misma base: el camino al matrimonio es la mejor garantía para obtener los mayores
beneficios desde varios puntos de vista. 
Cuando surgen desentendimientos entre la pareja, esta base se desmorona y la puerta de la separación
se abre de par en par. La creencia de que el amor que sustentaba la relación cubriría todos los
inconvenientes no se cumplió en la práctica. ¿Por qué fue así? Porque era un amor ficticio, basado en
la belleza o en sueños imaginarios y no en el análisis de las características verdaderas de la
pareja. 
 

Distinto por completo es el matrimonio basado en los valores de la Torá. Sus integrantes saben la
importancia que cada familia tiene para el pueblo de Israel en general. Formar un matrimonio es uno
de los preceptos que la Torá establece, exactamente igual como lo es ayunar en el día de Kipur.
Por eso, el concepto de amor para este tipo de parejas tiene otro significado. Para ellos, el amor es el
medio que otorgó Hashem al ser humano para alcanzar el objetivo: formar una familia. Conceptos
radicalmente opuestos a aquellos que se encuentran alejados de la Torá y piensan que la formación de
la familia es el medio para encontrar y consolidar el amor preexistente.

Cuando la Torá relata que Izjak Abinu contrae matrimonio con Ribka Imenu, el versículo de Bereshit 24
dice: "Y la trajo Izjak (a Ribka) a la carpa de Sara, su madre, fue para él su mujer y la amó". O sea que el
verdadero amor que une a la pareja es posterior al matrimonio. Cuando cada uno de sus integrantes
observa la preocupación y el esfuerzo del otro para complacerlo, los lazos del cariño basados en los
principios que la misma Torá establece, unen a la pareja por toda la vida. Ese amor se multiplica con el
correr de los días, a diferencia de lo que sucede en otros hogares en donde cada vez se debilita más
luego del fervor existente en el noviazgo.

De ninguna manera se trata de observar en forma negativa el sentimiento de amor que debe existir entre
la pareja. Entre las bendiciones que se formulan en el momento de la Jupá, la última de ellas menciona:
"Bendito Tú Di-s... que creó felicidad y alegría, al novio y a la novia,... amor, hermandad, paz y
compañerismo". El propio Rambam en las Halajot que corresponden al matrimonio determina:
"ordenaron nuestros Jajamim que el hombre respete a su esposa más que a su propio cuerpo y que la
ame como a su cuerpo" (Halajot Ishut 15). Sólo que éste amor está fundamentado en la valoración
mutua que existe entre la pareja. No es un amor condicionado por un motivo, ya que en ese caso
cuando el mismo desaparezca, el cariño se esfumará como si nunca hubiera existido. No depende de
instintos, deseos o placer, sino que se fundamenta en una visión no egoísta que permitirá una elevación
espiritual constante para alcanzar la verdadera felicidad. El verdadero amor está basado en saber
tolerar y brindarse por el otro. Ese amor no está sustentado en la búsqueda de derechos o
beneficios personales. 
Una de las diferencias básicas entre el ser humano y el animal consiste en que éstos se preocupan sólo
por sí mismos. Nunca veremos a un perro o a un caballo que se moleste en llevar comida a otros
animales de su misma especie. Por el contrario, cada uno peleará con el otro por la misma porción. El
ser humano, creado a imagen y semejanza Divina, debe entender y sentir la necesidad del prójimo
y esforzarse por ayudarlo. 
En una oportunidad, un Iehudi se presentó delante de su Rab para quejarse de un compañero que había
abierto un negocio similar al suyo en la misma calle. El Rab le contestó: "¿Sabes por qué un caballo
patea el agua de un arroyo cuando toma de ella? Sucede que al inclinarse para beber y observar a ‘otro
caballo’ con sus mismas intenciones, se llena de furia y patea. Su falta de inteligencia no le permite
entender que el ‘otro caballo’ es él mismo y que el arroyo tiene agua suficiente para ambos". El Rab
terminó diciendo a su alumno que no debía comportarse pensando que un hermano suyo le sacaría lo
que a él le corresponde. Debía alegrarse que existiera otro Iehudi que encontrase el sustento para su
familia. Por otra parte, no debía preocuparse, ya que Hashem le daría a él lo necesario para la vida.
Este tema adquiere una relevancia fundamental en el matrimonio, donde tanto el marido como la mujer
se comportarán como seres humanos sólo si realmente se preocupan por el otro y por sus
necesidades. Pero si se limitan solamente a buscar un provecho propio y a recibir lo que necesitan, sin
preocuparse por brindar al otro lo que éste espera y le corresponde, no tendrán diferencia en sus
actos con el comportamiento de los animales. 
Debemos trabajar sobre nosotros mismos para sacar el egoísmo de nuestros corazones y llegar a sentir
que somos un sólo cuerpo junto a nuestra pareja.

El cariño es la base de la vida matrimonial, ya que representa la unión que reclama la Torá: "Vehaiu
Lebazar Ejad" ("Serán un solo cuerpo"). Existen dos formas de afecto: 1- Cariño para recibir, o sea
querer a la otra parte por provecho propio, para sentirse mejor. Esto es en verdad quererse a sí mismo,
porque significa estar preocupado por satisfacer sus propios deseos sin tener en cuenta la voluntad del
otro; y 2- Cariño para dar, se refiere a estar dispuesto a sacrificar los intereses personales para
conformar a la otra parte. Anularse a sí mismo con tal de que el otro sea feliz. 
 

Contrariamente a lo que piensa la persona, está escrito en Masejet Derej Erez capítulo 2: "Si deseas
amar al prójimo, preocúpate por darle el bien". Nuestros Sabios nos enseñan: "No se da porque se
quiere, sino que se quiere porque se da". La raíz de este sentimiento es que el hombre está hecho a
imagen y semejanza de Di-s. Él nos da absolutamente todo sin recibir nada a cambio. Por eso, también
el hombre podrá amar al prójimo sólo después de haberse brindado íntegramente por él.
En una oportunidad, una persona fue a comer a un lugar de primera categoría y ante la pregunta del
mozo sobre qué era lo que deseaba comer, le respondió: "yo quiero mucho a los peces". El mozo se
dirigió a la cocina y al poco tiempo trajo una bandeja con distintas clases de pescados. Alguien que
presenciaba lo que sucedía, con mucha inocencia le dijo: "Tú no quieres a los peces, ya que si así fuera,
hubieras solicitado que te trajeran una pecera con peces de todo tipo. Lo que sucede es que te quieres a
ti mismo y como consecuencia de ello, te honras comiendo pescado". El amor verdadero a alguien se
demuestra por la necesidad de brindarle todo lo que se encuentra al alcance de uno. Por eso, el
término "amor" en hebreo es "Ahabá", cuya raíz proviene de la palabra "Hab" que significa dar. 
Si cada uno de los integrantes de la pareja tuviera ese sentimiento de unión hacia el otro y no hacia sí
mismo, sería fácil de hallar la felicidad que la Torá reclama para el hogar judío. Si brindamos todo
nuestro corazón a nuestra pareja, seremos correspondidos por el mismo sentimiento, compartiendo un
hogar lleno de alegría y felicidad.
"Mentir para preservar el Shalom" 

En la Perasha Lej Leja está escrito: "Y fue cuando se acercó (Abraham) para ir a Egipto, le dijo a Sara, su mujer:
"He aquí que sé que eres una mujer de hermosa apariencia" (Bereshit 12). Rashi comenta en nombre del Midrash
que, debido al recato que ambos tenían, Abraham no se había dado cuenta hasta ese momento de la belleza de su
esposa a pesar de todos los años que habían convivido. Al ver durante el camino el rostro de su mujer reflejado en
un arroyo de agua, tomó conciencia de su hermosura. Evidentemente, estos conceptos muestran el grado de
espiritualidad alcanzado por ambos, siendo prácticamente ángeles más que seres humanos.

Sin embargo, cuando los tres ángeles en forma de personas visitaron a Abraham Abinu, le preguntaron: "¿Dónde
está Sara, tu mujer?". El Talmud en Babá Mesiá 87 explica que los ángeles sabían dónde estaba, pero querían
hacerle saber a Abraham que su esposa era recatada, para que así la quisiera y valorara aún más. A pesar de que
-como explicamos- el nivel de ambos era espiritual completamente y que se trataba de ancianos (100 y 90 años
respectivamente), los ángeles se preocuparon porque el Shalom entre ellos se reforzara. Podemos deducir entonces
la importancia del Shalom en un hogar, cualquiera sean las características del mismo. 
El Talmud en Iebamot 65 nos enseña que está permitido mentir para preservar el Shalom. Lo deduce del suceso
en donde Hashem le dijo a Abraham Abinu que Sara se había sorprendido al escuchar que tendría un hijo y había
dicho: "Yo soy anciana". En realidad, la expresión de Sara Imenu había sido: "Y mi marido es anciano", pero
Hashem cambió las palabras para mantener el Shalom. ¿Por qué Abraham se iba a ofender con su mujer por su
frase: "Y mi marido es anciano"? ¡Era la realidad! El propio Abraham había dicho sobre sí mismo: "¿Una persona de
cien años puede ser padre?". De todas formas, Hashem evitó -al cambiar la expresión de Sara- la más mínima
 posibilidad de enojo o distanciamiento entre la pareja, a pesar de lo ancianos que eran y de la condición espiritual
especial que ambos poseían.

El Talmud en Iebamot 63 comenta que Rab tenía una mujer que lo hacía sufrir y le cocinaba lo contrario de lo que él
deseaba en ese momento. Cuando su hijo llamado Ribí Jiá creció, le mentía a su madre diciéndole lo contrario de lo
que su padre deseaba realmente, para que así comiera lo que sí esperaba. Cuando Rab se dio cuenta de la picardía de
su hijo lo corrigió y le dijo: "tú no actúes así, ya que estás mintiendo y el Profeta Irmeiá reprocha a Israel por
acostumbrarse a mentir". Nuestros Sabios preguntan: "¿Por qué Rab le dijo a su hijo: tú no actúes así?". De esto se
deduce que otra persona sí podría mentir. La respuesta es que se puede mentir para lograr el Shalom Bait, pero esto
es sólo para una persona mayor que en su vida se destacó siempre por decir la verdad. En algún caso excepcional, se
le permite mentir para preservar el Shalom. En cambio, un joven como Ribí Jiá corre el peligro de acostumbrarse a
mentir. Por eso Rab mencionó la referencia del versículo de Irmeiá que habla de acostumbrarse a mentir y no la de
Vaikrá 19 en la que claramente la Torá menciona: "No mientas". De todas formas, el Shalom es tan importante
que como vimos, en determinados casos está permitido faltar a la verdad con tal de preservarlo.
Es tal la importancia del Shalom en el matrimonio, que los Jajamim resaltan la labor de Aharon Hacohen para
reconciliar a quienes se encontraban distanciados. Aharon tenía el cargo de Sumo Sacerdote, lo que implicaba
ocupar varias horas del día para el trabajo del Mishkan. Por otra parte, junto a Moshe era el encargado de enseñar
día y noche la Torá al pueblo de Israel. Cada instante de su vida era aprovechado al máximo. No había segundos de
 

desperdicio. A pesar de todo, se preocupaba de ayudar a miles de familias a superar las desavenencias que se
presentaban, acercando los corazones de la pareja. 

Como una demostración de agradecimiento a su tarea, muchos niños que nacían luego que el matrimonio superara
sus conflictos, eran llamados con el nombre de Aharon. Por eso, cuando ocurrió su fallecimiento, el duelo no fue
sólo para sus familiares o para quienes estaban cerca suyo, sino como lo indica la Torá: "Y lloraron a Aharon treinta
días todo el pueblo de Israel"(Bamidbar 20). ¿Cuál era la fórmula que utilizaba Aharon para hacer el Shalom?
En Abot de Ribí Natan 12 está detallado cuál era su proceder: "Cuando dos personas estaban enemistadas, Aharon se
dirigía a una de ellas y le decía: "hijo mío, tu compañero está arrepentido, rasga sus ropas de dolor por lo sucedido,
se avergüenza de observar tu rostro por haber faltado a tu honra". Aharon no cesaba de hablar hasta que lo
convencía de llegar a una reconciliación. Luego Aharon se dirigía a la otra persona y le expresaba las mismas
 palabras que le había dicho a su compañero. El resultado era que cuando ambos se encontraban se abrazaban uno al
otro, perdonando cualquier actitud anterior".

Los Jajamim nos relatan este detalle del proceder de Aharon para que nosotros sepamos aplicarlo en la vida diaria.
Se trataba de toda una profesión: escuchar al otro con atención y expresarle lo que él deseaba escuchar. Todo es
válido si el objetivo es alcanzar el Shalom. Para utilizar este proceder, no es necesario esperar el momento en que
debamos ser intermediarios en alguna discusión. No hay que esperar mucho tiempo para tener el Zejut de realizar
esta Mizvá tan importante. Podemos empezar por nosotros mismos. En nuestro hogar, podemos seguir la indicación
de Aharon: decir lo que el otro quiere escuchar. Quizás no sea la verdad estricta. De todas formas, alcanzar el
Shalom como objetivo lo justifica.

 Normalmente, se cree que la verdad implica decir las cosas como realmente son y la mentira es precisamente lo
contrario. Sin embargo, esta regla contiene muchas excepciones. En algunos casos, estará prohibido decir una
verdad si ésta sólo traerá consecuencias negativas. Si contar los sucesos tal como fueron realmente provocará un
daño, esa "verdad" se convertirá en una terrible mentira. Si el objetivo que se busca es verdadero, aunque se
modifiquen los sucesos de cómo realmente fueron se estará llegando a la verdad. En resumen, la verdad y la
mentira dependen del objetivo buscado.

Esta base aplicada con un criterio certero, es utilizada por el Rab Dessler Z"L en su libro Mijtab Meeliahu para
explicar el comportamiento de Iaacob Abinu cuando se hizo pasar por Esav para recibir la bendición de su padre
Izjak. ¿Cómo es posible? Iaacob Abinu se distingue entre los Patriarcas por su cualidad del Emet. ¡Sin embargo, en
las apariencias engañó a su padre!

El Ialkut Toledot nos da la respuesta, al comentar el versículo de Bereshit 27 posterior al momento en que Izjak se
dio cuenta de que había sido engañado por Iaacob: "Y se estremeció Izjak de sobremanera y dijo: "¿Quién es?". Su
 pregunta real fue que se había dado cuenta de que hubo un engaño de Iaacob y quería saber quién era el responsable
del mismo: si Iaacob por haberlo llevado a la práctica o él mismo por haberse dejado engañar. Hashem le contestó
como continúa el versículo: "Él se dedicó a cazar". O sea, Hashem le dijo que ambos no eran responsables por lo
sucedido, ya que habían puesto las cosas en su lugar como realmente correspondía: Izjak debía bendecir a Iaacob.
Sólo Esav, quien "cazaba con su boca" al engañar a su padre, era el responsable y no merecía la bendición de Izjak.
Iaacob había actuado forzado por su madre, sin intereses personales, sólo para lograr el objetivo que Hashem había
determinado: que él obtuviera la bendición de su padre. Por eso, debió utilizar lo que aparentó ser una mentira. Pero
la mentira en nombre de la verdad, se convierte en la verdad más estricta. 
Iaacob Abinu es el símbolo del Emet. Para alcanzar ese título debió pasar una prueba muy difícil. Para el que analiza
sólo superficialmente lo acontecido, puede parecerle equivocadamente que Iaacob mintió. No fue así. Él nos enseñó
que la verdad está íntimamente relacionada con hacer Jesed, como bien lo menciona el rey David en el Tehilim
85: "El favor y la verdad se encontraron, la rectitud y el Shalom se besaron". Uno depende del otro. No existía
mayor Jesed para Iaacob Abinu que impedir que Esav el perverso recibiera por medio de la bendición de su
padre Izjak la herencia espiritual de Abraham Abinu. Iaacob tenía ese desafío y debía cumplirlo. Así lo hizo y
recibió el título de Ish Emet: el hombre de la verdad.

Que en nuestra vida diaria recibamos su enseñanza. Que tomemos el ejemplo de aquel Rab que en la noche del
Seder al derramar uno de sus huéspedes el vino sobre la mesa, procedió a hacer caer también él su copa de vino en
forma intencional y decirle a su esposa: "¿Qué sucede? ¡Parece que alguna de las patas de la mesa está floja!". El
huésped respiró aliviado, la vergüenza desapareció de su rostro. ¿El Rab mintió? De ninguna manera, no existe una
verdad superior a esa pequeña mentira. Bienaventurados quienes apliquen a los actos de la vida las enseñanzas
que nuestros Sabios nos legaron. Tendrán el Zejut de vivir con alegría en este mundo y recibir el verdadero pago
en el mundo venidero.  
 

 
"El llanto de la mujer" 
El Shela Hakadosh comenta en Perasha Vaiese: "El hombre debe comportarse con humildad y tranquilidad en su
hogar. No debe obligar a su esposa a realizar cosas que ella no desea, sino que debe hablarle siempre de buena
manera. Así dijeron los Jajamim: Quien tiene Shalom en su hogar, es considerado como si estuviera en Shalom con
todo el mundo. El Zohar Hakadosh comenta al respecto: "El hombre debe comportarse en su hogar con tranquilidad
y alegría sin que teman de él". El hombre es el que dirige su hogar y por lo tanto la responsabilidad del Shalom
recae sobre sus hombros. Esta obligación se manifiesta de dos formas: 1) sus expresiones deben ser dulces y
suaves, llenas de tranquilidad y comprensión. No deben ser con tensión, nerviosismo ni ofensivas. 2) su
comportamiento y actitudes deben ser con gracia y serenidad, a pesar de las situaciones que se puedan presentar.

El Talmud, en Babá Mesiá 59 comenta al respecto: "Siempre el hombre debe cuidar de no hacer sufrir con sus
expresiones a su mujer". El mismo Talmud explica el motivo especial que existe en este caso: la mujer es por
naturaleza muy sensible. La prueba contundente de ello es que su llanto es más frecuente y espontáneo que el del
hombre. Por lo tanto, es obligación de cada marido alegrar a su esposa y no hacerla sufrir con sus actitudes o
expresiones, ya que su dolor es mucho más profundo que el del hombre. Se debe tener presente en cada
circunstancia de la vida el precepto de la Torá: "No hará sufrir el hombre a su compañero" (Vaikrá 25).
Hasta tal punto llega este concepto, que incluso quien hace sufrir a su señora sin haber tenido esa intención puede
recibir un castigo, como podemos observar en el siguiente suceso que relata la Guemará en Ketubot 62: "Rab
Rejumi regresaba a su hogar todos los años en la víspera de Iom Kipur, luego de permanecer durante mucho tiempo
estudiando en un Bet Hamidrash, ubicado lejos de su casa. En una oportunidad, se concentró tanto en su estudio que
se retrasó del horario normal en el que solía regresar. Su esposa esperaba ansiosa y preocupada: ‘¿Cuándo llegará mi
esposo?’. A cada instante decía: ‘¡Ya llegará, ya llegará!’. Su dolor hizo que en un momento determinado se
derramaran unas lágrimas de sus ojos. Su marido seguía estudiando profundamente en el altillo de la Ieshibá y en
forma imprevista, se derrumbó el techo sobre él y falleció instantáneamente".

Este terrible suceso es explicado por el Rab Jaim Shmulevich Z"L en su libro "Sijot Musar" de la siguiente forma:
"El castigo que recibe quien hizo sufrir a su compañero no es simplemente para tranquilizar al perjudicado, puesto
que, como vemos en este caso, la muerte de Rab Rejumi habrá provocado muchas más lágrimas a su señora que las
que había derramado anteriormente. El concepto real es que la ofensa o el daño al prójimo es como un fuego que
consume: todo el que pone su mano en él se quema. No se trata sólo de un castigo por su actitud, sino que es una
ley natural y real".

Sucedió en una oportunidad con Ribí Zalman Malsu Z"L, que estaba viviendo en la casa de una familia, y fue a
visitarlo un alumno suyo con quien se puso a conversar palabras de Torá. En un momento, el alumno vio que su
maestro se levantó y rápidamente salió fuera de la casa. El alumno siguió al Rab y le preguntó el motivo de su
actitud. La respuesta fue: "La mujer que trabaja en la limpieza de la casa comenzó a cantar y está prohibido escuchar
cantar a una mujer; por eso me retiré". El alumno le sugirió al dueño de la casa que le pidiera a la mujer que dejara
de cantar para que el Rab pudiera ingresar. El Rab instantáneamente respondió: "¡Déjenla, ella está ocupada con su
trabajo! Está feliz con lo que hace y soy yo el que no puede escucharla. ¿Por mí debe sufrir? Yo debo salir para que
ella siga cantando".

Aprendemos de este suceso hasta qué punto debemos cuidarnos de no hacer sufrir al otro, a pesar de que la
intención sea cumplir con algún precepto. Con mucha más razón, que el hombre no debe hacer sufrir a su mujer, ni
 provocarle un dolor o avergonzarla, ya que se provoca de esa forma un daño a sí mismo.

Nuestros Sabios nos enseñan que los primeros días del matrimonio marcan una senda para toda la vida. Los
 primeros siete días del matrimonio son días de celebraciones y banquetes, en los cuales se alegran los novios y sus
 parientes. Y esos banquetes no son sólo para saborear ricas comidas, sino principalmente para agradecer a Hashem
 por la boda, y para aprovechar la ocasión invitando a los parientes y amigos a participar de la alegría. Se cumple una
gran Mizvá al asociarse en ella.

La Simjá de los Siete Días de Banquetes (Sheba Berajot-Siete Bendiciones), tiene su antecedente en la Torá. En el
libro Pirke Deribi Eliezer figura que lo aprendemos de lo que está escrito en la Perasha de esta semana, cuando
Iaacob contrajo matrimonio con Lea, luego de lo cual se celebraron siete días de banquetes. En esa oportunidad, se
congregaron todos los habitantes del pueblo a celebrar. Dijo entonces Hashem: "Ustedes le hicieron un favor a mi
siervo Iaacob (de acompañarlo en su alegría). ¡Yo les daré a ustedes una recompensa eterna a través de vuestros
hijos!".
 

También hemos visto una celebración de "Sheba Berajot" en el Libro de los Profetas, cuando Shimshon se casó y le
organizaron siete días seguidos de banquetes, y lo trataron como a un verdadero rey.

Esto nos enseña que el novio y la novia son considerados como reyes en los días de Sheba Berajot. Así como
todos alaban a un rey, también a los novios (dentro de los primeros siete días) los alaban y les rinden honores de
reyes. Así como un rey se viste con ropas majestuosas, del mismo modo los novios se visten con ropas de fiesta
todos esos días. Así como a un rey se lo recibe con banquetes, a los novios se los recibe con los mejores manjares.
Así como el rey no trabaja, los novios no trabajan. Así como a un rey siempre se lo ve radiante, a los novios se los
ve resplandecientes como el sol. Como está escrito: "(El sol) es como un novio que acaba de salir de su Jupá"
(Tehilim 19).

Los días de Sheba Berajot son como una expresión de deseos: así como los primeros días del matrimonio son de
fiesta y celebraciones, que todos los demás días de matrimonio de la nueva pareja sean igualmente de fiesta y
alegría. 
Analicemos para finalizar algunos consejos escritos en el libro "Una vida de felicidad" del Rab Shelomo Dob Cohen
Shelita, que sirven para alcanzar el éxito en el matrimonio:

1) Aprovechar la fuerza interna que cada uno posee y sacarla a la luz en la vida matrimonial.

2) Comportarse con paciencia. Saber que no es posible esperar resultados maravillosos de un instante al otro. Se
debe mejorar paso a paso para así llegar a la verdadera felicidad en el matrimonio.

3) Asumir las responsabilidades: cada uno debe tratar las situaciones que se presenten con el máximo de seriedad
 para obtener así los mejores resultados.

4) El buen trato: hay que recordar que todos tenemos faltas y la solución se encontrará sólo si la otra parte toma el
 problema como si fuera suyo propiamente y no se limita a marcárselo a su pareja sin ayudarla a superarlo.

5) Medicina preventiva: no esperar a que los problemas aparezcan para ver cómo solucionarlos, sino que se deben
estrechar las relaciones en los momentos buenos para formar así un escudo que impedirá que se deterioren en los
momentos más críticos.

6) No desesperarse por los tropiezos: cuando un niño comienza a caminar es normal que tropiece y se golpee. En
forma similar, un matrimonio que intenta mejorar su relación, se encontrará con situaciones que aparentemente son
retrocesos o caídas. No solamente que no hay que desesperar, sino que se deben aprovechar para levantarse con más
fuerza y superarse continuamente.

7) Reconocer el esfuerzo del otro: cuando un integrante de la pareja intenta superarse, el otro debe alentarlo para
seguir adelante y no debe criticarlo por los errores que pueda cometer.

La felicidad en el matrimonio no depende de que no se presenten pruebas en la vida, sino de la buena relación y de
la unión de la pareja en todas las situaciones que se deban atravesar. Todos los comienzos son difíciles. No es
sencillo intentar mejorar nuestras actitudes, pero si no lo hacemos la vida matrimonial estará llena de tensión y
amargura. Pongamos en práctica los consejos de nuestros Jajamim y con seguridad, nuestra vida será otra
completamente.

¡Qué Hashem bendiga nuestros hogares con el Shalom!

"Las pequeñeces de todos los días" 

En la Perasha Vaishlaj, la Torá menciona el encuentro entre Iaacob Abinu y el ángel que representa al instinto del
mal. Iaacob Abinu estaba solo. Nadie lo acompañaba cuando fue atacado por el ángel del mal. Su familia había
cruzado un río y él había regresado a buscar unas pequeñas vasijas que había olvidado. El Talmud en Julin 91
comenta que los Sadikim valoran sus pertenencias más que su propio cuerpo, ya que todo lo que obtienen es en
forma legítima y se alejan del robo. De todas formas, hay un mensaje muy claro que el comportamiento de Iaacob
Abinu nos enseña: nunca se deben despreciar las pequeñas cosas. 

Este concepto adquiere una importancia fundamental en el hogar judío. Las pequeñeces cotidianas, las cosas que
en principio parecen intrascendentes, en caso de que no se conversen y aclaren, terminan destruyendo el
 

hogar. En muchos hogares en donde la mujer trabaja -por ejemplo- se llevan distintas cuentas: "Esta plata es mía",
dice la mujer como si fuera que son dos personas que no tienen nada en común y que los gastos de uno no son del
otro. En otros casos en donde la mujer no trabaja, el hombre es extremadamente exagerado en llevar una cuenta
minuciosa del dinero que dejó a su mujer, para ver en qué gastó hasta el último centavo. "Soy yo el que traigo el
dinero a casa", es el argumento equivocado del marido como si fuese que la mujer no hace nada por el
mantenimiento del hogar. ¿Qué sucedió? ¿Por qué sospecha que su esposa malgasta el dinero? Y si es así realmente,
¿no será el hombre el responsable de lo que sucede por no tener una buena comunicación con su esposa? Si no se
solucionan, las pequeñeces de todos los días pueden destruir el hogar.
Hay mujeres -por ejemplo- que sólo piensan en la limpieza de la casa. La Torá está de acuerdo con ellas por la
importancia del orden, la pulcritud y la higiene. Sólo hay un pequeño inconveniente. La exageración de la limpieza
provoca otro tipo de suciedad: la mujer pierde la paciencia con sus hijos, se olvida de conversar con su esposo o
reacciona violentamente cuando alguien ensucia lo que ella tanto limpió. Pequeños hechos cotidianos, pero que
pueden transformarse en una montaña gigante, si no sabemos encontrar el equilibrio necesario. 
Recordemos que lamentablemente en la vida hay en muchos casos motivos reales de problemas. No exageremos las
dificultades provocando situaciones que sólo nuestras malas cualidades originan. ¿O acaso no sucede muchas
veces que después de pelear ni siquiera recordamos por qué empezó la discusión?

"Alegrar se alegrarán compañeros queridos, como te alegró el Creador en el Gan Eden". En esta Tefilá que se realiza
en el momento de la Jupá y durante los primeros siete días del matrimonio, se le pide a Hashem que ayude a la
 pareja a llegar a la misma alegría que tuvieron Adam y Javá antes del pecado. Todo el mundo era para ellos, los
ángeles los servían y se deleitaban en el Paraíso. Si pedimos a Hashem algo que a simple vista parece tan difícil, es
 porque está en las manos de la pareja conseguirlo.

Sin embargo, la triste realidad demuestra que son pocos quienes alcanzan esta felicidad que excede a nuestra
imaginación. ¿Por qué? Son varios los motivos que se pueden mencionar. En principio, son pocos quienes
comprenden que para recibir este beneficio se debe invertir. Piensan equivocadamente que todo se recibirá en
forma natural. Olvidan que depende exclusivamente del trabajo, dedicación y esfuerzo de los integrantes de la
 pareja. ¿Acaso en lo material no es necesario preocuparse y hacer lo que se encuentra al alcance de la persona? Para
alcanzar la felicidad del matrimonio es exactamente igual: sin superarse en la vida no se logrará. Esto sucede en
todos los órdenes de la vida. Incluso para cumplir Mizvot, es necesario hacer una inversión. Para comprar un Tefilin
-por ejemplo- o para celebrar una festividad o para tener deleite del Shabat. La relación entre la pareja es el punto
máximo de la Mizvá tan importante de "amarás a tu prójimo como a ti mismo". ¿Acaso tan fácilmente se podrá
cumplir? Sin el esfuerzo de la pareja, no caerá como un regalo del cielo. Para que cualquier comercio prospere, se
realizan distintas iniciativas para captar la atención del cliente. Con mucha más razón, cada integrante de la pareja
debe buscar todos los medios de su parte para encontrar el éxito tan anhelado.

Recordemos el versículo de Iob 11: "Un pequeño asno salvaje es el ser humano que nace". Se refiere a que toda
 persona nace con falencias que, en muchos casos, son el motivo de los desaciertos en el hogar. Cuando existe el
deseo y el trabajo para superarlas, el entendimiento mutuo hará el resto y se podrán pasar las pruebas que se
 presenten. "Hashem no acusa a sus criaturas" (Abodá Zará 3). Nadie deberá enfrentar una prueba si no dispone
de la fuerza necesaria para superarla. Pueden haber pasado muchos años de discordia y sufrimiento, pero en la
gran mayoría de los casos, las puertas de la felicidad aún están abiertas. "Los que siembran con lágrimas,
recogerán con alegría" (Tehilim 126). De acuerdo con la inversión, todos pueden deleitarse con los frutos. 
Se cuenta sobre aquel rey que tenía un mantel muy especial, donde estaban marcadas todas las ciudades vecinas con
sus respectivos puentes y caminos. El mantel le servía al rey para poder controlarlas con facilidad. Por eso, siempre
cuidaba que no se arruinara. En una oportunidad, su hijo rebelde lo cortó en pedazos y mezcló los trozos uno con el
otro. Al ver la desesperación de su padre, le aseguró que lo recompondría sin que faltara absolutamente nada. Con
mucho esfuerzo, terminó la reconstrucción. Ante la pregunta del rey de cómo lo había logrado, el hijo le contestó
que del otro lado del mantel había la figura de una persona. Uniendo las partes y preocupándose por que esa persona
estuviera completa, el resultado sería que del otro lado del mantel las ciudades y caminos también estarían íntegros.

Esto es exactamente lo que sucede con el mapa de una familia. En determinadas ocasiones, está cortado y destruido.
Unir esas partes y comenzar una vida nueva nos parece una tarea imposible. La solución consiste en curarnos a
nosotros mismos, trabajando sobre las cualidades y formando una persona completa. De esa forma, el mapa de la
familia se arreglará automáticamente. Los cortes y heridas desaparecerán del horizonte. Que Hashem ilumine los
hogares de Israel con el Shalom.

"La casa judía" 


 

 
Es muy común escuchar el concepto de "la casa judía", siendo el único hogar que tiene su nombre de acuerdo con su
origen. Se escucha, por ejemplo, que hay distintos tipos de comida: china, japonesa, etc. Pero un hogar que se lo
identifique de acuerdo con su procedencia es sólo el nuestro. ¿Por qué? ¿De dónde proviene el nombre "judío"? La
raíz de la palabra "Iehudi" es de Iehudá, que fue uno de los hijos de Iaakob Abinu. ¿Por qué su nombre sirvió para
identificarnos más que el de cualquiera de sus once hermanos? 

Para entenderlo, es necesario estudiar el capítulo 38 de Bereshit en donde Iehudá debió pasar una prueba muy difícil
con su nuera Tamar. En el momento en que él podía haber negado lo sucedido, eligió la otra alternativa: con altura
y nobleza reconoció la verdad. La palabra Iehudá puede significar reconocimiento o agradecimiento. En este caso,
 por el mérito de haber reconocido, por haber tenido esa fuerza interna de poder controlarse en el momento de la
dificultad, Hashem hizo que todos nosotros llevemos su nombre porque ésa debe ser nuestra base y la de nuestros
hogares: sobreponerse a todas las situaciones que se presenten. 

La clave de cualquier hogar es que cada integrante de la pareja trabaje sobre sus propias cualidades para mejorarlas
y corregirlas. Lo que sucede en muchos casos es que lamentablemente cada uno está atento a lo que el otro debe
corregir, en lugar de pensar lo que él mismo debe hacer.
Es común escuchar -por ejemplo- que una mujer se queja porque su marido es muy nervioso. Ella menciona todos
los conceptos con que la Torá critica a quien cae en ira y enojo. ¡Tiene razón! Sólo que en este caso es ella misma
quien es presa de la furia y derrama todos sus nervios. ¿Y sus argumentos con los que acusaba a su esposo? Los
olvidó, para ella no existen. Sólo para su marido.

Cada uno se considera a sí mismo como una persona excelente que no tiene necesidad de corregir absolutamente
nada. En cambio, a la otra parte sabe criticarla y buscarle sus defectos. O lo que es peor aún, se puede decir: "Yo sé
que no soy perfecto/a". Pero sólo se trata de un reconocimiento falso para poder acusar con más facilidad a la
otra parte. En realidad, no se está dispuesto a cambiar ninguna actitud en la práctica.

Cuando el Rambam se refiere al matrimonio, nos habla de obligaciones y no de derechos. Podríamos creer que las
obligaciones de uno son los derechos del otro, pero es un error. Por ejemplo, la obligación del marido de querer a su
esposa y respetarla más que a su propio cuerpo, es una obligación del hombre con Di-s y no un derecho de la mujer.
Igualmente, cuando el Rambam comenta que la mujer correcta es la que hace la voluntad de su esposo, no se trata de
un derecho del hombre, sino de una obligación de la mujer para con Hashem. Todos estamos "tocados" en este tema,
ya que fuimos educados para siempre recibir y reclamar nuestra parte. No estamos acostumbrados a brindarnos
por el otro. Todos reconocemos, por ejemplo, a Hashem como Rey del mundo, pero nos olvidamos de hacerlo Rey
de nosotros mismos. Debemos preocuparnos por conseguir nuestro propio Olam Habá (mundo venidero) con más
espiritualidad y que nuestra pareja adquiera el Olam Hazé (este mundo). El problema es que nuestro egoísmo nos
lleva por el camino contrario: buscamos nuestro Olam Hazé y el Olam Habá para nuestra pareja.

El problema real radica en que desde pequeños fuimos educados creyendo que todo nos pertenece. El bebé
llora más de la cuenta una noche y consigue que su madre lo retire de la cuna y lo acueste a su lado. Cuando crece
un poco y pretende algún caramelo de más -por ejemplo- que la madre no está dispuesta a darle, con unas lágrimas o
sollozos consigue lo que, según él, le pertenecía. Así crece y sabe que de una manera u otra consigue todo lo que
desea. Cuando llega el casamiento cree que la historia se repetirá. Sólo que olvida que del otro lado hay alguien que
también fue educado creyendo que todo le pertenece. Lo que sucede cuando ambos se encuentran es imaginado
por todos y no es necesario aclararlo. 
Debemos aprender a dar y no a reclamar, a conceder y no a exigir, a tolerar y no a reprochar.  De esta forma, la
convivencia en todos los casos será posible y encontraremos la felicidad que otorga seguir la palabra de la Torá.

"Este es el libro de la genealogía de Adam. En el día que creó Di-s al hombre, a la imagen de Di-s lo hizo.... Varón y
mujer los creó, los bendijo y llamó su nombre Adam en el día que los creó" (Bereshit 5).

¿Por qué el ser humano recibe el nombre de Adam? La respuesta de nuestros Sabios es que Hashem lo creó de la
tierra (Adamá). Podríamos preguntar ¡El animal también debería llamarse así ya que también fue hecho de la tierra!
Lo que sucede es que olvidamos un detalle fundamental: la tierra tiene la particularidad de arreglar y transformar
todo lo que es puesto en ella. Por eso el hombre recibe el título de Adam, al estar en sus manos la posibilidad de
cambiar, mejorar y superarse. En cambio, el animal nace animal y muere animal con el mismo instinto sin
haberse modificado en absoluto. El animal -por lo tanto- no tiene relación con la tierra. La persona sí y es por eso
que recibe el nombre de Adam, porque progresa y mejora en su vida superando sus cualidades. Quien no se
comporta de esta forma, no es digno de llamarse Adam. 
 

El rey Shelomo escribió el libro de "Kohelet" que para quien se limite a leerlo superficialmente y sin profundizar,
quizás le parecerá pesimista y oscuro. ¿Todo es negativo? ¿Nada sirve? ¡Vanidad de vanidades! Lo que sucede es
que el rey Shelomo -la persona más inteligente del mundo- analizó con profundidad y llegó a la conclusión: "Teme a
Di-s y cumple sus mandamientos, porque en eso está el hombre íntegro".

Ésa es la clave de la vida y lo único que no es vano: la posibilidad de superarse, temer a Di-s y mejorar el
comportamiento. Quien no lo hace será toda la vida como un bebé, a pesar de los años que tenga realmente. La
única diferencia será que cuando nació jugaba con su sonajero, luego con cochecitos, después con una pelota, con
una computadora, con su negocio, con la bolsa o con acciones y empresas. Pero siguió siendo un bebé: se fue del
mundo como llegó, no modificó en nada su conducta. Crecer físicamente es simultáneo con el trabajo de las Midot.
Sólo quien se sobrepone y mejora es el que crece de verdad. 

La persona es tal sólo cuando "varón y mujer fueron creados". Ése es el momento en que debe demostrar si tiene
 buenas cualidades o no. En el matrimonio es en donde aparecen las pruebas de la vida: las dificultades para
encontrar un buen sustento; los problemas que se presentan que motivan la ira y la pérdida del control; el egoísmo
de pensar sólo en nuestro propio interés. Si cada integrante de la pareja se preocupa por sí mismo y observa sólo lo
que le conviene, no hay alternativa para esa familia. Podrán estar unidos en matrimonio, pero no se llamarán Adam.
Ese título lo reciben sólo los que se superan y progresan.

El único camino es trabajar sobre sí mismo para corregirse y superarse. En muchos casos, los novios deciden
 permanecer años y años de noviazgo con la idea de "conocerse mejor". No se dan cuenta de que sólo se conocerán
de verdad cuando contraigan enlace, porque sólo en ese momento aparecerán las pruebas de la vida. Nadie
sabe cuál será su reacción hasta que llegue ese momento. De nada ayudarán los años de noviazgo. Más aún, hay
 parejas -alejadas de la Torá- que deciden convivir "a prueba", para luego casarse si es que todo funciona. Luego de
un período donde todo fue bien, se casan y ahí surgen los problemas. ¿Qué sucedió? El anillo del casamiento creó el
 problema, porque ahí aparecen las obligaciones y los compromisos que son superados sólo por los que se deciden a
corregirse a sí mismos. Tengamos el Zejut de pertenecer al grupo selecto de aquellos que intentan superarse
continuamente en la vida.

"Shalom... ¿con quién?"  

La base del Shalom es el respeto mutuo. En Pirke Abot está escrito: "Ben Zomá preguntó: ¿quién es el
respetado?". Su respuesta fue: "el que respeta al prójimo". Dos grandes escuelas Talmúdicas discutían sobre muchos
 puntos de la jurisprudencia: Bet Shamai y Bet Hilel. En Masejet Erubin 13, el Talmud concluye: "Dijo Ribí Abá en
nombre de Shemuel, tres años discutieron Bet Shamai y Bet Hilel para determinar la jurisprudencia, hasta que un
eco celestial proclamó: "Las palabras de ambos son las de Hashem, pero la jurisprudencia es como la opinión de Bet
Hilel". Si ambos opinaban correctamente, ¿por qué Bet Hilel tuvo el mérito de que la jurisprudencia coincidiera con
su teoría? Una de las respuestas del Talmud es que: "Eran tranquilos y pacientes, adelantaban en explicar la
teoría de Bet Shamai antes que la de ellos propiamente". Deducimos por lo tanto que el que respeta al prójimo,
no sólo que será respetado, sino que tendrá el mérito de fijar y determinar la jurisprudencia.

La prueba de mantener el Shalom no es con aquellos con los que no mantenemos ningún tipo de relación. ¿Por qué
 pelearíamos con ellos? La prueba verdadera es con nuestra familia y con la sociedad con la que convivimos.
Ahí surgen las distintas ideas y opiniones sobre temas comunes que pueden provocar la separación. En muchos
casos, luego de la pelea no se recuerda ni siquiera cómo comenzó la discordia. Se demuestra así la falta de
importancia del tema en cuestión. Todas las peleas tienen un común denominador: la falta de humildad de sus
 protagonistas, que se consideran superiores e intentan justificar con cualquier excusa el motivo del conflicto. En
muchos casos, la inclinación a pelear del ser humano es la que encuentra los motivos para hacerlo.

En cualquier matrimonio existen distintas formas de pensar. Si esto sucede entre hermanos que fueron educados en
un mismo hogar y se acostumbraron al mismo tipo de vida, es lógico que suceda en un matrimonio. El motivo
fundamental por lo que esto ocurre es que Hashem creó a cada ser humano distinto del otro no sólo físicamente sino
con un alma individual que lo convierte en un ser único en la tierra. Normalmente se cree que debería existir una
vida de tranquilidad y sin peleas en el hogar. Según este criterio, lo anormal es la discusión y la intolerancia. Si
analizamos con más profundidad nos daremos cuenta de que el razonamiento lógico es el contrario. Sólo con el
esfuerzo y la superación continua se encontrará el Shalom. No se adquirirá en forma natural y espontánea,
sino con la predisposición constante a mejorar y perfeccionarse al máximo de las posibilidades. 
Lo que sucede es que son pocos quienes están dispuestos a recibir consejos para mejorar la calidad de vida del
matrimonio. A diferencia de un dolor físico que es calmado tras recurrir a un médico quien receta el remedio
adecuado, cuando las malas cualidades de la pareja destruyen el matrimonio hay una reticencia a asesorarse para
 

superar el inconveniente. ¿Por qué? ¡Las complicaciones son más trascendentes que cualquier dolor físico! Quizás el
motivo sea que la enfermedad del cuerpo no implica culpabilidad del paciente. En cambio, las malas actitudes
reflejan un tropiezo personal. Quizás sacan a la luz errores de toda la vida e incluso ponen en duda la
educación que se recibió de los padres. Por eso, a veces se prefiere soportar el dolor y atribuir amargura, nervios y
furia al otro.

Pero el daño que este proceder ocasiona no se limita al interior de quien así lo decide, sino que se extiende a todos
los integrantes del hogar y por sobremanera a los hijos. No olvidemos que las estadísticas revelan que en la
mayoría de los casos, los hijos repiten en sus hogares las desavenencias de sus progenitores. 
Aquellos que toman con responsabilidad la vida matrimonial, saben que todo el esfuerzo que realicen es ínfimo
frente al pago que recibirán: la presencia de la Shejiná en el hogar.

El único modo para evitar una pelea es trabajar sobre uno mismo para reforzar la fe y aprender a vivir con
alegría. El profeta Zejariá 8 nos dice que "la verdad y la paz serán amadas". Aparentemente, se trata de dos
conceptos contradictorios porque, si observamos al prójimo bajo la óptica de la verdad, encontraremos errores y
falencias que provocarán la discordia. Lo que sucede es que buscamos la verdad en el otro y olvidamos analizar
nuestro propio comportamiento. Si lo hiciéramos, tomaríamos conciencia de nuestros defectos y sería fácil
encontrar la paz con el prójimo. A eso se refirió el profeta Zejariá.

Para concluir el tema, mencionemos el siguiente ejemplo: dos personas que trabajaban en un mismo lugar durante
veinte años, recibían un sueldo que apenas les alcanzaba para sobrevivir. Uno de ellos le dijo a su compañero: "¡Qué
felicidad que tendría si este mes cobrara un sueldo que fuera el doble de lo normal!". El otro, que guardaba odio a su
compañero por tantas cosas que habían sucedido a lo largo de los veinte años, le propuso: "Si me permites que te
golpee treinta y nueve latigazos en tu espalda, estoy dispuesto a entregarte mi sueldo". Llegaron rápidamente a un
acuerdo y así uno pudo descargar el odio acumulado y el otro obtener un sueldo doble a pesar de las heridas que
había recibido. Cuando el que había golpeado a su compañero de trabajo llegó a su casa sin el sueldo y le contó a su
señora lo que había sucedido, ésta lo increpó por su necedad y le advirtió que debía recuperar el sueldo. De lo
contrario no le permitiría el acceso a su hogar. Sin más remedio, se presentó de su compañero y le preguntó: "¿Qué
me pides para devolverme mi sueldo?". El compañero -que estaba aún sufriendo por las heridas que había recibido-
le replicó: "Si me permites en este caso golpearte treinta y nueve latigazos, te lo devolveré". Así hicieron y
concluyeron el episodio cada uno con el mismo sueldo en sus manos, sólo que con las espaldas destrozadas. En
algún momento creyeron que prevalecía uno sobre el otro, pero al final los dos resultaron perjudicados. La
verdadera ganancia habría sido no participar de la discusión.
Que el Todopoderoso bendiga a todos nuestros hogares y comunidades con la bendición más importante que
 podemos recibir: "El Shalom". 

"Un poco de legumbre, pero con amor"  

El rey Shelomo escribe en los capítulos 15 y 17 de Mishlé respectivamente: "Es mejor comer una comida de
legumbres con amor que la mejor carne con tristeza" y agrega: "Más vale un bocado de pan seco pero con
tranquilidad, que una casa llena de festines con peleas". De esta manera nos enseña que la felicidad no se encuentra
en los manjares y ricas comidas, sino en la paz y en la tranquilidad del hogar. Al respecto, el Midrash comenta que
dos personas encontraron al rey Shelomo cuando había sido expulsado de su reinado y debió comportarse como un
mendigo para poder conseguir su sustento. Una de ellas lo llevó a su casa y le preparó la mejor comida, pero le
recordó la época en donde había sido rey, toda la honra que había tenido y que ahora, lamentablemente, había
 perdido. El rey Shelomo se llenó de tristeza y lloró durante toda la comida. Al otro día, una persona humilde lo llevó
a su casa ofreciéndole sólo un poco de legumbre, pero lo consoló por el difícil momento que vivía diciéndole: "Di-s
es como un padre que a veces debe castigar a su hijo, pero finalmente te regresará a tu reinado como le prometió a tu
 padre David". El rey Shelomo se reconfortó al escuchar esas palabras y dijo: "Fue mejor ese poco de legumbre en
la casa del pobre, que la carne que me había dado el rico". 
Aplicando estos conceptos a nuestra vida diaria, podemos llenarnos de enseñanzas. Por ejemplo, aprendemos que el
hombre no debe ser detallista y pretender que todas las cosas sucedan como él estrictamente desea, sino que debe ser
tolerante y no ser exagerado en el control de los gastos del hogar (no como aquellos que piden una cuenta
detallada número por número de los gastos diarios). Tampoco se debe pelear o protestar si la comida no está tan a
gusto como se pretendía.
 

En una oportunidad, el Jafez Jaim fue a visitar a una cuidad y se hospedó en la casa del Rab del lugar. La señora del
Rab preparó una sopa para el ilustre visitante , pero se olvidó de avisarle a la mujer que la ayudaba en la cocina que
ya le había puesto sal. La ayudante volvió a colocar sal en la sopa. Cuando le sirvieron la sopa al Jafez Jaim, la tomó
en forma absolutamente normal. El Rab, dueño de casa, al tomar la primera cuchara se dio cuenta de que era
imposible tomar la sopa y lo miró sorprendido al Jafez Jaim que había terminado su plato. El Jafez Jaim le dijo:
"Debes callarte, seguramente que la ayudante se equivocó. No debes hacerla sufrir criticándola. Quizás tu señora se
 peleará con ella, lo que sería más grave aún. Por eso -continuó el Jafez Jaim- debes decir que la sopa estaba muy
rica, para así traer alegría y paz en el hogar".

Por otra parte, debemos tener presente que la comida es necesaria para estar sanos y fuertes para poder servir a
Hashem. Si así procede la persona en cada instante en que se alimenta, cumple con una Mizvá porque come Leshem
Shamaim y no por un interés o provecho propio. Así se comenta sobre Ribí Israel Abujazira Z"L (el Baba Sali) a
quien al terminar un ayuno, su esposa le acercó un plato de comida para que pudiera recuperarse. El Rab probó un
 bocado y no comió más. La señora le preguntó: "¿Acaso le falta algún condimento?". El Rab le contestó: "Por el
contrario, está demasiado rica. Es por eso que no como, ya que sentiría un provecho y placer especial al comerla.
Sólo debo comer para poder mantenerme físicamente. De lo contrario, no actuaría Leshem Shamaim".

Los comentarios que podemos agregar están de más ante la claridad de los conceptos: cuidar el Shalom Bait es lo
más valioso que existe en un hogar. Que nunca la comida sea el motivo de una pelea o discusión.
El Gaón Ribí Israel Meir Hacohen Z"L, conocido como el Jafez Jaim, se casó por el Shalom. Así fue el Maasé: el
Jafez Jaim quedó huérfano de padre desde pequeño. Su madre viuda, después de tres años volvió a casarse con uno
de los alumnos de la Ieshibá de Volozhin llamado Ribí Shimhon, quien había tenido en un casamiento anterior una
hija, a la que quería casar con el "joven brillante", su hijastro, quien en poco tiempo sería conocido como el Jafez
Jaim.

La familia del Jafez Jaim se oponía a este casamiento por varios motivos. La joven era bastante mayor que él.
Además, el Jafez Jaim era conocido por varios millonarios del lugar que pretendían casarlo con sus hijas, por la
capacidad que tenía. Pero frente a todas estas cuentas, había otro razonamiento que el propio Jafez Jaim explicó: el
Shalom entre su madre y su padrastro, puesto que seguramente negarse iba a traer discusiones entre ellos. El Jafez
Jaim aceptó y fue a convencer a todos sus familiares, para que ellos también estuvieran de acuerdo.

Aprendemos de este Maasé hasta qué punto los Jajamim de Israel se preocupan por el Shalom Bait,
olvidándose de riqueza, honra o cualquier otro detalle, con tal de no provocar una pelea entre una pareja. 
Así como es importante cuidar el Shalom entre el marido y la mujer, se debe estar atento a no provocar discusiones
entre ellos. Por ejemplo, si alguien comenta que su esposa lo hace sufrir con su comportamiento, quien escucha no
debe decirle: "te compadezco por la vida que llevas" o frases similares, sino que debe buscar la manera de
consolarlo justificando la actitud de su esposa: "Quizás fue sin querer, estaría nerviosa, no fue con intención, etc.".
Para tratar de apagar el fuego de la pelea y recibir así la Berajá de alcanzar larga vida con prosperidad (Midrash
Tanjumá Itró17).

Si queremos saber hasta qué punto es valorado el Shalom Bait a los ojos de Hashem, analicemos las palabras del
Rab Abudarham Z"L cuando explica el motivo por el que las mujeres están exceptuadas de los preceptos positivos
que dependen de un tiempo fijo (Sisit, Tefilin, etc.): "Si estuviera obligada a cumplir este tipo de preceptos, es
 probable que simultáneamente su marido le solicitara algo que necesita y ella no podría hacerlo por encontrarse
ocupada con esa Mizvá de tiempo fijo. Por eso, el Creador la exceptuó para que habite con Shalom con su esposo".
O sea, estrictamente la mujer debería estar obligada como el hombre a cumplir con estos preceptos, pero
Hashem la exceptuó para que la paz reine en el hogar. 
Imitemos a Hashem en este punto de saber perdonar y exceptuar en aras del Shalom. Aprendamos a cerrar los
ojos ante muchas situaciones que se presentan diariamente y la dicha y la felicidad reinarán en nuestros
hogares. 

"El buen carácter" 

Shamai dice.... "Debes recibir a toda persona con buena cara" (Abot 1-15). El Rab Dessler Z"L solía decir al
comentar esta Mishná: "Hubiésemos esperado que este dicho fuera escuchado de la boca de Hilel que se
caracterizaba por expresiones tales como: "Ama el Shalom y persigue el Shalom". Sin embargo, es el propio Shamai
que se caracterizaba por actuar con Midat Hadin, o sea en forma estricta, quién nos enseñó esa frase tan importante.
 

¿Cuál es la explicación? Precisamente que por Midat Hadin estamos obligados a darle al otro lo que le corresponde.
Quien demuestra una cara triste o nerviosa hace sufrir a quien se encuentra a su lado sin que éste lo merezca.

Este concepto no se refiere sólo a tratar bien a quienes visitan nuestro hogar, sino que incluso en la calle y en el
lugar en el que nos encontremos, nuestra expresión debe ser sonriente para no hacer sufrir a quienes están a nuestro
alrededor. Está sobrentendido que en la relación matrimonial este concepto es de fundamental importancia. En Abot
de Ribí Natan 13 está escrito que quien otorga al prójimo los mejores regalos del mundo pero de mala forma, es
considerado como si no le hubiese dado nada. Pero quien otorga una sonrisa, aunque en la práctica sólo eso entrega,
es considerado como si le hubiese dado los mejores regalos posibles. ¿Por qué? Porque es como si le entregara su
corazón, que es precisamente lo que su pareja o compañero necesita. Demostrarle que es considerado y apreciado
a sus ojos es lo más valioso que existe y está en sus manos otorgarlo. Así explican los Jajamim sobre el versículo
de Bereshit 49: "El blanco de los dientes es más que la leche". El concepto al que se refiere al versículo es que
sonreír al compañero tiene más valor que darle el mejor alimento, ya que la sonrisa y el aliento tienen más valor que
cualquier ayuda material.

De cada persona se reclama que siempre tenga un buen trato, una palabra amable y una sonrisa en su boca. Se
comenta sobre Ribí Israel Salanter Z"L que en la víspera de Kipur le preguntó algo a una persona que iba al Bet
Hakeneset a decir Tefilá, pero por el temor que tenía por la Kedushá de ese día, esa persona no le respondió. Ribí
Israel dijo: "¿Por qué yo debo soportar del temor del Din de esa persona?". Nos enseñó así que la persona debe
cumplir, junto a sus obligaciones con el Creador, las obligaciones con su compañero. También en la víspera de Kipur
existe la Mizvá de: "Recibir a toda persona con buena cara" y esto no se contradice con el temor del día de Kipur, ya
que ambos forman parte del servicio a Hashem.

El tema no es sencillo. Las dificultades de la vida nos hacen olvidar de esta premisa básica, pero recordemos
que los actos externos influyen sobre el sentimiento interno. Si actuamos con una buena predisposición aunque
en principio sea sólo externa, seguramente que nuestro corazón se llenará de luz y sentimiento. Tendremos otra
óptica de la vida y del matrimonio llenando de felicidad a nuestra pareja y a nosotros mismos.

Debemos aprender a sonreír en toda circunstancia, a recibir -por ejemplo- al marido con una sonrisa cuando llega a
su hogar después de un día agotador, a interrumpir con lo que se está haciendo y saludarlo con afecto. La mujer
muchas veces no lo hace. "¡No puedo, estoy ocupada!", es lo que puede decir en alguna ocasión. ¿Y si tocaba el
timbre la amiga, o una vecina? ¿Para ella sí tenía tiempo?....

Sonreir, estar alegre. ¡Cómo lastima observar que el hombre ingresa a su hogar un viernes a la noche y debido a que
el ambiente está tenso dice de mala manera y mirando al piso: "¡Shabat Shalom!". ¿Eso es Shalom? Es lo peor que
 puede pasar, se debe aprender a superar los inconvenientes que existan por la importancia del Shabat y del Shalom.
Es cierto que hay momentos difíciles, de peleas y discusiones, cuando no nos gusta algo que nos hicieron. ¿Cómo
reaccionamos? Después de tanto leer y escuchar sobre el tema aprendimos que no debemos gritar, debemos
sobreponernos y reclamamos con el silencio. ¡Correcto! Pero atención que hay dos clases de silencio. Uno es
 positivo, se trata de aceptar, perdonar y salir adelante. Pero hay otro silencio que es terrible, no hablamos, pero los
ojos van de un lado hacia el otro. La boca está apretada, no hablamos, pero estamos diciendo: "¡Si tuviera que hablar
no me detendría en toda la noche!". Ese silencio es negativo, perjudicial, y sería mejor hablar que callar de esa
manera.
Trabajemos de verdad para corregir nuestras malas cualidades. Recordemos que nuestros hijos nos observan,
analizan, comprenden absolutamente todo, y que quedarán grabados en sus mentes los errores de los padres. En
muchos casos -lamentablemente- los incorporarán a su personalidad y seremos nosotros los responsables de
que ellos cometan nuestros mismos errores. En otros casos -muy pocos en proporción- los hijos aprenderán a
diferenciarse en su comportamiento de los errores de sus progenitores y siempre los tendrán presentes para no caer
en ellos. Recordemos que la sonrisa y el buen carácter harán que el hogar encuentre la Berajá del Shalom que
Hashem nos quiere dar.

"El favor, la verdad y el Shalom"  

Los Sabios nos enseñan que en el momento de la Creación del ser humano, Hashem consultó con los ángeles para
determinar si era conveniente o no que la persona fuera creada. Los ángeles que representan al Emet (verdad) se
oponían argumentando que el ser humano sería mentiroso y por lo tanto no merecía ser creado. Los ángeles del
Shalom, por su parte, confirmaban que no era conveniente la creación de la persona, ya que continuamente pelearía
y discutiría. Sólo los ángeles que representaban el favor defendieron al ser humano y argumentaron que merecía ser
creado porque se dedicaría a hacer el Jesed (favor). Hashem escuchó a estos ángeles y así fue creado Adam
Harishon, como dice el versículo: "El mundo fue creado por el favor" (Tehilim 89).
 

 
¿Cuál fue la respuesta de Hashem a los ángeles del Shalom y del Emet? ¿Acaso porque la persona hace favores,
Hashem se "olvidó" de los otros argumentos? De ninguna manera. Lo que sucede es que, si bien el mérito por el que
la persona fue creada es el Jesed, la prueba de la vida humana es en el Emet y en el Shalom. Todos sabemos lo
difícil que es comportarse con la verdad en toda circunstancia. Es más sencillo cargar las culpas sobre el otro,
aunque interiormente se reconozca la propia responsabilidad. En muchos casos, cuando se escuchan los argumentos
de marido y mujer por separado, nos damos cuenta que ambos tienen razón en sus apreciaciones y reclamos. ¿Cómo
es posible? Lo que sucede es que cada uno analiza sólo lo que le conviene. ¿Y la verdad? Nos olvidamos de ella
 porque no nos favorece. La prueba del Shalom -por su parte- es fundamental. Si supiéramos valorarlo como
realmente corresponde, muchas peleas se evitarían. Los mismos temas que destruyen a una pareja, son superados
 por otro matrimonio sólo porque se valora la importancia del Shalom.

El Jazon Ish dijo al respecto que la unión de la pareja debe ser como la misma relación que existe entre la
mano derecha e izquierda de una misma persona. No existe celo ni competencia ni enojo, sólo la
complementación entre una y otra, puesto que ambas forman parte de un mismo cuerpo. Nos sorprendemos cuando
escuchamos aquel suceso del Rab Arie Levin Z"L que acompañó a su esposa enferma al doctor y le dijo: "Doctor,
nos duele la pierna". El doctor no entendió qué sucedía y preguntó: "¿A quién le duele la pierna?". A lo que el Rab
respondió: "Si le duele la pierna a mi señora, también a mí me duele y por eso mi expresión: ‘ Nos duele la pierna".
 Nosotros nos preguntamos: ¿Cómo se puede alcanzar ese nivel? La realidad es que es lamentable que el marido no
sienta que es así realmente, porque no encontró en el matrimonio lo que Hashem pretendía de él.

Cuando Moshe Rabenu vio que sus hermanos eran esclavizados en Egipto, sufría con ellos a pesar de que él no era
esclavo. ¿Qué ganaba con sufrir? ¡De todas formas no podía ayudarlos! Sólo que cuando alguien siente que
comparten su sufrimiento se siente aliviado. Sabe que no está solo y juntos es más fácil superar el problema. 
 No olvidemos el tema del Jesed. El favor mutuo fue el mérito por el que la persona fue creada. Muchos se
equivocan y hacen favores con cualquier persona ajena a su entorno y se olvidan de aquellos que más lo necesitan:
su propia familia, esposa, marido e hijos. El favor empieza por casa, por quienes se encuentran más cerca. Sólo
que la persona se escapa de él, quizás porque se trata de una obligación y no le agrada sentir esa presión
sobre sí mismo. A veces una madre puede escuchar a todas sus vecinas y amigas, pero en forma incomprensible no
dispone del tiempo necesario para sus hijos que tanto la necesitan. Al encontrarse obligada a ellos, elude su
responsabilidad.

Cuando el marido y la mujer realizan actos de Jesed uno para el otro o con los niños, cumplen con la Mizvá de: "has
de querer al prójimo como a ti mismo" (Vaikrá 19). Esas acciones se consideran preceptos, a pesar de que fueron
hechas para beneficio de un familiar tan cercano y de ser consideradas como algo lógico o natural. Así lo
enseña la Torá. Cuando Miriam quedó leprosa por haber hablado sobre Moshe Rabenu algo que no correspondía,
todo el pueblo de Israel aguardó siete días hasta que ella se curara. Ella recibió esa recompensa de que todos la
esperaran, porque ella también había esperado para ver qué sucedía con su pequeño hermano Moshe cuando su
mamá lo había puesto en la canasta de mimbre en el Nilo. El versículo nos enseña: "Y se detuvo su hermana desde
lejos para ver lo que sucedía con él" (Shemot 2). Moshe Rabenu era el hermano de Miriam y lo más normal era que
ella se interesara por lo que le ocurriría. De todas formas, fue un acto de Jesed y Hashem la recompensó con que
todo el pueblo la aguardara en el momento de su enfermedad. 
Más aún, la obligación de hacer Jesed con un familiar cercano es prioritaria a la de hacerlo con otra persona.
Así escribe el Rab Jaim Fridlender Z"L en su libro "Y sabrás que hay Shalom en tu hogar": "De acuerdo con las
reglas de la Torá con respecto a la Sedaká y al Jesed, el pariente más cercano tiene prioridad. Cuando deba decidirse
entre ayudar a los pobres de su ciudad o a los pobres de otra ciudad, la prioridad corresponde a los de su ciudad. No
existe más "cercano" para la persona que su propia pareja, ya que la esposa del hombre es como su propio
cuerpo. En contradicción con lo que la gente piensa, la categoría superior del Jesed es con el marido o con la
mujer".

Si queremos darnos cuenta de hasta cuándo Hashem valora un acto de Jesed a pesar de tratarse de algo elemental,
 podemos recordar lo que sucedió con Lot, el sobrino de Abraham Abinu que salvó su vida en el momento de la
destrucción de Sodoma y Gomorra. ¿Cuál fue su mérito? Muchos años antes, cuando en la época de hambre
Abraham se había dirigido a Egipto junto a Sara, Lot no reveló a los egipcios que Sara era la esposa de Abraham y
no su hermana como él les había dicho. "Y fue cuando Hashem destruyó a las ciudades del valle (Sodoma y
Gomorra) y recordó Hashem a Abraham y salvó a Lot de la destrucción" (Bereshit 19). El Midrash Rabá comenta:
"¿Cuál fue el recuerdo favorable para Lot? El haberse callado cuando Abraham dijo que Sara era su hermana. Lot
sabía y se calló".
 

Todas las Mizvot son importantes. Existe una idea de pensar que las Mizvot que son con Hashem -Tefilin, Mezuzá,
Kasher, etc.- son más importantes que aquellas como la Sedaká y el Jesed que se realizan con el prójimo. No es así.
Sólo Hashem sabe el pago por cada Mizvá. Nosotros sólo sabemos que Hashem nos ordenó cumplir con todos
los preceptos. En realidad, la Mishná en Peá 1 comenta: "Estas son las Mizvot que la persona recibe pago en este
mundo y el capital queda para el Olam Habá: respetar a los padres, Guemilut Jasadim, acercar el Shalom entre la
 persona y su compañero y el estudio de Torá que equivale a todas las Mizvot". Observamos que el pago por hacer
Guemilut Jasadim se recibe en este mundo y en el venidero. El Maharal de Praga explica: "Cuando alguien se
coloca el Tefilin cumple un precepto por medio del Tefilin; cuando alguien hace un Jesed con el compañero, cumple
con una Mizvá gracias a su compañero". O sea, el Tefilin es como el compañero: ambos fueron el medio para
cumplir con una Mizvá. La diferencia radica en que el compañero se benefició al haber actuado como medio para el
cumplimiento de una Mizvá, mientras que el Tefilin quedó en las mismas condiciones. Por eso, quien realiza un
Jesed recibe además del pago en Olam Habá, beneficio en este mundo" (Netibot Olam).

Cuando un acto de Jesed se realiza íntegramente, la recompensa que aguarda es incalculable por más
pequeño que parezca. En Bereshit 5 la Torá comenta: "Y se encaminó Janoj con Hashem". Los Jajamim explican
que Janoj se dedicaba a coser zapatos y por cada costura enaltecía a Su Creador. El Rab Dessler Z"L explica en
nombre de Ribí Israel Misalant Z"L: "no significa que en el momento de la costura, Janoj se unía en sus
 pensamientos al Creador, ya que está prohibido pensar en otra cosa en el momento en que realiza un trabajo para un
compañero. La unión con el Creador a la que se refiere, es que se preocupaba porque cada costura sea lo más
 perfecta posible, para que el zapato fuese aprovechado por su dueño al máximo de las posibilidades. Así se unía con
el Creador, que se preocupa por dar todo Su bienestar al ser humano".

Debemos recordar que todo Iehudi es hijo de Hashem. Cualquier falta que encontremos en nuestra pareja,
debemos tomarla como una oportunidad especial que Hashem nos dio para agrandar nuestro mérito.
Perfeccionaremos así nuestra alma que vino al mundo por sobre todo para realizar actos de Jesed con el prójimo. No
se deben escuchar reclamos o quejas por el comportamiento de los niños, por las dificultades del hogar, por la
 preparación de la comida o por las corridas por el sustento. Mientras más dificultades existan, la Mizvá de
Guemilut Jasadim en el hogar será mayor.
Con la verdad íntegra y con el favor que comienza por el hogar, Hashem otorgará el Shalom para todos los hogares
de Israel. Amén.

"¿Convivir o habitar en un mismo hogar?"  

Una pareja se casa con la idea de convivir durante toda la vida. Pero se puede estar muchos años bajo un mismo
techo y no vivir juntos. ¿A qué nos referimos? El rey David nos enseña: "Qué bello y qué dulce es que los
hermanos habiten juntos" (Tehilim 133). El Midrash pregunta: ¿a qué hermanos se refirió David Hamelej? La
respuesta es que se refirió a Moshe y a Aharon. ¿Cómo era la relación entre ellos que es tomada como ejemplo de lo
que significa vivir juntos? Para poder comprender el tema, es necesario recordar algo que sucedió en Egipto con
nuestro pueblo. Cuando Hashem se presentó a Moshe para que sacara al pueblo de la esclavitud a la que eran
sometidos, Moshe no aceptó en principio la misión para la que había sido designado. Sólo después de siete días fue
"convencido" por Hashem. ¿Cómo es posible que un ser humano no acepte la orden directa de Hashem?

Más aún, Moshe sabía con claridad acerca de la terrible situación de sus hermanos esclavizados y sufría por ellos,
¿cómo se pudo negar a liberarlos? La respuesta la da el propio Moshe a Hashem: "Ruego, mi Señor, envía por favor
 por mano de quien has de enviar" (Shemot 4). Rashi nos explica: "envía al que siempre envías, o sea, a mi hermano
Aharon". Moshe no quería recibir un puesto superior al de su hermano mayor Aharon, que fue quien había dirigido
al pueblo en la esclavitud, ya que Moshe se había escapado a Midian. Moshe sufría por el dolor de sus hermanos,
 pero de todas formas no quería recibir sobre sí mismo la dirección del pueblo, porque esto quizás provocaría el
sufrimiento de Aharon. Moshe conocía la necesidad del momento y la importancia del cargo, pero entendía que la
salvación no llegaría si no tenía en cuenta el sentimiento de su hermano.
El razonamiento de Moshe era correcto, sólo que no tuvo en cuenta la grandeza de su hermano Aharon.
Precisamente, Hashem le respondió: "he aquí que Aharon tu hermano... saldrá a tu encuentro, te verá y se alegrará
en su corazón" (Shemot 4). No sólo que Aharon estuvo de acuerdo, sino que su alegría fue tal que no había manera
de expresarla: "se alegrará en su corazón". Es el ejemplo de lo que significa vivir juntos; respetarse
mutuamente, pensar sólo por el bien del otro y estar atento a lo que necesita. Vivir juntos no es sólo compartir
un mismo hogar, sino vivir uno para el otro y sentir en carne propia las necesidades o sufrimientos del otro y actuar
de acuerdo a esto. Hashem quiere posar su Shejiná en toda casa judía, pero para que eso suceda es necesario que el
hogar exista, que la pareja conviva y no sólo que habite el mismo techo.
 

La prueba verdadera del Shalom es en el hogar. No tener discusiones con el medio ambiente en donde se convive
es relativamente fácil. La persona puede refugiarse en su hogar y así encontrar la solución. Pero si el fantasma de la
 pelea nos persigue en el hogar, ¿a dónde se puede escapar? ¡Es difícil realmente! Sólo que si se valora de verdad la
importancia del Shalom, se encontrarán los medios para no tropezar con la trampa que el Satán prepara.

Mordejai Hasadik fue alabado en la Meguilá Esther: "Fue aceptado por la mayoría de sus hermanos, buscaba el bien
de su pueblo y se comportaba con Shalom con toda su descendencia" (Meguilat Esther 10). En muchos hogares un
hijo cumple la voluntad de su padre y el otro, por el contrario, no respeta el criterio de sus progenitores.
 Normalmente, ese padre habla con Shalom con el hijo que acepta sus ideas, pero con el otro hay choques y
diferencias. Mordejai Hasadik no era así: hablaba con Shalom con toda su descendencia. Por eso recibió esa
alabanza. 

El camino para alcanzar el Shalom se divide en tres partes: 1) con el pensamiento: cada uno debe pensar que el otro
 piensa sólo cosas buenas sobre él. Aunque en la práctica parezca lo contrario, debe saber que se trata sólo de una
falsa apariencia. 2) con el habla: debe dirigirse a su pareja con tranquilidad, sin tristeza ni enojo. El marido debe
alegrar a su esposa en los momentos en los que se encuentre en el hogar. Donde hay nervios y desazón, no se
encontrará el éxito. Se debe pensar qué hablar y cómo decirlo. En cuántos casos hay discusiones y peleas que llegan
hasta el divorcio sólo porque fue dicha, en algún momento de nervios, una palabra que no se puede olvidar. 3) con
la práctica: todo acto positivo une más a la pareja, ya que el otro siente que se preocupan por él. Por ejemplo, si la
esposa compra algo determinado para sí misma, es preferible que el esposo se lo adquiera. Así ella se alegrará y se
aumentará el Shalom entre ambos. Seguramente que para quienes llevan a la práctica los consejos de nuestros
Sabios sobre cómo llevar el matrimonio, encontrarán la felicidad tan anhelada y la bendición de Hashem posará
sobre sus hogares.

Quien adelanta el Shalom de su hogar como prioridad fundamental en su vida, consigue el paraíso terrenal,
tranquilidad y felicidad. Ningún mal acontecimiento podrá sucederle a esa persona. En Abot de Ribí Natan está
escrito: "Todo el que trae Shalom a su casa, le considera el versículo como si trajera Shalom sobre cada uno del
 pueblo de Israel, porque todos somos como reyes de nuestros hogares". Este concepto se refiere a que todos los
actos que el ser humano realiza fuera de su hogar no dejan una marca especial, ya que sólo se trata de alguien más
dentro del mundo. Pero los actos que cada uno realiza en su hogar dejan un sello en su entorno familiar, similar al de
un rey con su pueblo, en donde todos están pendientes del comportamiento del rey para imitarlo.

Nuestros hijos están atentos a nuestras actitudes que quedarán grabadas en sus mentes para toda la vida.
Debemos darles el ejemplo de perseguir el Shalom a pesar de las circunstancias que se presenten. De esa
manera, seremos dignos de recibir a Hashem en nuestros hogares. 

"Saber comprender a la mujer" 


En Shemot 2 la Torá nos enseña: "Y fue en aquellos días, creció Moshe y salió a observar a sus hermanos y vio el
sufrimiento que padecían". Cuando Rashi comenta este versículo dice: "puso sus ojos y corazón para sufrir por
ellos". O sea que Moshe Rabenu, a pesar de vivir en el palacio del Faraón y de no estar esclavizado, sufría a la par
de sus hermanos. Con esta base podemos comprender la obligación de entender la situación del otro, sentir sus
dificultades, preocupaciones y miedos como si a uno mismo le estuvieran sucediendo. Para ello es necesario que se
cumpla previamente lo que el versículo menciona: "Creció Moshe", o sea dejar la visión infantil de solo preocuparse
 por uno mismo y pensar en forma más madura: incluir al compañero dentro de nuestro propio mundo.

El próximo paso será "Y vio el sufrimiento", o sea analizar con detalle y profundidad el dolor del otro para luego
 poder sentirlo en carne propia.

Esta visión es fundamental en la pareja y por sobre todo es el hombre quien debe comprender las dificultades
normales de su esposa. Ella debe ocuparse de los quehaceres de su hogar, preparar la comida para su familia,
ocuparse de los niños y en muchos casos también debe preocuparse por ayudar a conseguir el sustento para la casa.
Para poder comprender todo su esfuerzo, el hombre debe recordar lo que sucede cuando por alguna circunstancia
especial, es él quien debe ocuparse de los niños y del hogar. En ese caso, el hombre aguarda con ansiedad que todo
vuelva rápidamente a su cauce normal, ya que se siente desbordado y agotado por toda esa carga que la mujer lleva
en forma natural por muchos años.

Por su parte, la mujer correcta comprende que ésa es su misión y está orgullosa de la misma. Realiza sus tareas con
alegría y felicidad. Sólo tiene un deseo fundamental para ella: aguarda con ansiedad la llegada de su esposo. Luego
de un día arduo de trabajo, de prestar atención a las necesidades de sus hijos, de tanta presión y nervios contenidos,
 

finalmente podrá hablar con quien se preocupa por ella y quien la alentará a superar las dificultades normales de su
hogar. Ella espera no sólo la comprensión de su esposo, sino también la felicitación por su conducta y tarea.
Así podrá renovar sus fuerzas para empezar mañana un nuevo día quizás muy parecido al de hoy.

Llegó el momento. Se escucha el timbre o el ruido de la llave de su esposo que ingresa al hogar. Ella se preparó para
que todo estuviera en orden al punto máximo de sus posibilidades. Pero el hombre llega cansado, hambriento y no
tiene en cuenta todo su esfuerzo. "¿Qué hay de comer?", pregunta rápidamente provocando la desilusión de su
esposa. En algunos casos, la situación se agrava cuando el hombre observa en su hogar algo que no comprende y la
critica sin considerar todo lo que ella hizo durante el día.

Cuando el diálogo comienza y ella formula un comentario sobre sus dificultades del día, el marido no quiere
escucharla. Reacciona con enojo porque no quiere que nadie le altere su ritmo normal de vida. "¡De todo te quejas!
¡Es tu misión!", responde el marido para tratar de cubrir su egoísmo que no le permite escucharla. Cuando su esposa
 baja la cabeza o lagrimea, su respuesta es: "¡Otra vez te ofendes!" ¿Acaso no puedo hablar?". Quizás se trata de una
señal que comienza a comprender su error.

La mujer cree en este caso que su marido no la tiene en cuenta. Que sólo le importa su trabajo. Si tuviera cariño por
ella la alentaría participando de sus problemas o intentando ayudarla con un buen consejo, en caso de no poder
hacerlo en la práctica. Ella lo conoce bien. Sabe que cuando sus suegros o los vecinos le plantean a su esposo alguna
dificultad que padecen, él se esmera para tratar de encontrar una solución. Con ella no sucede lo mismo. La
explicación para ella es clara y no le deja dudas: su marido no la quiere y es lo peor que le podía haber sucedido.

Así nos enseña en su libro "Y sabrás que hay paz en tu hogar" el Rab Jaim Fridlender Z"L: "La esperanza
fundamental de la vida de una mujer es que su marido la quiera. Cuando ella ve que no se cumple ese deseo, su
dolor y sufrimiento es enorme. Si el hombre no le demuestra que la ama, el mundo se oscurece para ella.
 Nuestros Jajamim nos enseñan que en esa situación su vida está cercana al peligro y no hay exageración en estos
términos, sino que se trata de una realidad comprobada en muchos casos. La mujer decae en su espíritu, se deprime
y puede derivar en graves enfermedades". Este sentimiento que el Rab menciona, existe en toda mujer. Es cierto que
hay casos de mujeres que poseen cargos ejecutivos o trabajos de enorme responsabilidad en donde dirigen a una
gran cantidad de personas. Pero también ellas en su corazón esperan y ansían que sus maridos se preocupen por todo
lo que a ellas les sucede. No hay excepción a esta regla. Es la manera natural con la que Hashem creó a la mujer.

El hombre cree equivocadamente que los temas del hogar o la educación de los hijos es algo que compete
exclusivamente a su esposa y que él no debe tomar parte en ellos. Se equivoca. Debe compartir con su mujer
absolutamente todo. Esto no significa que él debe tomar las decisiones en temas que pertenecen a la mujer, tales
como la decoración de la casa o las compras del día. Su esposa resolverá finalmente qué es lo mejor. Pero él debe
escucharla atentamente, sentirse interesado de verdad en todo lo que atañe al mundo de su mujer, dar buenos
consejos, comprenderla y alentarla en cualquier dificultad que se presente.

Es sabido que cuando el ánimo es positivo, todo es más fácil de superar. Cuando la mujer sabe que su marido la
comprende y la quiere, enfrenta toda su tarea con optimismo, alegría y fe. Ella puede dejar de lado cualquier
cosa menos el deseo de su vida: que su marido la tenga siempre presente y que se preocupe por ella. Es cierto. Para
el hombre es difícil después de un día también agotador para él, luego de superar sus propias dificultades, debe
llegar a su hogar y olvidarse de todo para prestar atención a lo que en él sucede. Quizás preferiría entrar y que nadie
lo molestara y lo dejaran descansar tranquilo. Pero debe saber que lo peor que le puede pasar es que su esposa no
espere con ansiedad su llegada para poder transmitirle todas sus inquietudes. Si así sucediera, es el principio de la
destrucción del hogar. El hombre debe sobreponerse, debe saber que en su casa lo aguardan como al gran director
de una empresa. Su esposa y sus hijos lo valoran y necesitan por la gran importancia que tiene para ellos. El
cansancio y las preocupaciones del trabajo deben quedar de lado. Las fuerzas deben renacer para sostener a quienes
lo necesitan y dependen de él. Sólo debe concientizarse de que es así realmente. Cuando así lo entienda, Hashem le
dará la fuerza necesaria para superarse y el hogar recibirá la bendición de la alegría y la felicidad.

"La inteligencia de la mujer" 

El rey Shelomo escribe en Mishlé 14: "La mujer inteligente construye su hogar y la necia con sus manos lo
destruye". Los ejemplos que traen los Jajamim al respecto son muchos. Podríamos agregar los que nosotros mismos
observamos en la vida, al ver la fuerza y sabiduría de aquellas mujeres que guían a sus maridos en el camino de la
Torá. Esas mujeres virtuosas se conforman con lo necesario para vivir, los ayudan en las situaciones difíciles
con palabras suaves y dulces que los alientan fortaleciendo el espíritu. 
 

Gracias a ese amor, paz y compañerismo que ella genera en toda la familia, evita la preocupación y tristeza de su
esposo. Transforma así su hogar en un paraíso lleno de luz, alegría y esperanza, que permite superar las dificultades
confiando en la ayuda de Di-s.

El Talmud Ierushalmi Sotá (Perek 9, Halajá 15), comenta que Ribí Akiba le obsequió a su señora un adorno
llamado: "Ir Shel Zahab" ("ciudad de oro") ya que tenía la imagen de Ierushalaim. La señora de Rabán Gamliel le
 preguntó a su esposo por qué ella no tenía uno igual. La respuesta de Rabán Gamliel fue que Rajel, la señora de Ribí
Akiba, vendía las trenzas de su pelo para que su marido pudiera estudiar Torá, y por eso recibió ese pago.

Rajel era la hija de un millonario llamado Kalba Sabua. Ella observó las condiciones del pastor del ganado de su
 padre llamado Akiba y pensó casarse con él con la condición de que se dedicara al estudio de la Torá. Su padre se
enfureció, la desheredó y la expulsó de la casa. Rajel no tembló ante el problema y soportó la pobreza, con tal que
su marido estudiara Torá. ¿Cómo vivirían? ¿Y, cómo costearía Akiba sus estudios en la lejana Ieshibá a la que iría?
Rajel no dudó. Las joyas y adornos que poseía fueron vendidos para poder subsistir.

Pasaron los años, y ya había vendido todo... su riqueza, su hermosa ropa, sus objetos preciosos... ya no quedaba más
 por vender. ¿y ahora? Recordó Rajel que cuando era joven, sus amigas alababan las trenzas de su pelo. En un
instante encontró la solución; con lágrimas en los ojos, con las manos temblando, pero sin dejar que la lógica

"El agradecimiento" 

Una de las cualidades fundamentales de quien se precie de ser persona es ser agradecido con quienes lo rodean y
con el Creador. El tema no es sencillo. Muchas veces, la persona considera que si le agradece a quien lo benefició,
queda con una deuda pendiente que en algún momento deberá saldar y prefiere no adquirir ese compromiso. La
solución ante tal problema es simple: se puede buscar cualquier excusa o empequeñecer el bien recibido. Si fuera
necesario, se llegará a devolver mal por bien para demostrar abiertamente que no recibió ningún beneficio.

Por el contrario, quien trabaja sobre sus cualidades para superarse continuamente, nunca olvidará un bienestar que
recibió. En cada oportunidad que se le presente, expresará su agradecimiento sin importar el tiempo que haya
transcurrido. No creamos que estos conceptos son necesarios solo para convivir con la sociedad en forma normal.
En realidad, comienzan por casa, por el hogar de cada uno de nosotros.

¿Qué haría Ud. si tuviera el Zejut de encontrarse con Eliahu Hanabi? Seguramente le pediría que le explicara
alguno de los secretos de la Torá. Quizás optaría por preguntar cuáles son los criterios con los que Hashem se
conduce en la dirección del universo. Sin embargo, el Talmud en Iebamot 63 comenta que Ribí Iose se encontró con
Eliahu Hanabi y le preguntó: "Está escrito en la Torá que la mujer es la ayuda del hombre. ¿En qué lo ayuda?".
Eliahu Hanabi le respondió: "El hombre trae trigo a su hogar, ¿acaso come el trigo en crudo? El lino que trae, ¿lo
viste en bruto? Es la mujer quien ilumina sus ojos y lo sostiene sobre sus piernas".

Ribí Iose optó por formularle una pregunta a Eliahu Hanabi cuya respuesta aparentemente cualquier niño conoce: la
mujer es la encargada del hogar, se ocupa de preparar la comida y de coser las ropas. El Rab Jaim Fridlender Z"L
explica esta Guemará con un concepto profundo: "Cuando la Torá menciona que la mujer es la ayuda del hombre, se
refiere al apoyo que le otorga para alcanzar un nivel espiritual superior en el servicio a Di-s. Cuando la mujer
se ocupa de las necesidades de su hogar, le permite al hombre dedicarse de lleno a lo espiritual y cumplir así su
misión con éxito". Ahora podemos entender lo que el propio Ribí Iose comentó en Shabat 118: "Nunca llamé a mi
esposa: ‘mi esposa’, sino ‘mi casa". Ribí Iose aprendió a valorar a su mujer en su medida exacta. Eliahu Hanabi le
enseñó a Ribí Iose el valor de su esposa no sólo para que lo supiera en su corazón, sino para que lo expresara en
toda circunstancia propicia y para que así pudiera elevarse espiritualmente aún más. ¿Por qué? Porque quien
comprende que el otro le agradece por lo que le brindó, buscará una nueva oportunidad para beneficiarlo. Si
alguien no lo cree así, que observe cualquier factura de venta de un comercio. En casi todas está escrito: "Gracias
 por su compra". ¿Para qué? Es el sistema que se utiliza para que el comprador vuelva a ese comercio para efectuar
una nueva adquisición: saber ser agradecido. 

El enemigo fundamental que provoca que la persona no sea agradecida es el acostumbramiento. En nuestro ejemplo,
se podría escuchar: "Todas la mujeres preparan la comida y la ropa para sus esposos". Es cierto, pero no por eso se
debe ser desagradecido. La persona debe estar atenta continuamente para poder reconocer y expresar el
agradecimiento por todo lo que recibe. No debe tener en cuenta si el que otorgó el bien lo hizo por algún interés
personal o en forma desinteresada. El agradecimiento a Di-s y a los que nos rodean debe ser la base de nuestra
vida.
 

La Guemará comenta en Berajot 58: "Un buen invitado, ¿que dice?". La respuesta es: "Cuántas molestias se esforzó
el dueño de casa por mí, cuánta carne me sirvió, cuánto vino sirvió delante de mí, cuántas tortas preparó. Todo su
esfuerzo fue sólo para mí". La Guemará continúa: "Un mal invitado ¿qué dice?". La respuesta del Talmud es: "¿Cuál
fue el esfuerzo del dueño de casa? Sólo comí un pan, un trozo de carne y un vaso de vino. Todo el esfuerzo del
dueño de casa fue por su esposa y por sus hijos". Analicemos lo que sucede: el dueño de casa prepara una Seudá
 para toda su familia e invita a alguien en particular a compartir esa comida. ¿Por qué lo hace? Desea que el invitado
se sienta a gusto y por supuesto, que su familia disfrute también lo que se le ofrece. El buen invitado agradece por
todo lo que recibió y por la honra que le brindaron. Al mal invitado, en cambio, su óptica negativa lo lleva a la
conclusión de que el dueño de casa pensó sólo en su familia y que simplemente agregó una porción más para él.

Este ejemplo del Talmud se puede aplicar para todas las circunstancias de la vida. Se puede observar todo lo que
sucede desde dos ópticas: la persona correcta le agradece a Hashem por todo lo que existe en el mundo y que lo
beneficia. Para él, todo lo que Hashem creó fue exclusivamente para su provecho personal y le agradece por todo.
En cambio, quien observa todo en forma negativa, no disfruta de la Creación, ya que él se considera como un
integrante más y no valora todo lo que recibe.

Estos conceptos son más válidos aún en la vida matrimonial. Cada integrante de la pareja debe valorar todo lo que
Hashem le dio: el hogar, la salud, la fuerza física y espiritual, los hijos, etc. Por otra parte, debe valorar lo que recibe
de quienes están a su alrededor y especialmente, de su pareja y de sus hijos. De esa forma, el ambiente del hogar
será cálido y feliz. Sucede en muchos casos que la persona se acostumbró Baruj Hashem a muchas cosas
placenteras en su vida. Piensa que es normal que así suceda. Como nunca le faltaron, no valora lo que recibe.
Sólo piensa en lo que le falta y por eso no encuentra la alegría.

Debemos valorar todo lo bueno que poseemos y no exagerar las situaciones problemáticas que se puedan
presentar. Debemos saber aceptarlas porque son para nuestro bien, aunque a veces resulte difícil comprenderlo.
Con seguridad que nuestra vida será distinta si recordamos que: "Es una gran Mizvá estar siempre con alegría".

Seamos sinceros: ¿quién de nosotros sabe agradecer de verdad a quienes nos beneficiaron en alguna oportunidad?
¿Quién tiene presente a su maestro que lo inició en el camino de la Torá testimoniándole su afecto y
reconocimiento? ¿Quién agradece a Hashem por todo lo que nos brinda continuamente? La sociedad moderna no
ayuda a vivir con esta base fundamental de la existencia del ser humano. Por el contrario, somos educados con
conceptos tales como: "¡te corresponde!" o "¡recuerda tus derechos!", olvidando las obligaciones que nos competen
 por el bienestar que recibimos de los que nos rodean.

Ser agradecido no es una buena cualidad, sino la obligación elemental de quien se precie de ser persona. En
una oportunidad una persona se presentó ante el Jatan Sofer Z"L y le faltó el respeto con frases ofensivas delante de
sus alumnos. El Rab se calló y luego que esa "persona" se retiró, el Rab les dijo a sus discípulos: "no sé qué es lo
que quería. Nunca le hice ningún bien". Sus alumnos lo corrigieron: "habrá querido decir ningún mal". El Rab les
respondió: "no me equivoqué, deben saber que es difícil ser agradecido. Cuando alguien recibió alguna vez un bien,
cree que realmente lo merece y si en otra oportunidad no lo recibe, se ofende porque no le dieron lo que le
correspondía. Por eso mi expresión: nunca le hice ningún bien".  Así es la naturaleza del ser humano y hay que
trabajar sobre uno mismo para poder corregirla.

Este punto adquiere una relevancia fundamental en el Shalom del hogar judío. Cuántos matrimonios se destruyen
porque sólo se observan los defectos del otro sin analizar sus virtudes y por olvidar el concepto del
agradecimiento. El Talmud, en Iebamot 63, relata el siguiente suceso: "Ribí Jiá tenía una mala mujer que lo hacía
sufrir. De todas formas, cada vez que Ribí Jiá encontraba algún presente para ella, se lo llevaba". Le dijo Rab a Ribí
Jiá: "¿por qué le regala cosas?, ¡ella lo hace sufrir!". La respuesta de Ribí Jiá fue: "suficiente con que crían a
nuestros hijos y nos salvan de tener malos pensamientos".
Hay una frase de nuestros Sabios que resume este concepto: "al pozo del que tomaste agua, no debes tirarle una
piedra". Podríamos preguntarnos: ¿acaso el pozo sufre un dolor cuando alguien le arroja una piedra?  La respuesta
es que el problema no es el pozo sino la propia persona. Quien es desagradecido con el pozo, termina siendo
desagradecido con el prójimo y luego lo es aún con Di-s. La propia Torá nos enseña este concepto: las diez plagas
con las que Hashem castigó a los egipcios fueron por intermedio de Moshe, con excepción de la plaga de las sangre,
de los sapos y de los piojos que fueron llevadas a la práctica por Aharon Hacohen. ¿Por qué? Rashi nos aclara el
tema en Shemot 7 sobre el versículo 19: "debido a que el Nilo había protegido a Moshe cuando había sido arrojado
en él, por eso no correspondía que fuera castigado por su mano en la plaga de la sangre ni en la de los sapos.
También en el caso del polvo del que salieron los piojos, no correspondía que fuera castigado por Moshe, porque lo
había protegido cuando Moshe mató a un egipcio que castigaba a un judío y lo enterró en la arena".
 

Concluyamos este comentario con la explicación del Sefer Hajinuj sobre la Mizvá de respetar al padre y a la madre:
"la raíz de este concepto es que es digno que el ser humano sepa reconocer y comportarse con favor a quienes le
dieron el bien. No debe ser necio y desagradecido ya que ésa es una mala cualidad despreciada a los ojos de Di-s y
de la gente. Debe recordar que el padre y la madre fueron los que posibilitaron su existencia, por lo que se merecen
todo el respeto y ayuda posible, ya que ellos lo trajeron al mundo y se esforzaron por él cuando era pequeño.
Cuando fije esta cualidad en su alma, reconocerá el bien que Hashem le da, porque Él es quien le dio la vida a sus
 padres y abuelos hasta Adam Harishon, lo sacó a la luz del mundo, le otorgó sus necesidades durante su vida, lo
mantuvo sobre sus miembros y le entregó un alma inteligente sin la cual sería como un animal que no entiende. De
esta manera, meditará la persona cómo debe cuidarse en servir a Su Creador".

El Gaón de Vilna Z"L solía decir que la persona vino al mundo para arreglar sus cualidades. No es suficiente
con cumplir preceptos, debemos pulir y corregir las inclinaciones negativas que existan. Si alguien dejó en un
guardarropas un saco al que le faltaba un botón, no puede reclamar al retirarlo que le devuelvan otro saco que se
encuentre en perfectas condiciones. Cuando la persona devuelva el alma al Todopoderoso después de su vida
terrenal, en esas mismas condiciones quedará hasta el momento de la resurrección de los muertos y en ese instante la
recibirá nuevamente para siempre. El trabajo de la vida es arreglar las cualidades. Sin esto, la existencia no tiene
sentido. Que el agradecimiento a Di-s y a los que nos rodean sea la base de nuestra vida. 

"Buscar lo bueno del otro" 

El Talmud en Ketubot 16 pregunta: "¿Cómo se baila delante de la novia?". La respuesta de Bet Shamai es: "A la
novia se la alaba según lo que es". En cambio, Bet Hilel opina: "La novia es hermosa y graciosa". Cuando se le
 pregunta a Bet Hilel acerca de que en la Torá (Shemot 23) está escrito: "de la mentira debes alejarte" y por lo tanto
no puede alabarse a la novia con algo que no posea. ¡No todas las novias son hermosas y graciosas! La respuesta de
Bet Hilel es que cuando alguien adquiere algo lindo y nos pregunta nuestra opinión sobre la adquisición, debemos
responderle que realmente es hermosa aunque no lo creamos así. Es lo mismo que sucede con el caso de la novia. La
Guemará concluye el tema en este lugar.

En principio, no comprendemos la respuesta de Bet Hilel ya que aparentemente la pregunta no se aclaró. Lo que
sucede es que Bet Hilel nos está dando una base fundamental para la vida, y por sobre todo para encontrar el Shalom
en el hogar. Bet Hilel le dice al novio que debe saber que su novia como cualquier otro ser humano tiene fallas y
errores que existen realmente, pero que si él vivirá pendiente de esas fallas arruinará su vida y nunca será feliz. Bet
Hilel le aconseja que sólo observe lo positivo, que sea inteligente, que conviva con esas fallas y así todo estará
bien. Que no sea negativo al observar lo oscuro, sino que busque lo bueno y se conforme con lo que Hashem le
otorgó.

 No se puede soñar con cosas que no se poseen, sino que se debe vivir y construir el hogar con todo lo positivo que
en él existe, olvidando todo aspecto negativo. El inconveniente mayor del ser humano es que en muchas ocasiones
no se conforma con lo que tiene. No creamos que saber conformarse es solo una gran cualidad, sino que es algo
 básico para la vida. Quizás la raíz del problema radique en la sociedad en la que vivimos. La competencia,
observar las casas vecinas y querer igualarlas a pesar de no estar en las mismas condiciones, destruyen
muchos hogares. Si viviéramos con la base escrita en el Pirke Abot: "¿Quién es el rico? El que se conforma con lo
que tiene", nuestra vida cambiaría. No existirían problemas de pareja y seríamos felices arreglándonos con lo que
Hashem nos otorgó, aunque fueran muchas las cosas que nos faltaran.

Se cuenta sobre una mujer inteligente y con buenas cualidades, que tenía un marido necio, al que ella siempre
defendía. En una oportunidad, decidieron que comprara una vaca para poder tener siempre leche de ella, pero el
vendedor se dio cuenta de la necedad del hombre y le vendió un toro en lugar de la vaca. Cuando en la mitad del
camino el hombre se dio cuenta de su error, se encontró con un vendedor de caballos y aceptó cambiar el toro por un
caballo, para poder llevar a pasear a su familia. Después se arrepintió y lo cambió por un burro, pero al pensar que
necesitaba un establo para guardarlo, decidió cambiarlo por una oveja de la que podría sacar su lana. Al encontrarse
con un vendedor de gallinas, optó por cambiar la oveja por una gallina. Cuando pasó por un hospedaje donde pidió
comida, como no tenía con qué pagar, lo hizo con la propia gallina. Cuando llegó a su casa sin nada en sus manos,
sintió vergüenza de entrar. Fue a lo de un vecino al que le contó lo que le había sucedido y éste le dijo: "¡Lo que te
espera con tu señora!". En ese momento reaccionó y le contestó: "Mi señora es muy inteligente y no me gritará".
Decidieron apostar cien monedas a ver cuál sería la reacción de ella.

El hombre entró a su casa y el vecino escuchó desde la ventana cómo la mujer, paso a paso, reconocía que su marido
había actuado bien en todo momento: "El toro es mejor... el caballo es mejor... el burro es mejor... la oveja es
mejor... la gallina es mejor... pero, ¿dónde está la gallina?". A lo que su marido contestó: "Me sentí hambriento, y...
¿qué es preferible, la gallina o tu marido?". La mujer con alegría respondió: "Ni el rey Shelomo fue tan inteligente
 

como tú. Bendito seas Di-s mío, que me diste un marido en lugar de una gallina"; con lo que el hombre ganó las cien
monedas del vecino.

De este Maasé aprendemos la importancia de encontrar siempre lo positivo. Si bien sucesos como éste no se
dan en nuestros días, existen muchas situaciones parecidas en las que alguien se equivoca por negligencia y la otra
 parte reacciona con furia y enojo. Debemos aprender a recibir al otro tal cual es, a valorar su parte positiva para que
el Shalom siempre se encuentre en nuestros hogares.

Todo ser humano atraviesa en la vida momentos positivos de los que puede disfrutar plenamente. También le
suceden acontecimientos negativos que lo pueden entristecer o quitarle la tranquilidad. Todo depende de la óptica
con que se reciban esos sucesos. El libro "Jobat Halebabot" comenta sobre un Jasid que al caminar pasó al lado de
un perro muerto que despedía un olor insoportable. Sus alumnos le dijeron: "¡Qué repugnante!". El Jasid les
contestó: "¡Qué blancos que son sus dientes!". Sus alumnos comprendieron que el Jasid les enseñaba que siempre
debían observar lo positivo de todo y no lo negativo. Incluso en el caso extremo de ver a un perro muerto. Más aún,
en los temas diarios de la vida y por sobre todo en el matrimonio, la persona no debe comportarse en forma negativa
señalando las faltas que su pareja posee por el solo hecho de ser humano. Debe rescatar lo valorable y positivo que
con seguridad también existirá.

¡Qué importante es estar siempre alegre! Sobre quien así se comporta, está escrito: "Ve y come con alegría tu pan y
 bebe tu vino con buen corazón, ya que Hashem acepta tus actos" (Kohelet 9). Sobre este versículo escrito por el rey
Shelomo, el Shela Hakadosh comenta que la persona debe estar alegre con lo que Hashem le otorgó. Así encontrará
el bienestar para su cuerpo y para su alma, ya que es sabido que cuando la persona come con alegría puede digerir
correctamente sus alimentos. Lo contrario sucede si se encuentra en tensión. El Rab concluye diciendo que incluso
 para quien dispone sólo de lo mínimo para comer...... ¡que lo coma con alegría!, como si tuviera delante de sí los
mejores manjares del mundo.

Aprendamos a vivir con lo que Hashem nos otorgó. Seamos positivos en la vida. Los primeros beneficiados seremos
nosotros mismos.

"El mérito de la Sedaká" 

A pesar de que la situación económica del hogar pase por un momento difícil, el matrimonio no debe privarse de dar
Sedaká en la medida de sus posibilidades ya que seguramente que por el mérito de ella, aumentará la bendición tan
esperada.

Ribí Iudal Hulseman Z"L era un Sadik que vivía en Ierushalaim hace pocos años, sobre el que se cuenta el siguiente
Maasé: Había un Iehudi enfermo que necesitaba realizar una operación que costaba 60 liras, una cifra muy grande
 para aquellos tiempos. Los encargados de juntar Sedaká llegaron también a la casa de Ribí Iudal, y al explicarle el
motivo de su visita, suspiró diciendo: "Ya repartí todo mi diezmo, ¿cómo hago? No tengo un centavo de donde
 poder dar, incluso pedí prestado a cuenta del Maaser que voy a sacar durante el próximo año".

Al escuchar esto, los encargados de la Sedaká se retiraban, pero percibieron que Ribí Iudal los llamaba corriendo
detrás de ellos diciendo: "Ya está, ¡Gracias a Di-s que se me ocurrió esta idea para ayudar a un Iehudi necesitado".
Le preguntaron: "¿Qué idea tienes?". Y contestó con sencillez: "Pediré prestado 20 liras, que devolveré con lo que
gasto todas las semanas comprando vino para el Kidush de Shabat. A partir de ahora, haré el Kidush con pan y así
ahorraré el dinero".

Durante dieciséis años estuvo este Sadik haciendo Kidush con pan para poder saldar la deuda que había contraído
 para ayudar a ese enfermo, enseñándonos así cuánto debemos preocuparnos por los demás. En nuestro caso
 particular, si quizás no tenemos la fuerza de Ribí Iudal para privarnos de elementos para nosotros indispensables,
 por lo menos debemos dejar de lado ciertos lujos innecesarios para poder ayudar a gente que no tiene ni lo
elemental para poder subsistir. 
La Guemará, en Iebamot 63, dice que el que ayuda a un pobre en un momento de apremio, sobre él está escrito:
"Entonces clamarás y Di-s te contestará" (Ieshaiá 58). Surge la pregunta: ¿Acaso hay algún pobre que no pase por
un momento de apremio que el versículo detalla esa situación? La respuesta va en concordancia con lo que
intentamos transmitir: "Momento de apremio" no se refiere al pobre, sino al que lo ayuda; a pesar de estar él mismo
en un momento de apremio, sobre él está escrito: "Entonces clamarás y Di-s te contestará".

En la construcción del Mishkan, la Torá destaca en varias oportunidades la participación de la mujer: "Y vinieron los
hombres con las mujeres .... y toda mujer con inteligencia en su corazón con sus manos hiló .... y las mujeres que
 

elevaron su corazón con inteligencia hilaron sobre los chivos" (Shemot 35). Nuestros Sabios nos enseñan que, en el
suceso del becerro de oro, las mujeres se negaron a entregar sus adornos de oro; en cambio, para la construcción del
Mishkan lo hicieron e incluso donaron los espejos que utilizaban para embellecerse. Esto nos enseña el valor de la
mujer en temas tan fundamentales como la Sedaká y el favor al prójimo, como la propia Guemará en Meguilá
14 comenta: "las mujeres son piadosas, hacen favores y son vergonzosas". Por lo tanto, hay que prestar una atención
especial a la educación de las hijas de Israel, aprovechando ese sentimiento especial que ellas poseen.

Los Jajamim nos relatan varios sucesos donde la mujer se destaca por su bondad, para mostrarnos así el poder que
tienen para influir sobre sus maridos y sus hijos beneficiándolos con la bendición que este proceder ocasiona. En el
Ialkut Shimhoni Rut 4, se relata un suceso sobre un Jasid que empobreció. Mientras araba un campo, se le presentó
Eliahu Hanabi con aspecto de un árabe y le dijo que le regalaba seis años de riqueza y que debía elegir si los quería
en ese instante o al final de su vida. El Jasid no creyó lo que le decía y lo expulsó de su lado, pero al repetirse esta
situación por tercera vez, decidió consultar con su esposa. La mujer le respondió: "dile que los quieres ahora".
Cuando el Jasid le respondió a Eliahu Hanabi, éste le dijo que antes de regresar a su hogar sería rico. Realmente fue
así, puesto que en ese momento sus hijos habían encontrado un tesoro con el que podrían alimentarse durante seis
años. ¿Cuál fue la actitud de esa mujer tan correcta? Le dijo a su esposo: "Debemos agradecer a Hashem por este
milagro, pero también debemos ocuparnos de ayudar al prójimo con este dinero". Así lo hizo y todos los días le
decía a su pequeño hijo que anotara en una libreta la Sedaká que daban. Al finalizar los seis años, se presentó
Eliahu Hanabi delante del esposo y le dijo: "Llegó el momento en que debo quitarte lo que te di". La respuesta del
Jasid fue que ahora debía nuevamente consultar con su esposa. Ella le propuso: "Ve y dile que si encuentra a otra
 persona más fiel que nosotros, le entregaremos lo que nos dio". Cuando Hashem vio el comportamiento que la
 pareja había tenido, les brindó aún más bienestar para que se cumpliera en ellos el versículo: "Y será el acto de la
Sedaká paz" (Ieshaia 32).

El mérito de la mujer con relación a la Sedaká es mayor que el del hombre porque, en la mayoría de los casos,
ella entrega al pobre comida preparada, a diferencia del hombre que normalmente sólo da al necesitado dinero con el
que pueda adquirir su alimento. El Talmud, en Ketubot 67, comenta sobre un Sabio llamado Mor Ukba que todos los
días dejaba unas monedas en el orificio de la puerta de la casa de un pobre, para que éste las encontrara al salir de su
hogar sin saber quién era su benefactor y de esta manera no se avergonzara. En una oportunidad, el pobre decidió
averiguar quién era el que lo ayudaba y se escondió detrás de la puerta. Ese día Mor Ukba iba con su señora. Luego
de dejar las monedas, se escaparon rápidamente cuando vieron que el pobre intentaba reconocerlos. Se escondieron
en un horno al que le habían retirado las brasas pero que aún estaba caliente. Como a Mor Ukba se le quemaban los
 pies, su esposa le dijo: "Apoya tus pies sobre los míos". El Rab sorprendido, le preguntó cómo era posible que no se
le quemaran los pies. Ella le respondió con el concepto que comentamos: "Por estar dentro del hogar, mi ayuda a los
 pobres es superior a la tuya, ya que yo les doy alimentos y tú das sólo dinero. Por ese mérito, Hashem me protege".

Que por el mérito de la Sedaká de la mujer, Hashem otorgue Su Bendición a todos nuestros hogares. 

"Control y dominio" 

Está escrito en el Talmud: "Toda persona que se enfurece, si es sabio pierde su sabiduría y si es profeta, pierde su
 profecía", (Pesajim 66). La ira es una cualidad negativa de la que debemos alejarnos como lo hacemos del fuego.
Más aún en nuestras casas -a pesar de las situaciones que se puedan presentar- debemos tranquilizarnos, dejar pasar
ese mal momento, para luego sí aclarar las cosas. En estado de ira, se pierde el control de los actos y se puede
llegar a hacer algo de lo que la persona se arrepentirá por toda la vida. 
Está escrito en el "Sefer Jasidim" lo que aconteció con una persona que respetaba mucho a su padre, quien le pidió:
"Tú me respetas en vida, quiero que después de mi muerte sea igual. Te ordeno contener tu furia por una noche y no
hablar hasta el otro día". El hijo no entendió bien a qué se refería el mandato, pero pasaron los años y el padre
falleció. Después de un tiempo el hijo se casó y su señora quedó embarazada, pero antes de que su esposo se
enterara de la novedad, debió realizar un viaje de trabajo a otro país en donde por un inconveniente debió quedarse
durante años. Al regresar a su ciudad, luego de tanto tiempo, entró a su casa de noche, escuchó la voz de un joven y
sacó su espada dispuesto a matarlo a él y a su esposa, pero recordó las palabras de su padre y se contuvo. Luego
escuchó que su esposa le decía a ese joven: "Hace muchos años que tu padre se fue, si supiera que tuvo un hijo,
habría venido a ocuparse de casarlo". Cuando el marido escuchó esto, se presentó y agradeció a Di-s por haber
contenido su furia y a su padre que lo había prevenido de esta situación e hicieron una fiesta con una alegría muy
especial. Se trata de un claro ejemplo del beneficio de la persona que domina su enojo y se tranquiliza, ya que si se
hubiese dejado llevar por su instinto, habría destruido dos almas de Israel: ¡a su esposa y a su propio hijo!
 

Los Jajamim nos advierten sobre la gravedad de romper objetos o rasgar ropas en un momento de ira, ya que
así procede el Ieser Hará. Hoy incita a actuar de esa forma, mañana de otra distinta, hasta que finalmente hace caer a
la persona en idolatría. (Shabat 105).

Por eso, debemos recordar el consejo de nuestros Jajamim, de tener control y dominio en todos los lugares y
situaciones de la vida, pero mucho más en nuestros hogares. Por ese mérito, tendremos hijos Sadikim que
alumbrarán al mundo con Torá, como vemos en el siguiente Maasé: una familia vivía en Ierushalaim hace
aproximadamente 70 años, donde lavar la ropa era una de las tareas más difíciles del hogar, sin las comodidades que
hoy en día existen. Una mujer había terminado de colgar la ropa en las sogas del patio después de seis horas
agotadoras de trabajo para lavarlas. Una vecina, al ver que las sogas ocupaban el lugar por donde ella quería pasar,
 perdió el control. En lugar de agachar su cabeza para caminar, en un rapto de furia y venganza, entró a su casa a
 buscar una tijera, cortó las sogas, y así la ropa recién lavada con tanto sacrificio cayó sobre el piso de tierra y barro.
La mujer que había colgado la ropa, se encontró ante una prueba de fuego. Todo su instinto le reclamaba reaccionar
e insultar a la vecina perversa. Sin embargo, pudo superarse y con una fuerza especial se controló frente a tamaña
 prueba, cerró sus labios y aceptó el Din del Shamaim: "¡Seguramente que merecía este sufrimiento y que sea mi
Kapará!". Recogió la ropa, la enjuagó, le sacó la suciedad y la extendió en un lugar más amplio donde no molestara
a su vecina. No le comentó a su marido lo que había sucedido para no crear más odio y separación en Israel. Sólo
ella y su vecina sabían lo sucedido, hasta que esa misma noche se presentó la vecina pidiendo perdón por su actitud.
Le comentó que su hijo se encontraba en ese momento con una alta fiebre repentina, y que ella creía que era un
castigo del Shamaim por lo que había ocurrido a la tarde.

Esa Sadeket que contuvo su furia, tuvo el mérito de tener al otro año un hijo que hoy es uno de los Jajamim
más grandes de Ierushalaim. ¡Todo gracias a su control y dominio! Quien así actúa, nunca se arrepentirá.
Saber soportar los malos momentos es la base del Shalom en una casa. Controlarse y no enfurecerse es la llave de
la felicidad. Nuestros Sabios nos cuentan que en las generaciones anteriores, para saber si la novia tenía la cualidad
de Sablanut (paciencia), le daban un ovillo con hilos enredados y debía separarlos. Se la observaba para ver cuál era
su comportamiento, para conocer así su carácter verdadero, ya que la vida muchas veces es como un hilo
entrelazado en donde el perder la calma no hace más que generar nuevos nudos y complicaciones. Por el contrario,
se debe tener serenidad y fe y todos los tropiezos se resolverán fácilmente.

Se comenta sobre el Jafez Jaim Z"L, que cuando se casó con su segunda mujer y llegó la fiesta de Sucot, preparó la
Sucá en el lugar donde siempre lo hacía. Cuando terminó de hacerlo, su mujer le dijo: "Me parece que no es el lugar
adecuado, pienso que será mejor en el otro patio", señalando la otra punta de la casa. El Rab, sin pensar en el tiempo
 perdido ni enfurecerse, desarmó la Sucá y la armó en el otro lugar. Cuando finalizó, su señora le dijo nuevamente:
"Israel Meir, me arrepiento de mi consejo, el lugar del principio era el más adecuado".

El Jafez Jaim no dijo ni una palabra. La desarmó nuevamente y la armó en el primer lugar. Aprendemos nosotros
que a pesar de que el Rab hubiese aprovechado el tiempo perdido para estudiar Torá en su gran nivel, pese a todo,
 por el Shalom Bait, no dijo nada. Nos enseña a controlarnos y a cuidar nuestra ira para que el Shalom reine por
siempre en nuestros hogares, para el bienestar nuestro y el de nuestros hijos.

El Zohar Hakadosh Perasha Tesave 182 enseña que la persona al enfurecerse arranca de sí mismo su alma pura y
deposita en su lugar una idolatría ajena, por lo que está prohibido acercarse a él y mirar su rostro, como está
escrito: "no se dirijan a ídolos" (Vaikrá 19) y si bien todos los seres impuros se pueden purificar, aquel que tiene ira
no podrá hacerlo, ya que está impuro su cuerpo y su alma. Creemos equivocadamente que no enfurecerse es una
 buena cualidad o un buen consejo para la persona. El Zohar nos aclara el tema diciendo que es mucho más que eso
ya que se transgrede un precepto de la Torá: no hacer idolatría. Efectivamente, cuando el ser humano pierde la
cordura, abandona su ritmo normal de vida y se deja llevar por una fuerza extraña que dirige su
comportamiento y la obedece en forma ciega sin preguntar ni investigar qué es lo que le pide. ¡No hay idolatría
mayor que ésta! 

Basta recordar para comprobarlo las respuestas que surgen cuando el furioso se tranquilizó, ni él mismo puede creer
que hayan salido esas palabras de su boca o que haya cometido tales actitudes. Quizás sea esa la explicación de la
increíble fuerza que surgió en su interior. Muchas veces entre varias personas no pueden detener a alguien nervioso
que se transforma así en algo incontrolable. ¿ Para qué sirve esa fuerza? Ninguno de nosotros estaría dispuesto a
cambiar su automóvil por otro con un motor mucho más potente pero que lo llevara sin dirección alguna. Sólo un
necio lo haría. Es lo que dice el Rey Shelomo: "La furia se posa en el pecho de los necios" (Kohelet 7).

 Nos preocupamos muchas veces por cumplir preceptos hasta en sus mínimos detalles. Realmente corresponde que
así actuemos. Pero, ¿cómo podemos explicar la enorme contradicción de cometer simultáneamente uno de los
 

peores pecados de la Torá: idolatría, o dicho en otros términos: enfurecerse y perder el control? Más aún, no
se trata de algo que suceda una vez o en forma esporádica en la vida, sino que se repite en la relación con la pareja,
con los hijos, en el trabajo, al manejar nuestros automóviles, en la fila del banco o del almacén o en cualquier
situación opuesta a nuestro deseo. A veces, se comete la irracionalidad de enfurecerse en el Bet Hakeneset -la
casa de Di-s- olvidándose así la Kedushá que reina en un lugar tan sagrado. El profeta Ieshaia 1 dijo en nombre de
Di-s: "¿Quién les pidió a ustedes que pisen mi patio?", ya que es realmente preferible que alguien que tiene ese
comportamiento permanezca en su hogar y no falte el respeto a Hashem en su propio palacio. 

El Talmud en Pesajim 66 comenta que incluso si estaba decretado por Hashem que alguien recibiera un puesto de
grandeza, si tropezara con el Kaas no lo conseguiría. Cuando el profeta Shemuel fue enviado por Di-s para ungir
como rey a uno de los hijos de Ishai, todos ellos pasaron delante suyo. Shemuel dijo sobre cada uno de ellos: "éste
no fue elegido por Hashem". Sólo con Eliab, pensó Shemuel que sería el futuro rey de Israel, pero Hashem le dijo:
"No mires su aspecto ni su altura porque lo he despreciado" (Shemuel 1-16). Realmente el reinado le correspondía a
él y no a David como finalmente sucedió, pero lo perdió por la furia que en ese momento nacía en su corazón. Sólo
Hashem podía observar esa negativa cualidad que surgía dentro suyo y que saldría a la luz cuando su hermano
David -por orden de su padre Ishai- llevó comida para sus hermanos que se preparaban para pelear con los
Pelishtim. Eliab reaccionó al verlo, como atestigua el versículo: "Y se enfureció Eliab con David diciéndole: ¿por
qué has venido y con quién has abandonado el ganado en el desierto?....conozco tu culpa y tu mal corazón de querer
deleitarte observando la guerra" (Shemuel 1-17). El Rab Eliahu Lapian Z"L comenta que la furia, a pesar de ser
algo interno que todavía no había sido exteriorizado por Eliab, fue suficiente para desplazarlo del trono de
rey de Israel que tenía asignado.

El Talmud en Pesajim 113 afirma que la vida del nervioso no es vida. Realmente los sufrimientos que se provoca a
sí mismo, a su familia y a su alrededor son innumerables. Acorta su vida, como podemos deducirlo de la pregunta
que le hicieron a Ribí Zerá: "¿cómo has hecho para vivir tanto tiempo? Nunca me enojé dentro de mi hogar",
respondió el Rab (Meguilá 28). Pierde su sustento, ya que la Berajá de la casa depende de la mujer y si ella está
triste por haber recibido una ofensa de su nervioso marido, los problemas económicos aparecerán. La furia provoca
que la persona se comporte en forma cruel, no reconozca la verdad y que tropiece con todo tipo de pecados.
 No solamente su alma se perjudica al enfurecerse, sino también su cuerpo. La sangre coagula con una rapidez
mayor a la normal, produciendo daños en el sistema biológico humano. Los músculos del estómago se contraen
y no se puede digerir la comida produciendo dolor y molestias en el aparato digestivo. Los latidos del corazón
aumentan en el momento de furia hasta llegar a entre 180 y 220 por minuto. La presión sanguínea se eleva hasta
llegar a niveles que pueden producir daños de todo tipo. Es frecuente escuchar casos lamentables de infartos con
consecuencias fatales que se produjeron en momentos de ira. La mujer embarazada que se enfurece, debilita y
 perjudica a su bebé e incluso puede llegar a abortar. Todo el que pierde su control, debilita sus ojos como está
escrito en las advertencias que Di-s nos da para no apartarnos de su camino: "Y te dará el Eterno allí un corazón
furioso, debilidad de tus ojos y profunda pena" (Debarim 28). Demuestra su necedad en forma abierta y recibe el
desprecio del prójimo. Los Sabios lo ejemplifican con una olla que está puesta sobre las brasas, mientras no hirvió
nadie sabe qué hay en ella, pero cuando lo hizo derrama su contenido a la vista de todos. Es lo que el Talmud en
Erubin 65 comenta: "de tres formas se conoce a una persona: Bekosó (al tomar alcohol más de la cuenta), Bekisó
(cuando se le pide ayuda económica) y Bekasó (en su momento de furia). 

El trabajo de la vida consiste en luchar contra nuestros instintos y no dejarnos dominar por ellos. No es respuesta
valedera decir que nacimos nerviosos y no tenemos solución, debemos reflexionar y aprender a dominarnos.
En el momento de la prueba quizás sea conveniente pensar que si la persona con quien nos enfurecemos es más
sabia que nosotros, no es justificable que reaccionemos ya que seguramente su óptica será mejor que la nuestra. Si
se trata de un necio, podremos pensar que su ignorancia lo llevó a actuar de esa forma. Si el tema es económico:
¿acaso la plata vale más que nuestra salud y alma? Si la comida no está tan a punto como deseamos, o la casa tan
limpia y ordenada como pretendemos, o la ropa tan bien planchada como nuestra meticulosidad impone, ¿ ya es
suficiente como para hacer idolatría? ¿No será el orgullo de creernos omnipotentes y que todos deben actuar
como a nosotros nos parece la raíz de nuestra furia?

El Sefer Orjot Sadikim comenta que en algunas situaciones debe utilizarse la cualidad de la furia, por ejemplo, si se
debe infundir temor en el hogar para corregir malas actitudes o un maestro para poder enseñar a sus alumnos o un
Rab para corregir a los que quieren alejarse del camino de la Torá. Pero todo esto debe ser hecho con medida y
control, mostrando por fuera el enojo pero manteniendo la tranquilidad interna. A esto se refiere la Guemará
en Taanit 4: "un Talmid Jajam que se enfurece, es la Torá que posee la que lo hace enfurecer". Rashi comenta que se
lo debe juzgar para el lado bueno, ya que su entendimiento de la gravedad de lo sucedido lo hace reaccionar, pero
sólo en forma externa para poder revertir la situación creada.
 

Se cuenta sobre Ribí Menajem Mendel Horbiz Z"L que en una oportunidad concurrieron dos personas a su casa para
que determinara sobre un diferendo económico que tenían y ellos aceptarían su palabra sin discutir. Cuando el Rab
determinó que uno de ellos debía pagar a su compañero una suma de dinero bastante importante, el deudor comenzó
a protestar por el fallo e insinuó que no estaba dispuesto a aceptarlo. El Rab se dirigió al rebelde y le dijo: "Desde
que fui nombrado Rab en nuestra ciudad, llevo conmigo una pequeña caja de la que nunca me separo. En ella está
oculto mi Kaas (furia), que como Rab del lugar, cuando considero que debe ser utilizada Leshem Shamaim, tomo de
ella lo que creo necesario. Debes saber que si tengo que abrirla por tu comportamiento, ¡te hundirás en el abismo y
no habrá quien te pueda levantar!". Sus palabras hicieron el efecto adecuado y el deudor aceptó pagar lo que
correspondía.

Recordemos, para finalizar, que el mundo se mantiene por aquel que sabe controlarse frente a una probable
discusión, que el silencio y la voz suave anulan la furia del que ofende y ayudan a tranquilizar al ofendido. De esta
forma seremos queridos por Di-s, por nuestra familia y nuestra comunidad, cuidaremos el alma y el cuerpo,
adquiriremos así el mundo venidero y tendremos provecho del mundo terrenal.

"No hacer sufrir al otro" 

El Talmud comenta en Julin 84: "Que la persona coma y beba por un valor inferior al que dispone, se vista de
acuerdo con lo que tiene y que respete y mantenga a su esposa e hijos con más de lo que tiene, porque ellos
dependen de él y él depende del Creador". El marido debe esforzarse para mantener su hogar con mano amplia, sin
hacer cuentas detalladas acerca de si se gastó en forma indebida o no cada moneda. Di-s, por ese mérito, le dará su
sustento con mucha bendición.

Si bien en algunos hogares es la mujer la que lleva el manejo económico porque su marido sabe de sus condiciones
de buena administradora, en la mayoría de los casos es el hombre el que administra el dinero. No debe comportarse
con altanería u ocultar sus ingresos, porque de esta forma genera problemas y odio en su hogar. Muchas veces
sucede que la responsable de crear esta situación es la propia mujer, al hacer reclamos continuos que están
lejos de las posibilidades de su esposo o por gastar el dinero en lujos que están fuera de su nivel. 

El equilibrio adecuado se encuentra cuando el hombre hace un esfuerzo para dar más de lo que puede realmente. Por
su parte, al ver y entender su mujer inteligente esta situación, se limitará a vivir con menos de lo que su marido le
quiere dar y así reinará el Shalom en el hogar.

Se cuenta sobre el Rab Eliahu Lapian Z"L que, en una oportunidad, tuvo necesidad de mudarse a una casa más
amplia porque su familia era muy numerosa. En esa época, era muy difícil conseguir una casa en alquiler. Después
de mucho esfuerzo encontró finalmente lo que necesitaba y arregló el precio con el dueño. Contrató un carretero
 para hacer la mudanza y prepararon con sacrificio todas sus pertenencias en las carretas junto a su familia. Al llegar
a la casa nueva, se encontró con una persona que le dijo: "Debes saber, Ribí Eliahu, que se casa mi hija y busqué por
toda la ciudad una casa en alquiler para ella y la única que encontré es ésta, pero tú te adelantaste. Debes saber que
si no la alquilo, deberé postergar el casamiento". Los que escucharon la conversación, le recriminaron al hombre por
su inapropiada actitud al reclamar a toda una familia que ya tenía la mudanza preparada, el precio del alquiler
arreglado con anterioridad y que, por otra parte, no tenía ninguna culpa de lo que sucedía. Sin embargo, el Rab no
contestó, se dirigió al carretero y le ordenó: "Por favor, no bajen las pertenencias, debemos volver a nuestra casa
anterior"...

Aprendemos de este suceso cómo el Rab no hizo sufrir al prójimo y aceptó perder lo que le correspondía, con tal
de que alguien no pasara por un mal momento. De la misma manera en cada hogar, el marido debe brindarse por
su esposa dándole más de lo que puede. La mujer, por su parte, no debe pedir lo que sabe que su marido no puede
darle. Teniendo presente así cada uno el no hacer sufrir al otro, la felicidad y el Shalom reinarán en el hogar.

El marido debe cuidar que su comportamiento no provoque el sufrimiento de su mujer, y si ésta derrama
lágrimas al sentirse dolida, hay una acusación en el Shamaim muy fuerte contra él. 
Se comenta sobre Rabí Jaim Mizanz Z"L, que una vez llegó a una ciudad y al pasar por una casa exclamó: "Siento el
aroma del Gan Eden". Para averiguar de qué se trataba, golpeó esa puerta esperando encontrar la respuesta. Ribí
Pesaj, el dueño de casa, era el encargado de juntar Sedaká para repartir entre los necesitados. Ribí Pesaj lo hizo
 pasar. El invitado le pidió que abriera un estante de donde provenía ese aroma tan maravilloso. Al hacerlo se
encontró con una ropa de un sacerdote y Ribí Jaim dijo: "De esa ropa proviene el aroma, dime cómo llegó a tus
manos".
 

Ribí Pesaj contó como en una oportunidad había ido a juntar Sedaká de gente que colaboraba con él para ayudar a
los pobres. Al regresar a su casa se encontró con alguien que lo esperaba con desesperación y que le dijo: "Por favor,
mi situación es insostenible por las deudas que tengo. O consigo algo de dinero o estoy destruido!"... Intenté
explicarle, continuó Ribí Pesaj, que ya había repartido todo lo juntado, y que no podía volver en el mismo día a
 pedir que me ayudaran nuevamente. Ante el llanto de este pobre hombre, regresé a las casas de los donantes
explicando lo que sucedía y finalmente conseguí una suma de dinero que solucionó su problema.

Pero, no pasaron diez minutos y golpearon nuevamente la puerta de mi casa. Se trataba de otro Iehudi con
 problemas económicos gravísimos. Cuando le expliqué que no podía ir tres veces en un día a lo de una misma
 persona a pedir Sedaká, el hombre desesperado respondió: "¡Estoy perdido!".
De repente, recordé que cerca de mi casa había un bar donde se reunían jóvenes para emborracharse y perder el
tiempo. Decidí ir a pedirles ayuda, aunque lo más probable era que se burlaran de mí. Así sucedió realmente; pero
mientras todos se reían, uno de ellos los hizo callar. Me propuso darme el dinero necesario, pero con la condición de
que me vistiera una ropa de sacerdote que él me daría y que paseara así vestido por toda la ciudad con todos ellos
riéndose detrás de mí. Luego de una lucha interna que no me permitía avergonzarme a la vista de toda la ciudad,
decidí hacerlo para poder conseguir el dinero que necesitaba. Al verme, todos creyeron que había enloquecido por
mi actitud. Ese joven me entregó el dinero que luego entregué a la persona necesitada. La ropa del sacerdote pensé
dejarla conmigo, ya que gracias a ella hice revivir a un Iehudi". Cuando escuchó esto Ribí Jaim Mizanz, le dijo
emocionado: "Debes guardar para siempre esa ropa, y al final de tu larga vida debes pedir que te entierren con ella,
y ningún daño te sucederá". Muchos años después de su muerte, el gobierno de Polonia decidió construir una ruta
que atravesaba el lugar donde estaba enterrado Ribí Pesaj. Su cuerpo milagrosamente estaba íntegro al estar
 protegido con la ropa de sacerdote.

Aprendamos a ser piadosos con el prójimo, y mucho más en nuestro matrimonio, cuidándonos de no hacer sufrir al
otro, para recibir el pago en este mundo y en el venidero. Amén.  

"Aprendamos a conocernos" 

La pareja debe conocer las diferencias que existen entre uno y otro por el solo hecho de ser hombre y mujer. Si
tenemos presente las distintas características, sentimientos y óptica de la vida que ambos tienen, se evitarán
discusiones que perturban la felicidad del hogar. Veamos dos ejemplos:

1) Es normal que al prepararse para ir a una fiesta, el marido se encuentre listo en muy poco tiempo luego de
 bañarse, afeitarse y vestir su clásico traje. Al esperar a su esposa, y ante la demora que ella tiene, observa que se
encuentra preocupada: "¿Qué te sucede?", Le pregunta; "No tengo qué ponerme", es la respuesta de la mujer. El
hombre nervioso, abre el placard lleno de ropa y le dice: "¿Y todo esto qué es?"; la mujer le contesta: "Este vestido
ya lo usé dos veces, este otro está fuera de moda, aquel es muy caluroso para hoy, etc., etc.". Nos imaginamos los
nervios del hombre al ver el atraso para llegar a la fiesta y de ahí a la explosión final, el camino es muy corto. Si ese
hombre hubiera sabido que la visión de la mujer con respecto a sus ropas es distinta totalmente a la suya, se
habría evitado una pelea en el hogar. La mujer necesita renovar sus ropas de tiempo en tiempo, para encontrarse
satisfecha consigo misma. El Rambam, en las Halajot de Iom Tob lo corrobora: "Está obligado el hombre a alegrar a
su mujer en los días festivos con ropas y adornos de acuerdo con sus posibilidades. A los niños debe alegrarlos con
dulces y nueces".

2) A veces los niños se pelean y uno golpea al otro que llora en forma desconsolada. La madre preocupada sale
corriendo a ver qué pasó, mientras que el padre tranquilo, continúa con sus ocupaciones sin prestar mayor
importancia a lo sucedido. La mujer no puede entender a su esposo y le pregunta: "¡¿No escuchas los gritos?!".
Comienza así una nueva discusión cuyo final desconocemos. Si hubiera sabido que su reacción se origina en su
sentimiento y delicadeza, mientras que en su marido es más la fuerza del razonamiento que la del sentimiento, se
habría evitado el problema.

Si entendemos la forma de ser del otro, podremos llegar al verdadero objetivo del matrimonio: el favor
mutuo. La mujer necesita ser dirigida por su marido, pero con respeto y dignidad. Temas tales como la belleza
 personal, la decoración del hogar, la limpieza, los paseos y las caminatas, facilidad para llorar y necesidad de hablar,
son características de la mujer que se deben aceptar porque forman parte de su propia naturaleza. Ella espera más
que el regalo en sí, el corazón que se puso para comprarlo. Necesita que la alaben por la comida que preparó con
tanto esfuerzo o por el vestido nuevo que compró. ¡Debemos conocernos para encontrar la felicidad! 
 

El ser humano inteligente no acepta todo lo que escucha y tampoco se queda callado, sino que expone su idea y
criterio sobre el tema planteado. A veces, proceder de esta forma trae inconvenientes y se puede llegar a discusiones
o peleas al no coincidir las posiciones. ¿Cómo proceder en el hogar? El consejo de nuestros Jajamim es no
discutir nunca con la mujer. Se debe callar y como máximo decir: "Ésa es tu idea, yo pienso distinto".
Después de un tiempo, se debe intentar explicar con dulzura nuevamente la posición. 
 Nuestros Sabios nos enseñan que de la misma forma que el mar no se ara y las estrellas no se cuentan, con la mujer
no se discute. Para entender por qué se debe proceder así, recordemos lo que dijo una vez el Rab Dessler, autor del
libro Mijtab Meeliahu: "Con la inteligencia que Hashem me dio, en muy poco tiempo -media hora
aproximadamente- de hablar con un alumno me puedo dar cuenta de sus condiciones: si posee o no buenas
cualidades. Pero frente a esto, en el caso de mi mujer con la que vivo hace cuarenta años, aún no conozco el camino
y los pensamientos de su alma". Si entendemos esto, no hay lugar a ninguna discusión en el hogar. Para discutir
con alguien, las bases del pensamiento deben ser las mismas y existir distintas opciones que generan la
discusión. Pero si las bases son distintas, como en el caso del hombre y la mujer, no hay lugar para ninguna
discusión. 
La mujer depende de su sentimiento que condiciona a su razonamiento. Todas sus actitudes, inclinaciones,
escala de valores y captación de su mundo están basadas en su sentimiento. Ribí Obadia Seforno explica por qué la
serpiente no fue directamente a seducir al hombre en lugar de seducir a la mujer para que comiera del árbol de la
sabiduría. El Rab explica que conocía el pensamiento de la mujer: ella sabía que Hashem había dicho que si comían
del fruto morirían, pero imaginó que era sólo una amenaza y no la realidad. Así fue como actuó su sentimiento en su
corazón antes que la inteligencia de escuchar la palabra clara de Hashem.

Es por eso que la mujer a veces quiere algo con toda su alma y otras tantas lo rechaza. Ella depende de su
sentimiento que varía de un período a otro y así pasan a ser secundarios otro tipo de cálculos.
El hombre es más frío, más calculador, más realista. Su razonamiento precede a su sentimiento y por eso
analiza e investiga de otra forma el tema que se plantea. 
Si se trata de dos visiones opuestas como explicamos, no hay lugar a discusiones porque cada una está basada en
una óptica distinta. Si tenemos esto presente, ¡no hay discusión posible!

A veces sucede que el hombre regresa a su hogar y su señora no está en la casa. Encuentra una nota en la mesa que
dice: "Estoy en lo de mi mamá, puedes pasar a buscarme. La comida está en la heladera, buen provecho!". El marido
se pregunta a sí mismo: "¿Otra vez fue a lo de la madre?". La cabeza empieza a trabajarle con pensamientos de furia
y de enojo: "¿Dónde está su respeto hacia mí? Me dejó solo y se fue! ¡Lo único que le importa es su madre!". No
hace falta que escribamos cómo continúa esta historia, porque ya todos sabemos el final: peleas, ofensas y
destrucción del Shalom de la casa. Si la mujer supiera que su marido necesita saber que ella siempre está
preocupada por él y se lo demostrara con actitudes, todo sería distinto; si a su vez el hombre supiera que su esposa
estará siempre unida a su madre, y en ella encontrará el refugio o un lugar donde contar su vida, se habría evitado
el problema.
Cuando Eliezer -el sirviente de Abraham- fue a buscar a Ribka para que se casara con Izjak, el versículo dice: "Y
corrió la joven a contarle a la madre"(Bereshit 24), ya que se trata de una unión basada en temas comunes: la
comida, recetas, ropa, limpieza, preparación de Shabat, aniversarios familiares, etc. El hombre normalmente no da
trascendencia a estos temas y, por lo tanto, no es "el socio" adecuado en donde ella pueda presentar sus ideas y
 preocupaciones. Por eso, la mujer recurre al lugar donde encontrará las respuestas que necesita: la casa de la madre.

Los Jajamim nos enseñan que la Emuná de la mujer es en general mucho más fuerte que la del hombre. Cuando
ella confía en Hashem con todo su corazón, soporta las vicisitudes de la vida mucho mejor que el hombre. Así es su
naturaleza. Lo mismo sucede en la relación con su madre. Al formar su nuevo hogar, nunca podrá cortar esa
relación y creará un puente entre los dos hogares: el suyo y el de su madre. 

¡Si conocemos los secretos del alma de nuestra pareja, el entendimiento y el perdón traerán el Shalom!

Recordemos que con un pequeño fósforo se puede quemar una casa por más grande que ella sea, pero si el
fuego es apagado a tiempo todo se salvará. No dejemos que el fuego de la pelea destruya el hogar. Nadie se
 beneficiará, ni la pareja, ni los hijos, ni los parientes, ni los amigos, ni la comunidad. Que la Berajá del Shalom se
encuentre en todos los hogares de Israel.

"La sonrisa en el matrimonio" 


 

En Abot de Ribí Natan cap. 13 está escrito: "Se debe tratar a toda persona con buena cara. Se puede dar al
compañero todos los regalos del mundo, pero si fue de mala forma, se le considerará como si no hubiera dado
nada. Por el contrario, aquel que trata bien al otro, incluso que no le haya dado nada, es como si le hubiese
obsequiado todos los regalos del mundo".
Imaginemos lo que puede suceder con dos personas con el mismo nombre que se encuentran en el Shamaim en el
momento previo al Juicio Divino. Al dialogar, se sorprenden de tener el mismo nombre: uno de ellos se encuentra
tranquilo y sonriente, ya que fue una persona muy rica y continuamente repartió dinero a su señora, hijos y
comunidad, por lo que recibirá seguramente el paraíso. Su figura contrasta con la tristeza y preocupación del otro,
que fue una persona muy pobre y que casi nunca pudo colaborar con nadie, por lo que, seguramente, deberá ir al
infierno.

La conversación se interrumpe porque llegó el turno de juzgar al primero de ellos que entra confiado al lugar del
 juicio. Para su sorpresa, el fiscal dictamina que debe ir al infierno y el abogado defensor reconoce que nada puede
hacer en este caso. Indignado pregunta: "¿Y todo lo que di al prójimo en mi vida para que sirvió?". "Nunca diste
nada", le responden. En ese momento se tranquilizó: "Ahora entiendo, me han confundido con el que está esperando
el turno afuera, tiene mi mismo nombre y por eso la confusión". "No hay confusión posible", le responden. "Tú has
dado muchas cosas en tu vida, pero al darlas de mala forma, y sin entregar tu corazón, es como si no hubieras dado
nada. En cambio, tu compañero que cree que por ser pobre irá al infierno, le aguarda el paraíso, ya que lo poco que
 pudo brindar al prójimo, lo hizo con una sonrisa y con todo su sentimiento".

En el matrimonio, este tema es fundamental. Debemos cuidarnos en la forma que damos a nuestra pareja lo que
necesita, ya que corremos el riesgo de perder todo el pago del esfuerzo que hicimos. Para eso, sólo basta con
 poner cara de desgano, o simplemente con decir: "Ufa, ...tomá". Por el contrario, aquél que entrega con una sonrisa,
aunque sea lo mínimo y precario por su situación especial, recibirá en el mundo venidero un pago especial, sumado
a la gratificación de vivir felizmente en este mundo y ser ejemplo para el comportamiento de sus hijos.

Se comenta sobre el Jafez Jaim Z"L, que en una oportunidad su señora se quejó por la situación económica del
hogar, diciendo: "En la casa de los vecinos tienen riqueza a pesar de tratarse de gente que no estudia Torá; sin
embargo, nosotros con tanto estudio pasamos momentos de pobreza!". El Rab le contestó: "¿Acaso crees que
nuestros vecinos a los que no les dio Hashem tanta sabiduría, ni tampoco tienen hijos que puedan elevarse en el
camino de la Torá, también deben ser castigados con pobreza? Por otra parte, tú tienes un marido con Torá, has
encontrado el camino de la verdad y tienes la esperanza de que tus hijos sean estudiosos y grandes Sabios, ¡¿Quieres
recibir también riqueza?! ¿Dónde estaría la justicia Divina si nuestra casa tuviera todo y la casa de nuestros vecinos
se encontrara vacía en materialismo y en espiritualidad? ¡Por eso debemos estar felices con lo que tenemos, que es
lo mejor!".

El Jafez Jaim nos enseña con su sabiduría, que sólo con un lenguaje suave e inteligente puede tranquilizar a su
señora. No lo hará con discusiones y peleas. De la misma forma, cuando el marido vuelve a su hogar después de
un día de problemas y tensiones, debe su señora sonreírle y alentarlo para despejar las nubes tormentosas que
apagan su espíritu, y traer la luz que lo alumbre en el camino de la vida. Cada integrante de la pareja tiene la
obligación de repetirse continuamente: "La sonrisa acerca los corazones. La tensión y el enojo destruyen el hogar".

La Mishná en Pirké Abot 1 comenta: "Shamai dice... Recibe a toda persona con buena cara". No creamos que
Shamai se refería sólo a los casos en donde se recibe a un huésped en el hogar. Su enseñanza fue para todos los
momentos de la vida en donde alguien se encuentre frente a nosotros. En forma sorprendente, no es Hilel -Sabio
talmúdico contemporáneo a Shamai que se destacaba por pregonar el favor en toda circunstancia- el que nos
transmite la importancia de la sonrisa. Es nada menos que Shamai quien lo recuerda, no como un buen consejo
sino como una obligación.
El Maharal de Praga en su comentario sobre Pirké Abot comenta que por naturaleza la persona desea saber si
quienes se encuentran a su alrededor lo valoran o lo desprecian. ¿Cómo se da cuenta? Por la expresión de las caras.
Una cara sonriente demuestra valoración a su personalidad. Una cara furiosa o apesadumbrada refleja la
falta de consideración de quien se encuentra a su lado y provoca una sensación de desprecio prohibida por la
Torá. Por lo tanto, explica el Maharal, recibir al otro con una sonrisa no es un acto de favor sino una obligación para
que no se sienta despreciado. Por eso, es el propio Shamai quien menciona el tema como un deber más que no puede
quedar de lado. En el matrimonio, este concepto adquiere una relevancia fundamental, ya que al sonreir uno al
otro le está diciendo en forma clara: "yo te valoro, tú eres considerado para mí". 
Este tema tan elemental lo podemos observar en la manera como un niño diferencia entre una cara que lo mira en
forma agradable o de manera agresiva. Su respuesta es instantánea: llora o juega de acuerdo con el modo como se
 

hayan dirigido hacia él. El Rab Shelomo Volve Shelita en su libro "Ale Shur" compara a un niño que crece sin la
sonrisa de quienes lo rodean con una planta que no recibe la luz del sol. Nunca se llenará de vigor. Esa simple
sonrisa que recibe y que le permite desarrollarse con todo ánimo y fervor, no es nada más que la expresión del alma
que brota del interior del cuerpo de quienes lo rodean y lo alimentan espiritualmente de esa manera tan sencilla.

En cuántos casos hay parejas que comparten toda una vida sin encontrar un idioma en común, con nerviosismo,
amargura y sin el mínimo entendimiento. ¿Cuál es la raíz de este desastre? Quizás que cada uno de ellos esperaba
que el otro se acercara con una sonrisa para empezar una mejor relación. Nadie dio el primer paso y así
transcurrió la vida. Sólo que la brecha cada vez se hizo más profunda. Cada uno pensó que tenía los motivos
suficientes como para no dar el brazo a torcer. Olvidaron que la obligación de "recibir al otro con buena cara" es
incluso en los casos en donde las actitudes no se compartan o las ideas sean distintas. Mas aún en el matrimonio,
donde ninguna persona podrá brindar lo que cada integrante de la pareja deje de realizar.

Que Hashem ayude al pueblo de Israel para que la sonrisa y el aliento mutuo sean la base de todos nuestros
hogares. Amén. 
dominara a su sentimiento, sacó el pañuelo que cubría su cabeza y cortó sus trenzas que luego llevó a vender para
 poder seguir adelante.

"Reforzar la fe" 

Cuando aparecen problemas de distinto tipo dentro de un hogar, muchas veces provocan tristeza y depresión al no
encontrar el porqué de esa situación. El matrimonio debe en ese caso tomar la iniciativa de insuflar entre ellos un
espíritu de fe y esperanza. Deben alentarse mutuamente con palabras y actos que demuestren que todo lo que sucede
está manejado por Di-s para el bien, aunque el ser humano no pueda entenderlo con su limitada capacidad.

Debemos aprender a tener en nuestra boca y corazón frases de nuestros Sabios tales como: "Todo lo que Di-s hace
es para bien", o "Nadie mueve un dedo en la tierra, si no lo decretan desde el Cielo". De esta manera,
fortaleceremos la Emuná en los momentos difíciles. Si lamentablemente sucedió una pérdida económica, se
debe buscar lo positivo de la misma. Quizás fue una Kapará por nuestros pecados y gracias a Di-s, no se trató de
algo más grave. Debemos recordar, por otra parte, que los sufrimientos borran los pecados de la persona como
comenta el Talmud: "Toda persona que Hashem quiere, recibe sufrimientos" (Berajot 5). Debemos tener presente lo
que menciona Ribí Ishmael en Arajin 15: "Toda persona que pasa cuarenta días sin sufrimientos recibe su pago en
este mundo".

Con una óptica adecuada de la vida, las preguntas desaparecen y la paz y la tranquilidad retornan al hogar. Por eso,
es importante que la pareja concurra a estudios de Torá o lea, en conjunto, libros de Musar que cambian la visión
equivocada de los sucesos de la vida por una óptica llena de fe y esperanza como base del hogar. Así desaparecerán
las quejas y lamentos que hoy lamentablemente se hicieron cotidianos. Renacerá el ¡Baruj Hashem! ¡Bendito eres
Di-s! y el ¡Min Hashamaim! ¡Todo es del Cielo!, que nos darán la felicidad verdadera sin nervios ni sufrimientos.

Precisamente, el único modo para evitar una pelea es trabajar sobre uno mismo para reforzar la fe y
aprender a vivir con alegría. El profeta Zejariá 8 nos dice que "la verdad y la paz serán amadas". Aparentemente,
se trata de dos conceptos contradictorios, ya que si observamos al prójimo bajo la óptica de la verdad encontraremos
errores y falencias que provocarán la discordia. El problema consiste en que buscamos la verdad en el otro y
olvidamos analizarnos a nosotros mismos.  Si lo hiciéramos, tomaríamos conciencia de nuestros defectos y la paz
con el prójimo sería fácilmente encontrada. A eso se refirió el profeta Zejariá.

Es cierto que a veces se requiere de un control especial para no reaccionar, pero precisamente por eso es que el rey
David nos enseña: "Busca el Shalom y persíguelo" (Tehilim 34). No se trata de esperar a que el Shalom nos
encuentre en forma circunstancial, sino que debemos buscarlo y perseguirlo anulando nuestra propia honra o
sentimiento para poder encontrarlo. Se cuenta sobre Napoleón que al pelear con Rusia llegó a una ciudad muy
fortificada y no podía derrumbar sus murallas. La sitió aguardando a que sus habitantes se rindieran con el correr del
tiempo. Sin embargo, como éstos disponían de gran cantidad de alimentos, fueron los soldados de Napoleón quienes
se impacientaron sugiriendo regresar a sus hogares. Napoleón decidió disfrazarse en compañía de un general e
ingresar como espía en la ciudad para ver la situación real del lugar: si aún disponían de alimentos regresarían, pero
de lo contrario, el sitio continuaría hasta que se rindieran.

Pudieron ingresar a la ciudad en forma oculta y llegaron a un bar que estaba colmado de soldados que intentaban
emborracharse para olvidar el hambre que padecían. Los comentarios eran que no había alternativa: caerían en las
 

manos de Napoleón y su ejército. Cuando los dos espías -Napoleón y su general- escucharon y entendieron la
situación, intentaron retirarse: la misión estaba cumplida. Pero de repente uno de los soldados rusos exclamó:
"observen a ese campesino: ¡juraría que es Napoleón!". Los espías comenzaron a temblar, pero la suerte estuvo de
su lado porque todos sus compañeros se burlaron del soldado. "¿Cómo es posible que el propio Napoleón llegue
hasta acá y con ese aspecto tan despreciable?", le dijeron. El general que acompañaba a Napoleón decidió eliminar
cualquier tipo de sospechas y le pidió a Napoleón que le sirviera un poco de vino. Napoleón, que comprendió la idea
del general, comenzó a servirle pero lo hizo en una forma bastante brusca que provocó que el vaso cayera sobre el
 piso y se derramara el vino. El general, indignado, golpeó a Napoleón quien cayó al piso a la vista de todos. Cuando
intentó levantarse, recibió un puntapié del general que lo insultó y ofendió por su necio comportamiento. Los
soldados rusos se rieron de lo sucedido y confirmaron "el error" del soldado: nadie se atrevería a golpear de esa
forma a Napoleón. El general pagó la botella de vino y se retiró junto a Napoleón sin que nadie sospechara sobre la
verdadera identidad de ambos. Cuando llegaron a un lugar oculto, el general se posternó delante de Napoleón
llorando y pidiéndole perdón por los golpes que le había dado. Napoleón lo abrazó, lo besó y le dijo: "mi
agradecimiento te lo demostraré elevándote al cargo más importante de nuestro país y te llenaré de regalos".

Debemos aprender el mensaje. En algunas circunstancias la persona debe recibir por sus malas actitudes un castigo
celestial. Pero la piedad de Di-s lo rescata del mismo enviándole una persona que lo insulte y lo ofenda. Si el
ofendido tomase conciencia de que la vergüenza que recibe es por su bien y para conseguir la vida rescatándolo del
sufrimiento, lo recibiría con la misma alegría que Napoleón, en el momento en que recibió los golpes. ¿Qué
hubiese sucedido si Napoleón reaccionaba y le gritaba al general que debía mantenerle el respeto que
merecía?  Los soldados rusos hubieran reaccionado descubriendo la identidad de los espías. Sepamos soportar los
malos momentos para poder vivir siempre con alegría.

"El estudio de Torá es la bendición del hogar"  

El Rab Eliahu Lapian Z"L cuenta en su libro "Leb Eliahu" el siguiente Maasé: "Ribí Neta era un comerciante que
vivía en Kelem. Casó a su hija única con un Talmid Jajam al que le dio una dote importante y se comprometió a
mantenerlo durante muchos años para que pudiera seguir estudiando Torá. Cuando esos años pasaron, la mujer le
reclamó a su esposo que dejara de estudiar para poder mantener su hogar. Su esposo -por el cariño que tenía a la
Torá- se negó a hacerlo. Ella sugirió que con el dinero de la dote abrieran un negocio que ella atendería, y que el
marido se ocupara del mismo sólo dos horas por día. El hombre aceptó y con el correr del tiempo las dos horas se
transformaron en cuatro, hasta que abandonó completamente sus estudios para dedicarse al trabajo. Un sábado a la
noche que nevaba, la mujer salió a tirar algo afuera de la casa y al regresar sintió que se ahogaba y no podía hablar.
Su marido corrió a buscar un médico, pero éste no pudo diagnosticar la enfermedad que la aquejaba. Los doctores
que la veían no podían entender por qué no podía hablar. Alguien le sugirió al marido que quizás se trataba de un
caso de exorcismo y que fuera a lo de Ribí Mendel Z"L que se ocupaba de estos temas. El marido decidió llevar a su
esposa a lo del Rab quien le habló al alma que se había introducido en ella. El alma le contestó desde el estómago de
la mujer sin que ella moviera los labios: ‘Transgredí en mi vida todos los preceptos de la Torá y mi castigo fue que
mi alma recorriera el mundo con ángeles que me castigan continuamente y sólo encuentro tranquilidad si me
introduzco en el cuerpo de alguien’. ‘¿Por qué elegiste a esta joven?’, le preguntó el Rab. La respuesta fue: ‘Su
 propia madre -que ya había fallecido- me pidió en el Shamaim que lo hiciera para que su hija sufriera en este mundo
y no recibiera castigo en el Olam Habá por haber sacado a su esposo del estudio de la Torá’. Ribí Mendel Z"L se
dirigió al esposo de la mujer, quien le aseguró que volvería a estudiar Torá. Ribí Neta -el padre de la mujer- se
comprometió a estudiar Mishnaiot y a encender Nerot en el Bet Hakeneset para rescatar a esa alma del castigo que
tenía. Ribí Mendel Z"L reunió un grupo de diez personas para que leyeran Tehilim y dijo unos Pesukim con la mujer
sentada en la mitad de la habitación. Luego de unos minutos de lectura de Tehilim, la mujer -en forma repentina-
cayó al suelo y se escuchó una voz que salía de ella: ‘¡Shemá Israel!’. Una de sus uñas se partió y salió sangre de
ella. La ventana se rompió -por ese lugar salió el alma- y la mujer recuperó su normalidad". El Rab Eliahu Lapian
continúa en su libro: "En el último tiempo escuché que esa pareja está en Israel. Viven en Tel Aviv, pero no revelaré
más detalles sobre ellos. Sólo que personalmente los visité y ellos mismos me contaron todo el suceso".

Toda mujer virtuosa que lea este Maasé, tomará la enseñanza necesaria para su vida, ayudando y
fortaleciendo a su esposo en el camino y en el estudio de la Torá, para adquirir así la felicidad en este mundo
y en el venidero. 
Las estadísticas demuestran que una casa basada en los principios de la Torá está llena de alegría y felicidad.
Seguramente que no son las condiciones económicas las que la hacen dichosa, ya que no siempre tienen esa
 bendición, sino que tienen la Berajá de tener fe en el Creador, que es la vitamina que origina esa felicidad al saber
que quien da la vida, también da el sustento. Así se logra la tranquilidad y felicidad anhelada.
 

En una oportunidad, una persona se presentó delante de un Rab con la idea de viajar a otro país debido a sus
 problemas económicos. El Rab le contestó con el siguiente Maasé: En una ciudad vivía un Rab muy pobre al que se
le presentaron dos personas muy ricas para que interviniera por un diferendo económico que tenían, con la
condición de que el Rab se trasladara a la ciudad de ambos con los gastos pagos, además de un importante dinero
 por su trabajo.

El Rab les pidió que lo esperaran hasta que volviera de rezar Minjá en el Bet Hakeneset. Al regresar, les dio una
respuesta negativa al pedido para que viajara. Cuando la señora del Rab le preguntó por qué no había aprovechado
esa oportunidad de ganar mucho dinero, el Rab le respondió que una de las Berajot de la Tefilá que dijo era
"Mebarej Hashanim", o sea que Di-s bendice los años desde Su lugar celestial. La Guemará comenta que la
distancia desde la tierra al primer cielo es de 500 años y al segundo cielo es de otros 500 años, y así sucesivamente
 pasando los siete cielos hasta llegar al Trono Divino. Sin embargo, esa distancia inimaginable no es impedimento
 para que la Berajá llegue al ser humano. "Me dije a mí mismo: ¿Sólo a la ciudad de los ricos me mandará Di-s la
Berajá? ¡Si Él quiere, podrá enviarla directo a mi casa!". Finalmente, los ricos decidieron hacer el juicio en la ciudad
del Rab, quien pudo obtener el dinero sin tener necesidad de dejar su hogar. ¡Tengamos fe y tendremos alegría en
nuestros hogares, a pesar de los problemas económicos que puedan existir!

El Talmud en Pesajim 49 comenta: "Que siempre la persona venda todo lo que posee para casarse con la hija de un
Talmid Jajam y para casar a su hija con un Talmid Jajam. Este tipo de matrimonio se compara a la unión de la uva
de la parra con la uva de la parra, es algo bello y agradable". ¿Por qué los Jajamim compararon esta unión del
novio y la novia sólo con la uva y no con otra fruta? Una de las explicaciones es que el sabor del vino es más
agradable cuando es más añejo. De la misma manera, cuando la pareja cuida la herencia que recibimos en el
monte de Sinai y no se deja llevar por corrientes modernas ajenas a nuestra fe, llega así al máximo de belleza
espiritual posible.
Cuando un hogar crece con esas bases, el progreso es constante. Es lo que sucede con la uva de la parra, antes de ser
exprimida. Se la bendice con una Berajá común a todos los frutos del árbol: "Boré Perí Haez" (que crea el fruto del
árbol). Al transformarse en vino recibe una Berajá excluyente para él: "Boré Perí Haguefen" (que crea el fruto de la
 parra). Es cierto que el trigo también transforma -al convertirse en pan- su bendición primitiva de "Boré Perí
Haadamá" (que crea el fruto de la tierra) en "Hamosí Lejem Min Haarez" (que saca el pan de la tierra). Pero la parra
 permanece en la tierra en forma eterna a diferencia del trigo que debe ser sembrado nuevamente. De esta forma, le
deseamos a la pareja que la unión que materializaron en la Jupá, sea eterna, llena de felicidad y alegría.

Otro de los mensajes que la parra otorga a la pareja es que el vino alegra a la persona, pero sólo cuando se lo
consume con medida y en forma adecuada. De lo contrario, la emborracha con las consecuencias negativas que
todos conocemos. De la misma forma hay una indicación para la pareja de fijar los límites que la Torá impone.
Como dijeron los Jajamim: "Santifícate a ti mismo en lo que está permitido para ti" (Iebamot 20), y así tendrán éxito
en la construcción del hogar. El amor entre ellos crecerá continuamente gracias a esos cercos que la Torá
determina. Serán como el vino, cuyo sabor aumenta día tras día. 
Otra de las comparaciones de la parra con la pareja es la siguiente: el pueblo de Israel fue comparado con la parra.
¿Por qué? La parra es pisada por aquellos que fabrican el vino. Pero finalmente, cuando se obtuvo el producto, es el
vino quien hace caer a la persona que toma más de la cuenta. Igualmente, en este destierro tan largo y difícil, el
 pueblo judío debió soportar ser pisado por distintas naciones. Pero llegará el momento en que el Mashiaj elevará al
 pueblo de Israel para convertirlo en la luz de la naciones. Ese mensaje también se aplica al novio y a la novia. Si se
comportan con honra y respeto mutuo, si cada uno valora al otro y le hace sentir que está por encima de sí,
entonces vivirán con armonía y felicidad. Serán como la uva que en principio parece que es pisada, pero
finalmente triunfa.

Que en todos los hogares de Israel se cumpla la frase de los Jajamim: "Inbe Haguefen Beinbe Haguefen Dabar Nae
Umitkabel: la uva de la parra con la uva de la parra es bella y agradable".  

"La Tefilá, la Sedaká y las Berajot de los Sadikim"  

La Guemará en Sanhedrin 44 comenta que la persona debe adelantar la Tefilá antes de que surja el problema
realmente. Podemos deducir con más razón que, cuando lamentablemente no hay paz en el hogar, se debe hacer
Tefilá para que Di-s deposite su Shejiná en esa casa, además de todas las distintas iniciativas que se realicen para
encontrar la solución.
 

Se cuenta sobre el Rab Iejezkel Abramsky Z"L que al ser llevado preso a Siberia, le sacaron los zapatos y lo
obligaron a caminar descalzo sobre el hielo congelado varios kilómetros por día. El Rab dentro de su Tefilá le dijo a
Hashem lo siguiente: "Di-s mío, escribiste en Tu Torá (Ketubot 30) que todo proviene del Shamaim menos los
resfríos, que se originan en una negligencia propia de la persona que no se cuida como corresponde. Pero en este
lugar con temperaturas bajo cero, me obligan a caminar descalzo y solo Tú, Señor del Universo, me puedes cuidar.
Por favor, sálvame para que no me enferme". Pasaron muchos años y el Rab ni siquiera se resfrió, mientras que
mucha gente moría de complicaciones por gripes y pulmonías.

Aprendemos de este suceso la fuerza de la Tefilá, que puede cambiar la naturaleza del mundo. Por más que
exista un decreto por el que la persona debería soportar sufrimientos en su casa, hay tres cosas -Tefilá, Sedaká y
Teshubá- que anulan cualquier mal decreto que hubiera.
En el libro Shibje Omer se relata el siguiente Maazé: Rabí Tzvi Izjak Horowitz era un hombre Sadik y fiel. Su
nombre recorrió las fronteras, y todos los que lo conocían depositaban en él su total confianza.

Cuando se recolectaba dinero para los pobres, se le entregaba al Rab para que fuera su depositario hasta que se
necesitara utilizarlo. Incluso particulares le daban dinero para que lo guardara, sabiendo que quizás estaba más
seguro que en una cuenta bancaria.

El Rab tenía un alumno de apellido Rotschild, que no sólo estudiaba junto a él, sino también hacía las veces de su
secretario y administrador. Cuando el Rab recibía dinero, se lo entregaba a su alumno quien lo guardaba en un cofre
cuyo escondite conocían nadie más que él y su Rab.

En una ocasión, llegaron a la casa del Rab unos Gabaim (Dirigentes Comunitarios que se encargan de recolectar
dinero para beneficencia), y pidieron la restitución del dinero que anteriormente habían dejado en depósito. El Rab
comenzó a buscar el cofre y no lo encontró. Cuando se le ocurrió preguntarle a su alumno, se acordó que ese mismo
día el joven le había dicho que abandonaba la ciudad y se iba a trabajar a otra ciudad. Los Gabaim se retiraron con
las manos vacías, y dejaron al Rab con una profunda preocupación.

Pasó un tiempo, y la esposa del Rab le dijo a su marido: "No es que quiera ser mal pensada, pero precisamente en el
día que tu alumno Rotschild se fue, desapareció el cofre del dinero..."; "¡No, no!, la interrumpió el Rab, es imposible
que él haya hecho algo así. Rotschild es un verdadero Sadik y confío plenamente en él...". "Bueno pero nada pierdes
si vas a la ciudad donde ahora vive, y le explicas que se perdió el dinero de los huérfanos y las viudas. Quizás te
 puede dar una pista", insistió la mujer.

El Rab se dirigió a la ciudad donde se había establecido su alumno, y comprobó sorprendido que en muy poco
tiempo ya toda la gente conocía el apellido Rotschild con honor y respeto. Cuando llegó al lugar donde trabajaba,
encontró un muy lujoso negocio de venta de antigüedades y joyas.

Rotschild recibió a su Rab con mucha amabilidad. "¿A qué se debe esta tan honrosa visita?", "Debo hablar contigo
muy seriamente", fue la respuesta. El Rab le contó que habían ido los Gabaim a reclamar el dinero de las viudas y
los huérfanos, y el cofre había desaparecido. Con sutiles palabras, le estaba dando a entender que existía la sospecha
de que él fuera quien había tomado indebidamente ese dinero.

Rotschild no contestó. Se quedó en silencio unos instantes y se levantó. Se dirigió a uno de sus cuartos, y regresó
con una pequeña bolsa en sus manos. Le dijo al Rab: "Ésta es la mitad del dinero. Por el resto, le pediré que me
espere un mes y, con la ayuda de Hashem, se lo entregaré". Mientras el Rab regresaba a su casa estaba contento, por
un lado, por haber recuperado el dinero robado. Por el otro, estaba triste porque nunca hubiera pensado que su fiel
alumno era capaz de aprovecharse de su confianza para apoderarse de lo ajeno.
Una semana después, unos policías se hicieron presentes en la casa del Rab con una noticia: "¡Encontramos su cofre
robado! Aquí lo tiene. ¡Y el ladrón está preso!". El Rab se estremeció. Pensó que habían apresado a Rotschild y que
lo iban a castigar duramente. Los policías siguieron hablando. "¿Usted tenía un sirviente no judío?". "En efecto,
hace poco más de un mes", respondió el Rab. "Fue él quien se apoderó del cofre. Lo hizo en un descuido suyo y se
lo llevó. Lo recuperamos casi con todo el dinero que allí había. "¿Y cómo se dieron cuenta ustedes de qué él había
sido el ladrón?". "Porque inmediatamente después de que dejó su trabajo, se lo vio extrañamente en cada cantina
que había en la ciudad. Un día, en medio de su borrachera, confesó que el dinero que estaba derrochando lo estaba
sacando del cofre que había robado de la casa del Rab Horowitz. Bueno, lo principal es que el cofre regresó a sus
legítimos dueños". Los policías se retiraron.
 

 Nuevamente, el Rab sintió una mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque descubrió que su alumno Rotschild
estaba limpio de toda culpa. El concepto que de él tenía era el mismo, o mejor aún. Por otro lado, estaba triste por
haber sospechado de él injustamente. Además, ¿por qué si era inocente, Rotschild le había dado el dinero, aunque
fuera una parte? El Rab no esperó, y ese mismo día se dirigió otra vez a la ciudad donde Rotschild vivía. Cuando
llegó allí, no lo encontró en donde tenía su negocio. Ni siquiera el negocio existía. Preguntó a la gente y le dijeron
que Rotschild había vendido todo lo que tenía y se había ido a vivir a una choza en una aldea cercana.

El Rab se dirigió a ese lugar y encontró a su alumno viviendo en una choza pobre y destruida. Rotschild recibió a su
Rab con la amabilidad de siempre. "Sea usted bienvenido, Rab. Sólo que todavía no he podido reunir la suma que le
debo. Por favor si me espera unos días más...", "¡Querido alumno! Sé que tú no fuiste quien robó el cofre. La policía
encontró al ladrón y el cofre ya está en mis manos". "¿Ah, sí? ¡Baruj Hashem! ¿Y se puede saber quién fue?". "¿Te
acuerdas del sirviente que teníamos y de repente nos abandonó? Bueno, pues de algún modo se las ingenió para
robarnos sin que nos diéramos cuenta. Pero, ¿por qué me mentiste y me hiciste creer con tu actitud que habías sido
tú el ladrón? ¡Si hasta te quedaste pobre por darme el dinero, cuando en realidad no te correspondía hacerlo!". "Yo
lo vi a usted muy preocupado, porque tenía la responsabilidad de devolver el dinero que le habían dado para
guardar. Y la verdad es que preferí pasar un poco de incomodidad, con tal de que a las viudas y a los huérfanos no
les falte nada de lo que les corresponde... Usted me enseñó que en la Torá está escrito: " A Hashem, Tu Di-s,
temerás". Y es sabido que estas palabras no sólo se refieren al Creador del Mundo, sino también a los que los
representan: A los Jajamim. Yo debo temer, respetar y honrar a los Jajamim, y mucho más a usted, que es mi Jajam
 principal y de quien aprendí toda la Torá que tengo". "Bueno. Pero, ¿Por qué llegaste hasta esta situación?". "Yo me
comprometí con usted a entregarle la otra mitad del dinero, y como ya no me quedaba nada en efectivo, me vi
obligado a vender mis propiedades, pero igualmente no alcanzó. Pensé que de algún modo u otro, Hashem me iba a
ayudar a reunir toda la cantidad antes de que transcurriera el mes de plazo...".

Al escuchar esto, el Rab estrechó a su alumno en un abrazo y lo besó en medio de lágrimas de emoción. Le dio una
Berajá, y le dijo que sería tan rico, que su riqueza no se apartaría de él ni de su descendencia jamás, hasta la llegada
del Mashiaj.

En efecto, la riqueza de la familia Rotschild es proverbial. Y como vemos, hasta hoy se mantiene. Todo, gracias a la
entrega de quien inició la dinastía, que prefirió vivir como un pobre y pasar por sospechoso de robo, con tal de que a
los huérfanos y a las viudas no les faltara el sustento. Y también gracias al respeto y el honor que les confería a los
Jajamim, a quienes consideraba como verdaderos representantes del Mandato Divino.

El Sefer Pele Ioez escribe que quien tiene una mala mujer que lo hace sufrir, que le pida a Di-s que transforme su
corazón. Que lo quiera y caiga en gracia a sus ojos, para que él también la pueda amar. Nuestros Sabios nos
enseñan que las puertas del llanto nunca se cierran. Por lo tanto, no debe desesperarse sino pedir con todo el
corazón al Padre Piadoso que cambie la pelea del hogar por la felicidad eterna.

Otra de las soluciones para encontrar el Shalom en la casa es pedir la Berajá de los Sadikim de la generación. Si
ya existe el Shalom, es correcto pedir al Sadik su Berajá para que continúe por siempre.

En una oportunidad sucedió en los Estados Unidos de América un accidente por un choque de autos. Los médicos
determinaron que el Iehudi accidentado no iba a poder sobrevivir y mandaron a traer de un asilo al padre del
accidentado. Cuando éste llegó al lado de su hijo inconsciente, no demostró preocupación por lo sucedido, y se
retiró diciendo con mucha calma: "Se curará".

Todos pensaron que el anciano padre no había tomado conciencia de lo que sucedía, pero él les contestó lo
siguiente: "Yo soy de Radin, la ciudad del Jafez Jaim. Cuando el Rab escribió su libro ‘Mishná Berurá’, reunía gente
en su casa para que lo leyeran y así poder observar cómo se entendía lo que el Rab había escrito. Varias veces mi
estudio cayó en gracia en sus ojos, y me dio dos Berajot: que tuviera larga vida (hoy tengo 76 años), y que mis hijos
no murieran durante mi vida. Todavía no llegué a tener lo que se llama realmente larga vida, ¿cómo se van a cumplir
las dos Berajot simultáneamente?; la única forma es que mi hijo se recupere y que yo viva muchos años más. Por
eso es que estoy tranquilo". Al otro día sucedió el milagro. El hijo abrió los ojos, y poco a poco se fue recuperando
 para sorpresa de los médicos que no podían entender lo que sucedía.

Aprendemos de este suceso la importancia de la Berajá del Sadik, ya que sus Tefilot llegan delante de Di-s y pueden
hacer cambiar cualquier mal decreto que haya sobre la persona, y dar una larga vida llena de paz y prosperidad.

Para concluir, relatemos uno de los tantos milagros cuyo protagonista fue uno de los Sabios más grandes de las
últimas décadas: el Baba Sali Ribí Israel Abujazira Z"L. Un matrimonio que luego de muchos años de casados no
habían podido tener hijos, recurrió a recibir la Berajá del Rab. Para ello se dirigieron a su casa en Netibot. Todos
 

conocían la Kedusha del Rab, sabían que sus oraciones llegaban al Cielo y que sus bendiciones se cumplían. Le
contaron al Rab lo que les aquejaba y le pidieron una bendición para que Hashem les otorgara el hijo tan ansiado. El
Rab les pidió sus nombres e hizo Tefilá por ellos. Luego tomó una botella de anís, escribió algo en un papel con el
que envolvió la botella y les dijo: "Deseo que el día del Berit Milá bendigan sobre este anís al poner el nombre del
 bebé". Recogieron la botella. El corazón de ellos desbordaba de alegría.

Los años pasaron y ninguna novedad importante ocurría. Hasta que escucharon una noticia que los dejó perplejos:
El Baba Sali Z"L había dejado este mundo y aparentemente su Berajá no se había cumplido. Luego de transcurridos
dieciséis años del encuentro con el Baba Sali, lo que parecía imposible llegó: el hijo por el que tantas Tefilot se
habían hecho, vino a este mundo. Imaginemos la alegría de la familia. Decidieron que el Sandak fuera el Rab Izjak
Kaduri Shelita. El padre trajo la botella de anís y se hicieron los preparativos para el gran día. El Berit Milá se
realizó e invitaron al Rab Kaduri para hacer el Kidush. Al sacar el papel que envolvía la botella de anís todos
quedaron sorprendidos: el Baba Sali había escrito en el papel la fecha del Berit Milá dieciséis años antes de que se
realizara.

¿Dónde radica la fuerza, la sabiduría y la profecía de estos grandes Jajamim? ¿Cómo es posible que sus palabras
sean escuchadas en el Cielo y se cumplan en la tierra? La respuesta es la siguiente: "Si en mis leyes se encaminarán
y mis preceptos cumplirán"(Vaikrá 26). Rashi nos aclara que el versículo se refiere a estudiar la Torá con esfuerzo
y cumplirla con todos sus detalles. Es la fuerza de la Torá, la sabiduría de Hashem, la que da la profecía a los
Sadikim de cada generación.

Tefila, Sedaká, Teshubá, Berajot de los Sadikim de la generación. Todos estos medios son valederos y necesarios
 para bendecir los hogares de Israel.

"La voz del dinero" 

La gente corre detrás del dinero, pero no todos se convierten en millonarios. Incluso los que sí lo son, no tienen todo
el provecho de lo que alcanzaron, ya que siguen corriendo para obtener más riqueza. Como nos enseña Shelomo
Hamelej: "El que ama al dinero no se hartará de él" (Kohelet 5). Por eso le podemos preguntar dónde está su riqueza
y cuál fue su provecho. Corre toda su vida detrás de algo que nunca alcanzará y no prueba el sabor de la alegría. No
sólo esto, sino que codicia lo de los demás y llega a mentir y engañar, siendo odiado por la gente, perdiendo así su
mundo terrenal y el venidero.

 No hubo generación que haya tenido las comodidades que hoy existen. Al tocar un botón se enciende la luz, se
mueve una perilla y el fuego está preparado para cocinar, el lavarropas automático deja la ropa limpia sin ningún
esfuerzo del ama de casa, se pueden adquirir comidas preparadas para ser servidas, etc., etc.

¡Cuánto esfuerzo debían realizar las generaciones anteriores para obtener las mismas cosas! Se debía buscar
combustible para tener un poco de luz, preparar el fuego con madera o carbón, llevar la ropa hasta el río para poder
lavarla, etc. Sin embargo, ellos eran más felices que lo que somos nosotros hoy, porque tenían la clave que nuestros
Sabios profetizaron hace mucho tiempo atrás: "¿Quién es el rico? El que se alegra con lo que tiene" (Pirke Abot
4), ya que sólo sabiendo conformarse con lo que Di-s le destinó, se encuentra la felicidad. Ésa es la verdadera
riqueza.

El Midrash Tanjuma comenta con respecto a la Perasha Tazria, sobre un Cohen que tenía problemas económicos y
que no podía mantener su hogar y decidió ir a trabajar fuera de Israel. Antes de irse, le explicó a su señora las leyes
de los Negaim, o sea sobre las manchas de la piel que él determinaba como Cohen a los que lo consultaban. Le
explicó que en cada pelo del cuerpo de la persona, creó Di-s una cavidad de la cual se alimenta ese pelo. Si éste se
seca y no tiene calor, es una señal que se secó la fuente que lo alimentaba. Le respondió la mujer: "Que tus oídos
escuchen lo que haz dicho. Si Di-s creó para cada pelo un lugar que lo alimenta, tú que eres un ser humano que
debes mantener a tu familia, ¡¿acaso no creó Di-s la fuente de donde consigas tu sustento?!". El Cohen de esta forma
desistió de su viaje, enseñándonos que la fe es la base del hogar y que no hay que perder la tranquilidad cuando
faltan cosas en la casa, ya que todo depende de la Berajá que Di-s manda.

Por supuesto que la mujer no debe reclamar a su marido cosas que él no puede solucionar. Ella debe
administrar sus gastos con fe y esperanza para no destruir el Shalom de su hogar. El marido, por su parte, al
ver que por más que se esfuerza no puede satisfacer las necesidades de su familia, debe alentarlos a superar el
momento difícil, puesto que es una prueba de Di-s para el bien y la felicidad de todos. 
 

Cuando Ribí Akiba se casó con Rajel, la hija de Kalba Sabua, la pareja era tan pobre que debía dormir sobre un
lecho de paja. En una oportunidad, se presentó Eliahu Hanabi como un pobre pidiendo un poco de paja para su
señora que había tenido un hijo y no tenía donde acostarse. Le dijo Ribí Akiba a su mujer: "Observa, hay gente más
 pobre que nosotros y ni siquiera tienen paja".

Sepamos mirar en las cosas materiales a aquellos que tienen más dificultades que nosotros y en los temas
espirituales tomemos ejemplo de los que nos superan. 

El Midrash en la Perasha Pekude cuenta el siguiente Maasé: Ribí Jiá y Ribí Shimhon Ben Jalafta estaban estudiando
Torá en el Bet Hamidrash de Tebaria en la víspera de Pesaj. Escucharon mucho movimiento de gente, y preguntó
Ribí Shimhon a Ribí Jiá: "¿Qué es lo que sucede?". Éste le contestó: "Todos compran lo que necesitan para Iom Tob,
y si alguien no tiene dinero se presenta a su patrón y le pide". Dijo Ribí Shimhon ben Jalafta: "Yo también iré a lo de
mi patrón y Él me dará". Salió fuera de la ciudad a hacer Tefilá en una cueva de Tebaria y vio una mano que desde el
cielo le entregaba una piedra preciosa. La tomó y la llevó delante de Ribí Iehuda Hanasí quien al verla le dijo que
esperara hasta después de Iom Tob para poder venderla a su precio real. Mientras tanto, le entregó algo de dinero
 para las necesidades de la fiesta.

Cuando Ribí Shimhon llegó a su casa con dinero y comida, la señora sorprendida le preguntó: "¿De dónde lo
conseguiste?". El marido le respondió: "Di-s me lo dio". Pero ella no se quedó conforme: "Si no me dices de dónde
es, no probaré nada". El Rab le contó lo ocurrido al no tener otra alternativa: "Hice Tefilá delante de Hashem, y me
dio esta piedra preciosa". Ella respondió: "¿Acaso quieres que tu pago en el Olam Habá sea menor que el de tu
compañero por haber recibido esa joya?, ¡ve y devuelve la comida que compraste, el dinero a su dueño y la joya a
Di-s!".

Esa mujer virtuosa convenció incluso a Ribí Iehuda Hanasí que no era conveniente que su marido aprovechara ese
regalo del Cielo. Cuando Ribí Shimhon Ben Jalaftá fue a devolver la joya, extendió su mano, e inmediatamente vino
un Malhaj (ángel) y la tomó. Fue dicho: "El milagro último fue mayor que el primero, ya que del Cielo lo normal es
que dan, y no es normal que quiten".

Tenemos en este Maasé el ejemplo de una mujer Sadeket que estuvo dispuesta a soportar la pobreza y no
aceptar los placeres de este mundo, debido a que sabía que le sería descontado de su pago en el mundo
venidero. Tomemos todos el ejemplo de ella para no sufrir cuando vemos que en la casa apenas si alcanza el dinero
 para las cosas elementales, ya que está guardado el verdadero pago de la persona para el Olam Habá.

Tengamos Emuná que nuestro sustento depende sólo del Creador, como dijeron nuestros Sabios en el Talmud (Besá
16): "Todo el sustento de la persona está fijado desde Rosh Hashaná, con excepción de los gastos necesarios para
Shabat, Iom Tob y para educar a los hijos en el camino de la Torá, que en caso de disminuirlos, se le disminuyen a
él. Si los aumenta, recibirá más de lo que gastó".

Quizás más que nunca, en esta época hay hogares en que la voz de la alegría y de la felicidad no se escucha porque
es cubierta por la "voz del dinero" que con un fuerte tono reclama su lugar. La falta de dinero para tener una vida
digna es la que en muchos casos provoca la destrucción del Shalom del hogar.

Ya el Talmud en Babá Meziá 59 comenta: "Dijo Rab Iehuda: ‘Siempre debe preocuparse la persona que haya
sustento en su hogar, ya que las peleas tienen lugar en el matrimonio debido a temas de sustento". La falta de dinero
es el medio que utiliza el Satán para entrar al hogar y provocar la pelea. De esta forma, la presencia de Hashem se
retira de esa casa. A pesar de cualquier circunstancia que se presente, la mujer debe estar al lado de su marido
apoyándolo y fortaleciendo el Shalom de su hogar. La mujer inteligente que busca su propio bien y el de su
familia, debe saber que está en sus manos conseguir que en su hogar las voces de la alegría y la felicidad se
escuchen y no sean cubiertas por la voz del dinero. Debe dirigir su casa de acuerdo con sus posibilidades
económicas sin excederse de su presupuesto, demostrándole a su esposo que es solidaria al máximo con su
sufrimiento para conseguir el sustento mínimo necesario para la vida. En este tipo de situaciones, no debe pedir a su
esposo lo que sabe que su marido no le puede dar, porque lo único que provoca es que su esposo piense que ella es
cruel al no comprender que para él es imposible complacerla. Por el contrario, debe mostrarle una sonrisa y alentarlo
a seguir adelante esperando épocas mejores.

Muchas mujeres endeudan a sus maridos con lujos que realmente no estaban a su alcance, sólo por envidia a la
vecina o a la amiga que sí podía darse ese lujo. En lugar de poner el acento en la educación de sus hijos y en la
atención a sus esposos, sólo piensan en no ser menos que sus amigas.
 

La mujer inteligente debe saber, por otra parte, que toda casa en la que sus habitantes se conforman con lo que
tienen y no persiguen lujos o placeres fuera de su alcance, es la que construye un futuro digno para sus hijos que
aprenderán a vivir sabiendo que en la vida no puede conseguirse todo lo que uno desea. De esta forma y por el
hecho de vivir con limitaciones, obtendrán una felicidad continua debido a que nunca sentirán que les falta
algo, porque aprendieron a vivir sabiendo que Hashem es el que da a cada uno lo que le corresponde y no
correrán detrás de lujos y placeres inalcanzables.

"El valor de un minuto"  

La mujer que tuvo la suerte y el mérito de casarse con un hombre que fija en su vida un tiempo para el estudio de la
Torá, es la mujer más feliz que existe en la tierra. A pesar de que existan problemas económicos, no debe influenciar
sobre su marido para que abandone ese tiempo de estudio para dedicarlo al trabajo. Por el contrario, debe alentarlo y
fortalecerlo, porque todo el dinero que existe en el mundo no se iguala al valor de una letra de Torá que su marido
estudia. Todo ese mérito es gracias a la mujer que lo alienta y le permite seguir adelante.

En una ciudad de Europa, se habían reunido los Iehudim para hacer un hospital. Muchos donantes contribuían para
ello; algunos ofrecían sólo una cama mientras que personas adineradas donaban varias camas para los futuros
 pacientes. El Jafez Jaim, que dirigía espiritualmente el lugar, agradeció a cada uno de ellos por el Jesed importante
de la donación. Cuando concurrieron al lugar algunos alumnos de distintas Ieshibot, el Jafez Jaim los recibió con
mucha honra, lo que provocó malestar a los donantes que preguntaron: "¿Acaso ellos donaron camas como nosotros
 para la construcción del hospital?". Les contestó el Rab: "¡¿Qué dicen?!, ¿acaso ustedes donaron cincuenta camas?".
 Nadie podía creer que esos jóvenes hubieran donado algo que ni los millonarios podían hacer. El Jafez Jaim les
aclaró: "¡Sí!,¡Sí!, cada uno de ellos donó cincuenta camas que no fueran necesarias. Ellos donaron que no haya
necesidad de camas para enfermos en el hospital, ya que la Torá que ellos estudian protege y salva de
enfermedades y sufrimientos a nuestra ciudad".

Aprendemos de este suceso, que aquella mujer que desea que en su hogar haya salud y tranquilidad, debe
alentar y apoyar a su marido en el estudio y cumplimiento de la Torá. Es la mejor protección frente a los
problemas de la vida y lo que garantizará su felicidad eterna. 

Sucedió con el Taz (abreviatura del Rab David ben Shemuel Halevi Z"L que escribió el libro "Ture Zahab") y el Baj
(abreviatura del Rab Ioel Sirkish Z"L que escribió el libro "Bait Jadash") el siguiente Maasé: El Baj era el suegro del
Taz, y le había asegurado que se ocuparía de mantenerlo y le daría una comida de carne todos los días. En una
oportunidad, en lugar de darle carne común, le entregó una porción de pulmón. Por ese motivo, el Taz llevó a su
suegro a un "Din Torá", en donde se le dio la razón al Baj, porque se consideró también al pulmón como carne. El
Jazon Ish Z"L explicó sobre este Maasé que lo que había sucedido fue que el Taz estudiaba Torá hasta agotar sus
fuerzas todos los días. Ese día que le dieron pulmón en vez de carne común, estudió unos minutos menos, puesto
que su fuerza disminuyó. Se originó así una acusación en el Cielo hacia su suegro por haber sido responsable de esta
falta de minutos de Torá en el mundo. El Taz, que sabía esto, para sacar esa acusación que pesaba sobre su suegro lo
llevó a un Din Torá, sabiendo que determinarían que el pulmón también es carne, y así se levantaría la acusación del
Cielo. ¡Aprendamos el valor de cada instante de Torá que estudiamos, y no lo dejemos por nada del mundo!

Una de las causas que originan discusiones en el hogar es que muchas veces el marido está en su casa sin hacer
nada. Esto disminuye su valor delante de su señora que lo observa perder el tiempo sin hacer nada productivo,
mientras que ella está ocupada en el mantenimiento de su hogar .

Por lo tanto, la mejor solución para encontrar el Shalom Bait, es la constancia en el estudio de la Torá en cada
momento libre. Así, el marido será valorado por su señora como alguien que no pierde su tiempo, sino que lo
sabe aprovechar en cosas positivas que van a traer la Berajá tan anhelada. 

Esa misma falta de ocupación provoca a veces contar a la otra parte alguna discusión que hubo en el trabajo o con
algún vecino, y así comienza una nueva pelea, al recibir una crítica por la actitud asumida. El Jafez Jaim Z"L, en su
libro "Shemirat Halashon", aclara que no hay ninguna diferencia en la prohibición de hablar Lashon Hará tanto con
un amigo o con la propia mujer, salvo en caso que la conversación pueda traer beneficios como la jurisprudencia
estipula.

El Jafez Jaim concluye: "Muchos se equivocan al comentar a sus esposas todo lo sucedido durante el día en sus
trabajos. A veces, además de caer en la prohibición de hablar Lashon Hará, provocan que las discusiones del trabajo
se agraven, al ser en muchos casos incitados por la propia mujer a defender sus derechos. Finalmente, ella misma
 

terminará despreciándolo. Por eso, quien cuida su alma, que no comente con su mujer todas esas situaciones" (Kelal
8 punto 10).
Sucedió con una persona que fue a lo del Rab Naftali Sebi Iehuda Barlin y le dijo: "Ribí, mis negocios son exitosos
y también lo son mi relación comercial con proveedores y clientes. Mi familia no tiene problemas de salud, pero mi
sufrimiento es dentro de mi casa, ya que mi señora me desprecia, me domina y me subestima hasta tal punto que ni
mis hijos me escuchan y sólo a ella respetan. Por favor, le pido un consejo para recuperar mi valor como padre y
marido y encontrar la felicidad". El Rab le dijo: "¿Fijas un tiempo de estudio de Torá?". El hombre le contestó que
no tenía tiempo siquiera para comer con tranquilidad, puesto que su trabajo era agobiante y no se lo permitía. El Rab
le dijo: "Si con tu propia boca reconoces que eres esclavo de tu trabajo, ¿cómo pretendes que tu señora te valore? Mi
consejo es que fijes un tiempo de estudio todos los días y no lo anules ni siquiera por el mejor de los negocios. Así
vas a ser querido por Di-s y, simultáneamente, te va a devolver el cariño de tu señora, como dijo el rey Shelomo en
Mishlé 16: "Cuando Di-s está conforme con el camino del hombre, incluso sus enemigos hacen la paz con él".
Explican nuestros Jajamim que en este caso el término: "los enemigos" se refiere a la propia familia, como dice el
 profeta Mijá 7: "Los enemigos de la persona son los que habitan en su casa". La Torá es el remedio para todos los
sufrimientos, incluso el de tener un hogar infeliz. Si te comportas de esta forma, seguro que tendrás el mérito de
tener una mujer correcta que acepte la voluntad del marido".

Aprendemos de este suceso que, además de la importancia del estudio de Torá, en donde con cada palabra que se lee
o escucha se cumple una Mizvá de Limud Torá, la persona se beneficia con paz y tranquilidad y la Shejiná posa
dentro de su hogar.  

"Nuestro secreto" 

La luz de la felicidad no se apagó nunca en muchos hogares judíos. A pesar de épocas de persecuciones y
sufrimientos, se pudo observar para asombro de las naciones que el Shalom Bait verdadero no depende de la riqueza
ni de los placeres momentáneos. La felicidad es un estado continuo de satisfacción espiritual y de tranquilidad
que se encuentra en el interior de la persona por su conducta de vida. ¿Cuál es la raíz de esta felicidad? ¿Cuál es
el nombre de la fuente maravillosa de la que bebieron nuestros padres? ¿Cuál es la diferencia del hogar judío que
despierta la admiración de las naciones? La respuesta a estas preguntas es muy corta y sencilla: Taharat
Hamishpajá (la pureza familiar), es la base para que Hashem deposite su presencia en nuestros hogares, para traer
así la felicidad tan anhelada.

Está escrito en el Talmud Nidá 31, "Ribí Meir dijo: ‘¿Por qué ordenó la Torá que la mujer Nidá deba esperar siete
días? Porque el hombre, al estar continuamente con ella llegaría a despreciarla. Por eso, la Torá la decretó impura
 por siete días para que sea querida por su esposo (después de la purificación) como en el mismo momento en el que
contrajo enlace’".

Hoy más que nunca tienen validez estos conceptos. El cuidado estricto de las reglas de la pureza del hogar
resguarda la felicidad del matrimonio y renueva el amor en la pareja todos los meses sin que la luna de miel
se termine. La prohibición del contacto físico durante los días de la menstruación más los siete días "limpios" de
 preparación previos al baño ritual -luego del cual la mujer se encuentra pura y con el mismo sentimiento que en su
noche de bodas- protegen la unión del matrimonio y construyen un hogar eterno en el que reinará la alegría, el amor
y el compañerismo. En ese período de separación, la pareja revitaliza el vínculo emocional entre ellos, acrecienta el
cariño y la comprensión mutua y la relación se incrementa sin que se canalice por medio del contacto físico.

Desde el punto de vista medicinal, son numerosos los beneficios y prevención de enfermedades que el cuidado
de las reglas de la pureza del hogar otorga a quienes los cumplimentan. El cáncer de cuello uterino es una
enfermedad que se investigó profundamente desde el punto de vista epidemiológico. El resultado de todos esos
estudios es que existe una relación estrecha entre las relaciones sexuales y la enfermedad. Asimismo se descubrió,
hace ya decenas de años, que la incidencia de esta enfermedad en mujeres judías que cuidan las reglas de la
pureza es prácticamente nula. Por otra parte, la mujer debe revisarse en los siete días "limpios" para que ningún
tipo de manchas o flujos prohibidos por la jurisprudencia interrumpan su proceso de preparación. Cuando esto
sucede en forma continua, la mujer concurre a su ginecóloga y en muchas oportunidades previene así distintas
enfermedades. Podríamos enumerar distintas afirmaciones médicas que corroboran el valor de las leyes de la pureza
familiar, ya que incluso existen libros específicos sobre el tema, pero sería minimizar el aspecto Divino de estas
leyes que se encuentran por encima del alcance intelectual humano. 
Podríamos preguntarnos ¿por qué la purificación depende del agua? ¿Por qué únicamente el agua de un Mikve es la
que purifica y no la de un baño, ducha o pileta de cualquier hogar? Debemos aclarar que un Mikve contiene agua
común de la canilla, pero hay una cisterna en la que cayó agua de lluvia que está conectada a la propia Mikve. De
 

esta forma, el agua en la que se sumerge la mujer está conectada a una fuente natural. Muchas de las leyes
relativas a la impureza tienen relación con la ausencia de la vida. Es lo que sucede -por ejemplo- con el muerto al
que la Torá califica como: "el padre de los padres de la impureza". ¿Por qué la mujer que tuvo un hijo está impura y
el bebé que nace es puro? La respuesta está en concordancia con lo que intentamos transmitir, ella tenía dentro de sí
un cuerpo y un alma al margen del suyo propio. Luego del nacimiento perdió una parte de esa vida que poseía y por
lo tanto deberá purificarse. El bebé, en cambio, es puro porque la pureza es la vida y él comienza su vida en ese
instante. Por otra parte, cuando la mujer comienza a menstruar experimenta -en su medida- una pérdida de vida,
 porque la posibilidad de procrear se le ha retirado. El agua -por el contrario- representa a la vida misma porque el
mundo se mantiene por ella. En los lugares desérticos donde no hay agua la vida no es factible. Lo primero que se
 busca en las estrellas o planetas que se investigan es la existencia o no de agua para analizar las posibilidades de
vida. Podemos deducir entonces que la inmersión en las aguas del Mikve significa la renovación de la vida luego
de haber transitado por la oscuridad de la muerte. ¿Por qué el agua del Mikve debe estar conectada a una fuente
natural? Hoy existen numerosos ejemplos entre las maravillas naturales, sobre la influencia del agua unida a
la tierra -como sucede con el Mikve- y la pérdida de esa capacidad al ser extraída de la misma. Recordemos
-por ejemplo- el poder de las aguas termales para curar casos de reumatismo, pero sólo en los lugares originales y no
con el agua extraída de los mismos.

De todas formas, no nos empeñemos en descifrar los misterios de Hashem ya que -como explicamos- exceden
a nuestro entendimiento. Recordemos solamente que es una base fundamental de la existencia de nuestro pueblo y
que hubo mujeres que en determinado momento debieron sumergirse en aguas congeladas y debajo del hielo para
 poder encontrarse puras para su marido. Hoy es mucho más sencillo, los Mikvaot que existen en la actualidad
son ejemplo de higiene, pureza, lujo y comodidad. Algunas están equipadas con baño sauna, hidromasaje, salas
individuales de maquillaje que hacen aún más placentero el cumplimiento de la Mizvá. Recordemos también que
 para construir un Mikve, si fuera necesario se debe incluso vender un Sefer Torá y que la importancia de cumplir
con este precepto se iguala a ayunar en el día de Kipur.

Que se cumpla en nosotros lo que explicó Ribí Akiba al final de Masejet Iomá: "Bienaventurado Israel, ¿delante de
quién ustedes se purifican y quién los purifica a ustedes? Vuestro Padre Celestial", como escribe el profeta
Iejezquel: "Verteré sobre ustedes aguas puras que los purificarán". El profeta Irmeiá reafirma el concepto: "El Mikve
de Israel es Hashem", así como el Mikve purifica a los impuros, también Di-s purifica a Israel. Amén.

"La forma de corregir" 

Está escrito en Vaikrá 19: "corregir, corregirás a tu compañero, y no cargarás sobre él un pecado". O sea que al
reprender a quien se encuentra cerca de nosotros, se debe cuidar de no avergonzarlo, ni hablarle en forma
ofensiva o agresiva, sino que se debe hacerlo con un lenguaje suave e inteligente. 
El rey Shelomo, en Mishlé 9 nos dice: "No reproches al burlón porque te odiará, reprocha al Sabio y te amará".
Sobre este versículo, explicaron los Jajamim: "No agredas a una persona diciéndole que es un burlón y un pecador,
ya que no va a recibir la corrección que intentes darle, sino que: reprocha al sabio, es decir, dile que no es digno de
una persona respetada e inteligente como él que se comporte de esa forma".

Si la Torá determina que así sea el trato con el compañero, con más razón que se deberá prestar una atención
especial a la relación entre marido y mujer.  Cuando se corrige al otro, deberá cuidarse de no ofenderlo ni
avergonzarlo, sino que siempre se procederá con respeto y educación para poder ser escuchado. Hay situaciones en
las que será preferible callar y no corregir.  En otras, no se podrá callar porque si así lo hiciere, llegará luego el
momento de la explosión, y la reacción será violenta y sin límite. Por lo tanto, hay que actuar con mucha
sabiduría para saber cuándo y cómo reprochar. 

Es frecuente que, después de una discusión, transcurran días sin que la pareja se dirija la palabra. Esto provoca
separación y un ambiente de tensión que afecta a todo el hogar. Por eso se deben solucionar las peleas lo más
rápido posible, perdonándose mutuamente los errores y corrigiéndolos para el futuro. 
Se cuenta sobre el Jafez Jaim Z"L que una vez vio en un hospedaje a una persona muy grosera y tosca que pedía de
mala forma comida y bebida al mozo del lugar. Cuando se disponía a corregirlo, fue advertido por el dueño del
lugar: "No malgaste su tiempo con él, ya que desde los 7 años fue llevado por soldados rusos a Siberia hasta los 18.
Desde entonces, sirve al Zar Nicolás hace ya 25 años. Por eso es tan salvaje, nunca aprendió nada sobre la Torá.
Incluso puede llegar a faltarle el respeto".

El Jafez Jaim se acercó de todas maneras al soldado y luego de saludarlo, con dulzura le dijo: "¿Es cierto lo que
escuché sobre tu infancia y los sufrimientos que tuviste?, ¡a pesar de todo te mantuviste como Iehudi y no te
 

asimilaste! ¡Qué lugar de privilegio te espera en el Olam Habá por tu entrega para santificar el nombre de Di-s
durante tantos años. Ojalá yo tuviera tus méritos!".

El soldado se estremeció al escuchar estas palabras y comenzó a llorar al enterarse de quién era la persona que le
hablaba y besó las manos del Jafez Jaim. El Rab agregó lo siguiente: "Si una persona como tú, con tantos méritos,
decide vivir el resto de su vida como un Iehudi correcto, no habría como él en la tierra...". El soldado no abandonó
al Jafez Jaim hasta hacer Teshubá en forma total y ser un Sadik completo.
Aprendemos de este Maasé cuál es la forma de corregir, resaltando en primera instancia las virtudes del otro. Con
más razón que dentro del hogar, éste debe ser el proceder adecuado para que nuestras palabras sean escuchadas.

A pesar de que el ser humano desea ser íntegro en todos los aspectos de su vida y poder corregir sus errores, son
muy pocos quienes aceptan los reproches. Quizás el motivo sea porque no son dados en forma constructiva. Este
es un tema fundamental en el matrimonio, por eso debemos analizarlo con detenimiento: cómo se debe criticar y
corregir.
1º) No se debe corregir con expresiones de enojo y furia por algo que resultó molesto, sino que se debe actuar con
tranquilidad y por cariño y beneficio del otro. Incluso Di-s, al reprochar a Aharon y a Miriam por haber hablado
mal de Moshe, lo hizo diciendo: "Por favor escuchen", para que sus palabras fueran aceptadas. De lo contrario, el
otro no escuchará lo que se dice, porque está concentrado sólo en la furia del que critica.

2º) La primera expresión debe ser un cumplido por algo positivo que se haya hecho. Sólo después vendrá el
reproche, que será sólo sobre la acción negativa y nunca sobre la personalidad del otro.

3º) No se debe agredir diciendo: "¿Por qué hiciste ...?", ya que obliga a una respuesta instantánea e irreflexiva. ¡Qué
distinto sería si se dijera por ejemplo: "Seguramente no fue intencional, pero..."!

4º) La crítica debe ser constructiva, para que no se repita en otra oportunidad.  No tiene sentido reprochar por
algo pasado sin implicancias en el futuro.

5º) Explicar en forma clara por qué no se comparte esa actitud. No creer que el otro entiende todo lo que
 pensamos.

6º) Al margen de la crítica, no desmerecer las cosas positivas que el otro hizo , ya que esto provoca la sensación de
que todo lo que uno realice no sirve para nada.

7º) No crear competencia entre la pareja diciendo: "Yo lo habría hecho mejor". Menos aún traer ejemplos de
alguien de afuera: "Observa a mi hermano", porque esto provoca odio y separación entre la pareja o con el que se
comparó.

Que Di-s nos otorgue la inteligencia necesaria para llevar a la práctica las enseñanzas de nuestros Jajamim. 

Quien ofrece un sacrificio de esta naturaleza por el cariño a la Torá, tiene su pago garantizado. Durante veinticuatro
difíciles años, se transformó el pastor Akiba en Ribí Akiba, el más grande de la generación, con veinticuatro mil
alumnos que tomaron con sed sus palabras sagradas.

Cuando Ribí Akiba enriqueció, obsequió a su señora ese adorno con la figura de Ierushalaim, enseñándonos
así el sacrificio y la entrega que ella tuvo para construir un hogar sagrado, ejemplo para todos nosotros del
valor de la inteligencia de la mujer.  
La llave de la vida o de la muerte tanto física como espiritual de un hombre está en manos de su mujer. Nuestros
Jajamim nos comentan al respecto sobre un padre que llamó a su hija en los momentos previos a su casamiento y le
dijo: "Debes saber que el éxito material y espiritual de tu esposo depende de ti".
 

El Talmud en Abodá Zará 18 menciona cuando Ribí Jananiá Ben Teradion fue sentenciado por los romanos a morir
 junto con su esposa. ¿Por qué recibió ese castigo? El Talmud relata que sólo un pecado tenía ese gran Sabio:
 pronunciaba uno de los nombres de Hashem -cuando enseñaba en público- que no está permitido hacerlo. El Talmud
continúa: "¿Cuál fue el pecado de su esposa?". La respuesta se encuentra a continuación: "no reprochó a su marido
como debía haberlo hecho".

Es sabido que quien puede corregir al otro y no lo hace, es responsable también del pecado. Si la señora de Ribí
Jananiá Ben Teradion lo hubiese corregido, su esposo se habría salvado de esa muerte, podría haber seguido
alumbrando al mundo con su Torá y ella tampoco habría muerto.

El destino del hombre está en manos de su esposa. Ella puede abrir o cerrar la puerta de la felicidad eterna de
su esposo en este mundo y en el venidero. Bienaventurada aquella mujer que salva a su esposo de tropezar
con algún pecado. Pobre de aquella que con su silencio aprueba las transgresiones de su marido. 
"Por eso -continuó el padre diciéndole a su hija- tu misión es la de cuidar a tu esposo para que no tropiece con
ningún pecado". Cuando Hashem entregó la Torá a Israel, le dijo a Moshe: "Ve y pregunta a las hijas de Israel si
están dispuestas a recibirla". ¿Por qué se debía dirigir Moshe Rabenu en primera instancia a las mujeres? Porque el
hombre -en muchas circunstancias- se deja llevar por su esposa. La entrega de la Torá dependió de las mujeres, y
cuando ellas contestaron: "Haremos y escucharemos", tuvimos el mérito de poder recibir la Torá. (Pirke Abot de
Ribí Eliezer, cap. 41)

Gracias al mérito de las mujeres virtuosas, el pueblo judío pudo salir de Egipto. Los hombres estaban desesperados
y ya no esperaban la salvación. Dijeron: "¿para qué tener hijos que serán esclavos de los egipcios?". Sus mujeres,
sin embargo, los alentaban transmitiéndoles esperanza y se embellecían frente a ellos para así traer hijos al mundo.
Fueron comparadas con la manzana, ya que en todo árbol normalmente nacen las hojas que cuidarán al fruto que
nacerá posteriormente. En cambio, en el manzano primero nace el fruto y hojas. Así hicieron las mujeres de Israel en
Egipto: "Que nazcan nuestros hijos a pesar de que no tenemos quien los proteja, finalmente llegará el cuidador y
salvador".

 No sólo para la época de Egipto, sino que en cada generación cuando el hombre se encuentra desesperanzado y
la oscuridad lo rodea, es la mujer correcta la que lo alienta y consuela hasta que la luz aparezca. En el Sefer
Menorat Hamaor está escrito: "Quien tiene una buena mujer nunca le faltará nada por más que sea pobre, como está
escrito en Mishlé 31: "Una mujer virtuosa ¿Quién la encontrará?, confía en ella el corazón de su esposo y pago no le
faltará". Cuando la mujer es virtuosa y habla con aliento y rectitud a su esposo, él confía en ella y la quiere cada vez
más y no siente todas las cosas que puedan faltar, ya que Hashem le dio la mayor de las riquezas. Recibe el respeto y
la admiración de todos los que lo rodean: "La mujer virtuosa es la corona de su esposo" (Mishlé 12).

Dicen los Jajamim: "Un Sadik estaba casado con una mujer virtuosa; como no tenían hijos decidieron separarse. El
hombre se casó con una mala mujer que lo convirtió en un perverso. La mujer se casó con un perverso y lo convirtió
en un Sadik". Todo depende de la mujer. Dichoso el marido que posee una mujer inteligente. Bienaventurada
la esposa que toma la enseñanza de Rajel, la esposa de Ribí Akiba y llena su hogar con luz espiritual y alegría
material.

También podría gustarte