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Agradecimientos.
A mis padres, hno. Celso Pachecano García y hna. María del Carmen Nieto Márquez
por instruirme, animarme y apoyarme incondicionalmente en todas las cosas,
especialmente en mis estudios en este instituto.
A la Iglesia Bautista Nuevo Amanecer, que por espacio de siete meses me recibieron
en su congregación con amor.
Al hermano Lucio Rodríguez, que está con el Señor, y al hermano Rubén Coronado,
pastores de la Iglesia Bautista Eben-Ezer, por la confianza y constante ánimo en el
Señor que han tenido conmigo y con todos los estudiantes de la congregación,
dándonos siempre un lugar para servir al Señor.
A la hermana Janeth Meza, por su constante ánimo y apoyo a lo largo de estos tres
años de estudio, durante la elaboración de esta exposición, y en el trabajo en la
congregación.
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Introducción.
Luego de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y antes de ascender al cielo,
Él le encargó a su iglesia una encomienda conocida como “La Gran Comisión”, en la
que se establece la razón de ser de la iglesia. “Y Jesús se acercó y les habló
diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y
he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mateo
28:18-20.
En este pasaje que expresa la razón de ser de la iglesia que el Señor Jesús fundó,
se hace patente el propósito de Dios para sus iglesias de ser “columna y baluarte de
la verdad”, cuando las Escrituras le dan la encomienda de “enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado”.
Los distintivos bautistas son aquellos puntos doctrinales que definen la identidad de
nuestras iglesias. Es importante aclarar que los distintivos bautistas no son una
descripción de todas nuestras doctrinas fundamentales, como lo serían nuestros
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artículos de fe, ya que hay muchos de estos artículos que son ampliamente
compartidos por la mayoría de las denominaciones cristianas. Por ejemplo, si
habláramos de doctrinas como la caída del hombre de su estado de perfección a la
esclavitud del pecado en el jardín del Edén, sería más difícil pensar en alguna
denominación que no estuviera de acuerdo con esto, que enumerar todas las que
comparten esta doctrina. Lo mismo pasaría si hablamos de la inmortalidad del alma y
su destino eterno en el cielo o en el infierno, el único Dios verdadero, la deidad de
Cristo y del Espíritu Santo, etc. La mayoría de las denominaciones cristianas
sostienen todas estas doctrinas, siendo solamente las diferentes sectas las que no
las comparten.
Los distintivos bautistas por su parte son aquellas doctrinas que identifican a los
bautistas y definen nuestra identidad. Estas doctrinas no son compartidas ni
practicadas en su totalidad por el resto de las denominaciones y corrientes religiosas
llamadas cristianas. El conjunto de estos distintivos conforma y definen claramente la
doctrina bautista.
Es de suprema importancia que todo aquel que aspire a pastorear o enseñar en una
iglesia del Señor conozca y entienda cada uno de estos distintivos, para que la
iglesia en la que sirva a Cristo continúe cumpliendo fielmente su propósito de ser
columna y baluarte de la verdad.
En esta generación, al igual que en todas las pasadas desde el tiempo en que los
apóstoles de Cristo buscaban proteger a las iglesias de la influencia de falsos
maestros y herejías destructoras, las iglesias de nuestro tiempo corren el riesgo de
ser permeadas por la corrupción de movimientos heréticos y desordenados que
abundan a su alrededor, como es el caso del judaísmo y el movimiento carismático,
principales lobos rapaces de nuestro tiempo que atentan contra los rebaños del
Señor.
Por esta razón es necesario que conozcamos las doctrinas que nos han diferenciado
de todas las a sí mismas llamadas iglesias, fundadas por hombres, y nos han dado
una identidad histórica a lo largo de veinte siglos. Con este propósito, daremos paso
a la descripción de cada uno de estos distintivos, y a sus implicaciones prácticas en
la vida de cada iglesia del Señor, cada iglesia bautista.
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Planteamiento del problema.
La abundancia de denominaciones y organizaciones religiosas que a sí mismas se
llaman “cristianas”, pero que creen y practican doctrinas ajenas a la Palabra de Dios,
hacen necesario que los bautistas tengamos una postura firme respecto a nuestra
identidad, y respecto a lo que nos separa y nos ha separado por espacio de veinte
siglos del resto de denominaciones. Por esto es necesario que la enseñanza de cada
iglesia bautista haga énfasis en los denominados “distintivos bautistas”, que son las
doctrinas que definen claramente nuestra identidad. El conocer estas doctrinas nos
permitirá mantenernos limpios de las influencias doctrinales exteriores, pero el
desconocerlos e ignorarlos es la puerta y el primer paso al ecumenismo y a la
asociación ilegitima con otras denominaciones, buscando una falsa idea de unidad
cristiana. Es preocupante la ignorancia que se tiene respecto a este tema entre los
miembros de las iglesias bautistas hoy en día, tanto que aún el término “distintivo
bautista” les es a muchos completamente desconocido. Es tiempo de recordar
quienes somos, qué nos hace diferentes al resto de denominaciones que proclaman
ser la iglesia de Dios, y especialmente conocer y defender la doctrina que las iglesias
bautistas recibimos de nuestro Señor Jesús.
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Objetivo general.
Definir clara y concretamente la identidad doctrinal de las iglesias bautistas.
Objetivos específicos.
• Dar a conocer las diez doctrinas que nos dan identidad y nos separan del resto de
denominaciones.
• Explicar cada una de estas doctrinas en sus aspectos principales.
• Demostrar que históricamente sólo los bautistas han creído, practicado y
defendido estas doctrinas de manera completa y legítima.
• Explicar de qué manera entienden otras denominaciones estas doctrinas.
• Formar convicción en los estudiantes de que la doctrina bautista es la limpia y
correcta doctrina que Cristo encargó a sus iglesias.
• Formar convicción en los estudiantes para mantener la separación con otros
movimientos religiosos y denominaciones.
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Primer distintivo: La Biblia como única regla de fe y práctica.
Esta doctrina es la roca sobre la cual todas las demás doctrinas se sostienen: la
Biblia, y solo la Biblia es nuestra única y toda suficiente regla de fe y práctica. Para
los santos de la iglesia primitiva, la Palabra de Dios contenida en los escritos del
Antiguo Testamento, o dada por la voz o escritos de hombres inspirados era
suficiente. Los bautistas han sostenido a lo largo de la historia que la Biblia es la
autoridad final en todos los asuntos de fe y conducta para la iglesia y para cada
cristiano en particular, y que no existe ninguna autoridad bajo el cielo dada a ningún
hombre para agregar o cambiar siquiera una coma de la completa e inerrable
Palabra de Dios. Existe un dicho antiguo que expresa acertadamente esta verdad:
“Si no se puede encontrar en la Biblia, no es doctrina bautista; y si es doctrina
bautista, se encontrará en la Biblia”.
Los bautistas también creemos que cada persona tiene el derecho de leer e
interpretar para sí mismo las Escrituras. Cristo mismo estableció este principio
cuando en Juan 5:39 dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece
que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Cada
persona, por tanto, es capaz de leer y comprender las Escrituras para sí mismo. Qué
diferente es la sencilla y bíblica posición bautista en comparación a las demás
denominaciones. Por un lado, los católicos prohibieron por siglos la lectura de la
Biblia a sus fieles argumentando que solo los ministros eran capaces de interpretarla
para el pueblo, y que si un creyente común la leía corría el riesgo de caer en herejías
e incluso perder la cordura. Otras sectas actuales sostienen que la Biblia solo puede
ser correctamente interpretada a la luz de los escritos de sus líderes, los cuales
consideran tan inspirados por Dios como la misma Biblia.
Por su parte los bautistas creen que la Biblia fue dada por Dios al hombre para que él
le conociera, y lo hizo en un lenguaje humano que cualquiera puede entender. La
Biblia se interpreta a sí misma, pues es la completa revelación de Dios para los
hombres.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente preparado para toda buena obra”.
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
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“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
El medio que Dios en su soberanía utilizó para proveer las Sagradas Escrituras al
hombre fue a través del mismo hombre. II de Pedro 1:21 dice: “Porque nunca la
profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. La Biblia es una biblioteca de 66
libros, escritos a lo largo de un periodo de aproximadamente 1500 años por unos 40
autores. Cada uno de estos autores tenía un trasfondo cultural y un contexto histórico
diferente, lo que enriquece a la Biblia de una gran variedad de estilos literarios en sus
escritos. Estos autores escribieron en sus propios idiomas natales, con el propósito
de que las Escrituras fuesen humanamente entendibles. Los autores escribieron con
sus propias palabras el mensaje de Dios, siendo ellos inspirados por Dios y estando
bajo la superintendencia del Espíritu Santo que se encargó de que se escribiera con
exactitud lo que Dios quiso dar al hombre.
Al ser la Biblia inspirada por el Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, los
bautistas sostenemos que es veraz, confiable, inerrable, inmarcesible, e inmutable.
Existen en el mundo grandes obras literarias que han pasado a la historia por lo
elocuente de su redacción y lo maravilloso de su contenido. Grandes pensadores y
filósofos han escrito en extensos tomos sus propuestas sobre la vida, el hombre, la
moral, y otros temas que han impactado a la sociedad o pretenden hacerlo. No
obstante, la Biblia es el único libro que ha sido dado por Dios a los hombres, a cuyo
lado palidecen los más brillantes escritos de los hombres, pues su contenido es
eterno e invariable. Como está escrito: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán”. Mateo 24:35.
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personas que piensan que no importa en realidad lo que cada quién piense o crea,
siempre y cuando sea sincero. El aceptar este modo de pensar sería creer que una
mentira tiene el mismo valor que la verdad. Es una gran bendición que Dios no nos
haya dejado a la deriva en cuanto a lo que debemos de creer y hacer para agradarle,
pues todo está contenido en su Santo Libro, y en él podemos encontrar siempre el
mandamiento recto de Dios. El Señor Jesucristo dio testimonio de esto en el
evangelio según San Juan 17:17: “Santifícalos en tu verdad, tu palabra es verdad”.
También hay falsos maestros que de plena conciencia enseñan a las multitudes
herejías destructoras con el propósito de obtener beneficios económicos explotando
la fe de la gente (II Pedro 2:1-3).
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos
filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y
discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12.
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El libro de texto para la fe de todo creyente en la Biblia. En ella están escritas las
promesas de Dios para sus hijos, la conducta que Dios demanda de ellos, la clara
diferencia entre lo bueno y lo malo delante del Señor, así como la manera en la que
Dios debe ser adorado. Es en la Biblia que debe estar fundamentada toda la fe y la
conducta de cada creyente y cada iglesia verdadera.
II a Timoteo 3:16 continúa diciendo que la Escritura es útil para redargüir. El termino
redargüir significa formar una convicción, estar completamente persuadido o
convencido respecto a algo, siendo capaz de llegar a defenderlo.
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padre queréis hacer”. Cristo los reprendió duramente a causa de su incredulidad,
pues diciendo ser hijos de Dios, no le escuchaban a ÉL, que era enviado de Dios.
Finalmente, el Señor les dice: “¿Quién de ustedes me redarguye de pecado? Pues si
digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?”. En esas palabras Cristo les dijo:
¿Quién de ustedes puede convencerme de que yo he pecado en algo, para llamarme
mentiroso?
Por supuesto, no hubo alguien que pudiera demostrarle al Señor Jesús alguna falta
para convencerle de que era tan pecador como cualquier hombre. Cristo vivió una
vida perfecta, agradando siempre a su Padre en todo y sin pecar jamás. Por otro
lado, todos los demás hombres somos pecadores, y es la Palabra de Dios la que nos
muestra, como si fuera un espejo, el pecado en nuestra vida y nos convence de
nuestra maldad para buscar ser transformados por Dios.
Habiendo la Biblia mostrado en qué ha creído o actuado uno mal, le dirá cómo
corregir ese mal. Un gran ejemplo de este principio lo encontramos en la carta a los
Efesios 4:17-32, donde el apóstol pablo ahonda sobre la nueva manera de vivir que
el Señor espera de los redimidos, enseñándoles que deben dejar ya los deseos y
costumbres de su vieja vida para andar en santidad delante de Dios.
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Específicamente en el versículo 28 la Escritura dice: “El que hurtaba, no hurte más,
sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para qué tenga qué compartir
con el que padece necesidad”. En esta porción notamos que en primer lugar la Biblia
le muestra al creyente en qué consiste el pecado y la necesidad de dejar de
practicarlo: “El que hurtaba, ya no hurte más” dice el Señor. Una vez que las
escrituras han expuesto el pecado, explican la manera en la que ese pecado debe
ser corregido en nuestras vidas. Esta corrección va más allá de solo dejar de hacer lo
malo, sino que exige a demás empezar a hacer lo bueno. El pasaje continúa
diciendo: “sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para qué tenga
qué compartir con el que padece necesidad”.
Esto es agradable delante del Señor, no solo que encontremos en las Sagradas
Escrituras lo que hemos hecho mal, sino que nos apartemos del pecado, y
participemos de lo recto.
La palabra instruir tiene la idea de adiestrar o disciplinar. Esto significa que la palabra
de Dios es capaz de adiestrar al creyente para tener una vida recta y hacer lo bueno
delante de Dios, así como una guía firme atada a una pequeña planta permite que en
el futuro se vuelva un árbol firme con un tronco derecho.
Proverbios 22:6 dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere vejo no se
apartará de él”. Un hijo que desde su más temprana niñez es bien enseñado por sus
padres en hacer el bien, brindándole una instrucción constante y clara, será el día de
mañana un hombre bien disciplinado en su conducta, un miembro productivo dentro
de la sociedad, y sin duda alguna la mayor complacencia de sus padres. De la
misma manera que un buen padre instruye a su hijo, Dios instruye también a sus
hijos por medo de la Biblia para que aprendamos a discernir el bien y el mal,
mediante el conocimiento de su palabra y la práctica constante de lo aprendido.
Filipenses 1:9-11 dice: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde más y más
en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis
sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por
medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Este pasaje claramente indica
que para llegar a tener la capacidad de “aprobar lo mejor” es necesario abundar
primero en “ciencia y en todo conocimiento”. Es de esta manera que el conocimiento
de la Palabra de Dios nos capacita para conocer la voluntad de Dios, y su constante
practica nos habitúa a escoger el bien. Cuando la Palabra de Dios nos ha “instruido
en justicia”, entonces producimos los frutos de justicia, es decir, una vida agradable
al Señor para gloria y alabanza de Dios.
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III) La suficiencia de la Biblia.
La Biblia es la completa revelación de Dios para el hombre. Entre sus páginas
contiene todo lo que el hombre necesita para obtener el perdón de sus pecados y la
vida eterna que Dios ofrece en Cristo Jesús. Es la regla suficiente para vivir en
santidad y para conocer personalmente a Dios. No todo lo que Dios conoce está en
la Biblia, pero si está todo lo que Dios quiso darnos a conocer.
Una vez que el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, fue escrito por el último
apóstol Juan, la revelación de Dios fue completada, y nada falta ya respecto a lo que
Dios quiere decir al hombre, ya que la Biblia es toda suficiente para todas las cosas
que corresponden a la vida y a la piedad.
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales
no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su Nombre. Juan
20:30-31
Así que la fe es por el oír, y el oír por la palabra de Dios. Romanos 10:17.
¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Salmos 119:9.
En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Salmos 119: 11.
Retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda
exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen. Tito 1:9.
Otro pasaje que advierte sobre añadir o quitar a lo escrito en la Biblia es Proverbios
30:5-6, que dice: “Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él
esperan. No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado
mentiroso”. Todo aquél que añade algo a la Biblia pone palabras falsas en la boca de
Dios, por lo tanto, es un mentiroso. Los bautistas históricamente han defendido la
plenitud y suficiencia de la Biblia como la única y completa revelación de Dios. No
creen que Dios siga comunicándose por medio de sueños, visiones ni voces
audibles. Rechazan toda profecía dada personalmente a cualquier individuo como
falsa. El movimiento pentecostal, el carismático y las diferentes sectas fundadas por
falsos profetas se caracterizan por traer siempre “nuevas revelaciones” que
pretenden completar o actualizar el mensaje de Dios para cada generación. En un
perverso intento por validar sus ideas, sueños, visiones, o cualquier medio por el cual
pretenden haber recibido las nuevas verdades, no tienen ningún reparo en afirmar
“Dios me dijo”. Los Bautistas en cambio siempre han dicho “la Biblia dice”, porque
Dios ya ha hablado.
Por último, encontramos Apocalipsis 22:18-19 diciendo: “Yo testifico a todo aquel que
oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios
traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las
palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la
santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro”. Las dos anteriores
citas hablan de las consecuencias prácticas de no respetar la totalidad de la Palabra
de Dios. En esta última cita se trata el castigo que el Señor advierte a aquellos que
ponen palabras en la boca de Dios, o niegan las que Él ha hablado.
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sobre este tema. Indudablemente que cualquier denominación que se dice cristiana
dirá que todas sus creencias se rigen por la Biblia, pero en la práctica es evidente
que en sus iglesias la Biblia es menospreciada, poniéndola a la par o incluso debajo
de otras fuentes que finalmente marcan la verdadera autoridad para esos grupos
religiosos.
Otras sectas como los mormones, testigos de Jehová, adventistas del séptimo día,
entre otros, igualmente sostienen que su fe y práctica está basada sólo en las
Sagradas Escrituras, pero todos estos grupos justifican sus herejías por medio de los
escritos de los “profetas” que los fundaron, poniéndolos a la par de la Biblia.
Los mormones tienen el libro del mormón, doctrinas y convenios, y la perla de gran
precio, escritos por su fundador Joseph Smith, quien consideran un profeta y a sus
escritos como inspirados a la par de la Biblia. Los adventistas consideran que los
escritos de Elena G. de White, su fundadora, son inspirados, y creen que la Biblia
debe ser interpretada a la luz de sus escritos. Los testigos de Jehová han
tergiversado por completo la Biblia y se han hecho un libro propio llamado
“Traducción al nuevo mundo de las Sagradas Escrituras”, que está muy lejos de ser
una traducción bíblica, siendo más bien una horrorosa manipulación. Además de
esto, creen que esta traducción o cualquier otra versión de la Biblia deben ser
entendidas a la luz de las publicaciones oficiales de la Watch Tower, el centro de
operaciones de la secta, como la “atalaya” y la “despertad”.
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obstante, creen que Dios aún sigue dando nueva revelación por medio de sueños,
visiones, voces audibles, o por cualquier medio, y ponen estas nuevas revelaciones a
la par en autoridad junto a las Escrituras, por lo que la Biblia no es para ellos la única
y suficiente revelación de Dios. Al mismo tiempo creen en los dones milagrosos y las
sanidades, experiencias sobrenaturales atribuidas de forma blasfema al Espíritu
Santo, y un don de lenguas completamente diferente al de la iglesia primitiva. Al ser
la Biblia contundentemente clara respecto que algunas de estas cosas ya pasaron, y
otras jamás han existido, los pentecostales y carismáticos recurren a sus propias
experiencias o a las de otras personas para validar sus creencias, por lo que ponen
la experiencia y la emoción sobre lo que el Señor dice en su palabra, siendo la
experiencia su fuente final de autoridad, y no la Biblia.
En vista de todo esto, es justo concluir que, aunque todas las denominaciones
sostienen que la Biblia rige sus enseñanzas y prácticas, es notorio que más bien
estas son trazadas en base a las enseñanzas y opiniones de sus líderes, poniendo
sus dichos y escritos a la altura de la Palabra de Dios, o aun por encima, para
sostener sus herejías. Como está escrito en Marcos 7:9 la reprensión del Señor a los
líderes religiosos que decían amar a Dios, pero menospreciaban su palabra para
engrandecer sus propias enseñanzas: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para
guardar vuestra tradición”.
Los bautistas somos los únicos que hemos mantenido cada enseñanza de la Palabra
del Señor tal como Él nos la entregó, y podemos justamente decir: “Si no se puede
encontrar en la Biblia, no es doctrina bautista; y si es doctrina bautista, se encontrará
en la Biblia”.
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Segundo Distintivo: Salvación sólo por gracia por medio de la fe.
La salvación es un tema que es tratado de manera abundante y especialmente clara
en la Escritura. Dios ha puesto este tema en la Biblia de una manera tan sencilla e
imposible de ser mal interpretado porque el propósito de Dios es que todos puedan
ser salvos.
Dios creó a los primeros seres humanos, Adán y Eva, en un estado de perfección.
Fueron creados para disfrutar de una perfecta y eterna comunión con Dios, y para
habitar por siempre la tierra, sin morir nunca. Dios les puso en el Huerto de Edén
para que Adán lo labrase y Eva fuera su ayuda idónea. El Huerto de Edén era un
paraíso maravilloso en el cual había toda clase de árboles agradables a la vista y que
producían frutos deliciosos y buenos para comer. El Señor del dio solo un
mandamiento para darles la oportunidad de voluntariamente amarle y serles fieles
por medio de la obediencia. El mandamiento fue este: “Y mandó Jehová Dios al
hombre, diciendo: de todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás.” (Génesis 2:16-17). Parecía un mandamiento fácil de cumplir, después de
todo era muy poco lo que Dios les restringió en comparación de todo lo que había
entregado en sus manos para que lo disfrutaran con toda libertad.
No sabemos por cuanto tiempo los primeros seres humanos fueron obedientes, pero
el relato bíblico si registra el día que pecaron, desobedeciendo el mandamiento de
Dios y comendo del fruto del árbol que Dios les mandó no comer. Eva fue engañada
por Satanás, utilizando una serpiente, bajo la promesa de que no morirá al comer del
fruto, sino que sería igual a Dios, conociendo el bien y el mal. Después de que ella
comió, le dio también de comer a Adán, quien comió también. La serpiente, les había
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engañado, pero Dios les había dicho la verdad. Por haber comido del árbol del
conocimiento del bien y del mal, ahora morirían. Ya no serían más inmortales
físicamente, sino que llegaría un día en el que habrían de morir. Sin embargo, su
muerte espiritual si fue inmediata. Esclavos ahora del pecado, conociendo y
experimentando el mal en sus vidas, y conociendo, pero siendo incapaces de vivir en
el bien, su perfecta relación con Dios fue quebrantada.
Todos los hombres son culpables delante de Dios porque todos han pecado, pecan y
seguirán pecando. Tan pronto como una persona deja la inocencia de su niñez, y es
consciente del mal que hace, esa persona se convierte en culpable delante de Dios y
está condenada.
En el primer pasaje considerado en esta sección, Romanos 3:23, está escrito que
como todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios. Esto significa que el día
que mueran no podrán ir a la presencia de Dios, al cielo, sino que irán a otro lugar,
eternamente apartados de la gloria de Dios. Y aun desde este momento en la vida
física, el hombre no puede tener ninguna clase de relación con Dios. Isaías 59:2
declara lo siguiente: “Pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y
vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no
oír”.
Por todo esto se concluye que toda persona en el mundo necesita ser salvada del
castigo por su pecado en la condenación eterna.
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Hay quienes creen en la aniquilación del alma tras la muerte. Enseñan que cuando
una persona muere, entra en un estado de inconciencia, o que definitivamente su
alma, su ser interior, solo deja de existir.
La enseñanza más clara respecto al destino final del alma perdida se encuentra en la
historia de Lázaro y el rico, que se encuentra en Lucas 16:19-31. En esta historia
(historia, no parábola), se narra el destino de un hombre que, aunque rico en su vida,
murió en sus pecados, apartado de Dios. De este hombre rico, la Escritura cuenta
que inmediatamente después de su muerte “alzó sus ojos, estando en tormentos”
(versículo 23). En medio de su sufrimiento vio a Abraham, quien consolaba a Lázaro,
y le suplicó: “Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje
la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en
esta llama” (versículo 24). En medio de su respuesta, Abraham le dice al rico estas
palabras: “Además de todo esto, una gran cima está puesta entre nosotros, de
manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar a
acá” (versículo 26).
Esto no es una parábola como las tantas que el Señor utilizó para enseñar una
realidad espiritual por medio de un relato figurado. Es una historia real de un
acontecimiento histórico. Son dos personas reales que murieron y fueron a dos
lugares reales. De este pasaje podemos aprender dos cosas del destino de los
perdidos:
2 Es un lugar de tormento eterno. Una vez dentro no hay ninguna oportunidad para
salir.
Quienes creen en la aniquilación del alma tras la muerte, como la secta de los
testigos de Jehová, enseñan que no existe el lugar de tormento, sino que una
persona deja de existir con la muerte. Aun llevan su blasfemia al extremo de decir
que, si tal lugar de castigo eterno existiera, sería evidencia de que Dios es un ser
despiadado y perverso, complacido con el sufrimiento ajeno e indigno de ser
adorado. Tal percepción solo puede formarse en la mente de un hombre natural,
condenado al mismo infierno que él niega, y completamente ciego a las cosas
espirituales de Dios.
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Dios no es una especie de genio de la lámpara, siempre al pendiente de las
necesidades y caprichos de las personas a manera de siervo. Dios es el Soberano
de toda la creación, digno de eterna gloria y alabanza.
Dios no será injusto en enviar a un inocente al infierno, sino que cada una de las
almas que están allí y que seguirán siendo enviadas, lo serán por su propio pecado,
y no por el de nadie más. Apocalipsis 21:8 enseña lo siguiente: “Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idolatras y
todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es
la muerte segunda”. Este pasaje es muy claro en enseñar que Dios no condenará a
ningún inocente al infierno, sino que con toda justicia juzgará el pecado de cada
persona. Este aspecto de la perfecta justicia de Dios estaba claro en la mente de
Abraham cuando dijo: “El juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?”,
Génesis 18:25.
La única manera en la que el hombre puede salvarse del castigo eterno por su
pecado es por medio de la fe en la obra redentora de Cristo en la cruz. “Porque por
gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no
por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2:8-9. Este pasaje es muy claro en
enseñar qué cosas jamás podrán llevar a una persona al cielo. Un hombre jamás
llegará al cielo por sus obras. Esto incluye obras de caridad, buena conducta,
participar de cualquier clase de ritual o ceremonia religiosa. Nada de lo que una
persona haga podrá salvarles. Si una persona pudiera llegar al cielo por sus propios
méritos, el sacrificio redentor de nuestro Señor Jesús hubiera sido en vano e
innecesario. Gálatas 2:21 lo enuncia de la siguiente manera: “No desecho la gracia
de Dios, pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo”.
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Todo hombre en el mundo estaba muerto espiritualmente en sus pecados y
condenado al castigo eterno por su maldad. Pero aun pecadores, y sin ninguna razón
para ser amados, Dios amó al hombre en su infinita gracia. La gracia es el favor
inmerecido, y esta tierna verdad es maravillosamente anunciada en Romanos 5:8
con estas palabras: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Lo único que puede salvar a una persona
de la condenación eterna y volverla un hijo de Dios que va rumbo al cielo es la fe.
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual,
siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz”. Filipenses 2:5-8.
El Señor Jesucristo sufrió el terrible castigo que el mundo merecía para cubrir esa
deuda impagable de pecado. Isaías 53:5 lo declara de la siguiente manera:
“Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo
de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
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Después de esto su cuerpo fue puesto en un sepulcro nuevo, pero al tercer día
resucitó, dando a todos los creyentes la certeza de tener vida eterna. El mismo Señor
Jesús declaró a sus discípulos: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero
vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”, Juan 14:19.
Antes de esto el Señor ya lo había anunciado en Juan 10: 17, diciendo: “Por eso me
ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita,
sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para
volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
El evangelio (las buenas noticias) de Jesucristo para el mundo es que él murió para
pagar los pecados de mundo y resucitó para dar vida eterna a todo aquél que la
quiera recibir. El famoso pasaje de Juan 3:16 anuncia la maravillosa y sencilla verdad
de la salvación en estas palabras: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga
vida eterna”.
Lo más valioso del mundo, que es la salvación del hombre, Dios lo ofrece
gratuitamente a todo el que lo quiera recibir. Es una maravillosa bendición que el
Señor no ponga otra clase de condición para obtener el perdón de nuestros pecados
y la vida eterna con él. Sería terrible si la condición para la salvación fuera leer toda
la Biblia, siendo que hay personas que no pueden leer. Sería desastroso que la
condición para recibir la vida eterna fuera dar mil dólares a alguna iglesia, ya que hay
personas que jamás tendrán esa cantidad. Pero nuestro amoroso Dios ha dado un
medio de salvación maravillosamente sencillo, al alcance de todos. Este medio es
solamente creer. Creer es algo que todos podemos hacer si queremos. Confiar en
que Cristo pagó por todos nuestros pecados al morir en la cruz, librándonos del
castigo eterno que nuestras obras merecían, y que resucitó al tercer día para darnos
vida eterna; y que ahora el victorioso Señor Jesús está sentado a la diestra del
Padre, listo para recibir a todo aquel que quiera venir a Él, es lo único que el hombre
necesita para recibir el maravilloso regalo de la salvación.
En el huerto de Edén nuestros primeros padres cayeron al no creer lo que Dios les
dijo. Pero ahora todo hombre puede ser hecho un hijo de Dios si decide creer lo que
Dios ha dicho.
“Mas a todos los que le recibieron (a Jesús), a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12
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“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que
Dios le levantó de los muertos, serás salvo”. Romanos 10:9
“Y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree
en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa”. Hechos 16:30-31.
Así como la fe debe tener un objeto específico, que es el evangelio de nuestro Señor
Jesús, el arrepentimiento debe también tener un objeto específico. “Testificando a
judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro
Señor Jesucristo”, Hechos 20:21. El arrepentimiento del hombre debe ser dirigido a
Dios. Muchas son las personas que sienten culpabilidad por sus pecados al ver el
daño causado a sus familias, la sociedad o a sus propias personas. Esta culpabilidad
los lleva a tratar de dejar sus vicios y maldades en busca de ser mejores personas.
Esta clase de arrepentimiento, dirigida al hombre, nunca llevará a la salvación por la
fe en Cristo Jesús, ya que la responsabilidad del pecado delante de Dios está fuera
de la mente de tales personas. Cuando una persona escucha el evangelio, y es
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entendido de su pecado, entonces se reconoce culpable delante de Dios. Este es el
“arrepentimiento para con Dios” del que Pablo escribe. Una vez que el hombre se ha
reconocido pecador ante el Señor y merecedor del castigo eterno, entonces podrá
comprender su necesidad de un salvador, y podrá entonces tomar una decisión para
poner o no su confianza en Cristo Jesús para vida eterna.
Las iglesias protestantes, hijas de los católicos, y por lo tanto participes de muchos
de sus errores, enseñan que el bautismo es necesario para la salvación. Las
denominaciones de corte pentecostal también sostienen la necesidad del bautismo
para obtener la salvación. La clara enseñanza de la escritura sostenida por los
bautistas de todas las edades es que es la fe en el evangelio de Cristo lo que
concede la salvación. El evangelio consiste únicamente en la muerte, sepultura y
resurrección de Cristo para perdón de pecados y vida eterna para todo aquel que le
recibe con fe. En la primera carta a los Corintios 15:3-4, el aposto Pablo lo declara en
estas palabras: “Porque primeramente os he enseñado lo que así mismo recibí: Que
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y
que resucitó al tercer día. Conforme a las Escrituras”. En esta misma carta, en el
capítulo 1, versículo 17, el apóstol dice: “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a
predicar el evangelio”. En esta clara sentencia se demuestra sin lugar a dudas que el
bautismo no forma parte del evangelio, por lo tanto, no contribuye ni total ni
parcialmente a la salvación del hombre.
Respecto al papel que juegan las buenas obras para llegar a ser salvo, los católicos,
protestantes y pentecostales están de acuerdo en que son necesarias para
completar la salvación del hombre. Los adventistas, por su parte, enseñan incluso
que guardar algunas partes de la ley, como observar el día de reposo, es esencial
para obtener la salvación, de allí su nombre oficial: iglesia Adventista del Séptimo
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Día. No daremos lugar a desmentir cada uno de los requisitos que los hombres han
inventado para lograr salvarse, ni si fueron o no alguna vez ordenados por Dios a
todos o a algunos hombres; simplemente nos limitaremos a demostrar lo que dice la
Escritura respecto al lugar que juegan las buenas obras en la consecución de la
salvación. Romanos 4:4-5 da el siguiente testimonio: “Pero al que obra, no se le
cuenta el salario como gracia, sino como deuda; mas al que no obra, sino cree en
aquél que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. La clara enseñanza de la
Palabra de Dios es que las obras jamás podrán justificar al hombre delante de Dios,
pero la fe en el Señor Jesús, “que justifica al impío”, lo puede hacer eficazmente.
Por último, queda el tema de las sectas como los testigos de Jehová, los mormones,
la iglesia de la luz del mundo, y otras denominaciones que, al igual que los católicos,
sostienen que para ser salvo es necesario pertenecer a su denominación, y que
fuera de sus respectivas iglesias no existe esperanza alguna de salvación. Contra
esta herejía tenemos el testimonio del mismo Señor Jesús, quien dijo: Yo soy el
camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, Juan 14:6. No hay
hombre, ni religión, ni iglesia que pueda llevar un alma al cielo. Cristo Jesús es el
único camino al cielo. Cuando el evangelio es predicado por cualquier persona, en
cualquier lugar, y es creído, provee de salvación eterna a los que lo escuchan con fe.
Aun los bautistas, que sostenemos firmemente ser las verdaderas iglesias del Señor,
no creemos que un hombre sea salvo por formar parte de la membresía de alguna
iglesia bautista. Muy por el contrario, para que alguien pueda ser miembro de alguna
de nuestras iglesias, debe primero ser salvo.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al hijo, y cree
en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” Juan 6:40.
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Tercer Distintivo: La seguridad eterna de la salvación.
Ya hemos explicado que la salvación no puede ser conseguida por medio de
esfuerzos o méritos humanos de ningún tipo, sino que es un regalo de la gracia de
Dios a toda persona que pone su fe en Cristo Jesús. Así como el hombre no puede
hacer nada para ganar su salvación, una vez recibida, tampoco existirá nada,
incluyéndolo a él mismo, que se la pueda quitar, pues tanto su salvación como la
seguridad de esta dependen sólo de Dios.
I) El testimonio de Jesús.
Nuestro Señor Jesús prometió a todos los creyentes el regalo de la vida eterna.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”, Juan 3:16. Cuando
se habla de algo eterno, significa que jamás dejará de ser, jamás podrá dejar de
existir, ese es el significado de la eternidad. Cristo mismo lo enseñó de una manera
tan clara que no deja lugar a ninguna duda, siempre que se busque interpretar sus
enseñanzas de manera genuina y sincera.
“De cierto, De cierto os digo: El que oye a mi palabra, y cree al que me envió, tiene
vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, Juan
3:24. En este pasaje el Señor enseña sobre la eterna seguridad de la salvación del
creyente en los tiempos pasado, presente y futuro. En primer lugar, habla en tiempo
presente: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna”. El que
cree en Cristo Jesús como su único y suficiente salvador, en ese preciso momento
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“tiene vida eterna”. El Señor continúa hablando ahora hacia el futuro: “y no vendrá a
condenación”. Ese creyente que confía su salvación en Cristo tiene la garantía del
Señor de que su condición como hijo de Dios no cambiará en el futuro. Por último, se
da una sentencia en tiempo pasado: “mas ha pasado de muerte a vida”. El creyente
nunca será condenado porque su salvación es un hecho en su vida que ocurrió una
vez y para siempre. Después de esto el hijo de Dios puede mirar hacia el pasado,
seguro de que algún día puso su confianza en Cristo Jesús para la salvación de su
alma, sabiendo que en ese momento fue hecho un hijo de Dios.
Con estas verdades bíblicas en mente podemos tener completa seguridad de que los
que hemos creído en Cristo para salvación de nuestras almas no seremos jamás
condenados ni juzgados para perdición por nada ni por nadie, como Pablo lo anuncia
en la carta a los Romanos: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por
nosotros” Romanos 8:33-34.
Tenemos plena seguridad en la verdad de las palabras de nuestro Señor Jesús que
dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida
eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”, Juan 10:27-28.
Jesucristo dice de sus ovejas “Yo les doy vida eterna” para que no perezcan jamás.
Es el Señor quien da esa vida eterna al que ha creído en Él, al que ha oído su voz.
Después de darles la vida eterna, les protege también, pues el Señor dice que nadie
arrebatará las ovejas de su mano. Alguien o algo, incluyendo al creyente, debería ser
más poderoso que el Señor para poder arrebatar la vida eterna de una de sus
ovejas.
Hebreos 7:22-25 declara lo siguiente: “Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor
pacto. Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no
podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio
inmutable; por lo cual puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a
Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. Otra verdad que demuestra que
Cristo guarda la seguridad eterna del creyente es su eternidad. A diferencia de los
sacerdotes humanos del Antiguo Testamento, que intercedían por el pueblo ante
Dios hasta el día de su muerte, Cristo Jesús, siendo Dios, no tiene fin. Él es el único
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camino por el cual el hombre puede acercarse a Dios, y habiéndose acercado a Él,
Jesucristo intercede siempre a favor de él. De esta manera Cristo salva
“perpetuamente a los que por él se acercan a Dios”.
En 1 Pedro 1:3-5 encontramos el continuo cuidado de Dios sobre sus hijos a lo largo
de su vida: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su
grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de
Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e
inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que sois guardados por el poder
de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser
manifestada en el tiempo postrero”. El Padre nos ha dado un nuevo nacimiento, y
como un padre a sus hijos, nos ha preparado una herencia eterna en los cielos, la
cual aguardamos recibir al final de nuestra vida. Entre el momento de la conversión
de un creyente y el día de su muerte y entrada a la eternidad pueden pasar muchos
años, en los cuales sin duda el creyente pecará incontables veces. Algunas veces
pecará involuntariamente, y otras, lo hará de manera premeditada. Que terrible
agonía sería para la mente de cada creyente el pensar que sus propias obras y
méritos le mantienen en el camino al cielo. Si de nuestro propio poder para ser fieles
a Dios dependiera el destino de nuestras almas, solo los más descarados, cínicos y
faltos de vergüenza tendrían en su corazón la completa seguridad de ir al cielo.
Gracias a nuestro Padre, los creyentes podemos vivir tranquilos y confiados en
nuestro caminar en este mundo, y seguros de que, al cerrar nuestros ojos en la
tierra, los abriremos en la presencia de nuestro Dios, sin importar cuantas veces
caigamos en nuestra vida. No es nuestro poder el que mantiene a Dios cerca de
nosotros, es el poder de Dios el que nos mantiene a nosotros cerca de Él. Qué
hermosa garantía encontramos en este pasaje, el cual enseña que cada creyente es
“guardado por el poder de Dios”, hasta alcanzar lo que Dios nos ha preparado en la
eternidad.
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El Espíritu Santo nos guarda en seguridad eterna.
La regeneración.
Juan 1:11-13, hablando de Jesucristo, dice lo siguiente: “A lo suyo vino, y los suyos
no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. En el momento en
que una persona pone su confianza en Jesús para la salvación de su alma, recibe un
nuevo nacimiento. Este pasaje enseña que los hijos de Dios son engendrados por
Dios. El Señor Jesús enseñó que la salvación requería de un hombre que naciera de
nuevo. “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua
y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” Juan 3:5-6. Así como una
persona no puede revertir su nacimiento físico para nunca haber nacido, pues la
decisión de engendrarlo fue de sus padres, así tampoco es posible revertir en
nacimiento espiritual, pues engendrar del Espíritu es decisión de Dios.
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La adopción.
Para este punto es posible usar la misma porción en Juan 1:11-13 considerada en el
punto anterior: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, sino de Dios”. Al momento de su salvación el creyente es
adoptado como nuevo hijo de Dios. Esta adopción no es como las que se llevan a
cabo en el mundo. Cuando dos padres adoptan a un niño, él es su hijo, pero solo
ante la ley, no genéticamente. Este niño no comparte su sangre con sus nuevos
padres, por mucho que ellos le amen y se esfuercen por darle un hogar feliz. En el
caso del nuevo creyente con Dios, el nuevo creyente es adoptado no solo
legalmente, convirtiéndose en heredero de Dios y coheredero con Cristo, sino que lo
es también en el sentido de que ya ha sido engendrado por Dios en el nuevo
nacimiento, así que su adopción es completa. Un padre puede llegar a aborrecer a
su hijo. Puede quitarle su herencia, su hogar y aun el hijo puede renunciar a su
apellido. Pero ni el padre ni el hijo pueden romper el lazo de sangre que los une. El
padre siempre será el padre, y el hijo siempre será el hijo. De la misma manera, una
vez que hemos sido hechos hijos de Dios, no hay nada que pueda deshacer esa
condición. Tanto los hijos de Dios que le honran como los que no le honran
conservarán para siempre su condición de hijos, aunque unos en aprobación y plena
comunión con su Padre, y otros en amonestación y disciplina.
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino
que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”
Romanos 8:15.
La justificación.
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pueda hacerlo culpable ante Dios para condenación eterna, ya que ha recibido la
justicia perfecta de Dios.
Los pentecostales también utilizan una gran cantidad de pasajes bíblicos fuera de
contexto para enseñar que el creyente puede llegar a perder su salvación si no se
mantienen en una vida se santidad y servicio a Dios, aun cuando la enseñanza clara
de la Biblia y el resultado de la experiencia demuestran que es imposible para el
creyente vivir completamente sin pecado. A estas denominaciones valdría la pena
hacer las siguientes preguntas, a fin de que fueran capaces, si pueden llegar a serlo,
de definir claramente su doctrina respecto a cómo el creyente mantiene su salvación:
¿Qué pecados son los que descalifican al creyente como hijo de Dios?, ¿Por qué los
escritores bíblicos y el Espíritu Santo que los inspiró fueron tan negligentes en no
señalarlos claramente en ninguna porción de la Escritura? Si no es un pecado en
específico el que hace que un creyente sea nuevamente condenado, sino que es la
práctica continua del pecado lo que condena al creyente, ¿Cuál es la cantidad de
veces que se debe pecar para perder la salvación?, ¿Por qué nuevamente la Biblia
no dice nada acerca de esta cantidad mortal de pecado?, y finalmente ¿Cómo
alguien que cree sinceramente que el pecado puede nuevamente condenar al
infierno al que es hijo de Dios, puede también sinceramente creerse salvo con todo el
pecado que existe en su vida?.
Hemos explicado lo que los bautistas creemos sobre la seguridad eterna del
creyente. Cuando un hombre ha puesto su confianza en Cristo Jesús para perdón de
sus pecados y la salvación de su alma, su lugar en el cielo está seguro para toda la
eternidad. Históricamente los bautistas somos los únicos en sostener esta doctrina, y
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aun en la actualidad es difícil encontrar una iglesia de otra denominación que crea en
la seguridad eterna del creyente. Actualmente existe una denominación que así
misma se llama bautista, que son los “bautistas del libre albedrío”. Ellos sostienen
que la salvación es eterna y segura por parte de Dios, pero que el creyente es
responsable de “hacer su parte” en la conservación de su salvación, por lo que
puede él por decisión propia, o a causa del pecado en su vida, perder su salvación.
No es esto lo que los bautistas hemos recibido del Señor, y lo que hemos creído y
defendido a lo largo de la historia. Alguien que crea esto, sea un individuo o una
iglesia, no tendrá jamás el derecho de llamarse bautista.
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Cuarto Distintivo: El sacerdocio del creyente.
Los bautistas creemos que cada creyente es un sacerdote, entendiendo por esto que
cada creyente tiene acceso directo a la presencia de Dios en los méritos de Cristo,
por medio de la oración, sin la necesidad de ninguna intervención humana de ningún
tipo.
Ahora los creyentes no necesitan acudir a algún líder religioso o a alguna clase de
orden eclesiástica especial para poder llevar sus cargas, agradecimientos y pecados
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a Dios. Cada creyente es ahora su propio sacerdote, y nuestro Sumo Sacerdote es el
Señor Jesús. “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos,
Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión”. Hebreos 4:14.
No hay nadie, ni en los cielos ni en la tierra, que haya sido constituido por Dios como
mediador entre Él y su pueblo, sino solamente Jesucristo, el Señor y Salvador del
Mundo, como lo enseña 1 Timoteo 2:5, que dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Esta enseñanza elimina la
necesidad de acudir a cualquier hombre, sin importar su posición eclesiástica, para
ser escuchado por Dios, ya que cada creyente tiene en sí mismo la facultad de
acercarse a Dios por medio del único mediador que es Cristo el Señor. Por supuesto
que cada creyente puede interceder también por otros en sus oraciones, pidiendo por
ellos, ya que esto es agradable delante de Dios, pero un creyente no puede hacer
nada por un segundo que este segundo no pueda hacer por sí mismo mediante la
oración. Cristo Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres.
“Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre”. Efesios 2:18.
“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es
decir, fruto de labios que confiesan su nombre”. Hebreos 13:15.
“Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y
sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de
Jesucristo”. 1 Pedro 2:5.
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. 1 Juan 2:1.
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propósito de que sus pecados sean expiados. Creen incluso que, si una persona
muere sin haber recientemente confesado sus pecados a un sacerdote, esa persona
irá irremisiblemente al infierno. Las sectas como los mormones, testigos de Jehová y
la luz del mundo atribuyen a sus líderes un rango religioso que les pone como
superiores al resto de sus creyentes, y los coloca como hombres cuyas oraciones
son más escuchadas y de más valor que las del resto de los hombres, por lo que
consideran un gran privilegio y bendición que sus líderes oren por ellos. Aun las
ramas pentecostales que más buscan adherirse a las verdades bíblicas reconocen
en sus pastores una “unción” especial y diferente a la del creyente común, por lo que
piden a sus líderes que oren por ellos en lugar de hacerlo por ellos mismos.
Los bautistas rechazamos estas enseñanzas como heréticas. Todos los bautistas
tenemos la plena certeza de que podemos acercarnos confiadamente a Dios en
oración, y que seremos escuchados en los méritos de Cristo Jesús.
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Quinto Distintivo: La libertad de conciencia.
Los bautistas a lo largo de toda su historia siempre han creído y defendido que toda
persona es libre para creer lo que considere correcto, y para acercarse y adorar a
Dios según se lo dicte su conciencia, sin que deba a ser presionado de ninguna
manera para aceptar, creer o practicar nada de lo que no esté plenamente
convencido. Esto no significa que los bautistas creen que todas las prácticas o
creencias sean agradables a Dios y recibidas por Él, pues se ha dejado claro en el
primer distintivo, la Biblia como única regla de fe y práctica, que solamente la Biblia
establece lo que es correcto y agradable delante de Dios. Pero lo que es correcto
ante Dios no debe ser nunca impuesto por la fuerza, sino aceptado o rechazado por
la voluntad y plena conciencia de cada individuo.
Los bautistas de todas las edades han sido perseguidos y martirizados en todo el
mundo por el poder del diablo que ha echado mano del celo religioso primeramente
la religión católica, y luego de las religiones protestantes, pero ellos nunca han creído
en imponer su fe a otros por medio de coacción, ni han practicado nunca la
persecución religiosa, aunque siempre la han sufrido.
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Romanos 14:12.
Con cuanta ferocidad puede actuar el hombre cuando, haciendo el mal, cree que
hace lo correcto delante de Dios. En este pasaje dos de los discípulos del Señor le
pidieron autorización para acabar con la vida de una aldea entera por no prestarse a
recibir al Señor en su viaje a Jerusalén. Lejos de recibir la aprobación del Señor,
fueron reprendidos por él. El propósito del Señor nunca ha sido el que sus discípulos
persigan y maten a quienes no lo quieren recibir, sino que anuncien el evangelio para
darles a todos los hombres la oportunidad de creer y ser salvos.
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El Señor Jesucristo fue muy claro en qué deberían hacer los creyentes cuando el
mensaje del evangelio no fuera obedecido, dando indicación a sus discípulos la
primera vez que los envió a predicar a los perdidos de Israel: “Y si alguno no os
recibiere, ni oyere vuestras palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el
polvo de vuestros pies. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable
el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” Mateo
10:14-15. Habrá un juicio sobre todos los que rechacen al Señor, pero será Dios
mismo quien se encargará de ejecutar ese juicio. Los creyentes tenemos la orden de
parte de nuestro Señor, cuando el evangelio no ha sido creído por alguien, de
simplemente dejarlo y continuar compartiéndolo con alguien más.
Esto se aplica tanto al mensaje de salvación como a toda doctrina de la Biblia. Aun
entre los creyentes, hay diferentes denominaciones que practican y creen cosas
ajenas a la Palabra de Dios, pero esa responsabilidad la cargarán ellos delante del
Señor, y no es el lugar de los bautistas obligar o imponer la doctrina que hemos
recibido del Señor sobre el resto de las denominaciones por la fuerza.
1 Pedro 3:15 dice: “sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante
todo el que os demande razón de la esperanza que ha en vosotros”. El creyente
debe estar preparado para enseñar la verdad, argumentarla y defenderla, para de
esa manera ganar a los que sean convencidos. Cuando una persona, aun otro que
se dice creyente, cree algo diferente a lo que creen los bautistas, nuestro trabajo es
defender la doctrina con la misma Palabra de Dios, que es el arma de batalla que
nuestro Señor nos encomendó, a fin de que nadie pueda contradecir la verdad, y
puedan, por la Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, aceptar y obedecer a la
verdad.
“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra
el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo”. 2 Corintios 10:4-5.
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edades, y en realidad sobre todas las personas que creyeran algo diferente a sus
herejías. Durante toda la edad media Roma persiguió a muerte, ayudado por el poder
político de cada país unido en matrimonio a esta abominación religiosa, a todos los
que no aceptaron doblar su rodilla ante el papado. Aun en la actualidad existen
zonas en nuestro país donde los líderes católicos tienen un gran poder sobre las
celosas y engañadas poblaciones, y siguen castigando con la muerte a que los que
se atreven a practicar algo diferente a sus perversas tradiciones. Los protestantes
por su parte, al haber sido engendrados dentro del error del catolicismo, conservaron
mucha de sus abominaciones, entre ellas la de la persecución religiosa y la de
convertirse en las religiones oficiales de sus respectivos países. Antes del siglo XVI
ya había germinado en el corazón de los protestantes el odio y la sed de sangre por
todo aquel que no se sujetara a sus preceptos y enseñanzas. Los luteranos
persiguieron a muerte a los bautistas y a todos sus opositores en Alemania, los
anglicanos lo hicieron en Inglaterra y los presbiterianos hicieron lo propio en Escocia.
Los bautistas son la única denominación que a lo largo de sus veinte siglos de
historia ha enseñado y defendido hasta sus últimas consecuencias, y con todas sus
implicaciones, la libertad dada por Dios a todo hombre de creer lo que considere
correcto en su propia conciencia, y han trabajado arduamente por convencer a los
hombres de buscar a Dios, no por medios humanos, sino por la predicación de la
Palabra de Dios y la acción del Espíritu Santo, pues este es el mandamiento que
recibimos del Señor.
“Así que, somos embajadores en el nombre de Cristo, como si Dios rogase por
medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”. 2
Corintios 5:20.
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Sexto Distintivo: La autonomía de la iglesia.
Algo que caracterizó a las iglesias del primer siglo, y que los bautistas han sostenido
a lo largo de su historia, es la autonomía de la iglesia. Creemos que cada iglesia
local es autónoma e independiente de todas las demás, con la autoridad conferida
por Cristo para gobernarse a sí mismas, siendo Cristo Jesús la Cabeza y Rey de
cada iglesia local, y la Palabra de Dios la ley que las rige.
Las iglesias bautistas pueden asociarse, y lo han hecho desde el principio, para
colaborar para apoyar la obra misionera o para contribuir a cubrir las necesidades
materiales de alguna otra iglesia, pero en estas asociaciones cada iglesia trabaja de
manera independiente y libre, y especialmente de manera voluntaria y de común
acuerdo, sin que ninguna iglesia o predicador tenga autoridad sobre las
congregaciones.
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La iglesia congregacionalmente elige a sus propios ministros. En hechos 6:1-7 se
relata la elección de los primeros diáconos en la iglesia de Jerusalén. Es importante
notar como aún los apóstoles no tomaron la decisión sobre quiénes serían
ordenados al diaconado, sino que dejaron esta decisión en manos de la
congregación quienes tenían el derecho de parte del Señor. Hechos 6:3 registra el
llamamiento de Pedro a la iglesia para escoger a quienes habrían de servir como
diáconos: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este
trabajo”. Luego en el versículo 5 se relata esta elección hecha por la congregación:
“Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del
Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás
prosélito de Antioquía”.
En Romanos 14:1 Pablo exhorta a los hermanos diciendo “recibid al débil en la fe…”.
Este llamado se hace a la congregación, ya que la carta está dirigida a “los romanos”
y no al pastor de ellos.
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En asuntos de disciplina, una vez que el ofensor ha sido enfrentado personalmente, y
después con testigos, sin que haya habido arrepentimiento, la congregación unida es
la que tiene poder de parte del Señor para atender y decidir en estos asuntos sobre
disciplinar o aun expulsar al ofensor. “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no
oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”, Mateo 18:17.
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Séptimo Distintivo: Únicamente dos ordenanzas.
Una ordenanza es un mandato u orden de Dios a su iglesia en forma de ceremonias
conmemorativas que apuntan al sacrificio que nuestro Señor Jesús hizo por
nosotros. Los bautistas creen que Dios dio a su iglesia únicamente dos ordenanzas,
que son el bautismo y la Cena del Señor. Estas ordenanzas son conmemoraciones
de la obra redentora del Señor, y se observan únicamente como obediencia al Señor.
No son necesarias para la salvación del hombre, al contrario, cualquiera que las
observa debe primeramente ser salvo, de otra manera pierden su valor.
I) El Bautismo.
El Señor Jesús dio la ordenanza del bautismo a su iglesia en la gran comisión. “Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo. Amén”, Mateo 28:19-20. El bautismo es el primer acto de obediencia pública
del nuevo creyente, en el que demuestra públicamente su fe en Cristo Jesús. El
Señor no solo ordenó que los creyentes sean bautizados, sino que también dejó un
modelo para el bautismo, que debe ser observado para que el acto sea en realidad
un bautismo escritural.
El método escritural: Inmersión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.
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bautismo aun para los bebés. El bautismo escritural se efectúa en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Este es el modelo que el Señor Jesús le encargó
a su iglesia en la gran comisión de Mateo 28:16-20. Cuando el libro de Hechos
menciona el bautismo en el nombre de Jesús, como en Hechos 10:48, cuando Pedro
“mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús”, hace referencia a la autoridad por
la cual el bautismo es efectuado. Así como en su tiempo Dios le dio a Juan la
autoridad para bautizar, ahora el Señor Jesús da la autoridad de bautizar a sus
iglesias.
El bautismo no es un medio de gracia, ni remite pecados, ni nada tiene que ver con
la salvación. Aquellos bautismos que se practican buscando estas cosas carecen de
valides. El bautismo es un símbolo que representa el evangelio; la muerte, sepultura
y resurrección de Cristo Jesús, y significa que la persona bautizada, en identificación
con Cristo, muere a la antigua vida de pecado y se levanta a una nueva vida en
Cristo Jesús. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el
bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros andemos en vida nueva”, Romanos 6:4. El bautismo no es para
completar la salvación del creyente, sino para demostrar de manera externa y pública
la fe y el compromiso del creyente con el evangelio.
Cuando el Señor Jesús fue bautizado, él caminó de Galilea hasta el Jordán, unos
100 kilómetros, para ser bautizado por el único hombre que tenía autoridad de parte
de Dios para bautizar. Juan el Bautista se negó a bautizar al Señor reconociéndose
indigno, pero la respuesta del Señor fue contundente para todas las edades: “Deja
ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”, Mateo 3:15. En el tiempo
de Juan el Bautista nadie podía bautizar sino el que había recibido autoridad de parte
de Dios. Así ahora, ninguna iglesia puede bautizar, sino las que tienen esta autoridad
de parte de Dios, las iglesias bautistas. “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”, Mateo 28:19-20.
Otras denominaciones pueden estar de acuerdo con los bautistas en cuanto a los
otros requisitos del bautismo escritural. Cuando se habla de un candidato salvo,
inmersión y la identificación del creyente con Cristo en el bautismo muchas
denominaciones dirán ¡Amén! Pero el asunto de la autoridad escritural siempre nos
ha separado del resto de denominaciones, pues no reconocemos el bautismo de
43
ninguna iglesia, sino de una bautista, con verdadera fe bautista. Esto es porque el
Señor no encargó a los apóstoles la ordenanza del bautismo como individuos. Si así
hubiera sido, al morir el último de los apóstoles el bautismo habría muerto con él, y la
promesa del Señor de estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo no habría
sido cumplida. Cristo Jesús encargó a los apóstoles el bautismo como iglesia, como
institución, y solo las iglesias del Señor, que a lo largo de la historia han tenido
diferentes nombres, pero han sido siempre en fe y práctica iglesias bautistas, tienen
la autoridad para administrar el bautismo, y en ellas se cumple y se seguirá
cumpliendo la promesa del Señor: “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén”. Si, amén.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y
dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo”, Mateo 26:26. El primer elemento de esta
ordenanza es el pan sin levadura. El Señor tuvo la última cena con sus discípulos,
antes de ser entregado, el primer día de la fiesta de los panes sin levadura. La
levadura en la Biblia es símbolo del pecado. El pan sin levadura representa en
cuerpo sin pecado del Señor Jesús, que fue partido en castigo por los pecados del
mundo.
“Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de
la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”,
Mateo 26:27-29. El segundo elemento es el jugo de uva, o el “jugo de la vid”. El jugo
de la uva representa la sangre de Cristo derramada para perdonar los pecados del
mundo. Como está escrito en Hebreos 9:22: “Y casi todo es purificado, según la ley,
con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. La Sangre del
Señor Jesús es la que nos ha traído el nuevo pacto de la gracia.
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La manera de administrar la Cena del Señor.
Esta ordenanza es llevada a cabo por la autoridad de la iglesia local, y para los
miembros de la iglesia local. El Señor no puso su mesa en el bosque para que
cualquiera pudiera participar, sino que la estableció en su iglesia y solo para los
miembros de su iglesia. Cuando el Señor Jesús instituyó esta ordenanza y la
administró por primera vez en aquel aposento alto, había más creyentes además de
los apóstoles. María la madre de Jesús era creyente, y podemos estar seguros de
que aun el dueño de la casa era creyente, pues recibió con honra al Señor, pero
nadie participó de la Cena sino los miembros de la iglesia, los apóstoles. Debe ser
tomada con suma solemnidad y reverencia, tomando en cuenta su significado. Los
corintios habían pervertido la Cena del Señor, usándola para la glotonería y la
embriaguez, usando vino fermentado en lugar de jugo de uva. “Porque al comer,
cada uno se adelanta a comer su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se
embriaga”, 1 Corintios 11:21. A causa de este desorden en la solemne mesa del
Señor, vino un juicio de parte de Dios. “Por lo cual hay muchos enfermos y
debilitados entre vosotros, y muchos duermen”, 1 Corintios 11:30. En aquel tiempo
había una disciplina especial de parte de Dios para castigar esta falta, como existió
una disciplina especial para Ananías y Safira por mentir en cuanto al precio de su
heredad. Aunque Dios ya no actúa de esta manera, este desorden sigue siendo igual
de perverso delante de Él. Al momento de tomar la Cena del Señor, el creyente debe
tener en mente su significado, el sacrificio de Cristo Jesús, el partimiento de su carne
y el derramamiento de su sangre por el perdón de los pecados del mundo. “Porque el
que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe
para sí”, 1 Corintios 11:29. Por último, sólo los miembros en plena comunión con el
Señor deben participar. Si hay miembros que se han alejado mucho tiempo del
compañerismo y compromiso con la iglesia, o miembros intachablemente fieles en su
asistencia pero infieles en su vida y su conciencia para con el Señor, practicando y
amontonando pecados en su corazón, deben abstenerse de participar. “Por tanto,
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”. “Si, pues,
nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados”, 1 Corintios 11:28,
31. Si después de haberse examinado, el creyente se arrepiente sinceramente de
sus pecados, el perdón de Dios siempre es inmediato, puede participar. Pero el
observar la Cena del Señor con un corazón soberbio y no arrepentido, tiene el mismo
valor que el bautismo de un incrédulo.
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Alejandro Campbell, quien saliera de entre las filas de los bautistas, cree que tanto el
bautismo como la Cena del Señor son esenciales para la salvación. Por su parte los
adventistas del séptimo día, algunos pentecostales, católicos y aun los llamados
bautistas del libre albedrío consideran el lavamiento de pies como una ordenanza.
Únicamente los bautistas han mantenido la verdad de las ordenanzas que el Señor
Jesucristo encargó a su iglesia, guardándolas no como un medio de gracia o como
un complemento a la fe para obtener la salvación, sino como memoriales de la obra
redentora de nuestro Señor y Salvador Jesús, y solamente las iglesias del Señor, las
iglesias bautistas, tienen la autoridad de parte del Señor para administrar estas
ordenanzas.
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Octavo Distintivo: Únicamente dos oficios.
Los bautistas creen que Dios estableció solamente dos oficios en la iglesia local:
pastores y diáconos. En una iglesia pueden existir, además de estos dos, otros
ministerios como maestros de escuela dominical, superintendente, secretario,
presidentes de uniones, entre otros, dependiendo de las actividades y el programa
de cada iglesia. Todos estos cargos son establecidos por la iglesia para suplir sus
necesidades, y pueden durar lo que la iglesia considere, pero solamente los oficios
de pastor y de diácono han sido establecidos invariablemente en las iglesias del
Señor por Dios mismo para edificación, y sólo estos, por su grado honroso, ameritan
la ordenación por parte de la iglesia, por medio de la imposición de manos para ser
ejercidos legítimamente. “No descuides del don que hay en ti, que te fue dado
mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio”, 1 Timoteo 4:14.
I) Pastores.
En la Biblia aparecen los términos pastor, obispo y anciano, para referirse al mismo
oficio. Se le llama obispo (episcopos), que significa administrador o supervisor, por
su función de dirigir y administrar los esfuerzos y actividades de la iglesia para
edificación y avance de la obra. Se le llama anciano (presbítero), porque debe ser
sabio para enseñar y aconsejar. Es llamado pastor por su trabajo de alimentar, cuidar
y dirigir al rebaño de la iglesia. El término más usado es el más sencillo, el de pastor.
El nombre de “reverendo” no aparece en la escritura, ni debería ser usado por
pastores, al menos no por pastores bautistas. Reverendo significa “uno digno de
reverencia”, siendo un título sumamente jactancioso para quienes debieran ser
ejemplo de humildad y mansedumbre.
Los pastores son hombres elegidos y preparados por Dios mismo para ejercer este
ministerio dirigiendo a las congregaciones. “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo
el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la
iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”, Hechos 20:28. Este
llamamiento de parte de Dios a los que él ha escogido, es hecho por medio de la
iglesia local, que considerando los requisitos que el Señor ha puesto para los
pastores, evalúan al candidato, teniendo autoridad de parte de Dios para aprobarlo o
desaprobarlo. Es de suma importancia que la iglesia evalúe correctamente al
candidato a pastor, y tome una decisión correcta, pues la Escritura amonesta: “No
impongas con ligereza las manos a ningún, ni participes de pecados ajenos.
Consérvate puro”, 1 Timoteo 5:22.
El que ha de ser pastor debe desear serlo. Los bautistas no creemos en imponer el
ministerio, sino que el hombre de Dios será llamado por medio de su propia voluntad.
“Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea”, 1 Timoteo 3:1. Pero el
anhelo no es suficiente. Es necesario que el candidato cumpla satisfactoriamente con
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los requisitos establecidos por Dios en 1 Timoteo 3:2-7, y Tito 1:6-9. Considerando la
lista de 1 Timoteo 3:2-7, esto es lo que el pastor no debe ser:
Pendenciero. No debe ser agresivo ni dado al conflicto por naturaleza y sin ninguna
razón.
Un neófito. No debe ser un recién convertido, sino alguien con suficiente sabiduría,
crecimiento y madurez espiritual. Los pastores soberbios y arrogantes no hacen más
que demostrar con sus palabras agudas y miradas altivas que no fueron llamados
por Dios, y si lo fueron, tomaron el ministerio antes de haber sido correctamente
preparados.
Irreprensible. Esto no significa que el pastor deberá un hombre perfecto y sin pecado,
pero sí que debe de llevar una vida recta y ejemplar, de manera que no pueda ser
acusado por nadie.
Marido de una sola mujer. El pastor no debe ser un hombre divorciado y vuelto a
casar, con una segunda esposa mientras la primera aún vive, porque esto es
adulterio delante del Señor. Este requisito deja además patente que el oficio de
pastor, al igual que todas las posiciones de autoridad congregacional, fue confiado al
varón, no a la mujer. Esto no es un asunto cultural ni negociable, pues el Señor
remite el asunto de la autoridad eclesiástica, no a una cultura del tiempo apostólico,
sino al orden que fue establecido desde la creación. “Porque no permito a la mujer
enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue
formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo
engañada, incurrió en transgresión.” 1 Timoteo 2:12-14.
Sobrio y prudente: Debe ser moderado, tener seriedad, y ser cuidadoso por
naturaleza de sus palabras y acciones en su trato con todos.
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Apto para enseñar. Esta virtud la equipa Dios en los hombres que Él ha llamado al
ministerio, y es imprescindible para ejercerlo. El poder de hablar la palabra de Dios
de manera que se quede en la mente, de retener la atención y de hablar a los
corazones es esencial para pastorear la grey de Dios.
Que gobierne bien su casa. Sus hijos deben ser disciplinados. Tito 1:6 incluso dice
que los hijos del pastor deben ser creyentes, que no estén acusados de disolución ni
rebeldía.
Debe tener buen testimonio de los de afuera. A fin de que el pastor pueda ganar a
los perdidos de su comunidad para Cristo, debe tener un buen testimonio que le
permita tener una influencia positiva sobre ellos. Si se duda de la integridad personal
y la honradez del pastor, será muy difícil que él pueda hacer algún bien en su
comunidad.
II) Diáconos.
Los diáconos son servidores de la iglesia en los asuntos materiales. Los requisitos
para el diaconado de encuentran en 1 Timoteo 3:8-12, y son muy similares a los
requisitos para un pastor, con la excepción de que a ellos no se les exige ser aptos
para enseñar.
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El origen del diaconado se encuentra en hechos 6:1-6, en la iglesia de Jerusalén,
donde los judíos de cultura griega se quejaron contra los judíos lugareños de que las
viudas de los primeros eran desatendidas en las obras de caridad.
“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de
los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquellos eran desatendidas en
la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y
dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las
mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos este
trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra.
Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del
Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás
prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando,
les impusieron las manos”.
Esta porción enseña también que los diáconos no son elegidos por el pastor, sino por
la iglesia. Si bien el pastor puede hacer una propuesta, a los diáconos les es
confiado el cuidado de los bienes de la iglesia, por lo que deben ser de la confianza
de toda la congragación. Deben ser examinados tanto en la confianza de la iglesia
como en los requisitos que el Señor ha establecido para este oficio. “Y estos también
sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el Diaconado, si son
irreprensibles”, 1 Timoteo 3:10.
Por último, una vez que los candidatos han sido evaluados y aprobados por la
iglesia, al igual que el pastor, deben ser debidamente ordenados por la congregación
para ejercer el ministerio legítimamente. “A los cuales presentaron ante los
apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos”, Hechos 6:6.
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ejercen bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la
fe que es en Cristo Jesús”, 1 Timoteo 3:13.
Los protestantes, por su parte, al ser hijos y nietos de los católicos, trajeron consigo
el error de establecer más ministerios y ponerlos a la altura de los escriturales por
medio de la ordenación. Es posible considerar como ejemplo a los presbiterianos,
quienes además del pastor de la congregación, manejan diáconos para ayudar en los
asuntos materiales, y ancianos gobernantes para ayudar en los asuntos espirituales.
Los metodistas de igual manera tienen al pastor, diáconos, y administradores. Estos
últimos vendrían a ser el equivalente de los ancianos gobernantes presbiterianos.
Las iglesias de corte carismático creen que los oficios de profeta y apóstol están
vigentes. Muchas iglesias de corte pentecostal, carismático, y protestantes como los
metodistas, admiten mujeres “pastoras”, teniendo en poco la Palabra de Dios.
Existen aún iglesias que practican esta aberración, y continúan llevando el nombre
de bautistas. Habiendo cambiado la doctrina, deberían cambiar también el nombre.
No les reconocemos como bautistas.
Estos dos oficios que el Señor estableció en la iglesia desde el principio han sido
guardados por todas las iglesias bautistas en todas las edades desde su existencia,
guardando también las funciones de cada uno así como el Señor lo mandó.
51
Noveno Distintivo: Separación entre la iglesia y el Estado.
Los bautistas reconocen tres instituciones de Dios en la tierra: la familia, la iglesia y
el gobierno civil. A pesar de que las tres fueron establecidas por Dios, los bautistas
creen y defienden que la iglesia no debe inmiscuirse en los asuntos del Estado o
gobierno civil, así como el gobierno civil no debe influir de ninguna manera en los
asuntos de fe y práctica de la iglesia. Los bautistas creen que no debe existir una
iglesia del Estado, y que las iglesias no deben interferir en los asuntos que
corresponden al gobierno más allá de sus deberes como ciudadanos individuales.
“Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es
de Dios. Y se maravillaron de él.” Marcos 12:17.
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a
tus hijos…” Deuteronomio 6:6-7.
El Estado.
El gobierno civil fue establecido por Dios con el propósito de traer paz y orden a la
sociedad “porque es servidor de Dios para tu bien” (Romanos 13:4). La Palabra de
Dios nos llama a someternos a las autoridades civiles, pues han sido establecidas
por Dios, y el revelarse contra la autoridad es revelarse contra Dios. El apóstol Pablo
diserta sobre este tema en gran parte del capítulo 13 de la carta a los Romanos.
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“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino
de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien
se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten,
acarrean condenación para sí mismos.” Romanos 13:1-2. Es impresionante saber
que Pablo escribió estas palabras, llamando a los creyentes a someterse a las
autoridades, cuando el gobierno se encontraba en manos del corrupto Imperio
Romano, y Pablo se encontraba prisionero de este imperio. Esto enseña que a pesar
de que los gobiernos son establecidos por Dios, no todos serán justos y sabios, pero
todo está dentro del control y el propósito de Dios para el mundo y su pueblo. La
autoridad civil debe ser siempre obedecida, mientras que no atente contra la fe y
práctica del pueblo de Dios, entonces al igual que el profeta Daniel y sus tres
compañeros, tendremos qué oponernos con la aprobación de Dios. Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres.
La iglesia.
La iglesia fue la última de estas tres instituciones divinas en ser formada en la tierra.
Fue establecida por el Señor Jesús en su ministerio terrenal, no el día de
Pentecostés. En Mateo 16:18, después de la confesión de Pedro respecto a que el
Señor Jesús era el Cristo, el Señor le responde, hablando de Él mismo: “Y yo
también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. La iglesia del Señor tiene promesa
de perpetuidad hasta que Él venga, y su función y propósito en el mundo es cumplir
la Gran Comisión, que es hacer discípulos, bautizarlos escrituralmente e instruirlos
en toda la palabra de Dios (Mateo 28:16-20), dar gloria y alabanza al Señor (Efesios
3:20-21), y ser guardiana y protectora de la verdad de la fe (1 Timoteo 3:14-15).
Estas son las funciones de las tres instituciones de Dios. Cada una tiene un propósito
específico qué cumplir de parte de Dios, y una no debe usurpar ni entrometerse en
las funciones de otra.
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libertad de conciencia, pues ahora hay una fe exigida y apoyada por el gobierno,
castigando duramente cualquier otra diferente. Los bautistas se han opuesto a esta
unión entre la iglesia y el estado desde el principio cuando Constantino les ofreció a
las iglesias el poder temporal del imperio a cambio del supuesto poder espiritual de
las iglesias herejes que se unieron a él en el año 313 d.C. para formar la religión
católica, o universal, siendo la religión oficial de todo el imperio. Los bautistas
prefirieron ser perseguidos y martirizados antes que dar la espalda a las enseñanzas
de su Maestro, y se mantuvieron limpios de este error, aunque no se su sangre,
durante todos los siglos venideros en los que, al aparecer una nueva iglesia del
Estado, se veían en la necesidad de huir y esconderse de un nuevo siervo de
Satanás.
Los bautistas han preferido siempre soportar las persecuciones e injusticias antes de
unirse ilegítimamente a algún gobierno. No es la manera del Señor de avanzar su
obra, y definitivamente nunca será la manera de los bautistas de seguir al Señor.
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Décimo Distintivo: Membresía regenerada de la iglesia.
Los bautistas creen que la membresía de la iglesia local se restringe a individuos
salvos, que dan testimonio creíble de su fe personal en Cristo Jesús, y se han
identificado con Él en el bautismo escritural. Los bautistas creen, al igual que con el
bautismo, que el creyente debe pertenecer a una iglesia local, no para completar su
salvación, sino porque ya es salvo.
I) El modelo bíblico.
“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día
como tres mil personas.” Hechos 2:41.
“Así que, los que recibieron su palabra”. Para pertenecer a una iglesia local es
necesario haber recibido y creído la palabra del Evangelio, es decir ser salvo por la
fe. Esto descalifica a todos los que no han creído. Ningún incrédulo podrá jamás,
mientras el discernimiento de la iglesia no falle, unirse a la membresía de una iglesia
bautista. Esto incluye a los infantes en su más tierna y temprana edad, quienes sin
conciencia, no pueden profesar una fe personal. Por esto los bautistas jamás han
practicado el bautismo de infantes para unirlos a la membresía de la iglesia. El que
ha de ser miembro de una iglesia bautista, debe ser primero un creyente salvo.
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“Y se añadieron aquél día como tres mil personas”. Una vez que el creyente ha
profesado públicamente su fe en Cristo, y ha sido bautizado escrituralmente,
entonces es añadido a la membresía de la iglesia local, y es partícipe de todos los
derechos y responsabilidades de la membresía.
Los bautistas siempre han sido cuidadosos con las personas que son recibidas en la
membresía de sus iglesias. Por supuesto que hay incrédulos que logran engañar a la
congregación y colarse en la membresía, pues de otra manera no se cumpliría la
Palabra del Señor sobre la cizaña que crece junto al trigo, pero nunca ha sido porque
indolentemente se reciba a cualquiera. Los bautistas siempre han demandado una fe
verdadera y un bautismo escritural a todo aquel que quiera formar parte de la
membresía de una iglesia escritural local.
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Conclusión.
Se han expuesto los diez distintivos bautistas, diez doctrinas que identifican y
diferencian a nuestras iglesias hoy como lo han hecho a lo largo de todos los siglos
desde que el Señor instituyó la primera iglesia, que con o sin el nombre, fue en fe,
práctica y esencia una iglesia bautista. Con esta explicación se concluye en tres
aspectos fundamentales.
Primero, no todas las iglesias que tienen en su fachada el rotulo de “iglesia bautista”
lo son en realidad. Es necesario que se crean y practiquen todas las enseñanzas de
la Biblia que nuestro Señor Jesucristo nos encomendó, y especialmente estas diez
doctrinas identificadoras, de otra manera no deberían ostentar este honroso nombre.
Los bautistas reformados, que pervierten el evangelio enseñando que la salvación se
encuentra inaccesible para millones de personas que ya han sido predestinadas por
la soberanía de Dios para el infierno, poniendo su doctrina sobre la del Señor que
dice “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento”, no deberían usar el nombre bautista.
Los bautistas del libre albedrío, que enseñan que el creyente, una vez salvo, puede a
causa de su propia voluntad o del pecado en su vida perder su salvación, no pueden
llamarse bautistas.
Los bautistas judaizantes que insisten en practicar los rituales y las fiestas judías del
antiguo testamento, no reconociendo que todas estas cosas apuntaban hacia el
Señor Jesucristo y que fueron cumplidas en él, no pueden ser bautistas.
Segundo, es necesario tener una conciencia histórica y doctrinal, como iglesias del
Señor, de qué es lo que creemos, y qué es lo que nos identifica y separa del resto de
denominaciones que no practican limpiamente la doctrina del Señor. Si conocemos
quienes somos nosotros, y por qué históricamente los bautistas han estado
separados del resto de denominaciones y han mantenido limpia su doctrina sin
contaminarla con errores y herejías de hombres, seremos capaces de seguir
defendiendo la verdad y seguir manteniéndonos separados. Los bautistas han
mantenido un individualismo histórico, a diferencia de muchas denominaciones que
ven como algo amoroso y correcto el trabajar juntos para hacer la obra de Dios. Los
bautistas se han mantenido separados no por egoísmo o soberbia, sino porque
siempre han puesto en primer lugar su fidelidad al Señor y su Palabra. No podemos
unirnos en compañerismo con otras denominaciones sin comprometer la verdad de
la doctrina tocante al camino de la salvación, el bautismo, la membresía de la iglesia,
la administración de la cena del Señor, la seguridad eterna de la salvación, y todas
las demás doctrinas que el resto de denominaciones entienden y practican de
manera diferente. Debemos seguir separados de otros grupos, pero tenemos la gran
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bendición de disfrutar un amplio compañerismo con nuestras mismas iglesias
bautistas, iglesias de la misma fe y orden.
Tercero, los distintivos bautistas que se han expuesto en esta tesis son históricos.
Son distintivos que han servido a lo largo de los siglos pasados para identificarnos
como doctrina y separarnos de los errores que surgieron en algún punto en el
pasado con el nacimiento del catolicismo, y después de las denominaciones
protestantes. Pero en las últimas décadas desde el siglo pasado se han levantado
con gran fuerza errores relativamente modernos, los cuales exigen una vez más
definir firmemente nuestra identidad en relación a los movimientos carismáticos y
judaizantes que tanta influencia están teniendo en el mundo hoy. Es triste y
decepcionante ver iglesias que se llaman bautistas y creen en milagros, dones
espirituales, levantan manos nada santas en sus servicios movidos por música
secular, carnal y contemporánea que ha reemplazado la santidad y el orden de los
himnos. Aun su vocabulario y sus maneras de predicar y dirigir se contaminan con
las necedades carismáticas diciendo cosas como “declaramos” y “enamorados de
Cristo”. Nunca antes se habló así entre las iglesias del Señor. Que terrible ver
iglesias que diciéndose bautistas, han regresado a los viejos rudimentos de las
fiestas judías, y con soberbia anuncian que los que no los siguen en su perversión
son ignorantes.
Las iglesias del Señor, desde la primera iglesia bautista de Jerusalén, tienen una
identidad en Cristo, definida por la doctrina que recibimos del Señor Jesús.
Enseñando que guarden todas las cosas que os he mandado, fue la última orden a
sus iglesias. Por siglos las iglesias bautistas han defendido la verdad, y no es el
tiempo de vender nuestras convicciones, buscando unirnos en fraternidad con otros
movimientos, al costo de separarnos de la verdad de Dios.
Es el deseo y la oración del que escribe, que el Señor avive el celo por la verdad y
por su Dios en cada una de las iglesias bautistas fieles, y sigamos siendo el castillo
que protege la verdad, al cual puedan acogerse todos los que buscan al Señor, hasta
que Él venga.
“Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la
iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” I Timoteo 3:15
58
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