Está en la página 1de 3

El problema mente-cuerpo

Javier García Salcedo

Si usted lee estas palabras estará muy


probablemente ante una pantalla que proyecta una
gran cantidad de haces de luz sobre sus ojos, haces
que, luego de afectar su retina y de causar un
estímulo eléctrico que llega a su cerebro a través de
sus nervios ópticos, hacen posible que usted
comprenda estas palabras que previamente yo
pensé y “escribí” (si teclear ante una pantalla como
la que tiene probablemente ante usted califica como
‘escribir’). Esta
descripción—sobre-simplificada—de lo que está
sucediendo en este momento entre usted, su
cerebro, sus ojos y un dispositivo visual electrónico quizá le parezca de lo más natural, y de hecho
es de lo más natural, pero desde tiempos remotos a los filósofos les ha parecido de lo más
intrigante—cosa que no deja de ser, muy a pesar de su naturalidad.
La causa de inquietud entre muchos filósofos es el hecho de que estas descripciones de sentido
común parecen suscitar un problema inextricable, que en jerga especializada conocemos como ‘el
problema mente-cuerpo’. Grosso modo, este problema puede expresarse de la siguiente manera:
¿cómo interactúan la mente y el cuerpo? ¿Cómo, por ejemplo, es posible que una serie de impulsos
eléctricos canalizados por mis nervios ópticos, a su vez causados por el bombardeo de millones de
fotones en mi retina, pueda convertirse en una imagen visual? Más aún: ¿qué es una imagen visual?
¿Dónde, por ejemplo, está localizada? ¿Tiene acaso una localización?
Consideremos el problema desde un ángulo diferente. Imaginemos que formo la intención de invitar
a mi vecino Eugenio a tocar bossa nova en mi casa. (Supongamos por un momento que “formar una
intención” no es algo filosóficamente problemático.) Así que cuando lo veo, le digo: “hey viejo,
¿por qué no vienes a casa a tocar bossa nova?” Naturalmente, para poder decirle algo a mi vecino
Eugenio me es preciso estimular mis cuerdas vocales de tal manera que produzcan un sonido apto
para la transmisión de mi intención. Sin embargo, si me preguntan cómo logro hacer esto—cómo
logro “conectar” mis intenciones (algo que “tengo en mi mente”, por así decirlo) con el fenómeno
físico de excitar mis cuerdas vocales para articular un pensamiento—, no sabría en absoluto qué
responder. ¿Cómo, entonces, logramos hablar?
Supongo que muchas personas creerán que este problema es de índole neurocientífica y que, por
tanto, la filosofía poco puede aportar a su resolución. El problema mente-cuerpo será resuelto una
vez tengamos una descripción completa del cerebro humano. Esta descripción hará clara la relación
causal entre los fotones que expide una pantalla, la retina, los nervios ópticos, un conjunto
determinado de neuronas o zonas cerebrales, y el fenómeno accesible conscientemente, esto es, la
imagen visual de una pantalla como la que tiene usted ahora enfrente suyo. Llamaré a estas
personas ‘fisicalistas’. Para el fisicalismo, el problema mente-cuerpo no plantea una dificultad de
principio, sino solamente apunta a un límite en el desarrollo actual de la ciencia. Es cierto, concede,
hoy no poseemos tal descripción completa del funcionamiento del cerebro y de su relación con los
fenómenos conscientemente accesibles como la representación visual, el dolor, o la intención; pero
esta situación es análoga a la del astrónomo del siglo XVI, quien para ese entonces no contaba con
una descripción adecuada de las órbitas planetarias—cosa que para el siglo XVIII, y gracias al
trabajo de Kepler y Newton, era un asunto resuelto.
El fisicalismo defiende la idea de que la mente es física: más concretamente, de que la mente es el
cerebro. En este sentido, y en la medida en que no hay ningún enigma con respecto a la manera en
que nuestro cerebro (que es una parte de nuestro cuerpo) interactúa con, por ejemplo, las cuerdas
vocales (otra parte del cuerpo), tampoco hay mayor enigma respecto de la interacción entre la mente
y el cuerpo. La apariencia de misterio que todavía persiste alrededor de este punto será poco a poco
disipada por el progreso de la ciencia, de la cual cabe esperar la formulación final del conjunto de
leyes que conectan nuestros estados mentales y nuestra conducta con estados y procesos cerebrales,
leyes llamadas psicofísicas y cuyo descubrimiento es uno de los principales objetivos del
neurocientífico.
Del otro lado del espectro lógico (con respecto al problema mente-cuerpo) se encuentra el dualista.
El dualista sostiene, a contrapelo del fisicalista, que la mente no puede, en principio, ser
identificada con el cerebro. Por tanto, nosotros no somos idénticos a nuestro cerebro; somos un tipo
de cosa distinto a, aunque obviamente relacionado con, el tipo de cosa del cual está hecho nuestro
cuerpo—la materia. La doctrina dualista tiene una venerable historia que puede rastrearse, al menos,
hasta Platón. Así, en el Fedón, por ejemplo, Platón desarrolla (entre otros) un argumento que deriva
la tesis dualista en base a la conjetura de que el conocimiento depende de la aprehensión de las
Ideas por parte del alma, aprehensión que no podría darse si el alma no poseyera una naturaleza
imperecible e inmaterial similar a la de las Ideas.
Cuestionario
0) Haz una lista de todas las palabras que no entiendes en una primera lectura.
● INEXTRICABLE: Confuso
● FEDÓN: Diálogo platónico que se ambienta en las últimas horas de vida de Sócrates, antes
de ser ejecutado.
● APREHENSIÓN: Apresamiento

1) ¿En qué consiste el problema mente-cuerpo? Es un problema filosófico que trata de intentar
entender la relación de nuestros movimientos corporales y acciones con el cerebro.

2) ¿Qué dos respuestas ofrece el documento a dicho problema?


a)Fisicalismo
b)Dualismo

3) ¿Qué opción prefieres? Utiliza al menos un argumento (que no aparezca en el texto) para
defender tu posición. Preferimos la opción fisicalista, nuestro cuerpo funciona a base de estímulos
cerebrales, nosotros nos desplazamos porque nuestro cerebro envía un impulso nervioso hacía
nuestro tronco inferior para que este se mueva.

También podría gustarte