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Si algo deja claro el Bushido, el código ético del samurái, es que la muerte es el camino inevitable. Un
buen samurái que haya dado su joven vida en batalla, alcanzado la vejez con rectitud y sabiduría o
arrebatado a sí mismo en el ritual del seppuku para reestablecer su honor acabará en el Pabellón de Jade
Blanco. Ahora, ¿y si has llevado una vida sin honor? Tu alma inmortal tiene un destino distinto.
Los nombres más usados para este inframundo son Diyu en China y Naraka según la terminología
budista india, pero la traducción japonesa correcta es Jigoku. A diferencia del infierno judeocristiano, aquí
no se permanece toda la eternidad, pero si periodos absurdos de tiempo (trillones de años a veces), por
lo que se asemeja más a un purgatorio. El Jigoku se describe en escritos desde el siglo XII, al final del
periodo Heian. Los museos naciones de Tokio y Nara tienen copias expuestas de ellos.
El juicio de tu alma
¿Te has planteado quien fue la primera persona que vivió y murió? Estas a punto de conocerlo
presidiendo la corte de los muertos. Al llegar a la otra orilla, varios jueces menores te entrevistarán y te
conducirán ante el señor Enma, rey del inframundo. Pedirá que le cuentes todos los pecados que has
cometido en vida.
¿Te estás planteando omitir alguna de tus malas acciones? ¿No tuviste suficiente con desnudarte delante
de una anciana? Enma posee el libro del pecado y tiene apuntado todo lo que has hecho para estar en su
presencia. Miéntele y tu lengua será arrancada con un par de tenazas. Ahora te juzgará sabiamente y te
enviará a uno de los ocho infiernos budistas.
Tōkatsu Jigoku: El nivel más superficial, reservado a aquellos que no han arrebatado una sola vida y no
se han arrepentido de ello. ¿Recuerdas aquel mosquito que te molestaba y que acabaste estampando
contra la pared? Olvídate de este nivel. Los que aquí residen no solo son atacados por aquello a lo que
asesinaron, además hay onis cuyos puños están cubiertos de garras de hierro que despedazarán tu
cuerpo. Cuando acaben el trabajo, resucitarás y revivirás esta agonía durante muchos años.
Kokujō Jigoku: El hogar de ladrones y asesinos. Los oni del nivel son juguetones y te harán caminar sobre
una cuerda floja cargando hierro abrasador. Si te caes, abajo te espera una gran olla con aceite hirviendo.
También puede ser que corten tu cuerpo a pedazos con esas mismas cuerdas.
Shugō Jigoku: El nivel de los degenerados que han tenido relaciones con otras personas a pesar de su
cónyuge. Serás tentado a reunirte con tu persona más querida que te espera en la copa de un arbol. En
vez de hojas tiene cuchillas afiladas como navajas. Si te niegas a subir, los oni te animarán con sus
cuchillas gigantes o te aplastarán entre montañas de hierro.
Kyōkan Jigoku: Los alcohólicos también tienen un nivel para ellos. Beber hierro fundido o bañarte en él es
el pan de cada día. Se dice que este es el infierno donde los gritos agónicos son los que más se oyen.
Daikyōkan Jigoku: El nivel de los mentirosos y hedonistas. Tu lengua será arrancada infinitas veces
mientras tus uñas se clavaran en tus músculos.
Shōnetsu Jigoku: Blasmefos que se rebelaron ante el pensamiento budista. Ser asado en una gran
parrilla con otros de tu calaña o directamente empalado a través de tus nalgas hasta la boca es el castigo
común.
Daishōnetsu Jigoku: El penúltimo nivel pertenece a los violadores o agredir a alguien del clero budista.
Siendo perforado por tridentes, el dolor alcanzado aqui es 10 veces superior a los niveles anteriores.
Mugen Jigoku: El nivel más bajo del Jigoku. La zona VIP reservada a todo aquel que ha matado a sus
padres o a personas santas. No hay ningún vivo que sepa lo que pasa en ese nivel pero tal es la agonía
de este nivel que los condenados se matan entre ellos para intentar acabar con la tortura. Se dice que
quien ha intentado entender este nivel del Jigoku ha muerto presa del terror más absoluto.
Los 16 infiernos menores: Son mencionados en el rollo del infierno guardado en Nara 16 castigos
menores orientados a las personas que aunque no hicieron ningún mal directo, no fueron moralmente
correctos en vida. Los prejuicios y la ignorancia son el veneno que puede traerte aquí. Los niveles son; La
nube de arena negra, excrementos, las cinco puntas, el hambre, la sed, la pus, el caldero de bronce,
muchos calderos de bronce, el mortero de hierro, las medidas, el gallo en llamas, el rio de cenizas, hojas
de espada, zorros y lobos y por último, congelación.
Las garras, los cuernos y los colmillos son típicos en todos los oni, pero algunos de ellos son más
deformes pudiendo tener tres ojos o cuatro brazos. Aunque tengan este aspecto aterrador y hagan el
trabajo sucio en el Jigoku, los Oni no son vistos como seres malévolos en la sociedad japonesa.
YOMI Y JIGOKU
En el mito japonés, Yomi no se describe como un lugar de castigo eterno y de torturas perpetúas. Allí, los
difuntos vagan eternamente viviendo una existencia oscura y gris donde el alma experimenta momentos
sombríos, aunque su vida terrenal hubiera sido perfecta. La mayoría de los expertos coinciden en que la
representación de Yomi tuvo su origen en las tumbas antiguas en la era feudal, donde se dejaban los
cuerpos para que se descompusieran (con el tiempo, Yomi también se convertiría en uno de los infiernos
de la mitología budista). Ubicado bajo tierra, Yomi forma parte de una triada: una región terrenal llamada
Ashihara no Nakatsukuni (traducido literalmente como La Tierra Central de las Llanuras de Caña); otra
situada en el cielo, Takamanohara o Takamagahara, (que se puede traducir como La Alta Llanura
Celestial), y finalmente Yomi no Kuni, región que se encuentra bajo tierra y que se traduce literalmente
como La Tierra de Yomi.
Yomi tuvo su origen en las tumbas antiguas en la era feudal, donde dejaban los cuerpos para que se
descompusieran. Con el tiempo, Yomi también se convirtió en uno de los infiernos de la mitología budista.
Mucho más infernal que el Yomi no Kuni de la mitología sintoísta es el Jigoku, el inframundo del budismo
japonés. Jigoku es un mundo terrorífico, envuelto en llamas, donde habitan malvados demonios y se
impone a los pecadores castigos inhumanos. Los infiernos budistas se representan en los Jigoku Zoshi o
pergaminos del infierno, expuestos en el Museo Nacional de Tokio, el Museo Nacional de Nara y en la
primera y segunda edición del llamado Pergamino del Infierno de la familia Masuda, y fueron pintados en
el siglo XII, en el período Heian. En ellos se describen, tanto a través de las imágenes como de la
escritura, las desagradables situaciones que pueden sufrir los pecadores tras la muerte en el caso de que
no hayan llevado una vida correcta según los cánones budistas. Se cree que estos pergaminos fueron
pintados a instancias del emperador Go-Shirakawa, conocido por haber acumulado una vasta colección
de manuscritos.
MULTITUD DE INFIERNOS
El pergamino que se conserva en el Museo Nacional de Tokio consta de cuatro pinturas que muestran
distintos infiernos: Hakkaru jigoku, Kamatsuchu jigoku, Unkamu jigoku y Uenkaseki jigoku. Mientras que el
pergamino del Museo Nacional de Nara está ilustrado con siete pinturas que recrean múltiples infiernos,
con nombres de lo más explícitos: Infierno de excremento, Infierno de medidas, Infierno del mortero de
hierro, Infierno del gallo llameante, Infierno de la nube de arena negra, Infierno de pus y sangre e Infierno
de zorros y lobos. El rollo de la familia Masuda consta también de siete pinturas que muestran avernos
terribles: Infierno del elefante llameante, Infierno de los sonidos chillones, Infierno de las llamas que
disparan, Infierno del desollado, Infierno de las heces hirvientes, Infierno del desmembramiento e Infierno
de la montaña de hierro. Algunos investigadores consideran que tanto el pergamino del Museo Nacional
de Tokio como el del Museo Nacional de Nara, junto con otros textos como Gaki Zoshi (Pergamino de
fantasmas hambrientos), Yamai no Soshi (Pergamino de Enfermedades y deformidades), y Hekija-e
(Pergamino exorcista), forman parte del llamado Rokudo-e, o Pinturas de los Seis Reinos, donde se
expresan las miserias del mundo terrenal.
Algunos de los infiernos tienen nombres sumamente explícitos que dan una buena idea del horror que le
espera a quien vaya a parar allí: Infierno del elefante llameante, Infierno de los sonidos chillones, Infierno
de las llamas que disparan...
En Jigoku gobierna un dios llamado Emma-ō, que es el encargado de juzgar a los muertos mediante un
registro en el que se han anotado todos sus pecados. Emma-ō vive en un castillo de plata y oro con las
paredes recubiertas de joyas y perlas, protegido por dieciocho generales y sus soldados, además de
demonios y unos hombres con cabeza de caballo. El pecador condenado permanecerá en una o varias
de las dieciséis regiones de fuego o hielo a las que Emma-ō lo enviará hasta que vuelva a renacer o bien
sea salvado por la intervención de bodhisattvas, aquellos que están destinados a iluminarse, en respuesta
a las oraciones de los vivos, en cuyo caso renacerá en la Tierra o en un paraíso celestial. Emma-ō se
representa siempre con una expresión feroz, va tocado con una gorra de juez chino y sostiene una maza.
Este iracundo dios juzga las almas de los hombres, mientras que su hermana juzga las almas de las
mujeres. Para llevar a cabo su examen a los muertos recibe la ayuda dos cabezas incorpóreas que
descansan sobre unos pilares que lo flanquean. Una es una cabeza femenina, llamada Miru-me, que
tiene el poder de percibir las faltas más secretas del pecador, mientras que la cabeza masculina, llamada
Kagu-hana, puede detectar cualquier fechoría que éste haya cometido en su vida. Sin embargo, si tras
haber cometido el crimen el pecador hizo una peregrinación a los treinta y tres santuarios de Kwannon,
podía alcanzar el perdón.
El Jigoku (地獄) es el inframundo del budismo japonés, mucho más infernal que el Yumi-no-Kuni, el
infierno sintoísta. El Jigoku tiene demonios, fuego y castigos inhumanos.
Bienvenidos de nuevo al infierno, al infierno japonés, o al menos a uno de ellos. En el reportaje anterior
sobre infiernos japoneses conocimos el inframundo sintoísta, un infierno un poco descafeinado, muy
acorde con las creencia sintoístas animistas, que premian la naturaleza y la vida sobre la muerte, por lo
que su infierno es un poco obtuso y sin una forma clara. Pero conocimos una leyenda muy interesante,
con unos paralelismos con la mitología griega sorprendentes.
El Jigoku, o infierno budista, es mucho más tradicional que el sintoísta. Con sus propios demonios, el
fuego que “decora” las estancias y todo tipo de castigos, tan crueles y despiadados como bien se podría
uno imaginar en la clásica imagen del infierno que tenemos todos en mente.
Pese a que el budismo es una religión pacífica que cree en la reencarnación, los budistas también creen
en la existencia del infierno ¿No es eso una contradicción? Tenemos que tener en cuenta que hay una
gran cantidad de sectas o escuelas budistas diferentes en Japón, y en todo el mundo. Algunas de ellas
señalan que existe una escala móvil de la reencarnación. Si eres una buena persona en vida te
reencarnas en un ser con una vida mejor, y así continuamente hasta que llegas al Nirvana. Sin embargo,
si no vives una vida digna puede que al morir te encuentres en uno de los infiernos budistas. Sí, porque
existe más de un infierno.
Los infiernos budistas se representan en los Jigoku Zoshi ( 地獄 草紙 ) o pergaminos del infierno,
expuestos en el Museo Nacional de Tokio y el Museo Nacional de Nara. Estos pergaminos fueron
creados en el siglo XII, en el periodo Heian. En ellos se describen, tanto a través de las imágenes como
de la escritura, las desagradables situaciones que pueden esperarte tras la muerte en caso de que no
vivas una buena vida según el ideal budista. En el libro de Nara además de los ocho infiernos principales
también se nombran otros dieciséis infiernos menores, con nombres tan alentadores como la nube negra
de arena, las cinco cornamentas, el hambre, la sed abrasadora, pus y sangre, el caldero de bronce
individual, varios calderos de bronce, el gallo de fuego, mortero de hierro, el río de cenizas, hojas de
espada, zorros y lobos o congelación. Sí, los nombres los describen exactamente como son, por ejemplo
el infierno del gallo de fuego es un enorme pájaro con un aliento de llamas de fuego, tan simple como
aterrador.
Así pues, vemos que aunque el Jigoku se considera un único lugar, está dividido en muchos infiernos
diferentes. Es difícil precisar con exactitud cuántos existen, pero algunos recuentos ponen la cifra en
64.000, otros son menos apocalípticos y solo cuentan en ocho. Los pergaminos históricos parecen
coincidir en que de ocho a dieciséis es una buena cifra para los grandes infiernos, aunque se acepta que
estos pueden subdividirse en infiernos más específicos.
FUENTES:
https://nanashinosamurai.wordpress.com/2020/10/13/jigoku-guia-turistica-del-infierno-budista/
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/mitologia-japonesa-mundo-lleno-dioses-demonios_15938
https://tallon4.es/2015/07/los-infiernos-japoneses-jigoku-el-infierno-budista/