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EL CURRÍCULUM PEDAGOGÍA
L Ceres
La educación privada
Alina Silveira
Int roducción
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Utilizo la n oción de “clasificación ” en el sen tido gen eral plan teado por Basil Bern stein ( 1993) , es
decir, como los prin cipios que dividen y distribuyen el con ocimien to escolar ( ramos de en señ an za,
asignaturas, materias o áreas) . Por su parte, la noción de “integración” refiere aquí a todo movimiento
que pone en cuestión una matriz clasificatoria, tratando de debilitar las delimitaciones establecidas,
y reordena las clasificaciones ( disciplinarias, temáticas y/ o temporales) que organizan el currículum.
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Los sistemas escolares surgieron en los siglos XVIII y XIX como res-
puesta a las n ecesidades que los Estados ten ían de regular y fortale-
cer sus poblaciones, y de modelar y orientar las conductas de los indi-
viduos en las nuevas condiciones políticas y demográficas europeas. La
escuela elemen tal y obligatoria se expan dió en el Viejo Con tin en te
como un modo de imponer a las clases inferiores las pautas de conduc-
ta y moralidad que comen zaban a defin ir las for mas de vida civiliza-
da y urbana en el marco de la consolidación del Estado-nación. En esta
nueva organización del espacio y de la vida social, la escuela elemen-
tal de masas puso en juego una nueva economía de coacción caracte-
rizada por su carácter regular, con tin uo y n o violen to ( Elias, 1993) .
La escolarización surgió como un in str umen to clave para promover
el orden social, la moralización de las masas y el regeneramiento de los
individuos, promoviendo nuevas formas de gobierno y disciplina social
y person al por medio de ocupacion es y ejercicios regulares de carác-
ter moral ( Foucault, 1995; Donzelot, 1991; Hunter, 1998) .
Al diferen ciarse de la en señ an za de primeras letras –cen trada en el
dominio r udimentario de la lectura, el cálculo y los preceptos religio-
sos básicos–, el currículum moderno impulsado por los Estados se con-
formó como una pauta compleja y diferenciada de saberes. Esta pauta
–que decantó y se consolidó definitivamente pasada la primera mitad
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“Podemos h ablar de un currículum mun dial relativamen te claro operan do como un están dar ofi-
cial en casi todos los países” ( Meyer y Kamens, 1992: 166) .
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Hasta la década de 1960, las Comisiones de Programas del Consejo Nacional y de los Consejos Pro-
vinciales de Educación, encargadas de elaborar los planes y programas de estudio, fueron constitui-
das casi exclusivamen te por person al del propio sistema educativo ( profesores, directores o super-
visores) . Un ejemplo del modo en que se planteaba la trama normativa en el plano curricular puede
verse en las instr ucciones que el Plan de Estudios de 1961 presentaba a los docentes: “Con la publi-
cación con jun ta de los elemen tos que se elevan , los docen tes ten drán en sus man os, para cumplir
su elevada misión : los fin es de la educación primaria; las bases sobre las que descan san estos fin es;
el plan de estudios; la distribución horaria; el programa sintético en forma de cuadros que les per-
mitirá abarcar el panorama total de primero a sexto grado, facilitándoles su justa ubicación en la tarea
que les corresponde cumplir; el programa analítico de todos los grados; y, complementariamente, las
sugestiones para el desarrollo del programa de Trabajo Manual y Labores; tablas y nomenclaturas que
permitían unificar el simbolismo matemático y el del sistema métrico decimal; es decir, un todo armó-
n ico que deberá completarse con las guías didácticas y las in str uccion es técn icas [ ...] La Comisión
de Programas procuró vincular íntimamente fines, bases plan de estudios y distribución horaria en
procura de un todo orgán ico sobre el cual meditará el maestro an tes de desar rollar y aplicar los
programas” ( CNE, 1961: 5) .
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El uso de mayúsculas y minúsculas corresponde al original ( N. del E.) .
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“H ay que ten er presen te que estamos tratan do de escuelas primarias y de n iñ os de corta edad, y
que no es razonable, provechoso ni posible un estudio serio de estos ramos en estas condiciones; pero
no por eso debemos abandonar nuestro propósito original de informar al niño sobre puntos tan esen-
ciales. Lo que n ecesitamos es un a serie de leccion es sen cillas, lógicamen te en lazadas, adaptables a
la compren sión y n ecesidades del alumn o. Las leccion es deben ser tan sin téticas como sea posible
y cuidadosamente graduadas, preparando las primeras el terreno para las segundas” ( CNE, 1897: 378) .
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niñas). Por su parte, los Programas y Horarios para las escuelas comunes
de la provincia de Buenos Aires de 1929, disponían las siguientes mate-
rias: Lectura, Escritura, Idioma Nacional, Aritmética, Historia, Geografía, Ins-
trucción Cívica y Moral, Naturaleza, Geometría, Ejercicios Físicos y Canto;
Labores, Dibujo y Manualidades, Música.
Junto con esta forma de organizar los ramos de la enseñanza, el siste-
ma de in str ucción pública se expan dió sobre la base de un orden a-
miento horario sumamente rígido y altamente detallado. Los horarios
que se difun dieron con los primeros plan es y programas prescribían
segmen tos de trabajo escolar de diferen te duración ( Palamidessi,
2002a). En el Plan de Estudios, Programas y Horarios para las Escuelas Comu-
nes de la Capital y Territorios Nacionales de 1888, el horario para los días
martes, jueves y sábado, correspondiente al primero y segundo grados
de la Escuela In fan til de n iñ as, in dicaba la siguien te distribución y
empleo del tiempo:
Este cuadro se presen ta como un orden ador min ucioso y exh aus-
tivo del uso del tiempo y de la actividad. Producto de un modelo de
orden típico del maquinismo del siglo XIX, este detalle temporal impo-
nía una cuadriculación estricta de las duraciones y una economía pro-
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El con trol disciplin ario clásico se caracteriza por la admin istración de las duracion es en un siste-
ma cerrado ( Foucault, 1995) .
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Desde la conformación del sistema y hasta la década de 1960, el lenguaje se presentaba como un ins-
trumento de orden personal y social frente al peligro de las jergas, regionalismos, vulgarismos y extran-
jerismos. Estas variacion es del len guaje eran con str uidas como sin ón imos de an arquía, barbarie,
degradación de costumbres y confusión. “No debe olvidarse que la depuración del habla es tarea inin-
terr umpida en la escuela y que exige en este grado mayor aten ción toda vez que la calle comien za
a ejercer su influjo en la personalidad infantil. Las voces propias del argot o de las diferentes jergas
reveladoras de baja cultura que el n iñ o emplea algun as veces, in con scien temen te y otras, por alar-
de de originalidad, deben ser desterradas de su expresión, pacientemente” ( CNE, 1961) .
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La obser vancia del ahorro y la previsión suponía la difusión e inculcación de una preocupación civi-
lizatoria ( Elias, 1993) y “económica”, relativa a la atención sobre el gasto, el cuidado y administración
de los recursos, al estímulo a las prácticas de autocontrol y cálculo: “La enseñanza de la costura, corte
y confección, da amplio campo para inculcar en las niñas ideas de orden, economía, aseo, etcétera;
cosa que ha de aprovechar el maestro en toda oportunidad, dado su indiscutible valor moral y eco-
n ómico y por la in fluen cia que puedan llegar a ejercer esos h ábitos cuan do son in corporados a las
costumbres del hogar” ( CNE, 1961) .
La escuela de masas desplegó otra preocupación: imponer conductas civilizadas respecto del uso
racion al de los recursos como un modo de promover pautas de moralidad y autodisciplin amien to.
Se trataba de difun dir a las clases bajas comportamien tos básicos de previsión y cálculo. Además
de la tran smisión de r udimen tos de matemáticas ( las operacion es básicas, el cálculo de in terés, la
con tabilidad elemen tal) , la práctica del ah or ro –que llegó a con stituirse en los plan es de estudios
para el n ivel primario en un a disciplin a en tre la década de 1940 y 1960 que se den omin ada por lo
gen eral “Ah orro y Previsión ”– con cen traba buen a parte de estos códigos de con ducta. De esta man e-
ra, se recomendaba a los maestros/ as: “La enseñanza del ahorro debe entenderse así como una prác-
tica activa, con stan te y oportun a. Las clases referen tes a los temas en un ciados en el programa n o
h arán sin o en cauzar y sistematizar algun os de los aspectos de aquella en señ an za a fin de que todos
ellos, in fluyen do en el modo de ser del escolar, lo in duzcan por n atural con vicción a cuidar y con -
ser var los útiles, los materiales de trabajo y las pren das de vestir; a respetar los bien es perten ecien -
tes al patrimon io común de la sociedad en que vive. Apreciará la n ecesidad de admin istrar su din e-
ro con buen criterio, evitan do la prodigalidad tan to como la avaricia. Sabrá que la disciplin a en el
trabajo y un a vida sen cilla y orden ada son factores importan tes para el logro de la felicidad social
e in dividual” ( CNE, 1961: 26) .
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“Los objetos de estas leccion es son dos: el de comun icar con ocimien tos defin idos y claros respec-
to al cuerpo humano y a lo que se relaciona con su bienestar y el de formar en el niño costumbres
buenas y sanas, tales como las relativas al aseo personal y a la moderación” ( CNE, 1961: 38) .
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“La en señ an za de la Econ omía Doméstica en la escuela primaria tien de a in culcar en el educan -
do h ábitos de orden , método y mesura en la distribución del tiempo, el trabajo y el din ero, para
que contribuya con su conducta al desenvolvimiento armónico del núcleo familiar” ( ídem: 28) .
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Doméstica exclusiva para las mujeres. Por eso, muchas lectoras habrán
aprendido en su escuela primaria el punto París o la confección de pla-
tos y pren das sen cillas. La distin ción en tre Trabajo Manual para los
niños y Labores para las niñas, así como la existencia de establecimientos
separados, se mantendrá hasta comienzos de la década de 1970, aun-
que algunos de estos rasgos divisivos del género per vivan aún hoy en
la cultura escolar.
Si se combin a este n úcleo de preocupacion es educativas con la
mecán ica disciplin ar de la organ ización y de la in str ucción escolar
–con den sada en la den omin ada marcha de la enseñanza, en la división
de ramos y en la trama de los h orarios–, se tien e un a buen a aproxi-
mación a las reglas que orden aron la selección y organ ización de los
contenidos escolares para la escuela primaria a fines del siglo XIX. Estas
reglas delinearon una enseñanza marcada por las lecciones de cosas,
los ejercicios y el estudio de las colecciones y los ejemplares.
Describir, n ombrar, en umerar, comparar, coleccion ar son las ope-
racion es que per mitían in sertar cada objeto/ ejemplar en el orden
gen eral de la n aturaleza, la h istoria y la sociedad. Por eso, alter n an -
do con la “serie de lecciones ordenadas sobre los caracteres de las tie-
rras, piedras y metales existentes en el territorio de la República”, están
la “serie de lecciones ordenadas sobre la raíz, el tallo, hojas, flores y fru-
tos”, la lectura de fábulas y composiciones sencillas, los ejercicios gra-
duados de vocabulario y elocución, y las “series de ejercicios apropia-
dos y progresivos”. In tercalados con las n ocion es sobre fisiología e
h igien e, se en cuen tran los casos prácticos de urban idad y buen as
man eras, los ejemplos de buen a con ducta; la “vida de h ombres y de
mujeres superiores y de niños célebres”; los hechos de heroísmo y de
patriotismo. Hasta la década de 1970, con una persistente regularidad,
es posible recon ocer a diversas series o familias de objetos escolares:
la de los animales útiles ( la vaca, la gallina, el burro) ,11 los personajes
paradigmáticos ( el escritor, los benefactores de la humanidad, los pró-
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“Animales y plantas útiles y perjudiciales: amplíese lo tratado en el grado anterior, necesidad y medios
eficaces y económicos para destruir las moscas, hormigas, ratas, etc., abrojo grande y cardo ruso. –Los
pájaros: enumeración y ligera descripción de los más comunes (chingolo, bienteveo, hornero, jilguero,
calandria, gorrión, misto, pecho colorado, golondrina) . –Amor a los animales: consideraciones mora-
les; las sociedades protectoras. Con ducta del n iñ o en el h ogar, en la escuela y en la calle: comen ta-
rio sobre las más elementales prácticas de urbanidad en dichos sitios” ( Monitor de la Educación Común ,
Plan de Estudios para la Escuela Primaria, 1914: 28-29) .
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Como en otras ocasiones, en el año 1903, el Monitor de la Educación Común presentaba una serie
de instr ucciones dirigidas a los maestros relativas a las lecciones de objetos y ciencia elemental. Ver-
sión traducida de una serie desarrollada en Inglaterra, en ella se incluían temas de conversación sobre
distin tos gr upos o series de objetos: el grupo doméstico ( que in cluía el salón de la escuela, la puerta,
la silla, la mesa, el escritorio, la ch imen ea, el reloj, el pan talón , el saco, el ch aleco, los zapatos, los
alfileres, las agujas, el cuch illo, las tijeras, la campan a) ; el grupo de los animales ( el n iñ o, el gato, el
perro, el caballo, el gallo, la gallina, el burro, el conejo, el ratón, la oca, el canario, la paloma, la mari-
posa) y sus partes constitutivas ( la cabeza, la mano, el pie, la garra, los ojos, la oreja, la boca, la nariz,
el pelo), el grupo de los vegetales (la violeta, la margarita, la ar veja, el poroto, la cebolla, el trigo, la avena)
y el grupo de los minerales ( la tiza, la aren a, la sal, el h ier ro, el ladrillo, la cal, el azufre, el vidrio) .
Luego del trigo, la cebada y el cen ten o, la serie de ejemplos con tin úa con leccion es sobre el vesti-
do, la lana, el cuero, la habitación, el hierro, el acero, el cobre, el combustible y el jabón.
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Ya en las primeras décadas del siglo XX, se verifica una serie de cam-
bios en el plano instr uccional. En primer lugar, se producen algunos
in ten tos de reducir el n úmero de ramos de en señ an za; en tre otros,
un ejemplo de movimientos en esta dirección se puede ver en el Pro-
yecto de reducción de programas escolares de 1901 para las escuelas de la
Capital Federal. Allí, el In spector Gen eral An drés Fer reyra explicitó
y puso en march a el primer in ten to oficial de in tegración cur ricular
para la educación común .12 Los programas san cion ados a partir de
ese proyecto organ izaron las asign aturas en cuatro gr upos de “mate-
rias afines”: a) primer grupo: Lectura, Escritura y Caligrafía, Idioma Nacio-
nal; b) segun do gr upo: Aritmética, Geometría y Dibujo, Ciencias Natura-
les; c) tercer gr upo: Historia y Geografía, Moral, Urbanidad e Instrucción
Cívica; y d) cuarto gr upo: Música, Higiene, Gimnástica, Ejercicios Milita-
res y Calisténicos, Economía Doméstica y Labores, Trabajo Manual.
Jun to con modificacion es en algun as asign aturas ( como la supre-
sión del Fran cés o la desaparición de Higien e como asign atura sepa-
rada) , en estas primeras décadas se realizan diversos reajustes en el
ordenamiento horario de la escuela primaria común. Por un lado, se
impone el horario alterno ( dos turnos, separados) frente al horario con-
tinuo ( un solo turn o, que comen zaba a en tre las 10 y 11 de la mañ a-
na y finalizaba entre las 14 y 15 horas de la tarde) . Por el otro, se adop-
ta un ordenamiento horario más flexible y menos detallado. El detalle
temporal min ucioso se va desdibujan do y la duración de cada seg-
mento de actividad escolar comienza a extenderse, movimiento que se
produce primero en los grados in feriores y luego se amplía a todos
los grados. Con la ampliación del rango temporal disminuye el núme-
ro de fracciones o unidades de tiempo. Esto permitirá –durante la déca-
da de 1920, la aparición de unidades homogéneas de administración del
tiempo escolar: la “hora de clase” como base del orden y del cálculo
del tiempo escolar. Esta unidad se conforma primero en torno de los
25 o 30 minutos y luego, en la década de 1930, alcanza los 40 o 45 minu-
tos que conocemos hoy. Con el horario homogéneo, denominado mosai-
co o damero, la manipulación de las actividades se torna más simple, ya que
facilita el cálculo al fijar un número de retículos de igual duración.
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Según Andrés Ferreyra, la necesidad de la integración está planteada por la misma índole “senci-
lla y común” de la escuela primaria, contrariada –según su visión– por el propio ordenamiento legal
del conocimiento curricular ( véase Palamidessi y Feldman, 1999) .
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El activismo cuestionó el armazón táctico y el horario. Obregón, Saldarriaga y Ospina sostienen que
“la pedagogía activa propuso eliminar el aparato táctico y de hecho potenció el instrumento obser-
vador a partir del contacto espontáneo y abierto entre el maestro y el niño” ( 1997: 308) .
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La obra del médico belga O vide Decroly ( 1871-1932) , referen te cen tral de la Escuela Nueva en
Europa, tuvo un a en orme in fluen cia en pedagogos de diversos países en la primera mitad del siglo
XX. Decroly propuso que el trabajo escolar se desarrolle median te Centros de Interés en los que el n iñ o
debía recor rer sucesivamen te tres gran des fases del pen samien to: obser vación , asociación , expre-
sión . El programa se estr ucturaba en tor n o de los in tereses medios y gen erales del n iñ o en edad
escolar. El desarrollo de un Centro de Interés suponía que, en cada momento, se estableciera un lazo
de unión entre los diversos elementos del contenido.
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Este plan presen taba un doble modo de organ ización del con ten ido a en señ ar: en el Programa
de Conocimientos ( presentación sistemática dirigida al docente) y en el Programa de Asuntos ( orga-
nización de los contenidos para su presentación a los alumnos) . Inspirada en los centros de interés
de la Escuela Nueva, este plan propone una modernización de la matriz instr uccional.
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rien cia in fan til) y se estimula el desar rollo de un n uevo tipo de acti-
vidades escolares ( exposicion es, diarios murales, dibujo expresivo,
maquetas, construcciones, visitas, salidas de campo) .
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Si se consideran los planes nacionales, las asignaturas “centrales” del currículum pasan de 7 ( en el
Plan de Estudios del Consejo Nacional de Educación, 1961) a 4 ( en los Lineamientos de Cur rículo
del Ministerio de Educación, 1972) .
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Esta tran sfor mación de la base moral de las tran smision es educativas se asocia con los procesos
de secularización e informatización ( Wouters, 2001) y con el ascenso del individualismo que se ace-
leraron en la segun da posguer ra en las sociedades cen trales y, en las décadas siguien tes, se exten -
dieron hacia las sociedades de la periferia mundial y hacia “abajo” en la escala social.
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Esta ola de cambios afectó los modos de defin ir el currículum. A comien zos de la década de 1970,
las comisiones nacionales y provinciales encargadas del diseño curricular empiezan, de manera cre-
ciente, a ser controladas y lideradas por especialistas y expertos universitarios.
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A partir de la década de 1970, el h orario sólo fija el total de h oras seman ales por asign atura y
grado sin producir diferenciación por género. Pero la tendencia a la flexibilización oficial del orde-
namiento horario de las actividades escolares se acentúa en la segunda mitad de la década de 1980.
En ese momen to, much os lin eamien tos curriculares dejaron de presen tar grillas h orarias y otorga-
ron a los maestros la tarea de asignar el tiempo destinado a cada área. Por ejemplo, El Diseño Curri-
cular de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires de 1986 sostenía: “El carácter interdiscipli-
n ario de este documen to n o prioriza la carga h oraria de n in gun a disciplin a sobre las demás. [ ...]
Se verá con claridad que h acer un a separación de las tareas para ajustarse rígidamen te a un h ora-
rio mosaico, sería tabicar artificialmen te las for mas de apren der. Aun así con ven dría revisar con
cierta periodicidad los tiempos in vertidos en tareas específicas de cada disciplin a para con seguir
una distribución equilibrada” ( MCBA, 1986: 86) .
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“Con el apoyo de la estructura dinámica que conforma la teoría conjuntista, que permite hacer más
un ificado y relacion al el apren dizaje de la matemática, el n iñ o, como partícipe activo del proceso
de enseñanza-aprendizaje, puede empezar a elaborar y construir su matemática. Además de apren-
der a calcular podrá aplicar el razonamiento matemático a otras áreas, matematizando la realidad”
( Currículo, provincia de La Pampa, 1986: 66) .
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H asta aquí h emos iden tificado algun as de las din ámicas de con -
tin u id ad y cam bio en el cu r rícu lu m p rescrip to p ara la escu ela p ri-
m aria com ú n en la Argen tin a. Esta esqu em ática revisión h istórica
p rocu ró d escribir u n a serie d e reglas oficiales relativas al qu é y al
cómo se debía enseñar, atendiendo tanto a la dimensión instruccional
como a la regulativa-moral. Seguramen te, se h an acen tuado algun os
rasgos y dimensiones, y se han desatendido otros; en particular, la cues-
tión de la defin ición de la religión o el laicismo como bases morales
del sistema de instr ucción pública.
La exposición se h a con cen trado más en recon ocer el fun cion a-
mien to de cierta gramática ( un con jun to de reglas “profun das”) del
cur rículum oficial y sus tran sfor macion es en el largo plazo, que en
el recuento de los cambiantes acontecimientos que influyeron en los
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Al igual que otros discursos ya mencionados, las psicologías del desarrollo y las concepciones libe-
rales acerca del niño comenzaron a circular a nivel internacional en forma masiva durante la déca-
da de 1960.
El currículum para la escuela prim aria argent ina 149
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Ten den cias de este tipo se pueden en con trar en los lin eamien tos cur riculares de la Mun icipali-
dad de la Ciudad de Buenos Aires de 1981, publicación conocida en la jerga docente como “El libro
gordo de Petete”.
El currículum para la escuela prim aria argent ina 151
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