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El Metodo Del Doctor Tarr y Del Profesor Fether
El Metodo Del Doctor Tarr y Del Profesor Fether
MISS WILLIAMS
MISS THOMPSON
MADAME MAILLARD
MONSIEUR MAILLARD
MADAME DESOULIÈRES
MADAME JOYEUSE
MONSIEUR ALLARD
MONSIEUR DE KOCK
MADEMOISELLE SALSAFETTE
MADEMOISELLE LAPLACE
MADEMOISELLE DU BOIS
MADEMOISELLE BOULLARD, SIRVIENTA
ACTO 1
Escena 1
Entra Williams a narrar la introducción de sus vivencias, viste muy formal y elegante,
es una psicóloga distinguida.
Williams – (al público) Durante el otoño de 18… y algo en el curso de una excursión
por las provincias más elegantes de Francia, mi ruta me condujo a poca distancia
de cierta maison de santé, o manicomio para quienes no sepan francés en este sitio,
del que había oído hablar mucho en París a mis colegas y amigos médicos. Como
nunca había visitado un lugar de ese género, pensé que era una buena oportunidad
para no dejarla perder.
Así le propuse a mi compañera de viaje, que había conocido por casualidad un día
antes, que nos desviáramos para inspeccionar el establecimiento ya que ella
conocía al dueño.
Escena 2
Entra Thompson que de igual maneta viste formal y elegante, tiene un aire de
inquietud y disgusto al oír la propuesta de Williams.
Williams – (a Thompson) Es una buena oportunidad para conocer la maison de
santé.
Thompson – Lamento informarte que tengo prisa el día de hoy. Además, debes
saber que tengo un horror habitual a los locos, pero conozco al dueño: Monsieur
Maillard, puedo presentártelo para que puedas acceder al sitio.
Williams – Me temo que así sea, pero acepto tu propuesta.
Thompson – No dejes por cortesía hacia mí de satisfacer tu curiosidad y sigue
adelante con calma para que pueda alcanzarte durante el día o en dado caso al día
siguiente. Te acompañaré hasta la puerta, después de saludar a los dueños y
dejarte me marcharé.
Williams – (al público) Mientras caminábamos hacia la puerta de entrada, noté que
estaba levemente entreabierta y que se asomaba por ella las caras de dos
personas. Un instante después se nos acercaron. Al principio ese lugar me dio
miedo, pero me avergoncé de mi flaqueza y seguí avanzando.
Maillard – Muy buenos días, amiga mía, Mademoiselle Thompson, le presento a mi
mujer, Madame Maillard.
Thompson – Muy buenos días, no sabía que era casado, es un placer verlos
Madame.
Madame Maillard – El placer es nuestro.
Maillard - ¿Y a qué debo su inesperada visita?
Thompson – Si no es molestia, mi compañera quiere conocer su magnífica maison
de santé, está interesada en su método y experiencia profesional Doctor.
Maillard – No es ninguna molestia, me alaga, le aseguro que atenderé todo sobre
su compañera.
Thompson – Sin más por el momento, me despido de todos, muchas gracias por su
comprensión Madame, Monsieur.
Williams – Gracias, te veo pronto amiga.
Thompson – De nada amiga, ten cautela, precaución y discreción.
ACTO 2
Escena 1
Entran a una pequeña, blanca y limpia sala de estar, que contenía flores, libros,
objetos refinados, pinturas, dibujos e instrumentos musicales. Hay una chimenea
con fuego que brilla fuertemente junto a un sillón y en el otro extremo de la sala se
encuentra un piano con una chica vestida totalmente de negro.
Williams – (a Thompson) Así será. (al público) Una vez se marchó, el director nos
hizo entrar en un pequeño y extraordinariamente limpio lugar que contenía flores,
libros, objetos refinados, pinturas, dibujos e instrumentos musicales. El fuego
brillaba en la cálida chimenea y al piano estaba sentada una joven muy bella, quien
a mi entrada interrumpió su música para abrazarme con cortesía.
Vestía de luto riguroso y despertó en mí un sentimiento mezclado de respeto, interés
y admiración. Fui cuidadosa en lo que hacía delante de ella, pues no estaba segura
su estuviera cuerda, había en sus ojos cierto brillo inquieto que me dejaba imaginar
que no lo estaba.
Maillard se da cuenta que Williams observa detenidamente a la chica de pies a
cabeza, mientras su esposa las observa tranquilamente. La chica simplemente
sonríe y observa a todos.
Maillard - ¡No! Es una persona de mi familia… (sin saber qué decir) mi sobrina. Una
muchacha perfecta.
Williams – Les pido mil perdones por mis sospechas, pero ustedes sabrán
disculparme. La excelente administración de su establecimiento es muy apreciada
en París y pensé que era posible… ya sabe… que no estuviera cuerda…
Sale la chica de negro tranquilamente de la sala.
Escena 2
Maillard – (Interrumpe) ¡Si, si!, no diga más… Más bien soy yo quien debería darle
las gracias por la prudencia. Rara vez se encuentra tanta cautela en los jóvenes y
más de una vez hemos tenido algún lamentable contratiempo.
Cuando mi antiguo método estaba en vigor y a mis pacientes se les permitía el
privilegio de estar de un lado para otro, solían provocar en ellos extravíos peligrosos
las personas imprudentes a quienes se les invitaba a visitar la casa. Por eso me vi
obligado a adoptar un riguroso sistema de exclusión y ahora no obtiene permiso
para entrar en establecimiento nadie en cuya discreción no pueda confiar.
Williams – Ha dicho usted, que el método calmante del que tanto he oído hablar,
¿ya no está en vigor?
Maillard – Hace ya varias semanas que hemos decidido renunciar a él para siempre.
Williams - ¡De verdad? ¡Me deja asombrada!
Madame Maillard – Hemos visto señorita, que era absolutamente necesario volver
a las viejas costumbres. El peligro del método calmante era, en todo momento,
espantoso y sus ventajas se han exagerado mucho. Creo señorita que si se ha
realizado en algún sitio un verdadero ensayo de ese método es en esta casa.
Lamento que no haya podido visitarnos en una época anterior, pues hubiera juzgado
por sí misma.
Maillard – Puedo enunciar este sistema, como aquel en que los pacientes son
mimados. No contradecíamos ninguno de los caprichos que invadían la mente del
loco. Por el contrario, no sólo éramos indulgentes con ellos, sino que los
alentábamos y muchas de nuestras curaciones más duraderas se han realizado así.
Hemos tenido pacientes, por ejemplo, que se creían pollos. La curación consistía
en acusar al paciente de estupidez por no darse cuenta de que era verdad,
negándole durante una semana todo alimento que no fuera el adecuado para un
pollo.
Williams - ¿Y sólo se hacía es método de adquirir un roll?
Madame Maillard – De ningún modo. Poníamos también mucha fe en diversiones
de un género sencillo, como la música, el baile, los ejercicios, lectura de libros, juego
de cartas, etcétera.
Fingíamos tratar a cada individuo como si padeciera algún trastorno físico y la
palabra “Loco” no era empleada nunca. Un punto fundamental era que cada
demente vigilara las acciones de los demás. Al depositar la confianza en la
inteligencia o discreción de un loco, se gana uno su cuerpo y su alma. Eso nos
permitió prescindir del costoso personal de vigilancia.
Williams - ¿Y no tenían alguna clase de castigo?
Maillard – Ninguna.
Williams - ¿Ni encerraban a sus pacientes?
Maillard – Muy rara vez. De cuando en cuando, la enfermedad de algún paciente
originaba alguna crisis o le acometía un repentino acceso furioso; lo llevábamos a
una celda secreta, por temor de que su trastorno pudiese contagiar a los demás.
Williams – Y ahora que ha cambiado todo, ¿cree que los resultados son mejores?
Maillard – Indiscutiblemente. Es usted joven amiga, llegará un momento en que
aprenderá a juzgar por usted misma.
Después de cenar, cuando esté usted suficientemente descansada, tendré mucho
gusto de llevarle a recorrer la casa para iniciarla en el sistema que es sin duda el
más eficaz de los ideados hasta ahora.
Williams - ¿Un método suyo?
Maillard – Estoy orgulloso, de reconocerlo que lo es… al menos en cierta medida.
No puedo permitirle que vea a mis pacientes en este momento, para un espíritu
sensible como el suyo es impresionante tales cosas y no quiero quitarle el apetito
para la cena.
ACTO 3
Escena 1
Entran a un comedor grande con un mantel blanco y limpio, sobre la mesa hay
muchos platos, cubiertos, copas, golosinas, platillos deliciosos, jarrones con flores
frescas y servilletas de tela.
Williams- (al público) A las seis anunciaron la cena y mi anfitrión me condujo a una
amplia salle à manger, o comedor para los que no conocen el idioma. Noté que la
mayoría de los invitados ya presentes eran damas. Todos iban adornados con una
exageración de joyas, telas y ropa que, aunque eras finas y caras, se veía su
combinación ridícula y de mal gusto.
Mientras las mujeres platicaban, los hombres tomaban una copa.
Descubrí a la joven del piano con un vestuario distinto, con un vestido largo,
zapatillas y un sobrero sucio y ridículo que tapaba su rostro.
El comedor, aunque era de buenas dimensiones, carecía de elegancia. Sin
embargo, estaba repleta de muchos platillos, golosinas y bebidas.
La conversación, entre tanto, era animada y general, aunque no lograba
comprenderla del todo. El tema de la locura era, con gran sorpresa, el preferido de
todos los presentes.
Du Bois – Una vez teníamos aquí una muchacha que se imaginaba ser una tetera,
¡no es una sorprendente particularidad la frecuencia con que invade esa
singularidad rareza la mente de los locos! Apenas si hay un manicomio en Francia
que no suministre una tetera humana. Nuestra dama era una tetera inglesa y se
cuidaba de bruñirse a sí misma todas las mañanas con una gamuza y abundante
blanco de España (muestra su brazo a los demás, que se ve pálido.)
De Kock – Luego, tuvimos aquí, no hace mucho tiempo, a una persona a quien se
le había metido en la cabeza que era un gato, lo cual no estaba muy lejos de la
realidad. Se trataba de un paciente muy turbulento y nos costaba mucho trabajo
impedir que diese saltos aquí dentro. Durante mucho tiempo no quiso comer más
que croquetas, pero le curamos de esta manía insistiendo que no comiera más que
eso… así (agarra su comida del plato como si fueran croquetas, la saborea y las
devora.)
Laplace – (a De Kock) ¡Mister De Kock, le agradeceré que guarde compostura! Por
favor cálmese. Ha echado a perder mi comida ¿Es acaso necesario ilustrar una
observación de ese modo? Nuestra amiga aquí presente (a Williams) podía haber
entendido sin tal demostración. Creo que es usted un tonto como aquel desdichado.
ACTO 4
Escena 1
Williams – (al público) Todo comenzó a ser un caos total. Maillard se colocó debajo
de la mesa, mientras todos comenzaban a comportarse como las personas que
habían descrito previamente.
En el clímax de esta catástrofe recibí un golpe que me hizo caer y rodar debajo de
un sofá donde me quedé quieta, hasta que pude escapar de aquel lugar de locos.
Maillard según parece, al contarme lo del loco que había incitado a sus compañeros
a la rebelión; había relatado simplemente sus propias hazañas.
Este señor, había sido en efecto, unos dos o tres años antes, el director del
establecimiento; pero se volvió loco y pasó a ser un paciente más.
Las mujeres que decían ser la esposa y la sobrina de Maillard, también eran
pacientes del lugar que le habían hecho creer cuando ya estaba loco que eran sus
familiares.
Este hecho era desconocido por mi compañera de viaje al presentarme allí. Los
guardianes habían sido tratados como locos y encerrados, pero en cuanto uno pudo
escapar, dio libertad a los demás.
El método calmante, con serias modificaciones, ha sido de nuevo puesto en vigor
en la maison de santé, no puedo estar de acuerdo con Maillard en que su
tratamiento era el más importante de los de su género. Como observaba él, el
método calmante era sencillo, claro y no molestaba en absoluto.
Sólo me falta añadir, que a pesar de haber buscado por todas las librerías de Europa
las obras del doctor Tarr y del profesor Fether, mi búsqueda ha resultado totalmente
en vano.
Fin.