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Permítaseme desenfocar un poco nuestro punto de mira. Basta mirar un poco por debajo del
tapete para descubrir el polvo; toda bella construcción se edifica con cadáveres 1. Nuestros
mejores actos se vuelven trapos de inmundicia2 y toda institucionalización ideológica es un
enforzamiento. De hecho, su ser consiste en esa fuerza. Es un imponerse nunca
consolidado, aun cuando asesine a su adversario.
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ideal; más bien era la desesperación y urgencia de unos hombres poseídos por la fuerza de
sus intereses y ambiciones.
Pero más urgente y desesperada fue la resistencia de los Tahinos. Sobre todo porque
un nuevo mal inclinaría la balanza definitivamente en su contra: las epidemias. Las
estimaciones de población de La Española para 1492 van de los 60 000 a varios millones 7.
Sin embargo, décadas después ese mundo había sido arrasado por causa de las viruelas y
otras enfermedades. Los Tahinos vieron enfermarse a los extranjeros 8, por eso tuvieron la
esperanza de que si les escondían los remedios medicinales habrían de alejar su desgracia 9.
También es probable que destruyeran las sementeras para provocar el hambre, esperando
que fueran los otros quienes desfallecieran; o tal vez, no habiendo quien se hiciera cargo de
los cultivos, la única opción que les quedó fue destruirlos 10. Es decir, no sólo fue la
enfermedad, también fue la violencia de la época. En palabras del cronista Fernandez de
Oviedo:
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Todos los indios de esta isla fueron repartidos y encomendados por el almirante a
todos los pobladores que a estas partes se vinieron a vivir; y es opinión de muchos
que lo vieron e hablan en ello, como testigos de vista, que falló el almirante, cuando
estas islas descubrió , un millón de indios e indias o más, de todas las edades, o entre
chicos y grandes: de lo cuales todos y de los que después nacieron, no se cree que
hay al presente en este año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, quinientas
personas entre chicos y grandes que sean naturales y de la progenie o estirpe de
aquellos primeros. Porque los más que ahora hay, son traidos por los cristianos de
otras islas o de la Tierra-Firme, para se servir de ellos; pues como las minas eran muy
ricas, y la codicia de los hombres insaciable, trabajaron algunos excesivamente a los
indios: otros no les dieron tan bien de comer como convenía; y junto con esto, esta
gente de su natural es ociosa y viciosa, y de poco trabajo, y melancólicos, y cobardes,
viles y mal inclinados, mentirosos y de poca memoria, y de ninguna constancia.
Muchos de ellos, por su pasatiempo, se mataron con ponzoña para no trabajar, y otros
se ahorcaron por sus manos propias, y a otros se les recrecieron tales dolencias, en
especial de unas viruelas pestilenciales que vinieron generalmente en toda la isla, que
en breve tiempo los indios se acabaron.11
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construir una nueva historia natural acorde a esta nueva naturaleza, de este nuevo mundo.
El esquema era viejo, pero su contenido no. Y muchas de las grandes crónicas del siglo XVI
incluyen descripciones de este nuevo entorno junto a la descripción de las “antiguas
costumbres e idolatrías” y las supuestas hazañas de los conquistadores o frailes. Se
comenzó a utilizar el reino americano para convertirlo en materia médica14.
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La Española, especialmente en la región de Higüey” 18. A dicha planta se le atribuían
propiedades que iban desde el cerrar heridas, hasta el dolor de muelas, de estómago y el
aumento de la longevidad19. Antonio de Villasante había obtenido de Diego Colón el
monopolio de explotación del Guaconax en La Española. En 1528 la Corona confirmó el
monopolio y estableció los beneficios que las partes recibirían, permitiendo la
comercialización de diversas plantas medicinales hasta por un valor de 8 000 ducados al
año20. El bálsamo entonces se convirtió en un recurso estratégico que provocó
En tierra firme…
18 Ibíd, p. 211.
19 Ibíd, p. 211-213.
20 Ibíd. p. 213.
21 Ibíd, p. 214.
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“Auh in ayamo totech moquetza in Españoles: achtopa momanaco huey cocoliztli,
totomonaliztli, ipan tepeilhuitl in tzintic, in tetech motecac huehuey tepopul: ce qui
huel pepechtic, nohuian in moteca in teixco, in teicpac, in teelpan. Huel la ixpolo,
huel in miec quintin ic micque, aoc huel nenemia, za onoca in imonoyan, inin
cochian, aoc huel moliniaya, aoc huel mocuechiniaya, aoc huel mocuecuetzaaya,
aoc huel monacacicteca, aol huel mixtlapachtecaya, aoc huel maquetztitecaya. Auh
in icuac mocuechiniaya, cenca tzatzia: cenca tlaixpolo, in pepechtic in pepechiuhqui
in zahuatl, huel in yectlacatl, in momiquili, ihuan in yequintin zan apizmicque,
apizmicoac, aoc ac motecuitlahuiaya, aoc ac teca muchiuaya. Auh in cequintin, zan
huehueca in intechmotlali in zahuatl, amo cenca quimihyoti, amono miequintin ic
micque: ihuan in yectlacatl ic itlacauh in ixayac, ichachaquachiuhue,
yacachachacuachiuhque, cequintin yixcueponque, ixpopoyotque: icuac in manca
inin totomoniliztli, huel epohual ilhuitl, epoa ltonall in quiz in cuetlan, in
neemachoc, in yolioac: ye chalcopa huatztia in totomoniliztli, ihuan miec inic
cocototzauh: amo telic cen cocototzauh. In momanaco teutleco: auh in cuetlanito
ipan in Panquetzaliztli; uncan huel caxahuaque in Mexica, in tiacahuan22.
Ante que los españoles que estaban en Tlaxcala viniesen a conquistar a México dio
una pestilencia de viruelas en todos los indios en el mes que llamaban Tepeilhuitl,
que es al fin de septiembre de esta Pestilencia, murieron muy muchos indios tenían
todo el cuerpo, y toda la cara: y lastimados de viruelas que no se podían bullir ni
menear de un lugar ni volverse de un lado a otro: y si alguno los meneaba daban
voces esta pestilencia mató gentes sin número muchos murieron de hambre porque
no había quien pudiese hacer comida, los que escaparon de esta Pestilencia quedaron
con las caras ahoyadas: y algunos los ojos quebrados. Duro la fuerza de esta
Pestilencia sesenta días, y después que fue aflojando en México fue hacia Chalco
acabándose esta Pestilencia en México. 23”
22 [Cuando aún no se levantaban junto a nosotros los Españoles: primero se dio la gran enfermedad,
totomonaliztli (enfermedad de las ampollas), comienza en Tepeilhuitl (la fiesta de los cerros), se tiende
próximo un gran mal: bien lo cubre, en todas partes se tiende: en las caras, por encima de ellos, en los
vientres. Mucho vino a destruir, muchos por esto murieron, [los enfermos] ya no caminan bien, sólo se
sientan en su lugar de descanso, este lugar donde se duerme, ya no se meneaban bien de un lugar a otro,
ya no se movían bien, ya no se meneaban, ya no se podían acostar de lado, ya no se podían acostar boca a
bajo, ya no se podían acostar boca arriba. Y cuando se movían, mucho gritaban: mucho destruyó, la sarna
cubre y forma un revestimiento, muchos buenos hombres, murieron, y algunos solo descaecieron,
muertos de hambre, ninguno ya tenía cuidado de los otros, ninguno ya se hacía acostar. Y en algunos,
solo a trechos se les asentaba la sarna, no mucho resollaron, por eso muchos no murieron: y el buen
hombre por eso dañó su cara, se vuelve rugosa, la nariz se hace rugosa, a algunos les hacía volteárseles
los ojos, los dejaba ciegos: luego esta totomoniliztli, después de sesenta dias, de sesenta días, salió, se
mitigó, fue amigabe, se sobrevivió: ya en Chalco el totominiliztli causó la sequedad, y muchos por ella se
estropearon: [no telic todos estropeados o tullidos?]. Se dio en el mes Teotleco (el dios sube): y se mitigó
en Panquetzaliztli (izado de la bandera); ahí decrecieron mucho los Mexica, los soldados valerosos.]
23 Códice florentino, libro XII, capítulo 29.
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nueva “sarna” llegaba, llevándose, esta vez, a los niños pequeños 24. Después otra, y otra
vez, cobraba la muerte su cuota al mismo tiempo que los españoles cobraban tributo25. Dice
fray Jerónimo de Mendieta:
Trato solamente de las pestilencias que han sucedido por enfermedad, y la primera
fue de viruelas, cosa que ellos nunca antes habían conocido. De esta llegó herido
cierto negro que vino en uno de los navíos del capitán Pánfilo de Narvaez, cuando el
año de veinte vino muy pujante sobre D. Hernando Cortés, y le cayó a cuestas. Y
como este negro salió a tierra, fuélas pegando a los indios de pueblo en pueblo, y
cundió de tal suerte esta pestilencia, que no dejó rincón sano en toda esta Nueva
España. En algunas provincias murió la mitad de la gente, y en otras poco menos. La
causa de morir tantos fue por ser enfermedad no conocida y no saber los indios el
remedio contra viruelas, y no haber aún venido los primeros frailes, que siempre han
sido sus médicos, así corporales como espirituales, y muy particularmente por la
costumbre que ellos tienen de bañarse a menudo, sanos y enfermos, en baños
calientes, con lo cual se les inflama más la sangre, y así morían infinitos por todas
partes. Y hartos fueron los que murieron de hambre, porque como todos caían de
golpe, no podían curar unos de otros, ni menos había quien les hiciese pan. Y como
en muchas partes morian todos los de una casa, y no podían enterrar a tantos,
echaban las casas encima de los muertos, dándoselas por sepultura. A esta
enfermedad llamaron los que quedaron vivos, huey zahuatl, que quiere decir la gran
lepra, porque desde los pies hasta la cabeza se henchían de viruelas. La segunda
pestilencia les vino también de nuevo por parte de los españoles, once años después
24 “Si bien la mayoría de las descripciones permiten una clara identificación de la epidemia de 1521, no
ocurre igual con la epidemia que empezó en 1531. Motolinia (1971:22), del cual copiaron otros autores
(Mendieta 1945, 4: 174), habla claramente de sarampión y menciona a un español infectado que se dice
trajo la enfermedad a México. No existe, sin embargo, una descripción de los síntomas. Los indios se
referían a la enfermedad como “pequeño sarpullido”, a diferencia del “gran sarpullido” de la anterior
epidemia de viruelas. Las fuentes en lengua azteca no informan sobre esta epidemia, con excepción de
Chimalpahin (1965: 7, 8), que utiliza el mismo término para viruelas, a saber, zahuatl. No obstante, su
información es de gran importancia porque habla de un sarpullido “leve” y “tenue” y subraya el hecho de
que las víctimas fueron niños en su mayoría.” Hanns J. Pren: “Brotes de enfermedad en la zona central de
México durante el siglo XVI”, en Juicios secretos de Dios…, Op cit. p. 69.
25 “Sólo fuentes indígenas informan de una epidemia ocurrida en 1532 (Chimalpahin 1965: 8; Codex
Mexicanus, lámina 79; Anales antiguos de México, n.º 179). El nombre elegido para la enfermedad,
zahuatl, se aplicó de igual manera a las dos epidemias anteriores, lo que sugiere una prolongación de la
infección. Otro término elegido por Chimalpahin, totomonaliztli, es mencionado también por los
informantes de Sahagún para la epidemia de 1520. Por lo tanto, no debe sorprendernos que en las fuentes
secundarias se considere la viruela como la responsable de esta ola epidémica.” Ibíd., p. 71-72. Sin
embargo, es difícil afirmar que se trataba de esta enfermedad ya que “Si se trató nuevamente de viruelas,
precisamente los sobrevivientes adultos de la epidemia de 1520, que adquirieron así inmunidad, en teoría
no debían haber perecido durante ese brote. Además, el número de niños que nacieron durante los doce
años transcurridos después de la primera epidemia seguramente era muy pequeño como para generar otro
brote.” Ibíd, p. 72.
Además, “Una fuente (Códice Telleriano- Remensis, p. 32) habla de una epidemia ocurrida en 1538 y la
describe como un brote de viruelas que causó muchas muertes. Como esta epidemia no se encuentra
mencionada en otras fuentes, es posible que la epidemia haya tenido lugar de una forma muy leve en un
área pequeña, o bien la persona que revogió la información haya sido responsables de un error
cronológico, o de otra naturaleza” Ídem. Otras epidemias del siglo XVI que tuvieron lugar en el altiplano
central fueron las de 1545-48, 1550, 1559-60, 1563-64, 1576-80, 1587 y 1895, v. Ibíd. passim.
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de las viruelas, y esta fue de sarampión, que trajo un español, y de él saltó en los
indios, de que murieron muchos, aunque no tantos como de las viruelas, porque
escarmentados del tiempo que las hubo, se puso mucha diligencia y se tuvo aviso de
que no entrasen en los baños, y se dieron otros remedios que les fueron de provecho.
A este sarampión llamaron ellos tepiton zahuatl que quiere decir pequeña lepra, por
ser más menuda. Pagóse en esto (si se puede decir paga) nuestra Europa de este
nuevo mundo, que de acá le llevaron las bubas (enfermedad natural de los indios y
allá nunca antes conocida), y en pago de ella envió acá la Europa su sarampion y
viruelas, allá muy usadas y acá de los indios nunca antes sabidas. La tercera
pestilencia grande y general vino en el año de cuarenta y cinco, que de reliquia de las
pasadas debió de retoñecer. Esta fue de pujamiento de sangre, y juntamente
calenturas, y era tanta la sangre, que les reventaba por las narices. De esta pestilencia
murieron en Tlaxcala ciento y cincuenta mil indios, y en Cholula cien mil, y
conforme a esto en los demás pueblos, según la población de cada uno. El año de
sesenta y cuatro se levantó otra mortandad al tiempo que el licenciado Valderrama,
visitador por S. M., hizo contar los indios y les acrecentó el tributo ... 26
Y cuenta Sahagún:
Después que esta tierra se descubrió: ha habido tres pestilencias muy universales y
grandes, allende de otras no tan grandes, ni universales. La primera fue el año de mil
quinientos veinte: que cuando echaron de México, por guerra a los españoles; y ellos
se recogieron a Tlaxcala hubo una pestilencia de viruelas, donde murió casi infinita
gente: después de esta y de haber ganado los españoles esta Nueva España, y
teniéndola ya pacífica y que la predicación del evangelio se ejercitaba con mucha
properidad el año de mil quinientos cuarenta y cinco, hubo una pestilencia
grandísima y universal donde en toda esta Nueva España murió la mayor parte de la
gente que en ella había: y yo me hallé en el tiempo de esta pestilencia en esta ciudad
de México en la parte de Tlatelolco y enterré más de diez mil cuerpos: y al cabo de la
pestilencia diome a mí la enfermedad, y estuve muy al cabo. Después de esto
procediendo la las cosas de la fe pacíficamente por espacio de treinta años poco más
o menos se tornó a reformar la gente: ahora este año de mil quinientos setenta y seis:
en el mes de agosto comenzó una pestilencia universal y grande: la cual ha ya tres
meses que corre y ha muerto mucha gente y muere y va muriendo cada día más no sé
que tanto durará ni qué tanto mal hará: y yo estoy ahora en esta ciudad de México en
la parte de Tlatelolco, y veo que desde el tiempo que comenzó hasta hoy, que son
ocho de noviembre siempre ha ido creciendo el número de los difuntos desde diez,
veinte, de treinta, a cuarenta, de cincuenta, a sesenta, y a ochenta y de aquí en
adelante no sé lo que será.27
Pero tal vez no haya nada que nos permita comprender tanto lo que estaba
ocurriendo como la oración proporcionada por los informantes de Sahagún28:
26 Historia eclesiástica indiana, pp. 514-515.
27 Historia general de las cosas de Nueva España, libro once, capítulo XII, párrafo octavo.
28 Esta oración se encuentra en el primer capítulo del libro sexto del Códice Florentino, probablemente haya
sido recogida por Sahagún en tiempos del Cocoliztli de 1545, puesto que Sahagún mismo afirma que en
esa época se encontraba recogiendo los materiales para su crónica (las últimas líneas del libro sexto del
Códice Florentino dicen: “Fue traducido en lengua española por el dicho padre Fray Bernardino de
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Ic ce capitulo, oncan mitoa: in tlatolli in huel in yollo in tech quizaya: in quitoaya:
in icuac quitlatlauhtiaya, in huey in teuuh catca, in yehoatl Tezcatlipoca: anozo
Titlacaoa, anozo Yaotl: in icuac cocoliztli momanaya, inic quipopoloz. Yehuantin ic
tlatlatlauhtiaya in tlenamacaque, inin teopixcahuan catca: iuh quimocuitiaya in ca
ixquich ihueli, amo ittaloni, amo matoconi: cenca mahuizauhqui in machyotlatolli, in
metaphoras: inic tlatoaya.
(…)
Auh iz nelle axcan, tlacatle totecuyoe: yohualle, ehecatle, moyocoyatzine
titlacaoane: quen quinnequi in moyollotzin, quecin tocommonennequiltia: cuix ye
oticmomacahuilli in mocuitlapil, in matlapial: cuix ye ixquich, cuix ye iuhqui, cuix za
yaz. Cuix za polihuiz, in macehualli: cuix tlamiz in tlatquitl, in tlamamalli? Cuix
cauhtimaniz, cuix yohuatimaniz in atl, in tepetl: cuix aoccan yez, cuix cuappachiuiz,
cuix tetemiz, in mocnoauh, in motepeuh: auh in mochialoca: in motetel in motzacual
imanca, cuix xiniz, cuix moyahuaz? ¿Cuix za aocmo? Cuix za ye ixquich, cuix ye
iuhqui: cuix aocmo ilotiz, in cuahuitl, in tetl: cuix aocmo cuepiz, in melleltzin, in
mocualantzin: ¿cuix aoc tle ic cehuiz in mozomaltzin, in melleltzin? Cuix za
otimacahualoque: cuix oitoloc in topan, in Mictlan, cuix omito, cuix aocmo zan, atl
cecec: ¿cuix aocmo zan tzitzicaztli, cuix nelli axcan: cemmayan tlayohuaz? ¿za
aocmo monacaztitlampatzinco ticmottiliz in macehualli? Aca ihuin mopoloa y, in
motzontlahuitzoa, inahuic motlaza, in acan hueli quichihua: a in itlanco, in icamac
tlalli: aca otlayohuac, ca iuhqui in oihuintihuac, ca za can huetzio:auh za quen
mopoloa o, ca zan niman aoc temachiz ca mamani, ca ouellayohuac, ca aoc ac teca:
ca zan ye mapizmiquilia in huapahualoni, in izcaltiloni, in conetzintli in
chichiltzintli: in aya quimomachitia. Ach atel ye nelli, a oconcahuili in nantli, intatli:
a huehuecuitlatl in quitzacua29.
Sahagún: después de treinta años, que se escribió en la lengua mexicana: este año de mil quinientos
setenta y siete”)
29 [Primer capítulo, donde se dice: la palabra que sale de junto al buen corazón: lo que decían cuando
rogaban, al gran dios que era, el dicho Tezcaltipoca: por otro nombre Titlacaoa, o Yaotl: cuando la
enfermedad se extendía, con lo cual se someterá. Por eso rezaban y rezaban los encargados del incienso,
los teopixque: y lo confesaban como todo poderoso, no se puede ver, no se puede palpar: maravillosas
eran las palabras, las metáforas, por las que hablaban.
(…)
Y aquí en verdad ahora, Señor, nuestro señor: ¡oh noche, oh viento¡, el que se crea a sí mismo, dueño de
todos: ¿qué quiere tu corazoncito?, ¿cómo lo deseas?: ¿acaso ya abandonaste la cola, el ala [a la gente]?:
¿acaso ya [es] todo?, ¿acaso ya de esta manera?, ¿acaso simplemente se irá?, ¿Acaso sólo se acabará el
hombre común: ¿acaso terminará el bulto, la carga [los gobernados]? ¿Acaso se volverá baldío, acaso se
extenderá la noche en el agua, el cerro (la ciudad)?: ¿acaso ya en ninguna parte estará?, ¿acaso se llenará
de árboles, acaso de piedras, tu miserable ciudad?: Y donde se espera: lugar de asiento, tu montículo, tu
pirámide, ¿acaso se desbaratará, se desparramará? ¿Acaso simplemente ya no? ¿Acaso simplemente ya es
todo?, ¿acaso ya de esta manera?: ¿acaso ya no se quitará el tronco, la piedra [el castigo]: ¿acaso ya no se
mudará tu venerable enojo, tu disgusto?: ¿acaso nada apagará tu enojo, tu disgusto? ¿Acaso sólo
quedaremos soltados?: ¿acaso fue dicho en lo que está encima de nosotros y en la región de los muertos
[fue decretado por lo que nos sobrepasa]?, ¿acaso se dijo?, ¿acaso símplemente ya no más agua helada,ya
no más ortiga? [ castigo]?, ¿acaso ahora, de verdad: todo se oscurecerá? ¿solo ya no miraras por detrás de
las orejas [mirar con cariño] al hombre común? De esta manera alguno se pierde, se sacude su cabeza
[está inquieto], de un lado a otro se arroja, en ningún lugar puede hacer nada: está en los dientes, en la
boca de la tierra: alguno oscureció, esta así como borracho, donde solo está la caída: y de este modo se
pierde, ya no se conoce a la gente, se oscureció completamente, ya nadie se hace acostar [ya nadie cuida
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“Ya nadie cuida de nadie”. “¿Acaso es esto ya todo?” No sorprende ya que el
carácter de la evangelización franciscana temprana haya tomado un matiz apocalíptico.
¡Verdaderamente el mundo se tambaleaba¡ En este contexto, algunos se pensaron
constructores de un Nuevo mundo, edificado sobre los cadáveres que dejaba la época. Esta
es la sustancia de la épica franciscana.
de nadie]: ya muere de hambre el que es criado, el que es fortalecido, el niñito, el bebecito que están
lactando: los que aun no tienen conocimiento. Pero en verdad ya lo ha dejado la madre, el padre: la
antigua inmundicia lo cubre.] V. también la traducción del mismo pasaje en Díaz Cintora, Salvador
(paleografía, trad., y notas). Oraciones, adagios, adivinanzas y metáforas. Libro sexto del Códice
Florentino. México, UNAM, 1995, pp. 13 y ss. Y también la traducción de Miguel León-Portilla
publicada en su artículo “Oraciones a Tezcaltipoca en las pestilencias, hambrunas y guerras” en Estudios
de Cultura Nahuatl, vol. 37, 2006, pp. 53-84.
Acerca de las consecuencias de esta cocoliztli existe un trabajo de Joaquín Carral Cuevas titulado Efectos
institucionales del Cocoliztli en la Nueva España, 1545-1548 (tesis de maestría en Historia, para la
Universidad Iberoamericana, México, 2008), aquí el autor afirma que fueron las epidemias el factor
decisivo para que la corona española adoptara las Nuevas leyes en contra del sistema de encomiendas y
en favor de la separación de las repúblicas de indios y de españoles, así como una política de protección
de los naturales y de congregaciones. Estas serían medidas para contrarrestar el descenso demográfico de
la primera mitad del s. XVI y la incapacidad de organizar el tributo y la fuerza de trabajo (recordemos que
existía el antecedente de La Española).
Con respecto a qué tipo de enfermedad fue el Cocoliztli, una reciente investigación apunta a que pudo
haber sido causada por Salmonella. V. la nota periodística en
https://elpais.com/elpais/2018/01/15/ciencia/1515997924_751783.html, desgraciadamente no conozco la
publicación científica en la que se basa dicha nota.
30 Mendieta cita la cuarta carta de relación de Hernán Cortés, del 15 de octubre de 1524: “Todas las veces
que a V. S. M. he escrito, he dicho a V. A. el aparejo que hay en algunos de los naturales de estas partes
para se convertir a nuestra santa fe católica y ser cristianos, y he enviado a suplicar a V. C. M. para ello
mandase proveer de personas religiosas de buena vida y ejemplo (…)” Historia eclesiástica indiana, op
cit. p. 183.
31 La llegada y primeras acciones de los franciscanos a Nueva España ocupa todo el libro tercero de su
Historia eclesiástica indiana.
32 Ibíd, p. 187.
127
Extremadura”33. Se dedicaron tanto a la enseñanza de la doctrina cristiana como a la
enseñanza de algunas artes y oficios. Organizaron también la provincia de la orden, que se
llamaría del Santo Evangelio, donde fundaron cuatro conventos: en México, Tetzcoco,
Tlaxcala y Huejotzingo34.
Pero la mies es mucha y los obreros pocos. Así que los frailes rogaron al cielo que
les proporcionase obreros35. La estrategia fue apoyarse en los mismos naturales. Los niños
les enseñaban sus lenguas y les ayudaban con las labores litúrgicas y evangelísticas. Dice
Mendieta:
Pues por la misma traza [Dios] quiso que se hiciese la conversión de este nuevo mundo
(que en número de gentes ha sido mayor que la que hicieron los apóstoles), no por otro
instrumento sino de niños, porque niños fueron los maestros de los evangelizadores. Los
niños fueron también predicadores, y los niños ministros de la destrucción de la idolatría.
Y puesto que los principales obreros fueron los bienaventurados religiosos que el Señor
escogió para enviar a este apostolado, con ser ellos en humildad, llaneza y sinceridad
harto semejantes a la pureza y inocencia de los niños, aún quiso humillarlos mucho mas,
y hacerlos mas semejantes a ellos, hasta ponerlos en necesidad de burlar con niños, y
hacerse niños con ellos. 36
¡Verdadero milagro que permitía la multiplicación de los obreros¡ Pero, ¿no es cierto
que los milagros también obran mediante la acción humana?, y nada más humano que el
poder: los niños fueron hijos de nobles y principales.
33 Gonzalbo Aizpuru, Pilar. Historia de la educación en la época colonial. El mundo indígena. México, el
Colegio de México, 1990, p. 26.
34 “Hecha esta elección y erigida esta provincia en custodia llamáronla Santo Evangelio; y con mucha
propiedad, porque los padres que la fundaban eran varones evangélicos, y de aquellos mismos que
fundaron la provincia de San Gabriel, que cuando lo erigieron en cuestodia le pusieron por nombre la de
el Santo Evangelio aunque después, cuando fue hecha provincia, la nombraron de el Arcángel San
Gabriel, por particulares motivos que tuvieron los prelados de aquel tiempo, como parece en el Memorial
de aquella provincia hecho por el padre fray Juan Bautista Moles, que anda impreso. Pero porque el título
que estos apostólicos varonas habían dado a su primera custodia no faltase diéronsele a esta segunda que
en estas Indias fundaron; y con mucha más razón que a la primera, pues en aquellas tierras ya era
conocido Cristo nuestro señor y su doctrino de muchos años atrás (…).
Hecha pues esta elección y electo (aunque con mucha repugnancia de su gusto) el santo padre fray Marín
de Valencia se dividió la custodia en cuatro monasterios, que fueron México, Tetxcuco, Huexotzinco y
Tlaxcalla; que éstas fueron las primeras cuatro casas donde nació la predicación de el evangelio en estas
India; y en ellas se recogió esta pequeña grey, y de ellas salían sus moradores a todas las cuatro partes de
este nuevo mundo, como dejamos dicho en el libro de la conversión, mostrando en esta cruz que hacían la
que predicaban de Cristo crucificado. ” Torquemada, Monarquía indiana. México, IIH-UNAM, Vol. 6,
pp.11-12, disponible en http://www.historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/monarquia/
index.html consutado en agosto de 2017.
35 Mateo 9: 37.
36 Historia eclesiástica indiana. Op. Cit. p. 221.
128
Así, cuenta Mendieta que al llegar los franciscanos a lo que sería la provincia del
Santo Evangelio se encontraron con los nobles y principales reunidos por el mismísimo
gobernador Cortés y advertidos de hacer lo que los frailes les pidiesen37. Los franciscanos
les pidieron a sus hijos. Los naturales acataron con desconfianza, de tal suerte que “algunos
no sabiendo en lo que había de parar el negocio, en lugar de traer a sus hijos, trajeron otros
mozuelos hijos de sus criados o vasallos38”. Con ellos, comenzaron las labores de
evangelización:
129
pudiera preparar a los naturales para conformar un clero indígena, para asumir cargos de
gobierno en las repúblicas de indios o para asumir algunas funciones intelectuales en
contextos que necesitaran de intermediarios especializados entre españoles e indios.
“Otros documentos aumentan la dificultad. Entre nuestros manuscritos tenemos dos anales referentes a
Tlatelolco, siendo el primero copia del que Boturini catalogó en su Museo con la marca Qno. 6° con Fs. 5.
130
que los tres sabios de oriente fueron a adorar al recién nacido Jesús en Belem, el día en que
simbólicamente el mundo adoraba, por primera vez, al Dios verdadero, en que el
cristianismo se afirmaba por primera vez en la historia como una religión universal y no
sólo del pueblo hebreo. Si los gentiles del viejo mundo habían sido llamados a la adoración
de Jesús, también los gentiles de estas nuevas tierras podrían acceder al evangelio, el
Colegio sería el facilitador del evangelio y su intermediario. Ese día, entonces, se celebró
con gran pompa la creación de dicha institución. Salieron en procesión desde México,
desde San Francisco, hasta Tlatelolco, y quien encabezaba la procesión era el virrey
Antonio de Mendoza, el obispo de México fray Juan de Zumárraga, y Sebastián Ramírez de
Fuenleal quien era obispo de Santo Domingo. Además, se predicaron tres homilías, la
primera de ellas antes de que la procesión saliese, la segunda cuando se realizó la misa en el
convento de Santiago en Tlatelolco y la tercera en el comedor de los frailes mientras se
disfrutaba de una comida costeada por el obispo Zumarraga. La administración del colegio
quedaría a cargo del fraile guardián del convento de Santiago, los niños se internarían por
tres años y combinarían el conocimiento de gramática latina, retórica, lógica, filosofía y
música con las actividades propias de la vida conventual, como el ir a misa y realizar los
rezos de las horas:
A prima noche decían los maitines de nuestra Señora, y las demás horas a su tiempo, y
en las fiestas cantaban el Te Deum laudamus. En tañendo a prima los frailes (que es
luego en amaneciendo) se levantaban y todos juntos en procesión venían a la iglesia
Ambos anales, como escritos por personas que presenciaron los sucesos o vivieron muy cerca de ellos,
deben tenerse en cuenta en esta discusión. En los primeros encontramos la siguiente noticia: “1533 -II
calli- Respondieron en latín los colegiales al rey (sic.) D. Antonio de Mendoza.”- En los segundos
hallamos estas otras razones: “1533 -Hablaron en latín los colegiales de Tlatelolco -1534. Llegó el rey
(sic.) D. Antonio de Mendoza”
Prescindiendo de los errores de fecha, tan comunes en nuestros primeros analistas, tenemos el hecho de
que a la llegada del virrey ya los colegiales hablaban latín, lo cual supone algún tiempo de estudios, y
apoya la opinión de Alamán de no haber sido el fundador del Colegio D. Antonio de Mendoza, sino que
en su tiempo se abrió solemnemente. Desde luego no resulta buena la fecha citada de 1537, pues los
anales hacen sincrónicos los dos sucesos, la apertura del Colegio y la venida del virrey; y como éste llegó
verdaderamente el año de 1535, parece lógico colocar en la misma fecha la fundación.
El mismo resultado dan los documentos auténticos tomados en consideración por el señor Icazbalceta en
la vida del señor Zumárraga. El primero que debemos examinar es una real cédula de la reina, fechada en
Valladolid a 3 de septiembre de 1536. Es contestación a carta del obispo, y en ella se aprueba la elección
hecha por el señor Zumárraga, de sesenta muchachos, de los que se educaban en los monasterios, para que
estudiaran gramática y otras facultades, habiendo hecho al efecto un colegio en la parroquia de Santiago
con acuerdo del presidente y oidores de la Audiencia, en el cual dichos muchachos con sus ropas y artes
entraron el día de Reyes.”
131
vestidos con sus ropas y dichas las horas de nuestra señora, en un coro bajo que hay en
la iglesia, oían una misa y de ahí se volvían al colegio a oír sus lecciones. 48
Los profesores que iniciaron la enseñanza del colegio fueron los mejores. Habían
destacado ya en las diversas provincias franciscanas en Europa. Provenientes de la
provincia franciscana de la Concepción49, de Salamanca50 y del territorio de la actual
Francia51, los primeros maestros fueron: fray Arnaldo de Bassacio, fray Bernardino de
Sahagún, que estuvo en el colegio por muchos años, y fray Andrés de Olmos, para la
enseñanza del latin; Fray Juan de Gaona, fray Francisco de Bustamante52 y fray Juan
Fucher para la enseñanza de retórica, lógica y filosofía.
Los otros galos que mencionan las fuentes eran fray Juan Focher, doctorado en París en leyes, teología y
cánones; fray Juan Badiano, que intervino en la misión de Michoacán; fray Marcos de Niza, gran
caminante, pionero de las misiones en el norte del país y tercer provincial del Santo Evangelio, y los
grandes gramáticos, distinguidos maestros del colegio de Taltelolco, fray Arnaldo de Basacio y fray
Maturino Gilberti.” Ibíd. p. 100-101.
52 Fray Francisco de Bustamante llegaría a ser provincial en la provincia del Santo Evangelio. Es además
conocida la polémica en que se vió envuelto en 1556 a partir de un sermón en que cuestionaba el culto de
la virgen de Guadalupe en el tepeyac. Al respecto véase la Versión paleográfica de Fray Fidel de Jesús
Chauvet de la “Información que el señor Arzopispo de México mandó practicar sobre un sermón que el 8
de septiembre de 1556 predicó fray Francisco de Bustamante acerca del culto de nuestra señora de
Guadalupe”, en http://www.proyectoguadalupe.com/PDF/infor_1556.pdf , consultado en junio de 2017.
53 Para entender el fracaso de este intento se debe resaltar que la situación colonial necesitaba de
intermediarios culturales mas no estaba dispuesta a ceder los lugares más altos de las jerarquías religiosas
(ni seculares). En este sentido, decir que los indios no eran aptos para el sacerdocio porque no les venía
132
permanencia en ellos de los conquistadores habían tenido una justificación educativa y
religiosa: el llevar el evangelio y doctrina cristiana a la totalidad del orbe. Pero las grandes
empresas necesitan grandes recursos y lo mismo sucedió con el Colegio: pronto empezó a
necesitar mayores recursos, sobre todo para la manutención de los colegiales.
133
Aunque en realidad, el desencanto que produjo el colegio, había sido muy temprano.
Hacia 1546 ya los Frailes franciscanos del convento de Santiago habían renunciado a su
dirección En realidad, cuando muere Velasco, el rectorado del Colegio ya llevaba algún
tiempo siendo ejercido por los naturales, un poco abandonados a su suerte. En estas
circunstancias, en el año de 1552 se encarga a Jacobo de Grado, director del colegio, la
elaboración de nuestro librito de plantas medicinales. Esto parece haberle dado nueva vida a
la institución56.
el edificio pronto volvió a arruinarse, lo cual indica que la reparación fue superficial y que posiblemente
no existió una concurrencia importante de escolares. Con base en las informaciones del cronista de la
Orden fray Agustín de Vetancurt, Borgia Steck afirma que unos años después de la fecha arriba citada, se
reconstruyeron salas para dar cursos elementales a niños indígenas y que en tales condiciones fue como
Vetancurt conoció el colegio, cuando a fines del siglo XVII, escribió su crónica franciscana” Vargas Lugo,
Elisa. Claustro Franciscano de Tlatelolco. México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1975, p. 28.
56 ¿Verdaderamente el Libellus produjo el apoyo Imperial hacia el Colegio? Parece que al menos fue uno de
los factores que influyeron en la opinión de Felipe II hacia el Colegio. El investigador Carlos Viesca
afirma que: “Por cédula del 18 de mayo de 1553 fueron estabelcidos los socorros que tan urgentemente
necesitaba el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. En este documento se ordenaba a don Luis de Belasco
que entregara ochocientos pesos de oro anuales al Colegio, tal y como se había señalado en la carta que
Felipe le dirigiera el 5 de junio del año anterior. Tal donativo debería de otorgarse anualmente hasta 1554,
pero la nueva cédula corría la fecha hasta 1558, con lo que el riesgo de que los niños indios que se
educaban en el Colegio se tuivieran que dispersar por falta de fondos para alimentarlos, vestirlos y
proveerles de los libros más elementales, quedaba conjurado. El primer resultado directo de la gestión que
sus autores esperabana de su Libellus, la ayuda al Real Colegio de Snta Cruz de Tlatelolco, se había
logrado a un año escaso de que éstos empezaran a redactarlo.” Carlos Viesca: “El Libellus y su contexto
histórico” en Kumate et. al. Estudios actuales sobre el Libellus de medicinalibus indorum herbis, op. Cit.,
p. 61.
57 Ibíd., p. 58.
58 Ibíd., p. 59.
134
La entrega del libro parece haberse realizado ante Felipe II 59. La plática de los hijos
fue conforme a los deseos de las partes. La concesión fue dada y se inauguraron los
negocios que permitirían el traslado de las raíces aclimatadas a Europa.
Carlos Viesca va más lejos aún. Afirma que el doctor sevillano Nicolás Monardes,
autor de uno de los libros más difundidos de la época acerca de las plantas medicinales
americanas60, conoció a Francisco de Mendoza61. Monardes fundo una compañía que
“movía todo género de mercancías de España a América y viveversa, y que todo parece
indicar que las plantas medicinales ocuparon, junto con los esclavos, un lugar
importante...”62 Entonces, si Monardes conoció a Mendoza y, por decirlo de algún modo,
“estaban en lo mismo”, ¿Conoció Monardes también el Libellus?63 En realidad, no importa
como se responda a esta pregunta, lo que es evidente es que el Libellus debe situarse en un
momento histórico caracterizado por la extracción de recursos y materias primas para
insertarlos en una economía mundial de expansión de los mercados europeos. Es ya un
ejemplo de conocimiento para el mercantilismo, aún a pesar de sí mismo.
“Enseñóseles también un poco de tiempo a los indios la medicina, que ellos usan en
conocimiento de yerbas y raíces, y otras cosas que aplican en sus enfermedades;
mas esto todo se acabó. Y ahora poco mas sirve el colegio de enseñar a los niños
59 “Mendoza entregó al príncipe Felipe, a cargo del gobierno de España en ausencia de su padre Carlos V, el
precioso manuscrito ...” Idem.
60 El liibro se titula Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, publicado
en Sevilla en 1574. La obra se puede consultar en
https://archive.org/details/primeraysegunda01monagoog
61 “Para esto sepan, que don Francisco de Mendoza, caballero muy ilustre, cuando vino de Nueva España y
Perú, me mostró una raíz grande, y otras raíces pequeñas, y me preguntó, qué raíces eran aquellas, yo
respondía que eran raíces de China, pero que me parecían muy frescas, dijome que así era, porque había
poco tiempo que se había cogido y traido de Nueva España. Yo me espanté de que allí la hubiese, como
creyente que sola la China la había: el me dijo que no sólo había en Nueva España China, pero que presto
vería traer mucha cantidad de Especería, de a do se traía aquella China lo cual creí, cuando ví la
contratación que hizo con su Magestad de traer a España mucha cantidad de Especería, que ya tenía
comenzada a poner y plantar: y yo vi Jengibre verde traído de allá, así mismo la China.” Ibíd, fo. 16 v.
consultado en Noviembre de 2017.
62 Viesca: “El libellus y su contexto histórico”. Op cit. P. 59.
63 La pregunta es de Viesca, Ibid, p. 60.
135
indios que allí se juntan (que son del mismo pueblo de Tlatelolco) a leer y a escribir
y buenas costumbres.”64
Resulta relevante que se diga que la medicina que se enseñaba era “la que ellos
usan”. Si el Libellus es un testimonio de esa medicina, ¿debemos pensar que en él esta
plasmada la medicina nahua? Un vistazo a lo que sabemos de los autores de nuestro Códice
nos puede ayudar a responder esta pregunta, o al menos a complejizar un poco el asunto.
Por otra parte, nos permitirá mencionar, aunque sea de pasada, que la dimensión política
está presente en la organización misma de nuestro documento.
Así pues, comencemos diciendo que los estudiantes del Colegio formaban parte de
los estratos más altos de la sociedad indígena. Los autores del Libellus, presumiblemente,
formaban parte de esta élite. ¿Quienes fueron, pues, estos autores65? Con base en el texto
mismo del Libellus, fueron dos: Martín de la Cruz y Juan Badiano66.
Por ejemplo, si se dice que Juan Badiano se limitó a traducir al latin la composición de Martín de la Cruz,
¿no deberíamos preguntarnos qué significa traducir?, ¿no será posible que Juan Badiano, tras haber
recibido una educación franciscana en el Colegio, haya sido quien activamente haya compuesto el
contenido del Libellus a partir de lo dicho por Martín de la Cruz, para hacerlo comprensible para la
mentalidad europea? Si tradujo al latín el Códice es porque podía leer y escribir en latin, ¿no es posible
que haya tenido acceso a algún manuscrito latino de Dioscórides o Plinio o algún otro manuscrito médico
de tradición europea? Todo indica que así fue. Pero existen también otras posibilidades: pudo haber
intervención de algún fraile o médico europeo para explicar el sentido de las distintas enfermedades; pudo
hacerse el documento a partir de algún esquema impuesto desde fuera del Colegio, etc. Sea como sea, es
evidente que hubo más participantes en la producción del documento y que no son reconocidos como
autores del mismo. De entre ellos, el más obvio es el tlacuilo, pues así como hubo alguien que “compuso”
la obra y alguien que la tradujo, así también hubo alguien que realizó sus pinturas.
Por otra parte, se dice que quién dio la orden de que se elaborara la obra fue Jacobo de Grado, quien
fungía como rector del Colegio. Dado que el Libellus se trataba de un encargo de suma importancia, es
altamente probable que su participación no se limitara a dar la orden de elaboración, sino que fuera él
quien organizara el equipo de trabajo para la realización de la empresa, que hiciera sugerencias y ejerciera
censura con respecto al modo de organizar la información contenida y que, dado su cargo, supervisara las
distintas fases del proceso de elaboración y revisara la versión final del libro. ¿Debemos considerar a
Jacobo de Grado como colaborador en el proyecto? Me parece que sí, cuando menos en cierto sentido,
muy semejante al sentido en que se dice, hablando de manera general, que Sahagún es autor del Códice
florentino.
66 Para las biografías de Juan Badiano y Martín de la Cruz, seguimos principalmente el artículo de Carlos
Viesca: “… y Martín de la Cruz, autro del Códice de la Cruz Badiano, era un médico tlatelolca de carne y
hueso.” en Estudios de cultura nahuatl, no. 25, México, IIH-UNAM,1995, pp. 479-498.
136
En primer lugar, hablemos de Juan Badiano, de quien se sabe tan solo lo que él
mismo escribe de sí en las palabras finales del Libellus:
Finis libellu herbarii, quem latinitate donaiut Joannes Badianus natione Indus patra
Xuchimilcanus eiusdem Colegii pretector.67
Es decir, sólo sabemos que Juan Badiano era originario de Xochimilco, que el
manuscrito se terminó de escribir el 22 de julio de 1552 en el día de la fiesta de santa María
Magdalena, que la traducción fue hecha por encargo de fray Jacobo de Grado quien era
rector del colegio, y que Juan Badiano era profesor del colegio en dicha época.
De Martín de la Cruz se puede inferir un poco más. En primer lugar, tenemos lo que
se dice de él en f. 1r del Códice. Allí se explica que el Libellus fue compuesto originalmente
por un indio médico del colegio de la Santa Cruz, cuyos conocimientos fueron adquiridos
por vía sola de experimentación. Dice:
Libellus de medicinalibus Indorum herbis,
quem quídam Indus, Collegii Sanctae Crucis Medicus,
composuit, nullis rationibus doctus, sed solis
experimentis edoctus.
67 “Yo te ruego una y otra vez, excelentísimo lector mío, que veas con buenos ojos lo que yo haya puesto de
trabajo en mi pobre traducción de este opúsculo herbario. Mucho más me gustara que mi obra toda
quedara en vano, y no que hubiera yo de sufrir tu rigurosísima censura, que sería muy severa. Has de
tener sabido que yo, en preparar esta obra he impendido algunas horas prolongadas, y eso no para hacer
alarde de ingenio, que a la verdad es casi nulo, sino por pura obediencia a que estoy con mucha justicia
obligado para con el eximio sacerdote y rector de esta casa de Santiago, apóstol y amartelado patrono de
los españoles. Quiero decir, para con el P. de la Orden de S. Francisco, fray Jacobo de Grado. Él fue quien
puso sobre mis hombros tal cometido. Seas feliz. En Tlatelolco, en el Colegio de Santa Cruz, en la fiesta
de Santa María Magdalena y en el año de la reparación del mundo de mil quinientos y cincuenta y dos.
Fin del libro herbario que puso en latín Juan Badiano, por raza indio, por nacimiento nativo de
Xochimilco, profesor en el mismo colegio” Traducción de Angel Ma. Garibay, en Libellus de
mediciinalibus indorum herbis, 1991. Op cit. p. 89.
137
Anno Domini Seruatoris 155268.
A partir de esto, tendríamos que preguntarnos, ¿en qué sentido Martín de la Cruz era
médico del Colegio? ¿Había estudiado en el mismo? ¿Estaba “asignado” al colegio? De ser
así, ¿por merced de quien se le concedió dicho puesto? En primer lugar, parece difícil
concebir a Martin de la Cruz como un alumno o profesor del Colegio, el texto mismo
afirma que no había recibido una formación teórica en medicina sino que había aprendido
empíricamente. Es decir, que no había recibido una enseñanza de tipo europeo69. Pero si
esto es cierto, ¿significaría entonces que los conocimientos que poseía eran conocimiento
de tradición indígena? Por otra parte, se han establecido influencias de la tradición médica
Galeno-hipocrática y de otros médicos y naturalistas, como Dioscórides, Plinio o Avicena,
en el contenido del Codice70. Por lo tanto, quien quiera que haya estado al origen de dicho
contenido era alguien con conocimientos en este ámbito. Así que tenemos algunas
opciones: o bien Martín de la Cruz aprendió todo lo que pudo del conocimiento médico que
traían consigo los europeos para convertirse en un médico “a la europea”, o bien Juan
Badiano no se limitó a traducir el texto al latín, sino que activamente realizó una
recomposición de lo prescrito por De la Cruz, para hacerlo corresponder con los códigos de
la medicina europea. Las dos opciones no son excluyentes. Por una parte, es imposible que
Badiano no hubiera modificado el sentido de lo dicho en idioma náhuatl al traducirlo al
latin, y por otra parte, si Martin de la Cruz era un médico vinculado al colegio de
Tlatelolco, ¿no supone esto que haya tenido que optar por practicar una medicina aceptable
para quienes regían la institución? Y esta medicina, ¿no tendría que presentarse, al menos
parcialmente, en un código comprensible, europeizado?
68 “Opusculo acerca de las hierbas medicinales de los Indios. Lo compuso un indio médico del Colegio de
Sata Cruz, que no hizo ningunos estudios profesionales, sino que era experto por puros procedimientos de
experiencia. Año de Cristo Salvador de 1552.” Ibíd, p. 13.
69 En el folleto elaborado en 1945 para recaudar fondos para la edición del Libellus en México se dice que el
profesor Agustín Aragón Leiva tenía documentación que probaba que Martín de la Cruz había aprendido a
curar en Chililico, la antigua casa de Sabiduría de Xochimilco, pero que por desgracia toda esa
documentación se perdió: “Cuando se esperaba una solución favorable de parte de la S. E.P y habíanse
consagrado ya desvelos incontables a analizar y estudiar el libro de Badiano y a traducir el texto latino, se
extravió un portafolio en el que se llevaba todo el documental sobre Badiano ….” Comite nacional pro-
Badiano, Op cit, p. 19. Además, “El valor de estos documentos era inapreciable, pues, gracias a ellos
Aragón Leuva creía poder demostrar que el doctor Martín de la Cruz fue uno de los últimos médicos
salidos de la escuela de sabiduría de Chililico, en Xochimilco. Hasta la fecha no ha sido posible recobrar
estos documentos...” Ibíd, p. 20. Aunque lo afirmado parezca poco creíble (parece ser más bien un relato
para aumentar el misterio con respecto a la figura de Martín de la Cruz), no se puede descartar el que
hayan existido dichos documentos.
70 Vid. Infra. Capítulo 0. Revisión historiográfica.
138
Se tiene conocimiento de algunos documentos, aparte del Libellus, donde se habla
de Martín de la Cruz. El doctor Carlos Viesca Treviño los ha presentado en un par de
artículos71. El primero de estos documentos es una merced que el virrey Antonio de
Mendoza le otorgó en 1550:
El segundo documento es una merced otorgada por Luis de Velasco en 1555, donde
se dice que Mártín era originario del barrio de San Martín de Tlatelolco y que era noble 73.
Un tercer documento, le daría el permiso a él y a Antón Hernández para curar libremente
enfermedades:
mandamiento del virrey Velasco dado en México, a 27 de mayo de 1551, fols. 148V
y 149r., en el que dice que por cuanto es informado que Martín de la Cruz y Antón
Hernández, indios vecinos de esta ciudad de la parte de Santiago, han tenido y
tienen experiencia de curar los indios de las enfermedades que entre ellos han
sucedido y suceden y que como personas hábiles han hecho y hacen muchas y
buenas curas, especialmente en los colegiales que están en el colegio de Santiago de
esta ciudad, y que se temen y recelan que algunas personas de los naturales de esta
tierra les pondrán impedimento en lo susodicho, y le pidieron al virrey les diese
licencia y facultad para que pudiesen curar entre los indios sin que a ello les
pusiesen impedimento alguno. Y por el virrey visto, atento que Martín de la Cruz y
Antón Hernando tienen experiencia en lo susodicho y que ante el virrey trajeron y
presentaron algunas yerbas con que curan, las cuales diz que son convenientes y
necesarias, por la presente da licencia y facultad para que en esta ciudad de México
y Santiago y otras cualesquier partes, puedan curar y curen entre los indios naturales
de esta tierra de las enfermedades que hubieren, y manda que en ello no les sea
puesto embargo ni impedimento alguno y libremente les dejen usar el dicho cargo 74.
71 “El Libellus y su contexto histórico” En Kumate. Op. Cit., pp. 49-84. “…Y Martín de la Cruz. Autor del
códice de la Cruz Badiano, era un médico tlatelolca de carne y hueso”, en Op cit. pp. 479-498.
72 Antonio de Mendoza, Merced a Martín de la Cruz para tener una haca. 14 de mayo de 1550. AGN. Ramo
Mercedes, vol. III, exp 90, fo. 44 r. Cit en Viesca. “…Y Martín de la Cruz. Autor del códice de la Cruz
Badiano, era un médico tlatelolca de carne y hueso”. Op. Cit., p.485. En “El Libellus y su contexto
histórico” también se menciona dicha merced, Op. Cit. P. 54.
73 Luis de Velasco, Mandato autorizando a Martín de la Cruz a portar ballesta, 6 de septiembre de 1555,
AGN, ramo mercedes, vol. iv, fol. 2015 v. Citado en Viesca, Carlos. “…y Martín de la Cruz”, Op. Cit. p.
486.
74 Resumen presentado por Silvio Savala en Asuntos de la gobernación de la Nueva España. Op. Cit. . 231.
Carlos Viesca hace referencia a esta ordenanza (“...Y Martín de la Cruz...”p. 488 y 489), y dice que el
original es el documento número 140 de la colección Hans P. Krauss de manuscritos hispanoamericanos
139
Entonces, el prestigio de Martín de la Cruz como persona capaz de curar era tal, que
era ampliamente reconocido por frailes y virreyes. Las autoridades gubernamentales le
permitían ejercer libremente su arte mientras que los frailes y colegiales del convento y
colegio de Tlatelolco lo requerían para hacer frente a la enfermedad. Pero hay dos aspectos
de esta ordenanza que llaman la atención. El primero es que la licencia les es otorgada para
“que pudiesen curar entre los indios”, lo cual parece estar implicando que no les era licito
curar españoles75. En segundo lugar, la licencia les permite curar sin que “les pusieres
impedimento alguno” ninguno de los “naturales de esta tierra”. ¿Por qué habría de entrar en
conflicto, pues, la labor de estos médicos, con ellos? ¿En que medida se estaban alejando de
los roles tradicionales del ticitl?, ¿o tendría que ver dicho conflicto con la vinculación de
Mártín y de Antón con las instituciones coloniales?, ¿era real el conflicto, o más bien el
miedo a que los naturales les impidieran ejercer su arte fue una mera argumentación ad hoc
para lograr el prestigio y potestades que representaba la licencia del virrey (es decir, que
existiendo ya el prestigio, se podría haber puesto cualquier pretexto para legitimar las
facultades extraordinarias)? Sea como fuere, lo que es evidente es que Marín de la Cruz se
encontraba en una posición privilegiada, cercano a las más altas jerarquías de la parcialidad
de Tlatelolco en todos los sentidos: como noble indígena, como portador de un
conocimiento reconocido por los franciscanos, y beneficiado y facultado para ejercer por
parte de virreyes.
de la librería del congreso en Washington D. C., fols 148v. Y 149r, pero que existe una copia facsimil en
AGN.
75 Así lo piensa Viesca y afirma que: “todavía en 1551 se mantenía vigente la idea que había servido de base
a la creación de las enfermerías y hospitales de indios anexos a los conventos franciscanos y existentes en
todas las fundaciones de don Vasco de Quiroga, la cual consistía en que los indios deberían ser atendidos
en sus enfermedades por médicos de su propia raza, quienes por fuerza conocerían mejor su naturaleza y
temperamento.” “...Y Martín de la Cruz...” p. 490.
140
protección y censura franciscana hizo que, por un lado, se evitara todo lo que pudiese
parecer “hechicería” o “idolatría”, mientras que por otro lado, permitió el intercambio de
conocimientos entre europeos y americanos, tal como lo demuestran las semejanzas del
Libellus con los herbarios medievales, el hecho de que haya sido escrito en latín y el hecho
de que ofrezca remedios para enfermedades europeas. La medicina del Libellus es, pues,
una medicina institucional y de carácter híbrido. La institución que la hizo posible fue el
Colegio de la Santa Cruz. Podemos, entonces, pensar al Libellus como el producto de un
conocimiento normado institucionalmente, al igual que un orden discursivo76.
Pero, digamoslo nuevamente, las ideas no surgen ex nihilo, sino que presuponen
ciertas condiciones materiales que las posibilitan. Entre estas condiciones materiales, el
carácter sociológico-institucional y los discursos precedentes (las fuentes) son causas
próximas que explican mucho del contenido de la obra y que permiten situarla en un tiempo
y espacio históricos, pues la muestran como un resultado de un proceso de exclusión e
inclusión de contenidos que a su vez son resultado de disputas y puestas en juego de
poderes institucionales. Pongamos un ejemplo. Tomemos una página cualquiera del
Libellus. En casi todas, se ofrece la imagen de una o más plantas. Pero la representación de
las plantas ya no es semejante a la representación de plantas o flores en la época
prehispánica. Se asemeja más bien a los herbarios medievales y renacentistas. Pero todas
las plantas son americanas. Se las representa de modo realista, de tal suerte que ha sido
posible identificar botánicamente a la mayoría de ellas. Pero en el Libellus no se representa
únicamente a la planta, sino que se ha tenido especial cuidado de representar las raíces
inmersas en el tipo de tierra o nicho ecológico en que crecen. En algunos casos, se utilizan
glifos convencionales de tradición prehispánica, como tetl (piedra) o atl (agua), para indicar
que la planta crece entre los pedregales o que crece en el medio lacustre. Debajo de la
planta se incluye una receta para combinar distintos recursos terapéuticos de tal suerte que
se pueda hacer frente a una enfermedad específica y se dan indicaciones acerca de cómo
preparar los remedios. Estos recursos son de tres tipos: plantas (principalmente), animales,
y minerales; y las enfermedades, casi todas, son enfermedades europeas (como la gota, la
76 Con respecto al “orden del discurso”, véase Foucault, Michel. El orden del discurso (1970). La traducción
consultada fue la de Alberto González Troyano, Tusquets editores, Buenos Aires, 1992.
141
mente de abdera, la calvicie, etc.). Además, la división tripartita de los recursos
terapéuticos recuerda a De materia medica de Dioscórides.
Entonces, ¿Por qué los autores eligieron como fuente a Dioscórides o Plinio?, ¿por
qué no hay referencia a las deidades prehispánicas si algunas enfermedades estaban
relacionadas con ellas, por ejemplo, las enfermedades de la piel con Xipe totec, las
hidropesia con Tlaloc?, ¿Por qué incluir una descripción de la preparación de los remedios
para las enfermedades y no una descripción de las “características de la planta”?, etc.
142
Mariano indios amantecas para curar y examinar a los de este oficio juntamente con Martín
de la Cruz>>”77
77 “...Y Martín de la Cruz”, p. 496. Dice Viesca que el documento original es el MS 1121 de la Ayer
Collection Newberry Library, Chicago, fo. 332V, pero que se encuentra citado y resumido en Peter
Gerhardt. Síntesis e índice de los mandamientos virreynales, 1548-1553. México, IIH-UNAM, 1992,
ficha 243, p. 62.
143