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El inicio de una investigación y algunos de sus componentes

Oscar Fernando López Meraz

Toda investigación inicia con una idea, pero es claro que no toda puede
ser considerada articuladora de un proceso investigativo. Para que eso
sucede debe contar con ciertas características: intrigue, aliente y excite al
investigador de manera personal; no son necesariamente nuevas, pero sí
novedosas; pueden servir para elaborar teorías y solucionar problemas
(Hernández, en Gallardo, 2017).

A su vez, la forma de comunicarla debe ser directa, clara, fácil de ser leída
y entendida, sin contener juicios de valor y factible. Pero aquí surge una
duda: ¿de dónde surgen las buenas ideas de investigación? Según
Quintana-Peña (citado en Gallardo, 2017), el investigador debe estar
atento a diferentes contextos para identificarlas. Así tendrían la misma
validez libros especializados como experiencias personales, pasando por
redes sociales, páginas web, y un largo etcétera (Hernández, citado por
Gallardo, 2017).

El siguiente momento es transformar esa idea en un tema de estudio,


y, posteriormente, en una pregunta inicial. Se está, en este momento,
en una fase exploratoria que debe comprender tres elementos: consulta
documental (fuentes de primera mano y literatura especializada),
consultar a informantes claves o expertos (bien podría hacerse por medio
de la comunicación directa con alguno de ellos o recurrir a, por ejemplo,
entrevistas en algún medio digital y/o impreso), y la observación directa de
lo que se desea investigar (Del Río, 2011).

Un buen tema se caracterizaría por los siguientes elementos: inquieten y


sean de nuestra preferencia, exista alguna experiencia personal sobre el
tema, consultar a profesores de esos temas, y apuntes o notas de clase,
examinar publicaciones y bibliografía disponible sobre el tema, informarse
sobre los temas afines, tener disponibilidad para conectarse con
instituciones cuyo fin sea relacionado con el tema escogido y problema
formulado (Tamayo citado por Gallardo, 2017).

La concreción del tema debe basarse, entre otras cosas, en delimitarlo


y justificarlo, pues “es la primera gran decisión que debe asumir el
investigador para iniciar su proyecto de investigación” (Zapata, citado en
Gallardo, 2017, 27). Esto requiere de un examen analítico por parte del
investigador. Ser consciente de que existen razones objetivas (relacionadas
con la pertinencia de su investigación) y subjetivas (como el interés
personal). La delimitación puede hacerse en varios sentidos, pero dos
resultan primordiales: temporalidad y espacialidad. No se puede, sin
embargo, olvidar que lo teórico también cumple una función importante
en la delimitación del tema.

La justificación, por su parte, se puede hacer desde tres órdenes: teórico


(abonar a la reflexión y el debate académico/teórico), metodológico (ubicar
la propuesta a desarrollar para generar nuevos conocimientos que pueda
ser replicable), y práctico (resolver un problema) (Bernal, 2010; Martins &
Palella, 2012, citados por Gallardo, 2017). También hay que considerar la
pertinencia del tema, y para ello Bernal (citado en Gallardo, 2017)
identifica los siguientes elementos: Que sea novedoso porque el tema se
ha tratado poco o no se ha tratado, que busque contrastar resultados e
investigaciones anteriores en otros contextos, que contribuya a resolver
un problema específico, que sea concreto y pertinente, que responda a
lineamientos concretos de la institución académica o grupo de
investigación donde se realizará la investigación (28).

Una vez desarrollado este proceso, se requiere iniciar otro: convertir el


tema en un problema, verdadero inicio de la investigación, a partir de
la formulación de interrogantes hechas por el investigador sobre algún
aspecto de la realidad que desconoce. Un correcto planteamiento del
problema (desarrollar con amplitud) deberá describir la situación
objeto de estudio, “ubicándola en un contexto que permita comprender
su origen, relaciones e incógnitas por responder” (Arias, citado por
Gallardo, 2017).

Además, sería necesario construir una síntesis introductoria sobre los


aspectos nodales de la investigación, las unidades de observación y los
conceptos básicos utilizados (Izcara-Palacios, 2014; Rojas-Soriano, 2013,
citados por Gallardo, 2017). Así, el planteamiento del problema de
investigación implica la recopilación y análisis de datos e información
teórica y empírica disponible sobre el tema, los cuales deben manejarse
en forma conjunta (Rojas, citado por Gallardo, 2017).

Pero ¿cómo se formula un problema (concretar el planteamiento) de


investigación? Habría dos maneras: descriptiva y una interrogativa. Esta
segunda parece la más adecuada por lo directo de su construcción y
porque compromete al investigador a darle respuesta. La pregunta
(general) de investigación debe responder a tres cosas: al qué de la
investigación, al marco teórico que la sustenta, y a la información (empírica)
disponible, además de estar en estrecha relación con el título del estudio.
Las preguntas específicas estarían orientadas a aspectos concretos del
problema, pero no a éste en su totalidad. Todas las preguntas están
relacionadas con los objetivos y supuestos e hipótesis.

Por su parte, los objetivos, siempre escritor en infinitivo, cumplen con la


función metodológica de orientar la investigación, además de indicar el
para qué de ésta y representar lo que se quiere lograr (Bernal, 2010;
Martins & Palella, 2012, citados por Gallardo, 2017). Existen dos tipos: el
general y los particulares. El primero es el de más amplio alcance, y los
segundos facilitarían alcanzar el general, tienen menor nivel de
abstracción (Del Río, 2011).

Por último, es necesario considerar dos elementos fundamentales. El


marco teórico/conceptual y los antecedentes. Aquél se inicia con la
revisión documental para identificar, recopilar y extraer información
sobre las categorías construidas/utilizadas para analizar el tema de
investigación o alguno cercano, y acercarse al objeto de estudio y su
interpretación. Los segundos tienen relación con el primero porque debe
consultarse en diferentes fuentes académicas información relativa a lo
que se desea investigar. En ambos casos, en mi opinión, se pueden
construir con base en el estado de arte: revisión en artículos, libros,
capítulos, tesis, etcétera. Algunos de los elementos a considerar son:
tema, enfoque teórico, metodología, y resultados, sin olvidar los datos de
nombre de autor, año, título, editorial, etcétera (Del Río, 2011).

Referencias:

Del Rio, O. (2011). El proceso de investigación: etapas y planificación de


la investigación. En Vilches, L. (coord.) La investigación en comunicación.
Métodos y técnicas en la era digital. Ed. Gedisa, 67-93.

Gallardo, E. (2017). Metodología de la Investigación: manual autoformativo


interactivo. Universidad Continental.

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