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c.

 23 de octubre de 1491
Nacimiento Azpeitia, Guipúzcoa, Corona de
Castilla

Fallecimiento 31 de julio de 1556
(64 años)
Roma, Estados Pontificios

Sepultura Iglesia del Gesù 

Nacionalidad Española

Religión Iglesia católica 

Familia

Familia Casa de Loyola 

Padres Beltrán II Ibáñez de Loyola 


Maria Sáenz de Licona y Balda 

Educación

Educado en Universidad de París

Información profesional

Ocupación Militar, presbítero católico de rito


latino y clérigo regular 

Cargos Prepósito General de la Companía


ocupados de Jesús (desde 1541juliano, hasta
1556juliano) 
Íñigo López de Loyola inició su carrera como hombre de armas formando parte de las
tropas oñacinas del reino de Castilla. En mayo de 1521, a los treinta años de edad cayó
herido en la Batalla de Pamplona cuando defendía la ciudad de las tropas francesas
de Enrique II de Navarra.[6] Este hecho sería determinante en su vida, pues la lectura
durante su convalecencia de libros religiosos lo llevaría a profundizar en la fe católica y
a la imitación de los santos. Propuso entonces peregrinar a Jerusalén, para lo cual
necesitaba llegar antes a Roma, pero antes pararía en Montserrat y Manresa, donde
comenzó a desarrollar sus Ejercicios espirituales, base de su espiritualidad.[7]
A su vuelta de Tierra Santa, comenzó sus estudios y a dedicarse a la predicación,
basándose en el método de sus Ejercicios. Sus actividades le hicieron sospechoso
de heterodoxo e incluso llegó a ser procesado en distintas ocasiones. Tras ver cerradas
las puertas a la predicación, decidió continuar sus estudios en París, donde
cursó filosofía y tuvo por compañeros a Pedro Fabro y Francisco Javier, entre otros.[7]
Ignacio y sus compañeros acabaron pronunciando un voto de pobreza, iniciaron
la Compañía de Jesús y decidieron peregrinar a Jerusalén, pero esta empresa resultó
imposible y finalmente optaron por ponerse a disposición del papa. Ignacio partió a
Roma junto a Pedro Fabro y Diego Laínez, experimentando durante todo el viaje
multitud de sentimientos espirituales y una especial confianza en que Dios les sería
favorable en esa ciudad.[7]
Allí se dedicó a impartir sus Ejercicios, pero pronto sufrió las críticas de personalidades
influyentes que difundieron rumores en su contra, acusándolo de ser un fugitivo de
la Inquisición. Para impedir que las acusaciones prosperasen y acabasen impidiendo su
actividad, Ignacio quiso que se abriese un proceso formal para así ser declarado
públicamente inocente.[7]
Después de esto se procedió a designar al primer general de la Compañía de Jesús,
resultando Ignacio elegido unánimemente por sus compañeros. Sin embargo, rechazó la
designación y pidió que la votación se repitiese tras madurarlo más profundamente.
Volvió a ser elegido en segunda votación y, tras reflexionar y confesar sus pecados,
finalmente aceptó.[7]
Estuvo quince años al frente de la Compañía de Jesús como General, permaneciendo en
Roma. Murió el 31 de julio de 1556 y su cuerpo, que fue inicialmente sepultado en la
iglesia de Santa Maria della Strada, fue trasladado a la iglesia del Gesù, sede de la
Compañía. El papa Gregorio XV lo canonizó el 12 de marzo de 1622 junto
con Francisco Javier, Felipe Neri, Teresa de Jesús e Isidro Labrador.[7]
NiñezEditar
Íñigo (Ignacio) era el menor de trece hermanos, todos ellos hijos de Beltrán
Yáñez de Oñaz y Loyola, VIII señor de la casa de Loyola de Azpeitia, y Marina Sáez
de Licona y Balda, natural de la villa vizcaína de Ondarroa, donde nació en la Casa
torre Likona perteneciente a su familia. El padre era miembro de la noble e
ilustre familia de la casa de Balda de Azcoitia. Su niñez la pasó en el valle de
Loyola, entre las villas de Azpeitia y Azcoitia, en compañía de sus hermanos y
hermanas. Su educación debió ser marcada por las directrices del «duro
mandoble» y del «fervor religioso», aunque nada cierto se sabe de la misma.
JuventudEditar
En el año 1507 y en coincidencia con la muerte de la madre de Ignacio, la
señora María de Velasco —mujer del contador mayor de Castilla, Juan Velázquez
de Cuéllar— pidió al padre de Ignacio, Beltrán, que le mandase un hijo para
educarlo en la corte.[11] Entre los hermanos decidió enviar a Iñigo, el menor,
quien marchó a Arévalo, donde pasaría once años, hasta 1518. En Arévalo
participó en la rebelión de la villa contra la decisión de Carlos I de otorgarla en
señorío a la reina Germana de Foix junto a las vecinas Olmedo y Madrigal de las
Altas Torres. Tras la rendición de Arévalo, en marzo de 1517, y presenciar la
ruina y muerte de Juan Velázquez de Cuéllar, continuó realizando frecuentes
viajes a Valladolid, manteniéndose siempre muy cerca de la Corte, ya que su
protector era consejero real, además de contador mayor del reino.
En este tiempo aprende lo que un gentilhombre debe saber, el dominio de las
armas. La biblioteca de Arévalo era rica y abundante, lo que dio alas a su afición
por la lectura y, en cuanto a la escritura, no dejó de pulir su buena letra. Se le
consideró «un muy buen escribano». Él mismo se califica en esos tiempos como
«dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de
armas con un grande y vano deseo de ganar honra».

En 1517 Velázquez de Cuéllar cayó en desgracia, al morir Fernando el Católico, y


al año murió. Su viuda, María de Velasco, mandó a Íñigo a servir al duque de
Nájera, Antonio Manrique de Lara, que era virrey de Navarra, donde dio
muestras de tener ingenio y prudencia, así como noble ánimo y libertad. Esto
quedó reflejado en la pacificación de la sublevación de Nájera en la Guerra de las
Comunidades de Castilla (1520-1522), así como en conflictos entre villas
de Guipúzcoa, en los cuales destacó por su manejo de la situación.
En 1512 las tropas castellanas conquistaron el Reino de Navarra, con varios
episodios bélicos posteriores. En 1521 se produjo una incursión de tropas
franco-navarras procedentes de Baja Navarra en su intento de reconquista y
expulsión del invasor, en las que participaban los hermanos de Francisco Javier.
Al mismo tiempo se sublevó la población de varias ciudades, incluida la
de Pamplona. Iñigo, que luchaba con el ejército castellano y se encontraba en
Pamplona en mayo de ese año, cuando llegaron las tropas franco-navarras,
resistió en el castillo de la ciudad, que fue asediado, arengando a sus soldados a
una defensa que resultaba imposible.[12] En el combate fue alcanzado por una
bala de cañón que pasó entre sus dos piernas, rompiéndole una e hiriéndole la
otra. La tradición sitúa el hecho el 20 de mayo de 1521, lunes de Pentecostés. El
castillo cayó el 23 o 24 del mismo mes. Se le practicaron las primeras curas y se
le trasladó a su casa de Loyola.
La recuperación fue larga y dolorosa, y con resultado dudoso, al haberse
soldado mal los huesos. Se decidió volver a operar y cortarlo, soportando el
dolor como una parte más de su condición de caballero.

En el tiempo de convalecencia, leyó los libros La vida de Cristo, del


cartujo Ludolfo de Sajonia, y el Flos Sanctorum, que hicieron mella en él. Bajo la
influencia de esos libros, se replanteó toda la vida e hizo autocrítica de su vida
como soldado. Como dice su autobiografía:
En Barcelona se hospedó en el Monasterio de Montserrat de los benedictinos (25 de
marzo de 1522), donde colgó su vestidura militar frente a la imagen de
la Virgen y abandonó el mismo con harapos y descalzo. De esa forma llegó
a Manresa, donde permanecería diez meses, ayudado por un grupo de mujeres
creyentes, entre las cuales tuvo fama de santidad. En esta etapa vivió en
una cueva en donde meditó y ayunó. De esta experiencia nacieron los Ejercicios
espirituales, que serían editados en 1548 y son la base de la espiritualidad
ignaciana.
En Manresa se produjo el cambio drástico de su vida, «cambiar el ideal del
peregrino solitario por el de trabajar en bien de las almas, con compañeros que
quisiesen seguirle en su camino».

Llegó a Roma y, seguidamente, el 4 de septiembre de 1523 a Jerusalén, de


donde tuvo que volver a Barcelona.
Su amiga Isabel Roser le aconsejó que iniciase estudios. Aprendió latín y se
inscribió en la universidad. Estudió en Alcalá de Henares desde 1526 a 1527; vivió
y trabajó en el Hospital de Antezana como enfermero y cocinero para los
enfermos. Posteriormente, fue a Salamanca, hablando a todos sobre sus
ejercicios espirituales, cosa que no fue bien vista por las autoridades y le acarreó
algunos problemas, y lo llegaron a encarcelar algunos días. En vista de la falta
de libertad para su plática en España, decidió irse a París.
Estudios en ParísEditar
En febrero de 1528 entró en la Universidad de París, donde permaneció más de
siete años, aumentando su educación teológica y literaria, y tratando de
despertar el interés de los estudiantes en sus Ejercicios espirituales.
Para 1534, tenía seis seguidores clave: Francisco Javier, Pedro Fabro, Alfonso
Salmerón, Diego Laínez, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues (portugués).
Viajó a Flandes e Inglaterra para conseguir dinero para su obra. Tenía ya muy
perfilado el proyecto y los compañeros que le siguieron. El 15 de agosto de
1534 los siete juraron en Montmartre «servir a nuestro Señor, dejando todas las
cosas del mundo» y fundaron la Sociedad de Jesús, que luego sería llamada
la Compañía de Jesús. Decidieron viajar a Tierra Santa y, si no podían, ponerse a
las órdenes del papa.
Ignacio partió para su tierra por motivos de salud, donde permaneció tres
meses. Luego hizo varias visitas a los familiares de sus compañeros, entregando
cartas y recados, y se embarcó para Venecia, donde pasó todo el año de 1536,
que aprovecharía para estudiar. El 8 de enero de 1537 llegaron los compañeros
de París.

El papa Paulo III les dio la aprobación y les permitió ordenarse sacerdotes. Fueron


ordenados en Venecia por el obispo de Arbe el 24 de junio. Ignacio celebraría su
primera misa en la noche de Navidad del año 1538. En ese tiempo se dedicaron
a predicar y al trabajo caritativo en Italia. Partió a Roma a pedir permiso para ir a
Jerusalén y se lo dieron, pero por problemas bélicos no pudieron llegar y se
pusieron a las órdenes del papa.
En el viaje a Roma sucedió un hecho importante en la vida de Ignacio. En La
Storta, localidad al norte de Roma, tuvo una experiencia espiritual de
excepcional trascendencia, que su autobiografía recoge así:
Esto determinaría la fundación de la Compañía de Jesús; sería el remate a lo que
comenzó en Manresa con los ejercicios espirituales. La directriz era clara: ser
compañeros de Jesús, alistados bajo su bandera, para emplearse en el servicio
de Dios y bien del prójimo.

En octubre de 1538, Ignacio se encaminó hacia Roma, junto con Fabre y Laínez,


para la aprobación de la constitución de la nueva orden. Un grupo de
cardenales se mostró a favor de la constitución y Paulo III confirmó la orden
mediante la bula Regimini militantis (27 de septiembre de 1540), pero limitaba el
número de sus miembros a sesenta. Esta limitación fue revocada a través de la
bula Injunctum nobis (14 de marzo de 1543). Así nacía la Societas Iesu, la
Compañía de Jesús o, como se le conoce comúnmente, «los Jesuitas».
En abril de 1541, Ignacio fue elegido superior general de su orden religiosa. Envió
a sus compañeros como misioneros por Europa para crear escuelas,
universidades y seminarios donde estudiarían los futuros miembros de la orden,
así como los dirigentes europeos.
En 1548, sus Ejercicios espirituales fueron finalmente impresos y fue llevado
incluso ante la Inquisición romana, pero fue rápidamente exculpado. Ignacio,
con la ayuda de su secretario Juan Alfonso de Polanco, escribió las Constituciones
jesuitas, adoptadas en 1554, las cuales crearon una organización monacal,
exigiendo absoluta abnegación y obediencia al papa y superiores (perinde ac
cadaver, «disciplinado como un cadáver»). Su principio fundamental se volvió el
lema jesuita: Ad maiorem Dei gloriam («A mayor gloria de Dios»).
Los jesuitas jugaron un papel clave en el éxito de la Contrarreforma.
La Compañía se extendió por Europa y por todo el mundo y solamente está
obligada a responder de sus actos ante el papa.

En 1551 Ignacio de Loyola quiso que se le sustituyera al frente de la Compañía,


pero su solicitud de renuncia fue rechazada. Al año siguiente murió Francisco
Javier, a quien Ignacio tenía en mente para que le supliera.
Surgieron divergencias en el seno de la dirección de la Compañía. Simão
Rodrigues, uno de los fundadores, se rebeló contra Ignacio desde
Portugal, Bobadilla criticó el modo de mando de Ignacio, y su amiga Isabel
Roser quiso fundar una compañía femenina, a lo que Ignacio se negó.
Dirigió la Compañía desde su celda en Roma y fue ordenando todo lo que había
ido creando hasta poco antes de su muerte. La Compañía creció y pasó a tener
miles de miembros, a la vez que se granjeó muchos amigos y enemigos por
todo el mundo.
Murió el 31 de julio de 1556 en su celda de la sede de los Jesuitas en Roma,
como consecuencia de una larga enfermedad ligada a la vesícula

El número de instituciones educativas dedicadas al santo es proporcional a la


inmensa labor educativa llevada a cabo por la Compañía de Jesús.
Véanse también: Categoría:Universidades jesuitas y Colegios Jesuitas.

MéxicoEditar
Presente en México bajo el nombre de Universidad Iberoamericana con campus
en Ciudad de México, León, Puebla, Tijuana y Torreón. Forma parte de Asociación
de Universidades confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL) y
del Sistema Universitario Jesuita. En la ciudad de Guadalajara cuentan con
el ITESO (Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente).
En la ciudad de Santiago de Querétaro, la Universidad Autónoma de Querétaro fue
fundada el 20 de agosto de 1625, como Colegio de San Ignacio de Loyola y
renombrada el 24 de febrero de 1951 como UAQ.
En el puerto de Acapulco, Guerrero, la Universidad Loyola del Pacífico se fundó en
el año de 1992.
PerúEditar
En el virreinato del Perú, en el Cuzco, había una universidad regentada por los
jesuitas de este nombre.

En Lima se encuentran la Universidad San Ignacio de Loyola, el Colegio San


Ignacio de Recalde y el Instituto San Ignacio de Loyola, que paradójicamente
llevan el nombre de Ignacio pero no son instituciones jesuitas. La Universidad
Antonio Ruiz de Montoya y la Universidad del Pacífico, ambas con sede en Lima,
forman parte de AUSJAL.
San Ignacio de Loyola dejó los siguientes escritos:

 Autobiografía de San Ignacio de Loyola (en Wikisource)[15]


 Directorios de ejercicios: observaciones sueltas que aclaran algún punto del modo de
impartir los Ejercicios espirituales.
 Forma de la Compañía y Oblación: texto en el que relata los días de su elección como
general de la Compañía en 1541.
 Deliberación sobre la pobreza.
 Diario Espiritual: mociones recibidas por san Ignacio entre febrero de 1544 y febrero
de 1545.
 Constituciones de la Compañía de Jesús: reglamento de la Compañía, escrito en 1544.
 Reglas de la Compañía de Jesús.
 Cartas e Instrucciones: epistolario escrito a diferentes personas entre 1524 y 1556.

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