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Tema 31: LOS REINOS PENINSULARES EN

LOS SIGLOS XIV y XV. CONFLICTOS


SOCIALES. DIVERSIDAD CULTURAL

ÍNDICE

1. Castilla

1.1. Rasgos sociopolíticos

1.2. Evolución histórica

2. Aragón

2.1. Rasgos políticos

2.2. Lucha de estamentos y guerra civil

3. Navarra, Portugal y Granada

4. Reyes Católicos

5. La cultura en la Baja Edad Media

6. Conclusión

BIBLIOGRAFÍA

INTRODUCCIÓN

El siglo XIII es el siglo en el que el modo de producción feudal y sus técnicas


productivas llegan al límite de sus posibilidades, pero es en el siglo siguiente cuando se
rompe definitivamente el equilibrio entre recursos y población, amén de una crisis
general agravada por la Peste. En toda Europa se produce una recesión demográfica y
económica que retrasa la adopción del espíritu humanista y sume a gran parte del
continente en un clima de desasosiego y caos social.

El siglo XV resuelve los antagonismos sociales a su favor, momento en el que los reyes
instauran monarquías autoritarias, aunque en el camino encontraron no pocas
dificultades: las guerras campesinas, la guerra civil catalana, la inflación monetaria o las
continuas reacciones de la nobleza para conservar su modo de vida.
Por razones de espacio, nos centraremos en las coronas de Castilla y Aragón al ser el
germen de la Monarquía Hispánica que introduce en nuestro territorio la concepción del
estado moderno.

1. CASTILLA

1.1. Rasgos sociopolíticos

En general hablamos de un lugar donde el poder se haya más centralizado que en el


resto de territorios peninsulares. La monarquía tiene una clara supremacía sobre la
nobleza, aunque no sin oscilaciones.

Por un lado tenemos una monarquía de tradición centralizadora que, desde el principio,
contaba con las Cortes como un arma contra el poder nobiliario. Aunque su valor fuera
meramente consultivo, jugaba un papel preponderante en las frecuentes minorías como
defensoras de los intereses del monarca. Por otro lado, los cargos cortesanos están
copados por la nobleza, lo cual fue el germen de la futura inestabilidad social.

La evolución de la monarquía es precoz. Durante estos siglos los reyes acapararían el


poder buscando la uniformidad legislativa y construyendo sus propios organismos como
la Chancillería o el Consejo Real. Desde muy pronto, los príncipes pudieron permitirse
instaurar un ejército profesional y un cuerpo de regidores que velase por el
sometimiento del territorio a su autoridad.

Podría decirse que el poder regio se consolidaba de manera más sencilla en una tierra de
adquisición reciente, debido al papel que jugaron las monarquías durante la reconquista.
Una economía de base agraria y una nobleza lanar no tan pujante como la de sus
vecinos aragoneses, con abundancia de tierras yermas y tocada por la crisis demográfica
del siglo XIV. A pesar de su potencial reducido, esta nobleza se hizo poderosa durante
el siglo XV, donde además surgió una burguesía que controlaba la actividad portuaria.

1.2. Evolución histórica

La crisis del siglo XIV se tradujo en un conflicto sucesorio tras la muerte de Alfonso X,
del que nobles castellanos y aragoneses trataron de beneficiarse. Sin embargo, la
mayoría de Alfonso XI frustró las intentonas de la nobleza al hacer cumplir el
Ordenamiento de Alcalá y al conseguir victorias contra los benimerinos en Algeciras.

Pedro I el Cruel fue su sucesor, el cual continuó avasallando a la nobleza aliándose con
judíos y burgueses, lo cual, sumado al caos social de la crisis, le granjeó un recelo
popular que aprovecho su hermanastro Enrique de Trastámara para destronarlo. Esta
dinastía bastarda llega al trono en 1369, y su advenimiento significa un periodo de
“anarquía nobiliaria”, donde el caos social y las guerras civiles serían una constante a
pesar de los intentos centralizadores.

La dinastía Trastámara acumuló poca popularidad en Castilla debido a sus dificultades


para mantener el orden y a sus pintorescas maniobras de política exterior (apoyo al papa
de Avignon, incursiones contra los turcos, reclamo de Portugal…). Juan II de
Trastámara, en el siglo XV, supo instaurar cierto orden recrudeciendo la lucha contra las
pretensiones de la nobleza, pero el descrédito seguía vigente. Gobernando Enrique IV el
Licencioso, cuyo nombre habla por sí solo, se produciría una nueva crisis sucesoria que
capitalizaría su hermana Isabel, futura reina católica.

Cabe mencionar la abundancia de conflictos campesinos, algunos muy cruentos como el


de los Irmandiños del siglo XV, especialmente radicalizados. Esto se debe a que los
Trastámara, en pago a los nobles por apoyar su subida al trono, adoptaron la política de
laissez-faire en sus señoríos, además de consolidar sus privilegios mediantes las leyes
de mayorazgo. Los campesinos sometidos al inhumano régimen señorial protestaron
apoyados en la pequeña nobleza y en la burguesía, pero estos movimientos fueron
reprimidos duramente.

2. ARAGÓN

2.1. Rasgos sociopolíticos

En general, la corona de Aragón era un organismo de carácter federal – salvando las


distancias- poco dado a la centralización política. Su interior desarrolló una economía
agropecuaria similar a la de Castilla, pero en el litoral se desarrollaba una actividad
comercial que competía directamente con Génova y Venecia, con una poderosa
industria textil y naval, caldo de cultivo para una oligarquía fuerte y una pujante
burguesía urbana concentrada en el núcleo catalán.

Con sus reyes endeudados con los magnates por costear su expansión por el
Mediterráneo (la Corona de Aragón controlaba Sicilia, Nápoles, Atenas y Neopatria), la
oligarquía catalana acumulaba fuerzas ante el primer síntoma de debilidad de la corona.
El sistema de gobierno se conoce como pactismo, donde la jurisdicción regia era muy
limitada y el poder se ejercía desde organismos como las Cortes y la Generalitat (creada
por Alfonso XI), que eran de facto bastiones de la oligarquía para presionar por sus
intereses.

2.2. Evolución histórica

La historia de la Corona está marcada por una intensa lucha social tanto en el campo
como en la ciudad, amén de por un litigio constante entre nobles, oligarcas y reyes. La
crisis del siglo XIV afectó especialmente a Cataluña, que experimentó un ciclo de
guerra y malas cosechas que la llevaron a una guerra civil en la segunda mitad del siglo
siguiente. Los territorios costeros y las islas se llevaron la peor parte de la Peste, que
arrebató un cuarto de la población.

En el seno de estas condiciones surge la tensión entre los campesinos de remensa del
Ampurdán y sus señores, siendo estos primeros beneficiados por privilegios ante el
miedo de los señores a que sus tierras se quedasen yermas tras los estragos de la Peste.
Queriendo los señores imponer sus antiguos privilegios y, en el marco de la guerra civil
catalana, los campesinos enriquecidos solicitan ayuda al rey y forman el Sindicat del
Ampurdán desde el que comienzan litigios con sus antiguos señores. Depuradas las
tendencias más radicales de los campesinos, la corona encontrará en ellos un apoyo
importante. La guerra campesina acaba con la Sentencia Arbitral de Guadalupe de 1486,
a favor de los intereses del Sindicat.

Las luchas campesinas ocurrieron en más territorios durante los siglos XIV-XV, como
la guerra de los forans mallorquines, que fueron aplastados por las tropas del rey y
condenados a la miseria y a la explotación.

En las ciudades el antagonismo está en la pequeña burguesía y la oligarquía portuaria,


entre los que existía un tradicional pacto tácito hasta el advenimiento de la crisis. La
pequeña burguesía exigía medidas proteccionistas, mientras que los oligarcas tenían
intereses contrarios, al ser ellos en su mayoría importadores de trigo y tejidos, además
de grandes rentistas.

Los dos bandos estuvieron claros en el siglo XV, cuando el rey aprobó la creación de
sindicatos menestrales y la mayoría de las ciudades adoptaron el sistema de la
insaculación – una especie de gobierno electoral favorable a los intereses de la pequeña
burguesía- . Este estamento social se agrupó en un organismo que llamaban la Busca. La
reacción de la oligarquía no se hizo esperar y, atrincherados en la Generalitat y otras
instituciones, llevaban a cabo un boicot constante. A este bloque lo llamaron la Biga.

En cuanto a la monarquía, los Trastámara hicieron acto de presencia con la muerte de


Martín I el Humano sin descendencia tras conseguir influencia en Aragón con los
acuerdos de Caspe de 1412. Su llegada, en este caso, supuso un toque de atención a los
oligarcas, acostumbrados a reyes más interesados en hacer fortuna por el Mediterráneo
que en gobernar.

Con figuras como la de Fernando I y Alfonso V de Trastámara, se respetaron las


instituciones locales y se aseguraron las antiguas posesiones del Mediterráneo. Pero el
empeño de sus descendientes en instaurar una monarquía autoritaria les llevó a un
enfrentamiento abierto con la Biga, que estalló en forma de guerra civil en 1460.

El rey Juan II buscó apoyos en los campesinos de remensa, el clero y parte de los
menestrales de la Busca, además de solicitar la ayuda de Luis XI de Francia, por la que
pagó con Rosellón y Cerdeña. Consiguió la rendición de la Biga en Barcelona, pero la
guerra supuso la ruina económica y social de Cataluña, cuya mayor parte de la
población se desplazó a Valencia, ciudad que durante el siglo XV tendría la hegemonía
en las transacciones portuarias.

3. Navarra, Portugal y Granada


Navarra tendría menos influencia al no haber participado de la misma manera en el
proceso de reconquista, con lo que giraría en la órbita francesa durante el siglo XIV. La
influencia de los Trastámara llegó con el reclamo de Juan II que, casado con la reina
francesa que falleció, reclamó sus derechos y tras una guerra civil de la que salió
victorioso, colocó a su hija Leonor y la casó con Gastón de Foix. Navarra sería
incorporada a la Corona de Castilla en el siglo XVI.

El reino de Granada, por su parte, constituía el último reducto musulmán en el siglo


XV, fundado dos siglos antes por Alhamar de la dinastía nazarí. Lo que explica que no
fuera conquistado antes era su condición de vasallo de Castilla, al que importaba
sustanciosas parias en forma de oro sudanés y también, a sus relaciones comerciales con
Génova, ventajosas para el resto de reinos peninsulares. Finalmente fue conquistada en
1492 por los Reyes Católicos tras la guerra de Granada, en la que Muhammad XII
(Boabdil el Chico) entrega la ciudad a los mismos y marcha a Marruecos.

Portugal durante el siglo XIV siguió una estrategia de alianzas matrimoniales y reclamo
de derechos sobre el resto de reinos peninsulares. El siglo XV supondría la llegada de la
dinastía de Avís, centrada en la expansión atlántica y africana, pero también en reclamar
su derecho sobre el trono de Castilla apoyando a Juana la Beltraneja en la guerra civil
castellana, cuya derrota supuso la entronización de Isabel la Católica.

4. Los Reyes Católicos

El resultado de la guerra civil castellana (tratado de Alcaçovas, 1479) coloca a Isabel en


el trono de Castilla, mientras que Fernando el Católico hereda el cargo de Aragón de su
padre, Juan II. Diez años después del matrimonio secreto entre sendos infantes, ambas
coronas se unen en torno a una corte itinerante. La Concordia de Segovia otorga a
Fernando amplios poderes sobre Castilla, con lo que nacería la costumbre de delegar
responsabilidades colocando en Aragón un virrey.

El matrimonio trata de restaurar el orden monárquico en ambos reinos. Castilla y


Aragón están unidas, pero funcionando de manera autónoma cada una con sus propias
instituciones y moneda.

La reforma política busca la paz social en el territorio hispánico. Al mismo tiempo que
se amplían las leyes de mayorazgo, consiguen alejar a la alta nobleza de la
administración. Los reyes se servirán de un cuerpo de burócratas extraídos de la baja
nobleza que forman en universidades. Equilibran el poder militar asumiendo el
maestrazgo de las órdenes militares de Calatrava y Santiago, sentando las bases de un
ejército profesional y fiel a la monarquía.

El poder de los reyes se organizaba de manera que su intervención directa en los asuntos
administrativos era escaso, asegurándose la creación de un aparato estatal (chancillería,
audiencias, delegados como virreyes y corregidores, cuerpo de la Santa Hermandad…)
propio de la Edad Moderna. Consiguieron con los Ordenamientos de Montalvo
codificar y unificar las leyes existentes con validez para todos los territorios. Sin
embargo, en general todas estas medidas tuvieron más arraigo en Castilla que en
Aragón.

En suma, la soberanía estaba dividida en dos partes: la Corona (“poderío real absoluto”)
y la administración. Los reyes crean una simbología institucional en torno a la cual
orbita una corte itinerante, proyectando una imagen de sólida unidad ayudados por
elementos como la heráldica y la religión.

En este punto se procede a reformar el clero y a crear el Tribunal de la Santa


Inquisición, única institución operante en ambos reinos y bajo la batuta de figuras como
Cisneros, que forjaron una alianza entre Iglesia y poder regio. Es en este momento
cuando se producen las controversiales expulsiones de los judíos y las conversiones
forzosas de las minorías moriscas.

En general, el mandato de los Reyes Católicos tiene un correlato positivo en lo


demográfico y en lo económico. Los principales errores que se les achacan son la
expulsión de los judíos (Kamen), que tuvo desastrosas consecuencias en lo financiero y
llevó a los reyes a depender de los bancos centroeuropeos. Hillgarth opina, en un
sentido más amplio, que su pretensión de elevar los reinos peninsulares al concierto
geopolítico mundial sin contar con la base económica necesaria (de base agraria) sería
el principio de unas finanzas insanas que arrastraría la monarquía hasta la época del
Imperio.

5. La cultura en la baja Edad Media

A partir del siglo XIII se abre un periodo de secularización de la cultura medieval que
haría evolucionar las escoradas manifestaciones románicas hacia las actitudes
naturalistas y humanistas del gótico; proceso que se vería en manifestaciones tan
dispares (aparentemente) como la mística, la arquitectura, la pintura, la filosofía o la
literatura. Este proceso es (relativamente) frenado por la crisis del siglo XIV, en el que
la Peste introduce un clima de contemptus mundi que impregna las artes: se producen
obras satíricas que rayan lo costumbrista como la Tragicomedia de Calisto y Melibea y
las Danzas Macabras surcan Europa. Este espíritu literario es superado con los cantares
palaciegos de talante más idealista que nos han llegado del siglo XV, aunque la
hegemonía es de los cantares caballerescos que surcan ambos siglos, como el célebre
Amadís de Gaula.

El nuevo espíritu urbano del bajo medievo ampara obras científicas y académicas de
gran peso como la Gramática de Antonio de Nebrija. Las clases urbanas enriquecidas
encargan obras a los pintores hispanoflamencos, como Bartolomé Bermejo, que
desarrollaron como marca personal una inusitada expresividad.

Aunque la manifestación bajomedieval por excelencia es la ingeniosa arquitectura


gótica, capaz de elevar a los cielos macizos de piedra con gracia helénica. Las catedrales
del siglo XIII recogen la influencia de la Isla de Francia (Burgos y Toledo), mientras
que el siglo XIV consolida un clasicismo aragonés de estilo flamenco, como la Lonja de
Valencia o la catedral de Palma. En el siglo XV se terminan todas estas construcciones
con un barroquismo decorativo que hasta hoy perdura.

Mencionando otros ejemplos de arte gótico, tenemos los sepulcros exentos que los
artistas, generalmente flamencos como Gil de Siloé, dedicaban a la realeza, aunque no
pocos italianos acudieron a las Cortes llamados por los reyes de talante más moderno.

Este ir y venir de artistas foráneos contribuyó a acumular una serie de elementos que
para el siglo XVI la Monarquía Hispánica tomaría como propios, con ejemplos como el
gótico isabelino con sus arcos conocopiales y su recargada heráldica. El estilo Cisneros,
por su parte, se decanta por influencias mudéjares, que cristalizarían en el tardío pero
genuino arte plateresco: amalgama de elementos góticos, mudéjares y renacentistas.

6. Conclusión

El bajo medievo en la península ibérica está marcado por los antagonismos entre
diversos estamentos y agentes sociales, maremágnum que opera con el telón de fondo
de la lucha entre monarquía y nobleza, que toma un cariz decisivo y abre paso a la
Modernidad. El siglo XV resuelve la contradicción a favor de la monarquía Hispánica
que, sobre las conquistas anteriores, erige un entramado institucional que define el
fenómeno del estado moderno. Sin embargo, esta superación del poder feudal no tendría
un inmediato reflejo socioeconómico, y el atraso de nuestro territorio en este sentido le
proporcionaría alguna crisis futura.

BIBLIOGRAFÍA

García de Cortázar y González Vega: Breve Historia de España.

Suárez Fernández: El siglo XV. El alba de una nueva era.

Suárez Fernández y VV.AA: Historia de España de la Edad Media.

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