Está en la página 1de 10

Materia: Investigación educativa.

Asesor: Martín Enrique Sánchez Uc.

Actividad 2: Construcción del marco teórico de la investigación.

Campeche, México a 21 de febrero de 2022.


Marco teórico.

Actualmente existen diversas metodologías y estrategias que sirven a la docencia para


mejorar la manera en la que se enseña y el alumno aprende. En ese aspecto son muy
conocidas que las diferentes corrientes que se basan en la psicología y que han servido
para entender de mejor manera los fenómenos educativos y de este modo poder
intervenir en ellos, apoyados tambié desde otras ciencias humanas, sociales y educativas.
De ese modo se podría hacer mención del análisis epistemológico de la naturaleza,
estructura y organización del conocimiento científico y de su traducción en conocimiento
escolar y personal (Díaz y Hernández, 1999).

Una de las corrientes que ha cobrado mayor relevancia actualmente es el constructivismo,


en la que se promueven los procesos de crecimiento personal del alumno en el marco de
la cultura del grupo al que pertenece. Dichos aprendizajes sólo podrán producirse a través
de la participación del alumno en actividades intencionales, planificadas y sistemáticas
que propicien una actividad mental constructiva (Díaz y Hernández, 1999). Desde este
enfoque se rechaza la concepción del alumno como un receptor o simple reproductor de
saberes; el docente debe desarrollar en el alumno la capacidad de realizar aprendizajes
que sean significativos por su propia cuenta en las diversas situaciones y circunstancias
de su vida (Coll, 1988).

En consecuencia el alumno nuevamente se coloca en el centro de su propio aprendizaje,


pero guiado por el docente. El alumno es un procesador activo de la información, ya que
el aprendizaje tiene que ser sistemático y organizado, pues es un fenómeno complejo que
no se puede reducir a simples asociaciones memorísticas. El alumno es ahora sujeto
activo, es decir, es a través de su participación y propia experiencia debe adquirir los
nuevos conocimientos (Díaz y Hernández, 1999).

Desde esa perspectiva, en México, la educación impartida en las escuelas, pretende


formar personas que posean ciertas habilidades, características y conocimientos que les
sean útiles para desarrollarse plenamente para el beneficio de la sociedad. En años
recientes se ha implementado un modelo que busca dicha formación integral, tratando de
promover un aprendizaje que sea de excelencia, inclusivo, pluricultural, colaborativo y
equitativo, que prepare a los estudiantes para poder desarrollarse completamente en su
vida personal y laboral (SEP, 2019).
Uno de los propósitos centrales ha sido efectuar acciones en la educación y pedagogía
que lleven a la formación de un pensamiento crítico en los estudiantes, que los distintos
sujetos y comunidades sean capaces de pensar y actuar críticamente con los
aprendizajes adquiridos en la escuela, a través de la argumentación, solución de
problemas y meta cognición, que son los pilares del proceso de enseñanza de los
profesores y de aprendizaje de los estudiantes (Tamayo et a, 2015). Es entonces que
surge la necesidad de buscar nuevas estrategias que coadyuven a la formación de
personas con pensamiento crítico, sujetos activos de su propio aprendizaje y que sean
capaces de enfrentar las diversas situaciones a las que se enfrentan (SEP, 2019).

Actualmente los cambios que ocurren en la sociedad y en lo cultural requieren de


ciudadanos formados con un mentalidad crítica, que sea abierta y flexible a cambios, pero
para enfrentar esos retos, los sistemas educativos requieren que se apliquen métodos de
enseñanza que conduzcan a potenciar las habilidades del pensamiento crítico y la
formación integral de los estudiantes (Moreno-Pinado y Velázquez 2017). Según Tobón
(2013) en la escuela se deben implementar estrategias meta cognitivas necesarias para
que los estudiantes puedan observar, valorar, reflexionar, dialogar, criticar la realidad,
asumir posiciones que ayuden a transformarse y ayudar a transformar los contextos
como una evidencia del nivel de pensamiento crítico que han alcanzado los estudiantes a
raíz de una concepción problematizadora y de un alto nivel de eficiencia.

Martínez, Castellanos y Ziberstein (2004) aseveran que para formar el pensamiento crítico
se requiere del desarrollo y del uso de métodos de enseñanza que provoquen en el
estudiante una serie de procesos cognitivos, afectivos, volitivos y emocionales que
generen capacidades y habilidades dirigidas al saber analizar e interpretar información,
establecer bases fuertes para inferir y realizar explicaciones, tomar decisiones y
solucionar problemas. Para formar el pensamiento crítico se necesita de formar
habilidades de análisis, interpretación, evaluación inferencia y autorregulación; se requiere
de sujetos con una mentalidad abierta, flexible, que asuman posiciones y que esté
orientado al hacer, que se autoevalúa en cuanto a sus procesos y resultados pero que
además se autorregula (Tovar, 2008).

Una de las muchas estrategias que a través de su metodología busca la formación del
pensamiento crítico en los estudiantes y que ha mostrado buenos resultados es el
llamado aprendizaje basado en investigación (ABI). El ABI consiste en aplicar diversas
estrategias de enseñanza y aprendizaje que tienen como propósito conectar la
investigación con la enseñanza; pretende que el estudiante realice conexiones
intelectuales y prácticas entre los contenidos y habilidades declarados en el programa,
bajo los enfoques de la investigación (Blackmore y Fraser, 2007).

En este punto es importante destacar que diversos autores han resaltado la importancia
que existe en vincular la docencia con la investigación, haciendo referencia a la necesidad
de transformar los distintos proceso de aprendizaje, de tal modo que los alumnos y
alumnas sean sujetos activos de su propia formación (Espinoza y Cervantes, 2021). En el
ABI el estudiante actúa como investigador aprendiendo nuevas habilidades y realiza
indagaciones e investigaciones de corto alcance que los llevan a fortalecer su
aprendizaje, a la vez que contribuye a la formación de una mente crítica y propositiva
(Peñaherrera, 2014).

Peñaherrera et al (2014) mencionan que el ABI va de la mano con la manera en la que se


debe enseñar actualmente, está basado en la idea de que los estudiantes se apropien y
construyan conocimientos cimentados en la experiencia práctica, el trabajo autónomo, el
aprendizaje colaborativo y por descubrimiento, que son elementos fundamentales para
alcanzar a dominar los aprendizajes, desarrollar conocimientos y actitudes para la
innovación científica, tecnológica, humanística y social.

Diversos autores señalan la importancia y la necesidad de formar estudiantes que sean


capaces, no sólo de replicar conocimientos, sino de crear conocimientos, tecnologías y
formas de analizar información. Para esto, el ABI propone desarrollar ese tipo de
habilidades, siempre y cuando el docente las promueva de una manera efectiva y las lleve
a la realidad en el aula y en las actividades que se proponen en este modelo de
aprendizaje (Espinoza y Cervantes, 2021). Es entonces que el ABI funciona como
estrategia didáctica y como un referente cuando se trata de innovación educativa, ya que
se transforma en un paradigma que fomenta el aprendizaje significativo, contribuyendo a
la formación de los estudiantes al generar actitudes críticas, favoreciendo la
transformación de actitudes y comportamientos que posibilitan e desarrollo de los
estudiantes (Bausela, 2004).

A pesar de lo relevante del uso de ABI como estrategia para favorecer el aprendizaje y la
formación del pensamiento crítico, aún existen barreras que dificultan su práctica durante
la labor docente. Una de esas barreras es que no se ha podido superar el problema que
surge a raíz del poco interés por el aprendizaje, la escasa motivación hacia el
entendimiento y construcción de conocimientos, y el fortalecimiento y la consolidación de
habilidades, capacidades, destrezas y facultades previas que son importantes durante los
procesos educativos (Cobos, 2020). Como docentes entonces debemos velar por destruir
estas barreras y recurrir al uso de estrategias como el ABI que contribuyan a mejorar la
manera en la que enseñamos y sobre todo mejorar significativamente los aprendizajes y
el tipo de aprendizaje de los estudiantes que necesita la sociedad.

Peñaherrera et al (2014) menciona al Tecnológico de Monterrey como una de las pocas


instituciones que han abordado el estudio del ABI como estrategia para conectar la
investigación con la enseñanza y de ese modo permitiendo la incorporación de los
estudiantes en un aprendizaje basado en los métodos científicos, pero bajo la supervisión
del docente. Es importante que el aprendizaje se construya a través de escenarios reales
que lleven a los estudiantes y profesores a un proceso de construcción de conocimientos
inspirados en los principios de la investigación científica, y pensar en esta desde la labor
didáctica y pedagógica.

Actualmente son variados los estudios que se llevan a cabo sobre la confiablidad y el uso
de ABI como estrategia para mejorar el aprendizaje y la formulación del pensamiento
crítico. Existen cada vez más evidencias que muestran que los estudiantes pueden lograr
adquirir grandes beneficios y habilidades desde un aprendizaje basado en la
investigación. Diversos autores han abordado el tema, sin embargo aún falta mucho por
hacer. Desde 1916, Dewey ya había propuesto el uso de un método pedagógico que se
basara en el método científico, fundamentado en situaciones diarias en las que los
estudiantes experimenten e investiguen hechos significativos para ellos (Cobos, 2017).

En 2019 Damapolli, realizó una investigación sobre la correlación existente entre el logro
cognitivo de los estudiantes y el ABI, hallando que existe una evidente relación favorable,
observando con evidencia que el uso de ABI favoreció la mejora del logro cognitivo de los
estudiantes, revelando que el uso del ABI es una herramienta favorecedora del
aprendizaje. Por otro lado en el 2020 Almeida realizó un estudio correlacionado con la
manera en la que los estudiantes empleaban el método científico para la realización de
sus proyectos de titulación, dando como resultado una evidente relación entre la
enseñanza de los profesores a través del ABI y la manera en la que los estudiantes
realizaron sus proyectos.

En el terreno de la formulación del pensamiento crítico y de otras habilidades, deseables


en a desarrollar por los estudiantes, Rodríguez (2019) observo la estrecha relación
existente con el uso de la estrategia de enseñanza por ABI y la adquisición de habilidades
de investigación y pensamiento creativo en los estudiantes. Otro aspecto analizado ha
sido el desarrollo de la autonomía en cuanto al aprendizaje, en el que se determinó la
existencia de una correlación significativa entre el uso del ABI y el mejoramiento de
ciertas conductas de los estudiantes, así como del desarrollo de la autonomía de los
estudiantes en cuanto a su aprendizaje.

(Albertos y De la Herrán, 2018) observaron en su estudio que una intervención específica


en la metodología del docente con el uso de un método basado en ABI resulta eficaz en
cuanto al desarrollo del pensamiento crítico. Así mismo se revela en su estudio que
habilidades como la formulación de hipótesis y la argumentación también resultaron
sobresalientes después de implementar el método. Así mismo Beltrán y Torres (2009)
después de implementar durante seis meses el método ABI para desarrollar el
pensamiento crítico en estudiantes de ciencias entre 16 y 17 años, obtuvieron resultados
similares, y que pudieron registrar en sus resultados que los jóvenes mostraron una
mejoría en sus habilidades para la formulación de hipótesis.

Son variados los estudios llevados a cabo respecto al uso de ABI, sin embargo la mayoría
de estos se han centrado en la educación superior, dejando de lado la importancia que
tiene la educación básica en la formación de las bases para formación de personas y
profesionales. La necesidad de determinar si el ABI es un modelo adecuado para el
contexto latinoamericano y en específico de México es imperativa. Son escasos los casos
documentados en Latinoamérica en el aspecto de articular la docencia con la
investigación (Peñaherrera, 2014), por lo que surge la necesidad de estudiar el efecto de
la estrategia ABI en estudiantes de educación básica, principalmente en nivel secundaria.

Es evidente la enorme dificultad que los estudiantes de secundaria presentan para utilizar
no solamente el llamado pensamiento crítico, sino que además todas esas habilidades de
pensamiento superior como el análisis , la inferencia, relacionar, sintetizar, explicar, etc.
Provocado principalmente por el tipo de aprendizaje que se ha empleado en las escuelas,
cargados del componente meramente descriptivo y memorístico. En ese sentido resulta
de gran importancia que la formación del pensamiento crítico pase de ser un actor
secundario a ser el protagonista del proceso de enseñanza, dándole a esta ultima un
enfoque de competencias científico (De la Fuente et al, 2018).

La ciencia y el pensamiento crítico resultan ser muy similares en el aspecto


metodológico, pues ambos siguen un proceso de indagación muy similar, partiendo de
una situación problemática a la que se tiene que dar respuesta con el objetivo de poder
tomar una decisión. Lo que resultará diferentes es el fin que persigue cada enfoque, pues
la ciencia busca generar conocimientos, mientras que el pensamiento crítico pretende
evaluar situaciones o afirmaciones (Gómez y De la Herrán, 2018). Actualmente el ABI se
basa en investigaciones, teorías y proyectos prácticos, que se han surgido desde
disciplinas como la educación, la psicología, ingeniería, entre otras, por lo que se asume
que el ABI es un modelo sólidamente fundamentado y comprobado como útil desde varias
áreas de conocimiento (De la Fuente et al, 2018).

Si bien en el ámbito de la educación superior y universitaria se han desarrollado múltiples


programas para desarrollar en los estudiantes el pensamiento crítico, en la educación
básica a nivel secundaria la situación se torna sumamente preocupante, pues su
presencia como una habilidad explícita, es casi ninguna en las aulas. Ante tal situación es
sumamente necesario se implementen programas educativos que sean específicos en el
desarrollo del pensamiento crítico entre los estudiantes (Gómez y De la Herrán, 2018). Es
necesario no sólo poner en marcha este tipo de metodologías dentro del aula, sino
también formar profesores basados en el método científico que sean capaces de entender
los procesos cognitivos de los estudiantes y de ese modo brindarles el apoyo que
necesitan para consolidar sus aprendizajes.

Variables.

Variable independiente: Aprendizaje basado en investigación (ABI)

ABI es un modelo que surge a fines de la década de los 90 cuando Ernest Boyer criticó la
falta de participación de los estudiantes en las diversas actividades de investigación y la
consecuente falta de habilidades relacionadas con el aprendizaje autónomo (Peñaherrera
et al, 2014). El ABI es un método que busca la adquisición de conocimiento pero
enfocada en el estudiante, con la finalidad de que desarrollen interrogantes autónomas
que lo lleven a la examinación, participación y una investigación auto dirigida, que
recaude documentos, interprete resultados y comunique la información obtenida (Dorier,
Maab, 2012).

Los indicadores de esta variable van de la mano con la finalidad del método, pues se
pretende usar la búsqueda que información, la discriminación de la misma de acuerdo a
las necesidades, la selección de la misma. Seguido del análisis de la información
encontrada para determina su utilidad, para terminar con la formulación de una conclusión
sobre el tema investigado y la comunicación adecuada, asertiva y oportuna de los
resultados de su propia investigación.

Variable dependiente: formulación del pensamiento crítico

Según Facione (1990) el pensamiento crítico es un juicio auto-regulado, en el que se


incluyen conceptos como indagación, deducción y juicio de habilidades cognitivas como la
interpretación, el análisis, la evaluación, inferencia, explicación y autorregulación. Un buen
pensador crítico es aquel que posee habilidades para analizar, argumentar, que hace
inferencias, que juzga o evalúa para tomar decisiones y con base en esas decisiones
resolver problemas (Pithers y Soden (2000). De Corte (2015) menciona que los
estudiantes autorregulados son aquellos que saben manejar el tiempo de dedicación al
estudio, se fijan metas que son monitoreadas por ellos mismo, además se imponen
estándares de satisfacción altos, son alumnos autoeficaces y persistentes, lo que se pone
de manifiesto al formarse un pensamiento crítico.

Los indicadores de esta variable dependerán del éxito de la aplicación del método de ABI,
en el que se espera que se presente un cambio de actitudes y aptitudes de los alumnos
respecto a los siguiente: que los alumnos sean capaces de tomar llevar a cabo un
proceso de investigación autorregulado de acuerdo a una serie de problemáticas
contextualizadas planteadas por el docente. Que el alumno sea capaz de analizar la
problemática y con base en su investigación pueda tomar decisiones y proponer
soluciones a los problemas planteados por el docente pero que además sea capaz de
argumentar los motivos que lo llevaron a dichas propuestas.

Bibliografía:

 Albertos, D. y De la Herrán, A. (2018). Desarrollo del pensamiento crítico en


estudiantes de Educación Secundaria: diseño, aplicación y evaluación de un
programa educativo. Profesorado. Revista de Currículum y Formación de
Profesorado, 22(4), 269-285.
 Almeida, E., Pacheco, S., Astudillo, A., y Fierro, R. (2020). Aprendizaje Basado en
la Investigación como práctica docente en las aulas Universitarias y su relación
con los procesos de titulación de los estudiantes. , 5(1), 124-133.
 Bausela, E. (2004). La docencia a través de la investigación-acción. Revista
Iberoamericana de Educación, 15, 1-9.
 Albertos, D. y De la Herrán, A. (2018). Desarrollo del pensamiento crítico en
estudiantes de Educación Secundaria: diseño, aplicación y evaluación de un
programa educativo. Profesorado. Revista de Currículum y Formación de
Profesorado, 22(4), 269-285.
 Blackmore, P. and Fraser, M. (2007). Researching and teaching: Making the link.
In P. Blackmore & R. Blackwell (Eds.), Towards strategic staff development in
higher education (pp. 131-141). Maidenhead, UK: McGraw-Hill International.
 Cobos Alvarado, E. F. (2020). INCLUSION DEL APRENDIZAJE BASADO EN
INVESTIGACIÓN EN INSTITUCIONES EDUCATIVAS.
 Coll, C. (1988). Significado y sentido en el aprendizaje escolar. Reflexiones en
torno al concepto de aprendizaje significativo. Infancia y aprendizaje, 11(41), 131-
142.
 Díaz, A. F. y Hernández, R. G. (1999). Constructivismo y aprendizaje significativo.
 Damopolii, I., Botutihe, V. T., & Nunaki, J. H. (2019, October). The contribution of
science process skill towards students cognitive achievement through guided
inquiry-based learning. In Journal of Physics: Conference Serie 1317(1).
 De la Fuente, M. F., Coronado, D. R., & Cañedo, N. F. (2018). El aprendizaje
basado en la investigación (ABI) como un factor para el fortalecimiento de los
programas educativos de la Universidad Quintana Roo en Playa del Carmen,
México. Ensayos Pedagógicos, 13(1), 131-156.
 Dorier, J., & Maab, K. (2012). The PRIMAS Project: Promoting inquiry-based
learning (IBL) in mathematics and science education across Europe PRIMAS
context analysis for the implementation of IBL: International Synthesis Report
PRIMAS–Promoting Inquiry-Based Learning in Mathemati (Vol. 1). 
 En Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. México: Mc Graw Hill.
 Espinoza, F. H. R., & Cervantes, R. E. (2021). Revisión Bibliográfica: La
Metodología del Aprendizaje basado en la Investigación. Ciencia Latina Revista
Científica Multidisciplinar, 5(1), 1079-1093.
 Facione, P. (1990). Critical thinking: A statement of expert consensus for purposes
of educational assessment and instruction (The Delphi Report).
 Gómez, D. A., & De la Herrán Gascón, A. (2018). Desarrollo del pensamiento
crítico en estudiantes de Educación Secundaria: diseño, aplicación y evaluación de
un programa educativo. Profesorado, Revista de Currículum y Formación del
Profesorado, 22(4), 269-285.
 Martínez, M., Castellanos, D. y Ziberstein, J. (2004). Didáctica para un aprendizaje
desarrollador y creativo. Lima: Editora Magisterial.
 Moreno-Pinado, W. E., & Tejeda, M. E. V. (2017). Estrategia didáctica para
desarrollar el pensamiento crítico. REICE. Revista Iberoamericana sobre Calidad,
Eficacia y Cambio en Educación, 15(2), 53-73.
 Peñaherrera, M., Chiluiza, K. y Ortiz, A. (2014). Inclusión del Aprendizaje Basado
en Investigación (ABI) como práctica pedagógica en el diseño de programas de
postgrados en Ecuador. Elaboración de una propuesta. Journal for Educators,
Teachers and Trainers, 5(2), 204 – 220.
 Pithers, R.T. y Soden, R. (2000). Critical thinking in education: A review.
Educational research, 42 (3), 237-249.
 Rodríguez, G. Pérez, N., Núñez, G., Baños, J. y Carrió, M. (2019). Developing
creative and research skills through an open and interprofessional inquirybased
learning course. BMC Med Educ 19, 134.
 Secretaría de Educación pública. (2019). Hacia una nueva escuela
mexicana. Perfiles educativos, 41(166), 182-190.
 Tamayo, Ó. E., Zona, R., & Loaiza, Y. E. (2015). El pensamiento crítico en la
educación. Algunas categorías centrales en su estudio. Revista Latinoamericana
de Estudios Educativos (Colombia), 11(2), 111-133.
 Tobón, S. (2013). Formación integral y competencias. Bogotá: Eco Ediciones.
 Tovar-Gálvez, J. C. (2008). Modelo metacognitivo como integrador de estrategias
de enseñanza y estrategias de aprendizaje de las ciencias, y su relación con las
competencias. Revista iberoamericana de educación, 46(7), 1-9.

También podría gustarte