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Los doce espías fueron enviados uno de cada tribu (Nú m. 13:2) en esta
manera, ellos verdaderamente representaban al pueblo de Israel, y la falta de fe de
la mayoría de los espías es una falta de fe en nombre de la nació n entera. Dos de los
doce espías (Caleb y Josué) dijeron Subamos luego, y tomemos posesión de ella,
porque más podremos nosotros que ellos. (Nú meros 13:30), pero los otros diez
espías dijeron “lo que Dios prometió acerca de la tierra es cierto; sin embargo, los
nativos de esa tierra son muy poderosos, y no podremos vencerlos, a pesar de lo
que Dios ha prometido” (Nú m. 13:31-32). Recuerda que enviar a los espías fue una
propuesta del pueblo (Deuteronomio 1:19-25) a lo que Moisés accedió
imprudentemente y Dios, en Su voluntad permisiva, se los permitió .
El llanto del pueblo (Nú m. 14:1) fue al enterarse del poder y el alcance de
los enemigos, y la incredulidad de los espías representaba la incredulidad de la
nació n. El pueblo quería que Dios “hiciera” todo por ellos, querían todo fá cil y al oír
el informe de los espías se desanimaron porque sus sentimientos les impidieron
afirmar su fe en el Dios viviente. A veces nos pasa igual, queremos que por ser
cristianos todo va a ser fá cil y color de rosas, pero cuando llega alguna adversidad
culpamos a Dios de nuestros resultados y nos resentimos. A veces confiar en los
sentimientos puede ser pecado porque desvía nuestra mirada del poder
sobrenatural de Dios.
Hace unas semanas atrá s hablamos sobre los virus espirituales y có mo éstos
ralentizan o destruyen poco a poco nuestras vidas. Y hoy vemos por la Palabra que
”LA MURMURACIÓN” es un tipo de virus de la familia de los gusanos porque al
murmurar contra el Pastor o los líderes la vida de quien murmura se va
ralentizando hasta detenerse por completo. La murmuració n del pueblo era
dirigido primero hacia Moisés y contra Aaró n, pero ya que ellos eran los líderes de
Dios, ellos se lamentaron en contra del Señ or. La visió n de Moisés y Aaró n (de
guiar a este pueblo hacia la Tierra Prometida) es la visió n del Señ or. Sus quejas son
contra el Señ or, incluso si ellos querían ocultarlo al dirigirlo a Moisés y Aaró n.
Pero Josué y Calen sabían: Por tanto, no seá is rebeldes contra Jehová
(Nú meros 14:9), y el Señ or mismo sabía que sus quejas y murmuraciones eran
contra É l indirectamente: ¿Hasta cuá ndo me ha de irritar este pueblo? (Nú meros
14:11). Y es allí donde el desafío de fe se hacía má s grande: era aceptar el liderazgo
de Moisés y de Aaron (a quienes veían) como guías del pueblo para aceptar el
liderazgo de Dios (a quienes no veían) sobre sus vidas. Es difícil aceptar la
voluntad y los designios de Dios para nosotros; sostenerse y agarrarse del invisible
(como lo hizo Abraham) no es fá cil, pero se puede hacer si cierras tus ojos y confías
con el corazó n.
Los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba: Dios
dio el mensaje a la nació n – esta generació n debe morir en el desierto y nunca vera
la Tierra Prometida. Era como si Dios les dijera, “Ustedes no lo quisieron cuando se
les ofreció , así que ahora nunca lo tendrá n.” Ellos dijeron, ¡en este desierto ojalá
muriéramos! (Nú meros 14:2). Dios no les va a dar su deseo. Sí ellos prefirieron
muerte a un camino de fe, Dios haría eso su destino Y su castigo fue quedarse en el
desierto durante cuarenta añ os (uno por cada día de exploració n), un recorrido
que debió durar entre doce y quince días tardó para ellos cuarenta añ os.
El hombre viejo, el hombre aun mentalizado esclavo al pecado, nunca puede entrar
a las promesas de Dios; el hombre viejo debe morir – y Dios hará lo que sea
necesario para hacerlo suceder