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EDWARD N.

LUTTWAK

De la Geopolítica a la Geoeconomía: Lógica del conflicto, gramática del comercio.

The National Interest (1990)

Para este autor, La relación suma 0 y la lógica del conflicto se ha trasladado de la estrategia militar a
la comercial; las medidas de protección en este campo equivalen a las anteriores de defensa militar.
La lógica de las regulaciones estatales en el campo económico se fundamenta en la lógica del
conflicto. Se emplean medidas de inteligencia y engaño como las de la guerra militar.

Siguiendo la lógica del conflicto, los Estados desarrollan sus infraestructuras con el fin de maximizar
sus ganancias en la economía transnacional; por esa razón se construyen, por ejemplo, gigantescos
aeródromos junto a países minúsculos, en sitios económicamente estratégicos. Del mismo modo, se
impulsa el desarrollo tecnológico, procurando obtener ganancias máximas a costa de otros Estados
o bloques competidores o clientes. Japón, otro ejemplo, impide el ingreso de supercomputadoras
americanas y pone obstáculos a que otros países desarrollen aparatos de televisión de alta
definición.

En este estado de la situación, aunque las confrontaciones militares perduren en algunas áreas
desafortunadas del planeta, como rezagos de la Guerra Fría, lo cierto es que en la política mundial el
conflicto se ha trasladado a los negocios mundiales, impidiendo la libre interacción del comercio,
orientado únicamente por su lógica que no tiene carácter territorial. Emerge así la geo-economía:
“Este neologismo es el mejor término en que puedo pensar para describir la combinación entre la
lógica del conflicto y los métodos del comercio, o, como Clausewitz habría escrito, la lógica de la
guerra en la gramática del comercio”. (p. 600)

Mientras existan estados nacionales y bloques de estados, no puede suceder de otra manera. Los
estados, son entidades espacialmente estructuradas en territorios celosamente delimitados, a fin
de asegurar el control interno exclusivo por parte de la autoridad y, en algunos casos, para intentar
ampliar su influencia más allá de sus fronteras. Los Estados están intrínsecamente inclinados a
competir para alcanzar ventajas sobre sus pares en la escena internacional, aunque sea utilizando
sólo medios distintos a la fuerza física. (600) Aún más, están sujetos a impulsos generados desde sus
burocracias cuyos altos representantes compiten por presentar alguna forma de éxito en el logro de
objetivos, incluyendo aquellos en la arena económica internacional, mediante estrategias de
conflicto, cooperación o competencia. Los altos burócratas quieren mantener o ampliar su papel
mediante un sustituto geo-económico que reemplace al decadente papel geopolítico que solían
cumplir. 601

También instrumentalizan al aparato del Estado, los grupos de interés económico que buscan
manipular en su beneficio las actividades oficiales en la escena internacional, presionando a que se
ocupen posiciones geo-económicas que generan conflictos, de lo que no escapa ninguna esfera
oficial. La política fiscal puede manipularse, por ejemplo, para impedir importaciones y favorecer
intereses internos o presionando por la entrega de fondos estatales para impulsar el desarrollo
tecnológico, creando ventajas en la competencia de quienes no disponen de ellos. Estas tendencias
varían mucho de país a país; pero lo indudable es que los Estados actúan geo-económicamente en
virtud de su propia naturaleza competitiva, más ahora que se han convertido en proveedores de
servicios.

Aunque, relativamente, pocos Estados han necesitado luchar por su existencia, éstos existen para
competir o, al menos, están conformados como si esa fuese su función dominante. Más de 160
estados jamás han enfrentado una guerra o, en algunos casos, no lo han hecho ya por varias
generaciones; sin embargo, su estructura continúa marcada por prioridades generadoras de
conflictos.

Se debe reconocer que, bajo cualquier circunstancia o nombre, la geo-economía ha sido esencial en
la vida internacional; sin embargo, anteriormente la competencia comercial estuvo subordinada a
modalidades y prioridades estratégicas militares. La diferencia esencial parte de reconocer dos
lógicas diferentes: la del conflicto impone la cooperación frente a enemigos comunes, mientras que
la del comercio dicta la competencia. Anteriormente primaba la primera; la relación de USA con
Japón es un ejemplo; del mismo modo, históricamente, la cohesión interna se ha sostenido gracias a
los antagonismos externos.

En estos tiempos, cuando las amenazas militares y las alianzas de esta naturaleza pierden
importancia, las prioridades geo-económicas dominan sobre la acción del Estado. Las amenazas
comerciales pueden disuadirse por el temor a una reacción de medidas punitivas y la cohesión
interna puede mantenerse sobre la base de amenazas de naturaleza económica. En Estados Unidos,
aún no iniciaban las reformas del presidente Gorbachov, cuando ya se utilizaba la figura de Japón
como la amenaza unificadora según encuestas, artículos y discursos parlamentarios.

La geoeconomía, por otra parte, no puede ser enfrentada con medidas militares. No se puede
utilizar armas para ejercer influencia en la lógica de los mercados. Está bien que los estudiantes de
relaciones internacionales sigan estudiando, con admiración, las enseñanzas del realismo clásico y
sus aciertos en el cálculo anticipado de la viabilidad de una guerra; pero, desde hace algunas
décadas, las elites de las grandes potencias han dejado de considerar la solución militar para
resolver sus diferendos. Del mismo modo que la arma atómica imposibilitó la guerra de alta
intensidad, por la ineficacia de sus instrumentos, las elites piensan que la amenaza militar solamente
disuade amenazas que ya no son creíbles. Por esta razón, se ha devaluado la fuerza militar como un
instrumento de gobernanza de las relaciones internacionales entre superpotencias. Por esa razón,
tanto las causas como los medios de enfrentamiento serán fundamentalmente económicas. Los
choques políticos se enfrentarán con las armas del comercio, tales como las restricciones a las
importaciones, los subsidios ocultos a las exportaciones, la inversión en proyectos de investigación,
el financiamiento a determinadas políticas educativas, la provisión de infraestructura productiva,
entre otras.

Jugando el nuevo juego

La discusión se ha enfocado hasta el momento, en el rol actual y prospectivo de estados y bloques


involucrados en conductas geo-económicas, pero lo que suceda en la escena económica mundial, en
el futuro, estará definido por esas conductas; por cierto, el rol de la geoeconomía en los
quehaceres de la economía mundial será mucho menor que el de la geopolítica en la política global.
En primer lugar, la propensión de los estados a actuar geoeconómicamente variará mucho,
especialmente por su propensión a actuar geopolíticamente. Por razones históricas, institucionales,
doctrinarias o políticas, algunos estados preferirán un estricto laissez faire, negándose a actuar
geoeconómicamente; no importa si son prósperos o no. Será similar a la propensión de Suiza o
Burna de no actuar geopolíticamente. En otros casos el enfoque deseable de activismo
geoeconómico por parte del Estado es ya un punto focal de los debates y controversias. Las elites
francesas que antes presionaban por jugar un rol geopolítico activo; están presionando por un
activismo geoeconómico mayor. La propensión geoeconómica de Japón es indudable.

En segundo lugar, mientras los Estados ocupan casi todo el espacio político mundial, lo hacen
solamente en una pequeña parte del espacio económico. Actualmente, los estados
geoeconómicamente activos deben coexistir con operadores privados. Las grandes corporaciones
tienen capacidad para presionar por apoyos del Estado, a través de la participación de burócratas y
políticos a los que buscarán manipular para que sirvan a sus intereses. En sentido contrario, puede
ser el Estado que, aplicando su visión geoeconómica utilice a las empresas, del modo como lo hizo
Inglaterra en el siglo XVII. Puede darse también una acción recíproca. Ya ha sucedido con las grandes
compañías petroleras a las que el Estado ha usado y ha sido usado, a la vez, por ellas.

No se prevé relaciones negativas entre el Estado y las empresas, aunque de existir podrían producir
importantes efectos. Estados geoeconómicamente activos podrán utilizar a las compañías en el
enfrentamiento con países opositores. Por esta razón, una era de fuerte accionar geoeconómico
podrá constituir un gran peligro para importantes empresas y sectores de la economía. La
geoeconomía de los grandes poderes condicionará la economía de muchos países del modo como
antes sucedía con la geopolítica. Existirán armas económicas similares a las emboscadas y otras
mayores equivalentes a las maniobras ofensivas de la guerra.

El resultado de las tensiones entre los principales bloques y países determinará el grado en el cual
viviremos en un mundo geoeconómico. 620.

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