Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Peralta Paula - Sombras
Peralta Paula - Sombras
Ya casi amanece y aún no logro conciliar el sueño, las pesadillas han vuelto como
manchas solares oscureciendo y enfriando el entorno; a lo lejos, escucho los gritos
incesantes de una niña pidiendo auxilio, camino lento siguiendo el sonido de su llanto
hasta llegar a ella, me acerco y veo lágrimas brotar de sus mejillas y pequeñas gotas de
sangre extenderse sobre su nariz hasta rozar sus labios; a su lado una mujer, no logro ver
su rostro, pero alcanzo a vislumbrar su mirada cruel e indiferente. Un sueño lúcido
mezclado con reminiscencias del pasado que de vez en cuando me visitan y me azotan
robándome la paz.
Crecí en el campo, acompañada del canto de los pájaros, del chillido nocturno de los
grillos, del ulular de los búhos y del croar de los sapos que permanecían alrededor de dos
pequeños lagos que rodeaban la casa de madera, vieja y desgastada de mis padres; no
teníamos muchos lujos, pero teníamos lo suficiente para ser felices; sin embargo, la
felicidad no es un sentimiento constante o permanente, y siempre en algún momento se
desvanece y se va; pero luego regresa como las estaciones de tiempo.
Yo nunca tuve una relación sólida o amorosa con mi madre, ella era una mujer fría, un
poco insensible y fuerte, o al menos eso era lo que mostraba a los demás; por su parte, la
relación con mi padre era especial, cuando estaba junto a él me sentía protegida, segura,
amada, importante y valiosa, era la única persona en el mundo que me veía como la niña
de sus ojos y que me cuidaba como nadie más podría hacerlo. Cuando cumplí 10 años la
relación con mi madre empezó a decaer; golpes, gritos y palabras hirientes oscurecían los
días; mis padres dejaron de amarse y de respetarse, mi vida para entonces se sentía
como cuando en un día soleado, despejado y bello, de repente un torrente de lluvia y
tormenta aparece.
Estos sucesos se repitieron una y otra vez durante casi 5 años; yo me sentía frustrada,
triste, agobiada, vulnerable y el miedo no dejaba de perseguirme; constantemente
buscaba razones para huir de aquel presente que yo no había elegido vivir; la misma
pesadilla que me acompañó y me atormentó durante miles de noches en mi niñez, se
había convertido en mi realidad, una realidad indeseable.
Cuando cumplí 16 años y después de muchas huellas de dolor y malos recuerdos, al fin
tuve el valor para pedir ayuda y salir de allí, de esa casa en la que tanto sufrí y en la que,
hasta ahora, representa los peores días de mi vida. Las secuelas que dejó esta situación
en mí son muchas, soy una mujer muy insegura, ansiosa, negativa, rencorosa y llena de
miedo; le temo con fervor a la soledad, al abuso, al abandono. Pienso constantemente en
el daño que me harán las personas que llegan a mi vida, vivo persiguiendo fantasmas que
yo misma creo, busco amar, pero no me permito ser amada. Las pesadillas a veces me
visitan hasta hacerme gritar y despertar con altos niveles de fiebre y sudor. Lloro con
frecuencia y siempre veo sombras tras de mí, sombras del pasado que me dicen que no
podré ser feliz, que no podré ser libre, que no podré olvidar ni perdonar.