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Catalu+Æa Hierve de Nacionalismo
Catalu+Æa Hierve de Nacionalismo
Alejandro Gutiérrez
Proceso, 2012-10-06
El próximo 25 de noviembre habrá elecciones para renovar el parlamento catalán y los independentistas
tienen puestas sus esperanzas en que ese cuerpo colegiado convoque a una consulta para decidir
sobre la independencia de Cataluña. El tema no es nuevo, pero el fervor con el que ahora se manifiesta
sí. Los separatistas ahora ventilan abiertamente su sentir e incluso 554 ayuntamientos hicieron
consultas populares entre 2009 y 2011. Más de un millón de ciudadanos de esa comunidad autónoma
votó por separarse de España, a la que consideran una metrópoli impositiva y castrante.
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Entrevistada en las oficinas de Justicia y Paz, organización que desde 1968 trabaja a favor de los
procesos de desarme en el mundo, Reguant considera que “el franquismo es el que más alimentó la
pugna con Barcelona”.
“En ese entonces estaba prohibido aquí hablar catalán. Pero ese constante y permanente ataque a esta
cultura ha propiciado que históricamente seamos un pueblo que siempre ha resistido y que pese a todo
es el que mejor conserva su cultura y su lengua de entre los Estados no reconocidos.”
Por ello, prosigue, mientras “Franco insiste en aplastar culturalmente, aquí es la cuna de importantes
movimientos de resistencia antifranquista donde nacen el Partido Socialista Unificado de Cataluña
(PSUC) y también las Comisiones Obreras (CCOO)”.
Reguant no desconoce que hay dificultades económicas y un déficit fiscal en esta comunidad
autónoma, pero considera que “socialmente existe una sensación de abandono y de olvido por parte de
España, para que Cataluña no sea más que el resto; pero ese abandono y esa necesidad ahora ha
eclosionado”.
–¿Qué viene? –se le pregunta.
–No veo claro qué acabe pasando. El 26 de noviembre no seremos independientes ni se logrará en tres
meses, pero sí ha cambiado la perspectiva. Una cosa es la voluntad y otra es cómo lo haces realmente.
Recuerda el caso de la provincia canadiense de Quebec, que desde hace 20 años tiene una
declaratoria de independencia que hasta ahora no se ha concretado.
En el caso de Cataluña, añade, en CiU “hay gente que les cree; otros ven que (Mas) se montó al carro y
lo ven con cierto recelo. Me gusta lo que está diciendo pero no tengo muy claro si es real lo que
propone. Me da miedo que si ganan el 25 de noviembre todo se diluya y se olvide por completo”.
Barça-Madrid
Otro de los rasgos de disputa permanente entre el catalanismo y la capital de España es la rivalidad
entre los equipos de futbol Real Madrid y Barça.
Para Salamé y Reguant es parte del mismo proceso de disputa hacia lo catalán y lo que representa
España. “A veces ese aspecto político o de identidad se refleja en el contencioso entre los dos equipos”,
dice Salamé. Reguant considera que hay incluso una proclividad a que “el Madrid siempre fichara a los
mejores jugadores”.
El periodista Emilio Pérez de Rozas explica que “dicho contencioso es muy grande y es real”; no
obstante aclara que es resultado de que el Barça “nunca ha renegado de su vinculación catalana,
aunque no propiamente independentista”.
“El Barça es una entidad que representa, más allá de lo deportivo, a un pueblo que tiene sus
características, su lengua, su literatura, su historia de república independiente. Es por las ansias de un
país de sentirse identificado, no de sentirse independiente”.
Reportero y columnista de El Periódico, de Cataluña, Pérez dice que esto viene de lejos, cuando
durante el franquismo los equipos catalanes como el Barça, el Orfeo, el Montserrat y el Liceo entre
otros, “se mantuvieron firmes, a la defensiva, siendo una versión de esa visión catalana; identificados
con el país frente a la identificación que el Real Madrid tuvo con el régimen franquista”.
Aclara que en el Barça caben todos: “En la masa de seguidores del club hay toda la representación
posible, los independentistas, los catalanistas, los españolistas. Creo que el punto de identificación con
la señera es enorme y la identificación con la estelada, que representa la independencia, es menor,
porque en la masa social hay de todo”.
“Pero no hay duda de que el binomio Barça y el catalanismo es tremendamente real. Incluso miles de
extranjeros instalados en Cataluña asumen su situación de catalanes por adopción a través de su
comunión con el club.”
Pérez de Rozas reconoce sin embargo que “con el resurgimiento y consolidación de se espíritu
independentista el Barça vuelve a cobrar un punto protagónico en el escenario, por eso el macrocartel
para el próximo choque con el Madrid representará más a la Diada que al club o al futbol”.
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LOS OBISPOS CATALANES APOYARÁN LA INDEPENDENCIA
Juan G. Bedoya
15 de octubre de 2012
El País
El prelado auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull, sostiene que la doctrina social de la Iglesia
reconoce ese derecho a los pueblos
La división del catolicismo español alcanza ya a las jerarquías, esta vez a propósito del concepto de
Nación y a la idea de España como bien moral que hay que preservar. Los obispos catalanes sostienen
de nuevo que no es doctrina que deba seguirse sin más. Lo subrayó esta mañana Sebastià Taltavull,
prelado auxiliar del cardenal arzobispo de Barcelona, Lluis Martínez Sistach, que se encuentra en Roma
asistiendo al Sínodo de los Obispos Europeos. Según Taltavull, la iglesia catalana “estaría al lado del
pueblo catalán” si opta por la independencia de España”.
Lo dijo en declaraciones a la emisora Catalunya Radio, antes de precisar que ese apoyo a la
independencia se producirá siempre que el proceso sea democrático y pacífico. Taltavull remachó su
argumentación afirmando que la doctrina social de la Iglesia reconoce el derecho de los pueblos a la
independencia
Hace apenas diez días, la Conferencia Episcopal Española (CEE) dijo todo lo contrario, es decir, que
España no está en el evangelio, pero casi. Esta fue la posición doctrinal de la CEE: “Ninguno de los
pueblos o regiones que forman parte del Estado español podría entenderse, tal y como es hoy, si no
hubiera formado parte de la larga historia de unidad cultural y política de esa antigua nación que es
España. Propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de esta unidad nos causan
una gran inquietud”. Fue la Comisión Permanente de la CEE quien hizo esa proclamación, en forma de
una llamada “Declaración” sin votos en contra.
La CEE admitió el pasado día cuatro “en principio” la legitimidad de las posturas nacionalistas si son
“verdaderamente cuidadosas del bien común”, y exhortó “encarecidamente” al diálogo, pero con este
objetivo: “Se debe preservar el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los
pueblos de España”.
La Comisión Permanente episcopal se había reunido para despachar asuntos de trámite y ultimar el
orden del día de la próxima asamblea plenaria de la CEE, el próximo noviembre, pero se vio forzada a
esa declaración por las propuestas independentistas que el presidente de la Generalitat de Cataluña,
Artur Mas, había anunciado una semana antes.
Pese a que en la Permanente del episcopado español se sientan cuatro prelados catalanes (el cardenal
de Barcelona, el arzobispo de Tarragona y dos obispos diocesanos), el órdago doctrinal de la CEE
contra el independentismo no tuvo eco alguno entre ellos. En apenas una semana, eran todos los
prelados catalanes los que desdecían a sus colegas nacionales, nada menos que mediante una
llamada “Nota” aprobada por unanimidad en sesión de la Conferencia Episcopal Tarraconense con la
disculpa de la convocatoria de elecciones en esa comunidad.
Después de renovar su “compromiso de servicio”, los tarraconenses subrayan “la defensa de los
derechos de las personas y de los pueblos, y el respeto a las minorías, como base irrenunciable de
cualquier construcción política”. Añaden: “En un régimen democrático, cada ciudadano debe poder
manifestar las propias convicciones y hacer camino con los otros”
No es la primera vez que los obispos españoles abordan el asunto del nacionalismo, pero esta vez lo
hacían convencidos de que algunos sectores aprovechan la crisis y el malestar social para alimentar
procesos de desunión “a costa del interés general”. La manera de hacer la advertencia fue poniendo de
nuevo sobre la mesa, como anexo de una “declaración” sobre la crisis de ahora, la Instrucción pastoral
Orientaciones morales ante la situación actual de España , de 2006, en la que los salían al paso del
Plan Ibarretxe y de las declaraciones del ex presidente del Gobierno, José Rodríguez Zapatero, sobre
que el termino Nación era discutido y discutible. Fue el entonces cardenal primado de Toledo, Antonio
Cañizares, hoy ministro de Culto del papa Benedicto XVI, quien afirmó en esa ocasión que la unidad de
España “es un bien moral de obligada protección”.
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Entonces, el documento episcopal era una instrucción, es decir, doctrina de la Iglesia católica española.
Esta vez se rebajó el tema a una “Declaración”. De 21 miembros de la Comisión Permanente (entre
ellos, todos los cardenales y arzobispos), cuatro se abstuvieron. Cuatro son los obispos catalanes que
forman parte de ese órgano.
Esta mañana se suscitó la duda de si las palabras de Taltavull (Ciutadella de Menorca. 1948), lo eran a
título personal, o si reflejaban la posición doctrinal de sus colegas catalanes. No hay duda. Tartavull
habla en nombre de todos. Así se refleja en sus declaraciones. Un obispo auxiliar no acude a un medio
de comunicación sin saberlo su superior, en este caso el cardenal Sistach.
Menorquín y relativamente joven (64 años) para lo que se lleva en el episcopado español, Taltavull, que
es obispo desde marzo de 2009, desarrolló su carrera eclesiástica en Menorca, con relevantes cargos
desde muy temprano, entre otros el de vicario general desde 1989. También ha sido profesor de
Teología dogmática y rector del Seminario Diocesano. Es decir, no es un lego en la materia que sus
colegas españoles llaman doctrina. Destaca, sin embargo, la claridad de su comprensión del
independentismo como derecho de los pueblos, acostumbrados a las melifluas afirmaciones de sus
compañeros sobre ese u otros asuntos comprometidos.
Manolo Monereo
Rebelión
16-10-2012
La distinción entre normalidad y excepción me sigue pareciendo clave para entender la etapa histórica
que estamos viviendo. El mundo cambia aceleradamente y los esquemas del pasado ayudan poco a
entender lo que está ocurriendo. Nada explica mejor esto que las diversas interpretaciones que se están
dando en torno a la llamada “cuestión catalana”.
La sucesión de asombros y quejas de tantos intelectuales bien intencionados ante la deriva soberanista
catalana dice mucho de una la realidad que se escapa cada vez más de lo, para bien o para mal,
pensamos de ella. Resulta que la globalización ponía en cuestión a los Estados nacionales y hay en el
mundo más Estados que nunca. Resulta que la Unión Europea marchaba impetuosa hacia el
federalismo y que los Estados nacionales progresivamente se “deconstruían” y aseguraban la solución
de los viejos y nuevos problemas nacionales, y topamos con la paradoja de que es un viejo Estado
nacional, la Alemania unificada, la que hegemoniza y pone en crisis la UE, precisamente porque tiene
un diseño competitivo nacional. Resulta que la derecha política catalana, que ha mandado
ininterrumpidamente desde la Transición (al final desde siempre) cree llegado el momento de convertir
Cataluña en Estado independiente y asegurarse así un lugar en esta Europa en reestructuración,
poniendo en crisis al conjunto del Estado español. Las paradojas son muchas y los viejos esquemas no
consiguen aprehenderlas.
No es casualidad. Se trata de hacer de Cataluña un nuevo Estado de Europa, de esta Europa, es decir
de la Europa neoliberal, la que se esfuerza sistemáticamente en el desmontaje del Estado social, la
empeñada en seguir degradando condiciones de vida y de trabajo para las mayorías sociales, la que,
de una y otra forma, liquida la democracia entendida como autogobierno de los ciudadanos y
ciudadanas. Todo ello, es bueno insistir, bajo la hegemonía del Estado nacional alemán. La burguesía
catalana, conseguida por fin la hegemonía social y cultural, da ya la batalla en Europa. Tampoco en
esto hay casualidades.
El señor Artur Mas lo explicó con toda claridad en una reciente conferencia dada en Madrid y lo hizo a
un modo muy tradicional, comparando Cataluña y su papel en el Estado español con Alemania –no
podía ser de otra manera– en la Unión Europea. La dialéctica Norte Sur volvía a ser la clave del
discurso. De un lado, el Centro rico, industrializado, culturalmente poderoso. De otro lado el Sur, pobre,
subsidiado, pesado fardo que no deja que el centro se desarrolle y encuentre la salida de la crisis. No
entro en otras cosas que suelen decirse y que se repiten cuando se habla de Portugal, de Grecia, de
España y de Italia, que son simplemente insultos teñidos, muchas veces, de un racismo mal encubierto.
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Se culpabiliza a un enemigo externo, a España, y nada se dice del poder que determina las políticas
que se aplican en el Estado, es decir, la Unión Europea y sus instituciones, sobre todo, el Banco Central
Europeo, de cuya sacrosanta independencia la derecha catalana siempre ha sido valedora. Se golpea a
un “enemigo” débil y en decadencia y nada se dice de los poderes que están determinando el futuro de
esta Europa y de Cataluña: el poder económico, la plutocracia que realmente nos gobierna. Esto
también significa una ruptura con el catalanismo popular y la puesta en pie de un proyecto nacionalista
que tiene más que ver con Cambó que con Lluís Companys y más que ver con la Padania de Uumberto
Bossi que con el federalismo democrático de Pi y Margall.
Cuando, en condiciones de gravísima crisis económica y de enorme sufrimiento de las poblaciones se
reabre el debate soberanista, éste no se puede desligar de las políticas que realmente se practican, del
conflicto de clases y de los cambios geopolíticos que aceleradamente se están sucediendo en Europa y
en el mundo. La mirada tiene que ser cualificada con estos datos porque sino acabaremos enzarzados
en una discusión abstracta entre principios jurídicos. El debate sobre el derecho de autodeterminación
se tiene que situar, necesariamente, en la realidad concreta de una determinada correlación de fuerzas
nacional e internacional.
¿Es anecdótico que el gobierno de la derecha catalana haya sido, con mucho, el que con más virulencia
ha aplicado los recortes sociales? ¿Es un dato menor que Cataluña fue uno de los lugares en donde el
15M tuvo mayor resonancia y que lo central en él fuesen las cuestiones sociales y ciudadanas ante la
queja de los nacionalistas por la ausencia de la cuestión catalana entre sus reivindicaciones? ¿No es
relevante que, culpabilizando de los males de Cataluña al resto del Estado español, hayan conseguido
desviar el conflicto social y ocultar las políticas de derecha que han aplicado en Cataluña (en alianza
con el PP) y a escala estatal apoyando al PP?
Todas estas cuestiones no son, en absoluto, secundarias si se quiere hacer un análisis del derecho a la
autodeterminación desde un punto de vista de clase e internacionalista. Y eso es lo que no se está
haciendo, ni en Cataluña ni en España. Los actores son un nacionalismo catalán, claramente
hegemonizado por la derecha, y un nacionalismo español, que siempre ha sido de derechas, en vías de
volver a emerger como fuerza de masas, defendiendo unos y otros las esencias inmutables de sus
“homogéneas” comunidades en medio de una gravísima crisis económico social y cuando Europa se
encuentra en una encrucijada histórica. Y en medio, una débil izquierda, internacionalista y solidaria,
intentando defender derechos históricos conquistados por los trabajadores, la regeneración de la
política y el poder constituyente de la ciudadanía en unas condiciones, en Cataluña y en el Estado, que,
para decirlo suavemente, nos condenan a una democracia oligárquica.
Lo menos que se puede decir es que deberíamos ver con ojos nuevos y limpios viejos debates y
sabiendo, como diría el clásico, que la verdad es siempre concreta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
D.P.
17 de octubre de 2012
Público
Esa postura, recogida en la declaración Al servei del nostre poble de enero de 2011, servía para
conmemorar el 25 aniversario del documento emitido por el episcopado catalán titulado Arrels cristianes
de Catalunya (Raíces cristianas de Catalunya) en 1986.
En ese documento, definido como una “orientación” para explicar a los cristianos catalanes los rasgos
identificativos de Catalunya, los obispos ya enumeraban como problemas “la deficiente educación
histórica y política que se ha dado ya desde la escuela”; “el desconocimiento de la identidad catalana”; y
“la adscripción que de esta identidad hacen algunos a la idea de división, de extremismo o, incluso, de
cosa sospechosa desde el punto de vista religioso”.
Los obispos hablaban del “hecho catalán” diferenciando los conceptos de nación y Estado y reclamaban
“una adecuada estructura jurídico-política” que beneficiara “al reconocimiento de la nacionalidad, con
sus valores y prerrogativas”.
Ironías de la vida, en ese mismo texto, la Conferencia Episcopal Tarraconense deseaba que fueran
“principalmente nuestros hermanos católicos de otros pueblos de España los primeros en comprender y
acoger estas aspiraciones”. Es obvio, viendo la nota final de la Comisión Permanente de la CEE, que
esto no ha sido así.
Ya en 1975, el mismo episcopado, había publicado otro documento titulado Nota sobre la cultura
catalana y no hace tanto, en el año 2000, el entonces obispo de Solsona, Jaume Traserra, se atrevió a
cargar en público contra el cardenal Ricard Marià Carles por haber comenzado una purga para quitarse
de enmedio a los miembros más progresistas y nacionalistas de la diócesis.
Aquello terminó con una cascada de dimisiones y manifestaciones de fieles pidiendo obispos catalanes.
El arzobispado quedó completamente paralizado y la CEE tuvo que pedir auxilio al Vaticano para salir
de la crisis abierta en Catalunya.
En este contexto, el obispo de Solsona, monseñor Xavier Novell, el más joven de España, explicó este
martes que “si Catalunya fuera un país independiente, afectaría a la Iglesia Católica catalana porque
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probablemente este país desearía tener relaciones diplomáticas con la Santa Sede, y probablemente la
Santa Sede tendría que pensar la posibilidad de crear una Conferencia Episcopal propia de un país
nuevo”.
Novell recordó que la independencia también afectaría a la financiación de la iglesia catalana: “Los
impuestos de los ciudadanos están vehiculados a través de la Hacienda española, que entrega el dinero
a la Conferencia Episcopal Española, que, a través de una fórmula que está pactada por todos los
obispos de España, se distribuye proporcionalmente a las diócesis”.
El obispo reafirmó las palabras de Altavull y como ha hecho en más ocasiones recalcó que “sobre la
organización política de un país, la Iglesia no tiene ninguna opción previa. Por lo tanto, aquello que
democráticamente deciden los ciudadanos se tendrá que reconocer porque nuestra misión no es
organizar políticamente la sociedad, sino acompañar a la gente a encontrar un sentido en la vida”.