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5.- ¿Recordaba algo Guillermo de los días que estuvo sólo agarrado al tronco?
(Sí, se acordaba de todo – No recordaba nada – No se sabe)
Del asno de tres patas se dice que vive en mitad del mar y que tres
es el número de sus patas y seis el de sus ojos y nueve el de sus bocas
y dos el de sus orejas y uno, su cuerno.
El pelo es blanco. Dos de sus seis ojos están en el lugar en donde
suelen estar los ojos, otros dos en la punta de la cabeza y otros dos en
el cuello. Cuando mira algo con sus seis ojos lo rinde y lo destruye.
De sus nueve bocas, tres están en la cabeza, tres en el cuello y
tres en el lomo.
En el casco de cada pata, puesto en el suelo, se pueden meter
más de mil ovejas. En cuanto a las orejas, son más grandes que toda
una provincia.
El cuerno es de oro y hueco y le han crecido mil ramificaciones.
Con ese cuerno, se podrá vencer todo lo que los malvados hagan mal.
7.- Dibuja un asno con tres patas, seis ojos, nueve bocas, etc.
LECTURA Nº 8
Las ballenas son unos enormes animales que pueden alcanzar los
veinte metros de largo. A pesar de su tamaño se alimentan de plancton.
El plancton está formado por pequeños animales que viven en la
superficie del mar. Lo forman millones de larvas que cuando se hacen
grandes se transforman en cangrejos, gambas, etc.
La ballena para comerlos, abre la boca y traga una gran cantidad
de agua. El agua es filtrada y devuelta al mar. El plancton queda
atrapado en una especie de filtro y le sirve de alimento. Luego vuelve a
tragar otra gran cantidad de agua y así muchas veces. De esta forma el
animal más grande de la tierra se alimenta de unos animalitos tan
pequeños que es difícil verlos a simple vista.
La cima del Everest, la montaña más alta del mundo, con 8.848
metros, recibió por primera vez la visita de los alpinistas españoles.
El Everest fue conquistado por primera vez en 1953 por Hillary, un
australiano. Pero todavía ninguna expedición española había
conseguido subir a la cumbre.
El primero en pisar la cima fue el vasco Martín Zabaleta, el 14 de
mayo de 1980.
El 28 de agosto de 1985, tras dos expediciones anteriores que no
pudieron alcanzarla, tres catalanes llegaron a la cima del Everest: Óscar
Cadiach, Antoni Sors -que se fumó un cigarillo en la cumbre del mundo-
y Carles Vallés coronaron la montaña.
A su regreso, los alpinistas tuvieron un recibimiento espectacular,
al igual que sucedió con Zabaleta.
4.- ¿Quién fue el primer español que subió a la cumbre del Everest?
(Zabaleta – Hillary – Óscar Cadiach)
Su padre era labrador y tenía algunas tierras. Una tarde se durmió arando
con los bueyes. Y como no volvía el arado, los bueyes siguieron y se salieron
del campo. El hombre seguía andando, con sus manos en el arado. Iban hacia
Poniente. Tampoco a la noche se pararon. Pasaron ríos y montañas sin que el
hombre despertara. Hicieron todo el camino hasta llegar a Portugal. El hombre
no despertaba. Algunos vieron pasar a este hombre que araba con sus bueyes un
surco solo, largo, recto, a lo largo de las montañas, a través de los ríos. Nadie se
atrevió a despertarle. Una mañana llegó al mar. Rompían las olas en sus pechos.
El hombre sintió el agua por el vientre y despertó. Paró a los bueyes y dejó de
arar. En un pueblo cercano preguntó dónde estaba y vendió los bueyes y el
arado. Luego cogió los dineros, y por el mismo surco que había hecho, volvió a
su tierra.
(R. Sánchez Ferlosio)
3. ¿Cómo se despertó?
(La gente lo despertó - Lo despertó el frío del agua – Al llegar a un
pueblo)
En aquel tiempo no tuvo ningún amigo. También allí él era distinto a todos.
Era torpe, lento, sin gracia. No se ganaba la simpatía de los profesores ni de los
muchachos. En el recreo, se sentaba solo en un banco y veía jugar a los demás,
sin alegría. Únicamente, a veces, en la iglesia lloraba, sin saber por qué. El
maestro de Religión no conseguía hacerle aprender el Catecismo y le castigaba
de rodillas. Durante las vacaciones de verano se encerraba en su casa, jugando
con cajitas de cerillas, bolas de cristal, estampas y rosarios. Hizo un pequeño
altar con pedacitos de vela y enterraba a los pájaros muertos. En una ocasión, su
padre le trajo un caballo de cartón. Se le rompió una oreja, y el agujero negro le
producía mucho miedo. Lo escondió en una habitación, y no jugaba nunca con
él. El quería ser santo, como otros niños quieren ser aviadores o toreros.
(A. Mª Matute)
se..............caiga al....................
Dibuja un reloj
LECTURA Nº 17
5. Dibuja un metro.
LECTURA Nº 19
SEÑOR DIRECTOR:
La decisión del alcalde de acabar con todas las palomas de la ciudad me
ha causado un gran disgusto.
Soy un hombre ya mayor y jubilado. La ausencia de estos animales
representaría una pérdida inestimable. Es uno de los pocos placeres que me
quedan en la vida. La compañía de las palomas, a quienes les doy miguitas de
pan o algún puñado de granos siempre que el tiempo y mi salud me permiten
disfrutar del aire libre en cualquier banco del paseo. Comprendo que existen
motivos de salud pública por los muchos excrementos que van soltando mientras
vuelan. No me atreveré a protestar de que les elimine: pero sí sugiero con el
debido respeto a las autoridades: ¿acaso no debería aplicarse primero
exterminando las ratas que, en cantidad aterradora, pueblan nuestras
alcantarillas, y cuya presencia me resisto a creer menos nociva para la población
humana que la de mis amigas las habitantes de los tejados y jardines.
Atentamente suyo.
(Francisco Ayala)
Entre los indios del Perú, los correos llevaban sus mensajes
corriendo por los caminos de las montañas. Cuando llegaba a un lugar,
el correo pasaba el mensaje a otro. El nuevo correo continuaba
corriendo. El mensaje se pasaba de un correo a otro hasta llegar a su
destino.
En China y Roma se usaba el caballo como medio más rápido.
Al final de cada trecho había una estación de posta en donde se
cambiaba de caballo. El mensaje se trasladaba con mucha rapidez.
Los árabes utilizaron un eficaz servicio mediante una red de
torres. Cuando una torre recibía un mensaje, encendía una lumbre y
hacía unas señas. Los árabes podían hacer que un mensaje fuera de
una ciudad a otra o atravesar España en un solo día.
El servicio postal moderno nació en Inglaterra en 1840. Allí se
inventó también el sello de correos. Las cartas son transportadas en
tren, automóvil, barco o avión. Este sistema permite una gran rapidez
para el envío de cartas o paquetes de una ciudad a otra.
4.- ¿A qué distancia dice la lectura que pueden saber que hay agua?
(A cinco kilómetros - A cincuenta kilómetros - No pueden encontrarla)
LECTURA Nº 28
1 ¿ En qué ciudad llegaron a inscribirse 55. 000 personas para hacer una
carrera ?
(Nueva York - Madrid - Barcelona)
Cuentan que hubo un rey en Babilonia que reunió a los mejores albañiles y
sabios y les ordenó construir un laberinto tan difícil de salir que nadie se atreviera a
entrar, y los que se atrevieran a entrar, se perdieran. Con el paso del tiempo, vino a su
palacio un rey árabe. El rey de Babilonia para burlarse hizo que el rey árabe se metiera
en el laberinto. El rey se perdió. Comenzó a andar sin poder encontrar su salida hasta
que llegó la noche. Entonces pidió socorro y dio con la puerta. Sus labios no se queja-
ron, pero le dijo al rey de Babilonia que él, en su ciudad, tenía un laberinto mucho
mejor. Luego volvió a su país junto a sus capitanes, pero antes atacó algunos castillos
y tuvo la suerte de hacer preso al rey de Babilonia. Prisionero el rey, lo ató encima de
un camello y se lo llevó al desierto. Caminaron muchos días, y cuando ya estaban en
medio del desierto, le dijo: "Oh, rey, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto
con muchas escaleras, puertas y muros; ahora te voy a enseñar mi laberinto, donde no
hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni pasillos que recorrer, ni muros que te
impidan el paso".
Luego cortó las cuerdas que ataban al rey de Babilonia y lo abandonó en mitad
del desierto, condenándolo a morir de hambre y de sed.
Aquella noche los dos amigos acamparon temprano. Los perros del trineo daban
señales de estar rendidos. Los hombre se acostaron pronto, después de que Bill cuidara
de que los perros quedaran atados y a distancia uno de otro para que no pudieran roer
las correas del vecino.
Pero los lobos iban atreviéndose a acercarse, y más de una vez, nuestros
viajeros fueron despertados por ellos. Tan cerca los tenían, que los perros comenzaron
a mostrarse locos de terror, y fue necesario ir renovando y aumentando de cuando el
cuando el fuego de la hoguera a fin de mantener a los lobos a una distancia segura.
-Varias veces he oído contar a los marineros cómo los tiburones siguen a los
barcos -dijo después de añadir leña a la hoguera-. Los lobos son los tiburones de la
tierra. Saben lo que hacen mucho mejor que nosotros. Siguen nuestra pista porque
saben que acabarán por apoderarse de nosotros. Seguro que nos cazan.
-¡Basta! Cuando un hombre dice que lo van a devorar, ya está andado la mitad
del camino. Y tú estás ya medio comido, sólo por hablar tanto que lo vas a ser.
(J. London)
1. ¿ Por qué ataban los perros lejos los unos de los otros ?
(Para evitar que se escaparan - Para no roer las correas del vecino - Para que
no se pelearan)
La Primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo el almendro florido,
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
3. En algunos lugares suele coincidir la época de las lluvias con los almendros
en flor. Recuerdas en qué época del año suele ocurrir esto.
(En invierno - En otoño - En primavera)
LECTURA Nº 34
Soy el oso de las tuberías de la casa. Subo por los tubos en las horas de
silencio. Los tubos de agua caliente, del aire fresco. Voy por los tubos de piso en
piso y soy el oso que va por los caños.
Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpias las tuberías. Corro
por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los
caños. A veces saco una pata por el grifo y la muchacha del tercero grita que se
ha quemado. De noche ando callado y es cuando más ligero ando. Me asomo al
techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el
viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna
mirando las estrellas.
Entonces resbalo por las tuberías, gruñendo contento, y los matrimonios
se mueven en sus camas y se quejan de la instalación de las tuberías. Algunos
encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean
al portero. Yo busco el grifo que siempre queda abierto en algún piso por allí
saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que
no pueden andar por las tuberías. Y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes
y grandes, al oír como roncan y sueñan en voz alta. Y están tan solos. Cuando de
mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas. Les lamo la nariz y me voy
seguro dé haberles hecho bien.
(J. Cortázar)
Que maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña para echarla en
un sobre, escribir Señor Ministro, pegar la dirección, bajar a saltar la escalera y
meter la caria en el buzón de la esquina.
Que maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez
azúcar, tres o cuatro veces azúcar e ir formando un montón en el centro de la
mesa, mientras crece la ira de los que están detrás del mostrador con delantales
blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y
según baja la saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en
las gargantas de cinco señoras a punto de enfadarse y del dueño, hombre honesto
a sus horas.
Que maravillosa ocupación tomar el autobús, bajarse delante del
Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último
secretario y entrar firme y serio, en el gran despacho de espejos, en el momento
que un conserje vestido de azul entrega al Ministro una carta y verlo abrir el
sobre, meter los dedos y sacar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces
imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro se pone blanco, quiere
tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata,. y darle la espalda y salir,
silbando, y anunciar en los pasillos que una mosca ha atrapado al Ministro, y
saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y
será jueves de un mes impar de un año bisiesto.
(J. Cortázar)
En otoño los árboles pierden sus hojas. Las hojas caen al suelo y forman
una capa vegetal. Entre las hojas secas viven muchos animales: hormigas,
escarabajos, lombrices, ratones, etc. Estos animales se alimentan de los restos
vegetales que caen al suelo: hojas, frutos, cortezas y ramas. Junto a estos
animalillos están los hongos y las bacterias que con la humedad del suelo
descomponen los restos vegetales. Las hojas se transforman de este modo en
sustancias útiles para las plantas. Estos abonos son absorbidos por las raíces y
sirven para que el árbol siga creciendo. De esta forma las hojas van a servir para
que puedan vivir en el bosque insectos y lombrices.
En el bosque podemos encontrar pajarillos. Muchos pajarillos se
alimentan de los frutos del árbol o de los insectos que viven de las plantas. De
las hojas de los árboles' o de la hierba que crece a su alrededor se alimentan
otros animales como los conejos, las ardillas o las cabras. Y todos ellos
alimentan a su vez a otros animales como los búhos, águilas, zorros o lobos.
Pero cuando estos animales mueren también sirven de alimento. Sus restos son
comidos por los gusanos y transformados por las bacterias y los hongos en
abono para los árboles. De esta forma las raíces de los árboles vuelven a sacar de
la tierra los alimentos para formar nuevas. hojas. Y estas hojas, como hemos
visto, de nuevo servirán de alimento a otros animales.
4.- Cuando los zorros mueren, sirven de alimento a otros animales. Y los restos
son transformados en ................................................
(abono para las plantas cosas que no sirven - alimento para los animales)
Una noche entró un gato blanco en la casa y se coló en la bodega. Empezó a dar
vueltas por la oscuridad y no encontraba la salida. Se puso a gatear por la pared y
tropezó con el primer despojo. Al sentir tacto de plumas lanzó un maullido que
despertó al maestro y a Alfanhuí. Ambos bajaron a la bodega con un farol, y
encontraron al gato, que tenía en la boca un cuello de cisne, con cabeza y todo. El
cuello del cisne se movía como si estuviera vivo y tiraba picotazos contra la frente del
gato porque éste le apretaba por los tendones, y como le daba miedo no sabía soltarlo.
El gato se lanzaba a grandes saltos contra las paredes y hacía chispas amarillas al rozar
sus uñas con las piedras. El maestro hizo señas a la criada para que cogiera el gato. La
bajó en brazos hasta la bodega porque con las ruedas no podía bajar sola. La criada
cogió el gato sin vacilar, y éste soltó el cuello del cisne y la mordió en la muñeca. La
muñeca sonó a piel reseca y la criada se quedó callada. Volvió a cogerla en brazos el
maestro y la subió al piso. Todos se volvieron a la cama, y la criada se acostó sin soltar
el gato, que se estuvo peleando con ella toda la noche. A la mañana siguiente la criada
estaba toda destrozada. Tenía la piel de los brazos, del pecho y del cuello arañada y
hecha tiritas y se le salía el relleno.
Con el gato hicieron cordeles para relojes de pesas; con sus uñas, un rascador
para peinar pieles; con los huesos de su esqueleto, una jaulita para ratones, y con la
piel, fabricaron un tambor y curaron a la criada.
(R. Sánchez Ferlosio)
2.- ¿Por qué se movía el cuello del cisne en la boca del gato?
(Porque le apretaba los tendones – Estaba vivo – Porque le picoteaba)
Algunos dicen que la palabra “odradek” viene del ruso. Otros, en cambio, creen que es
de origen alemán.
Como es lógico, nadie se preocuparía si no fuera porque existe realmente un ser
llamado Odradek. A primera vista se parece a un carrete de hilo en forma de estrella
plana. Parece cubierto de hilo, pero más bien se trata de pedazos de hilo, de los colores
más diversos, atados o unidos entre sí. Pero no es únicamente un carrete de hilo, pues
de su centro sale un pequeño palito, al que hay fijado otro, en ángulo recto. Con ayuda
de este último, por un lado, y con una especie de prolongación, por el otro, el odradek
puede sostenerse como sobre dos patas. Uno siente la tentación de creer que esta
criatura tuvo, tiempos atrás, otra forma y que ahora está rota. En ninguna parte se ven
huellas añadidas o de puntos de rotura. Y no es posible dar más detalles, porque
odradek es muy movedizo y no se deja coger.
Vive bajo los techos, en la escalera o en los pasillos. A veces no se deja ver
durante meses, como si se hubiera ido a otra casa, pero siempre vuelve a la nuestra. A
veces, cuando uno sale por la puerta y lo descubre junto a la barandilla, al pie de la
escalera, entran ganas de hablar con él. No se le hacen preguntas difíciles porque como
es tan pequeño, uno lo trata como si fuera un niño.
-¿Cómo te llamas? -le pregunto.
-Odradek -me contesta y se ríe. Es una risa como la que podría producir si no se
tuvieran pulmones. Suena como el crujido de hojas secas y con ella suele acabar la
conversación. A veces ni siquiera contesta y permanece tan callado como la madera de
la que parece hecho.
(F.Kafka)
Entre muchos casos curiosos que se producen en las grandes ciudades hoy debemos
hablar de alguien que, viviendo en la mayor miseria, resultó a su muerte ser dueña de
una enorme fortuna. Se trata de la anciana doña Virtudes Sala, de 67 años de edad,
digna de compasión por su gran pobreza. Doña Virtudes no se trataba con nadie, y
apenas si cruzaba el saludo con los demás vecinos de la casa donde ocupaba una
habitación desde hacía treinta y tanto años. Por las mañanas solía salir temprano,
vistiendo siempre ropas muy viejas, y se pasaba varias horas fuera de casa revolviendo
los recipientes de la basura o recogiendo cartones.
Pues bien: en el día de ayer, extrañados sus vecinos de no haberla visto aparecer
durante varios días, dieron aviso a la policía. Como se temía, allí fue hallada la pobre
anciana, que estaba muerta. Probablemente llevaba muerta dos o tres días. Una vez
retirado el cadáver, la autoridad procedió a examinar con cuidado la habitación. En un
armario se almacenaban trapos, sombreros, plumas, velos, todo ello picado de polillas
y con mal olor. En una esquina de la habitación el montón de periódicos y revistas
viejas subía hasta el techo. La cocina tenía una cacerola abollada, una sartén negra, un
plato, y casi nada más. En el cajón de la mesita se guardaban varios papeles. Y entre
esos papeles estaba oculta la gran sorpresa: un resguardo del banco y otros
documentos que indicaban que doña Virtudes poseía una enorme fortuna, cuya cuantía
no ha podido saberse, pero que en todo caso deberá contarse en millones.
(Francisco Ayala)
Al amanecer, la gente despertaba con el repiqueteo de las campanas. Era la mañana del 8 de
diciembre. Una mañana fría. No fría, pero gris. El repique comenzó con la campana mayor.
La siguieron las demás. Algunos creyeron que llamaban para la misa grande y empezaron a
abrirse las puertas; las menos, sólo aquellas donde vivía gente que esperaba despierta a que el
toque les avisara de que ya había terminado la noche. Pero el repique duró más de lo debido.
Ya no sonaban sólo las campanas de la iglesia mayor, sino también las de otras iglesias.
Llegó el mediodía y no dejaban de tocar. Llegó la noche. Y de día y de noche las campanas
siguieron tocando, todas por igual, cada vez con más fuerza. Los hombre gritaban para oír lo
que querían decir. “¿Qué habrá pasado?”, se preguntaban.
A los tres días todos estaban sordos. Se hacía imposible hablar con aquel zumbido de
que estaba lleno el aire. Pero las campanas seguían, seguían, seguían, algunas ya rotas, con un
sonar hueco como de cántaro.
-Se ha muerto doña Susana.
-¿Muerto? ¿Quién?
-La señora
- ¿La tuya?
-La de Pedro Páramo.
Comenzó a llegar gente de otros lugares atraída por el constante repique. De pueblo s
cercanos venían como en peregrinación. Y aún de más lejos. Quién sabe de donde, pero llegó
un circo con una noria y sillas volanderas. Músicos. Se acercaron primero como si fueran
mirones, y al rato comenzaban a tocar. Y así, poco a poco la cosa se convirtió en una fiesta.
La ciudad se llenó de gente, de jolgorio y de ruidos, igual que en los días de la función de
circo que costaba trabajo dar paso por el pueblo.
Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles
comprender que se trataba de un entierro. No hubo modo de hacer que se fueran; antes por el
contrario siguieron llegando más.
(J. Rulfo)
El ciego acostumbraba a poner delante un jarro con vino mientras comíamos y yo lo cogía y
calladamente me bebía unos tragos y lo volvía a su lugar. Pero esto me duró poco, pues por
los tragos el ciego conocía que faltaba vino. Desde entonces mientras duraba la comida tenía
el jarro cogido por el asa. Como no podía beber, busqué una pajita larga, la metía dentro del
vino y chupaba hasta no dejarle nada. Pero como el ciego era muy listo, al notar que también
le faltaba el vino, puso la jarra entre las piernas y la tapaba con la mano. Así estaba seguro
que nadie podría quitarle el vino.
Yo estaba acostumbrado a comer bebiendo vino, me moría por él y viendo que la paja
no me servía, pensé en hacerle una agujero al jarro y taparlo con un poco de cera para que no
lo notara.
En el momento de comer, hacía como que tenía mucho frío y me colocaba entre las
piernas del ciego a calentarme en la lumbre que encendía para comer. El calor del fuego
derretía la cera y comenzaba a caerme el vino en la boca. Cuando el ciego quiso beber no
encontró ni una sola gota de vino en el jarro. Al no encontrar nada se asustó de no saber qué
podía ser.
-No dirás que me lo he bebido yo -le decía-, pues no habéis quitado la mano del jarro.
Tantas vueltas dio al jarro que halló el agujero y se dio cuenta del engaño; pero
disimuló como si no se hubiera dado cuenta.
Al otro día, cuando estaba cayéndome el vino en la boca, con la cara hacia el jarro, los
ojos un poco cerrados por gustar mejor del vino, pensó el ciego que era el momento de darme
una lección y con toda su fuerza, alzando con las dos manos el jarro, me lo dejó caer sobre mi
boca y yo pensé que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.
Fue tal el golpecillo que perdí el sentido y el jarrazo tan grande, que los pedazos se
me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes y me quebró los dientes, sin los
cuales hasta hoy día me quedé.
(Anónimo)
3.- Cuando el ciego se dio cuenta que se lo bebía con una pajita, ¿qué hizo?
(Bebérselo - Guardar la jarra entre las piernas - Tapar la jarra con las manos)
Había una vez un hombre que podía entender lo que dicen los animales y los pájaros.
Este hombre vivía en el campo y tenía en su casa un burro y una vaca. Un día la vaca
se dirigió a la cuadra donde estaba el asno. La cuadra estaba barrida y regada con
agua; en su pesebre había cebada y paja y el burro estaba tumbado, descansando. El
asno llevaba muy buena vida pues sólo en algunas ocasiones el dueño lo sacaba para
montarse en él y dar un paseo. Después el asno volvía a su establo a descansar.
Entonces la vaca le dijo al asno:
-¡Buen provecho! Yo estoy cansada de trabajar todo el día mientras tú
descansas. Comes toda la cebada que quieres, mientras yo estoy siempre tirando del
arado.
El asno, viendo a la vaca tan cansada, le contestó:
-Cuando salgan al campo a trabajar, túmbate y no te levantes, aunque te peguen.
Y si te levantas, vuélvete a tumbar otra vez. Y si te ponen de comer algo que no te
gusta, no comas y haz como si estuvieras enferma. Así descansarás de tu trabajo y
comerás bien.
El hombre, como conocía la lengua de los animales, había oído lo que le decía
el burro a la vaca. Cuando llegó la hora de la comida, la vaca se hizo la enferma y no
quiso comer. Luego, al llevarla a trabajar al campo, se tumbó. Entonces dijo el
labrador:
-Cogeré el asno para que trabaje en lugar de la vaca.
Cuando a la noche volvió el asno, la vaca le dio las gracias porque había podido
descansar durante todo el día. El. asno pensó que por hacerle un favor a la vaca ahora
le tocaba trabajar. Y como le gustaba seguir descansando pensó en engañar a la vaca
para que continuara ella trabajando. Entonces el burro le dijo:
-Ya sabes que anoche te di un buen consejo. Pero hoy he oído decir a nuestro
amo: “Si mañana la vaca no se levanta, la lleváis al carnicero”. He llorado por lo que
te quieren hacer y por eso te lo cuento. Adiós.
Cuando la vaca oyó las palabras del asno se las creyó. Luego se comió toda la
comida y a la mañana siguiente se puso a trabajar muy contenta. Y de esta forma el
burro pudo seguir descansando.
En los primeros días había en el reino de los andaluces una ciudad. Había un fuerte castillo
cuya puerta no era para entrar ni aún para salir, sino para que la tuvieran siempre cerrada.
Cada vez que un rey moría y otro rey heredaba su trono, éste añadía con sus manos una
cerradura nueva a la puerta, hasta que fueron veinticuatro cerraduras, una por cada rey.
Entonces nombraron rey a un malvado que se adueñó del poder, y en lugar de añadir
una nueva cerradura quiso que las veinticuatro restantes fueran abiertas para ver lo que había
guardado en aquel castillo. Los grandes señores le pidieron que no hiciera tal cosa y le
escondieron el llavero de hierro y le dijeron que añadir una cerradura era más fácil que
romper veinticuatro, pero él repetía: “Yo quiero ver lo que hay guardado en el castillo”.
Entonces le ofrecieron cuantas riquezas quisiera en rebaños, en plata y en oro, pero él no
quiso y abrió la puerta. Adentro estaban figurados los ejércitos árabes en metal y madera,
sobre sus rápidos camellos y potros. Las patas delanteras de los caballos no tocaban el suelo y
no se caían. El rey al ver las figuras se asustó, y más aún por el orden y silencio porque todas
miraban a un mismo lado, y no se oía ni una voz ni una trompeta. Eso había en la primera
habitación del castillo. En la segunda estaba la mesa del rey Salomón con ocultas propiedades
capaces de serenar una tempestad y curar las enfermedades.
En la última vieron grabada una letrero terrible. El rey lo leyó y lo comprendió todo.
Decía así: “Si alguna mano abre la puerta de este castillo, los guerreros de carne que se
parecen a los guerreros de metal y madera de la entrada se adueñarán del reino”.
Estas cosas sucedieron así. Antes de que tocara a su fin, los árabes al mando de Tarik
se apoderaron de esa fortaleza. Tarik derrotó a ese rey y vendió a sus mujeres y a sus hijos y
destruyó sus tierras.
El capitán Kid reunió a sus compañeros y les hizo izar la bandera con la cabeza del muerto.
Juraron sobre sus espadas obediencia al reglamento pirata. Cada hombre tenía derecho a
votar. Los juegos de cartas y de dados estaban prohibidos. La compañía no recibía mujeres ni
muchachos. Aquel que lo introdujera disfrazado sería castigado con la pena de muerte. Los
cañones, las pistolas y los machetes debían mantenerse bien cuidados y relucientes.
El primer barco que encontraron era holandés. Kid colocó el pabellón pirata y le dio
caza. Hizo preso al capitán y lo mandó colgar. Después hizo venir a los marineros. Fijó una
tabla hacia afuera de la borda. Todos los holandeses corrieron por ella, desnudos, delante de la
punta de los machetes, y saltaron al mar.
En ese momento, el cañonero del capitán Kid alzó la voz:
-Capitán, ¿por qué mata a esos hombres? -gritó borracho.
El capitán se volvió, tomó un cubo de madera y le dio con él en la cabeza. El cañonero
del barco cayó muerto con la cabeza partida. El capitán Kid hizo que lavaran el cubo, pues
había quedado con cabellos pegados con sangre. Ningún hombre de la tripulación quiso
volver a usarlo. Dejaron el cubo atado a la borda. Desde ese día el capitán Kid fue perseguido
por el hombre del cubo. Cuando apresó un navío moro, al hacer el reparto del botín, el
hombre del cubo sangriento estaba sentado entre los piratas. Kid lo vio y echó un juramento.
Luego hizo tirar el cubo al mar. En el abordaje del buque Mocco no encontraron con que
medir las partes de oro en polvo.
-Un cubo lleno -dijo una voz a espaldas del capitán.
Y el capitán cortó el aire con su machete, amenazando a quien había hablado. Cuando
Kid atacó otro barco, se acostó después del reparto. Cuando despertó se sintió empapado en
sudor y llamó a un marinero para pedirle agua para lavarse. El hombre le llevó agua en una
cubeta. Kjd lo miró y gritó:
-¿Es así como tratas a tu capitán? ¡Miserable! ¡Me traes un cubo lleno de sangre!
El marinero huyó. Kid lo hizo desembarcar en una isla.
El miedo a que el cañonero asesinado vaciara el oro con su cubo y lo tirara al mar,
hizo que enterraran su tesoro en las arenas de diferentes lugares solitarios.
A Kid lo prendieron a la altura de Nueva York y lo llevaron a Londres. Fue condenado
a la horca. Lo colgaron con su casaca roja y los guantes. En el momento en que el verdugo se
ponía el gorro negro, el capitán gritó:
-¡Maldito cañonero! ¡Ya sabía yo muy bien que me meterías el cubo en la cabeza!
El cadáver ennegrecido del pirata permaneció enganchado en las cadenas por más de
veinte años.
3.- ¿Qué podía ocurrirle al pirata que pasara al barco a una mujer disfrazada?
(Estaba permitido - Podían condenarlo - No le ocurría nada)