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Título: Contratos bancarios: algunas consideraciones sobre sus fundamentos y alcances

Autor: Sicoli, Jorge S.


Publicado en: RDCO 272, 30/06/2015, 821
Cita Online: AR/DOC/5217/2015

Sumario: I. Introducción.— II. Aproximación metodológica.— III. Las disposiciones generales.— IV.
Conclusiones

La difusión de la información, la facilidad en los accesos para obtenerla, la posibilidad de


comparar servicios y productos ofrecidos por los bancos y las entidades que intermedian entre la
oferta y demanda de crédito son pilares sobre los cuales se conformó el régimen general en el
Código Civil y Comercial.
(*)
I. Introducción
El Código Civil y Comercial reguló en el capítulo 12 del título IV del Libro III a los contratos
bancarios; se incluye una sección con disposiciones generales.
Los proyectos anteriores no lo habían previsto, más allá de tratar algunos contratos bancarios junto con
los demás contratos.
Su inclusión se ajusta al propósito explicitado por la Comisión de Reformas, quien, al elevar el
anteproyecto, señaló la necesidad de establecer normas que permitan orientar las prácticas negociales de
una manera que disminuya la litigiosidad. (1)
A esta premisa podemos agregarle la tendencia mundial a conformar un derecho económico más
humano, en donde el interés crematístico y el espíritu de lucro se conformen dentro de un marco en el cual
el individuo social, la persona de carne y hueso sea su centro; esto es, procurar un marco jurídico integrado
que tienda a emparejar el natural desequilibrio que existe entre las partes en este tipo de relaciones.
Aquella tendencia se ve plasmada en las recomendaciones que Naciones Unidas, a través de "Consu-
mers International", ha dado al G-20, y que se pueden sintetizar en: a) promover la competencia de
servicios financieros; b) adoptar medidas para promover la estabilidad y la seguridad de los depósitos e
inversiones de los usuarios de servicios financieros; c) promover una mayor transparencia y responsabilidad
en las transacciones financieras; d) proteger los depósitos, brindando cobertura para cada tipo distinto; e)
reformar los procedimientos de insolvencia para que los depositantes tengan privilegio en el cobro; f)
acceder a los servicios financieros básicos; g) el papel de nuevas formas de servicios. (2)
Estos objetivos son plasmados a través de organismos de control constituidos en general dentro de los
bancos centrales de los distintos países.
Como ejemplo podemos citar: a) Francia: mediador bancario previsto en el ámbito del comité de
mediación bancaria presidido por el gobernador del Banque de France, que funciona desde el año 2002; b)
España: defensor del cliente financiero, dado en el ámbito del Banco de España. Este país cuenta también
con un portal del cliente bancario; c) EE.UU.: funciona el Consumer Financial Protection Bureau en el
ámbito de la Reserva Federal.
En nuestro país se advierte esta tendencia no sólo en el régimen que se establece en el Código Civil y
Comercial, que recepta aquellas recomendaciones no sólo en lo que refiere a sus disposiciones generales,
sino también en la política que desarrolla el BCRA, que, entre otras cosas, ha establecido un portal del
cliente bancario, un centro de consultas telefónicas y también un régimen informativo de transparencia. (3)
Mediante estos procedimientos, que son de fácil acceso, los consumidores bancarios pueden disponer
de información confiable, expuesta en un lenguaje sencillo pero preciso, referida a los distintos productos
que ofrecen los bancos y las entidades financieras que caen bajo la órbita del Banco Central; esto
seguramente contribuirá a reducir la litigiosidad, pues, al estar mejor informados aquellos que pretendan
vincularse con los distintos productos financieros, podrán prever sus consecuencias y evitar los riesgos que
produce una mala información.
Estimo también que la posibilidad de disponer de estos medios podrá ser valorada por los jueces a la
hora de decidir sobre la interpretación de los contratos bancarios y el conocimiento que los contratantes
tuvieron o debieron tener al tiempo de la contratación, sobre todo cuando éstas se plasmen en formularios
preimpresos o continentes de cláusulas predispuestas.
II. Aproximación metodológica
1. De acuerdo con la metodología empleada por la Comisión Redactora en toda la obra, el capítulo
comienza con una parte general y prosigue con la regulación de cada figura en particular, aunque debe
señalarse que no se incluyeron todos los contratos en los cuales normalmente intervienen los bancos, sino
algunos de aquéllos en los cuales "sólo" intervienen las entidades referidas en el art. 1378; adviértase, por
ejemplo, que el contrato de "leasing" fue regulado en el capítulo 5 (arts. 1227 a 1250) del mismo título y el
contrato de "factoraje" en el capítulo 13 (arts. 1421 a 1428), aunque estimo que, en lo pertinente, le podrán
ser aplicadas a esas figuras las normas de carácter general establecidas en las disposiciones generales
cuando participe un banco en la contratación.
He de señalar, además, que la nómina de contratos tratados no agota la actividad bancaria, es decir que
existen otras figuras contractuales, nominadas o no, que no han tenido regulación y que seguirán depen-
diendo de las particularidades que se establezcan en cada caso y de la aplicación de las normas de carácter
general que puedan alcanzarles.
Con independencia de esto, ciertamente resulta relevante que un Código de fondo prevea una normativa
general que enmarque la actividad bancaria y que tenga incidencia, fundamentalmente, en la relación de las
entidades con los clientes, ocupándose el derecho público de las relaciones existentes entre dichas entidades
con el Estado nacional, provincial o municipal.
Sin perjuicio de ello, es bueno dejar puntualizado que, además de las normas diseñadas específicamente
para el tratamiento de los contratos bancarios, deben ser consideradas otras disposiciones, otros bloques
normativos que resultan de aplicación necesaria para cumplir con aquella finalidad referida en la introduc-
ción.
En primer lugar, debemos mencionar a la Constitución Nacional, que, al regular los "Nuevos derechos y
garantías", contempla el de los consumidores y usuarios de bienes y servicios, en orden a la protección de
sus "...intereses económicos, a una información adecuada y veraz, a la libertad de elección y a condiciones
de trato equitativo y digno", contemplando para ello que "Las autoridades proveerán a la protección de esos
derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión
de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y eficiencia de los
servicios públicos y a la constitución de asociaciones de consumidores y usuarios. La legislación
establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de los conflictos..." (art. 42), y en cuanto
a que toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo contra todo acto u omisión de
autoridades públicas o de particulares que lesione derechos y garantías reconocidas por la Constitución,
pudiendo el juez declarar la inconstitucionalidad de las normas en que se funde el acto u omisión lesiva, o
para tomar conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de
datos públicos o los privados destinados a proveer informes y en caso de falsedad o discriminación, para
exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualización de aquéllos (art. 43).
Debe mencionarse en este punto que la Comisión Redactora valoró, entre otros aspectos, la constitucio-
nalización del derecho privado; es decir, la ponderación del plexo constitucional como derecho aplicable a
la resolución de cuestiones que tradicionalmente quedaban alcanzadas exclusivamente por el derecho
común.
Esto se conjuga, a mi criterio, con los imperativos de la cultura jurídica que sustenta al modelo de
Estado constitucional, en pos de sostener, por un lado, la rigidez constitucional y, por el otro, el desarrollo
de un núcleo férreo de garantías, no sólo para los consagrados derechos liberales de "libertad a", sino
también los derechos de tercera generación o "libertad de", sustrayendo a ambas categorías de las
contingencias del ejercicio de los "derechos de autonomía" tanto política como negocial. (4)
En segundo lugar, debemos mencionar a las disposiciones contenidas en los arts. 957 y ss. del CCyC,
en orden a que resultan de aplicación las normas referidas a los contratos en general y también las incluidas
en el título III, vinculadas con los contratos de consumo y reguladas en los arts. 1092 a 1122.
En tercer lugar, referimos a las normas contenidas en la ley 24.240 de Defensa del Consumidor, que
también resultará aplicable en lo pertinente, y no pueden dejar de mencionarse las leyes 21.526, 24.627,
25.326, y la Ley de Tarjeta de Crédito, que, pese a su especialidad, generan efectos que trascienden a ese
contrato (ver, p. ej., art. 14, inc. h], y su potencial vinculación con la ejecución de certificados de saldo
deudor en cuenta corriente bancaria).
Por último, he de hacer mención de las comunicaciones y resoluciones dictadas por el Banco Central y
por la Secretaría de Comercio, que reglamentan el servicio financiero y regulan el detalle de cada
vinculación contractual.
2. Como ya se señaló, la regulación del Código Civil y Comercial, al aludir a contratos bancarios,
alcanza no sólo a los contratos que celebren los bancos en ejercicio de su actividad específica, sino también
a las operaciones que realizan otras entidades, como compañías financieras y cajas de crédito comprendidas
en la LEF, esto por imperio de lo previsto en el art. 1378, in fine; previsión que resulta trascendente porque,
al limitar su alcance, parecería que quedan excluidos otros operadores financieros importantes (como ser la
entidades mutuales).
Sin embargo, recuérdese que está vedada la posibilidad de que la actividad bancaria sea realizada por
quienes no cuentan con autorización de la autoridad de control.
La ley 21.526 y sus modificatorias incluyen a las personas o entidades privadas o públicas de la Nación,
de las provincias o municipalidades que realicen intermediación habitual entre la oferta y la demanda de
recursos financieros, señalando que quedan alcanzados en las disposiciones de la ley: a) bancos
comerciales; b) bancos de inversión; c) bancos hipotecarios; d) compañías financieras; e) sociedades de
ahorro y préstamo para la vivienda u otros inmuebles; d) cajas de crédito.
Aunque, como ya se indicó, esta nómina no es excluyente y deja abierta la posibilidad de incluir a todos
aquellos que intermedien en forma habitual entre la oferta y la demanda de recursos financieros.
III. Las disposiciones generales
1. Como sistema, divide su tratamiento en dos secciones, la primera dedicada a las disposiciones
generales y la segunda a los contratos en particular.
Las disposiciones generales abarcan a los artículos que van desde el 1378 al 1389 y se divide, a su vez,
en dos parágrafos.
El primero, titulado "Transparencia de las condiciones contractuales", y el segundo dedicado a los
"Contratos bancarios con consumidores y usuarios".
Son ejes de esta sección la publicidad y la información del cliente, que le permita a éste una amplia y
adecuada comprensión de las condiciones contractuales a que quedará sometido.
2. El parágrafo primero se aplica a todos los contratos, mientras que el segundo enfoca puntualmente a
los contratos de consumo.
He de advertir, en orden a delimitar el alcance de estos "contratos de consumo", que aunque el cliente
tenga una actividad empresarial y sea una persona jurídica, cuando contrató el servicio de crédito con un
banco y lo hace como "destinatario final" y en beneficio de su grupo social, queda alcanzado por la Ley de
Defensa del Consumidor (ley 24.240 y sus modificaciones), de acuerdo con lo que surge del art. 1º de esa
normativa, que no los excluye.
Los arts. 1092 y 1093, al determinar la relación de consumo, los incluye, razón por la cual todo cliente
de banco es un consumidor y por ello le son aplicables las normas sobre contratos de consumo establecidas
en el título III.
Sobre esta particular cuestión resulta atinada la observación que introduce Villegas, al considerar que la
ley 26.361 amplió las reglas originales del ordenamiento, eliminando el párrafo primero del art. 2º que
excluía del carácter de consumidor a "...quienes adquieran, almacenen, utilizan o consuman bienes o
servicios para integrarlos con procesos de producción, transformación, comercialización o prestación a
terceros", lo que permitía excluir los contratos de crédito que celebraban los comerciantes y las sociedades
comerciales, criterio que aplicó el Banco Central para clasificar esos créditos en "créditos comerciales",
diferenciándolos de "créditos de consumo", de acuerdo con lo que surge de la comunicación A-5637.
Eliminada esta limitación al alcance del término "consumidor" por la ley 26.361, aquella distinción
carece de aplicación. (5)
Es por ello que, como sostiene ese autor, no resultaba necesario incluir un parágrafo 2º referido
específicamente a las condiciones que deben cumplir los bancos para realizar contratos con consumidores y
usuarios, que, además, son más limitadas que las que surgen del título III del Libro III del mismo cuerpo
legal.
Se puede explicar la indebida inclusión, en la circunstancia de que el proyecto original del Código Civil
y Comercial, luego modificado por el PEN, tenía un texto diferente en el art. 1092, que, al definir
"consumidor", excluía a aquellos supuestos en que el vínculo se daba con un consumidor que adquiría o
utilizaba en forma gratuita u onerosa bienes o servicios como destinatario final, siempre que no tenga
vínculo con su actividad comercial, industrial, artesanal o profesional, lo que se reproducía en la última
parte del art. 1093 para definir el contrato de consumo.
Como ya se señaló, esta redacción modificaba sustancialmente la Ley de Defensa del Consumidor,
excluyendo de su alcance a todos aquellos contratos que celebraban las sociedades comerciales en general y
los individuos comerciantes, industriales, artesanos y profesionales cuando esos contratos tengan vínculo
con su actividad.
De cualquier modo, no es ocioso recordar aquella clasificación de deudores contenida en la sección 5ª
de la resolución antes mencionada (comunicación A-5637), que los agrupa en dos categorías básicas: a)
cartera comercial, que abarca todas las financiaciones comprendidas con excepción de los créditos para
consumo y vivienda inferiores a 2.500.000; b) los créditos para consumo o vivienda, que involucran
créditos personales y familiares, para profesionales, para la adquisición de bienes de consumo, para
financiación de tarjeta de crédito, para vivienda propia, ya sea por compra, construcción o refacción,
créditos a instituciones de microcrédito hasta 1.250.000 y el límite ya fijado en el apartado anterior.
3. En relación con el parágrafo 1º, titulado "Transparencia de las condiciones contractuales", hemos de
señalar que el término "transparencia" queda conceptuado como el sistema reglamentario dispuesto por el
BCRA a través de distintas circulares, resoluciones y comunicaciones (por ej., comunicaciones A 4184,
4191, 4195, etc.), destinado a que las entidades financieras brinden la información necesaria para hacer más
eficiente y facilitar las contrataciones de productos financieros tales como préstamos, apertura de cuenta
corriente, tarjetas de crédito, etcétera.
Siguiendo a Gerscovich, diremos que "la reglamentación del BCRA presenta las características del
'derecho económico' en tanto se trata de una actividad 'legisferante' dinámica y cambiante, que se justifica
incluso en su metodología (ley en blanco) y por cuanto, además, esas disposiciones reglamentarias son de
'coyuntura', responden a necesidades o conveniencias del momento, y no son estructurales, o más
permanentes, como las de un Código o una ley de fondo". (6)
Se provee así una estructura que, centralizada por la entidad de control, tiene no sólo una función
reguladora de la actividad, sino también es idónea para plasmar el objetivo indicado, es decir, permite
comparar datos, precios y disponibilidad de cada uno de los productos ofrecidos.
Esta información involucra costos y comisiones, tasas de interés, características de los productos,
requisitos básicos para su adquisición, etcétera.
La información que se suministra en el "régimen de transparencia" y es receptada en el portal del Banco
Central es actualizada por los bancos el mismo día en que se produce alguna modificación en sus tasas,
características o condiciones de los productos.
Es antecedente primario de esta disposición las previsiones contenidas en el capítulo II de la ley 24.240.
Se señala asimismo que el BCRA, a través de comunicaciones como las mencionadas precedentemente,
detalla el procedimiento al que las entidades financieras comprendidas deben sujetar la información que se
requiera y los productos alcanzados por ellas, como, por ej., cuentas corrientes, préstamos personales e
hipotecarios, tarjetas de crédito, etcétera.
4. La previsión contenida en el primer párrafo del art. 1379, en orden a que la publicidad, la propuesta y
la documentación contractual deben indicar con precisión y en forma destacada si la operación corresponde
a la cartera de consumo o comercial, resulta innecesaria, habida cuenta de lo ya expuesto en torno de la
aplicación a todos los contratos de la Ley de Defensa del Consumidor, aunque puede resultar ilustrativa en
torno de las tasas y condiciones de financiamiento, que podrán ser aplicados de acuerdo con tal clasifica-
ción y la circular que los regula.
Esta norma encuentra su correlato para consumidores en el art. 1387, donde se insiste en la idea fuerza
ya referida de la "información suficiente", para que pueda comparar las ofertas que el sistema bancario
provee.
Dice esa norma que antes de vincular contractualmente al consumidor, el banco debe proveer informa-
ción suficiente para que el cliente pueda confrontar las distintas ofertas de crédito existentes en el sistema,
publicadas por el Banco Central de la República Argentina.
Si el banco rechaza una solicitud de crédito por la información negativa registrada en una base de datos,
debe informar al consumidor en forma inmediata y gratuita el resultado de la consulta y la fuente de donde
la obtuvo.
Resulta interesante la observación que realiza Parducci respecto de que no queda muy clara la manera
en que el banco debe proceder para asegurarse de poder demostrar el cumplimiento de las obligaciones que
a su respecto se establecen en el artículo mencionado, y se pregunta si bastaría con que tal información se
encuentre disponible en un sitio web o, en cambio, será necesario hacerle firmar al cliente alguna
documentación en la que se deje constancia de que se proporcionó esa información comparativa. (7)
Pienso que la existencia de un portal general que provee de esta información aparece como suficiente
para cumplir con el objetivo de la norma, mucho más si el banco demuestra que fue diligente en la
provisión de datos destinados a mantener actualizado dicho sitio informático.
Por lo demás, la norma se debe completar con el detalle que se puntualiza en el art. 1385.
Será eventualmente el juez quien evalúe todos estos elementos a fin de juzgar la conducta del banco en
torno de tal aspecto de la vinculación.
No debe olvidarse que en los arts. 1100 y 1103, referidos a los contratos de consumo en general, se
establecen normas precisas de información y publicidad que resultan aplicables a todo el régimen de la
contratación bancaria.
5. En el art. 1380 se establece la obligación de los bancos de formalizar por escrito los contratos y el
derecho de los clientes a que se les entregue un ejemplar.
Entiendo que es carga de la entidad acreditar el cumplimiento de este extremo y si bien, a mi criterio, la
falta no produce la nulidad del contrato, genera una presunción en contra del predisponente en orden a la
interpretación de las cláusulas que conforman la vinculación convencional particular.
Ta vez hubiese sido mejor establecer directamente la obligación del banco de entregar el ejemplar y no
referir a la obligación de acreditar que lo entregó cuando el cliente lo pidió.
6. En el art. 1381 se indica que el contrato debe especificar la tasa de interés y cualquier precio, gasto,
comisión y otras condiciones económicas a cargo del cliente.
Agrega que si no se determina la tasa de interés, es aplicable la nominal mínima y máxima, respectiva-
mente, para las operaciones activas y pasivas promedio del sistema, publicadas por el Banco Central a la
fecha del desembolso o de la imposición.
Su fuente la debemos buscar en el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor, en el cual se detallan
los requisitos que deben incluirse en el contrato.
El detalle debe ser puntual y, más allá de los extremos mencionados en la disposición, lo que se exige es
que el cliente sepa, sin dudas, cuál es el costo económico que el contrato le ocasiona.
De no brindarse estos datos, la ley sustituye la voluntad de las partes, determinando un régimen general
que resulta equitativo; frente a la ausencia de la tasa de interés aplicable, se tomará la nominal mínima y
máxima, según se trate de operaciones activas o pasivas promedio del sistema, publicadas por el BCRA.
En el último párrafo se contempla una previsión destinada a evitar que los bancos incluyan en sus
fórmulas la remisión a los "usos y costumbres".
Esta previsión, en muchos casos, fue la llave para justificar abusos en el régimen de contratación y en
orden a la posición dominante que indudablemente detenta el banco en relación con el co-contratante.
Se advierte en este caso que el Código se aparta de la solución dada con carácter general en el art. 964,
inc. c), en el cual se indica que el contenido del contrato se integra con los usos y prácticas del lugar de
celebración.
7. Se regula en el art. 1382 la información que se debe suministrar a los clientes y se distinguen dos
situaciones: a) respecto de los contratos de plazo indeterminado o mayores a un año; b) los contratos que
prevean plazos para el cumplimiento.
En el primer caso, la norma impone una condición: que dicha información se suministre por lo menos
una vez al año; frente al silencio del cliente —ausencia de oposición escrita—, se entiende como aceptación
de las operaciones informadas.
En el segundo caso, la información se debe suministrar una vez finalizado el contrato.
La norma merece dos observaciones.
La primera se vincula con la indebida distinción que se hace entre los contratos comerciales y de
consumo, al referir a éstos respecto de las acciones previstas en el parágrafo 2; la segunda, justifica
remarcar que dichas condiciones no enervan la posibilidad de revisar las operaciones informadas cuando se
demuestre su falsedad, arbitrariedad o abuso, con independencia de la existencia de oposición escrita y con
el único valladar de la prescripción.
En el Código Civil y Comercial, las pautas emergentes de los arts. 9º, 10 y 11, entre otros, dan
basamento normativo a esa posibilidad.
Corresponde hacer notar, también, que esta disposición de carácter general no se aplica a la cuenta
corriente bancaria, pues a su respecto se prevé una solución distinta.
En este caso, de acuerdo con la previsión contenida en el art. 1403 y salvo que resulten plazos diversos
de las reglamentaciones, de la convención o de los usos, a) el banco debe remitir al cuentacorrentista dentro
de los ocho días de finalizado cada mes un extracto de los movimientos de cuentas y los saldos que resultan
de cada crédito y débito; b) el resumen se presume aceptado si el cuentacorrentista no lo observa dentro de
los diez días de su recepción o alega no haberlo recibido, pero deja transcurrir treinta días desde el
vencimiento del plazo en que el banco debe enviarlo sin reclamarlo.
Las comunicaciones previstas en este artículo deben efectuarse en la forma que disponga la reglamenta-
ción, que puede considerar la utilización de medios mecánicos, electrónicos, de computación u otros.
8. En el último artículo del parágrafo 1º se prevé el derecho del cliente a la rescisión del contrato por
tiempo indeterminado, en cualquier momento, sin que esa decisión le acarree gastos.
Esta solución se compadece con la regla general establecida en el art. 1077, en cuanto prevé la
posibilidad de la extinción por declaración de una de las partes.
La trascendencia de la norma específica radica en neutralizar aquellas cláusulas convencionales
destinadas a dificultar la rescisión, poniendo en cabeza del cliente el cumplimiento de cargos y cargas que,
cuando menos, demoran la operatividad de la decisión.
En la última parte se incluye una mención innecesaria, como es la vinculada con la existencia de gastos
anteriores, pues éstos no son producto de la decisión de rescindir y aunque puedan resultar exigibles, no
deben obstar a la facultad que le otorga la ley al cliente.
9. Remite el art. 1384 a las reglas de los contratos de consumo.
Ya advertimos sobre la indebida distinción que se efectúa en esta sección en torno de contratos de
consumo y contratos comerciales, razón por la cual esta norma puntualiza el error en la división efectuada
por el legislador.
10. En el art. 1385 se detalla la información que deben tener los anuncios del banco, que debe ser dada
en forma clara, concisa y con un ejemplo representativo.
El inc. a) no tiene carácter general, pues refiere a los contratos de préstamo y otros créditos, porque no
todos los contratos bancarios tienen por objeto un monto determinado (cuenta corriente, caja de seguridad,
custodia de títulos).
En el inc. b) se considera que los intereses allí incluidos son los compensatorios, pues sólo ellos serían
susceptibles de determinación en cuanto a tasa fija o variable, aunque también los punitorios podrían estar
reflejados en la previsión contractual.
Cabe preguntarse acá sobre la validez de las convenciones sobre intereses (compensatorios, moratorios
y punitorios) celebrados con arreglo a "los principios y normas que las rigen".
Si hubo amplia información brindada al cliente en su oferta contractual y al tiempo de instrumentar el
acuerdo y si las previsiones del acuerdo son precisas, parece lógico concluir que las convenciones sobre
intereses serán válidas.
Igualmente serán válidos los acuerdos de capitalización en los términos que autorizan los arts. 770 y
1398 del CCyC.
He de recordar que en los últimos años los acuerdos relativos a la determinación de la tasa de interés
han sido puestos en la mira, a fin de determinar la existencia de abuso y en su caso morigerarlos, reducién-
dolos a tasas que en total no superen dos veces y media la tasa que cobran los bancos oficiales.
Tampoco debe perderse de vista la previsión contenida en el art. 771 del Código, norma que autoriza al
juez a reducir los intereses cuando la tasa fijada o el resultado que provoque la capitalización de intereses
exceda, sin justificación y desproporcionadamente, el costo medio del dinero para deudores y operaciones
similares en el lugar donde se contrajo la obligación.
Sería revisable el pacto de intereses: a) frente a la falta de justificación; b) frente a su desproporción,
ponderando el costo medio del dinero para operaciones similares.
En el inc. c) se mencionan las tarifas por gastos y comisiones, con indicación de los supuestos y la
periodicidad de su aplicación.
Al referir a comisiones y gastos, se trata, por un lado, de prever la incidencia de aquéllos en el costo
final de la operación, y, por el otro, evitar sorpresas.
Debería haber explicitado la norma, aun a riesgo de aparecer superabundante, las abreviaturas que se
utilizarán para la indicación de las comisiones y gastos, pues es frecuente la dificultad que trae aparejada la
identificación de aquéllos frente al críptico detalle que en general se acompaña.
Por costo financiero (previsto en el inc. d]) debe entenderse el integrado por las erogaciones destinadas
a cubrir en moneda nacional o extranjera, los intereses, comisiones y gastos que deriven de la operación,
donde se definen las condiciones específicas y los porcentajes pactados; se calculan sobre el monto del
capital y deben ser cubiertos durante un cierto período de tiempo.
Finalmente, en el inc. f) se refiere a la obligación del banco de indicar en cada publicidad de una
operación determinada, el plazo de duración previsto en ella.
11. Desde lo formal también se advierte aquella idea ya expuesta en orden a tutelar los derechos del
consumidor bancario.
En el art. 1386, no sólo se contempla la forma escrita, sino la posibilidad permanente —por el tiempo
del contrato—, de obtener una copia de lo que fue firmado.
Además de ello, se extiende la previsión a todo aquello que se genere en función del cumplimiento del
contrato, es decir, la información archivada. Esta norma debió estar contenida en el parágrafo 1, no sólo
para el cliente agrupado como consumidor.
Pensamos también que, frente a las controversias y disputas, debió establecerse sin dudas la obligación
de presentar la constancia de recepción de lo que fue entregado al cliente, importando una presunción en su
contra en caso de que no pueda cumplir con esta carga.
12. En el último párrafo del art. 1387 se impone la obligación de informar al cliente en el caso de que el
crédito no sea concedido por existir una calificación negativa según la base de datos.
La redacción del artículo permite vislumbrar la posibilidad de evaluar la información y accionar por los
daños y perjuicios que el mal consejo puede producir.
Aun sin regla positiva, podrían registrarse acciones de clase donde se demande a entidades bancarias
por el resultado negativo en la realización de algunas inversiones, de allí que por inexactitud en la
información o error o defecto en el consejo o asesoramiento, el banco puede resultar responsable por los
daños ocasionados al inversor.
El art. 1388 tiene fuente en el art. 36 de la LDC y ha de estarse a lo expuesto al considerar el art. 1381.
Tres tópicos concurren en esta norma, la prohibición de: 1) exigir cualquier suma a cargo del consumi-
dor no especificada; 2) cobrar comisiones o gastos por servicios no prestados; 3) agregar cargos que no
hubieran sido incluidos en el costo financiero publicado.
En su caso, estas cláusulas se tendrán por no escritas.
IV. Conclusiones
La difusión de la información, la facilidad en los accesos para obtenerla, la posibilidad de comparar
servicios y productos ofrecidos por los bancos y las entidades que intermedian entre la oferta y demanda de
crédito son pilares sobre los cuales se conformó el régimen general que sucintamente revisamos en los
párrafos precedentes.
La constitucionalización del derecho privado encuentra su concreción en estas normas, porque se
advierte su derivación de las pautas generales establecidas en los arts. 42 y 43 de la Carta Magna y es
previsible que ello contribuya en el futuro a reducir la litigiosidad y transparentar la actividad bancaria.
Ha de esperarse también que genere un efecto positivo en la circulación del crédito bancario, al
establecer un marco más confiable para que el consumidor acceda a los productos que las entidades
financieras ofrezcan.
Dado esto como marco general, habrá que profundizar la reglamentación para hacer efectiva aquella
pretensión.
He de destacar también que el portal bancario es una buena herramienta de la Administración para
completarlo y difundirlo.
 (*) "Ante nosotros se abre un inédito 'mercado de los derechos', en el que los tradicionales derechos
económicos, inscritos en la libertad de comercio, se mezclan con derechos fundamentales que, ajenos a la
lógica del intercambio, buscan también una infinita posibilidad de expansión". Rodotà, Stefano, La vida y
las reglas, entre el derecho y el no derecho, Trotta, Madrid, 2010, p. 74
 (1) Ver "Fundamentos del Anteproyecto...", en Código Civil y Comercial, proyecto del Poder Ejecutivo
redactado por la Comisión de Reformas designada por decreto presidencial 191/2011, La ley, Buenos Aires,
2012, p. 547.
 (2) Ver www.consumersinternational.org/media669348/cifinancialreport2011pdf; también www.consu-
mersinternational.org/our-work/financial-services/.
 (3) Ver sitio www.clientebancario.gov.ar.
 (4) Ver en este sentido a Mora Molina, J. J., El garantismo jurídico de Luigi Ferrajoli, Huelva, 2004, p.
33.
 (5) Villegas, C. A., en Rivera, Julio C. y Medina, Graciela (dirs.), Código Civil y Comercial de la
Nación comentado, t. IV, La Ley, Buenos Aires, 2014, p. 280.
 (6) Gerscovich, C., Consumidores bancarios..., Buenos Aires, 2011, p. 25.
 (7) Parducci, D. M., "Contratos bancarios con consumidores y usuarios", en Código Civil y Comercial
de la Nación - Contratos en particular, LL Suplemento Especial, abril de 2015.

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