Está en la página 1de 4

Camino al colegio tarareaba una melodía, pensando si ésta pudiese ser usada para las

clases de este año, meditaba si es que era suficientemente sencilla para que mis
estudiantes puedan realizarla, repasaba el ritmo en la cabeza acompasada de
palmadas en mi muslo derecho, es una mañana calurosa, que difícil es cruzar la
avenida Canadá, miro el semáforo, y pienso que tengo que correr para alcanzar el
cruce, ya que la cuenta de la luz verde es muy corta, es el primer día de clases, me toca
conocer a mis estudiantes, presentarse y explicar de que trata el curso, me emociona
saber que encontraré nuevos talentos, aún mas con el afán de descubrirlos, me
imagino convertido en un cazatalentos que encontrará al Mozart de esta generación.

Llego a la puerta, los nervios del primer día jamás se quitan así trabajes 30 años, puedo
ver a los estudiantes que se dirigen al patio, a continuación anuncian la formación,
estoy estrenando mi saco azul para el primer día, ojala estrenara solo un polo, como el
que usaba antes para clases, que fresco era. Los estudiantes ya están formados , todos
ordenados, sonrientes, por ahí veo alguno que le costó despertase, me identifico con
él, ha comenzado el discurso del director, motivante para todos, es un nuevo año,
nuevas oportunidades, nuevos retos. Listo!, rompan filas, todos se mueven a los
salones, ha comenzado el año, imagino un conteo de Formula uno, y alguien
levantando la bandera para que todos partan a la carrera, me toca subirme al carro y
arrancar, espero tener gasolina para todo el trayecto.

Suena el timbre, Ha sido una mañana fructífera, reencontrarse con los estudiantes, me
da ánimos, vuelvo a pensar, que el calor estará más fuerte que años pasados, -ah el
calentamiento-, me contesto, al caminar por el patio sintiendo el pavimento caliente, y
con el terno nuevo, comienzo a pensar que como sería vestir solamente con el polo,
algunos estudiantes me preguntan - ¿y qué tocaremos este año?- les suelto algunas
pistas, reaccionan emocionados, otros dan sugerencias, ver los rostros de los
estudiantes con curiosidad me advierte que será un buen año.

Nos citan a una reunión de urgencia en el comedor, tema: emergencia de salud, el


anuncio es: a casa por 15 días, seguiremos de manera virtual, supongo que debe ser
enviar correos y grabar videos, esto es el futuro pienso, todos estamos con rostros de
preguntas pero no hay más respuestas, la incertidumbre será una sensación normal a
partir de ahora, al salir del colegio mis compañeros de área decidimos almorzar
juntos, pronuncio: almorcemos, quizás no nos volvamos a ver nuevamente en un
tiempo¨, mal augurio, salao me dicen.

Ya en casa, viernes con clases suspendidas, organizo mi horario, enciendo la tele y digo
por fin podré terminar mi serie, cuando de pronto, mensaje a la nación.

Es fácil percibir el final en una película ,siempre todo te prepara para un desenlace,
pero en este caso, a cuarentena, era algo que solo habíamos visto en películas
apocalípticas, pensar que hay un monstruo afuera que te hará daño era lo más usual,
pero el temor de no ver lo que te causa daño era más terrorífico que cualquier
película, saber que respirar, exponerte, poner un pie fuera de casa podría convertirte
en el protagonista de esa película, aquel al que le gritas desde el sofá, no salgas vas a
morir!, y zás el monstruo lo elimina.
El primer día de la cuarentena es extraño, parece un feriado, no se oyen carros, me
asomo, por el balcón y veo algunas personas corriendo, no porque los persiga el
monstruo, solo aprovechan el día para ejercitarse, que exagerados para encerrarse, es
un comentario habitual, Aún así, reviso mi alacena, calculo que tendré comida para
unos días, y podré sobrevivir, mientras en la tele la gente se abarrota de papel
higiénico y todo lo que pueda llevarse a casa.

Siento el celular vibrar, 200 mensajes de whastsapp, los grupos, no los leeré todos me
digo, es más si son mensajes de audio, aún menos, decido darles la ultima
oportunidad, y de ahí me desconectaré, intento leerlos con rapidez, todos tienen
teorías de cuanto acabará todo esto, algunos más apocalípticos, se me ocurre opinar,
quizás lo más sabio que podía decir hasta ese momento, escribo, ¨lo mejor es no
compartir noticas que no estén corroboradas¨ a partir de ahí compartir noticias falsas,
también se convertirían en una forma de virus, cuanto daño causarían. Bueno, hay que
desayunar, y luego preparar la clase, aun no hay horario para encontrarse con los
estudiantes, solo debemos hacernos presentes, escucho por ahí, que las clases deben
orientarse en distraer a los niños, para que no se estresen, bueno, habrá que
entretenerlos, ha llegado el momento de desarrollar lo histriónico que llevo dentro,
que solo lo he mostrado con mi familia y quizás solo de niño, antes de que la música
me diera el placer de la soledad. Más adelante vería que no solo yo había sido
contagiado por el Histrionismo, al ver a mis colegas educadores a través de las
cámaras, había un cambio, más sonrisas, otro timbre de voz, todos teníamos algo de
youtuber, bueno algunos aún se resisten, es curioso que en los pasillos del colegio no
los vi sonreír, pero al menos frente a la cámara era una oportunidad para hacerlo,
quizás era un escape para todos, una realidad alterna, una forma de no pensar en lo
que estaba sucediendo afuera en la calle donde el monstruo invisible aún acechaba.

Recuerdo mis clases de historia, y cuando bromeábamos con mis compañeros de los,
privilegiados personas a las que no les falta nada, lo tienen todo , dinero, comodidad,
placeres, bromeábamos con convertirse en un maldito burgués, se convertía en un
apodo cuando alguien podría darse el lujo de almorzar un pollo a la brasa, eran
tiempos de estudiante. Desde la comodidad de mi sofá puedo ver las noticias, cambiar
de canal sin moverme, sin desplazarme, el aire es fresco, junto a una coca cola helada
escucho al presentador de noticias, habla de los caminantes, personas que deben
regresar a pie, no hay transporte, kilómetros de caminata, no hay forma, todos tienen
miedo de acercarse, pero a ellos no les importa , el miedo a morir de hambre es peor
que un contagio a una simple gripe, ya no son solo un grupo, son centenares, la
imagen se repite, es un éxodo, sobrevivir es la esperanza, desde mi balcón de
privilegiado de pequeño burgués, lo tengo todo, tengo comida, entretenimiento y
aburrimiento, no hay que preocuparse por sobrevivir, solo no hay que salir y estarás
bien, el monstruo aún sigue afuera, acechando.

Han pasado dos semanas desde que almorcé con mis compañeros de trabajo, un
ultimo almuerzo, esperar por las noticias del medio día, donde al parecer el gobierno
lo tienen todo controlado, ¨que no panda el cúnico¨, luego solo incertidumbre. Ahora
la función el docente ya esta cambiando, hay que ponernos serios, estas ya no son
vacaciones, ahora debemos planificar para lo inesperado, al parecer esta cuarentena
será aún más larga, Zoom, MEET, se convierte en parte del vocabulario común, que
suerte de Burgués, tengo internet, podré afrontar este encierro, y podré trabajar en la
comodidad de mi casa, privilegios del siglo XXI. Ha llegado el momento de dominar el
mundo virtual, me convierto en un explorador, a menudo se lee que esta no es la
primera pandemia, la humanidad, ya ha tenido otras y aún seguimos aquí, quizás sea
buena idea brindar esperanza a través de una pantalla, nos dicen que debemos
aprovechar esta oportunidad para practicar la RESILIENCIA, palabra que cobrará
sentido en esta época, ¿será esta nuestra guerra? me consuelo pensando que otras
generaciones la tuvieron difícil también, guerras, catástrofes, plagas, hambrunas,
nosotros la tenemos más fácil, a cada generación le tiene que tocar algo.

Las familias se separan, se reencuentran, ¿los caminantes habrán llegado a su tierra?,


¿habrán abrazado a sus padres?, de tan solo imaginar a los niños caminando por la
carretera, me genera impotencia, reniego de mis privilegios, podría hacer algo mejor,
ayudar en serio, , no solamente hablar de esperanza frente a una pantalla, soy joven,
el virus no me afectará, ponerse en acción, pero el miedo a contagiarse me regresa a
mi computadora, las preguntas te acechan como el monstruo de la calle, solo pienso y
¿si traigo el virus a casa? ¿si contagio a mi hermana?, solo estamos los dos en el
departamento, me conforta saber que mis padres en Huancayo también están bien,
cuidándose, las video llamadas son diarias, ojalá pudiera abrazarlos.

El clima va cambiando, pero el panorama de que sigamos en esta nueva normalidad,


no, ya he establecido una rutina, despertarse a las 7, darse una ducha preparar el
desayuno, prender la computadora, contestar mensajes, leer los nuevos lineamientos,
esperar a las noticias del medio día, continuar con las clases, responder correos, asistir
a una reunión del trabajo, preparar el almuerzo, hoy es viernes, así que me toca
cocinar, mi hermana hace las compras, regresa, la desinfección ya es un hábito,
zapatos y ropa se quedan en la mampara de ingreso, recuerdo que decían que algún
famoso quemaba su ropa después de usarla, y eso que no había pandemia, ¿que hará
ahora?. Después del almuerzo, seguir dando clases, tengo el privilegio de trabajar en
dos lugares, y tan solo con un clic puedo llegar puntual de uno al otro, termina las
clases, salgo al balcón, mucha gente también lo hace, aplaudimos a policías y militares
por protegernos del monstruo, hoy ya es fin de semana, hoy tengo reunión con
amigos, preparo una cerveza, será una charla para contar como les va a todos, suena el
teléfono, es mi madre, -como estas hijito lindo-, conversamos de lo que hicimos hoy,
me cuenta como les está yendo y que hicieron hoy, siento su voz extraña, -¿todo
bien?- pregunto, -Aldo se ha ido- me contesta, quedo en silencio tratando de asimilar
trato de buscar su rostro en mis recuerdos, mi primo era chofer de bus interprovincial,
el mayor de todo los primos, veo su imagen cuando lo encontré por casualidad en un
viaje, el bus había parado para que las personas puedan ir al baño, al bajar vi por la
cabina del chofer, oh sorpresa era él, me saluda alegremente, no lo veía hace un
tiempo, aún puedo recordar el tono de su voz, fue la ultima vez que lo escuché. -¿Fue
covid?- pregunto, me cuenta que fue rápido, historia que la escucharía muchas veces
más de otras personas, también había rutina en la muerte, no era la primera vez que
había escuchado malas noticias, antes había asistido a entierros, he perdido mascotas,
pero que alguien de la familia, de tu tribu, de tus queridos ya no esté, saber que no
podrás volver a escucharlo es un sentimiento que también se esparce con este virus, el
monstruo está más cerca, el privilegio de encerrarse ya no te protege.

También podría gustarte