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Por su parte externa, la glándula tiroides está recubierta por una delgada capa de tejido
conectivo (una parte de la fascia visceral del cuello), separada por tejido conectivo laxo de
una capa de tejido conectivo denso unida al tejido glandular, que forma una cápsula fibrosa
verdadera a su alrededor. La existencia de una cápsula de dos capas tiene importancia
quirúrgica práctica, dado que, en consecuencia, es más fácil aislar la glándula durante la
cirugía.
Características histológicas de la glándula tiroides
Células foliculares
Por lo general son cúbicas, pero hay notable variación de altura, de acuerdo con el estado
funcional de la glándula. Cuando la tiroides presenta una relativa inactividad, las células son
casi planas, mientras que son cilíndricas altas en la glándula con gran actividad. Sin
embargo, no se puede evaluar el estado funcional glandular sólo sobre la base de la altura
del epitelio.
Todas las células foliculares limitan con la luz y poseen un núcleo redondo bastante
claro (en las células foliculares aplanadas, el núcleo también es plano). El citoplasma
presenta basofilia moderada y contiene vesículas apicales, que se tiñen de modo similar al
coloide de la luz folicular.
Con microscopia electrónica se observa un retículo endoplasmático rugoso bien
desarrollado, sobre todo en dirección basal y lateral al núcleo. El aparato de Golgi se localiza
en posición supranuclear, mientras que las mitocondrias están dispersas por todo el
citoplasma. En el citoplasma apical, se distinguen tres tipos de gránulos o vesículas, todas
limitadas por membrana:
1) vesículas pequeñas, no muy electrodensas, con un diámetro de unos 200 nm,
denominadas gránulos subapicales, y que contienen tiroglobulina para liberar en la luz
folicular por exocitosis.
2) Vesículas más grandes, con un diámetro de hasta 4 flm, llamadas gotas de coloide,
idénticas a las vesículas apicales visibles con microscopio óptico. Las gotas de coloide
contienen coloide captado desde la luz por endocitosis.
3) Por último, se distinguen vesículas muy densas que son Iisosomas primarios; a menudo
se observan en proceso de fusión con las gotas de coloide.
Las glándulas reciben su irrigación de las arterias tiroides inferiores o de anastomosis entre
las arterias tiroides superior e inferior. Como es típico en las glándulas endocrinas, las redes
extensas de capilares sanguíneos fenestrados y capilares linfáticos rodean el parénquima de
las paratiroides.
Las glándulas paratiroides se desarrollan a partir de las células endodérmicas
derivadas de la tercera y la cuarta bolsas faríngeas.
Las células principales y las células oxífilas constituyen las células epiteliales de la
glándula paratiroides.
• Las células principales, las más abundantes de las células parenquimatosas de la
paratiroides (fig. 21-19), tienen a su cargo la regulación de la síntesis, el almacenamiento y la
secreción de grandes cantidades de PTH. Son células poliédricas pequeñas, de 7 mm a 10
mm de diámetro y un núcleo de ubicación central. El citoplasma levemente acidófilo, de
tinción pálida, posee vesículas con lipofuscina, grandes acumulaciones de glucógeno e
inclusiones lipídicas.
Se cree que las vesículas pequeñas y densas limitadas por membrana que se observan con
el MET o al utilizar colorantes especiales con el microscopio óptico, constituyen la forma de
almacenamiento de la PTH. Las células principales pueden sufrir mitosis si son estimuladas
en forma crónica por cambios en la concentración sanguínea de calcio.
• Las células oxífilas constituyen una porción menor de las células parenquimatosas y no se
les conoce una función secretora. Se encuentran aisladas o en cúmulos; son más
redondeadas, mucho más grandes que las células principales y tienen un citoplasma
claramente acidófilo (v. fig. 21-19). Las mitocondrias, a menudo de formas y tamaños
grotescos, llenan casi por completo el citoplasma y son la causa de la acidofilia intensa de
estas células. No se encuentran vesículas de secreción y el RER está muy poco
desarrollado. Los cuerpos de inclusión citoplasmática consisten en lisosomas escasos,
inclusiones lipídicas y glucógeno distribuidos entre las mitocondrias.
La hormona paratiroidea regula la concentración de calcio y de fosfato en la sangre.
Las paratiroides actúan en la regulación de la concentración de calcio y de fosfato. La
hormona paratiroidea (PTH) es indispensable para la vida. Por consiguiente, en una
tiroidectomía se debe tener especial cuidado de dejar un poco de tejido paratiroideo
funcional. Si las glándulas se extirpan por completo, se puede producir la muerte dado que
los músculos, incluidos los laríngeos y otros músculos respiratorios, entran en contracción
tetánica conforme disminuye la calcemia.
La PTH es un péptido lineal de 84 aminoácidos (tabla 21-8). En las células diana se une al
receptor de PTH específico que interacciona con la proteína G para activar un sistema de
segundo mensajero. La liberación de PTH causa un aumento de la concentración de
calcio en la sangre (calcemia).
En forma simultánea, se reduce la concentración de fosfato sérico. La secreción de PTH es
regulada por la concentración sérica de calcio a través de un sistema de retrocontrol simple.
Cuando los receptores paratiroideos sensibles al calcio de las células principales detectan
baja concentración de calcio sérico, estimulan la secreción de PTH; por el contrario, la alta
concentración de calcio sérico inhibe su secreción.
Glándulas Suprarrenales
Las glándulas suprarrenales (o adrenales) son dos órganos pares localizados en el
espacio retroperitoneal de la cavidad abdominal. La glándula derecha es aplanada y
triangular y la glándula izquierda tiene forma de semiluna. Ambas están incluidas en el tejido
adiposo perirrenal a la altura del polo superior de los riñones (fig. 21-20). Las glándulas
suprarrenales secretan hormonas esteroides y catecolaminas.
Las glándulas suprarrenales están cubiertas por una cápsula de tejido conjuntivo gruesa
desde la que parten tabiques que se introducen en el parénquima glandular y llevan vasos
sanguíneos y nervios. El tejido parenquimatoso secretor está organizado en dos regiones
bien definidas (fig. 21-21):
• La corteza es la porción secretora de esteroides. Se ubica debajo de la cápsula y
constituye alrededor del 90 % del peso de la glándula.
• La médula es la porción secretora de catecolaminas. Está más profunda que la corteza y
forma el centro de la glándula.
Las células parenquimatosas de la corteza y la médula son de origen embriológico
diferente.
Desde el punto de vista embriológico, las células corticales se originan a partir del
mesénquima mesodérmico, mientras que la médula se origina a partir de las células de la
cresta neural que migran hacia la glándula en desarrollo (fig. 21-22). Si bien son de origen
embriológico diferente, las dos porciones de la glándula suprarrenal están relacionadas
funcionalmente (v. más adelante). Las células parenquimatosas de la corteza suprarrenal
están controladas, en parte, por el lóbulo anterior de la hipófisis y participan en la regulación
del metabolismo y en el mantenimiento del equilibrio electrolítico normal (tabla 21-9).
Irrigación
Cada glándula suprarrenal se encuentra irrigada por las arterias suprarrenales superior,
media e inferior y drenada por las venas suprarrenales (v. fig. 21-20). Del lado izquierdo, la
vena suprarrenal drena en la vena renal izquierda, mientras que del lado derecho, la vena
suprarrenal drena directamente en la vena cava inferior. Estos vasos se ramifican antes de
ingresar en la cápsula para producir muchas arterias pequeñas que la perforan. En la
cápsula, las arterias se ramifican para dar origen a tres patrones principales de distribución
sanguínea (fig. 21-23). Los vasos forman un sistema que consiste en:
• capilares capsulares que irrigan la cápsula.
• capilares sinusoidales corticales fenestrados que irrigan la corteza y después drenan en
los sinusoides capilares medulares fenestrados.
• arteriolas medulares que atraviesan la corteza, ingresan en los tabiques y llevan sangre
arterial a los sinusoides capilares medulares.
La médula tiene así una irrigación doble: sangre arterial desde las arteriolas medulares y
sangre venosa desde los capilares
sinusoidales corticales que ya han irrigado la corteza. Las vénulas que se originan a partir de
los sinusoides medulares y corticales drenan en las pequeñas venas colectoras
medulosuprarrenales que se reúnen para formar la gran vena medulosuprarrenal central,
que desemboca directamente como la vena suprarrenal en la vena cava inferior en el lado
derecho y en la vena renal izquierda en el lado izquierdo (v. fig. 21-20).
En los seres humanos, la vena medulosuprarrenal central y sus tributarias son poco
habituales en el sentido de que poseen una túnica media con haces conspicuos de células
musculares lisas de orientación longitudinal (fig. 21-24). La contracción sincrónica de los
haces musculares lisos longitudinales a lo largo de la vena medulosuprarrenal central y sus
tributarias, reduce el volumen de la glándula suprarrenal. Esta reducción de volumen mejora
el flujo de salida de las hormonas desde la médula suprarrenal hacia la circulación, una
acción comparable a escurrir una esponja empapada de líquido.
Los vasos linfáticos están presentes en la cápsula y en el tejido conjuntivo que rodea los
vasos sanguíneos de mayor calibre en la glándula. También se han encontrado en el
parénquima de la médula suprarrenal. Los vasos linfáticos desempeñan un papel importante
en la distribución de la cromogranina A, un producto de secreción de las células cromafines.
La cromogranina A es un complejo de proteínas de almacenamiento intracelular de 48 kDa
para la adrenalina y la noradrenalina y también es una molécula precursora de varios
péptidos reguladores, que incluyen la vasostatina, la pancreastatina, la catestatina y la
parastatina. Estos péptidos modulan la función neuroendocrina de las células cromafines
(efecto autocrino) y otras células en órganos distantes.
Células de la médula suprarrenal
Las células cromafines localizadas en la médula suprarrenal están inervadas por las
neuronas simpáticas presinápticas.
La porción central de la glándula suprarrenal, la médula, está compuesta por el parénquima
de células epitelioides grandes y pálidas, denominadas células cromafines (células
medulares), tejido conjuntivo, capilares sinusoidales abundantes y nervios. Las células
cromafines son, en efecto, neuronas modificadas (cuadro 21-5). Muchas fibras nerviosas
simpáticas presinápticas mielínicas pasan directamente a las células cromafines de la
médula (v. cap. 12). Cuando los impulsos nerviosos transportados por las fibras simpáticas
alcanzan las células cromafines secretoras de catecolaminas, liberan sus productos de
secreción. Por lo tanto, las células cromafines son consideradas el equivalente de las
neuronas posganglionares.
Sin embargo, carecen de evaginaciones axónicas. Estudios experimentales han demostrado
que cuando las células cromafines crecen en cultivo, extienden evaginaciones similares a
axones. Sin embargo, el crecimiento axónico se puede inhibir por glucocorticoides (hormonas
secretadas por la corteza suprarrenal).
Por consiguiente, las hormonas de la corteza suprarrenal ejercen un control sobre la
morfología de las células cromafines e impiden que se formen evaginaciones nerviosas.
Las células cromafines, por lo tanto, se parecen más a las células endocrinas típicas, ya que
su producto de secreción ingresa en el torrente sanguíneo a través de los capilares
fenestrados.
Las células ganglionares también están presentes en la médula. Sus axones se extienden
en forma periférica hacia el parénquima de la corteza suprarrenal para modular su actividad
secretora e inervar los vasos sanguíneos y continúan fuera de la glándula hacia los nervios
esplácnicos que inervan los órganos abdominales.
Las células cromafines de la médula suprarrenal tienen una función secretora.
Las células cromafines están organizadas en cúmulos ovoides y cordones cortos
anastomosados. Los capilares sanguíneos están dispuestos en estrecha relación con el
parénquima. Se originan a partir de los capilares corticales o como ramas de las arteriolas
corticales.
Desde el punto de vista estructural, las células cromafines se caracterizan por numerosas
vesículas de secreción cuyos diámetros oscilan entre 100 nm y 300 nm, cisternas del RER y
un aparato de Golgi bien desarrollado. El material secretor dentro las vesículas puede teñirse
de manera específica para demostrar histoquímicamente que las catecolaminas adrenalina y
noradrenalina secretadas por las células cromafines son producidas por diferentes tipos de
células (fig. 21-25). El MET también permite observar dos poblaciones de células cromafines
que se distinguen por la índole de sus vesículas limitadas por membrana:
• Las células de una población contienen sólo vesículas de centro denso que son de gran
tamaño. Estas células secretan noradrenalina.
• Las células de otra población contienen vesículas que son más pequeñas, más
homogéneas y menos densas. Estas células secretan adrenalina.
La exocitosis de las vesículas de secreción es desencadenada por la liberación de
acetilcolina desde los axones simpáticos preganglionares que establecen sinapsis con
cada célula cromafín.
La adrenalina y la noradrenalina constituyen menos del 20 % del contenido de las vesículas
de secreción medulares.
Las vesículas también contienen grandes cantidades de proteínas solubles de 48 kDa,
denominadas cromograninas, que parecen que le imparten la densidad al contenido de las
vesículas. Estas proteínas, junto con ATP y Ca2+, contribuirían a fijar las catecolaminas de
bajo peso molecular y se liberan con las hormonas durante la exocitosis. Las catecolaminas,
sintetizadas en el citosol, son transportadas al interior de las vesículas por la acción de la
ATPasa activada por magnesio que está en la membrana de la vesícula. Los fármacos como
la reserpina, que causan la desaparición de las catecolaminas de las vesículas, actuarían
por inhibición de este mecanismo de transporte.
Los glucocorticoides secretados en la corteza inducen la conversión de la
noradrenalina en adrenalina en las células cromafines.
Los glucocorticoides producidos en la corteza suprarrenal alcanzan la médula directamente
a través de la continuidad que hay entre los capilares sinusoidales corticales y medulares.
Éstos inducen la enzima que cataliza la metilación de noradrenalina para producir adrenalina.
La índole del flujo sanguíneo se relaciona con las diferencias regionales en la distribución de
las células cromafines que contienen noradrenalina y adrenalina. Las células que contienen
adrenalina son más abundantes en las regiones de la médula irrigadas con sangre que ha
pasado a través de los sinusoides corticales y, por lo tanto, contiene glucocorticoides
secretados. En algunas especies, las células que contienen noradrenalina son más
abundantes en aquellas regiones de la médula irrigadas por capilares derivados de las
arteriolas corticales.
Las catecolaminas, en cooperación con los glucocorticoides, preparan al cuerpo para
la respuesta de “lucha o huida”.
La liberación súbita de catecolaminas establece las condiciones para el uso máximo de
energía y, por lo tanto, para el esfuerzo físico máximo. Tanto la adrenalina como la
noradrenalina estimulan la glucogenólisis (liberación de glucosa en el torrente sanguíneo) y
la movilización de los ácidos grasos libres desde el tejido adiposo. La liberación de
catecolaminas también causa un aumento en la tensión arterial, dilatación de los vasos
sanguíneos coronarios, vasodilatación de vasos que irrigan el sistema osteomuscular,
vasoconstricción de vasos que transportan sangre a la piel y al tubo digestivo, aumento de la
frecuencia y gasto cardíacos e incremento de la frecuencia respiratoria y de la profundidad
inspiratoria.
Subdivisión de la corteza suprarrenal
La corteza suprarrenal está dividida en tres zonas según la disposición de sus células (fig.
21-26):
• Zona glomerular, que es la zona externa angosta que constituye hasta el 15 % del
volumen cortical.
• Zona fasciculada, que es la zona media gruesa que constituye alrededor del 80 % del
volumen cortical.
• Zona reticular, que es la zona interna que constituye sólo entre el 5 % y el 7 % del
volumen cortical pero es más gruesa que la zona glomerular dada su ubicación más central.
Zona glomerular
Las células de la zona glomerular (lat. glomus, pelota) están dispuestas muy juntas en
grupos ovoides y columnas curvas que se continúan con los cordones celulares de la zona
fasciculada (v. fig. 21-26a). Las células de la zona glomerular son relativamente pequeñas y
cilíndricas o piramidales (v. fig. 21-23). Sus núcleos esferoidales aparecen apiñados y son
hipercromáticos.
En los seres humanos, algunas regiones de la corteza pueden carecer de una zona
glomerular reconocible.
Una red extensa de capilares sinusoidales fenestrados rodea cada grupo celular. Las células
poseen abundante retículo endoplásmico liso (REL), múltiples complejos de Golgi, grandes
mitocondrias con crestas laminares, ribosomas libres y algunos RER. Las inclusiones
lipídicas son escasas.
La zona glomerular secreta aldosterona, que actúa en el control de la tensión arterial.
Las células de la zona glomerular secretan el mineralocorticoide primario llamado
aldosterona, un compuesto que funciona en la regulación de la homeostasis del sodio y del
potasio y el equilibrio hídrico. La aldosterona actúa sobre las células principales en los
túbulos distales de la nefrona en los riñones, la mucosa gástrica y las glándulas salivales y
sudoríparas para estimular la reabsorción de sodio en estos sitios así como para estimular la
excreción de potasio de los riñones.
La aldosterona es producida a partir del colesterol por una serie de reacciones enzimáticas
controladas por la angiotensina II (v. más adelante). El último paso de la biosíntesis de la
aldosterona se ve facilitado por la aldosterona sintasa, que se expresa exclusivamente en
las células de la zona glomerular.
Las células de la zona glomerular carecen de la enzima 17a-hidrolasa y, por lo tanto, son
incapaces de producir otras hormonas esteroides suprarrenales, como el cortisol o los
andrógenos suprarrenales.
El sistema renina-angiotensina-aldosterona provee el retrocontrol de la zona
glomerular.
La zona glomerular está bajo el retrocontrol del sistema renina- angiotensina-aldosterona
(RAAS). Las células yuxtaglomerulares del riñón liberan renina en respuesta a la
reducción de la tensión arterial o a una concentración sanguínea de sodio reducida. La
renina circulante cataliza la conversión del angiotensinógeno circulante en angiotensina I,
que a su vez es convertida en angiotensina II por la enzima convertidora de angiotensina
(ACE) en el pulmón. La angiotensina II estimula entonces las células de la zona glomerular
para producir y secretar aldosterona. A medida que la presión arterial, la concentración de
sodio y el volumen sanguíneo aumentan en respuesta a la aldosterona, se inhibe la
liberación de renina desde las células yuxtaglomerulares. Los fármacos que inhiben la ACE
en el pulmón son eficaces en el tratamiento de la hipertensión esencial crónica.Zona
fasciculada
Las células de la zona fasciculada (lat. fascis, fascículo) son grandes y poliédricas. Se
disponen en cordones rectos largos, de una o dos células de espesor, que están separados
por los capilares sinusoidales (v. fig. 21-26a). Las células de la zona fasciculada poseen un
núcleo esferoidal pálido. Las células binucleadas son comunes en esta zona. El MET revela
las características típicas de las células secretoras de esteroides, a saber, un REL muy
desarrollado (más desarrollado que en las células de la zona glomerular) y mitocondrias con
crestas tubulares.
También presentan un aparato de Golgi bien desarrollado y abundantes perfiles de RER que
pueden impartir una basofilia leve a algunas partes del citoplasma (fig. 21-27). Sin embargo,
el citoplasma en general es acidófilo y contiene una gran cantidad de inclusiones lipídicas, si
bien suele aparecer vacuolado en los cortes histológicos de rutina debido a la extracción de
lípidos durante la deshidratación. Las inclusiones lipídicas contienen grasas neutras, ácidos
grasos, colesterol y fosfolípidos que son precursores de las hormonas esteroides secretadas
por estas células.
La secreción principal de la zona fasciculada consiste en glucocorticoides que regulan
el metabolismo de la glucosa y los ácidos grasos.
Las células en la zona fasciculada no pueden producir aldosterona porque carecen de la
enzima aldosterona sintasa. Sin embargo, poseen otras dos importantes enzimas, la 17a–
hidrolasa y la 17,20–liasa, para producir glucocorticoides y regulación de la
gluconeogénesis (síntesis de glucosa) y la glucogénesis (polimerización de glucógeno).
Uno de los glucocorticoides principales secretados por la zona fasciculada, el cortisol, actúa
sobre muchas células y tejidos diferentes para incrementar la disponibilidad metabólica de la
glucosa y de los ácidos grasos, que son fuentes de energía inmediata. El otro
glucocorticoide, la corticosterona, se secretada y circula en la sangre en concentraciones
de 10 a 20 veces inferiores al cortisol. Dentro de su función amplia, los glucocorticoides
tendrían efectos distintos y hasta opuestos en los diferentes tejidos:
• En el hígado, los glucocorticoides estimulan la conversión de los aminoácidos en glucosa,
estimulan la polimerización de la glucosa en glucógeno y promueven la captación de
aminoácidos y ácidos grasos.
• En el tejido adiposo, los glucocorticoides estimulan la degradación de los lípidos en
glicerol y ácidos grasos libres.
• En otros tejidos, reducen el ritmo de utilización de glucosa y promueven la oxidación de
ácidos grasos.
• En las células como los fibroblastos, inhiben la síntesis proteica y promueven el
catabolismo proteico con
Los glucocorticoides también deprimen las respuestas inmunitarias e inflamatorias y, como
consecuencia de esto último, inhiben la curación de las heridas. La hidrocortisona, una
forma sintética del cortisol, se utiliza en el tratamiento de alergias e inflamación. Deprime la
respuesta inflamatoria al suprimir la producción de la interleucina 1 (IL-1) y la IL-2 de los
linfocitos y los macrófagos. Los glucocorticoides también estimulan la destrucción de los
linfocitos en los nódulos linfáticos e inhiben la mitosis de los linfoblastos transformados.
La ACTH regula la secreción de la zona fasciculada.
La secreción y la producción de glucocorticoides y esteroides sexuales por la zona
fasciculada están bajo el retrocontrol del sistema CRH–ACTH. La ACTH es necesaria para
la proliferación y el mantenimiento celular y también estimula la síntesis esteroides y
aumenta el flujo sanguíneo a través de la glándula suprarrenal. En los animales, la
administración de ACTH causa hipertrofia en la zona fasciculada.
Los glucocorticoides circulantes pueden actuar directamente sobre la hipófisis, aunque más
comúnmente ejercen su retrocontrol sobre las neuronas del núcleo arcuato del hipotálamo,
que causa la liberación de CRH en la circulación porta hipotalamohipofisaria. Ciertos
hallazgos también indican que los glucocorticoides circulantes y los efectos fisiológicos que
producen estimulan centros encefálicos superiores que, a su vez, determinan la liberación de
CRH por las neuronas hipotalámicas.
Zona Reticular
Las células de la zona reticular (lat. rete, red) son notablemente más pequeñas que las de la
zona fasciculada y sus núcleos son más hipercromáticos (v. fig. 21-23). Están dispuestas en
cordones anastomosados que están separados por capilares fenestrados. Las células tienen
una cantidad relativamente escasa de inclusiones lipídicas. Se observan tanto células claras
como oscuras. Las células oscuras tienen abundantes gránulos grandes de pigmento de
lipofuscina y núcleos hipercromáticos.
Las células de esta zona son pequeñas debido a que tienen menos citoplasma que las
células de la zona fasciculada y, por lo tanto, los núcleos aparecen más compactos. Exhiben
características de las células secretoras de esteroides, a saber, un REL bien desarrollado y
muchas mitocondrias alargadas con crestas tubulares, pero tienen poco RER.
La secreción principal de la zona reticular son los gonadocorticoides (andrógenos
suprarrenales).
La secreción principal de las células de la zona reticular consiste en gonadocorticoides
(andrógenos suprarrenales), sobre todo dehidroepiandrosterona (DHEA), sulfato de
dehidroepiandrosterona (DHEAS) y androstenediona. Las células también secretan
algunos glucocorticoides pero en cantidades mucho menores que las de la zona fasciculada.
Una vez que está completamente establecida, la glándula suprarrenal fetal es inusual en
términos de su organización y su gran tamaño en relación con otros órganos en desarrollo.
La glándula se origina a partir de las células mesoteliales de origen mesodérmico localizadas
entre la raíz del mesenterio y las crestas urogenitales en desarrollo (v. fig. 21-22a). Las
células mesodérmicas penetran el mesénquima subyacente y dan origen a una gran masa
celular eosinófila que se convertirá en la corteza o zona fetal funcional (v. fig. 21-22b). Más
tarde, una segunda oleada de células derivadas del mesotelio de la pared abdominal
posterior rodea la masa celular primaria (v. fig. 21-22b). Cerca del cuarto mes de gestación,
la glándula suprarrenal alcanza su masa máxima en términos de peso corporal y es sólo un
poco más pequeña que el riñón contiguo (v. fig. 21-22c). Al final de la gestación, las
glándulas suprarrenales son equivalentes en tamaño y peso a los del adulto y producen entre
100 mg y 200 mg de compuestos esteroides por día, cerca del doble de la producción de las
glándulas adultas.
La suprarrenal fetal carece de una médula definitiva. Las células cromafines están
presentes pero dispersas entre las células de la zona fetal y son difíciles de reconocer en los
preparados teñidos con H&E. Las células cromafines se originan a partir de la cresta neural
(v. fig. 21-22a) e invaden la zona fetal en el momento de su formación (v. fig. 21-22b).
Permanecen en su ubicación en grupos celulares pequeños y dispersos durante la vida fetal
(v. fig. 21-22c).
La irrigación tanto de la corteza permanente como de la zona fetal ocurre a través de los
capilares sinusoidales que transcurren entre los cordones y se unen para formar conductos
venosos de mayor calibre en el centro de la glándula. A diferencia de lo que ocurre en la
suprarrenal postnatal, en el parénquima de la glándula suprarrenal fetal no hay arteriolas.
Desde el punto de vista funcional, la glándula suprarrenal fetal se encuentra bajo el control
del sistema de retrocontrol de CRH-ACTH a través de la hipófisis fetal. Interactúa con la
placenta para funcionar como un órgano secretor de esteroides porque carece de ciertas
enzimas necesarias para la síntesis de esteroides que están presentes en la placenta. De
modo similar, la placenta carece de ciertas enzimas necesarias para la síntesis de esteroides
que están presentes en la glándula suprarrenal fetal. Por lo tanto, la glándula suprarrenal
fetal es parte de la unidad feto-placentaria. Los dos órganos intercambian moléculas
precursoras para permitir la síntesis de glucocorticoides, aldosterona, andrógenos y
estrógenos.
En el nacimiento, la corteza fetal sufre una rápida involución que reduce la glándula hasta
una cuarta parte de su tamaño previo dentro del primer mes posnatal. La corteza permanente
crece y madura para formar la zonificación característica de la corteza adulta. Con la
involución y la desaparición de las células de la zona fetal, las células cromafines se
aglomeran para formar la médula. Si las glándulas suprarrenales no pueden desarrollarse en
forma adecuada, puede producirse la hiperplasia suprarrenal congénita (CAH). La CAH
corresponde a un grupo de trastornos autosómicos recesivos caracterizados por la
insuficiencia de una enzima que participa en la síntesis de cortisol y/o aldosterona. La
insuficiencia de la enzima 21-hidroxilasa que participa en la síntesis de aldosterona es la
forma más común de CAH, que corresponde al 90 % de los casos.