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ARTE ALQUIMICA

FEDERICO GONZALEZ

SYMBOLOS No. 3, 1991

A raíz de ciertas apreciaciones limitadas sobre la Alquimia, aún dentro del campo de estudio de los
investigadores esotéricos, las cuales encasillan a nuestra ciencia y la definen como exclusivamente
mineral y metálica, externa y material, debemos aclarar de qué trata esta disciplina y a qué nos
referimos cuando utilizamos el término, ya que la perspectiva y la universalidad de lo que se
denomina Alquimia es muchísimo más amplia y desconocida que lo que se suele entender por tal,
como igualmente su fijación histórica y geográfica, la Edad Media y el Renacimiento Occidental;
aunque no negamos a la alquimia metálica su carácter tradicional y sus antecedentes ilustres que
se remontan a los pueblos arcaicos que trabajaron los cuerpos minerales.

Esta limitación es particularmente evidente en cuanto se considera que la Alquimia es la ciencia y


el arte de la transmutación y la transformación humana, tomados estos dos términos en sentido
etimológico; y por lo tanto describe y posibilita un proceso que todos los seres del mundo, en
todas las épocas han conocido y que, incluso, han tomado como su verdad esencial, el objeto (y
sujeto) del conocimiento, y la razón de ser de las iniciaciones, los símbolos y los ritos.
Efectivamente, la presencia de "otras" realidades, tanto en el macrocosmos como en el hombre ha
sido conocida desde siempre por todos los seres humanos y sus sociedades, los que describen,
porque las practican, las posibilidades de conocer, de ser, de encarnar, esas otras modalidades del
Ser Universal, a las que consideran unánimemente como lo verdadero y lo inmutable.
Es bajo esta luz que la palabra Alquimia adquiere su sentido original, indicado, por lo demás, en la
etimología del vocablo, que se refiere al color negro (los egipcios daban a su país el nombre
de Kemi, o tierra negra), de donde la arabización Al-kimia indica por un lado el aspecto oscuro y
subterráneo de las operaciones transmutatorias, y por otro su fin último y eterno, que apunta a
superar la primera determinación, la del Fiat Lux, equiparable a la generación por el Verbo, y por lo
tanto lo que está más allá de ella: el Silencio Primordial, o la Oscuridad Original. Por lo tanto otras
posibilidades siempre presentes del Ser Universal, reflejadas por cierto en el ser particular, que son
la materia de la que trata la Alquimia, y la que experimentan los sujetos que se acercan a ella con
el ánimo de constituirse en Filósofos, es decir en agentes responsables del gran laboratorio
cósmico, donde la obra aún se encuentra inacabada y debe ser culminada con la intervención del
"hombre verdadero", lo que explica la importancia del arte y justifica cualquier hecho creativo.
Como toda disciplina ha de ser aprendida y enseñada y consta de una doctrina y un método para
su realización. La doctrina es permanente y se refiere precisamente al objeto de toda alquimia; por
otra parte la enunciación de una Tradición Unánime, de una Cosmogonía Perenne, de una
Metafísica siempre viva, se transmite y articula en este aprendizaje, aunque con ciertas
particularidades propias en distintas razas y continentes, lo que también está ligado a las
diferencias de método que han utilizado los innumerables seres y comunidades en la obtención del
mismo fin, único e idéntico. En realidad en el hombre tradicional no hay diferencia entre teoría y
práctica, y muchas veces el enunciado de la doctrina, en cuanto ésta se comprende "en el corazón"
constituye un verdadero programa práctico, cuando no un método en sí.
De todas maneras este arte y ciencia de la realización de las potencialidades o virtualidades del ser
humano, que es la característica esencial de la transformación, es común a todas las tradiciones y
al pensamiento del hombre en general. Ello explica la cantidad de "métodos" o formas de obtener
estos conocimientos que van más allá de la física y la psicología (esta última, aún en su aspecto
más sutil) y que se establecen como grados (de ese conocimiento), o se denominan en otros
contextos estados de conciencia, y en la Tradición Hindú están ejemplificados con la apertura de
los chakras, articulados, como se sabe, a lo largo de la columna vertebral, lo que se produce al
despertar la kundalinî, serpiente de Shiva que en estado ordinario yace dormida, sin que se
manifiesten las energías espirituales en ella contenidas. El hombre ha utilizado todos los medios a
su alcance para obtener el fin último, y de hecho esos medios no hacen sino reflejar ese fin,
llamado por el hinduísmo la Suprema Identidad, en una de sus indefinidas posibilidades que por
irradiación todo lo abarcan. Si todo está en todo, la ciencia y arte de la transmutación está
presente en cada ser, fenómeno, o cosa, los que a su vez pueden ser igualmente los soportes de
una acción tendiente a desentrañar cuál es su realidad última, qué secretos está expresando con
su ser, qué hay detrás de la apariencia, en qué medida existe aquello que tomamos por real, etc.
Por lo que el método de la ciencia de la transformación, o metanoia, en estrecho vínculo con las
circunstancias, siempre contingentes y relativas, donde se produce esa "efectivización", signada
por innumerables factores externos, o fuerzas astrales, comenzando con la determinación del
nacimiento individual, está igualmente siempre presente.

grabado

Sin embargo debe destacarse una constante fundamental en el arte alquímico, o sea en el trato
con ángeles, cielos y nombres divinos, (también con dragones), que no es sólo la convergencia en
un mismo fin; se trata aquí de la unanimidad de opinión y enseñanzas en cuanto a que ese fin está
invertido con respecto a las posibilidades del hombre en estado ordinario, que siempre busca la
multiplicidad y la dispersión, mientras que todo proceso alquímico tiende a una síntesis, a una
concentración de posibilidades del mismo, ya que en la esencia o en el "elixir", o en la "piedra
filosofal", radican tanto el misterio del Ser Universal, como sus virtualidades, fuente de su poder,
que podrá ser entonces desarrollado en cualquier dirección y en todo momento. Se trata pues de
una "conversión", de una vuelta a los orígenes, o a la fuente primordial de donde todo ha
emanado, o el viaje de regreso a casa, semejante al que se realiza de la multiplicidad a la unidad.
Del punto casi inexistente ha nacido la Rueda del Mundo y debemos regresar a su inmutabilidad,
incluso para encontrar sentido a lo que se mueve, para saber que uno también es eso, la
inmovilidad del comienzo, y por lo tanto su simultaneidad, y comprender la movilidad de lo
sucesivo, como apariencia o proyección perpetua de la realidad central. Desde el punto de vista
alquímico estamos entonces invertidos con respecto al discurso creacional que constantemente va
de lo menor a lo mayor (lo cual es evidente en cuanto se piensa que una gota de semen es el
origen físico de un ser humano o animal, lo mismo que la semilla el de un árbol), de lo
inmanifestado a lo manifestado, mientras el alquímico se basa en lo manifestado para remontarse
a la inmanifestación, provocando el ser humano en sí mismo una "regeneración", una nueva vida,
el nacimiento de otro ser que va de lo mayor a lo menor, pues ha comprendido que no hay
alternativa posible entre la cantidad y la cualidad, y sabe por intuición directa que es en lo más
pequeño donde se oculta el secreto y donde se aloja la central de más alto poder.
Nada de esto indica, por otra parte, que pensemos siquiera en limitar a la alquimia metálica, y
menos aún su simbólica, que por otra parte es universal y está referida fundamentalmente a un fin
espiritual. Toda la alquimia de occidente, medieval y renacentista, da testimonio de ello por medio
de miles de obras, la mayor parte ilustradas, cuyo objeto es la transformación del alma humana, ya
que ésta es el vehículo, o plano intermedio, donde se efectúa la transmutación a que nos estamos
refiriendo; y es sabido que en la alquimia mineral esa operación está simbolizada por el athanor,
recipiente donde se "cuece" la materia de la Gran Obra -y donde se separan las partes más sutiles
de las más densas mediante sucesivas "coagulaciones" y "disoluciones", como ya iremos viendo-,
el cual constituye un ejemplo vivo de la transformación, tanto del microcosmos como del
macrocosmos, del alma humana como del alma universal.
La alquimia metálica es parte de la Tradición Hermética y son muchos los que han abrevado en sus
manantiales, que con ese fin se ofrecen para calmar la sed del peregrino; lo cual tampoco es
identificar a toda la alquimia occidental con la alquimia metálica, ya que esto no es verdad ni
siquiera históricamente en el sentido que hemos venido hablando, es decir en el de explicar los
alcances muchísimo más amplios de esa ciencia, como arte transmutatorio, o de transformación.
En Europa, desde la antigüedad clásica, y también en la civilización Egipcia se encuentran
atestiguados métodos y textos que se refieren a estas artes, en perfecto acuerdo con todos los
pueblos antiguos del mundo, y sobre todo con las tradiciones actualmente vivas, o sea, con todos
aquellos que practican hoy día esas disciplinas a través de distintas vías de realización.".1 En
Occidente han existido y existen otras formas de la realización alquímica (que algunos llaman
hermético-alquímica) y aún muchos de los textos "clásicos" alquímicos no parecen referirse, sino
alguna vez en forma secundaria, a operaciones de tipo material.2 De ninguna manera
subestimamos las operaciones metálicas o minerales y creemos que a través de su observación y
en la participación en su proceso generativo -que es análogo a cualquier creación, comenzando
por la del cosmos- puede ascenderse a tal punto que el alma del "operario" no es sino una sola y
misma cosa con lo operado.3 Pero sabemos también que no es exclusivo del proceso mineral el
poder servir como base de una transformación del alma (aunque dicho sea de paso, nos parece tal
vez el más curioso que conozcamos); en efecto son conocidas por los hermetistas otras artes
transmutatorias, tanto relacionadas con la Espagiria (Paracelso), como con la Magia Natural (C.
Agrippa), la oración, o invocación, el arte de la memoria (Giordano Bruno) y sistemas completos de
juegos de relaciones, analogías, símbolos, mitos y ritos (muchos de ellos compartidos con los
alquimistas minerales) sin mencionar las exégesis, hermenéuticas, filosofías, escritos, etc., que
tratándose de pura Alquimia, o Ciencia Sagrada, no se han expresado de modo metálico, o con
nomenclatura astrológica.
Por otra parte se conocen diversos tipos de alquimia de acuerdo a los reinos que toma de soporte
para su trabajo: mineral, vegetal, animal. También la ingestión de sustancias provenientes de esos
reinos forman parte del método de muchos procesos alquímicos, y una misma tradición puede
usarlos indistintamente, o en diferentes momentos de su desarrollo. Es sabido que los
emperadores de la China ingerían cantidades de jade (que es veneno) y aún hoy determinadas
1 Solamente piénsese en los numerosísimos hinduístas y budistas dedicados al tantra actualmente.
2 En algunos casos los libros alquímicos parecen ser libros recordatorios de una Enseñanza o realidad que se da por
supuesta, o conocida y que los escritos testimonian, como es el caso de los hieroglifos egipcios, o los códices
mesoamericanos. En otros la idea de una enseñanza práctica e individual es más notoria aunque se encuentre
oscurecida en su expresión. La mayor parte de ellos perpetúan esa extraña, y cuantitativamente importante, forma de
realización, que constituye toda una ciencia de la que en estos textos figuran fragmentos, o demostraciones, cuando
no mapas de ruta para aquellos que están internándose en la Vía Simbólica. Es de destacarse la importancia de los
símbolos gráficos que acompañan a textos y "experimentos" en la realización interior.
3 Sobre la identidad de los símbolos alquímicos con los de la construcción, ver F. Ariza en esta misma Revista, No. 1,
"La simbólica de la Francmasonería".
medicinas utilizan muchos elementos minerales y sales en sus recetas. En cuanto a la alquimia
vegetal es conocida por todos los pueblos arcaicos y numerosísimas plantas son sagradas entre
ellos por considerarse mágicas, despertadoras de la conciencia, o emisarias celestes, a la par que la
misma transformación de los vegetales testifica los procesos generativos.4 Los hongos
"alucinógenos" en cuanto a su acción, entran en este mismo campo, aunque podrían tal vez ser
considerados más como del reino animal, al que pertenecen también ciertos gusanos y otros
bichos que se comen y forman parte de determinadas ceremonias, así como la sangre de animales,
etc.
Tal vez una de las formas más frecuentes, o conocidas de la Alquimia en el mundo es la ligada a la
respiración, o mejor, la que toma a la respiración como punto de partida, o preparatorio, si se
quiere, del proceso de Conocimiento. En ese sentido todos los sistemas respiratorios, desde
el hatha yoga, hasta la reiteración de mantras en el hinduísmo, que tiene su equivalencia
occidental en jaculatorias, rosarios, y otras prácticas, así como todo ritual donde intervienen el
canto, la salmodia y el baile, deben ser puestos en íntima conexión con los procesos respiratorios,
donde se alternan la inspiración con la expiración, o en términos alquímicos, la coagulación con la
disolución.

Cábala. Stephan Michelspacher. 1616

De hecho cuando se inspira se recibe el hálito vital el cual es "coagulado" para perpetuar la vida.
Por el contrario cuando una persona muere se dice que expiró y para su medida no hay mayor
"disolución" que abandonar el estado humano. Toda la obra alquímica se efectúa mediante esta
dialéctica y no es difícil advertir que cualquier "coagulación" puede relacionarse con el frío, y la
"disolución" con el calor (la metálica, por ejemplo). En verdad todas las operaciones alquímicas se
realizan mediante el fuego que, como es sabido, cuando es muy fuerte abrasa y cuando es muy
débil, no transforma; motivo por el cual se recomienda unánimemente a los operarios -o adeptos-
sepan mantener controlada la llama de su athanor, o de su energía ígnea (tal cual una pasión
contenida), pues a una euforia sucede una depresión, aunque jamás podrá evitarse la dialéctica de
un fenómeno universal que se expresa mediante una etapa restrictiva seguida de otra expansiva,
razón por la que el chamán en las culturas arcaicas, vivo hoy en las culturas precolombinas, entre
otras, debe conocer las dos y hamacarse a su ritmo, manteniendo el calor interno -práctica
corriente en el hinduísmo y budismo-, lo que le permitirá conjugar armoniosamente los dioses
celestes y los del inframundo. Y de igual forma que todo nacimiento se resuelve en muerte y ésta
es continuada por un renacimiento -cualquiera que sea el punto de vista que se adopte puesto que

4 Señalaremos la relación directa que se puede obtener con el mundo vegetal y la consiguiente alteración de lo
percibido comparado con la cotidianidad ordinaria y vinculado a estados distintos de la conciencia, por el insumo
paciente de plantas crudas e infusiones.
la creación es perenne-, así estos estados se suceden en el ser, sujeto al espacio, el tiempo, y la
memoria. Por lo que el chamán indígena al que acabamos de referirnos vive en su proceso
alquímico indefinidas defunciones y resurrecciones. Y podría anotarse incluso que esa es
efectivamente su profesión. Sin embargo también debemos observar que de modo acorde en
Alquimia se señalan diversas etapas significativas en el proceso general, que se realiza
escalonadamente en la proyección temporal, las cuales están vinculadas con los ciclos que, si bien
universalmente se suceden sin solución de continuidad, tienen un sentido claro en el sub-ciclo de
una existencia particular, donde la dimensión de una vida humana reconoce las tenues y sutiles
señales de una transformación, que por leve y difumada que parezca se hace de pronto
transparente; y lo más importante, se arraiga profundamente en el corazón del athanor, o lo que
es lo mismo, del alma humana, permitiéndole así al operario seguir desarrollándose para enfrentar
nuevos trabajos de su ciencia evolutiva, lo que suele vincularse con experiencias de conocimiento y
apertura de la conciencia, gracias a la intuición intelectual, directa, que no admite dudas ni
demostraciones que de cara a la certeza resultan completamente innecesarias.
Se puede seguir, entonces, que este proceso del adepto -o el chamán, que ha recibido sucesivas
iniciaciones, o comprendido distintos estados del Ser Universal- que va obteniendo para sí
paulatinamente los colores de la Obra es una verdadera inmersión en el tiempo, ya que advierte la
simultaneidad de todo lo posible (que se da merced a la proyección temporal o sea,
gradualmente), y reconoce estados no humanos desde una perspectiva distinta, donde ve girar la
rueda de los sucesos y fenómenos sin apego, tal cual el alquimista metálico observa de una
manera imparcial las sustancias que combustionan -coagulan y se disuelven- en su athanor. En
todo esto juega también un papel decisivo la memoria, materia con que está tejido el tiempo y por
lo tanto el hombre, ya que éste es tanto lo que conoce como lo que recuerda, y en todo caso si es
algo en sí, lo es por su memoria: imprecisa y frágil substancia que cambia con los momentos y los
días y constantemente se actualiza.5
Hay personas que conocen montones de manuscritos y ediciones alquímicas rarísimas y han
aprendido perfectamente la nomenclatura de los diversos autores -que, como se sabe, a veces son
diametralmente opuestas, debido a distintos puntos de vista-, las que, sintiéndose envanecidas
con tener un laboratorio en un cuarto de su casa, lo que rodean del mayor secreto, sin embargo
ignoran completamente el fin de su arte y el objeto de su ciencia, a la que confunden con la
"erudición", su excentricidad psicológica y el gusto de cierta atmósfera paranormal. Esta actividad
es propia de los llamados "sopladores", la mayor parte de ellos fabricantes de falsa moneda, los
que, desgraciadamente, pululan en el ambiente esotérico, aunque más bien debieran enrolarse en
las filas oficiales.

5 "Por esta razón es justo que el pensamiento del filósofo tenga sólo alas, pensamiento que se liga siempre cuanto es
posible por el recuerdo de las esencias a que Dios mismo debe su divinidad. El hombre que sabe servirse de estas
reminiscencias está iniciado constantemente en los misterios de la infinita perfección y solo se hace él mismo,
verdaderamente, perfecto. Desprendido de los cuidados que agitan a los hombres y curándose sólo de las cosas
divinas, el vulgo pretende sanarle en su locura y no ve que es un hombre inspirado. " Del Amor, Platón.
Alchymia. Andreas Libarius, 1606.

En esta rápida ojeada sobre diversos "métodos" alquímicos, o de transmutación, no queremos


dejar de nombrar el de la cábala hebrea y de los calendarios mesoamericanos, ambos poseedores
de un caudal iniciático -y por lo tanto poético- inigualable. La primera a través de una metafísica
del lenguaje, especialmente del alfabético, y las correspondencias entre letras y números, lo que
se ha dado en llamar y constituye la "ciencia de los nombres". Los segundos, porque siendo
sistemas totalizadores que abarcan el movimiento y el espacio de todo lo creado, definen de por sí
imágenes y organizan especies, géneros, concepciones, basándose en las analogías y
correspondencias de todo tipo que ligan al Universo, y donde el número tiene un papel
preponderante. Queremos aclarar aquí, que en cualquier vía que se escoja se ha de tender
siempre al nivel más alto, ligado a lo metafísico; tal el Jnâna Yoga de la Tradición Hindú. Las
prácticas sexuales como formas de la realización espiritual han sido siempre métodos de
aprendizaje. Como ya hemos dicho en general son más conocidas las posibilidades del Tantra Yoga
y la alquimia china, aunque todos los pueblos de una u otra manera las hayan utilizado y puedan
revestir formas aparentemente extrañas para una mente actual, tal la castidad, lo que podría
parecer paradójico. La energía sexual se sublima en Occidente hasta unirse a lo emotivo y se llama
amor, una evocación del Amor, que todo lo une. Es lógico pensar, por motivos arriba mencionados,
que ese tipo de sentimiento hoy día se encuentre íntimamente ligado con una versión elemental
de lo inmediato y la posesión, es decir lo inverso de lo que en verdad esa energía es, pues en
realidad se trata de un generoso mensaje de la presencia de otras realidades dentro de uno
mismo. Nunca, como en el caso que comentamos, está más clara la negación de las posibilidades
humanas.
En los mitos genésicos, es decir en los relacionados con el nacimiento de un ser (debido a una
conjunción de opuestos, hombre-mujer por ejemplo), es el propio ser en definitiva quien se
autopare.
Eso se debe a que la vida interior está invertida con respecto al mundo exterior, exactamente igual
que la vida sagrada y la profana.
Se necesita el fuego, llamado en Alquimia azufre, para que el mercurio sea fecundado dando lugar
al niño alquímico. Pero sin la presencia del mercurio ¿a quién fecundaría el azufre? El ángel Gabriel
anuncia a María y ella responde: "Hágase en mí según tu palabra". Sin esta aceptación el rito no se
produciría. En otras tradiciones, Afrodita-Venus, el amor, la energía capaz de unificarlo todo, nace
del semen producido por el desmembramiento de Urano (el Cielo) y es llamada la "mujer nacida
de las olas". De todas maneras estos nacimientos son "antinaturales" en cuanto la fecundación es
absolutamente "anormal" con respecto a las simples génesis ordinarias. Son el fuego y el cielo
quienes en definitiva fecundan, y esto, que es absolutamente interno constituye un hecho siempre
asombroso, pero más real que nada conocido -aunque presentido- hasta el momento. Eso no es
casual, y en términos de todas las tradiciones es necesario un largo peregrinaje y grandes trabajos
para obtenerlo, tal el caso neto de Herakles-Hércules.
En el Libro de la Revelación, la oposición entre el ángel y el dragón es clara; para nosotros el
primero se relaciona con el aire y expele el dulce soplo por su boca, el segundo se identifica con el
fuego y lanza llamas furiosas. Podría entenderse que ambos símbolos configuran uno solo en dos
modalidades si se atendiese al pensamiento arcaico. Por otra parte debe señalarse que a su vez
cada uno de ellos admite una dualidad en su interior: el ángel de la muerte es un huracán colérico,
el dragón alado un animal casi doméstico. El ángel bebe agua, el dragón vino.

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