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A través de los distintos apartados que estableceremos, vamos a
procurar abarcar el máximo de usos mágicos y supersticiosos que encon-
tramos en el tratado de agricultura. Sin embargo hay que hacer notar
la existencia de ciertas prácticas que podríamos haber incluido y que no
lo hemos hecho por la dificultad de adscribirlas a hechos racionales o
irracionales. La verdad es que en bastantes ocasiones nos hemos queda-
do un poco indecisos a la hora de encuadrar entre ritos mágicos o
supersticiosas ciertas prácticas agrícolas que hemos conocido en la
actualidad en nuestros campos. Bien es verdad que «científicamente» no
se nos ha dado una explicación a ellos, aunque lo cierto es que cuando
comprobamos los siglos que han tenido de vigencia, nos invade un cierto
escepticismo por la suficiencia de la razón aplicada a la agronomía. Si
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ciertos usos son claramente mágicos, hay otros como los tratamientos a
semillas y cuidados a cultivos, o la influencia de la luna, etc., en los que
tenemos que confesar que nos asaltan las dudas.
(1) Col. De r.r.,I, 8, 5-6; XI, 1,22-23: Sacrificia nisi ex praecepto domini facere
nesciat: haruspicem sagamque sua sponte non noverit, quae atraque genera
vana superstitione rudes animos infestant; cfr. XII, 1,3.
(2) Histoire de la divination dans l'Antiquité. Paris. 1882 (rep. Darmstadt. 1978).
(3) Cfr. también A. Bouché-Leclerq. Dictionnaire des Antiquités grecques et romains.
París. 1900 (rep. Gratz. 1969) t. III/1, p. 17ss.
(4) Agr. V, 4.
(5) Cassius Dio, LVI, 25.
(6) Ciceron. Divin. I, 33.
(7) Ciceron. Divin. 11,24.
(8) Ciceron. Divin. 1,52; Val. Max. VIII, 11,2; Suet. Caes. 81.
(9) A. Bouché-Leclerq. Dictionnaire... cit. p. 31.
y los puso al servicio del Estado. Es a partir de este momento cuando la
clase dirigente romana trata de rechazar las prácticas mágicas y adivi-
natorias no gratas a sus intereses separándolas de las oficiales. Su uso
extraoficial pasa por ser peligroso para ella desde el momento que
puede suponer cualquier forma de subversión o, en el caso del mundo
agrícola, menos rendimiento o menos trabajo por parte de la mano de
obra. Hay por tanto en Columela un rechazo de estas prácticas por
parte de sus trabajadores cuando él mismo recurre a ellas en no pocas
ocasiones como veremos a lo largo de esta exposición. La justificación de
nuestro autor viene dada por el tópico repetido hasta nuestros días de
que los espíritus ignorantes no deben realizar estas prácticas aunque
parece que los ilustrados sí.
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da fase de la luna en función del mes agrícola que se trate e incluso en
función del tipo de tierra que se labre. Pero este uso no es exclusivo de
Columela. Encontramos referencias a abonado en función de la luna
tanto en época anterior (27) como posterior a nuestro autor (28). Esta
práctica incluso se mantiene en los tratados de agronomía medievales.
Así Ibn Wafid, autor musulmán, oriundo de Toledo, que escribió un
Tratado de Agricultura en la primera mitad del siglo XI d.C, se hace
eco de esta práctica explicando su por qué: «... cuando fuere la luna
llena e complida, ca si lo fisieren, faser se ha en ella muchos viermenes
e muchos gusanos estranos...» (29). Asimismo, Ibn Al-Awan, autor del
siglo XIII d. C., basándose según dice en la Agricultura Nabatea,
compendio en el que no entramos por no alejarnos demasiado de
nuestro tema, recomienda que se estercolen todas las plantas en men-
guante, a excepción de la vid (30). Son normas que también hace suyas
G. Alonso de Herrera, de quien sabemos que una de sus fuentes fue
precisamente Abencenif o Ibn Wafif (31), aunque el motivo que da para
estercolar en este ciclo de la luna es el mismo que expone Columela, es
decir, para evitar que crezcan malas hierbas; por ello recomienda lo
contrario en el caso de estercolar prados.
Pero no es solamente sobre las plantas donde se ejerce la acción
lunar. También en relación con el mundo animal encontramos referen-
cias en Columela. En particular nuestro autor centra estas relaciones en
la incubación de los huevos de aves (32), sin que ello sea algo exclusivo
del mismo (33). Normalmente señala las épocas más propicias para ello
dentro de las distintas fases lunares, manteniendo grosso modo el mismo
principio que en las plantas, es decir, la luna creciente para el desarro-
llo, en este caso de los embriones. Si tenemos en cuenta que el ciclo de
incubación son veintiún días, el nacimiento de los pollitos se origina en
la misma fase en que se han puesto los huevos a incubar, con lo que su
alumbramiento debe coindicir con el crecimiento de la luna y así ejercer
ésta su influencia beneficiosa en los primeros momentos de vida de las
crías. De su resultado no somos nosotros los más indicados para comen-
tarlo aunque sí sabemos que este procedimiento se siguió empleando en
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siglos posteriores y aún en la actualidad en determinadas zonas de
Andalucía (34).
Pero también sobre otros animales se ejerce la influencia lunar. Así
Columela recomienda que la castracción de los terneros se realice en
primavera o en otoño, pero siempre en luna decreciente (35), enlazando
con lo que hemos comentado en líneas anteriores sobre la regla general
de labores en relación con la luna (36). Lo mismo podemos decir de la
confección de la cecina, siempre en menguante (37), recomendación que
también encontramos en Plinio (38). Citemos por último que el cebado
de las gallinas también debe ajustarse a la norma general y por ello,
según Columela, debe comenzarse a partir del primer día de la luna (39).
En conjunto, y como comentábamos al comienzo de este capítulo,
las labores agrícolas están íntimamente unidas a la fase de la luna sin
que ello encuentre aún en nuestros días una explicación racional. La
pervivencia de este hecho la hemos rastreado en algunos agrónomos
medievales hispanos hasta el tratado de Herrera para demostrar la
continuidad de estos usos. Agrónomos éstos que no son citados en su
totalidad sino tomados a título de ejemplos para no cansar al lector con
un número excesivo de textos de época distinta a la que nos ocupa.
a) Influencias beneficiosas
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(53) Nos referimos a Hispania por la imposibilidad material, dadas las características
de este trabajo, de hacer un recorrido sobre la totalidad de la literatura
agronómica medieval de la cuenca del Mediterráneo. Lo mismo podemos decir en
cuanto a la posible encuesta etnográfica sobre pervivencia de usos.
(54) Op. cit. p. 307-308.
(55) Op. cit. p. 217 «... y dice Columela en este mismo lugar y aún Paladio y porque
al vulgo paresce cosa de hechicería no lo querría poner mas es cosa natural y no
es mal. Dicen que si la hortaliza tiene piojuelo, que una mujer cuando tiene su
flor dé dos o tres vueltas descalza enderredor de la era y que caerá todo el
piojuelo y no es de maravillar pues tanta es en aquel tiempo su ponzoña que
mancha un espejo si a el se mira y aun muchas veces lo quiebra, como por
experiencia se ve (el subrayado es nuestro) pues no es mucho que mate el
piojuelo». Este mismo hecho en relación con el espejo lo encontramos en Plinio,
N.H. VII,64, y sin embargo Herrera lo expone como un hecho experimentado, no
tomado de ninguna fuente.
(56) N.H., XXVIII, 71.
(57) Las cualidades mágicas atribuidas en la antigüedad a los cabellos de mujer son
tratadas por E. Le Blant. «Quelques notes d'archéologie sur le chevelure fémeni-
ne» CRAI (1888) p. 419 ss.
(58) También es recomendado por Columela, De r.r. VI11,5,18.
(59) Paladio, 1,35,11. La lucha contra las seroientes es ampliamente desarrollada en
los Geoponika, 5,48,2; 12,27,2; 18,2,4 y sobre todo 13,8,1-2. Véase también
Virgilio, Georg. 3, 414-415; Plinio, N.H., XII, 126 y XXIV, 19. Cfr, R. Martin.
edic. lib. I y II de Paladio. París. Les Belles Lettres. 1976. p. 163, n. 21.
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b) Influencias perjudiciales
(77) A.B. Cook. «The Bee in Greek Mythology» JHS, XV (1895), 1-24.
(78) Georg. 280 ss.
(79) Cfr. nota n. 45.
(80) De apium mellisque apud veteres signiftcatione et symbolica et mythologica.
Berlin. 1893; Véase también A.B. Cook, op. cit. p. 9, n. 69; G. Lafaye; Dict.
Antiq. Grecq. et Rom. s.v. mel, t. 111/2 p. 1701 ss.
(81) R.r., III, 16,4.
(82) N.H., XI,70; Met. 15,364-367; Fast. 1,377 ss.
(83) XV,2,21-25.
(84) Véase P. Lemerle. Le premier Humanisme byzantin. París, 1971, p. 290.
(85) J. Millás. op. cit. p. 295. No hemos podido consultar el manuscrito 1200 de la
Biblioteca Sbath en la que al parecer se encuentra una traducción árabe de la
obra de Anatolius. Cfr. Cl. Cahen. «Notes pour une histoire de l'agriculture dans
le paya musuhnans mediévaux». I. JESHO (1971) p. 66 n. 3.
(86) Es posible que se tradujeran al árabe, posiblemente a través del persa. Cfr. G.
Nallino. «Trace di opere greche giunti agli Arabi per trafila pehlevica». Oriental
Studies presented to E.G. Brown. Cambridge. 922, p. 345-363.
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línea u otra, aunque creemos que es por el árabe (87), nos encontramos
un testimonio precioso en Ibn Wafid, autor toledano del siglo XI d.C.,
que en parte completa lo que hasta ahora sabemos por los textos
antiguos sobre la Bougenia (88). Tomando precisamente como fuente a
este autor el tema es retomado a comienzos del s. XVI d.C. por G.
Alonso de Herrera (89). Como el lector podrá apreciar, esta práctica
supersticiosa ha tenido una pervivencia en la literatura agronómica que
resulta a todas luces sorprendente. Nosotros solamente hemos bosqueja-
do unos apuntes, pensando, como ya hemos dicho, que el tema merece-
ría un estudio aparte. En relación con el mismo, Columela lo menciona
por encima, aunque no cuestionándolo. En todo caso dice que no es
económico sacrificar un buey para obtener abejas, con lo que de alguna
manera lo está aceptando, aunque no podemos rechazar la posibilidad
de que nuestro autor no quisiese entrar en discusión o criticar algo que
había sido sentado por Virgilio, a todas luces uno de sus ídolos literarios
(90); con todo, esta admiración no es óbice para corregirlo en determi-
nadas ocasiones (91).
Continuando con el tema que nos ocupa, también encontramos en
Columela ciertas prácticas mágicas en veterinaria, entre las que desta-
camos dos por creer que son las más representativas. Una de ellas es el
modo de hacer volver a la vida a las abejas muertas, recogiendo una
práctica puesta en uso, según Columela, por otro escritor hispano, C.
lulio Higino (92). Según éste se deben recoger los cadáveres de las
abejas acometidas por alguna epidemia y guardarlos durante el invierno
en un lugar seco; cerca del equinoccio de primavera se deben sacar al
sol y cubrirlas con ceniza de higuera en un día apacible, con lo que
vuelven a la vida. Varrón se hace eco de algo parecido (93) aunque no
se trata de hacer revivir a las abejas sino de los cuidados y atenciones
que hay que prodigarles cuando están ateridas de frío (94). Plinio sin
embargo cita de pasada lo preconizado por Columela, aunque no nos
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dice su fuente, con lo que es muy posible que sea nuestro autor, dadas
las diferencias existentes entre ambos. En todo. caso, tanto uno como
otro, no critican su uso, limitándose Columela a decir que él personal-
mente no lo ha experimentado.
El segundo uso mágico en relación con la veterinaria está referido
a la curación de las ovejas cuando han sido atacadas por una epidemia.
Haciéndose eco de Bolo Mendesio, que no es otro que el Demócrito
antes citado (95), dice que se debe enterrar a una de las enfermas, viva
y colocada boca arriba, en la puerta del establo, haciendo a continua-
ción pasar al resto del rebaño por encima, con lo que se les curará la
enfermedad (96). Sobre ello no hace el más mínimo comentario, situán-
dolo al mismo nivel que otra serie de remedios aconsejados para la
curación de distintas enfermedades de las ovejas, aunque en general no
citando autores de donde los haya tomado (97).
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las semillas en unos líquidos determinados para que los frutos nacidos
de ellas tengan sabores más finos o distintos (101). Dichas prácticas se
mantienen con más vigor aún en época medieval y así encontramos
incluso un capítulo entero de la obra de Ibn-Al-Awan, dedicado entera-
mente a ello (102). Lo mismo podemos decir para el tratado de Herrera,
a comienzos del XVI d.C. que dedica bastantes atenciones a las semillas
desde este punto de vista en el libro IV del mismo. Volviendo de nuevo
a Columela, en algún caso incluso trata de seleccionar semillas para que
los frutos nacidos de ellas tengan unas formas determinadas (103) en la
creencia de que según se tomen las semillas de una parte u otra del
fruto, variará la forma del que obtengamos con éstas (104).
Lo mismo encontramos en relación con tratamientos a árboles con
el fin de mejorar su producción sin que ello tenga base racional o al
menos así lo creemos. Nos referimos por ejemplo a la práctica de
horadar e introducir una púa de acebuche en el tronco de un olivo para
hacerlo más fecundo (105) o prácticas para hacer más dulce al granado
y no se abran sus frutos (106) u otros sistemas para conseguir que sean
más fruteros perales y almendros (107).
En conjunto estamos ante la presencia de una serie de remedia y de
prácticas entroncadas posiblemente con tradiciones ancestrales, que
tienen una pervivencia notable como demuestra su utilización en épocas
muy posteriores y que se hallan más cerca de la superstición y de la
magia que de algo con visos de racionalidad.
(101) Col. De r.r., V,12,10: maceración de las almendras antes de sembrarlas, en agua
de aloja para que los frutos nacidos de ellas tengan un sabor más agradable. Lo
mismo lo encontramos por ejemplo en Ibn-al-Awan, cap, VII, art. 20, aunque en
este caso recomienda la maceración en hidromiel; De r.r. XI,3, 34-35: sobre
tratamiento a las semillas para cambiar la hoja del apio; De r.r, XI,3,51: en
relación con los cohombros, que también encontramos, por ejemplo, en Ibn
Wafid (J.Millás, op. cit. p. 317-318) al igual que Ibn-Al-Awan (cap. V) o en G.
Alonso de Herrera (op. cit. p. 233). Otros usos en Columela: De r.r. XI,3,23 y64.
(102) Su título reza así: «De algunos primores raros e ingenios executados en algunos
árboles y verduras como introducir en los frutales al tiempo de fojar sus ramos
o sembrar el huesecillo o semilla de su fruto, y lo mismo en los plantones cosas
aromáticas y dulces, remedios laxantes y triaca, haciendo que sus frutas vengan
de aquellas o de otras calidades semejantes, según el libro del Hay granadino y
otros autores».
(103) De r.r. X, 382-385, referido a los cohombros: nam si tibi cordi/ longior est, gracili
capitis quae vertice pendet/ e tenui collo semen lege; sive globosi/ corporis, atque
utero nimium quae vasta tu escit/ ventre leges... Cfr. De r.r. XI,3,49-50.
(104) La misma creencia en Plinio, N.H., XIX,72.
(105) De r.r. V,9,6; también seguido por Paladio IV,8,2.
(106) De r.r. V,10,15; De arb. 23; Cfr. Plinio, HN.H, XVII, 259; Paladio, IV,10,1-6.
(107) De r.r. V,10,15-17; De arb. 24; Cfr. Plinio, N.H., XVII, 253 Palacio, 11,15,3;
Geop. 10,23; otros usos: De r.r. XI,2,56.
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(108) A título de ejemplo: contra los Sasernas: 11,1,2; contra Cornelio Celso: 11,2,15;
Cfr. 11,2,14; etc.
(109) De r.r. IX,13,3: Nam illud quod Hyginus antiguos secutus auctores prodidit, ipse
non expertus asseverare non audeo: volentibus tamen licebit experiri.
(110) De r.r. IX,13,5: Nos magis ne intereant, quae deinceps dicturi sumus, aegris
examinibus exhibenda censemus.
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(111) De r. r. XI,3,62.
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liar. No hay más que hacer un recorrido no sólo por los autores
antiguos sino también entre los medievales y ,posteriores, como hemos
puesto de relieve en numerosas ocasiones, para apreciar su vigencia,
incluso de forma escrita. Sin duda la tradición oral ha conservado
muchos más como nosotros mismos hemos podido apreciar en el campo
andaluz actual y que una encuesta etnológica podría claramente
mostrarnos.
En fin, si hemos conseguido estructurar las distintas alusiones a
prácticas mágicas y supersticiosas que encontramos en la obra de Colu-
mela, nos damos por satisfechos. En todo caso creemos que el material
extraído puede servir también para conocer mejor el origen de ciertos
usos que han pervivido a través del tiempo hasta nuestros días y cuya
utilización puede aportar luz a encuestas etnológicas actuales.
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