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Pedro Báez Fernández


MAGIA Y SUPERSTICION EN, EL «DE RE RUSTICA»
DE COLUMELA

Entre los agrónomos antiguos nos encontramos con bastantes pasa-


jes alusivos a la utilización de ciertas fórmulas mágicas y supersticiosas
aplicadas a las diversas actividades de la explotación agraria. Hasta
cierto punto en general se considera normal para la estructura de
pensamiento que rige estas sociedades. Sin embargo en no pocos casos
puede chocar el hecho de que estas mismas fórmulas tengan vigencia en
nuestra sociedad rural actual. Las siguientes páginas vamos a dedicarlas
a un autor romano que representó para su época el máximo exponente
de una agricultura llevada a su expresión más racional y científica. Por
ello podíamos esperar que el tratamiento dados a las prácticas mágicas
y supersticiosas tuviese unas connotaciones distintas que en otros agró-
nomos. En este sentido digamos, adelantando acontecimientos, que ello
se dá, pero sólo a medias. Sin duda hay otros tratados de agricultura de
la antigüedad que nos ofrecen mucho más material en este sentido.
Baste citar por ejemplo el cap. 35 del libro I de Paladio, todo él
dedicado a estas prácticas y remedia; o los Geoponika, fundamentalmen-
te en los libros XII y XIII, que constituyen una verdadera mina de
conocimientos sobre la magia antigua en relación con el mundo agrario.
Nuestro trabajo lo hemos estructurado en dos partes. La primera
de ellas es un intento de sistematización del conjunto de las citas
referidas a estos usos, que encontramos dispersas a lo largo de todo el
tratado columeliano. La segunda es el análisis del pensamiento de
Columela de cara a estos temas.


A través de los distintos apartados que estableceremos, vamos a
procurar abarcar el máximo de usos mágicos y supersticiosos que encon-
tramos en el tratado de agricultura. Sin embargo hay que hacer notar
la existencia de ciertas prácticas que podríamos haber incluido y que no
lo hemos hecho por la dificultad de adscribirlas a hechos racionales o
irracionales. La verdad es que en bastantes ocasiones nos hemos queda-
do un poco indecisos a la hora de encuadrar entre ritos mágicos o
supersticiosas ciertas prácticas agrícolas que hemos conocido en la
actualidad en nuestros campos. Bien es verdad que «científicamente» no
se nos ha dado una explicación a ellos, aunque lo cierto es que cuando
comprobamos los siglos que han tenido de vigencia, nos invade un cierto
escepticismo por la suficiencia de la razón aplicada a la agronomía. Si

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ciertos usos son claramente mágicos, hay otros como los tratamientos a
semillas y cuidados a cultivos, o la influencia de la luna, etc., en los que
tenemos que confesar que nos asaltan las dudas.

A) En relación con la explotación agraria

Cuando habla sobre los miembros de la familia rústica y su rela-


ción con el mundo de la magia, Columela se sitúa en una postura que
concuerda en gran medida con la más pura tradición romana. En todas
las ocasiones que comenta los deberes del villicus o la villica establece
claramente que no deben entablar voluntariamente contacto ni con
harúspices ni con agoreros o hechiceros, que sólo sirven para llenar de
falsas supersticiones a los espíritus ignorantes (1). La afición de los
romanos a consultar las harúspides se remonta a las prácticas hereda-
das de los etruscos, verdaderos maestros de este arte. Sin entrar dema-
siado en el tema, remitimos al lector a la obra clásica de A. Bouché
Leclerq (2), especialmente en su tomo IV, dedicado a la adivinación
etrusca, latina y romana (3).
Catón, a quien seguirá Columela poco más de dos siglos después,
prohibía también a su familia rústica consultar a los harúspices y a los
caldeos o magos (4). Desde Catón a Columela hay esfuerzos por parte de
la administración romana de expulsar a los adivinos y caldeos, aunque
no consigue su fin. La verdadera represión vendrá en época imperial.
Augusto, aún sin suprimir estas prácticas las limitó de forma que no se
pudiesen predecir muertes ni hacer consultas en secreto (5). Anterior-
mente a ello, encontramos harúspices al lado de Sila (6), de Pompeyo
(7) o de César (8) y que en todos los casos son de su familia en el sentido
romano del término. Hasta Claudio parece que no encontramos una
organización oficial de los harúspides (9), aunque parece que ya había
una corporación preexistente. Mediante esta reforma, Claudio trató de
separar a éstos de embaucadores y charlatanes —¡no sabemos cómo!—

(1) Col. De r.r.,I, 8, 5-6; XI, 1,22-23: Sacrificia nisi ex praecepto domini facere
nesciat: haruspicem sagamque sua sponte non noverit, quae atraque genera
vana superstitione rudes animos infestant; cfr. XII, 1,3.
(2) Histoire de la divination dans l'Antiquité. Paris. 1882 (rep. Darmstadt. 1978).
(3) Cfr. también A. Bouché-Leclerq. Dictionnaire des Antiquités grecques et romains.
París. 1900 (rep. Gratz. 1969) t. III/1, p. 17ss.
(4) Agr. V, 4.
(5) Cassius Dio, LVI, 25.
(6) Ciceron. Divin. I, 33.
(7) Ciceron. Divin. 11,24.
(8) Ciceron. Divin. 1,52; Val. Max. VIII, 11,2; Suet. Caes. 81.
(9) A. Bouché-Leclerq. Dictionnaire... cit. p. 31.
y los puso al servicio del Estado. Es a partir de este momento cuando la
clase dirigente romana trata de rechazar las prácticas mágicas y adivi-
natorias no gratas a sus intereses separándolas de las oficiales. Su uso
extraoficial pasa por ser peligroso para ella desde el momento que
puede suponer cualquier forma de subversión o, en el caso del mundo
agrícola, menos rendimiento o menos trabajo por parte de la mano de
obra. Hay por tanto en Columela un rechazo de estas prácticas por
parte de sus trabajadores cuando él mismo recurre a ellas en no pocas
ocasiones como veremos a lo largo de esta exposición. La justificación de
nuestro autor viene dada por el tópico repetido hasta nuestros días de
que los espíritus ignorantes no deben realizar estas prácticas aunque
parece que los ilustrados sí.

B) En relación con la luna

Sobre las influencias ejercidas por la luna en la fauna y la flora


hemos de reconocer desde este momento nuestra incapacidad para
encuadrarlas de forma clara dentro de los ritos mágicos o supersticio-
sos. Distinto es el caso de la recogida de ciertas plantas en determinadas
fases de la luna, normalmente con fines curativos o mágicos. No es nada
nuevo para cualquiera que conozca, aunque sea someramente, el mundo
agrario actual, que la luna para el campesino, guarda una estrecha
relación con las labores agrícolas. Hay un pasaje de Varron que podría-
mos utilizarlo en la actualidad en toda su vigencia: Qaedam facienda in
agris potius crescente luna quam senescente, qaedam contra quae
metas... (10). Normalmente se ha venido considerando que esta relación
respondía más a prácticas consuetudinarias de origen supersticioso que
a una realidad racional y contrastable. Pero de lo que no cabe la menor
duda es que desde hace milenios estas creencias han pervivido (11) y no
solamente en el mundo rural. Por otra parte no podemos pasar por alto
el hecho de que muchas de las susodichas creencias populares son el
fruto de la observación y la práctica, y no solamente de la imaginación
como a menudo se cree. S. Lunais ha publicado una excelente monogra-
fía sobre el tema de la luna en todos sus aspectos en época romana (12)

(10) R.r. 1,37.


(11) Citemos a título de ejemplo el Tratado de Agricultura que escribe G. Alonso de
Herrera en el año 1513. Al margen de las citas puntuales referidas a la luna que
encontramos a lo largo de su obra, el calendario agrícola que recomienda está
confeccionado en base a la luna creciente o menguante de cada mes. G. Alonso
de Herrera. Obra de Agricultura, Edic. de J. V. Martínez Carreras. B.A.E.
Madrid. 1970. p. 347 ss. Es la edición que hemos usado.
(12) Recherches sur la Lune. I. Leiden. 1979.
GADE/

planteándose también esta cuestión, máxime cuando conoce algunos


experimentos que se han desarrollado con resultado exitoso sobre las
influencias de la luna sobre la fauna y la flora (13). De aquí que
expresemos nuestra reserva a la hora de encuadrar determinadas in-
fluencias lunares sobre los ritmos naturales, máxime cuando la ciencia
moderna está volviendo sobre estas opiniones pretendidamente falsas,
descubriendo que no son tan infundadas como hasta ahora se ha creído.
Así pues y a la espera de que algún día podamos conocer el valor real
de estas relaciones, nosotros nos adherimos, aunque con las reservas
que hemos expuesto, a considerar el tratamiento que se da a la luna en
Columela como una muestra más de la práctica de ritos supersticiosos.
En lo que respecta a nuestro autor, no presenta excepción alguna
en relación con el resto de los agrónomos latinos. En conjunto para
éstos, la luna hace crecer a los vegetales en proporción a la luz que
expande sobre ellos, según su ciclo (14). Aulo Gelio por ejemplo nos
dice: «Todo lo que crece con la luna, decrece con ella» (15). En la
misma línea podemos citar a Plinio (16) o a Horacio (17), integrando
también en esa creencia otra muy extendida entre todos en el sentido de
que la luna rige toda sustancia acuosa (18).
En conjunto los agrónomos antiguos mantienen el mismo principio
general en cuanto es preciso plantar, sembrar e injertar en luna crecien-
te, y cortar, recoger o cosechar en luna menguante. Esto parte de la
misma creencia de que la luna creciente hace fortificar y que la decre-
ciente va acompañada de un debilitamiento general de las plantas. La
única excepción en este aspecto la encontramos referida a la siembra de
la alverja, que Columela recomienda sembrarla antes del día veinticinco
de la luna (19) aunque no sabemos el por qué y que de nuevo volvemos
a encontrar en Plinio (20).

(13) Enciclopédie permanente d'agriculture biologique. Edit. Debart. París. 1974; L.


Kolisko. The Moon and the growth of plants. Londres. 1938; L. Watson.
Histoire naturelle du surnaturel. París. 1974.
(14) S. Lunais. op. cit. p. 49.
(15) XX,8.
(16)N.H. XVIII, 118.
(17) Odas IV, 6, 37-38.
(18) Suetonio. Fragm. 132.
(19) Col. De r.r. II, 10,30.
(20) N.H. XVIII, 228. Los pasajes de la obra de Columela referentes a la luna
menguante son : II, 5,1, para extender estiércol en la sementera; VI,26,2, para
castrar los becerros; XI,2,11, para cortar madera para la construcción, así como
estacas y rodrigones, desde el día 20 hasta el 30 y de esta forma, según nuestro
autor, la madera no se pudre; XII,16,1, coger la uva para pasas; XII,47,2, para
recolectar los membrillos; XII,55,3, para hacer la cecina. En cuanto a las
labores a realizar en creciente: VIII,5,9, para incubar huevos de gallina, al igual

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Pero no sólo encontramos recomendaciones en determinadas fases


de la luna, sino que también aconseja Columela hacer algunas labores
de noche cuando la luna no se ve o —como él dice— está bajo tierra
(infra terram). Predominan las labores hechas a plantas subterráneas
(21). S. Lunais, basándose en esta cita y en otra de Plinio (22) considera
que para los antiguos debería haber alguna relación entre las plantas
subterráneas y la luna, ya que estos pasajes están referidos a ajos,
cebollas, nabos y rábanos. Para dicha autora esta relación implicaría
una influencia de la luna (infra terram) sobre plantas que dan su fruto
bajo tierra. A nuestro entender esta afirmación sólo tiene un valor
parcial dado que también encontramos en Columela otros pasajes refe-
ridos a la recolección de habas o para la vendimia en esta posición de la
luna (23). Por otra parte, el hecho de que aún se mantuviese esa
costumbre a comienzos del siglo XVI en España y con fines prácticos
—a lo que dicen— no parece abogar por la tesis de S. Lunais. Así G.
Alonso de Herrera (24) recomienda creciente o menguante para el
cultivo de los ajos según el tipo que queramos obtener, añadiendo «.. y
aún dicen los agricultores (el subrayado es nuestro) que si cuando los
pones la luna está en el otro hemisferio que es que no se paresce sino
que esta so tierra que no serán tan quemaciosos en el sabor, ni oleran
tan mal, y lo mismo aguarden al tiempo de coger...».
La influencia lunar, a juicio de Columela, también se manifiesta a
la hora de realizar otras labores agrícolas. Pongamos por ejemplo el
estercolado de las tierras para hacerlas más productivas. La primera
referencia a ello la encontramos en su libro II, cap. 5,11 donde nos dice
que hay que extender el estiércol en luna menguante porque así se
preserva el sembrado de las malas hierbas. Sin embargo encontramos
bastante contradicciones en el mismo autor, dado que en otros pasajes
recomienda diferentes fases de la luna para esta labor (25). Contradic-
ciones que posiblemente sólo son aparentes como ha puesto de manifies-
to S. Lunais (26) dado que Columela parece recomendar una determina-

que VIII,11,2; VIII,7,5, para cebado de gallinas; 11,10,15 para siembra de


lentejas; V,11,2, para injertar.
(21) Col. De r.r. XI,3,22; Sed quandoque vel conseremus, vel iam matura in tabula-
tum reponemus, servabimus ut in iis locis quitus aut obruentur aut eruentur,
luna infra terram sit.
(22) S. Lunais. op. cit. p. 52; N.H. XVIII, 314.
(23) Col. De r.r. II, 10,2; XII, 19,3.
(24) Op. cit. p. 218.
(25) Col. De r.r. 11,15,1, para abonado en el mes de septiembre, cuando la luna está
decreciendo; 11,14,9, para abonado en el mes de febrero en luna creciente;
11,17,2, abonado en el mes de febrero, en luna creciente para cierto tipo de
tierras.
(26) Op. cit. p. 59.

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da fase de la luna en función del mes agrícola que se trate e incluso en
función del tipo de tierra que se labre. Pero este uso no es exclusivo de
Columela. Encontramos referencias a abonado en función de la luna
tanto en época anterior (27) como posterior a nuestro autor (28). Esta
práctica incluso se mantiene en los tratados de agronomía medievales.
Así Ibn Wafid, autor musulmán, oriundo de Toledo, que escribió un
Tratado de Agricultura en la primera mitad del siglo XI d.C, se hace
eco de esta práctica explicando su por qué: «... cuando fuere la luna
llena e complida, ca si lo fisieren, faser se ha en ella muchos viermenes
e muchos gusanos estranos...» (29). Asimismo, Ibn Al-Awan, autor del
siglo XIII d. C., basándose según dice en la Agricultura Nabatea,
compendio en el que no entramos por no alejarnos demasiado de
nuestro tema, recomienda que se estercolen todas las plantas en men-
guante, a excepción de la vid (30). Son normas que también hace suyas
G. Alonso de Herrera, de quien sabemos que una de sus fuentes fue
precisamente Abencenif o Ibn Wafif (31), aunque el motivo que da para
estercolar en este ciclo de la luna es el mismo que expone Columela, es
decir, para evitar que crezcan malas hierbas; por ello recomienda lo
contrario en el caso de estercolar prados.
Pero no es solamente sobre las plantas donde se ejerce la acción
lunar. También en relación con el mundo animal encontramos referen-
cias en Columela. En particular nuestro autor centra estas relaciones en
la incubación de los huevos de aves (32), sin que ello sea algo exclusivo
del mismo (33). Normalmente señala las épocas más propicias para ello
dentro de las distintas fases lunares, manteniendo grosso modo el mismo
principio que en las plantas, es decir, la luna creciente para el desarro-
llo, en este caso de los embriones. Si tenemos en cuenta que el ciclo de
incubación son veintiún días, el nacimiento de los pollitos se origina en
la misma fase en que se han puesto los huevos a incubar, con lo que su
alumbramiento debe coindicir con el crecimiento de la luna y así ejercer
ésta su influencia beneficiosa en los primeros momentos de vida de las
crías. De su resultado no somos nosotros los más indicados para comen-
tarlo aunque sí sabemos que este procedimiento se siguió empleando en

(27) Caton. Agr. L, 1 y 29.


(28) Plinio, N.H. XVIII, 57.
(29) J.M. Millás Vallicrosa. «La traducción castellana del «Tratado de Agricultura» de
Ibn Wafid». Al-Andalus, VIII (1943) p. 306.
(30) Ibn-Al-Awan. Libro de Agricultura. Edic. y Traduc. de J.A. Banqueri. Madrid.
1802, cap. II, art. 9.
(31) J. M. Millás. op. cit. p. 288 ss.
(32) Col. De r.r. VI1I,5,9; VIII,7,5; VIII,11,2; VIII,11,12.
(33) Varron. R.r. 111,9; Plinio. N.H. XVIII, 322.

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siglos posteriores y aún en la actualidad en determinadas zonas de
Andalucía (34).
Pero también sobre otros animales se ejerce la influencia lunar. Así
Columela recomienda que la castracción de los terneros se realice en
primavera o en otoño, pero siempre en luna decreciente (35), enlazando
con lo que hemos comentado en líneas anteriores sobre la regla general
de labores en relación con la luna (36). Lo mismo podemos decir de la
confección de la cecina, siempre en menguante (37), recomendación que
también encontramos en Plinio (38). Citemos por último que el cebado
de las gallinas también debe ajustarse a la norma general y por ello,
según Columela, debe comenzarse a partir del primer día de la luna (39).
En conjunto, y como comentábamos al comienzo de este capítulo,
las labores agrícolas están íntimamente unidas a la fase de la luna sin
que ello encuentre aún en nuestros días una explicación racional. La
pervivencia de este hecho la hemos rastreado en algunos agrónomos
medievales hispanos hasta el tratado de Herrera para demostrar la
continuidad de estos usos. Agrónomos éstos que no son citados en su
totalidad sino tomados a título de ejemplos para no cansar al lector con
un número excesivo de textos de época distinta a la que nos ocupa.

C) En relación con la mujer

Las influencias y relaciones de la mujer sobre la agricultura o la


fertilidad en general son algo común a muy diversas culturas (40). Su
estrecha vinculación precisamente con la fertilidad ha creado una serie
de usos y prácticas que trascienden ampliamente el marco temporal y
geográfico de este trabajo. Columela en este caso se hace eco de una
serie de usos mágicos que tienen un origen aún más antiguo y que han
perdurado en algunos casos hasta nuestros días. Por otra parte, también
debemos tener en cuenta que la mujer, a los ojos de los romanos, es la
que normalmente practica la magia, no los hombres (41).
En este aspecto hemos establecido dos tipos de influencias de la
mujer sobre la agricultura, por supuesto desde la óptica de las prácticas
supersticiosas o mágicas.

(34) G. Alonso de Herrera. op. cit. p. 300.


(35) Col De r.r. VI,26,2.
(36)Vide supra.
(37) Col. De r.r. XII,57,3.
(38) N.H. XXVIII, 264; cfr. también G. Alonso de Herrera. op. cit. p. 329.
(39) Col. De r.r. VIII,7,5.
(40) Mirceá Eliade. Traité d'Histoire des Religions. París, 1970, p. 280 ss.
(41) Cfr. Plinio. N.H. XXV, 10; Petronio. CXXIX, 10.
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a) Influencias beneficiosas

En ellas, al igual que en las perjudiciales, juegan un papel funda-


mental las creencias sobre los posibles efectos en las plantas de la mulier
menstruans. El ciclo de la fertilidad de la mujer, aparece íntimamente
relacionado con la fertilidad y la vida del reino vegetal. Esta caracterís-
tica de la mujer ya llamó la atención de Aristóteles (42) o Demócrito
(43). Pero es sólo el segundo el que según nos dice Columela (44) se hace
eco de los efectos que sobre las plantas puede tener el ciclo menstrual de
la mujer. Según Plinio (45) Demócrito fue alumno de Dardanos, mago
fenicio del que debió aprender estas influencias, que son las transmiti-
das por Columela y el mismo Plinio.
En cuanto al hecho concreto beneficioso, nuestro autor establece
que si una mujer en menstruación, descalza y con los cabellos sueltos da
unas vueltas alrededor del huerto, es éste el mejor remedium aplicable
para la eliminación de orugas y gusanos que afecten al mismo (46). Este
mismo hecho es recogido también por Paladio (47) aunque parece que
en este caso no tiene como fuente a Columela (48). Por su parte Plinio
también cita este remedium (49) dándonos a su vez, en otro pasaje, (50)
una detallada lista sobre las creencias de su época en relación con la
menstruación; rotura de espejos, que en líneas siguientes veremos cómo
ha perdurado; mala fermentación del mosto, etc... (51) aunque en este
caso no cita como fuente a Demócrito sino a Metrodoro de Scepsis,
quien afirma que estos hechos se habían descubierto en Capadocia (52).
Estas creencias son recogidas de nuevo en los Geoponika, a través

(42) H.A. 4,7,775b; etc...


(43) apud Solino, 1,54-56, que a su vez también es recogido por Plinio, N.H. VII,63 ss.
(44) De r.r. XI, 3,64.
(45) N.H. XXX,9; Cfr. Apul. Apol. 90. Sobre Demócrito véase el trabajo de A.
Wellman. «Die Georgika des Demokritos». Abhandl. der Pr. Akadem. der Wis-
senschaften. Phil. Klasse. 1921.
(46) Co.. De r.r. X,359 s.s.; cfr. también XI, 3,64.
(47) 1,35,3.
(48) Cfr. Edic. de Paladio, lib. I y II de R. Martin. París. Les Selles Lettres. 1976, n.
6, cap. 35.
(49) H.N. XXVIII, 78: si nuditate menstruante segetem ambiant, erucas ac vermiculos
scarabeosque ac noxia alia decidere; N.H.XVII, 266: privatim autem contra
urucas (sic) ambiri arbores singulas a muliere incitati mensis, nudis pedibus,
recincta.
(50) H.H., VII,63-66.
(51) En cuanto a la mala fermentación del mosto, aún sigue vigente en lo que nosotros
conocemos al menos en Montilla (Córdoba), donde se procura que no entre
mujer en menstruación en bodegas donde el mosto aún esté fermentando.
(52) 12,8,5.

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de los cuales posiblemente pasó a la literatura agronómica hispano-mu-


sulmana. Con todo no podemos descartar la idea de que estos usos se
hubiesen mantenido en Hispania (53) colmo tradiciones populares. Así,
por ejemplo, Ibú Wafid (54) considera beneficioso el papel de la mujer..
«desnuda e descalga e en cabellos...» para aplacar las tempestades. G.
Alonso de Herrera también recurre a estos usso y, aparte de citar a
Columela y Paladio, él mismo cree sin ningún tipo de reticencia sobre
sus resultados (55).
Pero las influencias beneficiosas no se limitan a lo anteriormente
expuesto. También encontramos otra como es el recurso a sus cabellos
para ahuyentar las serpientes. Es el olor —a juicio de Columela— que
despide el cabello de la mujer al ser quemado el que sirve para expulsar
a los reptiles. El mismo efecto es suscrito por Plinio (56), dándonos
además una serie de recetas confeccionadas a base de quemar cabello de
mujer, que abarcan desde la curación del histerismo de las mujeres
hasta remedios contra la gota e incluso la curación de úlceras (!) (57).
Es curioso que solamente estos dos autores —según creemos— recomien-
den este uso, encontrándonos que el resto queman cuerno de ciervo (58)
u otros productos que al ser incinerados despidan mal olor (59).

(53) Nos referimos a Hispania por la imposibilidad material, dadas las características
de este trabajo, de hacer un recorrido sobre la totalidad de la literatura
agronómica medieval de la cuenca del Mediterráneo. Lo mismo podemos decir en
cuanto a la posible encuesta etnográfica sobre pervivencia de usos.
(54) Op. cit. p. 307-308.
(55) Op. cit. p. 217 «... y dice Columela en este mismo lugar y aún Paladio y porque
al vulgo paresce cosa de hechicería no lo querría poner mas es cosa natural y no
es mal. Dicen que si la hortaliza tiene piojuelo, que una mujer cuando tiene su
flor dé dos o tres vueltas descalza enderredor de la era y que caerá todo el
piojuelo y no es de maravillar pues tanta es en aquel tiempo su ponzoña que
mancha un espejo si a el se mira y aun muchas veces lo quiebra, como por
experiencia se ve (el subrayado es nuestro) pues no es mucho que mate el
piojuelo». Este mismo hecho en relación con el espejo lo encontramos en Plinio,
N.H. VII,64, y sin embargo Herrera lo expone como un hecho experimentado, no
tomado de ninguna fuente.
(56) N.H., XXVIII, 71.
(57) Las cualidades mágicas atribuidas en la antigüedad a los cabellos de mujer son
tratadas por E. Le Blant. «Quelques notes d'archéologie sur le chevelure fémeni-
ne» CRAI (1888) p. 419 ss.
(58) También es recomendado por Columela, De r.r. VI11,5,18.
(59) Paladio, 1,35,11. La lucha contra las seroientes es ampliamente desarrollada en
los Geoponika, 5,48,2; 12,27,2; 18,2,4 y sobre todo 13,8,1-2. Véase también
Virgilio, Georg. 3, 414-415; Plinio, N.H., XII, 126 y XXIV, 19. Cfr, R. Martin.
edic. lib. I y II de Paladio. París. Les Belles Lettres. 1976. p. 163, n. 21.

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b) Influencias perjudiciales

Como ya apuntábamos en líneas anteriores, el tema de la mulier


menstruans es de nuevo tomado en el sentido de afectar a la agricultu-
ra, sólo que en este caso se trata de influencias perjudiciales. Aunque
Columela sólo comente los efectos perniciosos sobre una determinada
planta (60), no así Plinio que considera cualquier planta es afectada por
la presencia de una mujer en esta circunstancia (61). Este mismo autor
afirma el carácter perjudicial que tiene la sangre menstrual para toda la
vegetación en general (62). Esta creencia está bastante arraigada en el
mundo agrario, de forma que la volvemos a encontrar por ejemplo en
Ibn-Al Awan (63) en este caso recomendando que no se acerque mujer
en este estado al olivo, principalmente al plantarlo. R. Schilling mencio-
na un pasaje de Victor Hugo en el que relata cómo no se deja entrar a
mujeres en los subterráneos de París donde hay plantados champiñones
por temor a los daños que su condición pueda ocasionar a los mismos
(64). De hecho, aún en la actualidad y en lo que nosotros conocemos en
Andalucía, se considera por parte de algunos que no debe tratar con
plantas ninguna mujer en menstruación so pena que éstas puedan
marchitarse.

D) En relación con la ganadería

Con respecto a la ganadería de la explotación agraria encontramos


bastantes recetas y usos de lo más irracional. Y no sólo están referidos
a la veterinaria, que podría ser más lógico por esa afición de las
sociedades rurales de todas las épocas a buscar la curación de las
enfermedades por medio de encantamientos cuando otros medios
fracasan.
En un intento de sistematización, en relación con la alimentación
del ganado podemos citar algunas prácticas. Por ejemplo nuestro autor
llega a afirmar que los cerdos contraerán pulmonía en el caso de
llevarlos a abrevar a un pozo y no se sacien de agua (65), o bien
establece un diseño de abrevadero para las palomas de forma que no se
puedan bañar, pues, según él, esto les es perjudicial (66). Varrón, en

(60) De r.r. XI, 3,50-51.


(61) N.H., XIX, 176: Omnia yero accessu milieris menstrualis flevescunt.
(62) N.H. VII,64.
(63)0p. cit. cap. VIII, art. 2.
(64) R. Schilling en su traducción del libro VII de la Historia Natural de Plinio. París.
Les Belles Lettres. p. 155 n. 1 apartado 64.
(65) De r.r. VII,10,7.
(66) De r.r. VIII,8,5-6.
una postura totalmente opuesta; señala incluso cómo debe ser el baño
de las palomas (67) postura que es mantenida también por los Geoponi-
ka (68). La línea de Columela es la mantenida por G. Alonso de Herrera
(69), aunque sin citar a Columela como fuente. Asimismo en relación
con la alimentación, Columela llega a afirmar que las yeguas enloquecen
cuando ven su imagen reflejada en el agua (70). Y todo ello sin que
observemos la más mínima crítica a estos procedimientos sino más bien
defendiéndolos, en base a una buena administración de la explotación.
Otras prácticas supersticiosas en relación con la ganadería vienen a
indicarnos el grado de aceptación de Columela con respecto a una serie
de creencias populares que solamente en contadas ocasiones son puestas
en tela de jucio (71). Otros usos en relación con la alimentación son
también los cuidados que se deben tener en el caso de alimentar a los
bueyes y cabras con bellotas, pues los primeros si no se sacian se
infectan de sarna (sic!) y las segundas abortan (72).
En cuanto a la procreación, los usos recomendados se adscriben en
su mayoría a la reproducción de gallinas en la villa y a ello dedica el
capítulo 5 del libro VIII, dando remedios por ejemplo contra el daño
que puedan ocasionar los truenos de tormenta sobre los polluelos (73) o
aconsejando siempre un número impar de huevos para incubar (74) o
indicando cómo de los huevos alargados siempre nacen machos y de los
cortos y redondos hembras (75), etc...
Especial atención nos merece un pasaje dedicado a la procreación
de abejas en el que Columela se hace eco de Demócrito, Magón y
Virgilio (76). Se trata del tema de la Bougenia, mito o práctica supers-
ticiosa bastante antigua. En síntesis se trata de sacrificar un ternero de
una determinada manera y guardar su cadáver en una habitación
herméticamente cerrada; al cabo del tiempo prescrito de ese ternero
nacerán espontáneamente una multitud de abejas. Sin duda alguna, la
abeja ocupa un lugar muy importante en la mitología greco-romana

(67) R.r. 111,7,5.


(68) XIV,6,4.
(69) Op. cit. p. 316.
(70) De r.r. VI,35,1.
(71) Así, encontramos recetas para que las palomas no abandonen el palomar (De r.r.,
VIII,8,7), de lo que se hace eco también Plinio (N.H., X,109), aunque con ligeras
variantes; sobre gallinas cluecas, De r.r. VI11,5,6; sobre generación espontánea
de las reinas de las abejas, De r.r. IX,11,5; otros usos: VIII,2.3-4; 11-16; etc...
(72) De r.r. VI,3,5; VII, 6,5.
(73) También Plinio, N.H., X,152 da sus recomendaciones al respecto.
(74) Sobre ello véase, Varrón R.r. 111,9,8; Plinio, N.H., X,151.
(75) Remitimos al lector a la lectura de Col. De r.r. VIII,5.
(76) De r.r. IX,14,6, ss.
ti
GADIE/

(77). En este caso su nacimiento se vincula al animal de trabajo por


excelencia como es el buey. Este tema creemos que merece un estudio
más pormenorizado aunque hemos creído oportuno apuntar algo sobre
el mismo. Son muchos los autores antiguos que se han hecho eco de él,
teniendo, al parecer, un origen egipcio a juzgar por la atribución de
esta invención por parte de Virgilio a Aristeo, que en esta ocasión lo
encontramos a orillas del Nilo (78). Por otra parte el Demócrito que cita
Columela creemos que no es el de Abdera sino Bolos Demócrito, de
Mendes (Egipto), escritor del siglo II a. C., autor de un Tratado de
Agricultura (79), al que se recurre también en numerosas ocasiones en
la literatura agronómica musulmana. Sería prolijo enumerar aquí todas
las citas de los autores antiguos que se hacen eco de la Bougenia.
Remitimos al lector a la compilación hecha por W. Robert Tornow (80).
Varrón dice que es por esta práctica por lo que los griegos llaman a las
abejas Bouyeveis (81). El mismo tema en Plinio o en Ovidio (82).
En los Geoponika bizantinos (s. X d.C.) (83) de nuevo encontramos
el tema, citado por Florentinos o Florentios, autor del primer tercio del
siglo III d.C. y que fue fuente de Vindanios. Anatolios de Beirut,
principal pilar de los citados Geoponika (84). Es este Florentinos el que
transmite a la literatura medieval esta superstición, como fuente de
Anatolios. Lo que no sabemos es si es a través de los Geoponika o de
traducciones árabes, ya que tenemos constancia de la traducción de la
obra de Anatolios al siríaco en el siglo IV d.C. y posteriormente al árabe
en el siglo X debida a la pluma de Qusta Ben Luqa (85). En todo caso
los Geoponika bizantinos tienen una gran importancia para el desarro-
llo de la ciencia agronómica medieval musulmana (86). A través de una

(77) A.B. Cook. «The Bee in Greek Mythology» JHS, XV (1895), 1-24.
(78) Georg. 280 ss.
(79) Cfr. nota n. 45.
(80) De apium mellisque apud veteres signiftcatione et symbolica et mythologica.
Berlin. 1893; Véase también A.B. Cook, op. cit. p. 9, n. 69; G. Lafaye; Dict.
Antiq. Grecq. et Rom. s.v. mel, t. 111/2 p. 1701 ss.
(81) R.r., III, 16,4.
(82) N.H., XI,70; Met. 15,364-367; Fast. 1,377 ss.
(83) XV,2,21-25.
(84) Véase P. Lemerle. Le premier Humanisme byzantin. París, 1971, p. 290.
(85) J. Millás. op. cit. p. 295. No hemos podido consultar el manuscrito 1200 de la
Biblioteca Sbath en la que al parecer se encuentra una traducción árabe de la
obra de Anatolius. Cfr. Cl. Cahen. «Notes pour une histoire de l'agriculture dans
le paya musuhnans mediévaux». I. JESHO (1971) p. 66 n. 3.
(86) Es posible que se tradujeran al árabe, posiblemente a través del persa. Cfr. G.
Nallino. «Trace di opere greche giunti agli Arabi per trafila pehlevica». Oriental
Studies presented to E.G. Brown. Cambridge. 922, p. 345-363.

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línea u otra, aunque creemos que es por el árabe (87), nos encontramos
un testimonio precioso en Ibn Wafid, autor toledano del siglo XI d.C.,
que en parte completa lo que hasta ahora sabemos por los textos
antiguos sobre la Bougenia (88). Tomando precisamente como fuente a
este autor el tema es retomado a comienzos del s. XVI d.C. por G.
Alonso de Herrera (89). Como el lector podrá apreciar, esta práctica
supersticiosa ha tenido una pervivencia en la literatura agronómica que
resulta a todas luces sorprendente. Nosotros solamente hemos bosqueja-
do unos apuntes, pensando, como ya hemos dicho, que el tema merece-
ría un estudio aparte. En relación con el mismo, Columela lo menciona
por encima, aunque no cuestionándolo. En todo caso dice que no es
económico sacrificar un buey para obtener abejas, con lo que de alguna
manera lo está aceptando, aunque no podemos rechazar la posibilidad
de que nuestro autor no quisiese entrar en discusión o criticar algo que
había sido sentado por Virgilio, a todas luces uno de sus ídolos literarios
(90); con todo, esta admiración no es óbice para corregirlo en determi-
nadas ocasiones (91).
Continuando con el tema que nos ocupa, también encontramos en
Columela ciertas prácticas mágicas en veterinaria, entre las que desta-
camos dos por creer que son las más representativas. Una de ellas es el
modo de hacer volver a la vida a las abejas muertas, recogiendo una
práctica puesta en uso, según Columela, por otro escritor hispano, C.
lulio Higino (92). Según éste se deben recoger los cadáveres de las
abejas acometidas por alguna epidemia y guardarlos durante el invierno
en un lugar seco; cerca del equinoccio de primavera se deben sacar al
sol y cubrirlas con ceniza de higuera en un día apacible, con lo que
vuelven a la vida. Varrón se hace eco de algo parecido (93) aunque no
se trata de hacer revivir a las abejas sino de los cuidados y atenciones
que hay que prodigarles cuando están ateridas de frío (94). Plinio sin
embargo cita de pasada lo preconizado por Columela, aunque no nos

(87) P. Sáez. «La pervivencia de la obra agronómica de Columela en Al-Andalus: Ibn


Wafid. (en prensa).
(88) J. Millás. op. cit. p. 325-326.
(89) Op. cit. p. 270.
(90) E. de Saint-Denis, en su introducción al libro X de Columela (París. Les Belles
Lettres. 1969, p. 7) comienza así: «Devoción por Virgilio: estas tres palabras
pueden servir de título a nuestra introducción»... poniendo a continuación de
relieve la veneración de Columela por Virgilio.
(91) Cfr. L.B. Marshall. L'horticulture antique et le poéme de Columelle. París-Lon-
dres. 1918. p. 84.
(92) De r.r. IX,13,3-4.
(93) R.r. 111,16,37.
(94) En relación con ello, Aristóteles, De respir. IX,475b,4.

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dice su fuente, con lo que es muy posible que sea nuestro autor, dadas
las diferencias existentes entre ambos. En todo. caso, tanto uno como
otro, no critican su uso, limitándose Columela a decir que él personal-
mente no lo ha experimentado.
El segundo uso mágico en relación con la veterinaria está referido
a la curación de las ovejas cuando han sido atacadas por una epidemia.
Haciéndose eco de Bolo Mendesio, que no es otro que el Demócrito
antes citado (95), dice que se debe enterrar a una de las enfermas, viva
y colocada boca arriba, en la puerta del establo, haciendo a continua-
ción pasar al resto del rebaño por encima, con lo que se les curará la
enfermedad (96). Sobre ello no hace el más mínimo comentario, situán-
dolo al mismo nivel que otra serie de remedios aconsejados para la
curación de distintas enfermedades de las ovejas, aunque en general no
citando autores de donde los haya tomado (97).

E) Tratamientos a semillas y árboles

Es quizás en este aspecto donde nos encontramos el mayor número


de remedia que entroncan de una forma clara con posibles antiguas
prácticas supersticiosas y mágicas. Columela en ello no establece ningu-
na línea de separación entre lo que podemos considerar tratamientos de
alguna forma científicos o al menos racionales y las recetas puramente
mágicas.
Así por ejemplo, al margen de una serie de acertados consejos para
buscar el máximo éxito en la siembra, recomienda que la sembradora
(sartoria trimodia) se forre con una piel de hiena (98). Según él, de esta
forma hacen las semillas que caen en lugares encharcados. Es curioso
que la piel de hiena aparezca en distintos autores siempre en relación
con la obtención de buenas cosechas. Así Paladio (99), también reco-
mienda su uso, aunque en este caso como remedio contra las heladas.
En la literatura agronómica musulmana también encontramos el tema,
aunque cambiando en determinadas ocasiones la piel de hiena por la de
lobo (100).
Encontramos asimismo una serie de tratamientos a semillas antes
de sembrarlas para que los frutos nacidos de ellas tengan unas caracte-
rísticas determinadas. En muchos casos se trata de dejar en maceración

(95) Cfr. n. 45.


(96) De r.r. VII,5,17.
(97) Otros usos: De r.r. VIII, 7,5; 5; 14,7-8; 5,6; 2; 8,3-4; 11,16; VII,6,5; 4; VI,5,3;
7,1; IX, 14,1-2(9); 11,5.
(98) De r. r.I1,9 ,9-10
(99) 1,35,14.
(100) J. Millás. Op. cit. p. 307.

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las semillas en unos líquidos determinados para que los frutos nacidos
de ellas tengan sabores más finos o distintos (101). Dichas prácticas se
mantienen con más vigor aún en época medieval y así encontramos
incluso un capítulo entero de la obra de Ibn-Al-Awan, dedicado entera-
mente a ello (102). Lo mismo podemos decir para el tratado de Herrera,
a comienzos del XVI d.C. que dedica bastantes atenciones a las semillas
desde este punto de vista en el libro IV del mismo. Volviendo de nuevo
a Columela, en algún caso incluso trata de seleccionar semillas para que
los frutos nacidos de ellas tengan unas formas determinadas (103) en la
creencia de que según se tomen las semillas de una parte u otra del
fruto, variará la forma del que obtengamos con éstas (104).
Lo mismo encontramos en relación con tratamientos a árboles con
el fin de mejorar su producción sin que ello tenga base racional o al
menos así lo creemos. Nos referimos por ejemplo a la práctica de
horadar e introducir una púa de acebuche en el tronco de un olivo para
hacerlo más fecundo (105) o prácticas para hacer más dulce al granado
y no se abran sus frutos (106) u otros sistemas para conseguir que sean
más fruteros perales y almendros (107).
En conjunto estamos ante la presencia de una serie de remedia y de
prácticas entroncadas posiblemente con tradiciones ancestrales, que
tienen una pervivencia notable como demuestra su utilización en épocas
muy posteriores y que se hallan más cerca de la superstición y de la
magia que de algo con visos de racionalidad.

(101) Col. De r.r., V,12,10: maceración de las almendras antes de sembrarlas, en agua
de aloja para que los frutos nacidos de ellas tengan un sabor más agradable. Lo
mismo lo encontramos por ejemplo en Ibn-al-Awan, cap, VII, art. 20, aunque en
este caso recomienda la maceración en hidromiel; De r.r. XI,3, 34-35: sobre
tratamiento a las semillas para cambiar la hoja del apio; De r.r, XI,3,51: en
relación con los cohombros, que también encontramos, por ejemplo, en Ibn
Wafid (J.Millás, op. cit. p. 317-318) al igual que Ibn-Al-Awan (cap. V) o en G.
Alonso de Herrera (op. cit. p. 233). Otros usos en Columela: De r.r. XI,3,23 y64.
(102) Su título reza así: «De algunos primores raros e ingenios executados en algunos
árboles y verduras como introducir en los frutales al tiempo de fojar sus ramos
o sembrar el huesecillo o semilla de su fruto, y lo mismo en los plantones cosas
aromáticas y dulces, remedios laxantes y triaca, haciendo que sus frutas vengan
de aquellas o de otras calidades semejantes, según el libro del Hay granadino y
otros autores».
(103) De r.r. X, 382-385, referido a los cohombros: nam si tibi cordi/ longior est, gracili
capitis quae vertice pendet/ e tenui collo semen lege; sive globosi/ corporis, atque
utero nimium quae vasta tu escit/ ventre leges... Cfr. De r.r. XI,3,49-50.
(104) La misma creencia en Plinio, N.H., XIX,72.
(105) De r.r. V,9,6; también seguido por Paladio IV,8,2.
(106) De r.r. V,10,15; De arb. 23; Cfr. Plinio, HN.H, XVII, 259; Paladio, IV,10,1-6.
(107) De r.r. V,10,15-17; De arb. 24; Cfr. Plinio, N.H., XVII, 253 Palacio, 11,15,3;
Geop. 10,23; otros usos: De r.r. XI,2,56.

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Sin duda alguna el lector habra fruncido el entrecejo en bastantes


ocasiones a lo largo del recorrido hecho sobre la obra de Columela en
relación con estos usos mágicos y supersticiosos. El Columela parango-
nado casi unánimemente por los historiadores de temas económicos no
es aparentemente el que encontramos aquí. Por ello hemos de tener en
cuenta que sólo hemos entresacado los pasajes que nos interesaban para
rastrear ciertos usos y vivencias sin contar —por motivo de nuestro
tema— con el resto de su obra. De aquí que si no tenemos en cuenta
este extremo podríamos dar una visión extremadamente parcial de
nuestro autor.
Comparando el número de pasajes en los que encontramos al
Columela «irracional» con otros agrónomos antiguos, nuestro autor sale
bien parado, teniendo en cuenta la extensión y profundidad de su obra.
La cuestión está en tratar de acercarnos en la medida de lo posible a lo
que el autor pensaba sobre estos temas, separándonos del campo que
correspondería más a un análisis exclusivamente actual-racional que a
lo que caracteriza en muchos casos a las sociedades rurales. No hay
duda de que en la agricultura antigua nos encontramos con bastantes
usos entroncados con la magia y la superstición y no debemos olvidar
que en muchos casos tienen vigencia aún en nuestros días. De aquí que
pensemos que achacar de forma indiscriminada —como aún hacemos en
muchos casos— estas prácticas a una estructura de pensamiento califi-
cado como primitivo, es algo que se debería puntualizar más. Si hiciése-
mos un recorrido sobre las irracionalidades de nuestra actual sociedad,
nos llevaríamos también bastantes sorpresas.
A nuestro entender se pueden distinguir dos niveles distintos en
Columela en relación con estos temas, que por supuesto no creemos que
se establezcan de forma consciente en el autor. El primero de los niveles
estaría referido a ciertas prácticas claramente mágicas, relacionadas o
no con el concurso de magos y hechiceros, y el segundo con ciertos usos
consuetudinarios -y ancestrales aplicados a la vida rústica.
En lo tocante al primer nivel, apreciamos bastantes contradicciones
a la hora de tomar una determinada actitud. Para ello recordemos
algún pasaje antes citado. En el apartado correspondiente a la explota-
ción agraria nos dice que los componentes de la familia rústica no
deben trabar contacto con harúspices y agoreros voluntariamente, por
su nefasta influencia sobre los espíritus ignorantes. El pasaje induce a
dudas como ya hemos visto en páginas anteriores. Si dice que no deben
trabar contacto voluntario es porque en cierto modo está reconociendo
sus poderes. Pero si a su vez establece que sólo engañan a espíritus
ignorantes es porque él se situaba al margen de estos usos extraoficiales,
pero dentro de la explotación y producción de la villa. Hay por tanto un
escepticismo en relación con estas prácticas.

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GADE/

Pero hay otros casos en que nos encontramos a nuestro autor


recogiendo toda una serie de recetas y situándolas al mismo nivel que
otras que podríamos calificar como «racionales», sin que de forma
explícita encontremos un rechazo a las mismas. Sin embargo esa misma
falta de crítica nos llama poderosamente la atención si tenemos en
cuenta los numerosos pasajes referidos a usos específicamente agrícolas
en los que Columela se sitúa en una posición crítica. En cierto modo
rompe con el modelo clásico de la historiografía antigua y no utiliza los
autores leídos como acumulación de conocimientos sino como opiniones
a confrontar, adhiriéndose a ellas o rechazándolas según opiniones
propias (108). Que mantenga esta actitud nos parece, cuanto menos,
extraña. En conjunto, cuando se refiere a estas prácticas, casi siempre
se hace eco de un determinado autor, relatando el sistema y su fuente
de información, y no así generalmente en otros usos que son los que
hemos considerado como prácticas consuetudinarias. A nuestro enten-
der ese mutismo refleja cierta sombra de incredulidad, que no se
explicita, pero que se atisba en algún pasaje. Por ejemplo, cuando se
refiere a la práctica conocida a través de Julio Higio sobre la forma de
revivir las abejas (vide supra) dice secamente que no sabe si funciona
porque él no lo ha experimentado (109) y a su vez, una vez descrita la
receta (110) considera que para él es mejor dar a los enjambres una
serie de remedios para que no mueran.
Lo mismo podríamos decir en relación con el tema de la Bougenia.
Por otra parte no entra en absoluto en la descripción del sistema
porque considera superfluo hacerlo. Por otra, se adhiere a la opinión
de Celso cuando dice que según este sistema «cuesta más el collar que el
perro», en una traducción libre del pasaje. Parece claro que Columela
no quiere criticarlo abiertamente, pero también es verdad que no lo
considera apto, apreciándose cierta dosis de ironía. Ya apuntábamos en
líneas anteriores la posibilidad de influencia de Virgilio, y su posible
poco interés en contradecirlo dado que en este caso es una de sus
fuentes de información. Pero no creemos que este sea motivo para
soslayar el tema.
Distinto es el caso de los métodos que pregona cuando el resto ha
fracasado, como hace en su libro X dedicado a la horticultura. Nos
referimos por ejemplo a los versos 337 y ss. relativos a ritos para

(108) A título de ejemplo: contra los Sasernas: 11,1,2; contra Cornelio Celso: 11,2,15;
Cfr. 11,2,14; etc.
(109) De r.r. IX,13,3: Nam illud quod Hyginus antiguos secutus auctores prodidit, ipse
non expertus asseverare non audeo: volentibus tamen licebit experiri.
(110) De r.r. IX,13,5: Nos magis ne intereant, quae deinceps dicturi sumus, aegris
examinibus exhibenda censemus.

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propiciar el viento, conjurar tempestades, etc. No creemos que se le


deban dar demasiada importancia debido a que escribe en verso y a que
no vuelven a ser repetidos cuando en el libro XI nos ofrece la versión en
prosa del mismo tratado de horticultura. Es muy posible que nuestro
autor haya sido sensible a la utilización de estos temas por lo que tienen
de exótico y apropiado a la poesía.
En conjunto pensamos que hay cierto rechazo tácito a estos usos
mágicos, pero también cierta falta de convicción propia para oponerse
de plano a los mismos. La influencia del medio social en que se mueve
Columela parece hacerse sentir ya en cuanto a la tendencia a recurrir a
lo sobrenatural en determinadas ocasiones. En ello quizás Columela
representa un peldaño en el progresivo recurso por parte de la sociedad
romana hacia lo esotérico. Sin duda encontramos en nuestro autor más
alusiones a estas prácticas que en Catón. Este recurre más a los rezos y
sacrificios para conjurar calamidades, formas igualmente irracionales,
pero que por oficiales no representan —a nivel de nuestro método—
usos mágicos. Sin embargo Paladio, casi cuatro siglos después, va a
dedicar gran parte del capítulo 35 de su libro I a usos supersticiosos y
mágicos, lo que indica un avance claro hacia la utilización de los
mismos. En ese largo camino recorrido desde Catón hasta Paladio se ha
producido al parecer un escepticismo religioso, posiblemente incremen-
tado de forma mucho más clara en época tardía por el declinar del
racionalismo heredado del mundo helenístico. Esto debió favorecer el
auge paulatino de las prácticas mágicas.
En cuanto al segundo nivel comentado, es decir, a la utilización de
su usos supersticiosos, creemos que constituyen un bagaje adquirido en
bastantes casos por la práctica personal de la agricultura. Como pode-
mos apreciar a lo largo de su obra, sus conocimientos no se limitan a
una cultura libresca sino que en muchos casos son fruto de su misma
experiencia. No vamos a entrar en el comentario de algunos de ellos
porque el lector puede apreciarlos en las páginas anteriores. En todo
caso Columela parece aceptarlos plenamente como complemento a un
patrimonio de conocimientos técnicos, pero sin separarlos de ellos. Se
trata de lo que él mismo llama la consuetudo antiquorum (111) y que
tiene su mayor expresión en el uso de distintos remedia, enumerando
entre ellos los que tienen a nuestro entender ciertos visos de racionali-
dad con otros puramente mágicos o supersticiosos, sin la más mínima
separación entre ambos. Esto es algo común a todas las sociedades
rurales en todas las épocas, en las que determinados usos, en parte
absurdos, son transmitidos de padre a hijo como parte de los conoci-
mientos necesarios para la buena administración de la hacienda fami-

(111) De r. r. XI,3,62.
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GADE/

liar. No hay más que hacer un recorrido no sólo por los autores
antiguos sino también entre los medievales y ,posteriores, como hemos
puesto de relieve en numerosas ocasiones, para apreciar su vigencia,
incluso de forma escrita. Sin duda la tradición oral ha conservado
muchos más como nosotros mismos hemos podido apreciar en el campo
andaluz actual y que una encuesta etnológica podría claramente
mostrarnos.
En fin, si hemos conseguido estructurar las distintas alusiones a
prácticas mágicas y supersticiosas que encontramos en la obra de Colu-
mela, nos damos por satisfechos. En todo caso creemos que el material
extraído puede servir también para conocer mejor el origen de ciertos
usos que han pervivido a través del tiempo hasta nuestros días y cuya
utilización puede aportar luz a encuestas etnológicas actuales.

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