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Comentario crítico: La Nochebuena de Encarnación Mendoza, de Juan

Bosch

Sobre el cuento La Nochebuena de Encarnación Mendoza, del dominicano Juan Bosch,


vale la pena destacar la precisión microscópica con la cual fue escrito este relato, la
cruda y visceral textura verbal entretejida en cada palabra, acción e imagen que leemos
en él y, por último, la honestidad con la que Bosch escribió uno de sus cuentos más
célebres de toda su obra literaria.
Grosso modo el cuento versa sobre un prófugo, Encarnación Mendoza, que
busca pasar Nochebuena con su mujer e hijos, evitando a la gente de la comarca,
ocultándose de día y caminando de noche. La historia que leemos empieza y termina en
un solo día, el veinticuatro de diciembre. Ahora bien, entendemos por Nochebuena esa
tradición de pasar tiempo con la familia, comer exquisitos platillos y esperar con
ansiedad y risas la llegada de la navidad; considerando lo anterior, ¿el cuento seguirá
este hilo de final feliz que engloba este bonito día? No. El título es simple ironía.
Según John Updike, un tema esencial en la narrativa, aplicado al genero cuento,
es la precisión o exactitud para describir la vida. Por precisión se refiere a que cada
palabra, frase, elemento tiene una importancia capital en la narración. Nada sobra. Cada
elemento, aunque en un principio pensemos que no aporta a la historia, suma. Para
entender mejor la precisión con la que fue construido este cuento, entendamos que no
necesitamos saber las desventuras por las que ha tenido que pasar Encarnación en los
seis meses que lleva huyendo, solo necesitamos el hecho de este preciso día. Retomando
la idea anterior, los elementos presentes en el cuento no son incluidos por deliberación o
capricho del cuentista, es porque tiene una razón poderosa de estar allí. Lo argumentaré
con un elemento del cuento: el sombrero de Encarnación Mendoza. Sin este elemento,
todo habría sido distinto. Sin este elemento, sí habría una feliz Nochebuena. Bosch no
vacila desde el inicio del relato, no hace dudar al lector cuando leemos desde las
primeras líneas estas precisiones: <<para su desgracia, escogió el cañaveral>>, o, esta
otra, <<comenzó el destino a jugar en su contra>>. Con esto, ya sabemos que no será
un final feliz. Solo nos falta el intermedio, el camino que transitará Encarnación hasta su
infortunio.
Todos esos aciertos presentes en la historia, al igual que imágenes bien logradas
le dan una textura de papel de lija al cuento. Al leerlo, no es agradable al tacto con
nuestro sentir la vida. Es frustrante como solo al empezar la historia y el camino se
bifurca, Encarnación Mendoza decide tomar el que lo conducirá a su desgracia. ¿Mala
suerte? Quizás, pero así es la realidad, o como decía Updike <<un tejido de precisiones
microscópicas>>. Otro ejemplo de crudeza es el niño, Mundito, que con su inocencia
determina sin querer y sin ninguna maldad en su actuar, el destino fatal de Encarnación
cuando corre despavorido vociferando que ha visto un cadáver en la Colonia Adela.
Cadáver más vivo que cualquier persona en toda la comarca. Mundito no lo sabía, pero
tenía el don de la clarividencia al decir que había visto a un hombre muerto: más
crudeza. Por otra parte, solo me detendré en una visceral imagen difícil de borrar de la
mente de todo aquel que haya leído este cuento. La imagen es: conservaba las líneas
del rostro, aunque tenía los dientes destrozados por un balazo de máuser. No existe
otra forma de describirlo, así debía ser, es una imagen fuerte, lo sé, pero es gracias a
estas imágenes que se crea la textura verbal, esa forma de percibir la vida, la
desagradable vida que Bosch quiso plasmar.
Cuando un escritor no incurre en parafernalias, decoros verbales para no parecer
tosco ni mucho menos cae en circunloquios, es honesto. Pero, ¿con quién es honesto?
Primero, consigo mismo. Segundo, con nosotros, los lectores, el fin último de toda
producción literaria. Nosotros le damos sentido a la creación artística. Juan Bosch fue
muy honesto con la realidad vivida en su país, República Dominicana, la cual estaba
sometida bajo una tiranía. Bosch estuvo en la cárcel y luego se vio obligado a buscar
refugio en varios países de América Latina, exiliado por sus ideologías políticas. Fue
una vida intrincada, marcada por la revolución, la lucha por los derechos humanos, y es
por ello que este cuento es fuertemente una crítica social a la deshumanización de las
instituciones de poder contra el pueblo. Por lo anterior, no existe mayor prueba de
honestidad con la sociedad que contar la realidad como es: cruda y visceral. El médium
no importa, en este caso fue un cuento, pero también podría haber sido una crónica, una
novela o un poema.
La Noche buena de Encarnación Mendoza es un cuento muy preciso, cargado de
energía vital, consta de una textura verbal que genera en el lector frustración y digna
rabia. Hilvana perfectamente cada elemento presentado para la construcción de una
atribulada historia. Así mismo, las intensas imágenes que se nos presentan, su fuerte
matiz social, son pruebas más que suficientes para poner en un pedestal a dicho cuento.
Anderson Imbert asegura que un buen cuento vendría siendo aquel con un desenlace
estéticamente satisfactorio. Estoy de acuerdo con él, solo matizaría un poco esta
definición aplicada a esta narración. Este cuento logra un desenlace dolorosamente
estético y satisfactorio.
Sin duda alguna, recomiendo este cuento a toda persona con un mínimo de
curiosidad por saber cómo es la vida, lo injusta que puede llegar a ser, y, también, cómo
cierto grupo putrefacto de personas que se creen dueñas del mundo juegan con la vida
de los demás, sin impórtales nada, salvo su propio goce y beneficio. Eso con respecto a
su contenido, con el tratamiento literario solo puedo decir que Juan Bosch es un maestro
del genero cuento, preciso y mordaz. En fin, leed La Noche buena de Encarnación
Mendoza, y les aseguro un giro argumental que los hará palidecer.

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