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“Año del Fortalecimiento de la Soberanía Nacional”.

Facultad de Letras y Ciencias Humanas


Maestría en Linguística

Nombre del curso: Seminario de Lingüística Andina


Profesora: Dra. Emérita Escobar Zapata

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Acerca de la

Lengua Chinchaysuyo1

Alfredo Torero (1995)

Una constatación importante en el panorama lingüístico andino del siglo XVIII es la del
colapso de la “lengua general” quechua, manifesto en la eclosión y consolidación de
los quechuas regionales: por primera vez se habría de hacer la individualización y
caracterización suficientes de lo que hoy llamamos quechua I o Huáyhuash (sierra
central peruana) y del quechua II B del Ecuador2

La primera tarea fue realizada, en 1700 o 1701 y en 1754, respectivamente, por los
jesuitas Juan de Figueredo y un sacerdote anónimo en forma de notas a sendas
reediciones de Arte de la lengua quichua de Diego de Torres Rubio, y la segunda por el
padre Nieto Polo del Águila en una Breve instrucción o Arte para entender la lengua
común de los indios, según se habla en fa provincia de Quito, impresa en Lima en 1753.

Además de constituirse en actas de nacimiento del Quechua I y del quechua ecuatoriano,


tales publicaciones significaron un paso decisivo en el deslinde de lo que confusa y
equívocamente se había venido designado desde fines del siglo XVI como la “lengua
de los Chinchaysuyos” globalmente opuesta al quechua del Cuzco y su comarca.

1
Cuestiones de Lingüística e Historia Andinas. Compilación. Tomo I. Alfredo Torero, en Itier, César (ed.) Del Siglo de
Oro al Siglo de las Luces. Lenguaje y Sociedad de los Andes del siglo XVIII. (Estudios y Debates Regionales Andinos,
89). Cusco. CERA, Bartolomé de las Casas, pp. 13-31.
2
La ponencia que presentamos ha sido elaborada durante nuestra permanencia en la Universidad de Valencia gracias a
una beca de investigador otorgada por Ministerio español de Educación y Ciencia.

1
En las páginas que siguen, trataremos de esclarecer cómo se originó la expresión de
“lengua chinchaysuyo”, y de determinar, por varios procedimientos, a qué realidad,
cambiante y movediza, correspondió en diversos períodos, del siglo XVI al XVIII.

Nos centraremos, finalmente, en el examen de las notas de Figueredo y el sacerdote


anónimo, como valiosos antecedentes en la ‘autonomización’ del área dialectal del
quechua I.

Hoy podemos proceder a esta labor de deslinde lingüístico y delimitación geográfica


gracias a los avances en el conocimiento de dialectología quechua ocurridos en los
últimos treinta años. Nos fundaremos principalmente en nuestros propios trabajos en
1964, “Los dialectos quechuas”, y 1968, “Procedencias geográficas de los dialectos
quechuas de Ferreñafe y Cajamarca”, y en estudios de diversos investigadores
aparecidos en el último cuarto del siglo.

El siglo XVI. Escisión de la “lengua general del Perú”: “usos del Cuzco”, “usos
chinchaysuyos”

En trabajos anteriores hemos trazado un panorama histórico del quechua, y, en él, el de


la “lengua general del Perú”, que retomamos aquí en sus hitos principales (Torero, 1970,
1974, 1983, 1984, 1985).

El sentido mismo de la expresión “lengua general del Perú” fue modificándose en el


transcurso del siglo XVI. Todo parece indicar que en los primeros decenios tras la
conquista española se designaba como tal un conjunto de hablas del subgrupo quechua
IIB-C, O Chinchay, dentro del cual cumplía un papel central y de prestigio el habla de
la costa centro-sur peruana, de la que dio testimonio el dominico fray Domingo de Santo
Tomás en su Gramática o Arte de la lengua general de los indios de los Reynos del Perú
y en su Lexicon o Vocabulario de la lengua general del Perú, impresión en 1560.

Formas cercanas a las descritas por el dominio en su Grammatica eran empleadas por
la élite real cuzqueña hasta mediar el siglo XVI (Torero, 1974: 132-133,144).
Paralelamente, sin embargo, otra variedad chinchay había estado penetrando sin duda
en las comarcas cuzqueñas, sustituyendo allí a la lengua aymara a la vez adoptando
algunos rasgos fonéticos y léxicas de ella.

Fue esta variedad regional cuzqueña la que, junto con el aymara y el puquina, atrajo el
interés de la administración colonial hispana desde la segunda mitad del siglo XVI por
su utilidad para movilizar la mano de obra indígena hacia las labores mineras. Su
creciente importancia socioeconómica y su rápida expansión por el sureste andino
desplazó hacia a ella la calificación de “lengua general” y, por un error histórico, se la
2
vio como exponente del ‘lenguaje cortesano’ de la desaparecida realeza cuzqueña y, por
ende, como la “más pulida y congrua” de las hablas quechuas. Las formas no cuzqueñas
-no del sureste- fueron en consecuencia calificadas de menos pulida y correctas y
recibieron la designación global del “chinchaysuyo”.

Como era de esperar: bajo el nombre de “lengua (o ‘uso’ o ‘modo’ de hablar)


chinchaysuyo”; quedaron inicialmente comprendidos rasgos que ahora separaríamos sin
vacilar como característicos de sólo hablas quechua I o sólo hablas quechua II. Tal
confusión era inevitable sobre todo porque el centro básico de obtención de datos
durante el siglo XVI, la ciudad de Lima y los valles vecinos, se situaba dentro del área
más antigua y de mayor diversificación del quechua –la sierra y la costa centrales del
Perú, donde el protoquechua se había diferenciado en quechua I (QI) Y quechua II (QII).

Además, Lima y los Valles de la costa central o centro-sur peruana habían constituido
en tiempos precolombinos uno de los más importantes focos emisores de varias fases
del quechua, incluida la que los conquistadores españoles de los primeros tiempos
denominaron la “lengua general del Perú”

Al desplazarse preferentemente por el área central peruana y recoger en ella el material


con que elaboró su Grammatica y su Lexicon, ya Domingo de Santo Tomás había
observado la mucha variación que existía “por provincias” y el uso de “muchos términos
de provincias particulares (Grammatica, 1951: 18, 148, 162; Lexicon, 1951: 14-15).
Infelizmente, no suministró información sobre las zonas de origen o de vigencia de las
variaciones que registró.

De otro lado, pese a lo valioso de su contribución al conocimiento del quechua, la obra


lingüística de Domingo de Santo Tomás no tuvo un eco duradero. Entre las razones de
esto, además del desplazamiento del interés político-administrativo hacia la variedad de
sureste, deben contarse, de un lado, la ruptura de los lazos de interacción panandinos
que existieron ante de y durante el Tahuantinsuyo y que el aparato colonial español no
mantuvo, y, de otro, la virtual extinción, desde los primeros decenios de la conquista,
de la población nativa de los valles costeños del centro y sur del Perú, que había sido la
principal dinamizadora de la variedad que describió el fraile dominico3

3
Rodolfo Cerrón ha analizado los parlamentos quechuas contenidos en la obra Coloquios de la Verdad del presbítero Pedro
de Quiroga, inédita hasta el presente siglo (Quiroga, [1562?] 1922). Postula Cerrón la plena identidad del quechua recogido
por el presbítero con la variedad costeña descrita por Domingo de Santo Tomás y aun sugiere que pudo ser éste el autor de
los parlamentos, habida cuenta de “las coincidencias fonológicas y gramaticales” y el uso de “exactamente la misma”
notación del quechua en ambas fuentes (Cerrón, 1991). Por nuestra parte, estimamos que se trata de una muestra idiomática
efectivamente cercana a la variedad costeña, pero no idéntica gramaticalmente (v.g.: DST ignora el morfema –ya que en
Quiroga sufija tanto a sintagmas nominales como verbales –capac.ya “¡oh poderoso!” cangui.ya “estas”-, recordando en
esto al “deferencial” –ya del aymara (“de cortesía, vocativo, atenuador”, cf. Hardman et al., 1988: 284). En cuanto a la

3
Dentro de estas nuevas circunstancias, el Tercer Concilio Provincial de Lima, reunido
en 1583-1584, decidió tomar medidas de prescripción idiomática, sentando normas de
escritura y habla, disponiendo la redacción en textos trilingües -castellano, quechua y
aymara- de la Doctrina Christiana y Confesionarios (1584, 1585), y estimulando la
publicación de un Arte y Vocabulario de la lengua general del Perú llamada quichua,
en la lengua española, que Antonio Ricardo imprimió en Lima en 1586.

Tanto respecto del quechua cuanto el aymara, el Tercer Concilio trató de elaborar hablas
uniformizadas, principalmente expurgando los localismos. Frente al quechua –para el
cual la tarea era más compleja que para el aymara, dada su mayor diversidad dialectal-,
su objetivo fue neutralizar, a la vez, los rasgos excesivamente locales del habla del
Cuzco y los propios “del uso que recibieron todos los que se llaman Chinchaysuyos” –
a los que definió como “los que están desde Guamanga hasta Quito, y a los de los
Llanos” [la costa]. El tercer Concilio pretendía que el lenguaje quechua así concebido
conformaba “con lo que se usa desde Quito hasta los Chacras” (Tercer Concilio,
1584:74-75)

Entre la realizaciones fonéticas ‘eliminadas’ del ‘quechua conciliar’ quedó la


sonorización de oclusiva tras nasal que Domingo de Santo Tomas registraba, y que se
calificó ahora de “habla corrupta” (ynga, ringui, por ynca, rinqui), pero también las
oclusivas glotalizadas y aspiradas del quechua cuzqueño.

El vocabulario de 1586, por su parte, marcó como “chinchaysuyos” la mayor parte de


los vocablos no cuzqueños que Domingo de Santo Tomás había consignado en 1560 en
Lexicon, a menudo al lado de las voces cuzqueñas pero, como dijimos, sin indicar en
ningún caso la procedencia geográfica.

Lo que el Tercer Concilio buscaba establecer era, en realidad, un quechua misionero,


previsto para el uso de los curas en la catequesis, los sermones y las confesiones, y no
un estándar para ser impuesto en la masa de la población, aun que sí se esperaba que
ésta lo entendiese suficientemente. De allí que, si bien calificó el modo de hablar de los
chinchaysuyos de “algo tosco” e imperfecto, intentó no alejarse demasiado de él,
indudablemente porque todavía seguían empleándose variedades de la antigua “lengua
general” sobre la extensa región que va de Quito a Guamanga. Por eso mismo, propugnó

notación, hallamos evidentes diferencias que descartarían la autoría del fraile dominico (v. gr.: en interior de palabra,
Quiroga escribe –gua- o –hua- y –s- simple entre vocales allí donde el dominico grafica –ua- y –ss- doble o -x-,
respectivamente) el lexema verbal que Quiroga anota pusa- “llevar” solo aparece registrado como puxa- en DST (Lexicon,
1951: 161,344). De otro lado, el sufijo –ya ocurre en el manuscrito de Huarochirí en la expresión Inga yntiya (inti.ya), que
Taylor traduce correctamente por “Oh Inga sol” (Taylor, 1987b: cap. 23, 342-343); y en la nota (4) de su artículo, R. Cerrón
cita la equivalencia hecha por Alonso de Huerta (1616) entre a yaya y yayaya (yaya.ya) con el significado de “o el Padre,
o, ola Padre”.

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evitar algunos usos propios del Cuzco “que salen de los límites del lenguaje” (léase
“lengua general).

Las notas contenidas en la Doctrina Christiana acerca de la diversidad dialectal no dan


precisiones sobre las zonas en que se empleaban los distintos rasgos, ni agregan nada
sustancial a lo ya dicho al respecto por Domingo de Santo Tomás. Sólo que ahora
separan “lo cuzqueño” de “lo chinchaysuyos”.

El siglo XVII, Conflicto de normas

En una de las variedades no cuzqueñas, próxima a la descrita en la Grammatica de


Domingo de Santo Tomás, será redactado, hacia 1608, el Manuscrito de Huarochirí
(Taylor, 1987b; Salomón y Urioste, 1991), por diligencia del “extirpador de idolatrías”
Francisco de Ávila.

También en una variedad cercana escribirá en el siglo XVII el cura de Huancabamba –


actual departamento de Junín-, Juan de Castromonte, un “Ritual Romano en la lengua
general Quichua Chinchaysuyo”, según reza el manuscrito que descubrió y publicó el
historiador Raúl Rivera Serna, quien lo data en el siglo XVII, lamentablemente sin
mayor precisión (Rivera Serna, 1965:3-21).

Se advierte en este texto el uso de ciertos lexemas propios de hablas QI (chacuan


‘anciana’, auquis ‘anciano’, etc.) y el manejo en algunas respuestas, para marcar la
primera persona agente, de formas que indudablemente corresponden al QI (consistente
en alargamiento de la ultima vocal de la raíz o tema: munami ‘quiero’ (p. 19)), o al
dialecto IIA de Pacaraos (expresado por / -y/: perdonaymi ‘perdono’ (p. 13), mañaymi
‘pido’ (p.14)).

Sin embargo, las formas más frecuentes, léxica y gramaticalmente, del “Ritual Romano”
recuerdan el manuscrito de Huarochirí. Una particularidad curiosa, no obstante, la da el
empleo propuesto del morfema llapa como pluralizador verbal, de modo similar a como
se encuentra en los dialectos QII A de Ferreñafe y Cajamarca y en algunas hablas del
dialecto QI de Huánuco-Huallaga.

El conocimiento y el ejemplo, al menos ritual, de la antigua “lengua general” se


mantenían aún a mediados del siglo XVII en las ‘provincias’ de Cajatambo y Recuay,
sector occidental de QI, según lo atestiguan ciertas frases de quechua contenidas en
procesos de idolatrías y hechicerías que ha publicado Pierre Duviols (Duviols, 1986, pp:
525-535), frases que suelen presentar pareadas formas de QI y QII, tal como lo ha
señalado César Itier en un cuidadoso estudio (Itier, 1992).

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Las formas “sureñas” que Itier encuentra allí opuestas a las locales no deben entenderse,
en todo caso, como necesariamente cuzqueñas, puesto que se emplean igualmente en
hablas meridionales del quechua I, a excepción de aça (opuesto a azua) “chicha”, que
sólo aparece hoy a partir de la frontera del quechua ayacuchano, tal vez podrían
calificarse mejor en la costa peruana si nos atenemos a los vocablos no cuzqueños de
los pares léxicos consignados por Domingo de Santo Tomás.

Entretanto, la variedad cuzqueña, consagrada a principios del siglo XVII por las obras
señeras del jesuita Diego Gonzáles Holguín, la Grammatica, de 1607, y el Vocabulario,
de 1608, a las que siguen otras, como el Arte de la lengua quichua de Diego de Torres
Rubio de 1607, se irá implantando fuertemente sobre el territorio de la actual Bolivia y
por el noroeste argentino en dirección de Buenos Aires a costa de hablas puquinas y
aymaras y varios otros idiomas (uruquilla, cacán; tonocoté, etc.). No logrará, sin
embargo, difundirse hacia el septentrión andino y ocupar los espacios que antes había
vinculado entre sí la antigua “lengua general del Perú”, Las ingentes riquezas mineras
del sur andino eran acarreadas a Europa, y no quedaban en territorio del ex
Tahuantinsuyo para permitir su dinamización integral; además, el castellano había
ganado suficiente tanto terreno para ofrecerse como la nueva lengua general al servicio
de los grandes intereses suprarregionales.

Así, mientras el predicador limeño Fernando de Avendaño, autor de unos Sermones de


los Misterios de nuestra Santa Fe Católica, afirma en 1649, su derecho a redactar sus
sermones, no en “siriaco” (cuzqueño); sino en el quechua de Lima “puesto que se ha de
predicar en este Arzobispado, en que el vulgo habla la lengua Chinchaysuyo”
(Avendaño, 1649: Prólogo), y el cura de Huánuco Diego de Molina subraya, ese mismo
año, que si él fuera “examinador en el obispado de Chinchaysuyo, no examinaría en los
términos del Cusco, sino en su lengua materna, pues ésta es la que hablan y entienden
los naturales de él (Molina, 1928:75), el cuzqueño Juan Roxo Mexía, doctor en teología,
en un Arte de la lengua general de los indios del Perú, impreso en Lima en 1648, se
ufana de utilizar en sus prédicas en la propia Lima y sus comarcas la “lengua del Cuzco”
y pide al lector que “no sea de los de la depravada opinión, que dizen, que los Indios
desde Arçobispado no la entienden” (Roxo Mexía, 1648: Prólogo)

Llegamos así al siglo XVIII, cuando emergen, o reemergen volviendo por sus fueros,
los “quechuas regionales”: chinchaysuyo”, ahora ‘reducido’ a QI (el grupo dialectal más
diversificado de la familia quechua), “quechua de Quito”, y otros que por entonces no
alcanzan a ser impresos y sólo son objeto de mención “quechua de Tucumán”,
“quechuas Maynas”, etc.

6
La oposición: norte/sur al Interior del quechua

En base al establecimiento de la distribución geográfica actual de los lexemas señalados


como chinchaysuyos en los textos quechuas resultantes del Tercer Concilio Limense –
y suponiendo que el cuadro de distribución no se ha modificado sustancialmente en los
últimos cuatro siglos para el área en referencia-, podemos precisar la frontera léxica de
lo “chinchaysuyo” definido como lo no cuzqueño, frontera que en los documentos de la
época es indicada demasiado vagamente como empezando al norte de Guamanga
(Ayacucho). Con un mapeo similar de las voces no cuzqueñas agregadas a las
reediciones de la obra de Torres Rubio en el siglo XVII es posible, asimismo, determinar
de cerca la frontera sureña de lo que entendían por “chinchaysuyo” Figueredo y el
sacerdote anónimo.

Procedimos de esta manera en nuestro artículo “Procedencias geográficas de los


dialectos quechuas de Ferreñafe y Cajamarca” (Torero, 1968), trabajo destinado a
‘reubicar’ en su probable área de partida los dialectos quechuas que se hablan hoy fuera
de la que denominamos “Zona Continua” de quechua peruano (ZC), esto es, aquella que
se extiende desde el departamento de Ancash hasta el de Puno, limitada hacia el norte
por el castellano y hacia el sur por el aymara.

En base a las fuentes mencionadas y a los resultados de nuestro trabajo de campo,


establecimos las isoglosas de voces nativas correspondientes a cien entradas castellanas,
voces que se emplean a la vez en una parte (amplia o reducida) de la ZC y en al menos
uno de los dialectos peruanos usados al exterior de dicha zona, en particular los de
Ferreñafe y Cajamarca (Torero, 1968:299); esto es, no se consideró en la lista los
vocablos que en el trabajo de campo resultaron propios de alguna parte de la ZC pero
extraños a las hablas extremas a ella, ni aquellos a los que estas hablas responden con
hispanismos. En la lista no se retuvo, por la razón, ningún vocablo que fuera exclusivo
de QI, si bien, naturalmente, esa exclusividad se verifico por la propia investigación
sobre el terreno.

Sesenta de los cien ítems resultaron consistir en pares de oposición que se reparten la
ZC sobre diez líneas fronterizas en dirección sureste-noroeste, o, simplificando, sur-
norte. La primera línea divide el departamento de Apurímac, dejando al Este al dialecto
cuzqueño actual, con once ítems; la segunda (seis ítems) delimita gran parte del dialecto
“ayacuchano” desde el oeste del departamento de Apurímac y casi enteramente el
departamento de Ayacucho; la tercera (ocho ítems) demarca el noreste del dialecto
“ayacuchano” –grosso modo, el departamento de Huancavelica, exceptuado el sector
que queda al norte del río San Juan de Chincha.

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La tercera, cuarta, quinta, sexta y séptima líneas fronterizas (que encierran veintiocho
de los sesenta ítems) tienen en común su sección oriental, que sigue la frontera política
entre los departamentos de Junín y Huancavelica, pero se abren en haz sobre las
vertientes marítimas del Pacífico desde la margen derecha del río San Juan hasta el
centro y sur de la provincia de Yauyos, departamento de Lima, haciendo de esta
provincia “un complejo mosaico lingüístico” (Torero, 1968:292). Yauyos ha sido
cuidadosamente estudiado en los últimos años por Gerald Taylor, y las conclusiones de
su trabajo ratifican, en lo esencial, nuestros hallazgos (Taylor, 1984, 1987a, 1990)

Entre las líneas séptima y octava queda comprendidas las provincias de Concepción y
Huancayo, del departamento de Junín, y el norte de la de Yauyos (cuatro ítems); entre
la octava y la novena, la provincia de Jauja del departamento de Junín (dos ítems); la
décima y última línea fronteriza separa la provincia de Jauja de las de Tarma y Yauli
(también del departamento de Junín) y las serranías de la provincia de Huaral (valle alto
del río Chancay) de las de Huaura y Oyón (valle alto del río Huaura), en el departamento
de Lima (un ítem).

Reducida a porcentajes la cantidad de formas “norteñas” que componen el léxico de las


hablas quechuas de la ZC, se obtiene que la proporción de “norteñas” es de cero por
ciento para el habla del Cuzco y de cien por ciento para los dialectos usados al norte de
la línea fronteriza, exceptuados los de Tarma (98.1%) y Panao, Huánuco (98.2%).

A su vez, llenados los sesenta ítems norte/sur con las formas correspondientes en los
dialectos Ferreñafe y Cajamarca, ambos QIIA, y Chachapoyas y Lamas, ambos QIIB,
Ferreñafe y Cajamarca quedan ‘reubicados’ por su composición léxica en un área amplia
del departamento de Lima, costa y sierra, entre los valles de Chancay y Huaura al norte
y el de Cañete al sur, si bien Ferreñafe con mayor porcentaje de ‘norteñismo’ (87.3%)
que Cajamarca (70%).

Por su parte, Chachapoyas y Lamas (ambos con 47.3% de formas norteñas) muestran
tener aproximación porcentual con las extinguidas hablas testimoniadas por Domingo
de Santo Tomás y el Manuscrito de Huarochirí y con las actualmente empleadas en los
territorios fronterizos de Lima e Ica, como Huangáscar (48.3% de “norteñismo”) y
Tantará (41.7%), y el sector noroeste del dialecto ayacuchano (28.3%).

Aplicado el mismo procedimiento a las hablas colombo-ecuatorianas, su ‘reubicación’


se produce en torno a la costa centro-sur peruana, a semejanza de los dialectos de
Chachapoyas y Lamas, si bien con un índice algo menor de ‘norteñismo’ (Ecuador:
38.2%) por el uso en ellas de cuzqueñismos evidentes (como kachun ‘nuera’),

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fácilmente explicables por acción de superestrato cuzqueño sobre el quechua IIB
ecuatoriano ejercida a raíz de la conquista inca del Ecuador.

A diferencia de estas hablas septentrionales, otro dialecto también hoy geográficamente


aislado, el argentino de Santiago del Estero, no exhibe prácticamente ‘norteñismo’,
puesto que todas sus formas léxicas correspondientes a las sesenta parejas norte/sur son
explicables por el dialecto cuzqueño, excepto la forma yaku, y no unu, para “agua”.

En cuanto a la cantidad de formas-‘norteñas’ o ‘sureñas’- comunes a dialectos de fuera


y de dentro de la zona Continua en relación con las mismas sesenta formas de vocablos,
la más elevada comunidad léxica de Ferreñafe se da con las variantes QI o QIIA de las
provincias que circundan Lima, en tanto que la mayor comunidad de las hablas
colombo-ecuatorianas y las del nororiente peruano (Lamas y Chachapoyas) ocurre con
el sector noroeste del dialecto ayacuchano (departamento de Huancavelica), que exhibe
75% de correspondencias con las primeras y 80% con las segundas.

Por lo indicado, los dialectos septentrionales externos a la ZC hallan sus más probables
áreas de partida en las franja que va, de norte a sur, desde los valles de Lima hasta las
cuencas de los ríos San Juan de Chincha, Pisco e Ica.

Cabe destacar, en cualquier caso, que los dialectos septentrionales IIB tienen entre sí
una muy especial proximidad léxica, que supera el 90% de comunidad en la lista
utilizada: Lamas-Chachapoyas, 100%; Lamas-Ecuador, 95.6%; Chachapoyas-Ecuador,
92%. Su comparación, en cambio con Ferreñafe y Cajamarca, los dos dialectos IIA
septentrionales (que comparten 85.5% de la lista), brinda índices de comunidad léxica
consistentemente menores: Lamas-Ferreñafe, 62%; Lamas-Cajamarca, 78.2%;
Chachapoyas-Ferreñafe, 62.7%; Chachapoyas-Cajamarca, 78.2%; Ecuador-Ferreñafe,
54.7%; Ecuador-Cajamarca, 73.2%.

El comportamiento léxico de las modernas hablas colombo-ecuatorianas se corresponde


con los rasgos gramaticales que definen a QIIB, lo cual las afilia del mismo modo con
los antiguos dialectos costeño-central y huarochiriense registrados en los siglos XVI y
XVII (Torero, 1984:384).

Tenemos, entonces, que la ‘proximidad léxica’ observada entre el sector noroeste del
quechua IIC ayacuchano y las hablas IIB (Chinchay septentrional]), aunque no
corroborada enteramente por una similar proximidad gramatical, puede explicar por qué
en los siglos XVI y XVII se percibió a ‘la lengua chinchaysuyo’ como extendida “desde
Guamanga hasta Quito”. No es de descartar que la semejanza haya sido inicialmente
mayor en todos los niveles lingüísticos, y que el quechua del noroeste ayacuchano se

9
haya vista ulteriormente ‘suñerizado’ por la integración socioeconómica de
Huancavelica a la labor argentífera de Potosí a través de la explotación de sus minas
azogue.

El siglo XVII. Afirmación de los quechuas regionales

En su obra en italiano Catalogo delle lingue, Lorenzo Hervás presenta en 1784 un cuadro
bastante acertado de la diferenciación dialectal en el quechua del siglo XVIII y de su
distribución geográfica, en base a la información que recibió del abate Camaño:

…Diversi dialetti, de’ quali i principali….sono il Chinchaysuyo, che parlasi nella


Diocesi di Lima, il Lamano, che parlasi in Lamas provincia della Diocesi di
Trujillo, il Quiteño, che comunemente si usa nel Regno del Quito, il Calchaqui o
Tucumano, che parlasi in gran parte del Tucuman, e il Cuzcoano, che parlasi
nella cittá del Cuzco, e in gran parte de la sua Diocesi...(Hervás, 1784:54)

En la versión castellana de esta noticia (Hervás, 1800: vol. I, 241-142), si bien en glosa
al margen se listan los cinco grandes dialectos nombrados en la edición italiana
[Chinchaysuyo, Lamano, Quiteño, Calchaqui o Tucumano y Cuzcoano], dentro del
texto se cometen serias comisiones por las cuales el Lamano de la diócesis de Trujillo
queda sin mención y el Chinchaysuyo resulta ubicado erróneamente en la diócesis de
Trujillo, no en la de Lima.

El Chinchaysuyo de la diócesis de Lima a que alude el abate Camaño es ciertamente lo


que hoy conocemos como quechua I o Huáyhuash, mejor deslindando desde la
publicación de las notas de Figueredo y el misionero jesuita anónimo. El nombre de
“Chinchaysuyo” deja así de referirse, como lo hacía en los siglos XVI y XVII, a una
nebulosa indistinta de hablas quechua I y quechua II o a la antigua “lengua general”
chinchay, quitado en ambos casos “lo cuzqueño”.

Camaño menciona asimismo como un dialecto de por sí, diferente del Chinchaysuyo, al
Quiteño –en realidad, las variedades IIB que habían venido generalizándose en tierras
del interior ecuatoriano4. Pone aparte igualmente al Lamano de la diócesis de Trujillo,
que debe corresponder parcialmente a lo que otras fuentes de la época designan como

4
El tema del quechua ecuatoriano en el siglo XVIII es tratado, por el profesor Julio Calvo de la Universidad de Valencia,
en ponencia ante este mismo Coloquio.
De otro lado, a través de BAS (Estudios Americanistas de Bonn) y el Instituto de Estudios Amerindios de la Universidad
de St. Andrews, Sabine Dedenbach-Salazar acaba de editar, con comentario introductorio y notas criticas debidos a su
pluma, un “Arte de la lengua Jeneral del Cusco llamada Quichua”, documento que se halla manuscrito, sin fecha ni
indicación de autor, en el Archivo Nacional de Bogotá y que podría ser la gramática más antigua conocida de quechua
ecuatoriano. En opinión de Dedenbach-Salazar, se trata probablemente de una copia hecha en el siglo XVIII de un texto
original del silgo XVII.

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quechua de Maynas, a más de cubrir a las hablas predecesoras de los modernos dialectos
peruanos IIB de Chachapoyas (Amazonas) y Lamas (San Martín).

El quechua había penetrado en la región de Maynas (actual departamento peruano de


Loreto) a principios del siglo XVII desde Jaén Viejo, Santiago de las Montañas y Borja,
asentamientos españoles de la Marañón medio, según refiere en 1738 el misionero
jesuita Pablo Maroni. Se consolidó luego en el área a través de las reducciones
misionales y en competencia con otra importante lengua general, la Omagua-Cocama
de la familia Tupí, gracias a “las salidas frecuentes de los indios [de las misiones] a las
ciudades de Moyobamba y Quito” (Maroni, 1988: 168-169).

Este doble foco de quechuización –Moyobamba (departamento peruano de San Martin)


y Quito- explica la variación observable en el quechua del nororiente peruano (v.g., más
próximo del ecuatoriano el del alto rio Napo, y del de Lamas el del río Pastaza). De otro
lado, plantea la cuestión de los tiempos y modos en que se produjo la quechuización de
esos dos focos. Sobre la presencia del quechua en el actual Ecuador desde la época
preinca y su consolidación en los periodos inca y colonial hemos tratado en anteriores
trabajos (Torero 1974, 1984, 1985).

En la clasificación de Camaño que Hervás recoge, los actuales dialectos IIC ayacuchano
y cuzqueño-bolivianos se integran con seguridad en su Cuzcoano. Es interesante
advertir que, en cambio, es puesto aparte del Cuzcoano el dialecto Calchaquí o
Tucumano. Esta segregación respondió probablemente a ciertos rasgos suficientemente
peculiares del Tucumano que le otorgaban fisonomía propia y que tal vez no sobreviven
en le habla moderna de Santiago del Estero, a la que comúnmente se estima como
variedad descendiente del quechua de la antigua Gobernación del Tucumán, en el actual
noroeste argentino; Es útil consultar al respecto el estudio de Ricardo Nardi “El quichua
de Catamarca y La Rioja” (1962)

Acerca de la vigencia del quechua en el antiguo Tucumán hacia 1770, escribe Carrió de
la Vandera (Concolorcovo) que “…la mayor parte de las mujeres saben la lengua
quichua, para manejarse con su criados, pero hablan el castellano sin resabio alguno”
(Concolorcovo, 1943: 104). El autor se refiere, naturalmente, a las mujeres criollas,
parte del sector dominante de la sociedad colonial, pero pone luz, de paso, que la
servidumbre y, por ende, el sector rural y popular, eran predominantemente
quechuahablantes.

En realidad, puede afirmarse que el siglo XVIII presenció la más amplia extensión
territorial del quechua, cuyo dominio, si bien habrá perdido el litoral del Pacifico ante

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el castellano, se habrá afirmado en tierras del interior y avanzado hacia nuevas
comarcas, como Santiago de Estero y las selvas de Huallaga y el Marañón-Amazonas.

La “lengua Chinchaisuyo” como Quechua I

La expresión “lengua chinchaysuyo”, como vimos, pasó a nombrar a partir del siglo
XVIII, merced a las notas de Figueredo y del sacerdote anónimo, al conjunto de
dialectos que hoy llamamos quechua I, distinguido autónomamente de manera clara y
deliberada.

Entre las aprobaciones a la reedición de 1700 de la obra de Torres Rubio, el jesuita Juan
de Sotomayor destaca la utilidad de las adiciones hechas por Figueredo, “muy en
especial de la lengua Chinchaisuyo que corre casi en toda esta diócesis metropolitana”
[Lima] (Torres Rubio, 1963:26). Sin embargo, las Notas y datos de Figueredo (en su
“Vocabulario de la lengua Chinchaisuyo y algunos modos más usados en dicha lengua”)
están referidos esencialmente a rasgos de los dialectos Huaylas y Conchucos del
quechua I ancashino. En cambio, los añadidos introducidos a la reedición de 1754 por
“un padre missionero… que ha recorrido todo el ArÇobispado de Lima, donde más se
usa la lengua Chinchaysuyo”; si bien dan cuenta principalmente de rasgos del dialecto
QI del Alto Pativilca, informan más amplia, y sobre todo más sustancialmente, de la
zona dialectal QI en su conjunto -excluida tal vez la Jauja-Huanca-, a la par que de su
extrema diversidad “según la diversidad de las Provincias, y aún en una mesma
Provincia, según la diversidad de los pueblos” (Torres Rubio, 1754:216).

En las notas de Figueredo y el anónimo aparecen por primera vez indicados


expresamente como característicos de hablas ‘chinchaysuyo del Arzobispado’ rasgos
morfológicos del QI como el alargamiento vocálico para marcar “primera persona
actora” (aunque presentado como “síncopa de la marca –ni de la “lengua general”) y los
sufijos “primera persona objeto” –ma- (ya notado desde Domingo de Santo Tomás, pero
sin indicación de su región de empleo), “sorpresivo” –nac, “subordinador” –r,
“locativo” –chau, “derivativo” –pita, “comparativo” –nau, “conectivo” –pis, así como
la forma peculiar ancashina del “pluralizador verbal” –ya- y la ancashino-cajatambina
del “interrogativo” –cu.

Entre rasgos fonéticos que hoy caracterizan a todas o la mayoría de las hablas quechuas
I, en la voces registradas por Figueredo o el anónimo se advierten ante todo el de la
aspiración o desaparición del protofonema *s en inicial de palabra o de sílaba interior:
Figueredo, hirca <*sirka ‘cerro’; hita- <*sita- ‘tirar’; aca <*saka ‘cuy’; octa <*suqta
‘seis’; huahi <*wasi ‘casa’; caja(n) <*qasa ‘frio’; raju <*rasu ‘nieve’; aycu- <*asiku-

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‘reirse’; puac <*pusaq ‘ocho’; pua- <*pusa- ‘hervir’; quima <*kimsa ‘tres’; anónimo,
hacha <*saca ‘árbol’; hita- <*sita- ‘arrojar’.

El misionero anónimo señala, además, la despalatalización de *ll y *ñ si bien la


ejemplifica mínimamente (malana- <*mallana- ‘tener hastío’; punu- <*puñu-
‘dormir’), y la caída de *-w- intervocálica (paa- <*pawa- ‘volar’; yaar<*yawar
‘sangre’).

La oposición de oclusivas velar y uvular se marca, aunque de manera inconsistente,


según el recurso introducido por Domingo de Santo Tomás: doblado la grafía c:
Figueredo, allca ‘puna’; pecca ‘cabeza’; paccas ‘noche’; anónimo, ccachusa ‘la paja
más gruesa’; paccacu- ‘lavarse’, inclusive, doblando la q: qquecia ‘materia’; qqueru
‘palo grande’.

La distinción, proveniente del protoquechua, entre una sibilante sorda predorsal /s/ (allí
donde *s no se ha aspirado o caído) y una sorda dorsopalatal /s/, es aplicada de modo
bastante regular, particularmente por el anónimo, según el procedimiento establecido
igualmente por Domingo de Santo Tomás: empleando, respectivamente, las grafías Ç c
(e, i) y s-, ss, procedimiento que se mantendrá hasta la segunda mitad del siglo XVIII,
cuando empieza a reemplazarse s por el dígrafo sh: Figueredo, acia- ‘oler mal’; Çahua
‘sobre’; maÇacu- ‘calentarse al fuego’; yanaÇa ‘compañera’; acsu ‘papas’; casa
‘espina’; ysanga ‘hortiga’; massa ‘cuñado’; ocsa ‘heno’; quesia- ‘enfermar’ –pero con
algunas “infracciones” por tendencia subdiferenciadora al empleo de s para ambos
fonemas; ashua ‘chincha’; casan ‘frio’; anónimo, aÇua ‘chicha’; Çahua ‘encima’; Çani
‘sobrino’, mucia- ‘barruntar’; massacha- ‘aparear dos juntos’.

En cambio, en ninguno de los vocablos consignados se grafica la diferencia entre dos


africadas sordas –palatal plana y palatal retroflexa-, heredada del protoquechua y sin
duda vigente en las hablas atestiguadas por Figueredo y el anónimo; ambas se escriben
con ch: chari- /cari/ ‘coger’; chuscu /cusku/ ‘cuatro’. Nada hace pensar que se hubiese
iniciado ya el adelantamiento de la articulación de la palatal plana a africada
dentoalveolar, [ts], o a sibilante predorsal, [s], fenómeno que caracteriza hoy a gran
parte de las hablas de la mitad noroccidental del territorio quechua I, justamente a
aquellas de las que dan testimonio preferente los dos autores que hemos comentado.

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