Está en la página 1de 9

II.

PRINCIPALES TEORÍAS SOBRE LA PERSONALIDAD HUMANA1

¿Qué es la personalidad?

Por personalidad entendemos el conjunto de características de una persona, es decir,


la organización dinámica que cada individuo hace de sus elementos psico-físicos, lo cual
determina su forma de pensar, de sentir y de actuar. Dicha organización dependerá de
múltiples factores, pero ante todo de las relaciones interpersonales que el individuo vaya
estableciendo a lo largo de la vida y de su contacto y proceso de adaptación al medio que lo
rodea.
La personalidad del individuo podría sufrir modificaciones a lo largo de la vida en
razón de las circunstancias que vaya enfrentando y las relaciones que vaya estableciendo, sin
embargo, existe un sustrato de rasgos que, una vez definida la personalidad, persistirán a lo
largo de toda la vida. Por eso, Morris y Maisto definen la personalidad humana en estos
términos:

El patrón único de pensamientos, sentimientos y conductas de un individuo que persisten a


través del tiempo y de las situaciones 2.

¿Qué es una teoría sobre la personalidad?

Llamamos teoría de la personalidad a una determinada concepción sobre la naturaleza


humana, unida a un conjunto de hipótesis que intentan describir y explicar el comportamiento
humano y sus raíces.
Existen diversas teorías acerca de la personalidad humana, su estructuración, sus
dinamismos más profundos y sus posibles conflictos y patologías.
A toda teoría sobre la personalidad subyace una determinada concepción del hombre
u antropología.

2.1. TEORÍAS PSICODINÁMICAS

Una de las teorías más importantes y de mayor influencia acerca de la personalidad


humana es el llamado psicoanálisis, cuyo máximo representante es Sigmund Freud, aunque
de sus postulados han surgido distintas derivaciones y posicionamientos acerca de las íntimas
motivaciones de los seres humanos.
Según el psicoanálisis, la clave hermenéutica para entender a la persona y para que la
persona se entienda a sí misma hasta donde es posible, es el inconsciente de la persona, en el
cual radican las principales causas de los conflictos que aquejan a los individuos.
Un concepto también importante para el psicoanálisis es el de la evolución de la
persona, pues se considera que ésta atraviesa, a lo largo de su vida, diversos estadios, en los
cuales las experiencias del pasado, especialmente las experiencias de los primeros tres años

1
Téngase en consideración que los contenidos ofrecidos en este capítulo acerca de las principales teorías sobre
la personalidad humana son, en buena parte, una síntesis (y en varios párrafos transcripción literal), traducción
y glosa personales de la versión en lengua italiana del libro de M. SZENTMÁRTONI, Camminare insieme.
Psicología pastorale, San Paolo, Milán 2001, 10-31.
2
CH. MORRIS y A. MAISTO, Introducción a la psicología, México, Pearson Educación, 2001, 406.
de la vida, van dejando huellas evidentes y siguen ejerciendo una enorme influencia en el
presente de la persona.

2.1.1. El inconsciente

Freud compara la psiqué del hombre con un iceberg: la parte menor del iceberg, la
que se alcanza a ver, es la parte de la conciencia humana, mientras que la mayor parte de la
personalidad humana y de sus dinamismos, aquello que no se ve, es la zona del inconsciente.
Precisamente en el inconsciente se encuentran los impulsos, las pasiones, las ideas,
los sentimientos que están escondidos y reprimidos, que no saltan a la luz y que sin embargo,
ejercen, sin que la persona lo advierta claramente, un poderoso influjo en ella, influjo que
resulta prácticamente incontrolable por la persona mientras no se dé cuenta de su existencia,
es decir, mientras no haga consciente esos impulsos, pasiones y sentimientos.
En otros términos, dichos impulsos son fuerzas vitales tan potentes, que ejercen un
control imperioso sobre las necesidades y sobre los pensamientos conscientes del hombre.
Para Freud, la represión e inconsciencia de tales impulsos se debe, principalmente, a
un inadecuado manejo de los impulsos instintivos y de los deseos libidinosos de la primera
infancia, pues considera que gran parte de los conflictos de la personalidad radican en
aspectos no resueltos de la sexualidad, en particular de la libido.
Los impulsos reprimidos o relegados permanecen en la etapa del infantilismo, puesto
que no fueron asumidos ni integrados por la persona en su proceso de maduración. Pero como
esos impulsos son dinámicos, es decir, tienen fuerza sobre el individuo aunque él no los
conozca y no se dé cuenta de su existencia, entonces cuando la persona es biológicamente
adulta se puede comportar de manera infantil, concretamente respecto a sus impulsos
reprimidos de la infancia.
En su análisis sobre el hombre, Freud describe los estadios de evolución de la libido
del primero al sexto año de edad (principio evolutivo) y encuentra en los adultos enfermos la
no evolución o el empantanamiento en alguno de dichos estadios, lo cual se hace manifiesto
sobre todo en situaciones particulares de estrés o en experiencias traumáticas.
Recuérdese que para Freud libido es el conjunto de todas las energías que se
encuentran a disposición del eros, es decir, de los instintos de amor y placer. Estas energías
hacen que el hombre tienda naturalmente a obtener placer de las zonas erógenas de su cuerpo.
Sintetizando todo lo anterior, para Freud las enfermedades psíquicas son anomalías
en el desarrollo de la libido y regresiones a las etapas disturbadas de la infancia.

2.1.2. Las fases del desarrollo sexual según Freud

Según Freud, las fases del desarrollo del individuo están directamente conectadas con
el desarrollo sexual, el cual, a su vez, está vinculado con la evolución de la libido. Ahora
bien, el desarrollo-evolución de la libido tiene mucho que ver con las zonas del cuerpo del
niño en donde se centra el placer sexual. El psicoanálisis ortodoxo distingue las siguientes
fases de desarrollo sexual en la persona:

a) Fase oral. Primer año de la vida

Es la primera fase de desarrollo del niño. Para Freud la estimulación oral, la


estimulación táctil y la receptividad sensorial emergen en el primer año de vida como uno de
los principales intereses del niño (erotismo oral). El niño está básicamente centrado sobre sí
mismo.
Entre los primeros 4-6 meses de vida, el niño aún no ha elaborado un “objeto
personal” y se relaciona con la madre como con “algo” impersonal, por lo cual, la separación
de ella en esos primeros meses normalmente no tiene un carácter traumático.
Es sólo hasta el final del primer año de la vida que el niño capta a la persona que lo
asiste más cercanamente como la figura de la “madre” y la identifica como el origen de quien
lo toca, lo estimula, etc., en toda la gama sensorial.
Según Freud, la fijación y la sucesiva regresión a la primera fase oral pueden llevar
más adelante a la psicosis y a la esquizofrenia, mientras que la regresión o fijación en la
segunda fase oral puede generar manías, depresiones, actitudes maniaco-depresivas, morbo,
enfermedades psicosomáticas, neurosis impulsivas y conductas hipocondriacas.
Ahora bien, según el psicoanálisis, los rasgos de personalidad típicos de una persona
con regresión a la fase oral, serían los siguientes:
a. Pasividad y dependencia.
b. Necesidad desproporcionada de asistencia y ayuda.
c. Necesidad de contactos físicos o emocionales a toda costa.
d. Un amor buscado sin ninguna condición: “Pégame pero no me dejes”.
e. Una sensibilidad egocéntrica
f. Necesidad excesiva de llamar la atención

b) Fase anal-uretral. Del segundo al cuarto año de la vida

Es la fase del desarrollo del niño en la cual la expulsión de las heces fecales y la
manipulación de su propio cuerpo están al centro de su interés. Se centra en la actividad física
y locomotriz, por ejemplo, mediante la defecación, pero no solamente. El niño comienza a
moverse mucho más y en ese moverse va aprendiendo también el rol de autoridad de parte
de los padres que, en cierto modo, intentan controlar los movimientos y reacciones del niño.
Se comienza a suscitar aquí el combate o lucha entre el control que los padres ejercen y los
impulsos que el niño quiere vivir sin más.
La fijación en esta etapa podría provocar, según Freud, masoquismo, neurosis
obsesivas y perversiones sádicas.
¿Cuáles serían algunos rasgos de personalidades con fijación en la fase anal?
a. Pedantería
b. Avaricia
c. Terquedad

Más aún, según el psicoanalista Jones, las personas con fijaciones en la fase anal suelen
ser precisas, extremadamente pulcras, minuciosas, circunspectas y rígidas.

c) Fase fálica o genital. Quinto al séptimo año de la vida

Según Freud la persona pasa por dos fases genitales. En la primera (hacia los 4-5 años
de vida) comienza a centrar su atención sobre sus órganos sexuales y comienza ya a percibir
la diferencia anatómica de los sexos. Se desarrolla más ampliamente la necesidad de
estimulación de los órganos genitales y de contacto físico con otras personas e incluso de
deseos propiamente sexuales hacia otras personas.
El niño descubre a la mamá no sólo como la mamá, sino como mujer, porque él está
descubriendo su propia masculinidad. Quiere que la mamá “sea toda para él” y entra en
rivalidad con el padre.
Para la niña, su naciente interés heterosexual la orienta hacia el padre, es decir, hacia
una persona psicológicamente distinta a la madre, lo cual la pone en conflicto con la madre.
La fijación o regresión tardía a la primera fase genital puede llevar a la histeria y a la
homosexualidad o, en otros casos, a la impotencia en el varón y a la frigidez en la mujer.
Asimismo, si se fija una personalidad histérica, la persona tenderá a juzgar ciertas
situaciones sociales como situaciones de experiencia sexual y a satisfacer sus intereses
sexuales de forma morbosa.
La segunda fase genital comenzará con la pubertad y la persona irá desarrollando cada
vez más interés hacia sus coetáneos de diverso sexo. Esta segunda fase genial se extiende a
toda la edad adulta del ser humano.

2.1.3. El complejo de Edipo

Según Freud, cuando el niño o la niña han logrado percibir la diferenciación sexual
(el niño gracias a la relación con la madre y la niña gracias a la relación con el padre),
comienza en él un proceso de atracción y deseo sexual hacia la madre (los niños) y hacia el
padre (las niñas). Esto hace que el niño varón compita inconscientemente con el padre, lo
vea como rival en relación a la madre y, además, se sienta amenazado por el padre con peligro
de castración. Poco a poco el niño irá declinando en sus deseos sexuales hacia la madre y se
irá identificando con el padre, logrando así fijar en sí mismo la imagen masculina con mayor
claridad que antes. Mutatis mutandis, dígase lo mismo de las niñas con respecto a la madre.
Según Freud, si el complejo de Edipo no se supera, se corre el riesgo de que en edad
más avanzada, la persona viva algunas neurosis, disfunciones de personalidad (por ejemplo
la homosexualidad) e incluso perversiones.

2.1.4. Estratos de la mente según el psicoanálisis

El psicoanálisis habla de diversos “estratos de la mente”, los cuales son el consciente,


el pre-consciente y el inconsciente. Estos “estratos” de la mente consisten en la claridad con
que los procesos psíquicos son conocidos y aceptados por el sujeto que los vive.
a. El preconsciente está formado por lo que hemos olvidado pero que fácilmente se
vuelve consciente.
b. El inconsciente, que es una fuerza vital, está formado por todo lo que quedó olvidado
a causa de la represión.
c. El consciente es lo que aparece a flor de piel en nuestros pensamientos, acciones,
sentimientos, etc.

El gran descubrimiento de Freud y el centro de su teoría es que, según él, todo aquello
que forma parte del inconsciente tiene un carácter dinámico y pulsante que hace que en el
interior de la persona se establezca una lucha de fuerzas y que las fuerzas del inconsciente
sean tan poderosas que, cuando logran romper la barrera de la inconsciencia, salen a la luz.
Si no, de todas formas, se escapan de una u otra forma (en gestos, sueños, actitudes,
reacciones, fobias, deseos, etc.)
2.1.5. Componentes de la personalidad según el psicoanálisis

Para explicar la dinámica del desarrollo psicológico y la constitución estructural


interna del individuo, Freud identifica tres componentes de la personalidad humana:

a) Ello. Es lo que hemos heredado y sobre lo cual no tenemos una influencia directa,
especialmente los instintos, que provienen de la constitución somática de nuestro ser. Es
inconsciente, se guía ciegamente por el principio del placer, no posee pautas morales ni
consideraciones para con los demás. Busca una gratificación inmediata, una satisfacción
inmediata. In nuce, es impulsivo.
El ello está en relación principalmente con los instintos de eros (amor, placer) y
tánatos (muerte, destrucción).
Aunque ambos instintos (eros y tánatos) están enraizados en el cuerpo, son fuerzas
que liberan energía mental y el ello almacena todas esas energías.
El instinto sexual es parte primordial del eros y la libido es el nombre de todas las
energías que se hallan a disposición del eros (es decir, del amor y del placer).

b) Yo. Comienza a desarrollarse conforme el niño, gradualmente, aprende que también los
demás tienen sus propias exigencias y necesidades y que la gratificación de sus necesidades
(las del niño) en ocasiones necesariamente tiene que postergarse. Va surgiendo así el aspecto
racional de la personalidad, el cual tiene la tarea de mediar entre las desenfrenadas exigencias
del ello y los límites impuestos por el mundo real.
El yo funciona con base al principio de la realidad y ayuda al ello a que viva según lo
que la vida es en realidad y no con base en aquello que querría que fuera. Dirige la
personalidad. Es en parte consciente y subconsciente. El yo está integrado por el
pensamiento, la memoria y la percepción, todo en relación con la realidad.

c) Super ego o super yo. Es el resorte ético de la personalidad que se forma gracias a la
asimilación de las normas de los padres acerca de lo bueno y de lo malo. Comienza a
desarrollarse en torno a los 4 o 5 años, edad en la que el niño va aprendiendo a identificarse
con las normas morales de los padres y a distinguir más claramente entre lo bueno y lo malo
según los valores enseñados por los padres y demás adultos.
El super yo está formado por dos componentes: la conciencia moral y el yo ideal.
Tiene la función principal de conseguir la perfección y tener al ello bajo absoluto control.

2.1.6. Los mecanismos de defensa

Los mecanismos de defensa son procesos mentales habituales, inconscientes y en


ocasiones patológicos, que el yo usa para hacer frente a los conflictos con la realidad externa
o con la propia realidad afectiva interna.
El objetivo de estos procesos mentales es enmascarar, con comportamientos
exteriores, la realidad interior a fin de mantener el equilibrio del yo y proteger la estima de
sí mismo, amenazada por las fuerzas y pulsiones, neutralizando o negando los conflictos.
Todos los mecanismos de defensa tienen tres características comunes:
a. Niegan, deforman o falsifican la realidad externa.
b. Son automáticos y no deliberados.
c. Operan a nivel del inconsciente, por lo cual la persona no se da cuenta de su
existencia.

Ahora bien, para entender la función de los mecanismos de defensa es básico comprender
antes el concepto de frustración. La frustración es la reacción emocional que se genera en
una persona cuando no logra un objetivo o cuando experimenta múltiples obstáculos para
alcanzarlo. Los obstáculos que pueden bloquear la consecución de un objetivo son de cuatro
tipos:
a. Provenientes del ambiente físico.
b. Limitaciones biológicas.
c. Situaciones de la estructura psicológica.
d. Aspectos del ambiente social.
Ante una situación de frustración, el individuo puede reaccionar adaptándose
(asimilando, superando, cambiando de objetivo o de medios para llegar al objetivo,
redefiniendo la propia situación, etc.).
Cuando el individuo no se logra adaptar a la situación frustrante, entonces vienen
comportamientos como la agresión, la regresión, la fijación y la resignación. Estos
comportamientos son una solución que la persona encuentra a su frustración y, en sí mismos
no son comportamientos patológicos.
Sin embargo, cuando un individuo es presa de una grave o prolongada frustración, su
incapacidad para alcanzar sus objetivos puede hacer que surjan sentimientos de fracaso
personal y de ansiedad crónica. Es entonces cuando surgen los mecanismos de defensa.
Son varios los mecanismos de defensa, pero para efectos del acompañamiento
pastoral podemos dividirlos en cuatro tipos o grupos principales:

a) Diversas formas de agresividad

Normalmente la función de la agresividad es la afirmación del yo, es decir, la


autoafirmación. La agresividad se desencadena cuando hay una gran acumulación de tensión
generada por la frustración persistente (por ejemplo, en los desempleados, en los niños
golpeados, en las personas maltratadas o humilladas, etc.).
El individuo recurre a la agresividad porque al experimentarse frustrado, siente que
mediante la agresividad se auto-afirma y defiende su valía, pero además porque la
agresividad representa una especie de desfogue.
La agresividad puede adquirir distintas formas: palabras, violencia física, rechazo,
calumnias, chismes (¡el chisme es una forma de agresión!), mentiras e incluso silencios (el
silencio suele ser una agresión pasiva).
La agresión puede volverse incluso contra sí mismo: la persona que se descuida, sube
o baja desproporcionadamente de peso, deja de arreglarse, se maltrata, etc. (agresión
intrapunitiva).
La intrapunición tiene como objeto “saldar deudas”, auto-castigarse para sentir que
mediante ese castigo se paga alguna culpa y reconquistar así la estima de sí mismo, etc.
La agresividad puede ser:
i. Directa: contra el objeto que representa el obstáculo para alcanzar el objetivo y genera
frustración.
ii. Transferida: cuando se traslada a otros objetos o personas.
iii. Difusa: cuando se manifiesta como irritación y descontento general.
b) Evasión

Cuando la situación es demasiado difícil, el sujeto puede reaccionar buscando


relativizar la importancia de lo que le preocupa o le desafía, tomar una decisión distinta o,
francamente, abandonar la situación para no sentir frustración.

Tipos de evasión:

i. Remoción. Significa que el individuo excluye de su conciencia, olvida o deja de ser


consciente de algunas necesidades, actividades o contenidos psicológicos. El material
removido normalmente lo es porque está en conflicto con los valores y los tabúes
sociales. Según Freud, las necesidades más susceptibles de removerse son el sexo, la
agresividad y el poder puesto que permanecen en conflicto con el yo ideal.
ii. Proyección. Es un proceso mental por medio del cual se atribuyen a otros los propios
errores o aspectos conflictuados de la personalidad. Adjudicar los propios errores a
otros, rechazar en otros lo que nos desagrada de nosotros mismos. Por ejemplo,
cuando la persona que se siente moralmente culpable tenderá a ver a los demás como
pecadores, etc.
iii. La fantasía y el sueño. Es una forma de realizar los sueños y las tendencias prohibidas
o censuradas por el super yo.
iv. Autismo.
v. Enfermedades psicosomáticas, pues ayudan a la persona a auto-justificarse, a sentir
que no tiene tanta responsabilidad sobre algo, a evadirse de alguna realidad, etc.
vi. Regresiones: retorno a edades menos maduras.
vii. Fugas: alcohol, sueño exagerado, comida, droga, sexo, cine, TV, internet, etc.
viii. Timidez y aislamiento.

c) Reinterpretación

Mecanismo mental por el cual el sujeto reestructura su percepción respecto al hecho


conflictivo, frustrante o doloroso, disminuyendo así, ante sus propios ojos, la dificultad
vivida. Sobre este particular son típicas las expresiones: “al fin que ni lo quería”, “no estaba
tan bien”, “ya vendrá en otra ocasión”, “algo tendrá de positiva esta situación”, “podría haber
sido peor”, “de aquí sacaré muchas enseñanzas”, etc.
Uno de los modos de hacer la reinterpretación es la racionalización porque ésta
permite justificar el propio comportamiento y las propias creencias, aún cuando en sí mismas
no sean aceptadas por el individuo o por los demás.

d) Sustitución del objeto no alcanzable por otro sí alcanzable. Se lleva a cabo


principalmente mediante:

i. La sublimación. Adoptar sentimientos y comportamientos que están en armonía al


mismo tiempo con el objeto originalmente deseado y con las exigencias de la
sociedad.
ii. La compensación.
iii. La identificación. “A donde fueres haz lo que vieres”.
iv. La actitud reactiva. Una actitud o pensamiento fuertemente contrapuesto a una
tendencia inconsciente. Por ejemplo, quien conduce una campaña anti-racial puede,
en el fondo, estar escondiendo su sentido de culpa por ser él mismo un racista;
expresar demasiada simpatía hacia una persona para disfrazar la hostilidad hacia ella
o al revés, mostrar hostilidad y rechazo hacia una persona para ocultar la simpatía,
atracción o deseo de acercarse a esa persona; rechazar a una persona porque en el
fondo se le admira y no se puede ser como ella o porque se le tiene envidia, etc.

2.1.7. La terapia psicoanalítica3

La terapia psicoanalítica consiste en ayudar al paciente a que los eventos de su vida y


de su personalidad que se han hecho inconscientes mediante los mecanismos de represión,
se vuelvan conscientes de nuevo a través de la catarsis.
En otros términos, el psicoanálisis persigue facilitar al paciente la comprensión de los
mecanismos de defensa que lo condujeron a la represión de las experiencias negativas,
adquirir conciencia clara de los motivos de dicha represión, e incluso hacer consciente la
lucha entre las fuerzas del consciente y del inconsciente y aquellos impulsos que el
inconsciente ha reprimido. Es entonces cuando la persona suele recurrir a los mecanismos de
defensa.
Para lograrlo, la terapia psicoanalítica trabaja para que, mediante la asociación libre
de ideas el paciente se autodescubra, analiza los sueños y ayuda a desenmascarar los
mecanismos de defensa. Esto con la finalidad de que se dé el fenómeno de la transferencia,
elemento clave en el tratamiento.
La transferencia consiste en la reactualización de previas actitudes emocionales hacia
otras personas, que se transfieren a la persona del analista, sobre todo las particularidades de
los conflictos del enfermo.
El tratamiento llega a sus fases finales cuando se resuelve la transferencia y el
paciente tiene la evidencia de haber esclarecido sus recuerdos infantiles. A este
procedimiento se le llama catarsis o limpieza.

2.1.8. Valoración crítica sobre el psicoanálisis

La valoración que podemos hacer sobre el psicoanálisis, ante todo desde el punto de
vista de la antropología de fondo que maneja y de su utilidad en el acompañamiento pastoral,
es la siguiente:

a. Positivamente, otorga diversos elementos para la comprensión de la personalidad


humana, sobre todo a nivel del inconsciente, de las motivaciones y de los mecanismos de
defensa.
b. Negativamente, parte de una antropología reduccionista: acentúa desproporcionadamente
la dimensión instintiva del ser humano, todo depende de la libido y del inconsciente.
Olvida, por lo tanto, los elementos sanos y las capacidades superiores de la persona.

3
Los datos sobre la terapia psicoanalítica aquí presentados están tomados de: F. FRANCO ÁLFARO, Razones
para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, Universidad La Salle, México, s/f, 8.
c. Es determinista, pues considera que todo individuo está enfermo.
d. Esta terapia ha sido muy criticada porque no existen pruebas satisfactorias de su eficacia.
e. Con todo, conceptos como el inconsciente, mecanismos de defensa y la transferencia, son
muy útiles en el campo del acompañamiento pastoral.

También podría gustarte