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¿Qué es la personalidad?
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Téngase en consideración que los contenidos ofrecidos en este capítulo acerca de las principales teorías sobre
la personalidad humana son, en buena parte, una síntesis (y en varios párrafos transcripción literal), traducción
y glosa personales de la versión en lengua italiana del libro de M. SZENTMÁRTONI, Camminare insieme.
Psicología pastorale, San Paolo, Milán 2001, 10-31.
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CH. MORRIS y A. MAISTO, Introducción a la psicología, México, Pearson Educación, 2001, 406.
de la vida, van dejando huellas evidentes y siguen ejerciendo una enorme influencia en el
presente de la persona.
2.1.1. El inconsciente
Freud compara la psiqué del hombre con un iceberg: la parte menor del iceberg, la
que se alcanza a ver, es la parte de la conciencia humana, mientras que la mayor parte de la
personalidad humana y de sus dinamismos, aquello que no se ve, es la zona del inconsciente.
Precisamente en el inconsciente se encuentran los impulsos, las pasiones, las ideas,
los sentimientos que están escondidos y reprimidos, que no saltan a la luz y que sin embargo,
ejercen, sin que la persona lo advierta claramente, un poderoso influjo en ella, influjo que
resulta prácticamente incontrolable por la persona mientras no se dé cuenta de su existencia,
es decir, mientras no haga consciente esos impulsos, pasiones y sentimientos.
En otros términos, dichos impulsos son fuerzas vitales tan potentes, que ejercen un
control imperioso sobre las necesidades y sobre los pensamientos conscientes del hombre.
Para Freud, la represión e inconsciencia de tales impulsos se debe, principalmente, a
un inadecuado manejo de los impulsos instintivos y de los deseos libidinosos de la primera
infancia, pues considera que gran parte de los conflictos de la personalidad radican en
aspectos no resueltos de la sexualidad, en particular de la libido.
Los impulsos reprimidos o relegados permanecen en la etapa del infantilismo, puesto
que no fueron asumidos ni integrados por la persona en su proceso de maduración. Pero como
esos impulsos son dinámicos, es decir, tienen fuerza sobre el individuo aunque él no los
conozca y no se dé cuenta de su existencia, entonces cuando la persona es biológicamente
adulta se puede comportar de manera infantil, concretamente respecto a sus impulsos
reprimidos de la infancia.
En su análisis sobre el hombre, Freud describe los estadios de evolución de la libido
del primero al sexto año de edad (principio evolutivo) y encuentra en los adultos enfermos la
no evolución o el empantanamiento en alguno de dichos estadios, lo cual se hace manifiesto
sobre todo en situaciones particulares de estrés o en experiencias traumáticas.
Recuérdese que para Freud libido es el conjunto de todas las energías que se
encuentran a disposición del eros, es decir, de los instintos de amor y placer. Estas energías
hacen que el hombre tienda naturalmente a obtener placer de las zonas erógenas de su cuerpo.
Sintetizando todo lo anterior, para Freud las enfermedades psíquicas son anomalías
en el desarrollo de la libido y regresiones a las etapas disturbadas de la infancia.
Según Freud, las fases del desarrollo del individuo están directamente conectadas con
el desarrollo sexual, el cual, a su vez, está vinculado con la evolución de la libido. Ahora
bien, el desarrollo-evolución de la libido tiene mucho que ver con las zonas del cuerpo del
niño en donde se centra el placer sexual. El psicoanálisis ortodoxo distingue las siguientes
fases de desarrollo sexual en la persona:
Es la fase del desarrollo del niño en la cual la expulsión de las heces fecales y la
manipulación de su propio cuerpo están al centro de su interés. Se centra en la actividad física
y locomotriz, por ejemplo, mediante la defecación, pero no solamente. El niño comienza a
moverse mucho más y en ese moverse va aprendiendo también el rol de autoridad de parte
de los padres que, en cierto modo, intentan controlar los movimientos y reacciones del niño.
Se comienza a suscitar aquí el combate o lucha entre el control que los padres ejercen y los
impulsos que el niño quiere vivir sin más.
La fijación en esta etapa podría provocar, según Freud, masoquismo, neurosis
obsesivas y perversiones sádicas.
¿Cuáles serían algunos rasgos de personalidades con fijación en la fase anal?
a. Pedantería
b. Avaricia
c. Terquedad
Más aún, según el psicoanalista Jones, las personas con fijaciones en la fase anal suelen
ser precisas, extremadamente pulcras, minuciosas, circunspectas y rígidas.
Según Freud la persona pasa por dos fases genitales. En la primera (hacia los 4-5 años
de vida) comienza a centrar su atención sobre sus órganos sexuales y comienza ya a percibir
la diferencia anatómica de los sexos. Se desarrolla más ampliamente la necesidad de
estimulación de los órganos genitales y de contacto físico con otras personas e incluso de
deseos propiamente sexuales hacia otras personas.
El niño descubre a la mamá no sólo como la mamá, sino como mujer, porque él está
descubriendo su propia masculinidad. Quiere que la mamá “sea toda para él” y entra en
rivalidad con el padre.
Para la niña, su naciente interés heterosexual la orienta hacia el padre, es decir, hacia
una persona psicológicamente distinta a la madre, lo cual la pone en conflicto con la madre.
La fijación o regresión tardía a la primera fase genital puede llevar a la histeria y a la
homosexualidad o, en otros casos, a la impotencia en el varón y a la frigidez en la mujer.
Asimismo, si se fija una personalidad histérica, la persona tenderá a juzgar ciertas
situaciones sociales como situaciones de experiencia sexual y a satisfacer sus intereses
sexuales de forma morbosa.
La segunda fase genital comenzará con la pubertad y la persona irá desarrollando cada
vez más interés hacia sus coetáneos de diverso sexo. Esta segunda fase genial se extiende a
toda la edad adulta del ser humano.
Según Freud, cuando el niño o la niña han logrado percibir la diferenciación sexual
(el niño gracias a la relación con la madre y la niña gracias a la relación con el padre),
comienza en él un proceso de atracción y deseo sexual hacia la madre (los niños) y hacia el
padre (las niñas). Esto hace que el niño varón compita inconscientemente con el padre, lo
vea como rival en relación a la madre y, además, se sienta amenazado por el padre con peligro
de castración. Poco a poco el niño irá declinando en sus deseos sexuales hacia la madre y se
irá identificando con el padre, logrando así fijar en sí mismo la imagen masculina con mayor
claridad que antes. Mutatis mutandis, dígase lo mismo de las niñas con respecto a la madre.
Según Freud, si el complejo de Edipo no se supera, se corre el riesgo de que en edad
más avanzada, la persona viva algunas neurosis, disfunciones de personalidad (por ejemplo
la homosexualidad) e incluso perversiones.
El gran descubrimiento de Freud y el centro de su teoría es que, según él, todo aquello
que forma parte del inconsciente tiene un carácter dinámico y pulsante que hace que en el
interior de la persona se establezca una lucha de fuerzas y que las fuerzas del inconsciente
sean tan poderosas que, cuando logran romper la barrera de la inconsciencia, salen a la luz.
Si no, de todas formas, se escapan de una u otra forma (en gestos, sueños, actitudes,
reacciones, fobias, deseos, etc.)
2.1.5. Componentes de la personalidad según el psicoanálisis
a) Ello. Es lo que hemos heredado y sobre lo cual no tenemos una influencia directa,
especialmente los instintos, que provienen de la constitución somática de nuestro ser. Es
inconsciente, se guía ciegamente por el principio del placer, no posee pautas morales ni
consideraciones para con los demás. Busca una gratificación inmediata, una satisfacción
inmediata. In nuce, es impulsivo.
El ello está en relación principalmente con los instintos de eros (amor, placer) y
tánatos (muerte, destrucción).
Aunque ambos instintos (eros y tánatos) están enraizados en el cuerpo, son fuerzas
que liberan energía mental y el ello almacena todas esas energías.
El instinto sexual es parte primordial del eros y la libido es el nombre de todas las
energías que se hallan a disposición del eros (es decir, del amor y del placer).
b) Yo. Comienza a desarrollarse conforme el niño, gradualmente, aprende que también los
demás tienen sus propias exigencias y necesidades y que la gratificación de sus necesidades
(las del niño) en ocasiones necesariamente tiene que postergarse. Va surgiendo así el aspecto
racional de la personalidad, el cual tiene la tarea de mediar entre las desenfrenadas exigencias
del ello y los límites impuestos por el mundo real.
El yo funciona con base al principio de la realidad y ayuda al ello a que viva según lo
que la vida es en realidad y no con base en aquello que querría que fuera. Dirige la
personalidad. Es en parte consciente y subconsciente. El yo está integrado por el
pensamiento, la memoria y la percepción, todo en relación con la realidad.
c) Super ego o super yo. Es el resorte ético de la personalidad que se forma gracias a la
asimilación de las normas de los padres acerca de lo bueno y de lo malo. Comienza a
desarrollarse en torno a los 4 o 5 años, edad en la que el niño va aprendiendo a identificarse
con las normas morales de los padres y a distinguir más claramente entre lo bueno y lo malo
según los valores enseñados por los padres y demás adultos.
El super yo está formado por dos componentes: la conciencia moral y el yo ideal.
Tiene la función principal de conseguir la perfección y tener al ello bajo absoluto control.
Ahora bien, para entender la función de los mecanismos de defensa es básico comprender
antes el concepto de frustración. La frustración es la reacción emocional que se genera en
una persona cuando no logra un objetivo o cuando experimenta múltiples obstáculos para
alcanzarlo. Los obstáculos que pueden bloquear la consecución de un objetivo son de cuatro
tipos:
a. Provenientes del ambiente físico.
b. Limitaciones biológicas.
c. Situaciones de la estructura psicológica.
d. Aspectos del ambiente social.
Ante una situación de frustración, el individuo puede reaccionar adaptándose
(asimilando, superando, cambiando de objetivo o de medios para llegar al objetivo,
redefiniendo la propia situación, etc.).
Cuando el individuo no se logra adaptar a la situación frustrante, entonces vienen
comportamientos como la agresión, la regresión, la fijación y la resignación. Estos
comportamientos son una solución que la persona encuentra a su frustración y, en sí mismos
no son comportamientos patológicos.
Sin embargo, cuando un individuo es presa de una grave o prolongada frustración, su
incapacidad para alcanzar sus objetivos puede hacer que surjan sentimientos de fracaso
personal y de ansiedad crónica. Es entonces cuando surgen los mecanismos de defensa.
Son varios los mecanismos de defensa, pero para efectos del acompañamiento
pastoral podemos dividirlos en cuatro tipos o grupos principales:
Tipos de evasión:
c) Reinterpretación
La valoración que podemos hacer sobre el psicoanálisis, ante todo desde el punto de
vista de la antropología de fondo que maneja y de su utilidad en el acompañamiento pastoral,
es la siguiente:
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Los datos sobre la terapia psicoanalítica aquí presentados están tomados de: F. FRANCO ÁLFARO, Razones
para vivir. Psicología de la personalidad, visión trascendente, Universidad La Salle, México, s/f, 8.
c. Es determinista, pues considera que todo individuo está enfermo.
d. Esta terapia ha sido muy criticada porque no existen pruebas satisfactorias de su eficacia.
e. Con todo, conceptos como el inconsciente, mecanismos de defensa y la transferencia, son
muy útiles en el campo del acompañamiento pastoral.