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Hoy soñé más allá de lo que suelo soñar, hoy soñé todo lo que veo y no platico, todo lo que
sé, pero no asumo, todo lo que sabía, pero no atrevía a decir con palabras. Hoy recibí una
pizca de ese lado inconsciente que protege el umbral de mi cordura.
Entre el más vago de los sueños, se lanzó un sueño como ninguno, pues comenzó
aceleradamente como otro de aquellos que no pasan de una memoria rara de un día ordinario.
Empecé por percibir a uno de los maestros que me han instruido el cine, cínicamente, con las
características que más resaltaba de él, y parecía concentrado en lo que parecía una cátedra
insuficiente, trataba de enseñar sin mofa de que aprendiéramos, una clase sin apuntes, un
maestro sin razón de explicar.
Sin embargo, yo cargaba una Les Paul Sunburst, las clásicas curvas amarillas de esa
belleza me ponen mal, realmente amaba cargar el significante y pesado instrumento, mientras
solía tocar las notas que al oído entendía, asimilando la melodía que el profesor acertaba.
Ciertamente, había 2 corrientes en las cuales pensar; O el tutor era un completo inepto, o
quizá era demasiado profesional para enseñar por métodos convencionales. Finalmente, entre
una lucha silenciosa, y un coraje atorado con cada nota, terminé por ensamblar la melodía
entera, satisfactoriamente compartiendo victoria con mi compañero Sebastián.
Para una mente tan simbólica, y un ego tan establecido en los detalles, no era sorpresa pensar
que cada minúsculo acento significó algo, dentro del mensaje que mi cerebro entonó hacia
mis ojos figurativos.
Continuando; La clase terminó, y compartiendo ese momento placentero al culminar el
estudio, platicaba con mis compañeros, todos miembros de un grupo que conocí hace ya unos
cuantos ayeres, suficientemente familiarizado con ellos para imitarlos a la perfección dentro
de mis sueños, aunque con un toque ligeramente satírico de sus matices, y de entre ellos, una
chica que llegó a atraerme por momentos en mi estancia con ellos.
Concretamente, esa chica estableció conversación conmigo, desde el inicio un tanto
coqueta, no creí en haber justificación mediática para tal trato hacia mí, pero en perspectiva,
era tan solo una de las señales fugaces que la mente mandaba, poco después, el término
culminó en una escena romántica y erótica, fugaz, instantánea, pero efectiva, llena de
endorfinas y toda clase de hormona del buen vivir. Sin embargo, no pasó demasiado hasta
que finalmente el sueño tornó un giro drástico, la chica que yo recordaba en mis brazos, ahora
yacía siendo la conversión de otra persona que simbolizó una fase de mi vida, el cambio fue
tan abrupto que no pude notarlo, o quizá eso hablaba de cuán irrelevante puede parecer el
detalle cuando estoy en el estado más extasiado del humano.
Familiaricé enseguida la cara de la presente mujer, cejas gruesas, ojos ligeramente
rasgados, cara definida y un poco larga, labios gruesos y boca pequeña, sumada a un pelo
alaciado artificialmente, con una nariz respingada que daba un acento peculiar a la suma de
sus potencias, verdaderamente me parecía una chica hermosa, en mis sueños, y cuando la
solía conocer.
Entre murmullos y diferentes saltos en el tiempo (como acostumbra a hacer el cerebro), me
encontraba en su casa, que, irónicamente, sé que no era suya, dentro del imaginario onírico,
como en la vida real, quizá era la única señal permanente que me indicaba saber la ilusión en
la que estaba dentro, pero mi cerebro ya sabía eso, no buscaba embelesarme entre visiones
de lo que pretendo, si no que buscaba enseñarme un mensaje finamente escrito en cada
escena, como si mi mente cineasta pudiera crear las sucesiones correctas para un
entendimiento sólo visible por mi espectro interpretativo.
Coordinando movimientos, y en el velo de la consciencia y el inconsciente, me movía con
ella, delicadamente. Tomaba sus brazos, y para cuando menos esperaría, sucedía un momento
ciertamente carnal, donde mis ínfimos deseos se cumplían, cada uno a la vez, sucediendo en
una cadena que sólo yo podría planear para sacarle el mayor provecho placentero a cada una
de las imágenes que atestiguaba, y he de decir que mi creatividad no perdió el encanto erótico
que caracteriza.
Finalmente, sucedía un espectáculo sensorial, donde sentía un intenso sentir en todo el
cuerpo, hormigueo, cosquilleo, pequeños pellizcos, y caliente en toda la zona de mi sexo.
Creo que era un hecho asumir que era una pequeña recompensa temporal, para madurarla y
trabajarla, al punto de volverla un pensamiento reflexivo, no es casualidad que siempre haga
esto al culminar cualquier encuentro sexual.
Consiguientemente, ahora tenía otros ojos, quizá de espectador, me interpretaba como un ser
omnipresente, observando diferentes perspectivas al mismo tiempo, veía el resultado
mediático que a veces resulta tener sexo en la adolescencia, y de ese tipo de preocupaciones
que en la vida adulta ya no suelen pasar. Una chica preocupada por recoger su cuarto,
fijándose minuciosamente en los detalles para no ser cachada con alguna clase de condón
usado en su recinto, o quizá un adolescente inmediatamente hiperventilando probabilidades,
alimentando ansiedades—
¿Le habrá llegado el periodo? —