Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
por balance, la Margarita más linda que veré en el espacio, engánchame en tus manos
morenas, y déjame ver el otro mundo a través de tus ojos, te llamaré Aliloy, Aliloy Delous…
Llevo varado cientos de meses, para mí el tiempo no existe más, o quizá sí, pero no de la
misma perspectiva en la que los demás lo perciben, el tiempo para mí ya es una ilusión, un
fenómeno, una incógnita, quién lo diría…El cosmonauta experimentado Lütenberg está en
una odisea, pero, lamentablemente, nuestro protagonista no ha logrado nada más, sólo es un
cuerpo dentro de un traje con 3 capas de materiales distintos, y 50 años de historia de
investigación en cada pulgada de tela, me desvié de mi curso hace muchísimo tiempo, no sé
hace cuánto fue, mi operadora se ha vuelto tan inservible que calcula que estamos en 1917,
¿es mi culpa? Bueno, realmente no lo sé, sólo soy un pobre diablo con reservas para unos
días más…Por dios, ¿qué es un día?, ¿cuánto mide?, ¿a cuánto equivale? No lo recuerdo ya,
y si lo hiciera, ni siquiera sabría desde qué momento y cuánto medirlo, sólo soy un alfiler en
medio de un vacío interminable de polvo estelar y estrellas, planetas, constelaciones,
galaxias, yo sólo soy un simple humano. Y es que, a este punto, comienzo a creer que por el
aislamiento estoy desarrollando tendencias y trastornos psicológicos, pero bueno, el pequeño
estudió para viajar a Marte, no para auto diagnosticarse que está loco, ¿cómo se mide la
locura? ¿Es acaso dependiendo de cuántas estrellas llevo contando sin cansarme? O no sé,
quizá y es dependiendo del número de kilómetros que me alejan cada vez más de mi globo
azul, tengo miedo, y es curioso, es la primera ocasión que tengo un miedo del futuro, chistoso,
toda mi vida estudié y trabajé para llevar a la humanidad al futuro, pero jamás me preocupé
por el mío, y véanos aquí, en un viejo modelo que quizá ya fue reemplazado en las
instalaciones, con una inteligencia artificial que ya no tiene nada de inteligente, sólo le puedo
llamar compañera, incluso, ya me acostumbré tanto al color carmesí de Marte, que, no tengo
miedo ya de un día estamparme contra ese jugoso rojo que sólo veía en la carne que me
preparaba mi madre antes de salir a trabajar para costear mi universidad. Pero aquí, en una
cápsula de 1.5 metros de diámetro, sólo existo yo, y un beep interminable, comienzo a
desarrollar una adoración y asombro por aquel sonido que ahora me resulta tan familiar, un
beep acompañado de un eco, cada 5 beeps mi operadora me alerta que el curso ha sido
desviado, aunque por cada vez que lo hace, aumenta crecientemente el número de metros,
ese frío, y esa brisa tan calmada, me recuerda a cuando iba al cine con mi novia, cuando la
pasábamos juntos y yo la quería, al final, las cosas terminan por algo, siempre lo he notado,
una relación tóxica, un ego que sólo despegar en un cohete diseñado por Kurov me
despegaría, una obsesión por el espacio que terminó en esto... Madre tierra, tu hijo exige tu
presencia, has que tu campo magnético me arrastre de nuevo a ti, mi hogar.
Después de todo, no perderías nada por recuperar a un pequeño humano que se perdió por
accidente en un torbellino, de todas maneras, es como el niño que pierde a su madre en una
multitud, sólo que en vez de ser una multitud, son asteroides del doble de grandes que esta
nave obsoleta, aunque, quizá no esté todo tan mal acá arriba, ya no me agobio por los
problemas de mi mundo, ya no tengo qué preocuparme por dormir, pues lo hago cuando yo
quiero, las noticias donde se asumía que pronto caería una tercera guerra mundial ya no están
al lado de mi oído cada mañana cálida antes de despedirme de mi perro, las preocupaciones
de mis impuestos ya no están ahí, ahora yo elijo qué tomo y qué consumo sin darle nada a
nadie, aunque bueno, honestamente si yo pudiera administrar los recursos de esta pequeña
lata, los vendería a un precio que ningún otro mortal podría pagar, pero bien dicen que en
donde vive el rey, sólo el rey come, y quizá es cierto, quizá y soy una divinidad, un ser
superior, quizá esta es una prueba para descubrir mis habilidades, qué más linda y romántica
sería esa visión de esta catástrofe, carajo, sin accidentes en los últimos 6 años, y resulta que
me tocó la suerte de ser el primero de este fin de década, aunque honestamente no sé si es
que ya pasó octubre, o septiembre, espera, ¿septiembre va antes de octubre? Bah, no quiero
deshidratar mi cerebro con tantos pensamientos, ya tengo mucho en qué pensar, como en qué
seguir escribiendo en estas pequeñas 20 últimas notas que quedan en blanco de mi libro que
pensaba sacar, “Aventuras en Marte por Lütenberg Mann Uskeriv”, el cosmonauta ruso, la
leyenda que nació siendo héroe desde que salió del vientre de un renombre inimaginable, qué
vergüenza que el hijo del mejor astronauta de mi nación ahora esté en esta situación tan
humillante, sigue siendo una prueba, ¿verdad?
Quizá el día de mañana despierte y todo haya sido un sueño, quizá y se confunda con que
probablemente ya morí y esté en donde se supone que van las almas como yo, aunque
honestamente hoy día mi alma es más metálica que espiritual, siento cómo unas cadenas me
atan a este recipiente blanco en el que fui enviado aquí, el canto de los ángeles llega y él me
habla, ese sol que parecía sol en realidad no lo es, es la silueta del salvador, el Mesías, ¡su
llegada ha sido inaugurada por mí! ¡Quizá me pedirá elevarme al reino de los cielos para
ayudarle en esta misión! Aunque no lo sé, mis jefes se enojarían, y quizá sería pecado abortar
esta misión, toda mi vida me preparé para esto, ahhh, no me puedo decidir, no sé cuánto falte
para que Jesús llegue y me proponga eso, pero tengo qué pensar rápidamente entre qué me
conviene más, ¿es pecado ser cobarde? ¿Es pecado ayudar al hijo de Dios? Mi cabeza estalla,
y con eso estallan mis recuerdos, aquella primera vez de todo; Cuando di mi primer beso en
la secundaria, cuando tuve mi primera novia en bachillerato, cuando me rompieron mi
corazón en el mismo año, la primera plática que tuve con mi padre acerca de si era normal
que me saliera bello en mi zona íntima, la primera vez que toqué la guitarra y sentí esa textura
rugosa en la cuerda del fondo izquierdo, gruesa, grave, persistente. La primera ocasión que
toqué a una mujer, rosando con el nylon estrecho que rodeaba su vestido del mismo color de
la superficie del gigante rojo en el que estoy orbitando. Mi mente se divide, lágrimas igual
de frías que el metal que se expone de esta cápsula sólo para mantenerme vivo, salen de mí.
La recuerdo a ella, a él, a todos… ¿Has enviado a mis demonios a que me cobren, Dios?
¿Estoy volviéndome creyente? Hace no más de lo que tengo memoria, odiaba a ese ser
celestial por quitarme a mi padrastro, y a mi familia, pero ahora regreso como un montículo
de arena en el resto de su padre desértico, cada segundo que pasa, es un segundo más donde
mis pupilas perciben mis lágrimas flotar por todo el camarote, cánticos hermosos de niños
que no nacieron retumban en las paredes tan brillosas de mi pequeño cilindro, sé que no
nacieron porque percibo el cuestionamiento y la duda en cada uno de ellos, sus voces lo
reflejan, al igual que la pequeña ventana en la que veo al gigante azul cada vez más lejos, el
regulador de temperatura irónicamente se quema mientras cierro los ojos y continúo sintiendo
cómo mis lágrimas siguen frotándose con mis poros antes de salir volando en el poco espacio
que tengo, la cobija que me llevé me recuerda muchas cosas, pues con ella me acurrucaban
cuando recién nací, esa misma me la ponía en la espalda y me creía súper héroe, aunque a
mis padres no les pareciera que adorara a íconos capitalistas estadounidenses. Con esa misma
cobija me tapaba de niño cuando tenía miedo del monstruo debajo de mi cama, o con esa
misma envolvía a mi hermana pequeña para tirarla al piso debido a mi desenfreno infantil,
con esa misma cobija que me tapaba ya en mis plenos 16 años. Me comienzo a reír, la
parafernalia es mi única amiga, sin contar a la estúpida operadora y sus beeps, la misma
parafernalia que me hace escuchar a esos pequeños ángeles cantar, y a mi espera del Mesías
entrando a mi cápsula, mientras sigo recordando con humor que siendo un adolescente, esa
misma cobija ya no me tapaba los pies, y tenía que ponerme otra más abajo para que lo
hiciera, todo en conjunto hace una obra digna de un cuadro renacentista, o si no, uno por
Pablo Picasso, mi artista favorito, ya sabes, esa clase de cuadro que él pintaría para que le
preguntasen su significado de tanto sin sentido, y él sólo disparara de su revólver sin
proyectil, para espantar al iluso que le cuestionó una obra que simplemente no necesita
motivos para existir. Mientras pienso en todo eso con apenas milisegundos de trayectoria, los
ángeles elevan el volumen de su coro, dejando a ese beep prácticamente inaudible, mis
demonios empiezan a apoderarse de mi miedo, Phobos se apiade de mí y de mi ansiedad, el
coro se transforma en acordes recitados por hombres, hombres que murieron en protección
de sus seres queridos, ¿cómo lo sé? Pues de la misma forma que lo descubrí con los
querubines, pero en esta ocasión su voz delata seguridad, valentía, honor, y todo lo que en
mi vida siempre traté de tener y casi nunca pude tenerlo. La cosa de ser un cosmonauta
solitario no es el hecho de estar solo, sino de tenerme a mí mismo, a mi yo conmigo, qué más
optaría por estar completamente solo, pero no puedo, mi inconsciente se arrastra hacia mí
como mi cobija lo hacía cuando corría con ella detrás, si tan solo pudiera estar solo, y por
ello me refiero completamente solo…Bueno, pues quizá optaría por muchas cosas, pintar con
mi sangre la única ventana cilíndrica que se muestra delante de mí y que da vueltas y vueltas
conforme seguimos orbitando Marte, quizá y optaría por escribir algo más profundo, no sólo
la odisea sin resolución de un imbécil que se le olvidó conectar los propulsores a la estación
espacial, si no que quisiera relatar la historia del hombre que pudo volver a casa aunque el
mismo diablo lo arrastrase al inframundo, vecino de la tierra en este pequeño vecindario
llamado Sistema Solar, pero en vez de pensar en eso, en vez de inspirarme en escribir eso,
sólo pienso en cómo me hubiera visto si en la tierra me hubiera pintado el cabello de rojo, o
si me hubiera rasurado esta barba que crece rápidamente con el pasar de cada grupo de
estrellas, la monotonía me cansa y me relaja, pero al igual que el alcohol, también me
consume y me absorbe.