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El IVA que reduce el nombre de Impuesto al Valor Agregado, es determinado como el gravamen

nacional a las ventas que se aplica en todos los periodos de la cadena provechosa.

El Impuesto al Valor Agregado es el impuesto indirecto que todo consumidor paga al conseguir un
producto para reemplazar sus necesidades simples, tanto de él como del núcleo familiar. Lo cual la
normatividad trata al implementarlo es incrementar el recaudo del Estado, sin perjudicar en
demasía la economía poblacional, la cual debería regir los ingresos recibidas por su trabajo, para
subsistir en condiciones dignas.

Se necesita que el Estado reciba unos ingresos para su desempeño, debido a que, claramente, el
gasto público es bastante elevado, teniendo presente la proporción de instituciones del Estado y
programas, entre otros recursos, que un régimen debería conservar, para brindar un mejor
servicio a la población, otorgándoles, mediante sistemas como los subsidios, un mejoramiento en
su calidad de vida.

Por esta razón, se hace primordial el cobro de impuestos que, como el Impuesto al Valor
Agregado, perjudica a todos los habitantes, y que ya sea poco el porcentaje a costear por la
compra de productos o servicios, éste se convierte en una de las más grandes fuentes de ingreso
para el Estado.

Como ya sabemos el IVA obtiene unos componentes como lo son el IVA interno y el IVA externo,
representando el 70% y el 30% del PIB respectivamente. En efecto, el recaudo total del IVA
ascendió a $62 billones en 2018 (6.3% del PIB) y llegó a representar el 44% del Recaudo Total en el
país. Para poder calcular todo este rendimiento del IVA se tuvo que tener en cuentas todas las
tarifas generales, el consumo tanto de todos los hogares del país como los del mismo gobierno y
de las importaciones para el caso del IVA externo.

A partir de su utilización en 1963 como tributo monofásico a las ocupaciones de manufactura e


importación, el Impuesto al Valor Agregado ha estado con todos nosotros los colombianos. En el
año de 1965 se realiza la primera modificación del IVA, en el que se reemplaza el método de
sustracción de costos o de base contra base por el de sustracción de cuotas o impuestos contra
impuestos; en este punto el impuesto empieza a tomar el carácter de valor agregado. Era un
tributo indirecto vinculado al del impuesto sobre el volumen de ventas. Sin embargo, se atribuye
su creación, propiamente dicha, a la Ley 20631 de 1975, en el gobierno de Alfonso López, que
gravó a productores e importadores con una tarifa general de 10%. Las crisis económicas hicieron
que llegara a los minoristas y al consumidor en 1983, a lo largo de el régimen de Belisario
Betancourt, a través del Decreto Ley 3541 de 1983 con un 10% y otras diferenciales de 20% y 35%.
El mandatario Cesar Gaviria hizo que se extendiera a otros servicios, como hoteles y restaurantes,
y llegara al 12%. Después, Gaviria realizaría otro crecimiento para que se ubicara en el 14%.
Ernesto Samper abandonó la tarifa en el 16%, en el año 2016, a lo largo de el régimen de Juan
Manuel Santos, el Impuesto al Valor Agregado aumenta a 19% y se hacen las primeras incursiones
de productos de la canasta familiar.

Las necesidades de los gobiernos, marcadas por crisis económicas y déficit fiscal, empezaron a
convertirlo en un impuesto plurifásico, que en síntesis significa que somete a tributación a todas
las fases por las que atraviesa un bien en su proceso de producción y comercialización hasta llegar
al consumidor final. Ahí ya empezó a pesar en los bolsillos.
Mucho se dijo sobre los probables impactos del Impuesto al Valor Agregado en la canasta familiar
en los diferentes estratos socioeconómicos, puesto que, este asunto cobra trascendencia con cada
plan de reforma tributaria que se ofrece para afrontar a las deudas y compromisos que tiene el
estado. En el último plan de reforma permanecen ofreciendo nivelar las tarifas del Impuesto al
Valor Agregado en los productos de la canasta familiar, justificando la simple aplicación de este
tributo. Se examina esta iniciativa determinando sus efectos en los diferentes estratos
socioeconómicos, destacando en los estratos 1 al 3 como clientes finales. Se revisaron los
impactos para los productores y comercializadores, se analizaron los cambios de los productos de
la canasta familiar por medio de las reformas tributarias a partir del 2012 hasta el plan de la
reforma del 2021 con el punto de vista de que más productos permanecen siendo gravados con la
tarifa general o pasando de ser exentos a excluidos y se encierra el asunto del crecimiento de la
informalidad, así como, la inversión final del recaudo del Impuesto al Valor Agregado en pro de la
sociedad.

No es un secreto que el incremento de la tarifa general del IVA, que pasó de un 16% a un 19%,
tenga probamente una consecuencia inflacionaria en los costos de varios de los bienes básicos que
consumen los colombianos. No toca ir más lejos de la nueva ley para advertir de que entre el 55%
y el 60% de los bienes originarios de la canasta familiar permanecen gravados con la tarifa general
del 19%. Los otros productos básicos se hallan exentos o excluidos del Impuesto al Valor
Agregado; o sea, se hallan gravados con una tarifa del 0% o, sencillamente, no se hallan gravados.

Pero, a pesar de que hay ciertos bienes que se hallan gravados con una tarifa menor a la general,
los cuales podríamos llamarlos la distinción a la regla. La situación más polémica es el de las
compresas y tampones higiénicos que se hallan gravados con una tarifa del 5%.

Sin embargo, pese a que el Congreso de la República no gravó con el 19% dichos productos de
limpieza personal de la dama y de que los alimentos básicos se hallan excluidos del Impuesto al
Valor Agregado, la percepción del público frente al gravamen de la mayor parte de los bienes de la
canasta familiar no fue conveniente.

El consumo de bienes y servicios de primera necesidad podría ser objeto de cargas impositivas
constantemente y una vez que existan políticas efectivas que compensen la afectación al mínimo
fundamental de los individuos que, gracias a su condición económica, enfrentarían problemas o se
verían en incapacidad de entrar a los mismos a causa del más grande costo que tienen que abonar
por ellos a causa del impuesto.

En este orden de ideas, le es aceptable al legislador gravar los productos de primera necesidad de
los colombianos, continuamente y una vez que el régimen tome las medidas que corresponden y
primordiales para que los individuos, que no poseen la capacidad económica suficiente para
obtener los bienes y servicios necesarios para su permanencia, no se vean vulnerados en su
derecho importante al mínimo fundamental.

Actualmente, existen 147 bienes de la canasta familiar que se encuentran excluidos del IVA, 24
que están exentos o sujetos a la devolución del impuesto y unos pocos que están gravados con
una tarifa del 5%. Cabría analizar si las medidas que actualmente está empleando el Ejecutivo son
suficientes para cumplir con la obligación impuesta por la Corte Constitucional o si es necesario
que el gobierno emplee otro tipo de medidas que involucren, no sólo al ciudadano urbano, sino
también al campesino, con el fin de que el posible aumento de la inflación no afecte, en gran
medida, al bolsillo de los colombianos.

El impuesto sobre la renta genéricamente es de período, abarcando la sumatoria de ingresos


totales durante un año calendario, y recae sobre las rentas de fuente nacional generadas de forma
temporal o transitoria, de conformidad con el artículo 24 ET; por lo demás, el impuesto sobre la
renta para las personas naturales y las personas jurídicas se cimienta sobre una estructura
diferencial.

para los individuos jurídicas, normativamente la imposición recae sobre las comunidades con
residencia fiscal, distinguiendo varias comunidades del sistema fiscal particular. El hecho
imponible lo configuran las ganancias de fuente nacional derivados de la explotación,
comercialización de bienes materiales o inmateriales, y la prestación de servicios dentro de la
región nacional. El cálculo de la base imponible, generalmente, está contenido en el artículo 26 ET,
las ganancias brutos compuestos por la suma total de las ganancias notados en el lapso gravable,
propensos de crear un crecimiento patrimonial en el instante de su percepción, no exceptuados ni
excluidos, se le restan los descuentos, rebajas y devoluciones, con lo que se obtendrá el ingreso
neto; al ingreso neto se le sustraen todos los precios imputables para su ejecución, para obtener la
renta bruta a la que se restan las deducciones para llegar a la renta líquida a la cual se le aplica la
tarifa general del 33%, salvo que sean comunidades de sistema particular o estén en región
franca,21 para las que se aplica una tarifa diferencial del 20%, o comunidades del sector hotelero
sobre las que recae una tarifa del 9%.

De esta forma, el sistema normativo vigente y aplicable en Colombia, por sí mismo, imprime un
desequilibrio a partir de la composición impositiva, puesto que ha de recordarse que la simplicidad
es un aditamento de la claridad jurídica, que debería ser una de las propiedades en la
configuración de un sistema tributario equitativo y justo, las reglas definitorias de la composición
tributaria para los individuos naturales son numerosos, dispersas, muchas son reglas remisorias,
complicadas y ambiguas. De otra parte, el plan de reforma tributaria mal nombrado “Ley de
Financiamiento” que cursa en la actualidad en el Congreso, retorna al antiguo cálculo de renta
universal, cambia enteramente el costo y el tipo de deducciones, conjugado con un crecimiento de
la tarifa nominal, reformas que imprimen más grande presión tributaria a los individuos naturales.

Sin embargo, el plan de ley expone para las comunidades una disminución de la tarifa en 3 puntos
de vista porcentuales en los próximos años, un crecimiento de las deducciones, la reincorporación
de los descuentos tributarios y los contratos de seguridad jurídica, agrandar la gama de alquilas
exentas para sectores de economía naranja, entre otras reformas. En los dos casos, las reformas
propuestas son una transformación parcial, empero fuerte, al impuesto sobre la renta,
imponiendo una más grande carga tributaria a los individuos naturales e indiscutiblemente
reduciendo la carga tributaria para las organizaciones, vía tratamientos preferenciales
representados en beneficios tributarios que arropan el impuesto sobre la renta con un halo de
inequidad tributaria.

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