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En cuanto pudo, el Dr. David llamo al quiropráctico quien confirmó la historia. El quiropráctico
confesó que el también estuvo preocupado cuando el trío entro en su consultorio. El
quiropráctico había llamado al Hospital donde el Sr Pérez había sido supuestamente atendido
pero todo era cierto.
Cuando el Dr. David examinó al Sr. Pérez, la ansiedad y tensión de los músculos hicieron muy
difícil la evaluación. El Sr. Pérez saltaba cada vez que lo tocaban. Decía que sentía gran dolor
pero no podía especificar el sitio. Insistió en que le prescribieran valium para que se pueda
relajar.
El Dr. David decidió prescribirle una pequeña cantidad de valium que lo aliviara por 5 días y
aceptó verlo de nuevo pasado este tiempo. Al Dr. le preocupaba una posible dependencia al
valium pero el paciente había negado el uso de ésta u otras drogas. El doctor tenía la esperanza
de que el dolor sea una respuesta a la ansiedad y que sea controlado por el valium y el tiempo.
Su plan para la siguiente visita era sellar los sitios de fractura y así, eliminar los posibles
causantes de dolor. Si eso no ayudaba, lo referiría a un endodocista como siguiente paso. Un
manejo a largo plazo de las fracturas involucraría procedimientos restaurativos y controles para
la enfermedad de sus encías.
El Sr. Pérez aceptó el plan y accedió a regresar a los 5 días. Dos días después volvió a llamar
diciendo que el dolor era muy fuerte y necesitaba más valium. El Dr. David consideró qué hacer.
No podía ver al paciente ese mismo día por falta de tiempo pero no quería prescribirle más
valium. Lo que realmente quería el Dr. David era no aceptar al Sr. Pérez como paciente por su
actitud sospechosa y provocadora. Sin embargo, muchas partes de la historia parecían
legítimas. El Dr. David confesó que si el Sr. Pérez se hubiera presentado bien vestido y sólo en
vez de con pantalones sucios y chaqueta de cuero hubiera sido diferente.