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Protocolo para la toma de Decisiones Éticas

El Caso del Dentista Suspicaz


El Dr. David tiene una clínica odontológica en San Isidro. La mayoría de sus pacientes son
personas de negocios y profesionales. Un día, avanzada la tarde, el Sr. Pérez entró sin
anunciarse a la sala de espera diciendo que había sido mandado por el quiropráctico de la
clínica vecina. El Sr. Pérez contó que tuvo un accidente automovilístico el día anterior que
resulto en daños en su espalda y dientes. Él quería una exanimación dental para su compañía
de seguros y después, quizás, seguiría el tratamiento.

Al margen de la historia, lo que preocupó al Dr. David fue la alarmante apariencia y


comportamiento del Sr. Pérez y de los dos hombres que lo acompañaban con apariencia de
matones. El Dr. David pensó que estas tres personas podían significar problemas. El Sr. Pérez en
particular, estaba irritable, agitado, y amenazador, y quería medicación, específicamente
Valium. Mientras el Dr. David entrevistaba al Sr. Pérez, sus amigos dejaron la sala de espera e
ingresaron al área de tratamientos. Ellos estuvieron recorriendo la clínica, ingresando incluso a
varios consultorios. Este comportamiento alarmó a todo el personal de la clínica y al Dr. David.
Después de insistir dos o tres veces, los dos hombres regresaron a la sala de espera.

En cuanto pudo, el Dr. David llamo al quiropráctico quien confirmó la historia. El quiropráctico
confesó que el también estuvo preocupado cuando el trío entro en su consultorio. El
quiropráctico había llamado al Hospital donde el Sr Pérez había sido supuestamente atendido
pero todo era cierto.

Cuando el Dr. David examinó al Sr. Pérez, la ansiedad y tensión de los músculos hicieron muy
difícil la evaluación. El Sr. Pérez saltaba cada vez que lo tocaban. Decía que sentía gran dolor
pero no podía especificar el sitio. Insistió en que le prescribieran valium para que se pueda
relajar.

La exanimación fue no concluyente. Muchos dientes presentaban fracturas superficiales pero


era muy difícil determinar la vitalidad de estos dientes. Presentaba también caries y
enfermedad de las encías que no tenían relación con el trauma que había sufrido. El panorama
era confuso. El Dr. David pensó que el dolor podía ser por las fracturas, pero la intensidad del
dolor no tenía relación con éstas. Por otro lado, el sabía que en casos de trauma, las
consecuencias no son vistas hasta pasados unos días.

El Dr. David decidió prescribirle una pequeña cantidad de valium que lo aliviara por 5 días y
aceptó verlo de nuevo pasado este tiempo. Al Dr. le preocupaba una posible dependencia al
valium pero el paciente había negado el uso de ésta u otras drogas. El doctor tenía la esperanza
de que el dolor sea una respuesta a la ansiedad y que sea controlado por el valium y el tiempo.
Su plan para la siguiente visita era sellar los sitios de fractura y así, eliminar los posibles
causantes de dolor. Si eso no ayudaba, lo referiría a un endodocista como siguiente paso. Un
manejo a largo plazo de las fracturas involucraría procedimientos restaurativos y controles para
la enfermedad de sus encías.

El Sr. Pérez aceptó el plan y accedió a regresar a los 5 días. Dos días después volvió a llamar
diciendo que el dolor era muy fuerte y necesitaba más valium. El Dr. David consideró qué hacer.
No podía ver al paciente ese mismo día por falta de tiempo pero no quería prescribirle más
valium. Lo que realmente quería el Dr. David era no aceptar al Sr. Pérez como paciente por su
actitud sospechosa y provocadora. Sin embargo, muchas partes de la historia parecían
legítimas. El Dr. David confesó que si el Sr. Pérez se hubiera presentado bien vestido y sólo en
vez de con pantalones sucios y chaqueta de cuero hubiera sido diferente.

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