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Máscaras

Gilda Gpe Saldaña Sánchez


Lic. Psicología 101

En el teatro, la literatura, en el cine y hasta en los comics, las máscaras tienen no


una sino dos funciones, que son totalmente opuestas, una es mantener en secreto
la identidad de quien la lleva puesta, y la otra que es un poco más profunda,
revelar los aspectos de la personalidad de quien la lleva. También se les ha dado
un simbolismo religioso, ámbitos sociales, ceremonias, bailes, etc. Las máscaras
permiten expresar las necesidades, los miedos y las inquietudes de una
comunidad y representan el deseo del hombre de ocultarse y a la vez de
manifestarse transformado, escondiendo su identidad para revelarse en forma
diferente.

Para que una máscara cumpla su cometido debe entenderse como una unión de
los elementos autor, actor y espectador, esto constituye la cosmovisión con que se
elabora esta figura. Los griegos, donde inicia el teatro, las propusieron como
solución al problema de representar seres divinos o fantásticos, al principio,
cuando las representaciones eran sobre todo actos religiosos, los actores griegos
utilizaban máscaras o bien ocultaban su rostro con barro o azafrán porque el
hecho de ocultar la cara era también un ritual en sí mismo. Después como les dio
la facilidad de poder representar más de un personaje a un solo actor es cuando
se volvieron más populares por así decirlo, sobre todo por el hecho de que no
había mujeres en estas presentaciones.

Pero bueno vamos más allá de su uso para entretener, la máscara en el teatro
griego de la antigüedad permitía no solo olvidar la identidad del actor, sino que
también facilitaba que ese otro que era el personaje saliera de su interior.

Ahora desde el Nihilismo de Nietzsche y sus supuestos filosóficos podemos ver el


lado del desenmascaramiento, uno de toda existencia juzgada por el cómo irreal o
no autentica, como si cargáramos la personalidad de todo nuestro pasado frente a
mundo, pero Nietzsche no nos enseña el camino, ni nos enseña una creencia, ni
nos coloca en un terreno sólido, no señor, más bien no nos deja descansar, nos
atormenta incansablemente, quitándonos todo lugar en el que podemos tener
refugio. Si osea, Dios ya se murió, ya solo tú te puedes hacer cargo de ti, tu eres
ahora el responsable de volver al hombre el ser divino.

Entonces, el sentido de las máscaras es que cada vez que nos colocamos una
para ir al trabajo, o a la escuela o con amigos es apropiarnos de ese personaje,
los seres humanos no enmascaramos, y al hacerlo llena de sentido, aunque sea
por un momento, el mundo que lo ve enmascararse. Ataviado con expresiones
terribles, funestas, patéticas, festivas, solemnes o impúdicas, el ser humano
enfrenta el mundo con su rostro encubierto. Canta, baila, llora y se ríe.

En el carnaval, en la fiesta o en la representación, el ser humano se desdobla


deliberadamente y se libera de sí mismo, se pierde en el delirio del festejo, en el
éxtasis de estar fuera de sí y ser uno con los otros, también enmascarados. Sin
embargo, al terminar la fiesta, al guardarse en la intimidad de sí mismo y reposar
en la tranquilidad de su soledad, se mira al espejo y se despoja del rostro que lo
hizo ser alguien más durante el festejo, del rostro que le dio
una personalidad distinta. ¿Qué encuentra?, ¿su rostro?, ¿su rostro de verdad?

En efecto, encuentra que su verdadero rostro no es sino otra máscara, aquella con
la que enfrenta el mundo día con día, aquella con la que saluda a las personas y
bebe su café, con la que sonríe y con la que grita: su verdadero yo, su persona,
su prósopon, su máscara intransferible.

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