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UNIDAD

2
EL REALISMO

3. El debate meliano

TucíDIDES

[416 a. de J.C.) 84. Al verano siguiente, Alci- Ahora bien, los comandantes atenienses Cleó-
bíades se desplazó a Argos con veinte galeras, medes, hijo de Licómedes, y Tisias, hijo de Ti-
y. ahí capturó a los argivos sospechosos y a todos símaco, acampados con sus fuerzas en tierras de
aquellos que parecieran favorecer a la facción Melos, antes de infligir daño alguno enviaron
lacedemónica, en número de trescientos, lleván- embajadores a los habitantes de la isla para ne-
dolos a la más cercana de las islas súbditas del gociar en conferencia. Los melianos se negaro
estado ateniense. a presentar a dichos embajadores ante la mul-
Los atenienses emprendieron asimismo la titud, exigiéndoles por el contrario que pro-
guerra contra la isla de Melos, con treinta gale- nunciaran su mensaje ante los magistrados y la
ras propias, seis de Khíos y dos de Lesbos, en minoría; así, intercambiaron las siguientes pa-
las cuales transportaban a mil doscientos de sus labras:
hombres de armas, a trescientos arqueros y a 85. Atenienses. "Puesto que no nos es per-
veinte arqueros de caballería; entre sus confe- mitido expresarnos ante la multitud, por temor
derados y habitantes de las islas contaban con de que ésta se sienta atraída al escuchar nuestros
unos mil quinientos hombres armados. Los me- argumentos persuasivos e irrebatibles al uníso-
lianos son colonia de los lacedemones, por lo no, en fluido discurso (pues conscientes estamos
que se rehusaron, al igual que el resto de las de que tal ha sido la causa de hacernos confe-
islas, a convertirse en súbditos de los atenienses; renciar ante la minoría)¡ tomad muy encuenta
en un principiO guardaron posidón de neutra- ese pilnto, voSOtros aquí séntados; responded
lidad, y posreriormente, cuando los atenienses, VQsotros a cada pormenor, no en discurso ela-
comenzaron a invadir SUS tícrtas, decidieronJan- bOi''ado", síno de hecho interrumpidnos cuando
zarse en guerra franca. ostentéis una opJnJóocontraria a aquélla por nos
'1, en primer responded si
esta mOcJón es o: no de vuestro agrado."
Tomado de, The PelQjJQnnesian War, quin- 86. Alo cual contest6el consejo de los me-
to volumen, traducción de Thomas Hobb.es. llanas: '''Falla 00 ha de percibirse en la equidad
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El debate meliano 37

de un holgado debate; mas estos preparativos de se les otorgue un trato justo, quizás apartándoos
guerra, no futuros sino aquí presentes, parecen un tanto del estricto rigor de la justicia. Y esto,
no concordar con lo anterior. Pues vemos que sobre todo, os concierne a vosotros, puesto que
vosotros habéis venido a ser jueces de la con- de otro modo, si vuestro poder se frustrase, da-
ferencia, y que esto, si resultamos superiores en . ríais al resto del mundo un ejemplo de la mayor
argumentos y, por tanto, no cedemos, nos ha- venganza concebible."
brá de acarrear la guerra o, por el contrario, si 91. Atenienses. "Por lo que a nos respecta,
cedemos, la servidumbre." aun cuando nuestro dominio cesase, no habría-
87. Atenienses. "No, si habréis de limitaros mos de temer a las secuelas. Pues quienes ejercen
a inferir sospechas de lo que puede ser o de el mando no son crueles con los vencidos, nor-
cualquier objetivo ajeno a solicitar consejo so- ma ésta que los lacedemones no observaban
bre lo que sucede realmente y se despliega ante (aunque ya nada tenemos que hablar de estos
vuestros ojos, es decir, cómo salvar a vuestra últimos); de hecho, habiendo sido súbditos en
ciudad de la destrución, más valdrá retirarnos. alguna época, atacaron a quienes los goberna-
Pero si os apegáis a la realidad, procedamos a ban y lograron la victoria. Pero dejad tal peli-
discutirla. " gro a nuestro cuidado. Entre tanto, os decimos
88. Melianos. "Es razonable y excusable que que: aquí nos encontramos para engrandecer
los hombres en un caso como el nuestro diri- nuestros dominios y para someter a debate la
jan sus palabras y pensamientos a diversos asun- salvación de vuestra ciudad. Es nuestra inten-
tos. No obstante, si la presente consulta se ha ción el ejercer dominio, que no opresión, so-
de sujetar al tema de nuestra seguridad, estare- bre vosotros, así como preservaros en beneficio
mos complacidos, si os parece, de seguir el cur- de ambos."
so por vos propuesto." 92. Melianos. "¿Mas cómo podemos noso-
89. Atenienses. "Como por nuestra parte no tros hallar provecho en la servidumbre del mis-
hemos de jactarnos, por ejemplo, de que nues- mo modo que vosotros en el mando?"
tro reino es legítimo por haber derrotado a los 93. Atenienses. "Vosotros, mediante la obe-
medas, o de haber venido aquí en contra vues- diencia, os salvaréis de la adversidad; y nosotros,
tra por los daños provocados, tampoco habre- al no destruiros, extraeremos beneficios de vos."
mos de realizar un prolongado discurso ante 94. Melianos. "¿Mas acaso no aceptaríais que
oídos incrédulos; del mismo modo, demanda- nosotros permaneciésemos en paz y en términos
mos que vosotros no esperéis prevalecer argu- de amistad con vosotros (considerando que an-
mentando que no nos despojásteis porque érais tes fuimos vuestros enemigos), sin tomar parti-
colonia de los lacedemones, o que no ha- do por nadie?"
béis inflingido perjuicio alguno. Mas, de todo 95. Atenienses. "No. Pues que vuestra ene-
lo que predomina en nuestro pensamiento, dis- mistad no nos perjudicó tanto como lo haría
cutamos sólo aquello que sea factible, tanto para vuestra amistad; ésta se convertiría en argumen-
vosotros como para nosotros, sabedores de que to de nuestra debilidad y de vuestro rencor por
en el debate humano sólo se logra la justicia nuestro poderío entre aquellos que ahora go-
cuando la necesidad es igual; considerando que bernamos."
quienes gozan de poder impar exigen cuanto 96. Melianos. "Pero, ¿por qué? ¿Acaso vues-
pueden, y que los débiles ceden a cuantas con- tros súbditos miden la equidad con una misma
diciones pueden obtener. " vara, colocando a quienes nunca han tenido nada
90. Melianos. "Pues bien (en vista de que vo- que ver con vosotros, y con ellos mismos, que
sotros colocáis el beneficio en el lugar de la justi- en su mayoría han sido colonias vuestras, jun-
cia), consideramos provechoso para nosotros no to con aquellos que han sido conquistados tras
eliminar un beneficio general de todos los hom- rebelarse?"
bres, que es el siguiente: que a todos los hombres 97. Atenienses. "¿Por qué no? Ellos piensan
en peligro, si se defienden con razón y equidad, que la razón está de su parte, en uno y otro as-
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pectos, y que quienes viven sometidos, han sido 101. Atenienses, "No, si sabéis conduciros.
sometidos por la fuerza, y que quienes tienen Pues que no os enfrentáis a una contienda de
ascendiente lo tienen por temor nuestro. Por valor en igualdad de condiciones, donde vues-
tanto, al someteros a vosotros, además de ex- tro honor quede en prenda, sino a una consulta
tender nuestro dominio sobre cuantiosos súb- por vuestra seguridad, a la cual os resistís co-
ditos más, reafirmaremos, ante quienes ya eran mo si no reconociéreis nuestra superioridad
nuestros súbditos nuestra posición de amos de como adversarios."
los mares, y la vuestra de isleños, más débiles 102. Melianos, "Pero nosotros sabemos que,
(salvo que vos podáis obtener la victoria) que en materia de guerra, se da el caso de que no
aquéllos a quienes ya hemos sometido," siempre el resultado va de acuerdo con la dife-
98. Melianos. "Entonces, ¿vosotros conside- rencia numérica de los bandos; y que si cedemos
ráis que no existe garantía alguna en aquello que en este momento, perderemos toda esperan-
hemos propuesto? Pues ahora nuevamente (ya za; no obstante, si sabemos resistir, podremos
que apartándonos de nuestra defensa de equi- acariciar cierta esperanza de conservar nuestra
dad nos persuadís de someternos a vuestro be- posición, "
neficio), habiéndoos expuesto 10 que es bueno 103. Atenienses. "La esperanza, consuelo del
para nosotros, debemos esforzarnos por remi- peligro, cuando se le emplea de sobra, pese a
tiros al mismo tema, puesto que también será de que puede perjudicar, no destruye. Mas entre
provecho para vosotros. Tomando en cuenta aquéllos que en ella cifran toda su confianza
que muchos hoy guardan una postura neutral, (pues por naturaleza es asaz pródiga), pronto
¿en qué los convertís vosotros si no en vues- se da a conocer por su fracaso; y una vez co-
tros enemigos, ahora que se percatan de estos nocida, no deja lugar para precaución futura.
vuestros procedimientos, y de que a partir de Que no sea tal vuestro caso, vos que no sóis
este momento vosotros intentaréis asimismo vol- sino débiles y no contáis más que con dicho
car vuestras armas contra ellos, ¿Y qué significa recurso, Tampoco seáis como muchos hombres
esto si no azuzar a quienes ya son vuestros ene- que, aunque puedan salvarse de inmediato por
migos, ya la vez enemistaros con quienes no 10 medios humanos, cuando sus esperanzas más
son, en contra de la voluntad de todos ellos, firmes los abandonen bajo la presión del enemi-
lo cual se habría podido evitar adoptando otras go, se aferran a cosas fútiles como la adivina-
medidas?" ción, los oráculos, y tantas otras que, mediante
99. Atenienses. "No consideramos que pue- la esperanza, destruyen al hombre."
dan ser peores enemigos nuestros aquellos que 104. Melianos, "Vos bien sabéis que para no-
pueblan otras regiones del continente, ya que mu- sotros sería extremadamente arduo el combatir
cho tiempo ha de pasar antes de que deban sal- vuestro poderío y fortuna, a menos que pudié-
vaguardar su libertad en contra nuestra. Mas semos hacerlo en igualdad de circunstancias. No
aquellos habitantes no sometidos de las islas, co- obstante, sentimos que en lo concerniente a la
mo es vuestro caso, o los que ya se sienten in- fortuna no seremos inferiores de ninguna ma-
sultados por la necesidad de sometimiento en nera, ya que tendremos a los dioses de nuestra
el que ya se eacuentran, ellos sí, mediante recur- parte por nuestra postura inocente ante hombres
sos imprudentes, pueden ponernos en aparente injustos; por lo que respecta al poder, aquello de
peligro a nosotros y a ellos mismos. " 10 que carezcamos nos será abastecido mediante
100. Melianos, "Entonces, ¿si vosotros pre- nuestros nexos con los lacedemones, que por
tendéis retener vuestro poder, y si vuestros vasa- necesidad están obligados a defendernos, si no
llos han de padecer peligro extremo al alejarse de por causa distinta, en aras de la consanguineidad
vos, a caso no se nos imputaría a nosotros, seres y de su propio honor. Por tanto, estamos con-
libres, indecible vileza y cobardía si no antes ha- fiados, y no sin razón como vosotros pensáis."
cemos frente a lo que sea, con tal de no sufrir 105. Atenienses. "En cuanto al favor de los
la humillación de sumirnos en el cautiverio?" dioses, esperamos gozar de él tanto como voso-
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tros; pues ni hacemos ni exigimos nada opuesto Peloponeso y, por afecto, les guardemos mayor
a lo decretado por la humanidad con respecto a fidelidad por nuestro estrecho parentesco" .
venerarlos o a sus divinas presencias. Pues que 109. Atenienses. "La seguridad de quienes
los dioses guardamos el concepto de la opinión se encuentran en guerra, no ha consistido jamás
común; y de los hombres, tenemos por seguro en la buena voluntad de aquellos que han con-
que, por necesidad de la naturaleza, deberán rei- vocado en su auxilio, sino en el poder de los
nar en todas aquellas regiones donde cuenten recursos que dominan. Es este un precepto que
con el poder para hacerlo . Ni establecimos no- impera entre los lacedemones más que entre
sotros esta ley, ni somos los primeros en hacerla otros; por tanto, como desconfían de sus pro-
valer; mas así que la hallamos, y la legaremos pias fuerzas, llevan en expedición a gran parte
a la posteridad, así pensamos emplearla, sabedo- de sus confederados, con el fin real de atacar
res de que tanto vosotros, como cualquier otro a sus vecinos. Sin embargo, siendo nosotros los
que detentase el ' mismo poder que nosotros, amos del mar, resulta improbaole que jamás lo-
procedería de la misma manera. Por tanto, en lo gran apoderarse de una isla."
concerniente al favor de los dioses, la razón nos 110. Melianos. "Sí, pero podrán enviar a
hace no temer a vernos minimizados. Y en lo otros en su lugar; el mar de Creta es muy ex-
que respecta a la opinión que vos guardáis de tenso, y será más difícil para el amo del mismo
los lacedemones, creyendo que os respaldarán capturar a otro en él que para éste surcarlo a
en aras de su honor, os bendecimos, espíritus hurtadillas en busca de su salvación. Y si dicho
inocentes, mas no intentaremos disuadiros. Los método fracasara, podrán levantarse en armas
lacedemones suele ser, en gran parte, genero- contra vuestro propio territorio o contra vues-
sos por lo que toca a ellos mismos y a las cons- tros confederados que no hayan sido invadidos
tituciones de su propio país; mas en lo relativo por Brasidias. Y entonces no deberéis preocu-
a otros, aunque mucho pudiese alegarse, trataré paros más de un territorio donde nada teníais
de resumir su actitud con certera brevedad: a que hacer, sino únicamente de vosotros mismos
toda luces, de entre todos los hombres, osten- y de vuestros confederados."
tan como honorable aquello que les place, y co- 111. Atenienses. "Dejadlos adoptar el mé-
mo justo aquello que les beneficia. Tal opinión todo que más les convenga, que ya vosotros sa-
no favorece en nada a vuestro ahora absurdo bréis por experiencia, y no ignoraréis, que los
recurso de seguridad." atenienses jamás levantan un sitio por temor a
106. Melianos. "No, gracias a esta misma crear diversión entre otros. Mas observamos
opinión que vos expresasteis, ahora creemos que, pese a haber dicho que consultaríais acerca
con mayor firmeza que no traicionarán a su pro- de vuestra seguridad, no habéis pronunciado,
pia colonia, los melianos, ya que se tornarían en todo este intercambio, una sola palabra a la
desleales hacia sus amigos, los griegos, favore- que se pudiese atener un hombre en busca de su
ciendo así a sus enemigos." preservación; vuestros argumentos más sonoros
107. Atenienses. "Por tanto, vosotros no se reducen a esperanzas futuras; y vuestro po-
consideráis que aquello que sea benéfico deba der actual es por demás escaso para defende-
también ser seguro, y que toda causa justa y ho- ros contra las fuerzas contra vos dispuestas. En
norable deba ser emprendida con riesgo, riesgo consecuencia, llegaréis a conclusiones absurdas
que, de entre todos los hombres, los lacedemo- a menos que, excluyéndonos, acordéis entre
nes son los menos dispuestos a arrostrar [en aras vos de manera más prudente; así [cuando os
de otros] ." reunáis en privado], ya no girarán vuestros con-
108. Melianos. "Mas suponemos que afron- ceptos en torno a la vergüenza que, por lo ge-
tarán el peligro en favor de nosotros, más que neral, ha perdido a los hombres cada vez que
de ningún otro pueblo; y además, que saben el deshonor y el peligro se posan ante sus ojos.
que nos apegaremos más a ellos que a ningún Pues que muchos, aun previendo los peligros
otro, ya que por hechos, somos vecinos del que sobre ellos se cernían, fueron de tal manera
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subyugados por el fantasma del deshonor, pa- será inmensa, ya que atribuís inmensos pode-
labra potente, que los hizo precipitarse volun- res y confianza a los lacedemones, a la fortuna
tariamente en indecibles calamidades, y así, por y a la esperanza."
su propia demencia, padecer un deshonor mu- 114. Concluida la sentencia, los embajado-
cho mayor que el que la fortuna les hubiese de- res atenienses partieron hacia su campamento.
parado. Ahora bien, si vosotros deliberáis con y los comandantes, al enterarse de la firmeza
prudenda, sabréis esquivar dicho riesgo, sin con- de los melianos, pronunciaron el grito de gue-
siderar vergonzoso el someteros a una ciudad rra; dividiendo el trabajo entre las diversas ciu-
extremadamente poderosa, bajo las condiciones dades, procedieron a cercar con una muralla la
razonables de una liga y gozando de cierta auto- ciudad de los melianos. Posteriormente, los ate-
nomía, bajo tributo; puesto que ante vosotros nienses destacaron algunas fuerzas propias y de
se despliega la alternativa de guerra o seguridad, sus confederados para que hiciesen guardia por
no escojáis la peor por mera obstinación. Pues tierra y por mar, y tras reunir al grueso de sus
quienes proceden con mayor sabiduría, aunque fuerzas, marcharon de regreso a casa.
no ceden ante sus iguales, encuentran justo aco- 115. Por esos días los argivos, en su camino
modo con sus superiores, y emplean la modera- a Pliasia, perdieron casi ochenta hombres en una
ción para con sus inferiores. Por tanto, someted emboscada que les tendieron los soldados del
todo esto a consideración en tanto que nos apar- Plío y los forajidos de su propia ciudad. Y los
tamos; y no olvidéis, que en vuestra delibera- atenienses estacionados en Pilos transportaron
ción, vuestro país se encuentra en juego, y que a dicho lugar un regio botín de los lacedemo-
esta única consulta le brindará la dicha o la des- nes. No obstante lo anterior, los lacedemones
gracia." decidieron no atacarlos por haber repudiado la
112. Dicho lo cual, los ateniense5 se retira- paz; únicamente emitieron un edicto mediante
ron de la conferencia; y los melianos, tras haber el cual, autorizaban a cualquier individuo del
decretado lo mismo que anteriormente habían pueblo que así lo deseara para que se apodera-
expuesto, les dieron contestación de la siguiente se recíprocamente de botines en el territorio de
manera: "Hombres de Atenas, nuestra resolución los atenienses. Los corintios sí combatieron a los
es la misma que escuchasteis previamente; no atenienses por causa de ciertas desavenencias
hemos de deponer, en momento tan breve, esa propias, mas el resto del Peloponeso se mantu-
libertad que por espacio de siete centurias pre- vo al margen .
valeció en nuestra ciudad desde su fundación. En ataque nocturno, los melianos se apode-
Emprenderemos nuestros mayores esfuerzos raron del sector de la muralla ateniense que da-
por así preservarla, confiados en la fortuna que ba al mercado; tras eliminar a los hombres que
los dioses han tenido a bien concedernos hasta la vigilaban, llevaron grano y otras provisiones
ahora y en la ayuda de nuestro prójimo, es de- al pueblo, y todo aquello que pudiesen adqui-
cir, de los lacedemones. Mas ofrecemos lo si- rir con dinero. De tal modo regresaron, y per-
guiente: nuestra amistad para con vosotros y manecieron sosegados. Apartir de entonces, los
nuestra enemistad para con nadie; que vosotros atenienses redoblaron la vigilancia. Y así llego
os alejéis de nuestra tierra tras llegar a un acuer- el fin del estío.
do que ambos consideremos conveniente." 116. El invierno siguiente, los lacedemones
113. Tal fue la respuesta de los melianos. A estuvieron a punto de irrumpir con su ejército en
la cual los atenienses, una vez disuelta la confe- el territorio de los argivos, mas decidieron volver
rencia, replicaron así: "A nuestro parecer, por sobre su huella al percibir que los sacrificios que
este debate, sóis vos los únicos hombres que debían padecer para atravesar la frontera eran
perciben mayor certeza en las cosas del futuro inhumanos. Los de Argos, sembrando la sospe-
que en las palpables, y que, por un deseo de tor- cha entre algunos de su habitantes con respecto
narlas ciertas, las miran vacilantes como si es- a tal decisión de los lacedemones, aprehendie-
tuviesen a punto de suceder. Vuestra decepción ron a algunos de ellos; otros lograron escapar.
El debate meliano 41

Por esos mismos días, los melianos se apo- algunas prácticas de rendición, capitul6 a la vo-
deraron de otro sector de la muralla del sitio luntad de los atenienses, que masacraron a todos
ateniense, que para entonces había quedado los varones en edad militar, hicieron esclavos a
insuficientemente resguardada . Hecho lo cual, mujeres y niños, y ocuparon el lugar creando
arribaron refuerzos de Atenas bajo el mando de una colonia de quinientos atenienses que hasta
Filócrates, hijo de Demeas. Y la ciudad, ya fuer- esos lares se desplazaron posteriormente.
temente situada, e incluso habiendo ejecutado
4. De El Príncipe
NICOLAs MAQUlAVELO

CAPíTULO V: DE CÓMO SE HAN prevalecer en el ánimo de ese pueblo, habrá


DE GOBERNAR AQUELLAS CIUDADES de tomar en cuenta que los propios habitantes de
O PRINCIPADOS QUE, DE SER una ciudad acostumbrada a instituciones libres
CONQUISTADOS, SE REGlAN son el mejor medio para lograrlo. Espartanos y
POR SUS PROPIAS LEYES. romano constituyen grandes ejemplos de estos
distintos métodos de conservar a un estado con-
El conquistador puede valerse de tres recursos quistado.
para imponerse en aquellos estados que estaban Los espartanos se apoderaron de Atenas y de
acostumbrados a la libertad y al gobierno bajo Tebas, donde crearon gobiernos minoritarios; no
sus propias leyes. El primero es arruinarlos; el obstante, perdieron el control de dichos estados.
segundo, que el conquistador vaya a residir en Los romanos, con el objetivo de reafirmarse en
ellos; el tercero, que permita a esos pueblos Capua, Cártago y Numancia, arrasaron con ellas,
seguir viviendo bajo sus propias leyes, supedi- mas no las perdieron. También quisieron preser-
tados al pago de un tributo periódico, y que es- var su dominio sobre Grecia siguiendo en cierta
tablezca en ellos un gobierno minoritario que medida el ejemplo de los espartanos, otorgán-
mantenga al país en términos amistosos con el dole libertad y permitiéndole gozar del ejercicio
conquistador. Tal gobierno, así establecido por de sus propias leyes, mas su designio fracasó; por
el nuevo príncipe, consciente estará de que no tanto, viéronse obligados a destruir numerosas
podrá subsistir sin el respaldo de su poderío y ciudades de esa provincia para poderla conser-
buena voluntad, por lo que será en su interés var. En realidad, el único recurso seguro para
saberlo respaldar. Si es deseo del conquistador reafirmar la posesión de la provincia fue el arrui-
narla. Aquel que se convierta en amo de una ciu-
dad acostumbrada a la libertad, y no la destruya,
Traducido por Christian E. Detmold; publi- consciente deberá estar de que será derrocado
cado por vez primera en los Estados Unidos de por ella. Pues ésta invariablemente recurrirá a
Norteamérica en el año de 1882. la rebelión en nombre de la libertad y antiguas
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De El prínCiPe 43

instituciones que ni el paso del tiempo ni los be- conveniente procurar la esencia misma de la
neficios conferidos por el nuevo gobernante bo- materia sin distraer la atención en meras es-
rrarán jamás de su memoria. No importa lo que peculaciones; pues en las fantasías de muchos
éste baga, ni las medidas precautorias que tome, se han recreado repúblicas y principados que
si ,no divide y dispersa a los habitantes de la pro-jamás han existido en la realidad. El modo en
vincia, éstos invocarán en la primera oportuni- que el hombre vive es tan distinto de aquél
dad el nombre de la libertad y la memoria de sus en que debería vivir que quien abandona el cauce
antiguos establecimientos, como sucedió en la común para seguir el correcto no tarda en per-
ciudad de Piza, luego de haber estado sometida catarse de que éste lo conducirá más a la ruina
durante más de una centuria al dominio de los que a la seguridad. El hombre que, en todos los
florentinos. aspectos, esgrima la profesión del bien como
Sin embargo, aquellos estados acostumbrados único fin, propiciará su ruina personal entre tan-
a vivir bajo el régimen de un príncipe represen- tos que obran con perversidad. En consecuen-
tan un caso totalmente distinto. Una vez extinta cia, el príncipe que desee hacer prevalecer su
la dinastía del señor que reinaba, los habitantes, dominio deberá aprender a no actuar siempre
por una parte habituados a obedecer y, por la con bondad, sino a emplearla o no según el ca-
otra, carentes de su antiguo soberano, no acier- so lo requiera. Haciendo caso omiso, por tan-
tan a erigir uno nuevo de entre sí, mas tampoco to, de los desvaríos acerca de los príncipes, y
a vivir en libertad; por tanto, se mostrarán me- aplicándonos exclusivamente a las realidades,
nos dispuestos a tomar las armas, y el conquis- diré que todos aquellos hombres, y especial·
tador podrá ganarse fácilmente su buena mente los príncipes, que se hacen notar por
voluntad y su lealtad. Las repúblicas, por el con- tener una posición sobresaliente cobran repu-
trario, emanan mayor vitalidad, alimentan un tación por una cierta 'cualidad que los hace
fuerte ánimo de resentimiento y sed de vengan- acreedores de aclamación o de censura. De tal
za, pues la memoria de la autonomía de que an- modo, uno es juzgado liberal, y el otro mísero,
tes gozaba no les podrá ni les habrá de permitir por emplear una expresión toscana (ya que ava-
que permanezcan en calma; por tanto, los úni- ro es aquél que mediante actos de rapiña codi-
cos recursos seguros con que habrá de contar cia la riqueza, y mísero es el que se abstiene en
el conquistador para sustentar su dominio sobre demasía de disfrutar de lo suyo). A los ojos del
ellas será destruirlas o establecer su sede en pueblo, un hombre es generoso, el otro rapaz;
ellas ... uno cruel, otro misericordioso; uno pérfido, el
otro fiel; uno es conocido por afeminado y pu-
silánime, el otro por fiero y valiente; uno es agra-
CAPíTULO XV: DEL MODO EN QUE dable, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; éste
lOS HOMBRES, Y EN PARTICULAR sincero, aquél malicioso; uno de disposición fá-
lOS PRíNCIPES, SE HACEN cil, aquél inflexible; a éste lo juzgan sombrío, al
ACREEDORES DE ACLAMACiÓN O DE otro frívolo; a éste religioso, al otro escéptico;
CENSURA. y así sucesivamente.
Perfectamente consciente estoy de que lo más
Ahora se impone abordar la materia de cómo deseable sería que un príncipe ostentara todas
se ha de conducir un príncipe para con sus súb- las cualidades dignas de alabanza de entre las
ditos y aliados; sabedor de que existen muchas enumeradas; mas, como su naturaleza humana
versiones anteriores al respecto, comprendo que le impediría poseerlas todas, o ejercer plena ob-
disertar sobre el tema pueda parecer presun- servancia de las mismas, por lo menos deberá
tuoso, en especial porque he de diferir de las nor- conservar la prudencia necesaria para saberse
mas establecidas por otros. Sin embargo, en tanto apartar de la infamia de esos vicios que pudieran
que es mi objetivo escribir algo útil para despojarlo de su principado; y, en la medida de
aquel a quien competa directamente, considero lo posible, deberá 'saberse guardar de aquello
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que le representen grave riesgo. Ahora bien, si moderado, prudente y benigno, de modo tal
esto no fuese posible, podrá seguir sus inclina- que no se torne incauto por exceso de confianza,
ciones naturales con menos reserva. No ha de pero tampoco intolerante por exceso de desco-
preocuparse por la censura que tales vicios pu- nianza. Aquí surge la interrogante central: "¿Vale
diesen suscitar, si en ausencia de estos le resul- más ser amado que temido?" o "¿vale más ser
tare difícil preservar su estado. Pues, si ha de temido que amado? " Naturalmente, la respues-
ponderarse todo de manera justa, se encontrará ta más deseable sería conjuntar ambas posibi-
que ciertos caminos que parecen virtuosos sólo lidades a un mismo tiempo; sin embargo, ante
conducen a la ruina, en tanto que otros, con as- la extrema dificultad de ser temido y amado a la
pecto de vicio, ofrecen al final la seguridad y el vez, en favor de la seguridad es preferible ser
bienestar. .. temido y no amado, si ha de elegirse una de las
dos posiciones. Hablando de hombre en gene-
ral, se puede decir que es ingrato y voluble, en-
CAPÍTULO XVII: DE LA CRUELDAD Y gañoso, temeroso del peligro y codicioso de
LA CLEMENCIA, Y DE SI ES MEJOR riquezas . En tanto que se ve colmado de bie-
SER AMADO QUE TEMIDO. nes por su príncipe, le guarda lealtad ciega; los
hombres ponen a los pies del príncipe su sangre,
Abordando otras de las cualidades previamente esencia, vida y vástagos, puesto que la necesidad
citadas, digo que todo príncipe debe ambicio- de llevarlo a efecto es posibilidad remota; mas
nar reputación de compasivo, y no de cruel; mas cuando la ocasión se presenta, se rebelan. Y el
siempre ha de guardar buen cuidado de no ha- príncipe, que ha cifrado toda su seguridad en
cer mal uso de la compasión. César Borgia creó la palabra de sus hombres, enfrenta su ruina;
fama de ser despiadado; no obstante, gracias a pues que la amistad que se gana con recompen-
la inclemencia reuOlficó a la Romagna dentro sas y no con nobleza y grandeza de alma, aun-
de sus estados, y restableció el orden, la paz y que merecida, carece de sinceridad y resulta futil
la lealtad en dicha provincia; y, si analizamos en tiempos de adversidad.
meticulosamente su proceder, veremos que ex- Por otra parte, el hombre duda menos en
cedió en piedad al pueblo de Florencia, que para ofender al que se hace amar que al que se hace
librarse de la reputación de cruel permitió la des- temer; teniendo en cuenta la naturaleza perversa
trucción de Pistoya. Por tanto, un príncipe debe del hombre, el amor establece un lazo de obliga-
hacer caso omiso de ser tenido por despiadado, ción que se rompe con extrema facilidad, cuando
si gracias a ello puede mantener a sus súbditos ello favorece a los intereses de la parte obliga-
unidos y leales; pues unos cuantos despliegues da. Sin embargo, el temor hace presa del hom-
de severidad serán más clementes que permi- bre por el miedo al castigo, como un fantasma
tir, por un exceso de compasión, la gestación perenne. No obstante, un príncipe debe hacer-
de revueltas que degeneran en actos de rapiña se temer de modo tal que, si no ha sido capaz
y muerte; éstos lesionan a la comunidad ente- de ganarse el aprecio de su pueblo, tampoco in-
ra, mientras que las ejecuciones decretadas por curra en su animadversión; puesto que el ser
el príncipe sólo afectan a unos cuantos indivi- temido sin ser odiado resulta una postura favo-
duos. Ymás que a ningún otro, al príncipe le re- rable, si el príncipe se abstiene de privar a los
sultará imposible apartarse de la reputación de súbditos de sus bienes y deja en paz a sus mu-
crueldad puesto que, en términos generales, los jeres. Si se da el caso en que se viera obligado
estados nuevos están expuestos a enormes pe- a infligir pena capital sobre uno de ellos, debe-
ligros . . . ra tener buen cuidado de hacerlo sólo cuando
No obstante, el príncipe debe ser pausado en exista justificación plena y causa manifiesta para
credulidad y en actos; no debe dejarse sobreco- ello; mas, por encima de todo, debera abstenerse
ger con demasiada facilidad por sus propios te- de privar al ajusticiado de sus bienes, pues que
mores. Por el contrario, su proceder debe ser el hombre olvida con mayor presteza la muerte
De El prínciPe 45

de sus padres que la pérdida de su patrimonio. sabe esquivar la lealtad jurada, el gobernante de-
Además, nunca faltan razones para adueñarse de be proceder siguiendo el mismo ejemplo; nun-
la propiedad del pueblo, y el príncipe que co- ca ha carecido gobernante alguno de razones
mienza a vivir de los actos de rapiña siempre legítimas para exagerar su deseo de buena fe.
encontrará excusas para privar a otros de sus Existen infinidad de instancias de esta época pa-
bienes. Por otra parte, no se encuentran fácil- ra ilustrar tal situación; del mismo modo, será
mente razones para privar a los súbditos de la fácil enumerar series interminables de tratados
vida, y las existentes se agotan rápidamente. Mas de paz y de compromisos que han sido anula-
cuando un príncipe se yergue a la cabeza de su dos e invalidados por la deslealtad de los prín-
ejército, con una multitud de soldados a su man- cipes; el que mejor supo desempeñar el papel
do, es menester ante todo que haga caso omiso de la zorra, obtuvo siempre el mayor triunfo.
de reputación de crueldad; el rigor es elemen- Es menester, empero, que el príncipe sepa
to indispensable para mantener a un ejército mostrar un cariz distinto a tal naturaleza, que
unido, y dispuesto a gestas triunfantes . . . sea un maestro supremo en las artes de la hipo-
Retomando el dilema de la conveniencia de cresía y el engaño. Pues que los hombres son
ser amado o temido, concluyo que, en tanto que en esencia tan simples, y ceden tanto a la nece-
el hombre ama por libre albedrío, mas teme a su sidad inmediata, que el maestro del engaño nun-
gobernante por la voluntad de éste, el prín- ca carecerá de víctimas . ..
cipe que se precie de ser sabio deberá depen- Sin embargo, no es indispensable que un
der invariablemente de sí mismo, y nunca de príncipe posea todas las cualidades antes men-
la voluntad ajena; pero, sobre todo, deberá es- cionadas; aquello que sí resulta fundamental es
forzarse siempre por no ser aborrecido, como que por lo menos dé apariencia de poseerlas.
ya lo he dicho en líneas anteriores. Incluso me aventuraré a señalar que la posesión
y la práctica constante de tales cualidades produ-
ce efectos perniciosos, mas el'aparentar poseer-
CAPíTULO XVIII: DEL MODO EN QUE las es por demás conveniente. Por ejemplo, un
lOS PRíNCIPES CONSERVAR gobernante debe aparentar ser clemente, leal,
lA LtAlTAD. ' benigno, religioso y justo, y aun serlo en la rea-
lidad; pero su mente debe estar de tal modo en-
De acuerdo con la opinión general, es altamen- trenada que pueda adoptar una actitud contraria
te loable que un príncipe sepa preservar la leal- cuando la situación lo amerite. Es necesario acla-
tad, y enarbolar la integridad en detrimento de rar con ftrmeza que un príncipe, y especialmente
artificios y engaños. Y sin embargo, la experien- aquél que haya adquirido su estado recientemen-
cia de nuestros tiempos demuestra que aquellos te, no puede darse el lujo .de apegarse a todas
gobernantes que han hecho caso .omiso de la esas virtudes que en el hombre crean repma-
buena fe y que han sabido embaucar con arti- ción de bondad; en aras de preservar su esta-
mañas la inteligencia de otros, cuentan con gran- do, se verá impelido con frecuencia a obrar de
des logros en su haber; además, nos demuestra manera contraria a los preceptos de humanidad,
que estos salieron mucho mejor librados que de caridad y de fe religiosa. En consecuencia, es
aquellos que se dejaron guiar por la lealtad y la menester que posea un ánimo versátil, capaz de
buena fe ... transformarse en la dirección que le deparen los
Por tanto, el príncipe sagaz no puede, ni de- vientos y los cambios de fortuna; como ya he
be hacer valer sus juramentos cuando éstos re- dejado asentado previamente, no ha de desviar-
sulten opuestos a sus intereses, ni cuando hayan se del camino del bien, si es posible, mas sabrá
fenecido las causas que lo indujeron a tales jura- recurrir a las vías del mal cuando la necesidad
mentos. Ciertamente sería éste un mal precepto apremie.
si todos los hombres practicaran la bondad; mas Así, el príncipe deberá guardar extremo cuida-
como por naturaleza el hombre es perverso y do de sus palabras, que todo aquello que emane
46 El realismo

de sus labios se apegue estrictamente a las cinco por encima de todo, un príncipe debe empeñar
cualidades antes enunciadas, de modo tal que al sus esfuerzos en revestir todos sus actos de un se-
verlo y escucharlo, parezca todo caridad, inte- llo de grandeza y de excelencia. Además, un go-
gridad y humanidad, todo justicia, todo piedad. bernante se hace acreedor de estimación cuando
Es menester que demuestre esta última cualidad demuestra una posición resuelta de amistad ca-
por encima de todas, pues en general, la huma- balo de enemistad total; es decir, cuando apar-
nidad juzga más por aquello que ve y escucha, tando todo temor a las consecuencias se declara
que por aquello que siente, ya que a todos es abiertamente en favor o en contra de otro, po-
dado el ver, mas a pocos el sentir. Todo el pue- sición que le ganará reputación mucho más be-
blo puede ver aquello que el gobernante aparenta néfica que si opta por la neutralidad. Así, en
ser, mas pocos son quienes tienen el privilegio la contingencia de que dos soberanos vecinos
de sentir su esencia real; y estos pocos privile- emprendieran la guerra entre sí, adoptará tal
giados no osan contradecir la opinión de la ma- posición que, cuando cualquiera de ellos fuese
yoría, protegida por la majestad del estado, pues vencido, el gobernante en cuestión tendrá o no
las obras de todos los hombres, y en particular motivos para temer al conquistador. En cual-
de los gobernantes, son juzgadas por los resul- quiera de los casos, siempre resultará más con-
tados, donde no existe más juez al cual apelar. veniente que el príncipe declare su postura de
Por ende, un príncipe debe tener como mi- manera franca y libre una guerra acorde a la mis-
ra fundamental la preservación exitosa de su es- ma; que si así no lo hiciere, será susceptible de
tado. No importa cuáles sean los métodos que caer presa del vencedor, para deleite y satisfac-
emplee a tal 'fin; éstos siempre se tendrán por ción de la facción derrotada, y sin posibilidad
honorables y dignos de alabanza' entre los hom- de demandar protección o apoyo a cualquiera de
bres; cabe recordar que el hombre común y co- las partes beligerantes. Habrá de tomar debida
rriente invariablemente se deja llevar por las cuenta de que el conquistador no deseará la pro-
apariencias y por los resultados, y que es preci- ximidad de amigos inciertos; que no lo hayan
samente el vulgo la masa que al mundo confi- respaldado en el de la adversidad; ni
gura. Escasos son aquellos que portan rango y el vencido lo habrá de perdonar por haberse re-
condición, y muy numerosos quienes nada tie- husado, armas en mano, a correr el riesgo en
nen que los respalde. Existe un cierto príncipe aras de su fortuna .. .
en nuestra época, cuyo nombre no es conve- Asimismo, siempre se presentará el caso en
niente citar, que se dedica a predicar únicamen- que aquel que no sea amigo del gobernante, so-
te la paz y la buena fe; sin embargo, de haber licite su neutralidad, en tanto que aquel que
observado siempre una u otra, le habría costa- efectivamente sea su amigo, le damande la in-
do la pérdida de su reputación o su estado ... tervención armada en su favor. Con la mira de
esquivar un riesgo inmediato, los gobernantes
indecisos adoptan con suma frecuencia la neutra-
CAPíTULO XXI: DE CÓMO SE DEBEN lidad, de la cual dimana generalmente su ruina.
CONDUCIR lOS PRíNCIPES Sin embargo, cuando un príncipe se declara re-
PARA HACERSE APRECIAR. sueltamente en favor de uno de los contendien-
tes, y éste consigue la victoria final , aun cuando
.. . Es de vital importancia que un príncipe dé sea poderoso y el príncipe se encuentre a su
ejemplos contundentes de su gobierno interior merced, el vencedor guardad para con él una
(similares a los de Messer Barnabó -Visconti- deuda de afecto y de obligación moral; nunca
de Milán), cada vez que en el orden civil se pre- el hombre es lo suficientemente ruin como pa-
sente la ocasión de recompensar o castigar a ra pagar la generosidad recibida con la flagran-
cualquier particular que haya prestado un gran te ingratitud de la opresión.
servicio al estado o cometido algún delito, de Más aún, no existe victoria tan rotunda que
modo tal que exalte el interés del pueblo. Mas, exima al vencedor de todo miramiento por la
De El príncipe 47

justicia. Ahora bien, si resulta vencido aquél a No ha de suponerse que un estado pueda asu-
quien el príncipe brindó su apoyo, siempre lo mir jamás una postura de seguridad absoluta;
tendrá por buen amigo y, cuando se encuentre muy por e! contrario, el príncipe debe hacerse
en condiciones de hacerlo, le ofrecerá su res- al ánimo de correr el riesgo que implican todas
paldo a cambio; de modo tal, el príncipe se ha- las dudas e incertidumbres; pues según e! or-
brá hecho partícipe de una fortuna que podrá den natural de las cosas, sólo se puede esqui-
recuperar llegada la hora. var un inconveniente a riesgo de exponerse a
En e! segundo de los casos, cuando las par- otro. Compete a un juicio prudente e! saber dis-
tes beligerantes son tales que el príncipe no cernir entre tales inconvenientes, y aceptar por
guarda motivos para temer al vencedor, lo más buena la alternativa menos perniciosa.
aconsejable es que se pronuncie en favor de este Asimismo, un príncipe debe erigirse en aman-
último; así, contribuirá a que e! uno arruine te de la virtud, y honrar a todo aquél de entre
al otro, aunque si e! uno fuese sabio, salvaría al sus súbditos que se distinga en cualquiera de las
otro. Aun cuando haya derrotado a su adversa- bellas artes, alentando a sus ciudadanos a seguir
rio, seguirá a merced de! príncipe, pues sin e! e! llamado de su vocación, sea el comercio, la
respaldo de éste le habría resultado imposible agricultura o cualquier otro empeño humano;
acariciar la victoria. En este punto habrá de su- de modo tal que el uno no se abstenga de em-
brayarse especialmente, que e! príncipe debe- bellecer sus posesiones por temor a ser despo-
rá guardar buen cuidado de no emprender causa jado de ellas, ni e! otro de establecer nuevas
común con otro gobernante que le exceda en fuentes de comercio por temor a los tributos.
poderío, en su intento de atacar a otro sobe- El príncipe deberá ofrecer recompensas a todo
rano, a menos que se vea obligado a ello por aquél que se encuentre dispuesto a realizar ta-
absoluta necesidad. Si e! más poderoso sale vic- les proezas, así como a todo e! que se esfuerce
torioso, e! príncipe quedará a su merced, y to- por engrandecer a su ciudad o a su estado. A
do gobernante tiene la obligación, en la medida más de todo lo anterior, en los periodos en que
de lo posible, de esquivar todo aquello que lo se estime apropiado, deberá brindar esparci-
coloque en dicha posición. miento a su pueblo, mediante festividades y es-
Los venecianos se aliaron con Francia en pectáculos. Y, habida cuenta de que las ciudades
contra del Duque de Milán, nexo que pudieron se dividen por lo general en gremios y clases,
haber eStado con facilidad, y que provocó su deberá tener siempre a dichos cuerpos sociales
ruina. Mas cuando las alianzas resultan inevita- en mente y, de cuando en cuando, hacer acto
bles, como en el caso de los florentinos al re- de presencia en sus asambleas, y sentar ejem-
gistrarse la unión de fuerzas de España y del plo de su afabilidad y magnificencia, sin dejar
Papa con el fin de atacar a la Lombardía, el go- de enarbolar en ningún momento la majestad de
bernante debe anexarse a la facción más pode- su rango, que no deberá verse empañada nun-
rosa en virtud de las razones antes enunciadas. ca, bajo ninguna circunstancia.
UNIDAD

8
GUERRA

28. De la condición natural del hombre, en


lo concerniente a sus dichas y desdichas
THOMAS HOBBES

La naturaleza ha hecho a los hombres tan seme- de la fuerza. Porque la prudencia no es otra cosa
jantes en las facultades del cuerpo y de la mente que experiencia, la cual, en un mismo tiempo
que aunque pudiérase hallar algunas veces a un es concedida por igual a todos los hombres, en
hombre claramente más fuerte de cuerpo o de todas aquellas cosas a las que éstos se aplican
mentalidad más rápida que otro, si se consideran en grado idéntico. Ylo que quizá pudiese hacer
todas en su conjunto, la diferencia entre hombre increíble tal igualdad sería ese vano engreimien-
y hombre no es tan grande como para que al- to de la propia sabiduría, la cual casi todos los
guien pueda, con base tal, reclamar para sí algún hombres creen poseer en mayor grado que el
beneficio al que no pueda acceder otro en grado común; es decir, en mayor grado que todos los
igual. En lo que se refiere a la fuerza del cuerpo, hombres que no sean ellos mismos u otros cuan-
el más débil posee el vigor suficiente para matar tos a los que, por su fama o porque coinciden
al más fuerte, fuere esto mediante maquinación con ellos, aprueban. Porque la naturaleza huma-
secreta o en contubernio con otros que se hallan na es tal que aunque los hombres puedan reco-
en el mismo peligro que él. nocer de algún modo que hay muchos otros
y por lo que toca a las facultades de la mente más ingeniosos, más elocuentes o más entendi-
(dejando a un lado las artes fincadas en la pala- dos, difícilmente habrán de creer que existen
bra, especialmente la habilidad de proceder con muchos tan sabios como ellos mi'imos, puesto
base en infalibles reglas generales denominada que ven su personal sabiduría al alcance de
ciencia, las cuales muy pocos dominan, y si lo la mano, y muy lejana la del prójimo. Pero esto
pacen es sólo en pocos aspectos, dado que ésta prueba, más bien, que los hombres son iguales
no es una facultad nacida con nosotros, ni que se al respecto, y no diferentes, pues no hay signo
pueda adquirir -como la prudencia- mientras más evidente de la igual distribución de las
nos dedicamos a algo más), yo encuentro una cosas que aquel que nos dice que cada hombre
mayor igualdad entre los hombres que aquélla se halla conforme con su poi'ción.
En razón de esta igualdad de capacidad, sur-
De Leviatban , Parte J, Capítulo 13. ge la igualdad en esperanzas sobre el logro de
261
262 Guerra

nuestros fines. Yde allí que si dos hombres de- quilas, resulta suficiente para hacer que se des-
seen una misma cosa, de la que ambos no pueden truyan unos a otros), por arrancar de quienes
disfrutar, lleguen a hacerse enemigos y, en el lo desdeñan un mayor respeto mediante la fuer-
camino hacia su respectivo fin (que principal- za, y de otros mediante el ejemplo.
mente estriba en su propia conservación y al- Así que en la naturaleza del hombre hállanse
gunas veces sólo en su personal delectación), se tres principales causas de disputa: primera, la
empeñen en dominar el uno al otro, o en des- competencia; segunda, la desconfianza, y ter·
truirse. Y así llega a suceder que cuando un cera, la gloria.
invasor no tiene ya a qué temer, como no sea La primera hace que los hombres invadan en
al poder personal de otro hombre, si uno planta, aras de la ganancia; la segunda, de la seguridad:
siembra, construye o posee un lugar cómodo, es y la tercera, de la reputación. La primera emplee
probable que otros lleguen preparados con fuer- la violencia para hacer a los hombres amos d(
zas conjuntas a despojarlo y lo priven no sólo del otros hombres, de otras esposas y de otros ni
fruto de su trabajo, sino incluso de su libertad ños, así como de otras propiedades personales
o de su vida. Y, nuevamente, el invasor estará en la segunda la utiliza para defenderse; y la tercer:
igual peligro que el otro. por naderías, como son una palabra, una sonri
Y por esta desconfianza del uno hacia el sa, una opinión diferente y algún otro signo d(
otro, no hay forma tan razonable de que cada falta de respeto ya sea directo hacia sus persona
hombre se asegure ¡l sí mismo como la antici- o indirecto hacia su nación, parientes, amigos
pación; esto es, dominar mediante la fuerza nombre o profesión.
o la astucia a tantos hombres como pudiere, Por tanto, es claro que durante el tiempo el
hasta ya no ver otro poder tan grande como que los hombres viven sin un poder común
para ponerlo a él mismo en peligro. Y esto para rrantenerlos a todos en temor reveren
no es más que lo que su propia conservación te, estén en esa condición llamada guerra, un
requiere, y por eso generalmente le está per- guerra de todos contra todos. Porque la GUE
mitido. Además, porque hay algunos que se RRA consiste no sólo en la batalla o en el actl
complacen en la contemplación de su poder de luchar, sino en un periodo durante el CUí
en las acciones de conquista, la cual persiguen la voluntad de contender mediante batallas e
más allá de lo que exige su propia seguridad; y asaz conocida. Y de allí que la noción de tien
otros más que, aunque en otras circunstancias po deba considerarse en la naturaleza de I
estarían contentos con sus modestas posesio- guerra, tal como se halla en la naturaleza d(
nes, se ven obligados a aumentar su poder me- tiempo meteorológico. Porque como la nan
diante la invasión pues no podrían subsistir raleza del mal tiempo consiste no en uno
por mucho tiempo apegándose sólo a su defen- dos aguaceros sino en una propensión hacit
sa. En consecuencia, al ser necesario este in- o en muchos días de lluvia seguidos, así '
cremento de dominio sobre los hombres para naturaleza de la guerra reside no en una 11
la conservación del hombre mismo, debe serie cha real, sino en una consabida inclinaciá
permitido. hacia, durante todo el tiempo en que no
De nuevo, pues, los hombres no logran pla- certidumbre de lo contrario. Todos los otr<
cer (sino, por lo contrario, un enorme grado tiempos son de PAZ.
de aflicción) de la compañía de otros allí donde
no hay poder capaz de imponer respeto sobre
todos. Porque cada hombre busca que su com-
pañero lo valore en el grado en que a sí mismo
se valora. Y sobre todos los signos de desdén
y menosprecio, se esfuerza naturalmente, hasta
donde puede atreverse (lo que, entre quienes
no tienen poder común para mantenerse tran-
D e la condición natural del hombre 263

alguno de la tierra, ni navegación, ni uso de no tienen un gobierno en absoluto, y viven en


los artículos que pueden importarse por mar, esta época de modo tan primitivo como el que
ni construcciones cómodas, ni instrumentos he citado antes. Como quiera que sea, puede
para mover y remover las cosas que requieren adivinarse qué estilo de vida habrá allí donde
mucha fuerza; ni conocimiento de la faz de la no exista un poder común al cual temer; y, por
tierra, ni registro del tiempo, ni artes, ni letras, el modo de vida, cuáles hombres que hayan
ni sociedad. Y, lo que es peor, hay temor cons- vivido anteriormente bajo un gobierno pací-
tante y peligro de muerte violenta. Y la vida fico suelen degenerar allí en una guerra civil.
del hombre es solitaria, pobre, desagradable, Pero, aunque jamás hubiera existido época
brutal y corta. alguna en que hombres determinados se hallaran
Aalgún hombre que no haya sopesado bien en condición de guerra, uno contra otro, en to-
estas cosas, puede parecerle extraño que la natu- dos los tiempos reyes y personas con autoridad
raleza tenga que desunir así y haga a los hombres soberana viven - a causa de su independencia-
aptos para invadir y destruirse unos a otros; y en continuas disputas y en la condición y la
quizá desee, no confiando en esta inferencia postura de gladiadores, con ojo y arma apun-
hecha con base en las pasiones, que la expe- tando sobre el otro; es decir, con sus fuertes,
riencia se lo confirme. Dejémosle, por tanto, guarniciones y cañones sobre las fronteras de
considerar esto a solas, cuando al emprender otros reinos y como espías permanentes de sus
un viaje se arma y busca ir bien acompañado; vecinos, lo cual es una situación de guerra.
cuando al irse a dormir echa cerrojo a sus puer- Pero, en razón de que sostienen con ello la
tas; cuando incluso en casa pone candado a actividad de sus súbditos, no se da allí la mi-
sus arcas. Y ello, sin duda, aun cuando sabe seria que acompaña a la libertad del hombre
que hay leyes y funcionarios públicos armados individual.
para vengar todos los agravios que se cometan Para esta guerra de todos contra todos, esto
en contra de él. Dejémosle considerar, digo, también es consecuente: nada puede ser in-
qué opinión tiene de sus semejantes, cuando justo. Los conceptos de bien y mal, justicia e
va armado; de sus conciudadanos, cuando echa injusticia, no tienen lugar allí. Donde no exis-
cerrojo a sus puertas; y de sus hijos y sus sir- te poder público no hay ley; donde no hay
vientes, cuando pone candado a sus arcas. ¿Aca- ley, tampoco hay injusticia. La fuerza y el en-
so no está acusando mediante sus acciones a gaño son en la guerra las dos virtudes cardi-
la humanidad, como lo estoy haciendo yo con nales. Justicia e injusticia no son ninguna de las
mis palabras? Pero ninguno de nosotros culpa facultades del cuerpo o de la mente. Si lo fuesen,
a la naturaleza del hombre en sí misma. Los podrían residir en un hombre que estuviese
deseos y otras pasiones no constituyen en sí solo en el mundo, como sus sentidos y pasio-
mismos ningún pecado. Ni lo son más las ac- nes. Son ellas cualidades que relacionan a los
ciones que proceden de las pasiones, hasta que hombres en sociedad, 110 en soledad. Yes tam-
hay una ley que las prohíbe. Leyes que, hasta bién consecuente con la misma condición el
que no se estipulan, los hombres desconocen; y que no haya propiedad, ni dominio, ni tuyo
no puede hacerse ley alguna, sino hasta que los y mío distintos, sino únicamente lo que sea de
hombres convienen en quien habrá de dictarla. todos los hombres, lo que éstos puedan ob-
Puede, por ventura, pensarse que jamás hubo tener, y por tan largo tiempo como sean capa-
un tiempo tal, ni condición de guerra como ésta. ces de conservarlo. Así, mucho de la condición
Y yo creo que, generalmente, esto no fue así de maldad en que el hombre se halla colocado
en todo el mundo, pero hay muchos lugares en virtud de su mera naturaleza, aunque con
donde se vive así actualmente. Los pueblos sal- posibilidad de salir de ella, consiste en parte
vajes de muchos lugares de América -excepto en las pasiones, y en parte en su razón.
por el gobierno de pequeñas familias- cuya Las pasiones que disponen a los hombres
concordia depende de la inclinación natural hacia la paz son el temor a la muerte; el deseo
264 Guerra

de cosas tales como las necesarias para un có- artículos son aquellos que, de otro modo, llá,
modo vivir, y la esperanza en la laboriosidad de manse leyes de la naturaleza, y a los que
los hombres para obtenerlas. Y la razon sugie- de referirme específicamente en los
re adecuados artículos de paz, sobre los cuales dos capítulos.
los hombres pueden llegar a un acuerdo. Tales

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